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Rodrigo Chaves: peón de Washington en la Guerra contra China

Mauricio Ramírez Núñez

Mauricio Ramírez Núñez.

Académico

La diplomacia costarricense siempre ha sido reconocida por su independencia, su pragmatismo y su capacidad de diálogo con todas las potencias del mundo. En 1972 establecimos relaciones con la Unión Soviética, en plena Guerra Fría, al mismo tiempo que seguimos teniendo excelentes relaciones con los Estados Unidos, siendo los primeros en Centroamérica en hacerlo, y eso no nos hizo comunistas como muchos decían, ni nos cerró las oportunidades con la potencia capitalista del norte. Sin embargo, bajo la administración de Rodrigo Chaves nuestra historia diplomática no importa, y por ello, esa tradición de soberanía y respeto internacional parece estar cediendo ante los intereses de Estados Unidos.

Las recientes declaraciones de Mauricio Claver-Carone, actual enviado especial del Departamento de Estado, dejan en claro el rol que el mandatario costarricense ha decidido asumir: el de un peón en la estrategia de Washington para frenar la influencia china en la región. Como si todavía viviésemos en Guerra Fría. Claver-Carone, un operador de la línea dura republicana, no escatimó elogios al calificar a su peón favorito en Centroamérica como un “gran aliado” de EE.UU. en la contención de China. Esta afirmación confirma lo que ya era evidente: el presidente costarricense ha alineado la política exterior del país con los intereses de Washington, sin considerar las consecuencias económicas, comerciales y diplomáticas que ello implica.

El servilismo de Chaves quedó en evidencia en agosto de 2023, cuando su gobierno emitió un reglamento que excluye a empresas chinas, como Huawei, del desarrollo de la tecnología 5G en Costa Rica, utilizando como pretexto el Convenio sobre la Ciberdelincuencia de Budapest. Esta decisión, que la misma diputada Johanna Obando ha denunciado públicamente, y que le ha costado amenazas, como bien lo ha dicho, lejos de responder a criterios técnicos o de seguridad, es un acto deliberado de alineamiento geopolítico con la estrategia de EE.UU., que busca excluir a China de sectores estratégicos en América Latina. ¿Qué vela tiene un país como Costa Rica en ese conflicto? Es un absurdo de proporciones históricas.

La medida fue un mensaje claro a Beijing, con quien Costa Rica mantiene una relación comercial estratégica desde el establecimiento de sus relaciones diplomáticas en 2007 y la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) en 2011. Tanto así, que el gigante asiático es nuestro segundo socio comercial. Desde entonces, La República Popular China se ha consolidado como uno de los principales socios del país, con inversiones clave en infraestructura, comercio y cooperación tecnológica, aportando positivamente al desarrollo nacional sin imponer condiciones. Algo que dicho sea de paso, sí hacen los Estados Unidos y para nadie es un secreto. Sin embargo, para Chaves, esta relación parece ser menos importante que su afán por congraciarse con Washington. ¿A qué le teme el señor Chaves, que tiene tanto afán en obedecer sin chistar, pasando por encima a los propios intereses de Costa Rica? ¿Será que no ha entendido que la Guerra Fría se acabó hace 34 años y el mundo cambió?

Costa Rica ha construido su reputación internacional sobre la base de una política exterior equilibrada, basada en el respeto al multilateralismo y la cooperación con distintos actores, independientemente de su ideología. Ser un “gran aliado” de EE.UU. no es el problema; el problema es ser un aliado sin autonomía ni criterio propio. La estrategia de Chaves de enfrentarse a China no responde a los intereses de Costa Rica, sino a las presiones de Washington, que ve en América Latina un campo de batalla geopolítico.

Este alineamiento ciego no solo pone en riesgo las relaciones comerciales y diplomáticas con China en un momento histórico clave, sino que también socava la credibilidad internacional de Costa Rica como un país que históricamente ha actuado con independencia y neutralidad en disputas ajenas. La política exterior no puede ser dictada por agendas extranjeras, sino por el bienestar y el desarrollo del país como prioridad por encima de otro tipo de consideraciones. Rodrigo Chaves, como buen aprendiz de algunos políticos añejos occidentales, en su afán de buscar protagonismo internacional, ha decidido subordinar a Costa Rica a los intereses de EE.UU. en su conflicto con China. La pregunta es: ¿cuál será el costo que tendremos que pagar por semejante acto de sumisión y torpeza geopolítica?

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