Populismo autoritario y misoginia: ¿Por qué la mitad de las mujeres de Costa Rica apoyan a Chaves y por qué no deben hacerlo?

Dr. Luis Diego Herrera Amighetti

Según varias encuestas llevadas a cabo en Costa Rica sobre la segunda ronda electoral, alrededor de la mitad de las mujeres que van a votar apoyan a Rodrigo Chaves. Como es bien conocido, el candidato fue sancionado por conductas inapropiadas hacia las mujeres en el Banco Mundial. Él mismo, en los debates y declaraciones públicas, si bien alega que no fue sancionado por acoso sexual, (una precisión irrelevante), ha hecho comentarios para minimizar sus conductas, bajo el argumento de que eso es algo inofensivo, algo así como: eso es lo que los hombres hacemos. El asunto tiene implicaciones mucho más profundas y relevantes para la democracia y el país de lo que Chaves y sus seguidores quisieran hacer ver, y no solamente para las mujeres y otros grupos discriminados y estigmatizados. Es, entonces, imposible no preguntarse porqué la mitad de las mujeres votantes apoyan a Chaves.

El prejuicio y el estigma hacia diferentes grupos es algo universal, particularmente el sexismo y la misoginia; están incorporados en las diferentes culturas y, por medio de la socialización de los niños y las niñas, se internaliza el racismo, el sexismo y la homofobia. Esta introyección de representaciones mentales colectivas de ciertos grupos hace que se transmitan los prejuicios de generación en generación. La naturaleza del estigma y el prejuicio es tan omnipresente que, nosotros mismos, no tenemos consciencia sobre cuánto nos afecta e influencia en nuestras actitudes y acciones. 

Un ejemplo elocuente sobre este fenómeno de la internalización del prejuicio, en este caso, el racismo, lo contó en una ocasión Jesse Jackson, líder político negro y activista de los derechos civiles en Estados Unidos: en una ocasión salió de un bar y se dirigió a su automóvil que estaba en una calle oscura y escuchó unos pasos detrás suyos que se le acercaban, cuando la persona lo alcanzó y lo volvió a ver, sintió un alivio al ver que era un blanco. Esto mismo nos ocurre con el sexismo y la homofobia.

El apoyo femenino a Chaves es preocupante en la medida que refleja el machismo, el sexismo y la misoginia internalizada en las mujeres; pero este aspecto es una parte nada más de un fenómeno político más complejo y peligroso. 

La tendencia de Chaves, a mi entender, es una orientación política que ha sido denominada de diferentes maneras, pero que vamos a llamar en la versión de Chaves, populismo autoritario. En la actualidad, o muy recientemente, hemos tenido varios representantes en todo el mundo, con variaciones locales de esta orientación: Trump en Estados Unidos, Erdogan en Turquía, Bolsonaro en Brasil, Duterte en Filipinas y Modi en la India. Todos estos tienen algo en común: son movimientos políticos liderados por candidatos misóginos autoritarios, elegidos legítimamente.

Una narrativa común a estos líderes políticos es que son “hombres fuertes”; sus seguidores entienden por esto que son una especie de héroes-machos-alfa, valientes, viriles, que ponen a las mujeres en su lugar (en realidad incentivan la violencia hacia las mujeres), que se oponen a los corruptos, que no le temen al status quo ni a las instituciones que ellos juzgan inoperantes. 

Como son temerarios, sigue el distorsionado argumento, van a acabar con la burocracia de los empleados públicos, no le temen a los sindicatos; limpiaran el “pantano” de la corrupción de los políticos tradicionales y otros temas que logran tener un arraigo poderoso en sectores amplios de la población, no importando si esto es posible o no, porque de lo que se trata es de hipnotizar a las masas con estos cantos de sirena populistas (Trump nunca hizo el muro por el cual logró millones de votos; Chaves no va a resolver el tema del aborto por referéndum, porque sería inconstitucional, etc.).

Es en este contexto que la misoginia es parte integral del proyecto de los populistas autoritarios; sus oponentes y sus ideas son ridiculizados a menudo, sutil o abiertamente, como débiles, femeninos, blandengues que abrazan proyectos ilusos e innecesarios como la lucha contra el calentamiento global o la defensa de los derechos humanos. 

Por otra parte, la misoginia puede ser entendida como la policía política del sexismo; es decir, es una forma de vigilar, controlar y destruir a aquellas mujeres que desafían el patriarcado y dominancia masculina. Estos líderes, cuando no se sienten amenazados, practican una forma de “sexismo light” en donde tratan de navegar la misoginia con disimulo y chistes de mal gusto (¿han escuchado el “chiste” que alguien dijo sobre el derecho de los hombres a quebrarle las costillas a las mujeres?), pero si se sienten amenazados, se tornan en agresores mórbidos.

Veamos algunos ejemplos, salidos de la boca de estos líderes: Trump, cuando una periodista le hizo una pregunta incómoda, dijo que le estaba saliendo sangre de todos los orificios (obviamente refiriéndose a la menstruación). Modi, en la India, en donde existe una tradición patriarcal violenta hacia las mujeres y las niñas, ha guardado silencio cuando niñas son violadas violentamente por la casta superior de los Hindu extremistas y ha llamado a Sonia Ghandi, su opositora política una “vaca jersey”. Bolsonaro, en Brasil, ha dicho que haber engendrado a su hija después de 4 varones fue “un momento de debilidad”, y que no violaría a la diputada y activista de los derechos humanos María do Rosario “porque no valía la pena”. Duterte en las Filipinas, dijo en un discurso a las Fuerzas Armadas que a las mujeres guerrilleras hay que dispararles en la vagina, “porque sin la vagina, no sirven de nada”. 

Finalmente, Erdogan en Turquía, dice que no se pueden poner los hombres y las mujeres como si estuvieran al mismo nivel, porque “no es natural”; entre sus grandes ideas es criminalizar el adulterio femenino para “proteger a la familia” y ha intentado pasar una ley por la cual los hombres que violan a una menor de edad no serán procesados si se casan con su víctima. Todos estos líderes misóginos antidemocráticos, pero electos legítimamente, se admiran mutuamente, se ponen de ejemplo y se adulan (Bolsonaro, el Trump tropical).

Estos líderes misóginos aprecian a las mujeres cuando se ubican en su función maternal, cuidan de los hijos y se muestran sumisas y vulnerables; las valoran cuando son vírgenes, las repugnan cuando están menstruando; las descalifican como emotivas e ineptas para ostentar el liderazgo, las excluyen de oportunidades si son competentes y las castigan, incluso con la violación, si se sienten amenazados por ellas, cuando quieren ejercer su autonomía, como todo ser humano libre y digno.

Volviendo al inicio de este artículo, creo que las mujeres y por supuesto, los hombres de Costa Rica, deberían reflexionar sobre esta historia. El suyo no sería solamente un voto por un candidato que va a gobernar 4 años; es un voto por el ambiente en que quieren que crezcan sus hijas, sobre cómo las traten sus parejas y como las vea la sociedad; es también un voto sobre el tipo de democracia costarricense en la que queremos seguir viviendo.

Fuente: Semanario Universidad.

 

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Compartido con SURCOS por Alberto Salom E.

Imagen de portada tomada del Facebook Luis Diego Herrera Amighetti.