Skip to main content

“Decirle al pueblo latinoamericano, que es momento de reconstruir la ilusión y la esperanza”

-Gustavo Petro, presidente de Colombia

El pueblo mexicano se siente colombiano. Todos nos sentimos latinoamericanos, que es el objetivo de esta conferencia: la latinoamericanidad. Y el Caribe que no es latina, y los pueblos afros que no son latinos. Los pueblos indígenas, que tampoco son nativos. Esa es nuestra diversidad, americanos, sí. Y somos americanos. En esa diversidad que es tan fundamental. 

Y esperemos que con su hospitalidad demos aún pasos todavía mayores en un tema que tiene que ver con la paz de Colombia. Que en el fondo es también la paz de América Latina. Y en cierta forma del mundo, porque hacemos parte de este planeta. Y tema que, si lo miro desde la perspectiva de la paz, tiene que ver con este tema, que estamos aquí dialogando y discutiendo. 

Yo soy un poco más afanado en conseguir los propósitos y estos temas tendrán mucho más largo abierto que incluso nuestra propia existencia. Pero tiene un propósito, y es que América Latina hable por sí misma. Y no repita los discursos oficiales del poder mundial.

En este tema específico, que podamos, a partir, porque hemos vivido la experiencia, la estamos viviendo, de estos 50 años, en el caso de Colombia, que es por donde comienza este problema. Que ahora es un problema americano. En todo el sentido de la palabra de las Américas. 

Pero tenemos esa experiencia de 50 años. Una experiencia sanguinaria y feroz. Y se empieza a repetir desde hace algunas décadas en otros países, México, por eso quizás el hecho de que sea Colombia y México, los citantes de esta reunión que en un sentido un valor en el planeta Tierra, en la humanidad. Porque nosotros somos las mayores víctimas de esta política. Y empiezo por subrayar la palabra víctimas no victimarias.

En los 50 años nos han señalado como victimarios. Y ha sido tanto el temor ante el poder mundial de nuestras capas dirigentes de la política, que entonces lo único que hemos hecho es de una manera vergonzante, porque sabemos qué pasa en nuestros países. Hay un dicho popular en Colombia, es ser más papistas que el Papa. Es decir, repetir el discurso oficial de la lucha o de la guerra contra las drogas.

Durante 50 años, repetirlo y repetirlo, porque creemos que si nos separamos una coma del que si decimos: Oiga, esperen, ustedes no tienen razón, señores de la Unión Europea o señores de Naciones Unidas, o señores del Gobierno de los Estados Unidos, o señores del Gobierno ruso. No tienen razón, entonces nosotros mismos no lo decimos, nos auto censuramos porque le tenemos temor a que nos digan que es que estamos aliados con el narcotráfico.

Claro, como aquí se produce la mayor parte de la marihuana y de la cocaína que durante estos 50 años señalaron el curso fundamental en el tiempo de la llamada guerra contra las drogas. Entonces nos da miedo a decir, “oiga, lo que ustedes, que tienen la mayor parte de los consumidores de esas drogas en sus sociedades”, nos da miedo decirles que están equivocados.

Y repetimos y repetimos un discurso oficial que si fuese por simplemente las palabras. Pues sería de pronto hasta inocuo, pero resulta que tiene unas consecuencias dramáticas en nuestras propias sociedades. Y que nuestro silencio en estos 50 años ha sido cómplice con un genocidio en nuestros países.

Porque eso es lo que ha provocado la política oficial de guerra contra las drogas en nuestra América Latina, un genocidio. Nosotros somos dirigentes políticos y sociales, unos de derechos, otros de izquierda, otros no saben qué son, otros buscando alternativas, otras y otras, y movimientos que nacen en nuestra juventud y dinámicas.

¿Cuál es nuestra responsabilidad alrededor de este tema, que cada vez más determina los destinos de nuestras sociedades? Cada vez más. Antes pensábamos que era un problema económico. Nosotros encerrados, inundados de nuestra propia sangre, solos. Pero hoy no es así.

Hoy, precisamente la dinámica de la política llamada guerra contra las drogas, hecha en Estados Unidos hace 50 años, trasladada a la Unión Europea y por ahí a las Naciones Unidas, ha hecho víctima a todas las sociedades latinoamericanas de sus consecuencias, las mismas que había en Colombia, pero trasladadas ahora a Chile, Argentina, Uruguay, a Paraguay, a Brasil, a México, a Centroamérica, toda Venezuela, a las islas del Caribe hay un país ya destruido hoy. No fue Colombia, que resistió, es Haití.

