José María “Chema” Gutiérrez: El rostro humano de la ciencia

El académico hace un breviario de sus ideas y comparte los compromisos del científico con su sociedad.

Eduardo Muñoz Sequeira

Para Gutiérrez, el premio Rodrigo Facio representa el reconocimiento “a esos entornos colectivos y a la gente con quienes he compartido los proyectos y los sueños”. Foto: Laura Rodríguez.

José María Gutiérrez Gutiérrez vio la luz por primera vez en su propio hogar, en el corazón de la capital, donde creció rodeado de “una familia hermosa, donde imperaba el cariño, el estímulo y el respeto profundo a las personas”, recordó el científico. El 26 de agosto pasado, este académico recibió el Premio Rodrigo Facio Brenes, por sus aportes a las ciencias y a la sociedad. Este galardón es otorgado por el Consejo Universitario de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Gutiérrez, quien ya suma decenas de reconocimientos nacionales e internacionales, compartió con C+T que sus padres promovieron “un ambiente altamente estimulante. En mi caso, siempre me llamó la atención el estudio. Destaco la motivación que siempre recibí de mi hermano mayor Jorge Alberto, desde que yo era muy niño se convirtió en una fuente de inspiración en muchos sentidos, como lo fueron también mi hermana y mis demás hermanos, y por supuesto mis padres”.

En medio de la efervescencia política por la lucha contra Alcoa, ingresó a la UCR en 1972 y es ahí donde su formación religiosa “evolucionó a un compromiso de carácter social y político. Dejé de ser religioso, pero acrecenté esa veta relacionada con la solidaridad hacia el interés por los problemas sociales. Ello me llevó a tener una militancia política y a ver siempre la praxis de la ciencia desde una perspectiva no solo académica, sino también social y política”, indicó.

Se graduó como microbiólogo en 1977, pero desde que era estudiante ingresó como asistente de investigación al Instituto Clodomiro Picado (ICP), de la UCR, donde ya suma décadas vinculado. En 1984, obtuvo su doctorado en Ciencias Fisiológicas en la Universidad Estatal de Oklahoma, en Estados Unidos. Ha sido parte de equipos de investigación en el desarrollo de sueros antiofídicos que benefician a Costa Rica y a otras naciones. Actualmente, es profesor emérito de la UCR, pero sigue íntimamente relacionado con el trabajo del ICP.

En el 2017, el ICP celebró el 50 aniversario del primer lote de antivenenos producidos en Costa Rica. En la foto aparecen los fundadores del ICP junto a José María Gutiérrez: los hermanos Álvaro y Guillermo Flores, y Wayne Flowers, hijo del Dr. Herschel Flowers. Foto: cortesía de José María Gutiérrez.

Ciencia y sociedad

Para Gutiérrez, una de sus mayores satisfacciones es haber hecho ciencia en su propio país.

“Como seres humanos, tenemos que dirigirnos por otros rumbos que beneficien a la humanidad como un todo y no solo a algunos sectores”, afirmó.

-¿Cuál es el rol social y ético de las ciencias para la búsqueda del bien común?

El conocimiento científico y tecnológico debe estar en función de las necesidades de las personas. Esto se podrá lograr si ocurren cambios fundamentales en la forma como se organizan y funcionan las sociedades, aunque en las últimas décadas los proyectos políticos hegemónicos han privilegiado a los sectores minoritarios que detentan el poder económico. Esa es la lógica de apropiación del mercado, la lógica del más fuerte.

-Países ricos han develado una realidad poco discutida públicamente, que es el derecho a la salud y la voracidad en la adquisición de la posible vacuna contra el COVID-19 y suministros médicos. ¿Qué vías podemos transitar los países pobres o de renta media para asegurarnos los mismos derechos ante la pandemia?

En el caso de América Latina, se requiere volver por los senderos de integración regional y en los que lamentablemente se ha retrocedido. Por otra parte, la crisis actual ha mostrado la importancia de la soberanía y la autosuficiencia en diversos planos, desde el político, pasando por el de la soberanía alimentaria, el fortalecimiento de la institucionalidad pública y el de la autosuficiencia en muchos aspectos a nivel de comunidades locales. Es decir, desmarcarnos de los grandes canales globales de comercialización e intercambio.

