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Ucrania: Separando el Polvo de la Paja

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Un análisis académico de la guerra sin tener el menor conocimiento, aunque sea teórico, sobre lo técnico y operativo de lo que implica y cómo funciona esta, o sea, su práctica concreta y desarrollo en el campo, que va más allá de lo político y de la ciencia política misma, es el equivalente a ser experto en administración de empresas, pero nunca haber tenido la experiencia de administrar ni una pulpería. Se puede tener mucho renombre en medios por los análisis y capacidad de comprensión de los acontecimientos que se posea, pero eso no quita que la realidad objetiva pueda ir por un camino totalmente diferente al de todo aquel andamiaje argumentativo. No siempre, un argumento racional con una correcta secuencia lógica, quiere decir que sea verdadero. De hecho, el fenómeno la posverdad se basa mucho este tipo de trampas.

Eso es lo que he podido observar sobre la guerra en Ucrania durante este año de hostilidades. No es de extrañarse, hay coyunturas que exigen de posturas previas (prefabricadas) que sean políticamente correctas, además de social y emocionalmente aceptadas, aunque éstas disten de la verdad de los hechos. Al final se dice lo que los poderes fácticos quieren que se diga en público sobre el tema, lo que conocemos como falso consenso y guerra psicológica. Además, hay todo un tema de reputación, prestigio e imagen que quienes analizan públicamente este tipo de hechos cuidan mucho.

Todo eso es comprensible, no obstante, a pesar de la posverdad y el sesgo ideológico detrás de todo lo que nos dicen en medios, técnicamente la realidad ha mostrado con objetividad que en el plano militar es imposible que Ucrania gane la guerra a Rusia. Lo único que podría hacer una diferencia es que la OTAN termine de entrar por completo en el conflicto con tropas y otro tipo de equipo militar pesado, lo cual genera grietas también a lo interno de la alianza. Sin embargo, ya estaríamos hablando de una guerra mundial a gran escala, y es lo que todos desean evitar.

Por eso se debe hacer una correcta diferencia entre el análisis militar y el político. No todo académico es o posee conocimiento militar y viceversa. Políticamente en este conflicto aún no hay nada resuelto y subyacen muchas variables gravitando a su alrededor. Este es el espacio donde todos especulan y emiten criterio, ya que todo sigue sin definirse y las tensiones diplomáticas acercan cada vez más a Europa al enfrentamiento directo con Rusia, a la vez que crecen las contradicciones internas en los países europeos más involucrados en el conflicto. En la parte diplomática se suma ahora la propuesta de paz de China, donde acierta al exponer la necesidad de abandonar la mentalidad de Guerra Fría que subsiste especialmente en occidente, el respeto a la soberanía de todos los países, y el no uso de armas nucleares, entre otros puntos no menos importantes.

Más allá de toda preferencia de bando, lo cual no es pecado tener, es una verdad que Rusia no va a ceder en ninguna negociación en cuanto a los territorios ocupados y mucho menos va a renunciar a la península de Crimea, al mismo tiempo, no existe fuerza sobre el planeta que pueda obligar a Rusia (potencia nuclear) a devolver dichos territorios, entendidos por la civilización eslava como parte natural de su espacio vital. De este modo, quien tiene la de perder en ese sentido es Ucrania y no Rusia. Otro ejemplo concreto y no sesgado sobre esto lo demuestran las ineficaces sanciones económicas de occidente colectivo contra la economía rusa, so pretexto de someterla y reducirla, lo que, para mala suerte de sus creadores, han resultado ser un bumerán que no han logrado más que afectar la propia estabilidad económica y política de Europa.

En los últimos días salió a la luz pública que la Mossad, órgano de inteligencia del Estado de Israel y uno de los mejores del mundo, realizó un informe sobre la situación militar en Ucrania y los datos que consiguieron dejaron perplejos a los expertos en la materia; la diferencia de bajas es de 1 a 8 a favor de Rusia. Por otro lado, existe una superioridad aérea rusa en la guerra con drones, la misma aumenta la precisión y la eficacia de todo tipo de fuego. Estos datos, dan al traste con aquel famoso adagio nietzscheano y muy empleado por occidente posmoderno que reza: “no hay hechos solo interpretaciones”.

