¡Es la propia historia costarricense la que desmiente la narrativa neofascista del chavismo!

Marielos Aguilar Hernández
Historiadora

Circulan en las redes sociales de estos días algunos mensajes del chavismo que nos dejan sensaciones muy encontradas: desánimo, incredulidad, preocupación y repugnancia por la fingida ignorancia de las particularidades del desarrollo social, político e ideológico de nuestra Costa Rica.

Algunos historiadores e historiadoras hemos dedicado buena parte de nuestros esfuerzos, tratando de comprender las razones más profundas de la especificidad del sistema político costarricense.

Con diferentes prismas ideológicos y desde diferentes ámbitos de interés, la gran mayoría hemos coincidido en que los sufrimientos y dilemas nacionales experimentados durante los años cuarenta del siglo anterior, fueron parte del doloroso pero positivo parto del Estado de Bienestar Costarricense. En ese parto contribuyeron sectores anarquistas, reformistas, marxistas leninistas, socialcristianos y socialdemócratas, todos ellos enfrentados a la creciente amenaza fascista que hundía al viejo continente en la Segunda Guerra Mundial, con las indeseables consecuencias que ese conflicto trajo para toda la humanidad.

Pero los cimientos que entonces se construyeron para modernizar al Estado costarricense no llegaron a una solución definitiva, no podía serlo, porque la historia de los pueblos siempre está en permanente construcción.

El anticomunismo de la Guerra Fría fue una sombra nefasta para que aquel joven Estado reformista llegara a ser verdaderamente inclusivo. Más de un cuarto de siglo debieron esperar las izquierdas costarricenses para regresar a las urnas después de su proscripción en la Constitución de 1949. Pero se pudo recuperar ese valioso espacio y fortalecer un país más diverso y respetuoso de las distintas opciones ideológicas y visiones de mundo.

Los graves retos del neoliberalismo desde los años 80 y las pugnas ideológicas que ello significó, han podido enfrentarse con serias discrepancias entre intereses dicotómicos, pero en un ambiente de relativa armonía social.

No obstante, hoy el chavismo pretende borrar completamente estas páginas de nuestra historia con mensajes vacíos, manipuladores e inmorales, en aras de sustraerle a la Asamblea Legislativa su condición legítima como primer poder de la república y de eliminar los contrapesos que le han dado estabilidad a nuestro sistema político.

Cada día es más claro el cerco que los neofascistas quieren imponerle a las democracias latinoamericanas. A la par de Bukele en El Salvador y Miley en Argentina, Rodrigo Chaves quiere arrastrar a nuestro país a una polarización con medias verdades y lecturas falaces de nuestro proceso histórico. Peor aún, muchos costarricenses podrían estar leyendo las redes de casa presidencial sin meditar en la gravedad de tanta falacia, porque la mentira institucionalizada es la peor arma que se construye hoy desde Zapote contra nuestro país.

Me permito hacer un llamado a todos los educadores y educadoras para que asuman la tarea prioritaria de rescatar la verdad de los procesos históricos de este país en las aulas. Que nuestra niñez y nuestra juventud puedan descifrar claramente las odiosas falacias de Zapote.