Está destruido por este tipo de política, todo su Estado fallido, su sociedad inmersa en la autodestrucción. La sociedad que le gritó a todos nuestros países hace dos siglos la palabra libertad. Qué paradoja, como si cerráramos el círculo. Allí, donde por primera vez se habló de República, de libertad, de Democracia. Es donde está hoy, al final de esos dos siglos de vida republicana de nuestra Latinoamérica, el final del ciclo, la autodestrucción.

Eso no es una coincidencia, eso llama a una reflexión, y a unas posiciones que tenemos que tomar, sin miedo y sin temor. La política llamada guerra contra las drogas ha fracasado. No sirve si la continuamos, no vamos sino a sumar otro millón de muertos en América Latina, y vamos a tener más Estados fallidos y vamos a tener, quizás, la muerte de la democracia en nuestro continente, quizás. Y voy a tratar de explicarme.

Porque es el inicio, yo sé de un debate entre nosotros, pero que tiene que ser entre nosotros, por eso queremos una Conferencia de Presidentes de América Latina, para continuar esta discusión en sus tonalidades, unas, nosotros le llamamos godas, conservadoras, fundamentalistas extremistas, otras científicas, otras progresistas, que ojalá se junten a las visiones científicas que deben ser los verdaderos faros de las decisiones de la política. Es la ciencia, la que nos tiene que guiar.

En esto no hay puntos finales, este es un debate, un proceso, unas experiencias en camino. Pero hay que admitir las equivocaciones, si no, no salimos de la trampa porque es una trampa. 

Veamos, yo soy economista, soy hombre izquierdo, fui insurgente peleé en estas montañas. Progresistas es mi electorado, no es la inmensa mayoría de la sociedad colombiana, es la mitad de la sociedad colombiana. Nunca una persona como yo había podido ganar las elecciones en este país. Este país es relativamente conservador. Pero me atrevo aprovechando este espacio a la historia al que tengo oportunidad de decir lo que pienso sobre esta materia. Soy economista y quisiera abordarlo un poco desde la profesión. Y desde el ABC que todo muchacho, muchacha que entra a estudiar economía, aprenden el primer semestre lo básico.

No hay que ser un experto. Las drogas son un mercado, mire qué mercado ¿no? Todo lo aceptamos aquí, es un mercado. Un mercado tiene una oferta y tiene una demanda. Dice el ABC de la economía que esa interacción genera algo que se llama el precio. ABC, nada nuevo bajo el mundo, consenso en el pensamiento económico. Entonces, ¿qué hacemos frente al mercado de las drogas?

Tesis, deberíamos reducir la demanda. Dice Juan B 6, padre de la economía: Toda oferta creada su propia demanda o al revés, toda demanda crea su propia oferta. ¿Cómo se reduce la demanda en un mercado? 

De primerazo, alguien diría, pues elevando el precio. Entre más elevado el precio, menos demanda hay. Esa es una tesis, más o menos si se da en el café, se dan estos dulces, se dan las guayaberas que me regala el Presidente, se da el el jarabetes, se da en las camisas, pantalones, en toda mercancía. ¿Cierto? Si se reduce la demanda, ojo, se reduce el precio.

Si aumenta la oferta, se reduce el precio. Si aumenta la demanda, aumenta el precio, como el pan. Entonces, si nosotros reducimos la demanda de las personas que consumen estas sustancias, sin decir si es bueno o mala, sino, si reducimos la demanda. ¿Qué sucedería en el mercado de las drogas? Se cae el precio. 

¿Y si se cae el precio, quién se enriquece? Quizás nadie, incluso todos quebrarían del lado de la oferta. Se acaba el narcotráfico, amigo y amiga. Para acabar el narcotráfico, hay que reducir la demanda. Ahora, la demanda se reduce en el caso de las drogas a partir del precio.  Es el precio, la variable que mueve el consumo de las drogas. 

De tal manera que, si yo elevo sustancialmente el precio, se acabaría la demanda o al revés. No, la demanda por drogas depende, no del precio. Depende de unos factores y ahí el problema. Según la ciencia, de gentes que se vuelven adictas, sin saber incluso, todavía no se sabe por qué una persona se vuelve adicta al alcohol y otra consumiendo el mismo alcohol, no. O al café.

Hay adicciones que habría que ver desde la ciencia nítida. Tesis discutidas en la Bogotá humana, las adicciones crecen porque hay falta de afectos en la sociedad. Es decir, de amor. ¿Cuál es el antídoto contra el consumo de drogas? El amor. 

