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¿Podría ocurrir una explosión en Costa Rica?

Freddy Pacheco León

Freddy Pacheco León, PhD.

Cuerpos destrozados, desmembrados, quemados, imposibles de identificar, después de la espantosa explosión, yacían por doquier. Gran parte de la terminal portuaria, y grandes extensiones de Texas City, condado de Galveston, habían sido arrasadas, por un estruendoso estallido, sucedido en el buque de carga S.S. Grandcamp, desde donde se generó una instantánea y violenta onda expansiva, seguida por ardientes e inmensas llamaradas. Cinco mil heridos, y alrededor de 600 personas, de todas las edades, fallecidas, fue el resultado de esa catástrofe, sucedida el 16 de abril de 1947. Suceso inolvidable, recordado con mucho dolor, por los damnificados que vivían, incluso, a varios kilómetros del lugar.

Otra muy similar explosión, ocurrió en agosto del 2015, en el puerto de Tianjin, al norte de China. Destrozados sus órganos internos, por la potente onda expansiva, seguida por llamas infernales, dejaron por su veloz paso, cientos de heridos moribundos, y, oficialmente, 173 muertos. El desastre fue total, estimándose que la detonación, literalmente ensordecedora, fue equivalente a la explosión de ¡256 toneladas de dinamita!

Provocadas por la misma causa, una treintena de explosiones, se han contabilizado en el mundo, a partir del 1916, por lo cual, no se puede afirmar, que ese tipo de explosiones accidentales, sean «muy raras», porque, en realidad, no lo son; los hechos así lo demuestran.

Otro caso, particularmente impactante, sucedió en 1921, en una planta en Oppau, Alemania, donde 4.500 toneladas de nitrato de amonio, como en los casos anteriores, causaron una dantesca explosión, que provocó la muerte a ¡más de 500 personas, y más de mil heridos graves!, que hicieron colapsar los servicios hospitalarios.

En América Latina, los hermanos argentinos, sufrieron el atentado más trágico de su historia, un 18 de julio de 1994, cuando una explosión, también con nitrato de amonio, destrozó la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), dejando un saldo de 85 muertos y más de 300 heridos.

Un año después de la tragedia vivida en Argentina, sucedió otro caso muy doloroso, esta vez en Estados Unidos, en abril de 1995, cuando los terroristas Timothy McVeigh y Terry Nichols, usaron dos toneladas de nitrato de amonio, para un ataque con un camión bomba, contra un edificio federal de la Ciudad de Oklahoma, provocando la muerte de 168 personas, y cientos de heridos graves.

Los anteriores ejemplos tienen en común la misma causa, una sustancia química, sólida, cristalizada, usada para fabricar explosivos para minería y para demoliciones de grandes estructuras como edificios y represas, y como materia prima para la industria de fertilizantes. Hablamos del nitrato de amonio, que, pese a que no es explosivo por sí mismo, sí provoca, como potente agente oxidante, explosiones tan grandes como las anotadas, cuando, circunstancialmente, alguna sustancia cercana alza llama, o cuando se usa como arma mortal por grupos terroristas, que lo combinan con un detonante.

Antes de justificar ante ustedes, amigos lectores, la razón de esta urgente llamada de atención, que en verdad esperamos sea atendida por nuestras autoridades, por su importancia, cabe anotar sobre otra terrible explosión de nitrato de amonio, sucedida hace tan solo cuatro años y medio, en el puerto de Beirut, en el Líbano. Resulta que, desde una bodega, cercana al muelle, que contenía 2.750 toneladas del producto, que habían sido incautadas a un barco ruso, de bandera eslovena, supuestamente almacenadas en condiciones seguras (¡como siempre aseguran!), cumpliendo todas las regulaciones ambientales. Ello, aunque las autoridades del puerto habían advertido, varias veces, del peligro que significaba la presencia de esa sustancia en el lugar, por lo que urgían su remoción.

La explosión fue tan violenta, que el Observatorio Sismológico de Jordania estimó la energía liberada por la explosión, comparable con la de un terremoto de magnitud 4.5 en la escala Richter. En tanto el Servicio Geológico de los Estados Unidos, aunque informó que la explosión se midió como un terremoto de magnitud 3,3, estimó que su magnitud quizá fue mayor, pues fue a ras del suelo, donde se formó un cráter de 43 metros de profundidad.

Los fallecidos fueron unas 170 personas, los heridos graves más de 5.000 y, provocó el desplazamiento de unas 300.000 personas, entre ellas, 80.000 niños, pues fue tan grande, que también se sintió en Turquía, Siria, Israel, Palestina, partes de Europa, e incluso se escuchó en Chipre, a más de 240 km de distancia.

Pues bien, con esos antecedentes, suficientemente conocidos y documentados, habitantes del vecino Panamá, luego de que, por protestas públicas, se lograra el cierre de una gran mina de cobre, que se desarrollaba en una zona colindante al Parque Nacional La Amistad, que compartimos ticos y canaleros, se percataron que, en el lugar, están depositadas cerca de 8.000 toneladas de nitrato de amonio, ¡cantidad varias veces superior, a las 2.750 toneladas que provocaran la tragedia en Beirut!

