El fin de la Guerra Fría y la decadencia de Occidente (IV-IV)

Gilberto Lopes
San José, 6 mayo de 2024

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III – Las relaciones con la OTAN

  1. La unificación alemana y las ambiciones de Washington
  2. La perestroika y los ajustes económicos en la URSS
  3. Las negociaciones sobre la OTAN
  4. Las exigencias de la URSS
  5. ¿Promesas rotas? Un nuevo orden mundial

La unificación alemana y las ambiciones de Washington

En la República Democrática Alemana (RDA), la situación económica y política seguía deteriorándose. En los dos últimos meses de 1985, el precio del petróleo, en los mercados internacionales, se había desplomado. El petróleo refinado era su principal producto de exportación. Lo producía la RDA a partir del crudo que le suministraba la URSS, a precios subsidiados. En 1985 exportó 2,5 mil millones de Volutamarks (VM), cifra que bajó a mil millones en 1986 y a 900 millones, el año siguiente.

La austeridad parecía la única manera de evitar la insolvencia del Estado. Si el país quería mantener abierto el flujo de capitales debía duplicar sus exportaciones, mientras la importaciones se mantenían constantes. Para eso tendrían que aplicar reformas económicas, incluyendo el aumento de precios, la eliminación de subsidios, el cierre de empresas y el desempleo. El secretario general del partido y presidente de la RDA, Erick Honecker, se resistía, sin embargo, a reducir las prestaciones del sistema social alemán.

La deuda con Occidente había crecido de dos mil millones de VM, en 1970, a 49 mil millones en 1989, lo que dejaba el país completamente dependiente del capital occidental. 65% de los gastos eran financiados por créditos. En 1990, solo para mantener la deuda estable, habría que reducir el consumo entre un 25% y un 30% y lograr un superávit comercial de dos mil millones de VM.

La RDA solo podría sobrevivir con los préstamos de su rival, la RFA, a menos que lograra apoyo de la URSS. El 1 de noviembre de 1989, Egon Krenz, que había sustituido a Erich Honecker al frente del Estado y del partido en octubre, viaja a Moscú para reunirse con Gorbachov. Dicen que el líder soviético se mostró sorprendido por la gravedad de la situación económica de la RDA, pero reiteró que no podían suministrarle nada más allá de lo contemplado en el plan quinquenal 86-90.

El 4 de noviembre, cerca de medio millón de personas se reunió en la Alexander Platz, en Berlín, exigiendo reformas. Era la víspera de la caída del muro. Alexander Schalk, director de la Sección de Coordinación Comercial de la RDA, viaja a Bonn para reunirse con el ministro federal de Asuntos Especiales, Rudolf Seiters, y Wolfgang Schauble, ministro del Interior. Informado del resultado de la reunión, el canciller Kohl decidió poner condiciones a Krenz: exigía una fecha para elecciones, con participación política de la oposición, a cambio de apoyo financiero. Los recursos de la RFA solo fluirán si la RDA creaba condiciones de mercado para la economía y la abría a la actividad privada.

En diciembre, un mes después de la caída del muro, Krenz es sustituido por el secretario del partido en Dresden, Hans Modrow. Kohl llega a Dresden el 19 de diciembre para reunirse con Modrow: vuelve a plantear que una ley asegurando elecciones libres y un marco legal para proteger las inversiones extranjeras en la RDA eran requisitos indispensables para la ayuda. Modrow adelanta las elecciones, previstas inicialmente para mayo, para el 18 de marzo de 1990, y pide a los alemanes occidentales un nuevo préstamo, de 15 mil millones de DM.

Las elecciones le dan el triunfo a la opositora “Alianza por Alemania”, con 48% de los votos, y el líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Alemania del este, Lothar de Maizière, se transforma en el nuevo primer ministro.

El 6 de febrero Kohl había anunciado su intención de iniciar inmediatamente negociaciones para unificar la moneda de las dos Alemanias. El proceso de unificación se acelera, pero una Alemania unida era vista con desconfianza, tanto por la primera ministra británica, Margaret Thatcher, como al presidente francés, François Mitterand. Al norteamericano George Bush, sin embargo, no le parecía preocupar. Al contrario, Estados Unidos trata de consolidarla. Alemania era el soporte de su presencia en Europa, por lo que incorporarla unificada a la OTAN era de vital importancia para Washington.

La perestroika y los ajustes económicos en la URSS

La economía de la URSS estaba también en caída libre. En la primera mitad de 1987 Gorbachov había transformado la perestroika en una campaña de reforma radical. Se trataba de cambiar la coerción administrativa del Estado por la coerción económica del mercado. La idea era que las ganancias privadas (de las empresas públicas), las quiebras, la desigualdad salarial y la movilidad laboral, pasaran a ser parte de las reglas económicas.

Hay quienes estiman que aquí empezó el abandono del socialismo, una idea que no comparto. Sobre eso quisiera señalar que, desde mi perspectiva, el aspecto clave –la propiedad– seguía siendo del Estado.