Mire qué diferente del discurso oficial al que estamos pronunciando. A sociedades que se van quedando sin amor, que van rompiendo las comunidades porque hay que competir y entonces el hombre del éxito y la mujer del éxito y lo que ven por los comerciales, como es un hombre de éxito.

¿Cómo es una mujer de éxito? ¿Cómo le venden eso a uno en la cabeza? En la educación que hacen los medios de comunicación y la publicidad y el mercado, alrededor del éxito de una persona, se van rompiendo las familias. Va siendo la soledad. 

La soledad aparece como el factor de mayor producción de consumo de drogas, las sociedades con más soledad son más consumidores. ¿Es la mexicana, la más consumidora? ¿Es la colombiana? No es irnos arriba a una calle y los muchachos y las muchachas se están mirando entre sí. Vayan a una calle en Bruselas o en Nueva York, ¿y qué encuentran? La experiencia de andar en una calle bogotana o caleña, o una calle norteamericana, o Norteamérica de los Estados Unidos, es totalmente diferente.

Y no es simplemente por culturas, es porque así lo produjo un sistema económico. Antes los franceses bailaban alrededor del vino, que es una droga. Y sus fiestas eran enormes en los pueblos franceses. Hoy no hay sino soledad. 

El capitalismo en su fase más tardía, llevó a las sociedades que hoy consumen drogas a la soledad y por eso consumen drogas. La droga reemplaza la falta de afecto y la soledad. ¿Ah, pero esto no se puede hablar, entonces, por qué? Porque la política oficial no está en este mercado en recortar la demanda. Está en recortar la oferta y a la fuerza. La demanda no está aquí, en la política oficial.

Miren las cosas que se van produciendo en estos discursos que se vuelven como verdad cierta y que son simple hipocresía. Recortar la oferta por decreto y usar el Estado para acabar la oferta. Esa es la guerra contra las drogas. ¿Sí o no? ¿Y no nos enseñaron los mismos Estados Unidos, la misma experiencia histórica y lo que hoy es Rusia, que el Estado no puede acabar el mercado?

Si yo escucho a la derecha ¿no me está diciendo exactamente eso? Que qué equivocación de los bolcheviques, de los socialistas, de los comunistas, ahora dicen de los terroristas, de pretender que desde el Estado y por decreto se podía acabar el mercado. Que fue lo que pretendió el socialismo soviético o no. Pues fracasó el socialismo soviético. Fracasó, ese mundo no era cierto, no se puede acabar el mercado por decreto. No se puede con el Estado acabar el mercado, el mercado subsiste. Lo cual significa que el socialismo no se construye desde el Estado, pero bueno, esa es otra discusión.

Si esa es la experiencia histórica que hemos vivido en el siglo 20, si la ilusión del socialismo soviético desapareció en el 89 y convencimos y nos convencimos nosotros y todos, que el Estado no puede acabar el mercado. ¿Cómo es que aquí, en esta política de guerra contra la droga, nos dicen que el Estado puede acabar el mercado? ¿No es una contradicción en los términos? Oiga, si la Unión Soviética se acabó.

Ahora nosotros pretendemos que el Estado, acabe la oferta por decreto, usando los fusiles, los militares, las naves. Nos invitan a una conferencia en la Unión Europea de Ministros de Defensa. ¿No debería ser más bien de ministros de salud pública? Me pregunto yo. ¿O es que el fentanilo lo van a acabar con fusiles? Apenas entre el fentanilo a la Unión Europea, se produce exactamente lo mismo que en los Estados Unidos, 100000 muertos jóvenes al año, dos veces la guerra de Vietnam. La cocaína en Estados Unidos mataba 4000 al año y la marihuana ninguno. Ninguno, y ahora son cien mil.

Con fusiles, con calabozos, con cárceles privadas, metiendo otros 10 millones de norteamericanos a la cárcel. Así se va a acabar. Pues esta guerra pensada, sí contra toda evidencia, ha fracasado. Si yo digo esto en una prensa, un medio de comunicación, alguien siempre alguien me va a decir, oiga, ¿y qué, usted está pensando que entonces toda la juventud se vuelva drogadicta? ¿Usted es un aliado de los narcotraficantes?