En esa misma dirección, el militar español del ejército de tierra de España, Juan Antonio Aguilar expresa su criterio, y cito textualmente: “una vez que caiga Bakhmut, se alcanza la tercera línea de defensa y última del Donbás, una vez acabada esta línea de defensa todo el Donbás estará en manos rusas, lo cual será una victoria, ahí sí, desde el punto de vista político y militar”. Esto puede tardar unas semanas más por lo lento y cuidadoso del avance ruso, pero si todo sigue igual, será inevitable. Hace unos meses dije que Ucrania había perdido la guerra, pero la posibilidad de un enfrentamiento a gran escala y haciendo uso de material nuclear sigue siendo posible, lamentablemente, este escenario continúa vivo.

Nos encontramos ante una profunda transformación geopolítica del planeta que pocos están comprendiendo y frente a la cual es indispensable separar el polvo de la paja, nuestros esquemas ideológicos y epistemológicos se quedan cortos, siguen mirando el mundo como si estuviésemos en el siglo XX. Vivimos en un entorno con altos grados de complejidad que requieren de diferentes niveles de análisis, donde la emocionalidad, las posturas particulares o nuestras percepciones sirven como velos para evitar ver con la suficiente apertura mental los acontecimientos, retos y posibilidades que esta nueva etapa del sistema internacional trae consigo. Eso implica una visión disruptiva en todo sentido, propia de una crisis paradigmática como la vivida en nuestros días y reflejada en Ucrania.

Una fotografía sencilla del momento

Juan Carlos Durán Castro
Dirigente Sindical SIFUPCR

Febrero 2023

¿Qué hay realmente detrás de la visita de la General Comandante del Comando Sur a Costa Rica? Más allá del «apoyo financiero» para combatir el narcotráfico en el país, si realmente un balance objetivo del tema de las drogas desde lo estructural-global al narcomenudeo es indicativo de un perfecto fracaso, y mientras tanto, se desploma la inversión social en los países y se precarizan los derechos humanos en su conjunto en nombre de un capitalismo salvaje, antihumano y depredador del planeta.

Así las cosas, está en desarrollo una nueva política militar para Asia – Pacífico que aspira sin duda a cercar y reforzar las bases militares de EEUU de cara a China, una tarea de corte militar para la lucha hegemónica en el campo militar similar a la desarrollada desde hace años (desde la caída del muro de Berlín y la Perestroika impulsada por Gorbachov y Yeltsin), se desarrolló vía OTAN y occidente, para ir cercando a Rusia, con una dirigencia de la Unión Europea (UE) plegada al conservadurismo más rancio que se junta con el renacimiento del fascismo en muchas partes del mundo.

Parece que viene una confrontación entre China y EUA, según los analistas en el corto plazo y se habla del año 2025.

Dicho plazo guarda relación directa con las elecciones en EUA en 2024.

Escenario en el cual el manejo artificial de la economía estadounidense que según algunos datos y criterios de expertos, sortea una inminente recesión económica y se maquillan los números del empleo en EUA, obviando desde un abordaje serio la inflación y el PIB de esa potencia hiper endeudada y con la deuda interna posiblemente más grande del mundo y en manos de su archienemigo comercial chino.

Biden parece estar jugando un ajedrez peligroso, sin descartar un choque con los gurúes de la Reserva Federal (Powell), lo cual podría generar condiciones muy complejas, esto en paralelo a los globos civiles o espías, como tema distractor a las pesquisas de documentos secretos – clasificados en tres residencias de Biden.

Por otro debemos tener en cuenta que en 2025 termina periodo Xi Jinping en China y todo puede indicar que buscarán mantenerlo o buscar una figura acólita que mantenga el enfoque estratégico en lo comercial y para mantener además la política de crecimiento militar que ha venido desarrollando China en los últimos 10 años.

Todo como un reforzamiento y preparación para la disputa en los distintos campos por el mayor control geopolítico mundial de los mercados, los microprocesadores, las tierras raras y la inteligencia artificial (IA), en donde el continente americano tiene un papel relevante con el triángulo del litio y otros factores estratégicos no menores que se deben tener en consideración.

Pareciera entonces que la confrontación Rusia – Ucrania deben irla cerrando o buscarle una salida de mesa de negociaciones desde OTAN- EUA, para de alguna forma poder concentrarse en el verdadero enemigo comercial y militar, que es sin duda China.

