
Resistir
Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense
La interpelación es inmediata y clara: ¿Qué lo llevó a usted a escribir?, pregunta una niña de unos ocho años. Y siempre vuelvo a la misma historia: Julio Verne y sus 20 mil leguas de viaje submarino, un cuaderno de segundo grado de escuela con una obra de teatro escrita en tres actos, mis primeros trazos en borrador, inicialmente con la profesora Carmen Ugalde a quien le debo me hiciera conocer a Antonio Machado y el ejercicio de re-escritura y empezar a saber de Julio Cortázar, en el taller de Osvaldo Sauma en el Conservatorio Castella, institución pionera en el arte en Costa Rica.
Cualquier respuesta llevará siempre a más preguntas: ¿Por qué escribió VOSTOK? ¿Cuál es su libro publicado favorito? ¿qué hay que hacer para escribir?
Leer, será sin duda la respuesta común. Leer y trabajar permanentemente. Trato de ocultar al académico y dejar salir a flote al escritor que enseña.
Porque escribir también es un oficio, como el de la sociología, la comunicación social, la dirección de un instituto de investigación en poblaciones y un vicedecanato de una facultad en una universidad pública de mi país.
Hacer hoy cualquier actividad que recreé el arte, es resistir los embates de un modelo, un sistema aniquilador para la cultura, en fin, para el ser humano, para el humanismo como enfoque.
Eso, resistencia, fue precisamente lo que sentí a lo largo de 3 días intensos de actividades en el marco del XIV Encuentro de narradores en San Francisco de Macorís, República Dominicana.
Un equipo de trabajo con mística encabezado por los dominicanos poeta, dramaturgo y gestor cultural Noé Zayas y la querida historiadora y escritora Elena Ramos, se encargó de hacernos ver que cuando hay empeño y lucha, la falta de recursos, el desinterés institucional y la desidia de un entorno marcado por la desvalorización de la literatura, pasan a segundo plano.
En medio de asopaos, sancochos (platos típicos dominicanos preparados por Noé y su equipo) y una agenda repleta de actividades tanto en la capital como en San Francisco de Macorís, también hubo espacio para lo otro, la academia.
Entonces presenté por primera vez mi ensayo sobre la tesis doctoral en el que reflexiono sobre la historia de Costa Rica contada por los cuerpos de “los otros”; lo hice en dos universidades auspiciadoras de la actividad: la histórica Universidad Autónoma de Santo Domingo, próxima a cumplir 500 años de fundada y la Universidad Católica Nordestana.
En esta última impartí la conferencia “Desafíos para las movilidades humanas centroamericanas en la nueva administración Trump”. En la primera fuimos reconocidos, a lo mejor sin merecerlo, como visitantes distinguidos de la universidad, un honor que entiendo es entregado a pocas personas.
Regreso a la razón de ser de estos encuentros: el intercambio con niños, niñas y adolescentes. Uno solo de ellos que se interese por la literatura habrá hecho que valga la pena el ejercicio de resistencia. Y en nuestro caso, seguir trabajando desde la base por construir una sociedad más humana.
Queda un largo camino por recorrer. Esto apenas empieza. Y la resistencia desde el arte y la cultura también son ejercicios políticos de transformación de las sociedades que nos tocó construir.
A eso vamos.