Manuel Delgado
“Oscilaréis de nuevo abriendo el alma”, les dice Neruda a las puertas viejas, de desecho, rescatadas del olvido para servir a su casa nueva de La Sebastiana de Valparaíso, un viejo inmueble que él rehízo con retazos encontrados aquí y allá, todos muy cerca de los basureros.
“Saldréis de ese estado cercano a muerte para recrear los sitios donde se generó la vida”, parece decir Loida Pretiz en su nueva exposición que lleva, por cierto, el más simple y el más complejo de todos los nombres: se llama “Casa”.
Hacía tiempo que no me conmovía tanto una exposición plástica como lo ha hecho esta. En ella Loida recoge pedacitos de madera vieja, partes de puertas y marcos de ventana, detritus y olvido, y con ellos reordena el recuerdo, el lugarcito donde tomábamos el café de media tarde, el cacho del piano donde papá nos tocaba todas las noches, al lado de comedor, la cama que compartíamos con los niños, la ventana por la que se asoma una mata cercana o una montaña que nos saluda desde la lejanía, la sala, a veces completa, a veces apenas insinuada, el dormitorio.
Es una recopilación de los recuerdos, que dejan de ser cosa del pasado y que gracias al arte, a ese talento y esa dulzura propios de Loida, se nos vienen encima en el presente y nos envuelven en el abrazo cálido del hogar.
Vuelvo a Neruda, pero a otro poema también dedicado a la madera: “Debajo/ de la pintura sórdida /adivino tus poros, /ahogada me llamas/ y te escucho,/ siento/ sacudirse/ los árboles/ que asombraron mi infancia…” No hay olor en los cuadros de Loida. Ese aroma del bosque se disipó posiblemente hace mucho tiempo. Pero no hace falta. Hay un olor a café fresco, a sábana limpia, a ternura, a hogar; un olor que supera el paso del tiempo y que nos vuelve a traer la suavidad y la fortaleza de la madera y, a través de ella, el humus y el bosque todo.
Los invito a disfrutarla. Creo que es un hito de la creación artística reciente.
Ah, está en Museo Calderón Guardia.