Al final las dirigencias «políticas» que son electas en las denominadas democracias en sus distintos sabores y colores en su papel de marionetas administradoras de los verdaderos personajes que representan según expertos y expertas el 1% de la población planetaria y que concentran desde sus feudos corporativos la riqueza y con la mirada hacia otro lado, o bien, con perfiles bajos o calculados de personeros de instituciones internacionales que van desde la ONU, OI, la CIDH y otras con alcances mundiales, continentales y locales de planos nacionales, exponen a la raza humana a una escalada peligrosísima del conflicto entre Rusia-Ucrania, que podría ser parte de una táctica para generar un distractor militar en la geopolítica en disputa, pero que por tal razón no pierde nada de relevancia.

Mientras tanto no cabe duda de que están en desarrollo nuevas políticas militares que colocan al mundo al borde de una guerra nuclear en razón de una locura mercantil archicapitalista y anti naturaleza por el control de los mercados, pues los seres humanos, somos un número, somos consumidores y consumidoras.

Que estupidez y que decadencia humana, por nuestra parte optamos por darle una oportunidad a la paz y hacemos votos porque nuestro continente y nuestro país se incline hacia ese lado.

Dicho esto, deberían el movimiento sindical, social y socioproductivo del país pronunciarse y convocar alguna actividad cultural o similar llamando a la paz y todo lo que esto conlleva desde las agendas de los movimientos sociales globales.

Estas son ideas rápidas que surgen como producto de las enormes preocupaciones mientras laboramos en el hospital y nos asaltan los miedos normales y naturales de ver la gigantezca y enorme torpeza, y demás características imaginables e inimaginables, de las dirigencias mundiales, continentales y locales de todo tipo de gobierno, institución o similar.

Y entiéndase que formulamos esto sin exclusiones ideológicas de derecha o de izquierda.

Perú: la Geopolítica detrás de la Crisis

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

La crisis que vive Perú ha sido analizada con detalle desde la ciencia política y los encuadres teóricos comunes a este tipo de eventos; se estudian los actores, los hechos, las desigualdades estructurales que marcan una clara polarización social y política, la historia política reciente, así como repercusiones en la vida democrática del país y su institucionalidad. Hasta ahí todo muy bien, justo y necesario. Pero hoy eso no basta. Subyacen razones también reales y profundas debajo del iceberg que chocó en diciembre pasado contra la democracia en ese país. Me refiero a la geopolítica y el entorno global dentro del cual se desarrollan estos acontecimientos.

En una época histórica de incertidumbre planetaria, dentro de un contexto de dependencia estratégica hacia los recursos naturales, guerra en Europa, crisis sanitaria y económica, colapso ambiental y disputa de hegemonías en América Latina, es que debemos estudiar los hechos suscitados en Perú. Trataré de explicar cada punto de manera resumida a continuación. El sistema internacional atraviesa por un periodo de turbulencias que se enmarca dentro de la transición hacia un orden mundial de carácter multipolar, o sea, donde emerge la presencia de actores diferentes a los tradicionales con el suficiente peso político, económico o militar, como para incidir en la toma de decisiones globales en el concierto de las naciones.

Esto sin duda, tiene impactos en todo el planeta y América Latina no es la excepción. Históricamente, potencias como los EEUU han visualizado desde su propia visión geopolítica a nuestra región como su patio trasero, donde la presencia de cualquier otra potencia es percibida como una amenaza directa a sus intereses y seguridad nacional. No obstante, y para su disgusto, la República Popular China ha llegado a ser en los años recientes el segundo socio comercial de América Latina y el Caribe. Igual molestia les genera el acercamiento de otras naciones como Rusia, Irán, India o Turquía a la región.

En esa dirección, el año pasado en la XV Reunión de Ministros de Defensa de las Américas, los EEUU presentaron a nuestros países la estrategia de la Doctrina de la Disuasión Integrada (integrated deterrence), considerada como una estrategia clave para su seguridad nacional. Busca integrar todas las herramientas del poder nacional a través de los dominios, la geografía y el espectro del conflicto, mientras trabaja con aliados y socios para contener el acercamiento de lo que ellos consideran países enemigos en suelo latinoamericano; entiéndase China y Rusia, especialmente.

