Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)
Hace mucho la racionalidad neoliberal nos quitó la capacidad de soñar y el sentido de la colectividad. Nos fragmentó y nos fatigó hasta el extremo. Nos hizo creer en el acto sacrificial para alcanzar el éxito. Entonces se inventó palabras que borraran para siempre la subjetividad, tales como emprendedor o colaborador.
Preguntarse el porqué del éxito de un esfuerzo grupal que no es el fútbol en un país como Costa Rica, implica hacer referencia al valor del arte y la cultura sobre esa racionalidad rampante, ajusticiadora y aniquiladora de esperanzas.
La Banda Municipal de Zarcero (BMZ) se presentó este 1 de enero en el Desfile de las Rosas en Pasadena, California, siendo su segunda presentación en el evento. Fue la única banda representativa de un país de América Latina en esta edición. Para mi gusto ha sido la mejor representación colectiva mediática costarricense en décadas, incluso más allá de la coyuntural gesta futbolística en Brasil 2014. Este performance ha generado una manifestación generalizada de alegría y reconocimiento que hace mucho tiempo no observaba en Costa Rica. Una sociedad que necesita tanto estos hechos para subir su autoestima, debe ser intervenida en su crisis, la crisis que el capitalismo salvaje neoliberal le ha impuesto.
Al ser la única representación musical latinoamericana en esta edición, la banda incluyó en su repertorio una muestra amplia de ritmos y géneros de la región. De allí que sonaran piezas como Rebelión, del músico colombiano Joe Arroyo, acerca de la historia de la esclavitud en nuestros contextos, un flagelo que Costa Rica recién dejó en la época post independencia. O la tan recordada “Violencia”, que acaso refiere a un país como el nuestro, que acaba de cerrar un año récord en homicidios y muertes de mujeres a manos de sus compañeros y conocidos.
Formada por jóvenes provenientes de muchos lugares del país, constituye uno de los proyectos culturales y artísticos más importantes en momentos que el apoyo al arte y la cultura pende del carácter, la emoción y el gusto del gobierno de turno. Estamos claros que la exposición mediática ha sido el impulsador para que mucha gente conozca el desarrollo de este proceso que ya lleva años de funcionamiento. Pero por encima de las cámaras y reflectores, se debe hacer referencia a una práctica que tiene en el arte su principal material sensible.
A un costado del emblemático Parque Central de la localidad, se erige un modesto edificio que alberga a la banda. De allí surge la organización, el empeño y las ganas de hacer arte y cultura en medio de un contexto en el que las autoridades gubernamentales y sus aliados empresariales han restado méritos, apoyo y valor a estas expresiones humanas.
Explicarse porqué tantas manifestaciones de orgullo y alegría por una presentación artística que, además, le mostró al mundo el valor de la cultura originaria Boruca a través de sus trajes y máscaras, tiene que ver en su respuesta con la recuperación de ese ADN soñador y colectivo que nos quitó la racionalidad neoliberal y su proyecto cultural orientado al individualismo y el sacrificio humano como principal motivo económico.
La representación de los pueblos originarios debería ser útil también para evidenciar en lo doméstico, los deberes de un Estado omiso con sus condiciones de vida, el derecho consuetudinario a los territorios que por historia les pertenecen y el respeto a su autonomía y autodeterminación. Si esto no puede ser garantizado, seguiremos siendo una sociedad incompleta, excluyente y desigual.
Durante muchas décadas, el fútbol-mercancía se ha apropiado del sentido de identidad del proyecto costarricense como sociedad. El fútbol-mercancía ha puesto en funcionamiento dispositivos de unión, símbolos de identidad de una nación que pronto empezó a desdibujarse.
El valor del arte y la cultura enmarcados en experiencias como las de la Banda Municipal de Zarcero, bien podría medirse de acuerdo con su importancia para devolverle a la sociedad un poco del ADN primario que la razón instrumental economicista le ha sustraído. Representa una forma de resistencia con la que empezamos a transitar este lento 2024.
Que cada quien se coloque una banda con música, arte y resistencia en su pecho y transite con luz este camino que recién empieza.
Las mujeres ngäbes han sido clave en la conservación de su patrimonio cultural. Ellas son las que generalmente se encargan de la elaboración de los vestidos tradicionales y de otras artesanías.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez, UCR.
El resguardo de su patrimonio cultural es uno de los principales valores de la etnia ngäbe, junto con su incidencia política para lograr mejores condiciones de vida.
El pueblo indígena ngäbe destaca por su colorido arte, que incluye objetos como las chaquiras, las chácaras, los mastates (corteza de árbol que se trata hasta hacer una especie de tela sobre la cual se pintan diferentes figuras) y los sombreros. También resaltan los vestidos tradicionales que confeccionan las mujeres para su uso diario, los cuales son conocidos popularmente como naguas.
Estos últimos son una de las expresiones culturales más destacadas de la identidad y del patrimonio ngäbe. Los vestidos tradicionales son elaborados con telas lisas, a las cuales las mujeres les colocan coloridas aplicaciones geométricas triangulares o lineales.
Según expresa la diseñadora ngäbe Raquel Palacios Ruiz, la mayoría de estas figuras geométricas o lineales de los vestidos tradicionales están inspiradas en elementos de la naturaleza y específicamente simulan los colores de las serpientes.
Los diseños varían según el gusto de las mujeres, aunque aún se mantienen aspectos del concepto de vestido tradicional, tales como el tipo de corte amplio y el cuello de las prendas.
Estas prácticas culturales (la elaboración de los vestidos, chácaras, pulseras y collares) se transmiten de una generación a otra, gracias al aporte y el trabajo de las mujeres. Por su parte, los hombres de la etnia se encargan de preservar otras costumbres, como la elaboración de los sombreros, de enseñar la religión y de educar sobre la medicina tradicional.
Actualmente, estas tradiciones no solo les permiten a las personas ngäbe visibilizar y fortalecer su cultura, sino también tener la oportunidad de vender algunos productos artesanales y así aportar con su trabajo a la economía familiar y comunal.
En este último punto, el Dr. Pablo Ortiz Rosés, médico que ha trabajado durante más de 35 años con la comunidad de La Casona, resalta que el concepto que tenemos las personas no indígenas sobre las artesanías ngäbe es equívoco, ya que en realidad se constituyen como objetos de suma importancia para el quehacer y el estilo de vida de esta etnia.
“Estos objetos, por ejemplo, las chácaras, son usadas por los ngäbes para tener a sus bebés, las usan como cunas o para cargar objetos pesados como la leña. Los mastates son una forma de expresión. En fin, para nosotros son una artesanía, pero para ellos son parte de su forma de vida, les son de utilidad para su diario vivir”, afirma Ortiz.
Ahora, los ngäbes “han optado por vender una parte de lo que elaboran, primero porque tienen muchas habilidades para hacerlos y porque alguna gente se los pide, pero sobre todo para poder generar dinero para comer y sobrevivir”, porque este pueblo indígena “no tiene incorporado en su cosmovisión el concepto de comercio, tal y como nosotros los no indígenas lo entendemos”, agrega.
Creatividad y complejidad técnica
Cada uno de los diseños de los vestidos, las chácaras, los sombreros y las chaquiras ngäbes son irrepetibles y únicos, ya que su conceptualización nunca fue plasmada en un molde o en papel.
Cada persona artesana imagina las figuras en su mente y las realiza directo en el material de soporte durante el proceso de elaboración.
Esto hace que el aprendizaje del arte ngäbe sea complejo, ya que se da por medio de los mecanismos de tradición oral y de observación. De esta manera, las personas más jóvenes aprenden a elaborar estos artículos de uso diario, viendo y practicando junto a sus progenitores y familiares más cercanos.