Pero los dirigentes soviéticos no habían podido, en cuatro años, detener el deterioro de su economía. La reforma del sistema de precios, esencial para la perestroika, se reveló políticamente imposible. La liberalización de precios y el desempleo no ocurrieron realmente hasta la llegada de Boris Yeltsin al poder, en Rusia, en 1992.

Gorbachov se preguntaba cuál sería la salida: ¿el aumento de precios? Sus vastos recursos naturales le habían permitido evitar la dependencia del capital occidental. Pero el colapso de los precios del petróleo en 1985-86 y las reformas económicas de los primeros años de la perestroika habían deteriorado la balanza de pagos.

En abril de 1990, el presidente del banco de comercio exterior ruso, Yuri Moskovskii, advierte a Gorbachov de la dificultad de obtener nuevos recursos frescos, ante una creciente actitud negativa de los prestamistas extranjeros. El problema no era tanto el monto de la deuda, como su ritmo de crecimiento: había pasado de 16 mil millones de dólares, en 1985, a 40 mil millones, en 1989.

La experiencia de diversos países, en los años 80’s (como México, Brasil y otros latinoamericanos, así como Polonia y Yugoslavia), mostraba que posponer el pago de la deuda tenía consecuencias económicas y políticas adversas. Pero renegociar la deuda no estaba en los planes de los soviéticos, pues los dejaría en manos del FMI.

Las negociaciones sobre la OTAN

El 14 de mayo de 1990 los líderes soviéticos se reúnen con enviados de la RFA, para discutir su situación económica. El gobierno alemán afirma que el apoyo financiero solo vendrá si es parte de un paquete que incluya una solución para el “problema alemán”: la unificación del país, su incorporación a la OTAN y la retirada de las tropas soviéticas.

Cuando el Secretario de Estado James Baker llegó a Moscú, a mediados de mayo, le dice a Gorbachov que la OTAN ya no sería una amenaza para la URSS porque se transformaría, de una organización militar, en una de carácter político, que no se ampliaría a Alemania del este. Le presenta una lista de nueve reformas en este sentido. En la medida en que el Pacto de Varsovia se deshace, los países que lo integraban, incluida la URSS, son invitados a enviar una representación diplomática a la sede de la OTAN, en Bruselas.

Estados Unidos analizaba la posibilidad de otorgar los 20 mil millones de dólares que pedía la URSS para que sus tropas abandonaran Europa central y permitiera a Alemania incorporarse a la OTAN. Pero la oferta de Baker no era la única sobre el tema en Washington. Bent Scrowcroft, Consejero de Seguridad Nacional de George Bush, le escribe un memorándum, el 29 de mayo. Le asegura que la asistencia económica es una forma directa y expedita de asegurar la victoria de Occidente en la Guerra Fría, que se trata de una opción estratégica lograr la unificación de Alemania en la OTAN y la retirada de los militares soviéticos de Europa del este. Si Gorbachov está dispuesto a aceptar estos términos, la asistencia financiera podía definir el armisticio de la Guerra Fría a nuestro favor, afirma. Desde su punto de vista, los cambios que estaban ocurriendo serían irrelevantes, si Estados Unidos no lograba perpetuar su propio poder en el continente.

Las exigencias de la URSS

La unión monetaria alemana estaba prevista para el 1 de junio, lo que significaba que el costo de mantener las tropas soviéticas en Alemania se dispararía. Habría que pagarlo ahora en marcos alemanes y no en la devaluada moneda de la RDA. De los seis millones de toneladas de petróleo que le costaba, pasaría a 17 millones, si nada cambiaba. Eso era mucho más de lo que la URSS suministraba a toda la RDA.

Quedaba pendiente la reacción de Rusia. Dónde se ubicaría esa Alemania: ¿en la OTAN?, ¿en el Pacto de Varsovia?, ¿sería neutral? Para Gorbachov era clave mantener Alemania fuera de la OTAN. La URSS todavía mantenía 380 mil soldados en Alemania. La Guerra Fría no podía terminar sin resolver esta cuestión. Nadie debía esperar que la Alemania unificada ingresara a la OTAN, dijo Gorbachov. La presencia de nuestras fuerzas no lo permitiría. Nosotros podemos retirarla, si Estados Unidos hace los mismo.

El Kremlin exigió que la RFA asumiera los compromisos de la RDA con la URSS. Era una demanda compatible con la estrategia de Kohl, que estaba dispuesto a resolver estos problemas con los recursos financieros alemanes. Cuando Gorbachov se reunió con el canciller alemán, el 15 de julio, este le pidió un plan para el retiro de las tropas soviéticas del país y el acuerdo para la incorporación de Alemania a la OTAN. Le dice que si la URSS le garantizaba a Alemania su completa soberanía, estaba dispuesto a financiar la retirada de las tropas y firmar un amplio tratado de cooperación. Si decidían aceptar la unidad de Alemania, los alemanes les ayudarían a mantener su economía a flote.

A finales de agosto se sentaron a negociar esa ayuda. Los soviéticos pidieron 20 mil millones de marcos y Kohl ofreció ocho. Luego subió a doce su oferta y, finalmente, a quince. Gorbachov aceptó la incorporación de Alemania a la OTAN, pero exigió que no se extendiera a Alemania oriental mientras las tropas rusas estuvieran allí, lo que podría durar aun de tres o cuatro años, de acuerdo con los derechos de ocupación derivados de la II Guerra Mundial.