Pero aclaremos algo, hoy estas disputas geopolíticas no son por temas ideológicos, sino por intereses comerciales ligados a los recursos estratégicos y materias primas que se encuentran en nuestros territorios, necesarias para sostener al mercado global con su maquinaria irracional de hiper-producción y sobreconsumo modernos. Hoy estos recursos dan o quitan poder, y hasta pueden llegar a ser razones para poner o quitar gobiernos. Aunque algunas veces nos quieran hacer creer que la lucha es por la democracia, en contra del autoritarismo y la tiranía, como fue en décadas pasadas, la realidad hoy muestra que la ruta del pragmatismo y los intereses económicos predominan por encima de aquellos nobles ideales. No se puede olvidar tampoco el contexto de escasez de algunos de estos recursos, de ahí la competencia encarnizada por obtenerlos.

Esta dependencia estratégica hacia recursos esenciales no presentes en todos los países, hace que se justifiquen todos los medios disponibles para buscar su control, administración y acceso, por ser tratado como un tema de seguridad nacional. En medio de la lucha por la independencia de los combustibles fósiles y la transición hacia matrices energéticas más amigables con el medio ambiente, existen ciertos recursos que cobran cada vez más importancia y que pasan a ser el objetivo primordial de todos los países que tienen en sus planes el competir en estos nuevos mercados. El litio es uno de esos recursos, considerado como el nuevo oro de la era energética verde.

Esto avanza sin detenerse, a pesar de ello y sin ser contradictorio, la guerra en Europa ha vuelto a poner el tema de la seguridad energética en el centro discusión. La dependencia energética de occidente hacia países considerados hostiles ha ocasionado que el tema del aseguramiento energético sea la prioridad número uno, especialmente en los países europeos, aunque eso implique, como en el caso de Alemania por ejemplo, seguir consumiendo o incluso aumentar el consumo de fuentes altamente contaminantes como el carbón y el petróleo. De ninguna manera se pueden dar el lujo de detener el funcionamiento de sus servicios básicos, industria y comercio.

Este traspié de la guerra, al igual que la crisis sanitaria de la Covid-19, no estaba en las variables estudiadas y proyectadas sobre el futuro hace tan solo un par de años atrás. Así, garantizar el acceso a la energía a precios razonables, aunque el sacrificio sea la naturaleza y las posibilidades de vida en el futuro, pasa a ser la prioridad estratégica de las potencias en este mundo de incertidumbres y turbulencias. No podemos olvidar que aún hoy, como afirma el especialista en geopolítica de la energía, Daniel Yergin, la economía mundial depende en un 80% de los hidrocarburos.

Volviendo de nuevo al tema de la dependencia hacia los recursos latinoamericanos y las relaciones económicas entre las élites locales y las potencias, cabe recordar las declaraciones que dio días atrás Laura Richardson, la general jefa del Comando Sur de Estados Unidos sobre la trascendencia que ha tomado para EEUU el triángulo del litio, conformado por Argentina, Bolivia y Chile, que conserva el 68% de los reservorios globales de este elemento indispensable para la producción de todo lo que tiene que ver con tecnologías en la era digital. Aquí el interés y la competencia entre potencias, una vez más, es por el acceso y explotación (concesiones) de dicho recurso. Desde luego, el hecho que haya gobiernos más afines a una u otra siempre es un valor agregado para sus intereses y el de sus compañías multinacionales, por lo tanto, no es de extrañarse que busquen naturalmente esa afinidad y acercamiento político.

En el caso de la República Popular China, su modelo de acercamiento con América Latina y el Caribe ha sido muy diferente y respetuoso; propone el establecimiento de relaciones complementarias y no necesariamente competitivas, muestras su voluntad de fortalecer los vínculos de cooperación sur-sur y respeta los asuntos internos de todos los países con los que establece relaciones comerciales y políticas. Dentro de lo ofrecido por China a la región se encuentra la Iniciativa de la Franja y la Ruta, una propuesta de desarrollo e infraestructura global que abre la oportunidad para la construcción de infraestructura estratégica de los países participantes para el fortalecimiento del comercio internacional y su crecimiento económico.