Por esta razón, el valor y riqueza cultural del arte ngäbe es incalculable, ya que se trata de piezas exclusivas y únicas, a las cuales se les suma el hecho de estar inspiradas en una cosmovisión de cuidado, amor y respeto hacia la tierra y la naturaleza.
La M. Sc. Ana Patricia Rojas Hernández, arqueóloga de la Sede del Sur de la UCR y reconocida por su trayectoria en el resguardo del patrimonio cultural de diferentes comunidades indígenas, explicó que la comunidad ngäbe se caracteriza por elaborar artesanías, en las cuales los trazos de las figuras geométricas se realizan con alto grado de pericia y complejidad.
“Tanto los vestidos como los bolsos, los collares y las pulseras ngäbe son siempre de colores muy vistosos y sus combinaciones son muy hermosas. Los motivos geométricos, triangulares y lineales son elementos que también se encuentran en la cerámica precolombina y que precisamente responden a su cosmovisión sobre la naturaleza, en donde la figura de la serpiente tiene un rol fundamental”, explica Rojas.
En cuanto a la forma de conceptualizar y ejecutar la técnica, la arqueóloga comenta que sin duda tiene un alto grado de complejidad, ya que los artesanos piensan el diseño y lo van haciendo sobre la marcha, por lo que la forma de preservar la tradición es precisamente interactuando y viendo cómo se hacen los productos.
Rojas señaló que el rol de la UCR ha sido fundamental para reconocer y contribuir a preservar el legado cultural de la etnia ngäbe, más aún en cuanto a la generación de espacios de intercambio y de aprendizaje, en los cuales se promueve la importancia de la diversidad y el rescate de la riqueza cultural e histórica de las comunidades indígenas.
El arte ngäbe se transmite de una generación a otra, por medio de mecanismos de tradición oral y de observación.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez, UCR.
Esta labor de dicha institución se realiza por medio de varios proyectos de docencia, acción social y de investigación de las diferentes sedes universitarias y unidades académicas, entre las que destacan la Escuela de Antropología, la Vicerrectoría de Acción Social, la Facultad de Odontología, la Escuela de Salud Pública y la Sede del Sur.
En el caso del patrimonio cultural ngäbe, la Sede del Sur, por medio del proyecto Golfito Cultura y Más, ha impulsado diferentes espacios educativos y de interacción en las comunidades indígenas, mediante los cuales se incentiva el aprendizaje sobre este acervo cultural en las personas más jóvenes.
“Para la UCR ha sido muy importante impulsar junto con las comunidades ngäbes diferentes procesos de interacción intergeneracional, en donde los adultos enseñen a los niños, así como facilitar espacios de encuentro y de intercambio para empoderar a las comunidades en el reconocimiento de su valor identitario y de su patrimonio cultural, con el fin de que esa riqueza y diversidad cultural no se pierda”, sostiene Rojas.
Para la investigadora, además de su llamativo arte, los ngäbes constituyen una de las comunidades indígenas de Costa Rica que ha logrado conservar gran parte de su cosmovisión a pesar de los procesos de penetración cultural.
“Ellos han mantenido, en la medida de lo posible, su cultura, a pesar de que actualmente existen procesos de aculturación muy fuertes. Es muy propio de ellos haber conservado su forma de pensamiento y de entender el mundo, por ejemplo, sus creencias, sus formas de vestir, sus formas de contar, su lengua, su gastronomía y principalmente el hecho de sentirse parte de un sistema más grande que lo es todo: la naturaleza”, amplía.
Ortiz opina que uno de los retos más grandes, en materia de resguardo del patrimonio cultural ngäbe, es lograr articular esfuerzos para que exista una política nacional que guíe las labores de la institucionalidad en este tema, con un enfoque de diálogo, de escucha y de aprendizaje mutuo.
“Hemos intentado ayudar a las comunidades ngäbe desde diferentes instituciones como la academia, la Caja Costarricense de Seguro Social y las organizaciones sociales, pero desde nuestra propia concepción de éxito y de progreso. Esto se refleja en múltiples proyectos y acciones que se han tratado de implementar con muy buenas intenciones, pero sin conocimiento y respeto de la cosmovisión de los ngäbes”, advierte.
En su criterio, “aún no hemos logrado entender que, si queremos ayudar, debemos hacerlo desde la escucha activa, el diálogo y el aprendizaje mutuo, en un modelo donde estas comunidades más bien nos enseñen cómo es que, desde su forma de entender el mundo, ellos han logrado solucionar sus principales necesidades de sobrevivencia. Y ahí, desde ese punto de partida, ver cómo nosotros podemos aportar”, manifiesta el profesional.
Empoderamiento comunal
El amor y respeto por la naturaleza forman parte de los valores más destacados de la cosmovisión ngäbe, así como el empoderamiento de las mujeres para mejorar las condiciones de vida de sus comunidades.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez, UCR.
El resguardo de su patrimonio cultural es uno de los principales valores de la etnia ngäbe, aunque no es su única fortaleza. También han surgido y se han fortalecido otras características, tales como el liderazgo político de sus mujeres y el empoderamiento comunal para la búsqueda de mejores condiciones de vida.
Así describe la situación actual de este pueblo originario la Dra. Carolina Quesada Cordero, antropóloga de la UCR, quien ha estudiado a la comunidad ngäbe de Abrojo Montezuma, a través de diferentes proyectos de acción social y de investigación.
Desde su perspectiva, las mujeres y hombres de este pueblo no solo se han preocupado por resguardar sus tradiciones y costumbres, sino que también se han interesado en ocupar espacios de incidencia política que les permitan mejorar el acceso a la salud, la educación, al agua, en fin, a mejorar sus condiciones de vida.
“Es importante destacar que el hecho de que sean tan cuidadosos en mantener vivas sus tradiciones y costumbres no quiere decir que no estén deseosos de avanzar para tener mejores condiciones para su comunidad”, destaca Quesada.
Actualmente, el acceso a la salud y al agua, el mal estado de las calles, así como las pocas oportunidades laborales y de subsistencia son parte de los desafíos estructurales que enfrenta la población ngäbe. Estos últimos aspectos son los principales motivos por los cuales una parte de ellos se moviliza para trabajar temporalmente en la siembra y recolección de café.
Gracias al empoderamiento e incidencia política, principalmente de las mujeres, el pueblo ngäbe se ha ido organizando en asociaciones y otros grupos comunales. Esta situación ha impactado de forma positiva no solo el tema del resguardo de las tradiciones y costumbres, sino también el proceso hacia la construcción de una mejor calidad de vida.
“Algo muy importante es que quienes mantienen las artesanías como tradición en estas comunidades indígenas son las mujeres. Esta es una labor que está fuertemente asociada a ellas y su rol en el resguardo de la tradición es muy importante, porque son ellas las que conservan estas prácticas de generación en generación”, comenta Quesada.
Sin embargo, a muchas de estas mujeres también les ha tocado convertirse en jefas de hogar y en ese contexto han ido ocupando otros espacios de toma de decisiones que antes eran ocupados por hombres. En el caso de Abrojo Montezuma, por ejemplo, ellas lideran la asociación para la producción del cacao y se han involucrado en la práctica de deportes como el fútbol.
Además, aunque se mantienen algunas concepciones sobre lo que no debería cambiar en cuanto a las tradiciones y costumbres ngäbes, también hay consenso en la comunidad sobre cuáles son sus principales luchas y deseos de superación.
“El acceso a la tierra es muy importante para la comunidad ngäbe. También se ha ido avanzando en materia de recibir educación, muchas de las que terminan su formación más allá de la etapa del colegio son las mujeres; otro asunto importantísimo para ellos es la idea de conservar el idioma, de recuperar el conocimiento sobre algunas plantas medicinales y de sentir apego por la estructura familiar, por los ancestros, por saber de dónde vienen y cuál es su rol en cada una de las familias”, manifiesta la experta.
