La ruta del agua: en el corazón de las nacientes

Byron Barillas y Luis Bonilla: Académicos de la Escuela de Ciencias Sociales y Humanidades de la UNED

Costa Rica, agosto de 2018

 

En el marco del proyecto de investigación sobre el tema del recurso hídrico y conflicto social en Costa Rica, de la Cátedra de Sociología, Escuela de Ciencias Sociales Humanidades, UNED, a mediados de febrero del 2018 se realizó una gira de observación con directivos de la Asada de Dulce Nombre de Naranjo, Alajuela. La gira tenía por objeto conocer las nacientes de donde se extrae el agua que abastece a los habitantes de la comunidad antes citada.

En una larga caminata por laderas, bajando y subiendo cerros pertenecientes a la montaña El Chayote, Naranjo, se visitó dos sitios específicos en las partes altas de la montaña, hasta que hicimos contacto con las nacientes en donde inicia el recorrido y desde donde la Asada, capta el líquido y la conduce a los aforos (especie de cajas de cemento cerca de las nacientes), que sirve para almacenar el agua de varias nacientes, cual pequeñas “venas” naturales que brotan de los paredones húmedos. Luego, a partir de estas cajas se ha instalado la tubería que hace un largo recorrido por laderas y terrenos sinuosos hasta llegar al tanque ubicado en Dulce Nombre, desde el cual se conduce el agua por otras tuberías hacia las viviendas de la localidad.

La distancia que recorre dicha tubería es de unos 8 a 10 kilómetros aproximadamente en el caso del primer sitio visitado; y de unos 11 kilómetros en el segundo sitio de captación.

Nos parece importante compartir las apreciaciones e impresiones que surgen de esta experiencia.

No puede obviarse en primer término, el esfuerzo humano y la inversión económica que requiere tal infraestructura. Pero en términos de ese esfuerzo, cuando nos tocó bajar casi resbalados 300 y 400 mts., es difícil imaginar el traslado estrictamente a lomo y brazo partido del material (cemento, tubería, cedazo, hierro y herramienta) que no tiene otra forma más de traslado que la tracción humana. Tal determinación, solo se explica por la experiencia de los directivos que se ensucian las botas junto al fontanero móvil, por la férrea voluntad y compromiso de cumplir de la mejor manera con el abastecimiento del líquido potable hacia las familias beneficiarias y cierta mística que alimenta la satisfacción del deber cumplido.

Valga decir también, que esta constatación provee al proceso investigativo de una mayor sensibilidad y reconocimiento al trabajo realizado por las Asadas como organizaciones sociales de la comunidad que contribuyen de forma relevante a proteger y cuidar el agua, actitud ésta, que se manifiesta como un elemento distintivo de quienes cohabitan territorios hídricos y hemos convenido en llamar “conciencia hídrica”.

En el plano más subjetivo, como investigadores, además de permitirnos una verificación empírica del escenario natural, el recorrido factual nos puso a pensar en ese instante, cómo esa agua que brota de la tierra de una manera tan simple y a la vez sublime, es el vital recurso que nos ofrenda la naturaleza, pero de cuyo significado biosocial y su fragilidad ecológica no terminamos de tomar clara conciencia, quizás por nuestro extrañamiento colectivo de sentirnos ajenos, erróneamente autónomos o por encima del mundo natural. Podría decirse que, es inevitable estar en un territorio que pareciera bajo “dominio del agua” sin conectarse con la existencia misma. Y, cuando se está en el corazón de una naciente y hay conciencia de ese hecho, se cruzan fugazmente ideas como: “literalmente aquí nace la vida”, y la sensación es que “ese líquido y nosotros nos pertenecemos mutuamente, es nuestra propia esencia, no hay duda en ese momento”. La duda es externa, producto de la enajenación, es decir, de la inconciencia del potencial hídrico, así como la vulnerabilidad de ese mundo material en donde florece la vida. Sin duda, el Estado está obligado a proteger este recurso que es un bien colectivo, pero las comunidades y la sociedad en general también, porque en esos cerros y nacientes se juega nuestro futuro.

También nos ha quedado claro de esta experiencia, que el hecho de disponer domiciliarmente agua de calidad, las veinticuatro horas diarias y a bajo costo, demanda de un arduo y planificado trabajo organizativo de quienes proveen este servicio con sentido social, que en el caso de Dulce Nombre, pasa por mantener activa su Asamblea de miembros a la cual pertenecen, que aprueba o reprueba las propuestas de proyectos de inversión con visión estratégica, aquellas medidas que garanticen la distribución y lo relativo a resguardo de la ética como representantes comunales. No se obvia así mismo, el sostenimiento de una política adecuada de relacionamiento e incidencia hacia las instituciones públicas.

Valga decir entonces, desde un punto de vista operativo y técnico, las ASADAS son garantía de ese futuro con disponibilidad de agua. Asadas como Dulce Nombre de Naranjo y la Federación que aglutina 14 de ellas, fungen como organismos comunitarios que desarrollan un trabajo esmerado en capacitación técnica y administrativa para aumentar las competencias de su reducido personal y mantenerse a derecho con todas las obligaciones legales derivadas del Convenio de Delegación que le otorga el Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA). A ello se suma, la rendición de cuentas transparente y estricta que es otra herramienta de control que tiene esta Asada. Dicha labor incluye un ejercicio permanente de participación comunitaria que valida el quehacer de este ente que administra el recurso hídrico para la distribución colectiva y una clara orientación de uso domiciliar. En este sentido, la Asada Dulce Nombre culmina la ruta del agua desde sus nacientes y se inscribe en el historial de gestión comunitaria, como una de las experiencias exitosas de democracia participativa.

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Enviado por Byron Barillas.

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