No, porque cada dólar que se invierte en recortar la demanda, ayuda a la familia a que no se produzca la adicción. Cada dólar que vaya al hospital público, al médico, a la salud mental, a psicólogos, a psicólogas, a jugar en los jardines infantiles, a crear amor. Ayuda a reducir la demanda por drogas, pero cada dólar que se dedica a recortar la oferta hace crecer el precio, y si crece el precio, los narcotraficantes tienen más dinero para comprar fusiles, para comprar vehículos blindados, para comprar misiles, para comprar políticos, para comprar senadores, para comprar generales, para comprar jueces. Para comprar presidentes.

Entonces aquí está nuestra historia latinoamericana reciente: si cogemos todos los presidentes y políticos que han sido puestos presos y condenados por sus relaciones con el narcotráfico, en todos nuestros países encontraríamos que todos repetían el discurso oficial de la guerra contra las drogas. Más papistas que el Papa. Hipócrita.

Aquí en Colombia ordenaban fumigar decenas de miles de campesinos con un veneno que se llama glifosato. Sus bebés, sus perros, sus familias, sus cultivos de pancoger todo porque así se combatía el narcotráfico, decían. 

Ordenaban ir a los campos y lo que tuviera un campo de hoja de coca, capturarlo y meterlo a una cárcel. 25% de los presos, el que vendía droga en un barrio, cogerlo preso, generalmente un joven y a la cárcel y el que consumía, a la cárcel. Cualquiera que fuese la cantidad de droga que tuvieran un bolsillo. Una guerra entre la policía y la juventud civil en los barrios populares, una guerra posible todos los días, todas las noches. Y ese mismo político que ordenaba hacer eso, se abrazaba en la noche en los clubes con el más grande narcotraficante de Colombia. 

Yo he afirmado en mis discursos, los senadores de la República hacían por las mañanas las listas de quienes iban a ser asesinados, y por las noches hacían leyes de la República. El 35% del Senado de la República en la época paramilitar era aliado de los paramilitares, que era la organización narcotraficante más grande del mundo. 35% del Senado de la República, Todo fue a pagar a la cárcel.

Estados que se van volviendo narcoestados, ese es el producto de la guerra contra las drogas, claro, en Viena, las convenciones hablando con los norteamericanos en Washington o allá en Bruselas, todos son anti narcotraficantes. Saludan al jefe de la política antidrogas de los Estados Unidos. Por la mañana cogen el avión y después se abrazaban con Pablo Escobar en las noches con las niñas. Hipocresía.

El efecto no es simplemente ese la hipocresía de una política, el efecto, es que murieron un millón de latinoamericanos en estos 50 años, un millón. Y allá en Estados Unidos cogieron 10 millones a las cárceles de negros y latinos, la mayoría. Y nuestros Estados hoy tienen regiones, subregiones bajo control mafioso. No bajo control de la democracia, incluido el TIC, está todo ya bajo ese control, y hemos tenido presidentes que son narcotraficantes y políticos y dirigentes, en todas las vertientes de la ideología.

Y el culpable ha sido el campesino, el humilde y los hemos llevado a la cárcel y les hemos bombardeado sus cultivos y en Colombia hay una guerra eterna. Que se extiende, no que se quita de Colombia, sino que empieza a aparecer en sus formas o que es el comando rojo en Brasil o el Jalisco y el Sinaloa, y no sé qué vainas. Ejércitos privados cada vez más fuertes, con capacidad de derrotar o comprar Estados, y esa se ha vuelto América Latina. El País de los poetas y los escritores y de la belleza.

Ese es el resultado de una política desastrosa y equivocada a la cual hay que ponerle punto final y es América Latina la que tiene que hablar y decir, porque es la víctima. La víctima, no la victimaria. Y están engañados los de la Unión Europea y están engañados los centros de poder mundial, porque están escapándose de una discusión en donde el culpable es el campesino andino o de la selva amazónica, y no se cuestionan por qué en su sociedad tantos jóvenes consumen solitariamente drogas, hasta matarse. Ese es el problema central, como esa discusión lleva a un cuestionamiento del estilo de la sociedad.

Entonces, América Latina tiene que ser la culpable, porque no quieren asumir esa discusión. Miren la guerra contra las drogas comenzó con la marihuana. Nixon y el Movimiento Hippie que llenaba el mall de millones de jóvenes peleando contra la guerra en Vietnam. ¿Fue así o no fue así? Los hippies consumían marihuana y LSD. Ni el LSD mata ni la marihuana mata, pero ahí decretó la guerra, porque no quería que la juventud norteamericana atacara la guerra en Vietnam. Y resulta que se producía marihuana en Colombia, la Sierra Nevada de Santa Marta. Esa decisión de Nixon creó la mafia colombiana. 