Por último, describe a esta comunidad indígena como una población con una cultura viva y en transformación, que mantiene su amor por la naturaleza y sus tradiciones, que aspira a mejorar su acceso a la salud, a la educación y a la infraestructura y, sobre todo, a que se les reconozca y se respete su cosmovisión.
Los indígenas ngäbes La comunidad indígena ngäbe forma parte de los ochos pueblos originarios de Costa Rica. Esta etnia habita la provincia de Puntarenas en los cantones de Coto Brus, Corredores, Golfito y Puerto Jiménez, así como en Sixaola, en las cercanías de la frontera con Panamá, y en la zona de Los Santos. Su lengua materna es el ngäbere. Según el Atlas de los pueblos indígenas de Costa Rica, esta comunidad cuenta con alrededor de 3 600 habitantes, quienes habitan los siguientes lugares: Territorio Indígena Abrojo Montezuma; Territorio Indígena Alto Laguna, Territorio Indígena Conte Burica; Territorio Indígena La Casona y el Territorio Indígena Altos de San Antonio. Su economía se basa en la agricultura y cultivo del cacao, frijol, maíz y plátano, así como en la cría de cerdos y de aves de corral, la caza, la pesca y la elaboración de productos artesanales. Algunas personas de esta comunidad también se dedican a trabajar en fincas cercanas y otras participan temporalmente de las cogidas de café en Coto Brus y la zona de Los Santos. La Escuela de Antropología muestra en una exposición virtual todos los detalles sobre los vestidos y artesanías ngäbes. Puede ingresar por medio de la página oficial de Facebook Antropología UCR.
Tatiana Carmona Rizo Periodista, Oficina de Comunicación Institucional, UCR
Labrar un jícaro o calabazo (Crescentia cujete), es parte de las artesanías que realizan algunas familias en Rey Curré.
Se usan para elaborar dibujos alusivos al contexto natural indígena.
Por muchos años en Curré se conservaron las tinajas de barro que usaban para traer el agua del río Grande de Térraba.
Con la desaparición de estos utensilios se empezaron a usar los calabazos. Eran grandes en forma ovalada que vino a sustituir a las tinajas. Lo hacían sin decorar, si acaso alcanzaban a ponerle alguna inicial para distinguir quién era su dueño.
Los calabazos antiguos eran sencillos, no se les quitada la superficie ni se les elaboraba ningún dibujo.
Las primeras artesanas solo le hacían un hueco pequeño en la parte superior del calabazo y luego le sacaba las tripas del mismo, usando piedras pequeñas que están entre la arena del río.
Ellas eran curiosas, escogían la tarde o la mañana para ir a lavar con mucha paciencia estos calabazos y cuando estaban seguras de que no tenían ningún resto de tripas en sus adentros, regresaban con sus calabazos llenos de agua a su ranchitos y lo guardaban por tres días, enjuagándolos a diario para luego ser usado como utensilio de cocina.
Los calabazos daban al agua frescura y lo mantenía en buen estado hasta por tres días. Al hueco que le hacían en la parte superior del calabazo le adaptaban un pedazo de madera en forma de tapón, en especial de balso el cual también debe cumplir un proceso de limpieza o purificación.
En la actualidad, se elabora un tipo de artesanía en jícara que asemeja a los calabazos antiguos pero ya no cumplen una función utilitaria en la cocina, se hacen para venderse en el mercado local y nacional.
Estos están decorados con figuras que están aún frescas en las memorias de estos nuevos artesanos tales como animales, plantas y figuras humanas que representan al contexto indígena de los antepasados, decorando los bordes con líneas espiraladas y grecas muy similares a las que aparecen en los petroglifos precolombinos.
Estos pequeños calabazos que hacen en la actualidad los artesanos de Curré tienen una belleza estética admirable y en la mayoría de casos le agregan una especie de canasta hecha de bejuco de capulín que extraen de la corteza de este árbol.
Esta canasta que ellos llaman “enrejado” le permite al comprador un fácil manejo del pequeño calabazo.
Para extraer esta corteza de capulín, se debe tomar en cuenta la menguante y se necesita de ciertos conocimientos adicionales para alcanzar una mejor calidad de los bejucos.
Luego de este proceso que dura hasta tres días en remojo, se debe hacer trenzas, para los cuales son las mujeres las especialistas, aunque se sabe de algunos varones que lo saben hacer muy bien.
Esta nota se elaboró con el apoyo de Alejandro Murillo V.
Las mujeres han estado levantando sus faldas durante siglos para protegerse del mal. La palabra Anasyrma significa ‘levantar la falda’, Anasyrma o en plural: Anasyrmata (palabra de origen griego). Anasyrma es un acto simbólico que se encuentra en mitologías de varias culturas del antiguo Egipto, Grecia, Persia, Irlanda, África, Indonesia y Japón. Se dice que el gesto de las mujeres de exponer colectivamente sus genitales tiene el poder de avergonzar y derrotar a un ejército enemigo. Se cuenta que cuando Perséfone fue secuestrada al inframundo por Hades, su madre Deméter cayó en una aflicción tan profunda que la vida en la tierra comenzó a marchitarse y morir. No fue hasta que Baubo levantó su falda y la sorprendió hasta hacerla reír que la vitalidad y la fertilidad se restauraron en la tierra. La risa siendo el elemento clave en la curación y resurrección de la vida. El acto de revelar públicamente el núcleo oculto de la feminidad inicia un proceso de cambio que opera a escala mundial, así como a nivel individual.
En Anasyrma: video encuentros de mujeres escritoras, creativas, generosas y en expansión, nos encontramos para levantar nuestras faldas en colectivo, espantar al patriarcado, al sistema que nos oprime y generar nuevas vías de comunicación, de fraternidad, de apoyo.Es un llamado a construir redes de trabajo mancomunado, es un llamado a expresarnos y visibilizarnos en un sistema que busca la desinformación y desconexión. Es un llamado a mantenernos unidas e informadas de los avances de cada una y sentirlo muy cerca para inspirarnos y seguir adelante. No estamos solas, nos tenemos y caminamos juntas.
En este contexto, Anasyrma: Video encuentros de Mujeres Iberoamericanas, visibiliza a mujeres que además de crear obras literarias, también son artistas, educadoras, gestoras y difusoras culturales, activistas por los derechos de la mujer, entre otras actividades. Cada cuatro meses se realizan tres sesiones. Los tres primeros fueron en agosto. En diciembre hay tres más y así sucesivamente. Ya está programado abril 2024. En cada videoencuentro podrán ver y escuchar a diferentes mujeres de iberoamérica. Ellas tienen su momento de protagonismo donde nos explican sus labores y reflexiones, sus desafíos y experiencias. Todo siendo muy inspirador y emocionante. Están cordialmente invitadxs a verlas en el canal YouTube de LP5 Editora.
La Universidad Nacional (UNA), cree en la importancia de la cultura, el arte y la recreación para la formación integral de los estudiantes. Es por eso que se invita a todas las personas a la segunda muestra de Talleres Culturales, un evento que se llevará a cabo el 18 de octubre en el Auditorio Cora Ferro, ubicado en el Campus El Higuerón en Heredia.
Los talleres ofrecen una oportunidad única para descubrir y desarrollar el talento estudiantil en una amplia gama de disciplinas culturales. Ya sea que su pasión sea el canto, el baile, la música, el arte o el deporte, encontrará un espacio donde sus habilidades brillarán y sus horizontes se expandirán.
La comunidad universitaria de la UNA, compuesta por estudiantes, funcionarios y miembros de la comunidad, se unirá para compartir sus conocimientos y experiencias adquiridas en los distintos talleres. Es una oportunidad excepcional para conectarse con personas apasionadas y aprender de sus experiencias.
