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Etiqueta: angustia

Fascismo, una definición

Por Frédéric Lordon, abril de 2025*

Ascenso de la extrema derecha

Debería empezar a estar bastante claro, cuando las milicias desfilan por París al grito de “París es nazi” y apuñalan a militantes de izquierda, que hacia lo que nos dirigimos es el fascismo. Está claro y, al mismo tiempo, todavía no está tan claro. La alusión histórica directa durante el episodio en cuestión no está sujeta a muchas interpretaciones. El drama es que hagan falta manifestaciones tan claramente reconocibles para que los comentaristas acepten hablar de “fascismo”. Probablemente harán falta esvásticas en el frontón de los edificios públicos para que La Nuance admita el peligro de una deriva fascista (por el momento, hemos de contentarnos con “iliberal”, y eso solo los días de gran embriaguez política). Es cierto que, ochenta años después, algunos siguen negando, frente a la colaboración y las redadas, que existiera nada parecido al fascismo francés.

Lamentablemente, esa evitación no se limita a la prensa burguesa. Por razones basadas en supuestas exigencias de rigor histórico y motivaciones políticas menos confesables, muchos sectores de la izquierda crítica no quieren decir simplemente “fascismo”; porque el “pánico fascista” es mal consejero, da lugar a estampidas electorales y a frentes republicanos improvisados, en definitiva, a masas errabundas.

Eso por lo que respecta a las motivaciones políticas. En cuanto a las exigencias de rigor, se esconden detrás de Poulantzas, Marx o Gramsci.

Y se dice “Estado autoritario”, “bonapartismo” o “cesarismo”. Pero en ningún caso “fascismo”.

Sin embargo, salimos del “bonapartismo” o “cesarismo” cuando el Estado autoritario se vincula al elemento racista más allá de cierto umbral. Porque “vinculado” lo está casi constitutivamente, en tanto Estado del capital y, por consiguiente, Estado racial (1), desde las depredaciones de la acumulación primitiva hasta el tratamiento contemporáneo de los pueblos surgidos de la colonización o la esclavitud. Sin embargo, hay trasposiciones de umbral que marcan diferencias cualitativas, como cuando el racismo sistémico de Estado comienza a manifestarse en la modalidad sistemática de la deportación.

La modalidad es ahora explícita en los Estados Unidos de Trump, pero no tardará en serlo en la Francia de Le Pen-Retailleau. En ambos casos, la alianza del chárter y la motosierra tiene mucho futuro por delante; secundariamente, veremos cuánto tiempo más finge el Partido Socialista francés no darse cuenta de nada.

Ni siquiera está claro que esta evolución, por indiscutible que sea, baste para vencer las reticencias mientras toda la parafernalia fascista – uniformes, brazaletes y oriflamas– no vuelva a verse en las calles (aunque ya comienza a verse…). Es cierto que la fijación en los signos exteriores catalogados por la historia y bien identificados sigue siendo el principal obstáculo para reconocer lo mismo cuando se presenta bajo otro aspecto. Aunque no previó la variante “inmobiliaria” del trumpismo, Orwell advirtió del peligro de las reapariciones irreconocibles: el fascismo de “bombín y paraguas plegado” –o con una gorra roja “MAGA”–. Eso era lo esencial y, como no se le escuchó, el fascismo se quedó en su condición de hápax, inadecuado para pensar la política contemporánea. Solo hay un remedio para esa fijación en imágenes (particulares): el concepto, que es general y por lo tanto susceptible de aplicarse a diferentes configuraciones históricas, incluidas aquellas que aún no conocemos. Mientras no se proponga una definición, el fascismo seguirá siendo una alusión histórica imposible de trasponer. Es verdad que una definición no indica ni las causas ni las salidas de emergencia. Pero nos interesa definir adecuadamente para identificar las unas y las otras. Por otro lado, hasta una simple definición tiene consecuencias.

Este es generalmente el momento en que se menciona a Umberto Eco y sus “14 señales para identificar el fascismo” (2). Esa es la dirección que debemos seguir. Pero no con catorce criterios. Catorce criterios no alumbran un concepto o definición: hacen una descripción. E incluso una calcomanía de la primera coyuntura histórica, que precisamente nunca se reproducirá de manera idéntica y, por tanto, no sirve para reflexionar sobre actualizaciones originales.

Una definición: algo nada fácil. Lo primero es intentarlo. He aquí un intento: por fascismo debemos entender la combinación de tres elementos.

