¡No somos superiores a la naturaleza!
Del Señor es el mundo entero,
con todo lo que en él hay,
con todo lo que en él vive.
(Sal.24:1, DHH).
La Iglesia Metodista Wesleyana Costarricense (IMWC) participa activamente, en el cuidado y defensa del medio ambiente, a fin de garantizar la vida de todos los seres vivientes.
En este sentido, todos los meses de junio, en ocasión del Día del Medio Ambiente y de otros como, Día Mundial de los Océanos, Día Nacional del Árbol, Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, Día del Agua, Día del Aire, entre otros, nos detenemos para reflexionar acerca del otro sujeto de la Misión de Dios: el cosmos, su respeto y cuidado.
Analizamos la responsabilidad que tienen las personas que asumen la gobernabilidad, tanto en los niveles eclesiales, sociales, y político-económico, en el cuidado del medio ambiente. Así como concientizamos acerca de la responsabilidad de todas las personas como ciudadanos del mundo y del cosmos en su relación íntima, respetuosa y agradecida con la naturaleza.
Hoy, frente a la crisis ecológica en la que nos encontramos, nos preguntamos: ¿qué lugar y qué papel debemos de desempeñar las personas en su rol como ciudadanos/as civiles y políticos para preservar nuestra Casa Común? En nuestras reuniones semanales abordamos reflexiones acerca de la dignidad de la tierra, el mundo como creación de Dios, la insistencia de abrir caminos en el desierto, el estar atentos al grito de la Tierra y de los marginados/as.
Reconocemos que, por la equivocada interpretación bíblica, sobre todo en los textos del libro de Génesis, se ha confundido el envío para la vida en abundancia en acciones de explotación, sometimiento y dominio de la tierra, lo que ha permitido “justificar” la cultura orientada por el cálculo de utilidad, en la cual el lucro, el éxito, tiene ya costos explotadores, marginadores y excluyentes. Y las consecuencias de esta perspectiva la estamos experimentando hoy con toda la crisis climática y sus fenómenos. El ser humano no es superior a la naturaleza.
Desde la IMWC, abogamos por un ser humano cuyo papel en la naturaleza debe ser reinterpretado, como cuidador/a y no como dominador/a, como administrador/a y no como dueño/a, como un encargado/a, que debe dar cuentas.
Es importante señalar, como metodistas wesleyanos, que ya desde hace casi 300 años, Juan Wesley, al comentar sobre el pasaje de: “bienaventurados los de limpio corazón porque verán a Dios«, nos dice: «los limpios de corazón ven todas las cosas llenas de Dios. Lo ven en el firmamento del cielo, en la luna caminando en su esplendor, en el sol cuando se regocija como un gigante para recorrer el camino, lo ven poniendo las nubes por su carroza y andando sobre las alas del viento lo ven preparando la lluvia para la tierra y bendiciendo la abundancia de ella». Sermón del Monte, número tres.
Aparte esta visión de Dios es una visión de toda la creación en Dios y Dios en toda la creación, dice Wesley que «la lección que Nuestro Señor inculca en esta bienaventuranza, es que Dios está en todas las cosas y que debemos ver al creador en el espejo de toda la criatura, y que no debemos usar ni ver nada como separado de Dios; en su lugar además debemos vernos a nosotros mismos como integrados, junto con el mundo en un todo ecológico donde somos sustentados y alimentados reconociendo que el cielo la tierra y lo que en ella habita, Dios lo tiene sobre sus manos e impulsa toda la estructura creada y es en su sentido verdadero el alma del universo. Por tanto, cuando tratamos con la tierra y sus recursos, cuando tratamos con nuestros semejantes, también estamos tratando con Dios».
Aunque el término ecología, como lo conocemos hoy, no lo manejaban en ese tiempo, Wesley fue un apasionado de la ciencia, tuvo una visión integradora, ecuménica y de cuidado de la naturaleza y animales, incluidos: creación – naturaleza – ser humano. Como una unidad integral, lo cual es muy importante.
