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Educación para la vida en Costa Rica

Miguel Sobrado

A mis 82 años y después de haber pasado un primer infarto el año anterior, sigo viviendo con entusiasmo la vida, aunque mi energía física esté disminuida. Como bien lo resume Bernardo Sandí mi mecánico de Santa María de Dota: “Miguel vos tenés un motor de seis cilindros, pero se te fregó el carburador”, lo que me obliga a caminar en terrenos de baja pendiente sin forzarme con las cuestas. Lo que no me exime de apreciar el dinamismo, la innovación y el esfuerzo que realizan los emprendedores de la comunidad mariense impulsando la producción y los servicios, introduciendo nuevos productos y mejorando, cada vez más la calidad de su histórico café.

Estos esfuerzos están sustentados también por la incorporación de jóvenes profesionales, quienes han promovido las empresas locales y el desarrollo del turismo y actúan con una visión cada vez más menos tímida y más abierta a las transformaciones del país. No obstante, los problemas de gestión pública nacional y el incipiente mal aliento que generan las drogas no dejan de perfilarse en el horizonte.

Aunque todo parece correr sobre un sustento construido sólidamente en el pasado, sin embargo, el futuro para los niños y especialmente para jóvenes que por miles asisten llenos de ilusiones a la escuela y los colegios, no parece tener el mismo sustento. Los programas de estudio tienen contenidos y metodologías correspondientes al siglo pasado y han sufrido el impacto negativo del “apagón educativo” y de la falta de visión y liderazgo de las autoridades educativas, que siguen refugiadas en los procedimientos administrativos y ajenas a las transformaciones de las ciencias, las revoluciones tecnológicas y educativas que irrumpen cada vez con más virulencia.

Los cambios y transformaciones requeridas en los programas de estudio y en los métodos de estudio, de cara al nuevo milenio, no han sido objeto de análisis ni por las autoridades del MEP que gastan más de 2 millones de colones por estudiante al año, ni por los gremios, otrora pioneros de la renovación. Los estudios del Estado de la Educación, un gran esfuerzo que se viene realizando hace varias décadas por el Programa Estado de la Nación, han venido alertando del problema a la comunidad nacional, pero no han tenido ninguna respuesta operativa en las jerarquías institucionales, ni en los gremios de educadores.

Lo único que ha movido el cotarro político han sido las propuestas de educación sexual, que han involucrado beligerantemente a las posiciones más conservadoras de las iglesias de diverso tipo, solo contribuyendo a crear un clima de pasividad e inmovilismo en las transformaciones curriculares.

Todas estas discusiones se dan abstrayéndose los fundamentalistas de la realidad que viven los jóvenes en la época de internet, donde la pornografía definida como el sexo por el sexo, prescindiendo de su contenido emocional, es la maestra que, en su intenso despertar hormonal, ocupa la atención de los adolescentes. La actitud fundamentalista contra la ciencia y la naturaleza termina reafirmando las prohibiciones y el clima de morbosidad sobre la cual se afirma e incuba la pornografía, impulsando la instrumentalización de las personas como cosas y no como seres humanos. Se deja así en manos de nadie la formación para la vida en un mundo de profundos cambios y velocidades.

Me preocupa el futuro de estos jóvenes, que llenos de fuerza e ilusiones no se están preparando en el sistema educativo para enfrentar, en primer lugar, las grandes transformaciones que conlleva el mundo digital y los cambios económicos, geopolíticos y ambientales y cómo percibirlas y manejarlas con una visión de interés social. Es necesario encontrar las soluciones a estos retos desde una perspectiva de la fuerza que otorga la colaboración organizada como fuente de poder, utilizando los aportes innovadores de la neurociencia, y no la visión individualista atomizada. Así mismo, es preciso poner a nuestro servicio la Inteligencia Artificial y evitar así ser perjudicados por los desplazamientos que provoca.

En segundo lugar, es necesario plantearse cómo prepararse para la vida, reconociendo el carácter social de la especie humana y su importancia para el desarrollo incluida la salud. ¿Qué es la vida desde el nacimiento hasta la muerte? ¿Cuáles son las etapas de la vida que tenemos por delante más allá de la juventud y qué las caracteriza?

Somos una unidad de cuerpo y espíritu dentro de la cual ocupan, en los procesos de interacción, un papel relevante las relaciones emocionales y los procesos bioquímicos que configuran e interfieren en nuestras emociones y relaciones. ¿Cuál es el contexto de clases y etnias en que nacemos y sus relaciones entre sí? ¿De qué forma estas contribuyen a definir el papel de la estética imperante y nuestra propia autoestima? ¿Cómo se crean estereotipos que generan voces interiores que nos estimulan a avanzar o nos limitan creando barreras tipo “el que nació para maceta del corredor no pasa” y cómo superarlas? Son interrogantes que motivan a profundizar esta reflexión.

En otras palabras, aunque la zona de Los Santos viene con buen impulso por el trabajo de los fundadores y de quienes han consolidado sus logros, las nuevas generaciones de la región y del país enfrentan un mundo turbulento para el cual requieren la descentralización y actualización de su sistema educativo.

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