Reflexiones de cuarentena

Adriano Corrales Arias*

            Probablemente nunca sabremos si el conavid-19 fue creado en un laboratorio o es una mutación genética de los miles de virus que pululan en la naturaleza y que cíclicamente nos atacan como las gripes estacionarias. Hay variadas teorías y muchas especulaciones al respecto, incluso acusaciones de países a países. Un grupo de inversionistas y políticos usamericanos hace unas semanas presentó una demanda contra China por la supuesta creación del virus en un laboratorio de Wuhan. Por lo contrario, muchos analistas, incluso usamericanos, infieren que el virus se creó en Estados Unidos para causar un daño profundo en la economía china. ¡Vaya a usted a saber!

            Lo cierto del caso es que enfrentamos una de las crisis más graves de los últimos siglos. Ya no solo por la pandemia, que ha causado y sigue causando miles de muertes en diversas partes del planeta, sino por el frenazo que ha sufrido la economía a escala mundial. Prácticamente toda la estructura productiva y financiera del globo ha entrado en recesión, al menos en una pausa que golpea a miles de trabajadores y productores de aquí y acullá. La crisis se amplía como un enorme hoyo vacío que podría hacer colapsar a muchos países pequeños e incluso grandes. De hecho, la hasta ahora supuesta economía más amplia y competitiva, la de Estados Unidos, está seriamente golpeada y parece que no se repondrá en el corto tiempo. El gigante se tambalea dramáticamente, su presidente y equipo de gobierno lucen desconcertados, erráticos y, para variar, prepotentes, guerreristas.

            Huelga decir que en países tan afectados como Italia y España, y el mismo Estados Unidos, como hemos dicho, fueron aplicadas la teorías neoliberales a ultranza como un fuerte shock político. (En América Latina países que no invirtieron en sistemas de salud: Ecuador, República Dominicana, Honduras, Colombia, y muchos más). Muchas de las instituciones, incluidas las de la salud y los seguros, fueron privatizadas o tercerizadas o, sencillamente, dejadas sin presupuesto ni personal idóneo para favorecer a la empresa privada, es decir, a la farmacéutica y a los servicios privados de salud. He allí el meollo de tan macabras escenas como las que nos ha tocado ver por la televisión o en las redes sociales. Está claro entonces que el problema no es tanto el virus como la economía capitalista con la contrarreforma neoliberal, la cual pretendía y pretende (en nuestro país) empequeñecer el estado trasladando sus responsabilidades al mundo privado, es decir, al mundo de los negocios. Ahora sabemos que los negocios no resuelven asuntos estratégicos colectivos (sociales) de vida o muerte, como los de la salud humana.

            Alrededor de este sombrío panorama se tejen también distintas teorías e hipótesis pos pandemia. ¿Cómo será el mundo que sobrevendrá a esta nefasta crisis? Filósofos, investigadores, políticos, escritores, artistas y demasiados aficionados, se animan a lanzar variados escenarios y mundos posibles, muchos distópicos, otros utópicos. Para algunos es el fin del capitalismo neoliberal y entonces sobrevendrá una suerte de comunismo consensuado (Zizek). Para otros el capitalismo sobrevivirá y retornará con más fuerza (Byun-Chul Han). Y hay quienes sostienen una posición intermedia (Judith Butler, Atilio Borón, et al), lo que resulte será más o menos un híbrido entre ambas concepciones, es decir, un socialismo democrático o socialdemócrata donde el estado recupere su protagonismo estratégico; en otras palabras, un renacimiento del Estado Social de Derecho. Son posibilidades y tendencias.

            Lo cierto de todo es que estamos en una transición fuerte y por tanto, dolorosa; mejor dicho, en una espesa encrucijada. A veces parece una guerra global planeada contra los pobres y desvalidos, especialmente los ancianos, y dirigida por fuerzas oscuras y extraordinarias. Hacia dónde nos llevará esta encrucijada es lo incierto. Pero no cabe duda de que el mundo será absolutamente distinto. El sacudón interno que hemos padecido y padecemos sostenidamente, nos ha hecho recapacitar, reflexionar y meditar sobre el mundo que queremos para nosotros y para quienes nos seguirán. Son millones de personas alrededor del mundo las que en este momento meditan, oran, reflexionan, crean y proyectan un mundo más humano donde mujeres y hombres convivamos con mayor armonía, igualdad y justicia. Es el mundo que habremos de construir desde nuestros corazones, desde el cambio radical de conciencia que ya se percibe y se presiente.

            La pandemia, natural o inducida, casual o agendada, nos ha colocado frente a un enorme espejo cóncavo donde hemos mirado todas nuestras falencias y errores, nuestros fantasmas y monstruos (sí, los que ha creado la razón; ¡gracias querido Goya), los horrores de una civilización que cambió los dioses por el mercado y al ser humano y sus valores más preciados por mercancías tangibles e intangibles. Pero también nuestras virtudes y potencias, nuestras capacidades de resiliencia, compasión y entrega. Tocará abrazarnos, tomarnos de las manos y echar a andar, pero todos unidos como en el poema “Masa” del grande César Vallejo. Y con la conciencia cósmica de que el planeta es nuestra gran casa, la de todas y todos; y que solamente la solidaridad, la empatía y la paz, permitirán la construcción de sociedades más justas e igualitarias que nos permitan sobrevivir como especie.

*Escritor.

Imagen: https://museogoya.ibercaja.es/obras/el-sueno-de-la-razon-produce-monstruos