Detalles del evento:
Fecha: 18 de octubre de 2023
Lugar: Auditorio Cora Ferro, Campus El Higuerón, Heredia
Hora: A partir de las 5:00 p.m.
«La cultura y el arte son esenciales para el crecimiento personal y la formación integral de nuestros estudiantes. En la Universidad Nacional de Costa Rica, estamos comprometidos en fomentar el desarrollo de habilidades artísticas y culturales que enriquezcan sus vidas», declaró Dary Moya Chavarría, encargada de los talleres culturales.
La segunda muestra de Talleres Culturales de la UNA promete ser un evento emocionante, enriquecedor y lleno de energía creativa. ¡No te lo pierdas! Te esperamos en la Universidad Nacional de Costa Rica para vivir una jornada inolvidable.
Para obtener más información y detalles sobre la segunda muestra de Talleres Culturales, visita las redes sociales de Facebook: Talleres Culturales Universidad Nacional y el Instagram: talleresculturales.una
Oficina de Comunicación Universidad Nacional, Costa Rica
En el 2015, el artista Julio Escámez donó su obra a la Universidad Nacional (UNA), el próximo 12 de octubre en el auditorio Cora Ferro ubicado en Heredia, y el 16 de octubre en la Embajada de Chile, se mostrará una selección de sus obras: unas de gran formato, documentos, bocetos, dibujos e insumos del artista en calidad de obras inéditas. La exposición se denomina Tramas de la memoria: el universo creativo de Julio Escámez.
“Estamos trabajando en colaboración con la Universidad de Concepción de Chile para estudiar la obra disgregada del artista, que como sabemos pasa la mitad de su vida en Chile y luego se viene para Costa Rica”, dijo Marta Cardoso, coordinadora del Centro de Gestión de Acervo Artístico de la UNA.
Conoció a Gandhi y a Mao Tse-tung, Pablo Neruda era su amigo. Pero, como buen viajero, igual le daba andar en tren, penetrar la Amazonia, probar un té en Cuzco, o caminar por la gran muralla China. Ese era Julio Escámez Carrasco, pintor, muralista, grabador chileno para quien el mundo se hizo pequeño; recorrerlo fue vital. Estudiar también; prestigiosas escuelas de arte en Italia, Alemania, Austria, y la antigua Unión Soviética, fueron algunos de sus centros de formación.
El golpe militar en su país, en 1973, marcaría su vida, también su obra artística. Desde entonces el mensaje de sus obras sería más humano que nunca. Algunos biógrafos, ubican su abundante producción en la corriente del realismo, con un marcado contenido social. Sus temáticas abordan los conflictos del hombre moderno, como la crisis espiritual generada por los avances tecnológicos. Gran parte de su legado artístico está en Costa Rica, la que sería su casa desde 1973, tras el exilio. A partir de ese año, la UNA se convirtió en su hogar. La Escuela de Artes Pláticas, hoy, Escuela de Arte y Comunicación Visual, le vio ejercer como docente hasta su jubilación y en XXX esta Casa de Enseñanza le entregó el 21 de octubre de 2015 el Doctorado Honoris Causa, el artista falleció el 23 de diciembre de ese mismo año.
La exposición, en el auditorio Cora Ferro se inaugurará el 12 de octubre a las 2 p.m. mientras que en la Embajada de Chile iniciará a las 6 p.m. del 16 de octubre. Ambas estarán abiertas al público hasta el 24 de noviembre.
Encuentro
En el marco de esta exposición, durante el 16 y 17 de octubre, se realizará el evento teórico Arte y patrimonio: coleccionismo, conservación y gestión en el siglo XXI, organizado por la Comisión para la Gestión del coleccionismo, resguardo y conservación del patrimonio artístico de la Universidad Nacional, la Escuela de Arte y Comunicación Visual y el Centro de Investigación, Docencia y Extensión Artística (Cidea-UNA), con sede en el Auditorio Cora Ferro Calabrese de la UNA.
Esta actividad se desarrolla en el marco del 50 aniversario de la Institución, y tiene como objetivo generar un diálogo compartido sobre experiencias, retos y perspectivas de la puesta en valor del acervo artístico en diferentes escenarios públicos y privados, tomando en cuenta las interacciones que este ejercicio potencia entre investigación, estrategias pedagógicas, teoría y praxis creativa e iniciativas de gestión.
Asimismo, se busca colocar en discurso y debate, la repercusión de acciones vinculadas a la preservación del patrimonio artístico y cultural en el ámbito de las problemáticas más apremiantes del debate crítico global, lo cual implica reconocer, legitimar y ampliar la visión sobre el rol transformador de estas áreas del conocimiento en la sociedad actual, así como favorecer la identificación, divulgación e impulso de espacios de acción colaborativa, transferencia de conocimiento, y desarrollo de proyectos interdisciplinarios de potencial innovador, tanto en el contexto nacional como internacional.
Este evento está dirigido a investigadores, curadores, profesores de enseñanza artística, creadores, historiadores, críticos, estudiantes de arte y gestores culturales, así como a especialistas de otros campos disciplinares con interés en temas como coleccionismo público y privado; conservación y restauración de patrimonio; gestión del patrimonio artístico y cultural y proyectos creativos y/o pedagógicos de puesta en valor de acervo artístico/patrimonial.
El proyecto “Música en Acción” lleva alegría, apoyo y reconforta a quienes pasan momentos difíciles en centros hospitalarios; así como un programa de conciertos didácticos para el disfrute de comunidades e instituciones. Foto archivo OCI.
1 de Octubre: Día Internacional de la Música
El trabajo comunal “Música en Acción” lleva alivio en medio del dolor ante la enfermedad o la inminente muerte
Si algo tiene un poder que cabe dentro de lo misterioso es la música. Es capaz de transmitir las emociones, incluso de comprender el dolor o la alegría de quien compuso una melodía. Pero para quienes la oyen, las transportan a momentos de su vida, a lugares, a experiencias vividas e incluso despertar de lo que parecía un tránsito seguro hacia la muerte física.
Su poder es tan vasto, que estudios recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya están recomendando a todos los sistemas hospitalarios del mundo la inclusión del arte, incluyendo la musicoterapia, como parte del proceso de recuperación de los pacientes. El primer estudio presentado en Europa en 2019 comprueba que las artes ayudan a prevenir enfermedades mentales, el deterioro físico y apoya a personas en tratamientos difíciles como la aplicación de quimioterapias, pacientes en estado de coma o fase terminal. Incluso, en ese continente se está aplicando técnicas de musicoterapia en jóvenes refugiados para ayudarlos a superar el dolor de la migración, situaciones traumáticas pasadas y la reinserción social.
Pese a que es una disciplina poco explorada en Costa Rica, la Universidad de Costa Rica mediante su proyecto de Acción Social (VAS) denominado “Música en Acción” (TC-685), ejecutado por la Escuela de Artes Musicales (EAM), es una de las pocas instituciones con iniciativas que se incorporan como parte de los procesos de sanación en hospitales nacionales.
En concreto, la musicoterapia tiene efectos sorprendentes que todavía requieren mayores estudios científicos que determinen cómo la música influye en la recuperación física, en la sanación emocional y en los cambios conductuales que pueden transformar comunidades conflictivas en sitios de armonía colectiva.
Se podría decir que más allá de las hipodérmicas, las pastillas, sueros y respiradores automatizados, la música es un antídoto para el dolor humano e incluso es capaz de mantener la esperanza cuando una persona aun estando en estado de coma muestra signos de vida.