El ser humano necesita de la naturaleza para sobrevivir, por lo que su acción ideal sobre ella sería de reciprocidad, dar y recibir; aunque, hasta ahora, pocas veces ha sido así. Es decir, puede cuidar de la naturaleza al tiempo que esta cuida de él. Este es un camino de integración y reciprocidad.
Al respecto, nos dice Leonardo Boff, «como alternativa proponemos un nuevo paradigma, en el que el ser humano no compita con la naturaleza, sino en diálogo y comunicación simétricos con ella, con relaciones de sujeto a sujeto, y no de sujeto a objeto. El ser humano y la naturaleza conforman un entramado de relaciones multidireccionales, caracterizadas por la interdependencia, y no por la autosuficiencia, por la fragilidad del mundo y la vulnerabilidad humana, y no por la omnipotencia, la insolencia y la arrogancia. Del ser humano como señor y dueño de la naturaleza, a hermano-hermana y cuidador de la naturaleza». https://leonardoboff.org/2023/12/16/leonardo-boff-ochenta-y-cinco-en-camino/.
Por otro lado, hoy más que nunca, nos solidarizamos y apoyamos las iniciativas con relación a la salvaguarda de nuestra madre tierra, pero también nos inquietan y perturban la apatía y la falta de conciencia, sobre todo de parte de los gobiernos de nuestros pueblos, al propiciar políticas que no toman en cuenta al medio ambiente, la naturaleza, la tierra y al globo terráqueo, donde nos ha tocado vivir.
En este sentido, son perturbadores los datos del Informe del Programa Internacional de Geosfera-Biosfera (IGBP), en 2015, los científicos estimaron que se habían superado los umbrales de equilibrio del sistema terrestre en tres de los nueve parámetros de los que depende la sostenibilidad ecológica de la existencia humana: la concentración de gases de efecto invernadero, la destrucción de la biodiversidad y la alteración del ciclo del nitrógeno. http://www.igbp.net/.
Menos de diez años después, estos mismos investigadores nos dicen que los umbrales de sostenibilidad, también se han cruzado para el agua dulce, la degradación del suelo y la contaminación por «nuevas entidades químicas». Es muy probable que también se haya cruzado el umbral de la acidificación de los océanos.
Así que no cabe duda: ya estamos experimentando la catástrofe ecológica. El reto ya no es evitarla, sino reducirla en la medida de lo posible. De lo contrario, corremos el riesgo de desembocar en un cataclismo de tal magnitud que sería imposible detenerlo.
Nos anima que, según el militante ecosocialista Daniel Tanuro, aunque no se pueda evitar «que la catástrofe se convierta en cataclismo. El Homo sapiens, produce su propia existencia social. «Producir» significa «hacer aparecer», «dar a luz». Juntos, los explotados y los oprimidos pueden «producir», «hacer aparecer» y «dar a luz» una alternativa luminosa a la oscuridad. Solo podemos luchar. Solo podemos aferrarnos a la esperanza para extraer de ella la energía necesaria para seguir luchando».
Lamentablemente, a este desastre “ecológico” debemos estar consciente del problema del armamentismo mundial y de la indiferencia de los gobernantes de Occidente a las peticiones del resto de los países en la ONU, para que se detenga el genocidio en Gaza, en Sudán y que se detengan las amenazas de activación de las armas nucleares en Ucrania. Y esta, decisión política, sería una iniciativa destructora en su totalidad.
¡Dios, ilumine a los gobiernos de nuestros pueblos!
¿Hasta cuándo va a estar seca la tierra
y marchita la hierba de los campos?
Los animales y las aves se están muriendo
por la maldad de los habitantes del país,
que piensan que no ves lo que ellos hacen.
(Jeremías. 12: 4 DHH).
defensa del medio ambiente, Día Mundial del Ambiente, Iglesia Metodista Wesleyana Costarricense