Tenemos mafias cada vez más poderosas. Multinacionales ya no son colombianas, ya no son mexicanas, son americanas. Por la marihuana. ¿Cuánta gente mataron en Colombia por la marihuana? ¿Cuánta gente colombiana fue encarcelada por la marihuana? Y ¿no acaba la Convención de Viena de decir que la marihuana es una medicina, entonces? ¿Quién nos devuelve los muertos? ¿Quién nos devuelve el dolor de las familias? ¿Quién nos devuelve al Estado en que Colombia no tenía mafias?

O sea, nos mataron gente porque sí, por dominar, porque como a Nixon se le ocurrió que los hippies eran su enemigo y, entonces, tenían que volver la marihuana un delito, y se tiraron a Colombia. Se tiraron nuestro país, lo dañaron de esa manera, y todavía bajo ese precepto mantienen esta política que llaman guerra contra las drogas, para que muera un millón de latinoamericanos más. Ya en perspectiva de 50 años, el fentanilo mataría a 5 millones de norteamericanos. Y habría otro millón de muertos latinoamericanos, y ¿cuántos millones presos? Fracasaron, eso no sirve, así no es.

No se puede recortar la oferta. Corrompemos al Ejército, a la policía, al Estado, corrompemos la democracia, la matamos. Tenemos que proteger a los consumidores. Tenemos que construir unos entornos alrededor de los consumidores que no son nada más especial, tecnológicamente hablando, que amor. Allá en Estados Unidos, tienen que construir más amor en Europa. Menos carros, más amor, Menos lujos, más amor, menos calles de moda, más amor.

Y verán cómo se reduce la demanda y lo mismo nosotros, los latinoamericanos, puede haber las toneladas de fentanilo que haya con capacidad de matar medio país, porque solo se necesita la punta de este lápiz para echarla en este café, y la persona tiene una altísima probabilidad de quedar adicta. Porque es 50 veces más poderosa que la heroína y mata. Le pasa a los Estados Unidos, pueden producir toneladas así en un día. Y tendríamos una pandemia peor que el COVID

¿Cómo nos defendemos de eso? Eso no se produce en los campos, no se produce en América Latina, no lo producen campesinos, no es una planta, es simplemente una fabriquita que combina unos químicos. ¿Cómo van a combatir eso? Eso se combate con amor, señores. Fentanilo se vuelve nada un polvo de color, por ahí no sé qué color tendrá.

No sirve, no se vuelve mercancía si no hay quien la consuma y para que no haya quien la consuma, la sociedad tiene que ser solidaria, calurosa. Eso no lo produce el capitalismo, pues cámbienlo, si quieren realmente la vida. O regulen ese capitalismo para que haya espacios de amor y solidaridad en la sociedad. 

Pero no nos vengan a echar aquí la culpa y a producirnos otro millón de muertos y acabar con América Latina. Que, además, ya ni producimos el tal fentanilo, esto va a cambiar y los laboratorios de cocaína van a estar en España y en Bruselas, allá donde está la Unión Europea, allá hay laboratorios de cocaína junto al Parlamento Europeo. En los grandes puertos europeos, laboratorios de cocaína, no están aquí en Cali, se los están llevando. Porque  allá necesitan pureza para competir con el fentanilo. Se acabó, señores. 

Entonces lo que yo le propongo es que reunamos los presidentes, demos un paso más. Lo que yo propongo es tener una voz diferente y unificada que defienda nuestras sociedades, nuestro futuro y nuestra historia, y dejar de repetir un discurso fallido que ya fracasó, sin vergüenza. Sin vergüenza.

Porque los que han cometido los errores no somos nosotros realmente, los que hemos puesto la sangre somos nosotros, lo que hemos puesto el dolor, somos nosotros, los que nos han destruido la belleza, somos nosotros, la ilusión, somos nosotros. Allá también, hace 50 años, como en una paradoja. Allá en la moneda, mataron a un presidente, porque tenía una ilusión e hizo ilusionar a su pueblo con la justicia social. 

Ahí acabaron un camino que hasta ahora retomamos. Por eso mañana estaremos allá, para decirle al pueblo latinoamericano, que es el momento de reconstruir la ilusión y la esperanza, y no es repitiendo guerritas y guerras tan sanguinarias y feroces y tan equivocadas como la mal llamada guerra, mirando las drogas como un problema militar, y no como un problema de salud de la sociedad. 

Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre Drogas y perspectivas futuras.

Sábado 9 de setiembre del 2023. 

Colombia, Gustavo Petro