El TC-685 tiene varias líneas de acción, todas ellas sumamente motivantes para su coordinadora, la magister Karla Abarca Molina y el grupo de estudiantes que la acompañan, quienes tienen como objetivo la generación de espacios de apreciación y aprendizaje musical-artístico en poblaciones con situaciones especiales, como la alta vulnerabilización de sus condiciones sociales, hospitalización y diversas discapacidades. Este equipo multidisciplinario liderado por la profesora Abarca tiene como único fin mejorar la calidad de vida de quienes disfrutan del arte en momentos particulares de la vida en los que se requiere del poder de esta herramienta.
Insonorizando el dolor
Cuando el equipo de la profesora Abarca llega a un centro hospitalario recurre a la música para la insonorización de salas, es decir, que mediante la ejecución de obras musicales los ruidos habituales pasan a un segundo plano. “Usamos la música como un distractor cognitivo por unos momentos, con cada nota que nuestros estudiantes están tocando”, agregó.
Asimismo, Abarca explicó que “en coordinación con los médicos tratantes se lleva un rato de alegría a pacientes que incluso estando en condición de coma han despertado mientras se toca una pieza musical, y en otras ocasiones hemos acompañado a la persona hospitalizada y a sus familiares en los últimos instantes de su vida. Sabemos que con la musicoterapia llevamos bienestar emocional y se producen cambios físicos”.
El proyecto de Trabajo Comunal “Música en Acción” tiene varios enfoques, uno de ellos es el programa de conciertos didácticos que llevan a comunidades e instituciones que atienden poblaciones en condición de vulnerabilidad. Foto archivo OCI.
El TC-685 lleva sus notas musicales a los hospitales México, Calderón Guardia, del Trauma y el Centro Nacional del Dolor y Cuidados Paliativos, todas entidades de la Caja Costarricense del Seguro Social. La directora de este último, la Dra. Catalina Saint-Hilaire Arce, relató que “es maravillosa idea tener estudiantes, que se han insertado de manera tan fluida con el centro, y no solo para pacientes sino para el personal, pacientes y compañeros se unen a tocar instrumentos o cantar. A través de la música hemos fortalecido los vínculos con los pacientes, cuidadores y el personal, son un oasis en medio de nuestra consulta tan pesada, y nuestro lema es hacerlo menos difícil”.
Además, la Dra. expresó que “aunque todavía existe mucha resistencia en la misma institución, a nosotros nos gusta innovar, y estos pequeños conciertos generan un efecto tranquilizante, y a la gente se le olvida que viene a un procedimiento o una cita. Si alguien viene a un procedimiento tiene un efecto de relajación y hasta he visto que aumenta su tolerancia al tratamiento, cuando se disfruta de la música en esos momentos hace que el tiempo vuele, aunque nunca lo hemos documentado, pero el cambio se nota y para los funcionarios también es importante”.
Música para el alma
Para Sara González Luna, quien cursa las carreras de licenciatura en Música con énfasis en violín y la de Dirección, la satisfacción de ser parte del equipo de estudiantes que llevaron música la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Calderón Guardia y al Centro Nacional del Dolor y Cuidados Paliativos ha sido más que una tarea adicional para su graduación. Para ella implicó preparación del repertorio a ejecutar como solista o como parte de un ensamble estudiantil; además de ir a diversas comunidades y otros espacios.
“La música sí puede llegar al alma, tocarla, sanarla. Ha sido increíble para mí el amor y la emoción con el que la gente nos recibe. Creo que en mi experiencia musical ha sido de los espacios donde mi música se ha sentido más acogida. Al oír palabras como ‘hiciste que un día muy duro cambiara completamente’, ver las lágrimas de emoción, caras sorprendidas y sonrisas de agradecimiento me las llevo conmigo en el corazón”, remarcó la estudiante González.
Otras acciones
Los antecedentes del TC-685 se remontan a más de una década atrás, y para su propuesta se hizo acopio de las experiencias de otros proyectos de Acción Social de la EAM. Como afirmó la profesora Abarca, se evidencia un crecimiento y diversificación en cuanto a los enfoques y a las poblaciones a las que se llega con las artes musicales.
En la actualidad, este trabajo comunal reúne a estudiantes de las carreras de Odontología, Medicina, Formación Docente, Enseñanza de la Música, Artes Plásticas y Dramáticas. Además de llevar alegría y reposo a hospitales, el TC-685 tiene otras líneas de acción, una de ellas es el programa de conciertos didácticos en los que llegan a comunidades u otras instituciones. “Este proyecto posee relevancia a nivel social-comunitaria, ya que brinda espacios artísticos a través de los cuales poblaciones con características específicas pueden resultar beneficiadas en actividades que son adaptadas a sus intereses y necesidades”, explicó Abarca.
Un salón comunal, una iglesia, una plaza, un auditorio, cualquier sitio es ideal para llevar arte y la definición de la profesora Abarca es que son “conciertos con libertad”, porque además de tener esa línea didáctica donde las personas aprenden de compositores o tendencias musicales, también participa tocando un instrumento, bailando y cantando.
Dado que el trabajo comunal abre puertas e irrumpe positivamente en las vidas. El proyecto no solo ha sido beneficioso para el estudiantado, pues les permite explorar el tema de la educación artística comunitaria; sino que también le permite a la EAM lograr una mayor proyección social llegando a escenarios pocos comunes.
“En este trabajo comunal llevamos música a donde no esperarías que la hubiera. Esto me permitió abrir mi mente respecto a los muchos espacios en los que podría laborar, me dio ideas que nunca hubiese tenido antes de este proyecto. Y más importante aún, me mostró que el escenario es más allá del que yo conocía, se trata de escenarios que me permiten colaborar significativamente con nuestra sociedad y me posicionan como el ser humano valioso que soy”, concluyó la estudiante González.
Eduardo Muñoz-Sequeira Periodista, Vicerrectoría de Acción Social, UCR
Aquí la persona que quiera crear cualquier tipo de arte tiene una historia, un bagaje y una materia prima casi que inagotable, casi que no sería necesario acudir a influencias anglosajones.
Escrito por Martín Rodríguez Espinoza
Trovador que ha recorrido los caminos más alejados de nuestra tierra, por montañas, pueblos y ciudades, con su guitarra al hombro y siempre llevando en su cabeza una nota para alguna canción, casi siempre relacionada a las vivencias de nuestro pueblo, del campo, el obrero, el habitante de una comunidad originaria, el artesano; ese es Oscar Daniel Espinoza Ramos, o simplemente, Oscar Espinoza, un trovador del pueblo.
También es un artista del pueblo, solidario con las causas que sabe justas e importantes. En los años de 2006, 2007, cuando el movimiento social costarricense se debatía entre el sí y el no al TLC, sus canciones, como las de otros trovadores y trovadoras de nuestra tierra se hicieron sentir y se convirtieron en himnos que todavía hoy, resuenan en las mentes y corazones de muchos. Junto a grupos como Factor Humano, Claro Oscuro, PeKueKas, JaKara, Malabares, Amigos Íntimos, Francisco Murillo, Bernardo Quesada, Perrozompopo (Nicaragua), Iván Pitti y Jazz, Rubén Pagura, Manuel Monestel, Esteban Monge, Wilson Arroyo, Bernal Villegas y su Grupo, entre muchos otros artistas, Oscar Espinoza aportó sus letras y su música también.
Se ha presentado en el Festival Internacional de las Artes en los años 2013 y 2014. Ha realizado conciertos en todo el país en Festivales, teatros, universidades, ferias, Cafés, bares, barrios, salones comunales, etc.
Conversamos con él previo a una presentación en el Lobo Mestizzo.
¿Dónde nace Oscar Espinoza?
Soy ateniense. Toda mi familia es de allá, del cantón de Atenas, en Grecia, en la provincia de Alajuela, donde hice toda mi infancia, escuela, juventud, en la Zona de Occidente.
¿Cómo inicia Oscar Espinoza y en qué momento decide que la música es parte de su vida?