El 12 de septiembre, las potencia ocupantes de Alemania firmaron en Moscú el acuerdo de renuncia de esos derechos. El 3 de octubre de 1990, Kohl celebró, en la Puerta de Brandemburgo, la absorción de la RDA por la RFA. Un mes después, en el aniversario de la caída del muro de Berlín, Gorbachov y Kohl firmaban un acuerdo para la retirada de las tropas soviéticas de Alemania, en tres años.

¿Promesas rotas? Un nuevo orden mundial

El debate sobre el cumplimiento de los compromisos asumidos por Estados Unidos y Alemania con la Unión Soviética en las negociaciones de 1990 sobre la ampliación de la OTAN hacia el este ha ganado renovada actualidad gracias al conflicto de Ucrania.

En noviembre de 1990, uno año después de la caída del muro de Berlín, los países miembros de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) firman la “Carta de París para una nueva Europa”. “Europa está liberándose de la herencia del pasado”. “La era de la confrontación y de la división de Europa ha terminado”, afirman en el primer párrafo del documento. 34 años después es evidente que nada de esto era cierto.

¿Hubo o no garantías occidentales de que la OTAN no se ampliaría hacia el Este, a cambio del acuerdo soviético a la reunificación alemana?, se preguntó la académica norteamericana Mary Elise Sarotte, en un artículo publicado en 2019, al cumplirse 30 años de la caída del muro de Berlín. En realidad, se trataba de la actualización de un artículo que la misma autora había publicado, en 2014, en la revista Foreign Affairs.

No es posible pretender resolver aquí esa cuestión, pero el trabajo de Sarotte está actualizado, con referencias a archivos oficiales recientemente desclasificados. Su trabajo, que me parece minucioso en el análisis de esas referencias, puede ser visto aquí: https://www.politicaexterior.com/articulo/rusia-la-otan-promesas-rotas/

¿A qué conclusiones llega? “Las pruebas demuestran que, contrariamente a lo que se cree en Washington, la cuestión del futuro de la OTAN –no solo en la RDA, sino en toda Europa oriental– surgió en febrero de 1990, poco después de la caída del Muro”.

“Altos cargos estadounidenses, en estrecha colaboración con los líderes de la RFA, insinuaron a Moscú, durante las negociaciones llevadas a cabo ese mes, que la Alianza no podría expandirse, ni siquiera a la mitad oriental de una Alemania, aún por reunificarse”.

Las pruebas documentales –dice Sarotte– muestran que “Estados Unidos, con la ayuda de la RFA, se apresuró a presionar a Gorbachov para obtener su acuerdo a la reunificación, pero sin extender por escrito algún tipo de promesa sobre los planes futuros de la Alianza”. En pocas palabras –agrega– sobre este tema “nunca se produjo un acuerdo formal, como alega Rusia”.

Parece evidente que no existe un acuerdo formal, escrito. Pero también parece evidente que el tema fue tratado y las promesas, hechas por unos, luego fueron revisadas por otros altos funcionarios norteamericanos.

Sarotte agrega que, según documentación conservada en el ministerio de Asuntos Exteriores de la RFA, Hans Dietrich Genscher, entonces ministro de esta cartera, hizo saber a su colega británico, Douglas Hurd, el 6 de febrero de 1990, que “Gorbachov quería eliminar la posibilidad de una futura expansión de la OTAN a la RDA y al resto de Europa oriental. Genscher propuso que la Alianza declarase públicamente que la organización no tenía ‘intención de expandir su territorio hacia el Este. Tal declaración ha de ser de carácter general y no referirse únicamente a Alemania oriental’”.

El debate sigue siempre en este tono. Ante la inexistencia de un compromiso escrito, hay quienes afirman que no hay compromiso alguno, como Mark Kramer, director del proyecto de Estudios de la Guerra Fría, de la Universidad de Harvard, que polemiza con Sarotte. Mientras otros –incluyendo a los rusos– reiteran las diferentes instancias en que fue tratado el tema y las promesas hechas, de no ampliar la OTAN hacia el este.

Como sabemos, para Rusia, la promesa fue incumplida. Putin hizo referencia al caso en su importante discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en 2007. “¿Qué pasó con las garantías que nuestros socios occidentales nos hicieron tras la disolución del Pacto de Varsovia?”, se preguntó.

Lo cierto es que la OTAN no cesó de ampliarse hacia el este, hasta llegar a las fronteras rusas, generando una realidad política muy distinta a la que habían vislumbrado los países europeos en 1990, en su “Carta de París”.

Un nuevo muro se fue corriendo más de mil km hacia el este, hasta que Rusia decidió abrirle un boquete, en febrero del 2022, cuando sus tropas cruzaron la frontera de Ucrania. Moscú declaró inaceptable su incorporación a la OTAN, generando una nueva realidad política en Europa, con repercusiones mundiales, cuyo resultado pondrá fin al orden creado al final de la II Guerra Mundial, sin que sepamos aun cómo será el que lo podrá sustituir.

FIN