Honduras podría estar aproximándose a una catástrofe bélica

Marlín Oscar Ávila

Durante los últimos días hemos estado expresando la preocupación por lo que pareciera aproximarse en Honduras. Sin embargo, aunque no lo expresan directamente, el público hondureño y de más allá de sus fronteras no parece comprenderlo así o son incrédulos, creyendo que estamos siendo dramáticos o exagerados.

Planteamos que si las grandes potencias no logran comprometerse en una solución pacífica con respecto a Venezuela, Nicaragua y Cuba, este país, Honduras, puede pasar por un gran desastre jamás sufrido en su reciente historia.

El rol de Honduras para el imperio estadounidense sigue siendo de una especie de portaaviones para cualquiera de sus guerras en la región. Solamente que ahora no es para invadir solamente a uno de sus próximos vecinos, como lo fue en los 80s con Nicaragua y El Salvador, ocasiones en las cuales algunos sectores socio políticos y económicos del país se involucraron y sacaron ventajas para sí mismos, pero entonces su gobierno no tuvo que declarar guerra e involucrar directamente a su ejército, a excepción de la muy corta (4 días) confrontación militar con El Salvador, en 1969.

Tampoco Honduras ha tenido ninguna guerra intestina o civil que le haya hecho perder a miles de familias como sí ha ocurrido con sus tres países vecinos, con quienes comparte fronteras.

La mayor y más larga experiencia de pasar los sinsabores de una guerra, en los últimos 50 años, fue con la guerra de EUA contra el gobierno sandinista en Nicaragua y más que todo en la zona fronteriza del sur del país.

Ahora, nuestra preocupación va más allá del sufrimiento y declive social acelerado que le ha estado produciendo su gobierno, consensualmente denominado, usurpador y dictatorial. Se trata de involucrar a Honduras en una guerra no solamente contra su vecino Nicaragua, pero contra Venezuela, Cuba y cuanto país le indique el Pentágono. Es decir, se va involucrar en alianza y en contra quienes le ordenen desde Washington, sin reflexionar un minuto en sus consecuencias para el empobrecido Pueblo. Esto le puede permitir a la clase política en el poder, distraer la atención sobre su involucramiento en carteles de tráfico y blanqueo de dinero y una infinita lista de delitos denunciados y otros sin salir al público.

Desde luego, es a tal extremo los delitos contra la salud de la ciudadanía estadounidense por parte de la cúpula gobernante con sede en Tegucigalpa, que no le queda más que obedecer los dictados de Washington. Como se dice popularmente, Trump le tiene agarrados los testículos a Juan Orlando Hernández, al grado que un apretón lo podría dejar sin respirar el resto de sus días.

Si esto es correcto, tendremos, no solamente a tropas israelíes dando instrucciones al ejército local, pero a compañías de mercenarios entrenando a tropas de otros países del Grupo de Lima, a grupos de paramilitares y de organizaciones de asesinos de toda América Latina y de otros continentes. Además, de convertir este territorio en bases militares con misiles con ojillas nucleares y de defensa nuclear. Desde luego, habrían otras bases enemigas de EUA que apuntaría, si no es que ya apuntan, hacia Honduras sus armas de mediano y largo alcance.

En pocas palabras, el gobierno hondureño está conduciendo al país a ser uno de los centros de operación para una guerra que ahora podríamos saber cómo comenzamos, pero ni idea cómo termina.

Para muestra las publicaciones de medios en los últimos dos o tres días sobre negociaciones con Israel y Colombia, y otras que se han venido dando en cónclaves militares regionales. Además de conversaciones secretas que seguramente se van intensificando en líneas rojas. No somos expertos en estrategias militares, ni mucho menos, pero el gobierno de Trump necesita demostrar su poder en «su patio trasero» a como sea, antes de las elecciones en su país y no va a desperdiciar esta plataforma bélica que le ofrece Honduras. Aun cuando no haya confrontación entre las grandes potencia mundiales y ojalá no ocurra, el país catracho será escenario de al menos la primera fase de una confrontación regional.

Queremos estar equivocados, errados de principio a fin, pero no hemos querido guardar silencio, porque si ocurriera lo que sospechamos, no habría consuelo en nuestro Ser después.

Como se dice en circunstancias como éstas, «ojalá nos agarre confesados».

 

Enviado por el autor.

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