La música es parte de mi vida desde toda la vida porque mi familia es de tradición musical. Allí ha habido varios artistas nacionales, miembros de varias bandas de esas que había antes, y todo tipo de grupos, y en mi casa siempre se cantaba, siempre hacíamos grupos con las tías, con las primas, y ensayábamos cancioncillas como una forma de entretenernos.
Ya en el periodo de colegio tuve la oportunidad de participar en una banda filarmónica donde aprendí música, teoría musical. Y participé en esa banda durante los años de colegio, también en rondallas estudiantiles, donde aprendí la guitarra y aprendí bases del canto. Y ahí fue cuando entendí que me gustaba lo que era la escritura de canciones, la composición. Y desde ahí vengo, podemos decir que ya desde 14, 16 años, desde ahí.
¿Cuándo decidiste, voy a escribir mi primera canción? ¿Recuerdas cuál canción fue?
Casi no la recuerdo porque fueron varios ensayos que hice y no los conservo, casi todo fue un periodo que estuve escribiendo cosillas que como que no terminaban de cristalizarse. Luego, empecé a hacer piecitas, de las cuales conservo algunas, y en ese tiempo tuve influencia, bastante influencia, de la música rock argentina.
Yo, como los jóvenes de la época, escuchaba mucho a los Beatles, pero ya en el periodo de universidad, fue cuando empecé a conocer toda la música sudamericana más a fondo, de Violeta Parra, de Víctor Jara, de cantantes argentinos. Entonces fue una mezcla que se refleja mucho cuando inicias en la música, hay bastantes influencias, tanto de Nuestra América, de raíces folclóricas como también de otros géneros, pueblos tal vez más que vienen de los 70’s, en cuanto a la música rock, lo podemos llamar folk rock tal vez. En algún momento me han definido como folk, porque es una amalgama de ritmos y de cosas que tengo, pero que siempre están como en el fondo, que es música muy de raíces, muy folclórica.
La cultura musical costarricense es muy rica y muy diversa. Desde las comunidades indígenas, los afrodescendientes y en todos los rincones del país hay una gran diversidad de músicas que enriquecen, que son la raíz de la cultura costarricense. ¿Cuándo decidís trabajar esta raíz musical costarricense?
Considero que es casi como una vocación o un deber al ser costarricense, por estar en una posición estratégica, todo concluye, todo llega y podemos escuchar de todo. En muchas partes del mundo se han perdido movimientos culturales musicales propios, aquí, con todo y todo, lo tenemos, entonces es una gran ventaja que no debemos desaprovechar, aparte del acervo natural musical que tenemos.
Los costarricenses, los caribeños, en fin los latinoamericanos, estamos en una posición bastante estratégica y bastante idónea para crear. Aquí la persona que quiera crear cualquier tipo de arte tiene un bagaje y una materia prima casi que inagotable, casi que no sería necesario acudir a influencias anglosajones, solo que lo queramos hacer con gusto, porque lo que tenemos aquí, nos basta para una vida entera.
¿Sos, aparte de músico, cantautor, una persona comprometida también con las causas de nuestros pueblos y del pueblo costarricense en general y latinoamericano?
Sí, es correcto. También desde joven, desde esa época, fue como un momento en que todo se vino, tanto la música como el arte, como la parte política social. Me di cuenta de que el arte, siendo yo bastante joven, que el arte tenía que servir para expresar, para proponer, para denunciar aquello que está mal y para cambiar la sociedad.
Entonces me di cuenta, de una forma muy incipiente, casi que, sin saber, sin tener, digamos, una educación formal, que el arte era esa herramienta, porque veía lo que estaba pasando, y había artistas que lo hacían. Entendí que esa era como una misión, el haber crecido viendo el ejemplo distintos artistas.
El artista costarricense no cuenta con el apoyo importante por parte del Estado. Incluso menos del 3% de la música costarricense se programa en los radios, y muchísimos artistas tienen pocas posibilidades para darse a conocer.
Exacto. Y entonces por eso es importante, digamos, todo el apoyo que pueda generarse, toda la estructura social que pueda crearse alrededor para apoyar las iniciativas culturales, musicales, de literatura, artísticas en todos los géneros y en todo el país.
Lo que pasa es que la gente necesita enterarse de lo que está pasando, ¿verdad?, y de parte de las instituciones y los medios encargados no lo hacen, o es un círculo muy cerrado en el que cuesta muy entrar, y por esa razón mucha gente no logra, o no logramos, llegar al gran público y que se conozca todo lo que hacemos.
Es que no podemos competir con lo que entra de afuera, es bastante fuerte y cuentan con todo un apoyo logístico y económico. Y los medios encargados, no hacen mucho para que lleguemos allá, para que la gente conozca lo que tenemos, lo que se produce en Costa Rica, que además es de gran calidad. Entonces, es como un círculo vicioso.
Nosotros, bueno, y yo en lo personal, he tenido la iniciativa de crear esta Revista Cultural En Vivo, que es un espacio exclusivamente para artistas nacionales, incluso la radio, En Vivo Radio, que va a programar música solo de artistas costarricenses. Este espacio, se puede contar dentro de lo que hay para apoyarlos, ojalá surjan muchos como este medio, pero está en ustedes, los artistas apoyarlo y divulgarlo para que su información llegue a más personas.
Esto es una gran iniciativa, y creo que es una forma de hacer trabajo de hormiga, que, al fin y al cabo, así es como funciona esto, ¿no?, la gente se va dando cuenta, porque ve en las redes sociales. Entonces, el impacto que puede tener una revista como esta puede ser bastante importante y es necesario también. Entonces, cuentas con todo mi apoyo.
Nosotros también tenemos, yo administro una página que se llama Nueva Canción Costarricense, y podríamos ahí entrar en algún tipo de colaboración para trabajar juntos.
Así será. Bueno, Oscar Espinoza, muchísimas gracias.
Muchas gracias a vos, Martín, y que sigas adelante con este proyecto, buenísimo, muy necesario y muy importante. Y un fuerte abrazo para todos.
Diego Rivera Barrientos (1886-1957) nació en Guanajuato, México, el 8 de diciembre de 1886. Su hermano gemelo, Carlos, falleció a temprana edad y su hermana María del Pilar llegó al mundo en 1891. El padre de Diego, Carlos Rivera Acosta, era un maestro de escuela liberal. Y su madre, María del Pilar Barrientos, pertenecía a una familia acomodada y conservadora.
Cubismo y Realismo Social
La relación de Diego Rivera con la pintura se inició pronto. En 1896, al cumplir los diez años, empezó a estudiar en la Academia de San Carlos de Ciudad de México, lugar en el que vivía con su familia desde 1892. Y, en 1907, recibió una beca para seguir su formación artística en España, marchando a Madrid para estudiar en la academia del pintor Eduardo Chicharro y Agüera.
En España, Rivera viajó por todo su territorio, estudió las obras de El Greco y Goya y frecuentó cenáculos de artistas. Varios óleos suyos del periodo 1907-1908 están relacionados con la ciudad de Ávila (Escena nocturna en Ávila, La calle de Ávila, La mañana de Ávila). En esas pinturas, Rivera captó muy bien los paisajes, los pueblos y las noches castellanas bajo las estrellas.
En 1909, Diego Rivera se trasladó a París, conoció a la pintora rusa Angelina Beloff en Bruselas en ese mismo año y se casó con ella en 1911, teniendo ambos un hijo, Diego, que falleció al poco tiempo. Nada más llegar a la capital francesa, Rivera pintó óleos de Realismo Social similares a algunos de su etapa española como Notre Dame de París (1909), Retrato de Angelina Beloff (1909) y La casa sobre el puente (1909), este último durante su viaje a Bruselas en el que conoció a Angelina. Después, pintó óleos cubistas tipo a Vista de Toledo (1912), La Torre Eiffel (1914), Retrato de dos mujeres (1914), Paisaje Zapatista (1915) y Retrato de Ramón Gómez de la Serna (1915), entre otros. En sus últimos años de estancia en París, Rivera se alejó del Cubismo y retomó el Realismo Social con óleos como El matemático (1918).