Y, obviamente preocupados por la seguridad y supervivencia de sus compatriotas de todas las edades, los hermanos panameños, con la energía y responsabilidad, que demanda una situación semejante, exigieron a su gobierno, obligar a la empresa minera, a sacar rápidamente de su territorio, hasta el último kilogramo del potente químico, propiedad, aparentemente, de otra empresa dedicada a la fabricación de explosivos.

Lo que menos imaginaron los panameños, y por eso, preocupados nos advirtieron de ello, es que el destino escogido para almacenar el nitrato de amonio que, con razón les desvela, es, nada menos, que el territorio costarricense. Según se ha informado, las primeras 2.000 toneladas de nitrato de amonio, se transportarían por tierra, hacia el cantón puntarenense de Esparza, localidad de Macacona, donde la empresa dueña del producto químico, tiene un terreno donde podría depositarlo. Información confirmada por periodistas del Semanario Universidad, el recién pasado 28 de enero, y el periódico La Nación, en su edición del 5 de febrero, donde se identifica a la propietaria del nitrato de amonio, con el nombre de Austin Powder; con casa matriz en Cleveland, Ohio, dedicada a la industria de explosivos, dice su página de Internet.

Aunque la prensa consigna que esa empresa estadounidense, dueña y a cargo del transporte por tierra, informa que se trata solo de una parte (2.000 toneladas) del total almacenado en Donoso, Panamá, los vecinos del sur nos confirman, que el compromiso es sacar, de suelo panameño, todo lo allí depositado, y que, así lo exigirán. Tal evidente contradicción, entre otras, habrá de aclararse con los representantes de la citada empresa, por parte de nuestras autoridades ministeriales.

Por ejemplo, nuestra legislación ambiental, ejecutada por la Secretaría Técnica Nacional Ambiental (Setena), establece que, por las características de ese proyecto, indiscutiblemente clasificado como de Alto Impacto Ambiental Potencial, “en función de la naturaleza de su proceso productivo, y de sus efectos ambientales combinados, acumulativos o individuales”, que, como en este caso, se relaciona con el peligroso transporte por tierra, de miles de toneladas de nitrato de amonio, así como de su almacenamiento, de la posible fabricación de explosivos, y de su manejo en general.

Pese a que desconocemos el expediente procesado en la Setena (que nos comprometemos a analizar), con el cual se habría otorgado la Viabilidad Ambiental a tan amenazante proyecto, nos atrevemos a especular, que dentro de los aspectos ambientales de relevancia, que seguramente habrían sido tomados en cuenta, han de haberse considerado, los importantes criterios relacionados con la dimensión, pues es totalmente diferente, hablar de 200 toneladas de nitrato de amonio, comparado con 2.000, o, como afirman en Panamá, 7.800 toneladas.

Frente a esas circunstancias, se manejan aspectos ambientales, definidos por la misma Setena, que incluyen, entre otros, «El manejo de sustancias peligrosas (por ejemplo: combustibles, agroquímicos, explosivos, u otras sustancias químicas o biológicas peligrosas)». En fin, se trata de aspectos pertinentes, muy conocidos, por los profesionales de la Setena, así como por los que, en el MOPT y el Ministerio de Salud, habrían otorgado, imaginamos que ¡con especial cuidado!, los permisos relacionados con las particularidades del transporte, de algo tan impactante, como son las características de los vehículos usados, las rutas en nuestro país, los horarios, accidentes potenciales, atención de emergencias, etcétera, así como el lugar del almacenamiento, comunidades cercanas, características de la planta física, capacitación del personal, tiempo del almacenamiento, posible reexportación del químico, etcétera, y, por supuesto, los muy relevantes permisos otorgados por la Municipalidad de Esparza, ojalá, en estrecha coordinación, con los tres ministerios responsables de la seguridad de los habitantes, MINAE, MOPT y Salud.

Por la trascendencia que tienen las medidas de control y mitigación de eventuales accidentes atendibles, los costarricenses todos, y los habitantes de Esparza y otras localidades cercanas al kilómetro 101 de la carretera Interamericana norte, solicitamos públicamente a las autoridades ministeriales y del gobierno local, que han tenido que ver con los permisos otorgados a este proyecto de alto impacto ambiental, una aclaración en que, con los detalles imprescindibles, le aclaren a los habitantes las particularidades del mismo, y el por qué le fueron otorgados los permisos que, suponemos, fueron tramitados. La prudencia es sabia consejera, es oportuna, es fundamental, para prever la posibilidad de una horrorosa explosión con nitrato de amonio, que, como hemos analizado, no es inevitable.

Imagen: explosión ocurrida en Beirut aportada por el autor.

Esparza, Freddy Pacheco León, Macacona, nitrato de amonio, SETENA