Ir al contenido principal

La ONU ha muerto (y nadie fue a su funeral)

Mauricio Herrera Kahn

Murió la ONU. No en un atentado, no bajo los escombros de Gaza, no entre gritos de guerra ni misiones de paz frustradas. Murió en silencio, en pasillos alfombrados, en comunicados tibios, en la indiferencia de los poderosos. Murió de irrelevancia. De burocracia. De cobardía. Y nadie fue a su funeral porque nadie la necesitaba viva.

La vimos agonizar en Siria cuando el Consejo de Seguridad se convirtió en un ring entre vetos y cinismos. La vimos perder credibilidad en Afganistán cuando no supo proteger ni a sus propios funcionarios. La vimos desangrarse en Ucrania convertida en espectadora de una guerra que no pudo frenar. Y la terminamos de enterrar en Gaza cuando miles de niños murieron y la ONU solo alcanzó a escribir informes. Informes que nadie lee. Informes que no detienen los drones.

La ONU ya no es garante de nada. Ni de paz, ni de justicia, ni de soberanía. Es un club de potencias con derecho a veto y una galería de países pobres que asienten. Un sistema donde los crímenes más graves pueden quedar impunes si los comete un aliado. Donde la masacre puede ser diplomáticamente “compleja” y la invasión puede rebautizarse como “operación preventiva”. Donde Israel puede bombardear escuelas sin sanción y Rusia puede vetar cualquier castigo. Donde los muertos pesan menos que los intereses.

El Consejo de Seguridad es hoy el consejo de la parálisis. Y la Asamblea General, una asamblea de discursos impotentes. Ya no hay liderazgo moral. No hay Kofi Annan. No hay Mandela. Solo queda Guterres recitando advertencias que rebotan como gotas en un desierto. No hay sanciones, no hay castigos, no hay protección. Solo hay declaraciones de preocupación. Condenas verbales. Misiones que no despegan. Y un cementerio de esperanzas.

Los cascos azules son un recuerdo de otra época. Hoy la ONU no puede proteger ni a los suyos. Ni siquiera a los niños palestinos que dormían en sus escuelas. Ni siquiera a los refugiados de Sudán. Ni a las mujeres violadas en Congo. La ONU se convirtió en testigo de su propia impotencia. Y en algunos casos en cómplice por omisión.

Pero no todo es incapacidad. También hay cálculo. Porque la ONU no murió solo por falta de poder, murió por exceso de hipocresía. Porque sus resoluciones valen dependiendo del país al que apuntan. Porque si eres Irán te sancionan. Si eres Arabia Saudita te invitan al Consejo de derechos humanos. Si eres Venezuela te vigilan. Si eres Israel te protegen. Si eres Estados Unidos te temen. Porque el multilateralismo murió el día que el poder se volvió selectivo.

Y entonces surge la pregunta incómoda, para qué sirve la ONU? ¿Para dar discursos? ¿Para firmar acuerdos que no se cumplen? ¿Para crear oficinas que nadie financia? ¿Para legitimar intervenciones disfrazadas de ayuda humanitaria? ¿Para instalar paneles solares en medio de una guerra?

El mundo ya no espera nada de la ONU. Los pueblos tampoco. No fue capaz de detener la invasión a Irak, ni la destrucción de Libia, ni la ocupación de Palestina. No fue capaz de impedir el genocidio en Ruanda, ni las limpiezas étnicas en Bosnia, ni la guerra eterna en Yemen. ¿De qué sirve una institución que llega después de las fosas comunes?

Lo más trágico no es su muerte. Es que no tenga reemplazo. Porque mientras la ONU se apaga, no hay otro organismo con legitimidad global. Y en ese vacío crecen las guerras, las alianzas armadas, los bloques cerrados. Crece la OTAN como brazo militar de Occidente. Crecen los BRICS como contrapeso económico. Crecen las cumbres sin reglas, los pactos bilaterales, los escudos nucleares. Pero no crece la paz.

Y sin paz, todo es humo. Porque no importa cuántos tratados se firmen si no hay instituciones que los hagan valer. No importa cuántas conferencias se celebren si las bombas siguen cayendo sobre hospitales. No importa cuántos premios Nobel se entreguen si la ONU ya no puede cumplir su carta fundacional.

El futuro no se juega en Nueva York, sino en Beijing, Moscú, Teherán, Bruselas y Washington. Naciones Unidas dejó de ser el foro principal. Ahora es un edificio simbólico rodeado de banderas y vigilado por cámaras. Un museo de lo que alguna vez fue el sueño del multilateralismo. La ONU está viva solo en los discursos. Pero muerta en el terreno.

Y sin embargo, nadie se atreve a enterrarla. Porque su cadáver aún es útil. Sirve para justificar inacciones, para dar apariencia de diálogo, para mantener una burocracia que sobrevive aunque el mundo colapse. La ONU es hoy un refugio de diplomáticos sin guerra, no un escudo para los pueblos sin paz.

Si mañana desapareciera, pocos lo notarían. Los poderosos ya negocian fuera de ella. Los débiles ya no esperan nada de ella. Los pueblos ya no la invocan. Solo queda el ritual. Las banderas, los traductores, los comunicados que nadie contesta.

La ONU ha muerto. Y nadie fue al funeral.

Porque todos estaban demasiado ocupados preparándose para la próxima guerra…..

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2025/06/la-onu-ha-muerto-y-nadie-fue-a-su-funeral/

Imagen: Wikipedia

Consejo de Seguridad, Gaza, Mauricio Herrera Kahn, ONU, Pressenza