En febrero de 1920, Rivera marchó a Italia, donde residió durante un año y medio, y estudió principalmente el arte renacentista. Realizó bocetos y dibujos y, gracias al florentino Giotto, pintor muralista, escultor y arquitecto medieval, descubrió una forma monumental de pintura que le fue de gran ayuda en sus murales posteriores.
En 1921, Diego Rivera puso punto y final a su periplo europeo y regresó a México, arrastrado por el arte mexicano y la Revolución Mexicana.
Muralismo y militancia política
Al año siguiente de su regreso a México, Diego Rivera se casó por segunda vez, en esta ocasión con Guadalupe Marín, con quien tuvo dos hijas, Lupe y Ruth. Y, de forma consecuente con su ideología, se afilió al Partido Comunista Mexicano (PCM), en el cual pasó a formar parte de su comité ejecutivo. En ese mismo año, fundó también el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE), junto a artistas como José Clemente Orozco o David Alfaro Siqueiros.
Ya asentado en México, en los años siguientes, Rivera pintó numerosos murales en edificios públicos sobre la historia mexicana y la realidad social, siendo el primero La creación (1923), pintado en la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional de México (actual Antiguo Colegio de San Ildefonso, Ciudad de México).
Otros murales de Rivera, pintados en esos años, fueron los de la Secretaría de Educación Pública (Ciudad de México) y los de la Escuela Nacional de Agricultura (actual Universidad Autónoma Chapingo, Chapingo). Entre los murales de la Secretaría de Educación Pública, destacaron Mujeres tehuanas (1923), El trapiche (1923), Entrada a la mina (1923), El arsenal (1928), Banquete de Wall Street (1928) y La muerte del capitalismo (1928).
En 1927, el artista viajó a la URSS de Stalin, invitado por las autoridades del país con motivo del décimo Aniversario de la Revolución Rusa y no regresó a México hasta la primavera del año siguiente. En Moscú, Rivera expresó su incomodidad por la falta de libertad artística y Anatoli Lunacharski, Comisario del Pueblo de Educación, le instó a abandonar el país para evitar ser arrestado. Tras regresar a México, Rivera declaró lo mismo y fue expulsado del Partido Comunista Mexicano, el cual era fiel a Stalin.
Rivera se unió entonces a León Trotski y sus seguidores, quienes eran contrarios al régimen de Stalin. Una década después, Rivera y Trotski tuvieron una estrecha relación, escribiendo este último que “en el campo de la pintura, la Revolución de Octubre ha encontrado su mayor intérprete no en la URSS sino en el lejano México… El cierre de las puertas soviéticas a Rivera marcará para siempre con una vergüenza imborrable la dictadura totalitaria de Stalin”.
En medio de esas convulsiones, Rivera conoció a la artista Frida Kahlo por medio de una amiga común, la fotógrafa Tina Modotti, y, en 1929, se casó con ella.
Un genio en Estados Unidos
En 1930, Diego Rivera y Frida Kahlo viajaron a Estados Unidos tras superar problemas burocráticos que les impedían la entrada en el país por su militancia comunista y el artista inició su etapa más brillante. Algunos capitalistas norteamericanos le encargaron murales y él alcanzó el cénit.
La primera gran obra de Rivera en Estados Unidos, terminada en febrero de 1931, fue el mural La Alegoría de California del club de la Bolsa de San Francisco, donde la figura central era Calafia, una mítica reina de California que encabezó un reino de mujeres negras y guerreras. La imagen de Calafia era la de la tenista y pintora Helen Wills, a la cual Rivera había conocido en el estudio de San Francisco del escultor Ralph Stackpole. En el mural, aparecían Calafia, un hombre con un compás y otro hombre con un modelo de aeroplano al lado de trabajadores, buscadores de oro y obreros en las profundidades de la tierra. Imágenes que plasmaban la realidad social de California, en línea con el Realismo Social y el compromiso sociopolítico de Diego Rivera.
Las siguientes obras destacadas de Rivera en Estados Unidos fueron los murales La elaboración de un fresco (1931) y Fondos congelados (1932). El mural Fondos congelados mostraba en su parte superior una imagen de la arquitectura vertical de Nueva York, justo debajo una imagen de un refugio para trabajadores desposeídos y aún más abajo una imagen de una sala de espera de un banco con capitalistas sentados. Imágenes que plasmaban la realidad social de la ciudad. En la pintura, Rivera expresaba magníficamente los bruscos contrastes sociales de Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos, donde junto a la riqueza deslumbrante, se suele observar a pocos metros la pobreza más extrema.
Los posteriores Murales de la Industria de Detroit (1932-1933) fueron otra obra excepcional de Rivera en Estados Unidos. Los Murales, una serie de pinturas en veintisiete paneles, mostraban sobretodo imágenes de trabajadores de la Ford Motor Company y Detroit y plasmaban la realidad social de los trabajadores norteamericanos, fortaleciendo el nexo de Rivera con el Realismo Social y el compromiso sociopolítico.
El momento culminante de la estancia de Rivera en Estados Unidos llegó en 1933, de la mano de Nelson Rockefeller, cuando este le encargó pintar un mural en el vestíbulo de entrada del edificio principal del Rockefeller Center de Nueva York. Rivera pintó el mural El hombre controlador del universo, incorporando un retrato de Lenin, junto a otros teóricos comunistas. Los medios de comunicación de Estados Unidos y los poderes capitalistas del país se posicionaron en contra de la inclusión de Lenin en la obra. Y Rockefeller mandó cubrir el mural, aunque intentó salvarlo solicitando a Rivera que eliminase a Lenin del mismo. Rivera se negó rotundamente como no podía ser de otra forma en un artista defensor de la libertad artística y, al final, los censores destruyeron el mural. Rivera habló de vandalismo cultural.
En 1934, Rivera regresó a México y pintó el mismo mural en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Gracias a su tenacidad y valentía, hoy existe el genial mural. La obra muestra a un obrero como controlador del universo y la confrontación entre diversas dicotomías que componen el universo ideológico: capitalismo y comunismo, tradición y ciencia, etc. Justo en el centro del mural, un obrero ejerce de controlador del universo. A su derecha, aparecen imágenes del mundo capitalista desde una posición crítica. A su izquierda, aparecen imágenes del mundo comunista que muestran a la clase obrera y a sus principales teóricos.
Es cierto que Rivera en el mural criticó el capitalismo y exaltó el comunismo y el ateísmo, con imágenes de la clase obrera, sus teóricos y el obrero que controla el universo y suple a dios, y que eso incomodó a los que se lo encargaron. Pero los que contrataron a Rivera, el clan Rockefeller, conocían quién era y qué pensaba y, por tanto, las críticas y la censura estaban de más. Rivera solo se limitó a pintar lo que observaba, con Realismo Social y compromiso sociopolítico, y a reclamar su libertad artística cuando la sintió ultrajada.
León Trotski
La actividad de Diego Rivera en Estados Unidos no fue solo artística. Durante su estancia en el país, Rivera se unió definitivamente a León Trotski y sus seguidores. Al poco tiempo de llegar, contactó con el Partido Comunista (Grupo Mayoritario) y con la Liga Comunista de América, dos organizaciones trotskistas recién fundadas. Con la primera, el Partido Comunista (Grupo Mayoritario), colaboró en sus revistas The Revolutionary Age y The Workers Age y dio conferencias como la del 3 de abril de 1932, Tendencias en el Arte Moderno. Para la sede de su escuela de Nueva York, la New Worker’s School, pintó el mural Retrato de América (1933), compuesto de varios paneles de interés en los que aparecen figuras de la política internacional del momento.