1) Un Estado autoritario. Un Estado, por un lado, embarcado en la uniformización institucional de todos los sectores de la producción de ideas: educación, investigación, cultura, medios de comunicación –la purga antiwoke de las instituciones públicas estadounidenses está sin duda destinada a convertirse en un modelo del género–. Un Estado, por el otro, reforzado en su aparato represor, una policía-justicia alineada ideológicamente, sin duda también armada, utilizable con fines policiales; aparato formal con extensiones informales: grupúsculos satélites y milicias callejeras espoleadas por milicias digitales en una voladura de todas las reglas de la violencia política. Entre las “señales” (y no los elementos de definición) estarán sin duda los asesinatos políticos. Por desgracia, podemos pronosticar que están a la vuelta de la esquina. En cualquier caso, con el fascismo la única regla en lo que a violencia política se refiere es que hay que esperar cualquier cosa.

2) Una instrumentalización sistemática de las angustias identificativas y las pasiones últimas, esto es, llevar a una mayoría de dominados, objetivamente maltratados por el orden socioeconómico y simbólicamente degradados, a recomponerse volviéndose, no contra los dominantes, sino contra aquellos más dominados que ellos, más exactamente contra algún segmento de la sociedad presentado como infame y construido simbólicamente para ese fin excretor.

3) Una doctrina civilizacional-jerárquica de horizontes apocalípticos, repletos de amenazas “existenciales”. ¿Queremos signos del resurgir fascista? La proliferación de la palabra “existencial” es una de las señales por excelencia. Es el concentrado paranoico del fascismo. Y la clave de su autorización de la violencia: porque si hay una “amenaza existencial”, entonces es cuestión de “vida o muerte”, y en esas condiciones de “peligro vital” todo está permitido. Disparar con ametralladoras sobre lanchas de migrantes estará permitido, ya que el “Gran Reemplazo” supone nuestra aniquilación. El genocidio de los gazatíes y la limpieza étnica de los supervivientes está permitido, ya que la propia Palestina es una “amenaza existencial” para Israel. Como lo será Rusia para nosotros si hay que plantearse una guerra exterior para que la gente se olvide de los problemas internos.

Entre el concepto y la realidad: ¿dónde estamos? Todo se está poniendo en práctica. La burguesía del poder, política y también mediática, ha elegido el racismo antiárabe como su nuevo valor directriz; del caso Benlazar a los destinos comparados de Bétharram y el instituto Averroès (3), la actualidad reciente sigue confirmando lo que la ha precedido. Todas las derechas se están fusionando en un bloque ideológicamente homogéneo de extrema derecha, incluido el macronismo, obviamente, que tan bien habrá preparado el terreno durante ocho años. Los medios de comunicación dominantes ahora tienen una sola agenda: hacer de muro de contención. Pero frente a la izquierda. Francia Insumisa es antisemita, Reagrupamiento Nacional es republicano. En Estados Unidos todo lo que está a la izquierda de Trump es “comunista”. El presidente bis hace un saludo fascista, los editorialistas creen ver una efusión un tanto torpe. Incluso cuando la imagen histórica está ante nuestros ojos, sigue siendo posible no verla.

De hecho, una emisora pública francesa examina el potencial de una Riviera de Gaza. El proceso sigue su trayectoria nominal.

(1) Según la tesis de David Goldberg, retomada y desarrollada por Houria Bouteldja. Véase David Theo Golberg, The Racial State, Wiley-Blackwell, Boston, 2001; y Houria Bouteldja, Patanes y bárbaros. La apuesta del nosotros, Akal, Madrid, 2023.
(2) Umberto Eco, Contra el fascismo, Lumen, Madrid, 2018.
(3) NdlR: El humorista Merwane Benlazar fue duramente atacado por su apariencia, considerada salafista, en el polémico programa de televisión “C à vous”, y tras la divulgación de antiguos comentarios en X. Más de 170 antiguos alumnos del colegio Notre-Dame de Bétharram, un prestigioso internado católico en Bearne, cerca de Pau, han denunciado violencia física, agresiones sexuales y violaciones cometidas en el centro. Las denuncias abarcan varias décadas de violencia contra los menores, sin embargo, hasta ahora había sido una institución intocable y de gran reputación, muchos de cuyos alumnos procedían de buenas familias del sur de Francia. En Lille, el liceo Averroès, el mayor instituto musulmán de Francia, dejó de recibir dinero público tras la decisión del exprefecto Georges-François Leclerc, quien acusaba al centro de “atentar contra los valores de la República”. Esta decisión está recurrida en los tribunales y el inicio del juicio está previsto para este abril. El magistrado instructor del tribunal administrativo de Lille ha solicitado la anulación de la decisión del exprefecto y el restablecimiento del contrato con el Estado francés.

Frédéric Lordon
Filósofo y economista, autor de Figures du communisme, La Fabrique, 2021, París.

Fuente: Le Monde Diplomatique, edición digital en español de abril de 2025
https://mondiplo.com/fascismo-una-definicion