-¿Pensó en algún momento que el Instituto Clodomiro Picado de la UCR sería un protagonista tan importante en la atención de la emergencia provocada por el COVID-19?

Aunque el foco principal de acción del ICP se relaciona con el tema de los envenenamientos por mordeduras de serpientes, esa experiencia permitió que nos planteáramos la posibilidad de desarrollar un tratamiento contra las infecciones causadas por el SARS-CoV-2. Otras de las áreas que el ICP está asumiendo de cara al futuro es la transferencia de tecnología para que otros laboratorios de países en vías de desarrollo establezcan sus propias plantas de producción de antivenenos y otros productos inmunobiológicos. Y, por supuesto, el ICP continúa abriendo nuevos temas de investigación en colaboración con colegas de muchos países.

-¿Por qué la producción de sueros antiofídicos no es asumida por las farmacéuticas privadas?

Hay empresas privadas que producen antivenenos, pero no son las denominadas “big pharma”. Más bien, están en países en vías de desarrollo, porque los envenenamientos por mordeduras de serpientes afectan, principalmente, a personas en condiciones de pobreza en países de escasos recursos. Por lo tanto, este mercado no es lucrativo.

-La pandemia del COVID-19 ha generado una discusión sobre quién produce y quién tiene prioridad ante las posibles vacunas. ¿Qué criterio tiene al respecto?

Aquí el tema central es si la salud pública debe estar centrada solo en criterios de mercado o más bien humanitarios, sobre si la salud es un derecho humano fundamental. Pero, más allá, la discusión global debe ser sobre la filosofía que guíe en el futuro la producción y distribución de medicamentos y vacunas, y sobre cómo promover el acceso universal a estos productos.

En el 2015, en Oxford, Inglaterra, el científico recibió el Premio Redi Award, otorgado por The International Society on Toxinology, por las contribuciones científicas en toxinología. Foto: cortesía de José María Gutiérrez.

RECUADRO

Universidad y sociedad

José María Gutiérrez Gutiérrez se sumó a la galería de otros costarricenses que recibieron el Premio Rodrigo Facio Brenes. Para él, los aportes de este pensador siguen siendo actuales “en momentos en que las dirigencias políticas tradicionales carecen de imaginación, creatividad, criticidad y visión para generar opciones que realmente beneficien a la mayoría de la población. Domina un modelo reduccionista que se limita a repetir recetas ideológicas gastadas que solo han conducido a debilitar los pilares del estado social de derecho. De los textos de Facio se desprende una enorme capacidad para ver el potencial que tiene la UCR, así como su visión amplia y una constante preocupación por ubicarla en el contexto de la construcción de un entorno social más próspero y equitativo”.

-¿Cuál es el rol de la universidad pública en el modelo de país que requerimos?

La universidad pública debe jugar un papel central, en procura de edificar una sociedad marcada por valores de solidaridad, equidad, respeto a la diversidad, relación armónica con el ambiente, procura de la dignidad de las personas y, en general, cuidado de la vida en todas sus manifestaciones. ¿Cómo hacerlo? Antes que nada, preservar su carácter público en su concepción y su funcionamiento, estar al servicio de toda la sociedad y no solo de algunos grupos, y preservar el principio de integralidad. Esto es, del desarrollo de todas las áreas del conocimiento y no solo de aquellas que tienen un impacto en ciertos sectores del mercado.

-Pero hay corrientes políticas que apuestan por una desarticulación de la universidad pública, mientras que otras naciones invierten mucho más en investigación científica y tecnológica.

La consolidación de una comunidad científico-tecnológica robusta le permite a un país generar conocimiento original sobre su propia realidad natural y social, y es clave para que podamos transitar por senderos de prosperidad y equidad. Lamentablemente, los modelos hegemónicos de las últimas décadas no le han prestado la debida atención a nuestro desarrollo científico y tecnológico. Tenemos una inversión en investigación y desarrollo muy pobre, por debajo del promedio latinoamericano. En fin, lo inadecuado de estas políticas nacionales va de la mano de la aridez de las propuestas de desarrollo que han prevalecido en el país en las últimas décadas.

 

Una producción de la ODI – UCR.