Al regresar a México al año siguiente, Rivera reinició su actividad de muralista centrado en la historia mexicana y la realidad social, concluyendo algunos de los murales del Palacio Nacional de México como Epopeya del pueblo mexicano.
Ya a finales de 1936, Diego Rivera gestionó la petición de asilo de León Trotski en México ante el presidente Lázaro Cárdenas. Y, gracias a eso, Trotski y su mujer, Natalia Sedova, pudieron residir en Coyoacán desde enero de 1937, en concreto en la casa de Frida Kahlo en la que vivía con Rivera, la llamada Casa Azul.
El 3 de septiembre de 1938, los seguidores de Trotski fundaron la Cuarta Internacional en la casa del sindicalista y trotskista francés Alfred Rosmer, situada a las afueras de París, y Rivera se convirtió en miembro de su sección mexicana, colaborando con la revista Clave. Tribuna Marxista, su órgano teórico. A pesar del estrecho vínculo entre Rivera y Trotski, pocos meses después, a principios de 1939, la relación terminó en ruptura, según Trotski por el carácter impulsivo de Rivera, más que por cuestiones ideológicas. Rivera fundó entonces el Partido Revolucionario Obrero y Campesino.
En agosto de 1940, Diego Rivera se enteró de la noticia de la muerte de León Trotski a manos de un agente de Stalin, Ramón Mercader, que iba armado con un piolet y le afectó. A finales de ese año, pintó el destacado mural Unidad Panamericana para los vestíbulos del City College de San Francisco, el cual representaba el pasado, presente y futuro compartido de las Américas, e incluyó una imagen de Stalin con un piolet en sus manos para remarcar su responsabilidad en el trágico final de Trotski. Fue su homenaje a aquel que había sido su compañero y amigo.
Retorno a la URSS
Durante la Segunda Guerra Mundial, los sucesores de Trotski padecieron su ausencia, la ausencia del teórico y revolucionario marxista, y transitaron por un periodo difícil. Cosa lógica y normal por su talla intelectual y revolucionaria. Por su parte, la URSS de Stalin entró en el bando de los Aliados y derrotó al nazismo. Imágenes como las de la ocupación del Reichstag de Berlín con el izado de la bandera soviética en su tejado resultaron impactantes. Rivera meditó durante tiempo sobre esos acontecimientos y, a finales de los años cuarenta, decidió reingresar en el Partido Comunista Mexicano y solicitó su readmisión, siendo en principio rechazado.
En 1947, Rivera pintó el célebre mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, dedicado a la historia de México, y en él escribió “Dios no existe”, lo que provocó virulentas reacciones de los conservadores mexicanos en su contra. Rivera mantuvo la frase, tomando la misma postura que cuando fue censurado en Nueva York por cuestiones similares. Libertad artística y compromiso sociopolítico.
En 1950, Diego Rivera recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en la sección de Bellas Artes, la única sección en la que se otorgó aquel año, y finalizó algunos murales dedicados a la historia mexicana del Palacio Nacional de México como La civilización huasteca y La civilización totonaca.
En 1952, Rivera pintó el mural inconcluso La Universidad, la familia mexicana, la paz y la juventud deportista en el Estadio Olímpico Universitario y, en 1953, el mural del Teatro de los Insurgentes, ambos en la Ciudad de México y con gran carga histórica.
Diego Rivera padeció la dolorosa muerte de su eterna compañera Frida Kahlo en 1954, quedando muy afectado por la misma. A raíz de ese fallecimiento y de sus reiterados intentos fallidos por ser readmitido en el Partido Comunista Mexicano, sufrió un deterioro anímico. En 1955, recibió otra mala noticia cuando le diagnosticaron cáncer, aunque se animó al conseguir por fin ser readmitido en el Partido Comunista Mexicano.
Inmediatamente después de su reingreso, Rivera se casó con la editora Emma Hurtado y ambos marcharon a Moscú para recibir él un tratamiento contra el cáncer en el Hospital Botkin. Tres décadas después, retornaba a la URSS. Habían pasado muchas cosas desde su primera estancia, tantas como su expulsión del Partido Comunista Mexicano, su paso por Estados Unidos, su relación con Trotski, el éxito internacional de sus obras…
En abril de 1956, Rivera terminó su tratamiento y regresó a México. En el trayecto, junto a su mujer, recorrió Polonia, Checoslovaquia y la Alemania del Este, siendo nombrado en Berlín corresponsal de la Academia de las Artes. Visitó el campo de concentración de Auschwitz y el búnker de Hitler. Ya en México, pintó dos óleos de puro Realismo Social, Desfile del 1º de Mayo en Moscú y Refugio de Hitler (ruinas de la Cancillería de Berlín). Era evidente que Rivera y la URSS habían hecho las paces.
Desde la primavera de 1956 hasta finales de 1957, Diego Rivera residió en la llamada Casa de los Vientos de Acapulco, porque su amiga la coleccionista de arte Dolores Olmedo la puso a su disposición, y pintó sus últimos óleos y murales. El principal mural lo pintó en la pared exterior de la casa, incluyendo las imágenes de dos dioses de la cultura azteca, Quetzalcóatl y Tláloc. Fue su último tributo a la historia de México.
En octubre de 1957, Rivera se sintió impactado ante la hazaña del satélite artificial soviético Sputnik 1 y empezó a trabajar en una obra sobre él, pero no pudo terminarla, porque la muerte lo impidió. Un mes después de la gesta del Sputnik, Diego Rivera falleció de un paro cardiaco en su domicilio y taller de la Avenida de Las Palmas 191, colonia San Ángel Inn, Ciudad de México. Sus restos no se unieron a los de Frida Kahlo en la Casa Azul como él quería, sino que fueron a parar a la Rotonda de las Personas Ilustres. Velado en el Palacio de Bellas Artes, el pueblo mexicano y el mundo del arte y la política lloraron su pérdida. Dejó para la posteridad un legado artístico infinito y un compromiso sociopolítico único, del cual toda su obra es testigo.
Al momento de escribir esta columna el número de homicidios en Costa Rica ronda ya los 560 ( 27 de agosto de 2023) y las previsiones para el cierre del año pareciera se cumplirán sin problemas: más de 900 homicidios cerrarían esta temporada como la más violenta en la historia de la vida Republicana contemporánea.
En varias participaciones para medios locales se me ha solicitado que explique desde el punto de vista sociológico este hecho. Hemos insistido en el alto nivel de complejizacion de las estructuras criminales, su deslocalización y distribución en prácticamente todo el territorio nacional y la participación cada vez más frecuente de mujeres y jóvenes en estas organizaciones.
Ante ello, la respuesta institucional ha sido rebasada y su inacción resulta evidente. Ante la desarticulación de una figura delictiva, aparecen 3 más asegurando su rápida reproducción. A esta velocidad de reciclaje de la organización criminal no hay estrategia de respuesta posible.
No al menos desde los enfoques de seguridad comúnmente utilizados.
A nuestro juicio, y esto también lo hemos dicho en los espacios mediáticos donde intervenimos, la alternativa no pasa por sacar más policías a la calle. No es desde un enfoque punitivo que se combate esta violencia, que a todas luces es estructural.
Obviamente la mejor política de seguridad de un país como Costa Rica es restarle peso a su modelo neoliberal y el aumento de la desigualdad de los últimos años.
Para nosotros el componente comunitario seguirá siendo fundamental, la restitución de los espacios públicos como lugares para la integración y la socialización y una participación más protagónica de las poblaciones.
La disputa a la violencia no es desde un lugar represivo. Nos parece que debemos potenciar otras formas de comunicarnos y expresarnos y para esto el arte resulta fundamental.