De niebla, penumbras y confusiones mayúsculas

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor

El complejo fenómeno de la pandemia del Covid 19, es algo que muchas gentes no logran entender en todas sus dimensiones e implicaciones, sobre todo por el grado de abstracción que implica el poder establecerlas en sus verdaderos y aterradores alcances, pero lo  que resulta cierto de toda certidumbre es que le vino como anillo al dedo al retrógrado grupo empresarial costarricense, encarnado en la UCCAEP y al aparato mediático de que dispone para alcanzar sus metas el que, por otra parte, en su gran mayoría es de su propiedad, con los diarios, estaciones de radio y televisoras más importantes, las que intoxican día a día, hora tras hora, con descomunales mentiras a grandes sectores de la población, además de servirle  a este empresariado retrógrado y neofascista como una poderosa palanca para imponerle sus designios totalitarios a la mayor parte del pueblo costarricense, hoy en un estado de indefensión casi absoluta.

Dicho de otro modo, tenemos que hacer todo lo que diga una minoría empresarial avarienta y codiciosa hasta grados insospechados, ya que de no hacerlo nos exponemos a ser descalificados en los peores términos, por lo general emitidos por un numeroso grupo de cortesanos del régimen, algunos pagados y muchos de ellos incluso gratuitos, lo que viene resultando muy desolador para todos, porque son utilizados a partir de la abismal ignorancia en la que viven, sin tener incluso la menor idea de los términos y funcionamiento del sistema político y social en que vivimos: Para un numeroso grupo de ellos, sucede que, a la manera orwelliana ( propia del novelista inglés George Orwell, que vivió entre 1903 y 1950,  y los contenidos simbólicos e imaginarios, al parecer, del universo totalitario de su famosa novela “1984”), el lenguaje en uso es recreado constantemente, sin que estén conscientes de ello, pues en la neolengua imperante sucede que “la derecha es la izquierda” y “la izquierda es la derecha”, “el capitalismo es el socialismo” y viceversa, los regímenes de Nicaragua y Venezuela son dictaduras (aunque en esos países la mayor parte de los medios de prensa son propiedad de empresarios opositores, los que atacan sistemáticamente a esos gobiernos), mientras que los de países como Honduras, Guatemala, Colombia, Ecuador y la Bolivia de la golpista Áñez no lo son, en modo alguno, a pesar de las reiteradas denuncias en su contra por violaciones sistemáticas a los derechos humanos, el asesinato de líderes sociales y de comunidades indígenas u originarias. Es probable que si algunos regímenes cambiaran de orientación hacia la izquierda o hacia la derecha, un lenguaje  y unas categorías más bien en desuso, dejarían de serlo o pasarían a engrosar la lista de las “dictaduras” a derribar. En el caso del  actual gobierno de Costa Rica, para mucha gente, se trata de un gobierno “socialista” o incluso “comunista”, a pesar de que sólo gobierna para la UCCAEP y los círculos ultraderechistas de la Academia de Centro América, pareciera entonces que las expresiones más brutales del capitalismo de la élite financiera equivalen al “comunismo”, ese satánico esperpento que le quita el sueño a mucha gente. Todo esto parece ser lo más cercano a la famosa Torre de Babel, a la que se hace alusión en los textos bíblicos antiguotestamentarios.

Todo lo anterior, en medio del caos actual desatado, por cuanto la pandemia apareció, cuando los de la vieja derecha ultraliberal ya estaban culminando su larga campaña para demoler y ponerle fin, con un entierro de primera, pero en una funeraria barata, al estado social de derecho y a la democracia costarricense, considerada un estorbo y tan venida a menos durante las últimas décadas, sobre todo después de la abierta arista proclamación de la “dictadura en democracia”, la que sufrimos todos y de la que muchos prefieren no hablar, tal vez para no asumir de manera abierta sus consecuencias más temibles.

Los profetas del fatalismo así engendrado, buscan desmoralizar a sus víctimas potenciales, proclamando ahora con delirio y una cierta osadía su entusiasmo por lo que consideran como llegada a la concreción de la utopía neoliberal: un paraíso diseñado a su medida, algo así como un coto de caza para los empresarios evasores del fisco, donde ellos(y ellas) seguirán pagando salarios miserables, casi siempre inferiores al mínimo de ley, y haciendo todo lo que venga les en gana, por lo que en el asunto de las “zonas francas” y de otros innumerables negociados poco claros, los incontables beneficios que aseguran dejar al país, a pesar de las afirmaciones oficiosas de algunos, no se constituyen en un hecho demostrado, de una manera fehaciente. Ese nuevo orden de cosas, busca convertir a las universidades públicas en fábricas de graduados palurdos, donde no está mal en principio que los estudiantes aprendan, de manera efectiva, el idioma inglés para relacionarnos, y compartir conocimientos con muchos pueblos de la tierra que la tienen como su lengua materna, pero eso del inglés para leer etiquetas (lo que buscan algunos en el fondo) no es más que una repetición de los tiempos de la esclavitud, donde los africanos traídos por la fuerza a América aprendían a hablar un pidgin o lengua empobrecida (del inglés, el castellano o el francés) para las necesidades de sus amos europeos. Se le asoman, de nuevo, las orejas al totalitarismo neoliberal… estamos avisados.