Conversatorio UCR: exponen características de la economía social solidaria desde la perspectiva femenina
- Destacan el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar y la agricultura
Elizabeth Rojas Arias,
Periodista Oficina de Divulgación e Información
Mujeres artesanas, campesinas, indígenas y pequeñas empresarias son algunos de los perfiles femeninos que integran la economía social solidaria, un concepto que se ha popularizado en la última década en Costa Rica, pero que tiene su origen en los principios de la civilización.
Porque, según algunas líderes de este movimiento, han sido precisamente las mujeres quienes realizan desde siempre labores como coser, vender los huevos de su pequeña granja, cultivar hortalizas para autoconsumo o para intercambio y recuperar las semillas criollas, labores que remuneradas o no, contribuyen a fortalecer la economía familiar.
Algunas de estas líderes, así como universitarias que han realizado estudios o prácticas con grupo de mujeres que generan recursos y alimentos para sus familias, se dieron cita en un conversatorio que se realizó en el marco de la Semana de la Economía Social Solidaria que se realizó del 21 al 25 de noviembre en la Universidad de Costa Rica.
Alejandra Bonilla Leiva quien integra la Red de Mujeres Rurales, organización que ya tiene una década de existencia, puso al descubierto algunos esquemas de emprendedurismo que han impulsado los gobiernos y organizaciones que, según su opinión, no son sostenibles en el tiempo.
Muchos de estos proyectos afirmó Bonilla, duran entre uno y dos años, con el propósito de entretener a las mujeres y de hacer funcionar el sistema, pero en realidad no cambian nada.
Recordó que en su caso, ella trabaja con mujeres campesinas e indígenas de 50 comunidades de zonas de alta vulnerabilidad social y económica como Siquirres, Matina, Batán, Valle de la Estrella, Talamanca y en la zona sur con mujeres de Palmar y Coto, así como en territorios indígenas.
De manera que son personas que requieren producir bienes y servicios para la vida, para sí mismas, su familia y quizá sus vecinos, pero no para el mercado, ni para la acumulación.
Bonilla cuestionó el término “solidario” con el que muchas veces se califica a las cooperativas agropecuarias, porque las considera patriarcales debido a que “violentan el código de familia porque no hay herencia y los bienes gananciales no son reconocidos”. Además, recalcó Bonilla, algunas de estas cooperativas están produciendo palma, que es un monocultivo y además contaminan con los agroquímicos.
La líder es partidaria de que haya una revisión del concepto de economía con el fin de construir relaciones económicas distintas que favorezcan el “compartir y no competir”, además, que las organizaciones fortalezcan lo local, y que produzcan para comer no para competir en el mercado.
Una experiencia enriquecedora que compartió fue la del intercambio de semilla que se produce de manera permanente entre las mujeres de la Red “y eso ha permitido que el año pasado se incorporaran 200 productos en los patios y hay mucho más que se está haciendo” afirmó.
Economía feminista
Otra de las mujeres participantes en el conversatorio fue la agricultora Alida Sigüenza de Cartago, quien rebautizó el concepto por el de economía feminista social solidaria para enfocar su análisis en el trabajo productivo (remunerado) de las mujeres, así como sus labores reproductivas (no remuneradas), entre las que están el criar hijos, cuidar a los adultos mayores, pero también cuidar y recuperar las semillas criollas y los cultivos para que sus familias puedan comer. El cuidado de los afluentes de agua, y mantener limpio el Planeta son otras labores que realizan mayoritariamente las mujeres campesinas. Sin embargo, dijo Sigüenza, solo el 1.8% de la propiedad de la tierra está en manos de mujeres.
Destacó que también las mujeres realizan un trabajo comunal importante como la participación en las juntas escolares, en las juntas de salud y en las organizaciones de la iglesia. Asimismo elaborando comidas e ideando nuevas recetas para aprovechas los productos que cultiva.
Por una economía para la vida y no para el mercado
El concepto de economía social solidaria en el caso de las mujeres adquiere una visión mucho más creativa, efectiva y afectiva y se distancia de los criterios tradicionales de competitividad y generación de riqueza.
Algunos de los componentes que enriquecen la economía femenina social solidaria son:
- Autonomía y autogestión.
- Maternidad (dar vida a los hijos, pero también a la tierra, las plantas y las semillas).
- Producción sostenible.
- Recuperación de productos agrícolas y alimentos.
- Recuperación de las granjas caseras, semillas criollas y reservas genéticas.
- Conservación de los recursos naturales.
- Promover espacios de discusión.
- Acciones transformadoras y formadoras.
- Apoyo de grupo y sinergias.
- Empoderamiento por medio de las redes y organizaciones femeninas.
Al finalizar el conversatorio, el público pudo compartir con las expositoras un refrigerio preparado con galletas y bizcochos elaborados por mujeres rurales (foto Anel Kenjekeeva).
Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/
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