Como parte de esta iniciativa, China y Perú se comprometieron años atrás para construir en Chancay, un enclave pesquero y agrícola en la costa central de Perú, un mega puerto estratégico para el comercio con Asia-pacífico, que según expertos, cambiará totalmente no solo la geografía en el sur del continente, sino que por su tamaño y operación, pasará a ser un centro neurálgico del comercio internacional, más cercano geopolíticamente a Pekín, que a Washington. En ese puerto podrán atracar los cargueros más grandes del mundo que pueden llegar a transportar hasta 18 000 contenedores, lo cual lanza una clara señal de la magnitud de dicha obra de infraestructura. Existe también un proyecto para la construcción de otro mega puerto en Perú, en Arequipa, llamado Puerto Corio, que buscaría incluso construir un tren bioceánico con el fin de conectarse con el Puerto Santos en Brasil, el más grande hasta el momento en América Latina. Este proyecto en 2021 logró conseguir inversionistas de Brasil, EEUU, Inglaterra y España. No obstante, a hoy todavía el proyecto no arranca, mientras el Puerto de Chancay espera entrar en funcionamiento en el segundo semestre del 2024. Si no hay imprevistos de carácter político.

Pero no todo se reduce a la infraestructura, la posición geoestratégica y el comercio. Los recursos naturales de Perú son importantes para los ojos del mercado y las grandes potencias. El Ministerio de Energía y Minas del Perú dice que ese país es el segundo productor de plata, cobre y zinc a nivel mundial, y es el primer productor de oro, zinc, estaño, plomo y molibdeno en América Latina. También posee petróleo, con una producción de 40.538 barriles por día (al 2022), y grandes reservas de plata, y otros metales no menos importantes, sin dejar de lado la biodiversidad con la que cuenta.

¿Pueden ser todas estas algunas de las verdaderas razones de fondo del conflicto que sufre Perú hoy? ¿Existen contradicciones políticas e ideológicas internas entre las élites económicas más importantes del país, sus intereses y el pueblo? ¿Qué tipo de relación (¿negocios?) tienen dichas élites con la clase política peruana y los intereses extranjeros? ¿Existe una disputa encubierta por el control-explotación-distribución de los recursos estratégicos de Perú detrás de toda esta crisis política? Es algo que el tiempo nos irá aclarando con el pasar de los días. Lo cierto es que este es el escenario de fondo, uno que no se está tomando en cuenta y que sin duda, da una idea sobre la magnitud de los desafíos que enfrentan todos los países que cuentan con recursos indispensables para la maquinaria económica global, y hacia los cuales existe una dependencia cada vez más manifiesta, mientras los pueblos, en este caso el peruano, es la gran víctima de este ajedrez planetario.

Disputa de hegemonías en América Latina

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En la Cumbre de las Américas celebrada en Los Ángeles el año pasado, el gobierno estadounidense presentó una propuesta de comercio sobre la cual no agregó mucho detalle en aquel momento; la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica. Una alternativa para la contención de China que entra en una novedosa estrategia de la Casa Blanca denominada la Doctrina de la Disuasión Integrada (integrated deterrence), dada a conocer también el año pasado en la XV Reunión de Ministros de Defensa de las Américas, realizada en Brasil bajo la presidencia de Bolsonaro. Esta estrategia es una forma de lucha por todos los frentes, medios, recursos y de manera integrada contra lo que para ellos es la “gran amenaza china”.

La coyuntura política de América Latina ha cambiado en los últimos meses y la llegada de Lula al poder en Brasil, así como la presencia de otros gobiernos de izquierdas o no alineados en la región están ocasionando las inquietudes geopolíticas de la nación del norte; las ideas soberanistas y el posible fortalecimiento del eje Argentina-Brasil en el sur, sumado a la amistad de la República Popular China con América Latina y el Caribe, no son para nada compatibles con los intereses de Washington que sigue creyendo en aquel viejo adagio de la doctrina Monroe. En ese contexto, sumado al interés de este país en los recursos estratégicos de la región, demostrado así en las declaraciones de la semana anterior de Laura Richardson, la general jefa del Comando Sur de Estados Unidos al respecto, con la trascendencia que ha tomado ahora el famoso triángulo del litio, y las complejidades de la guerra en Europa, es que el gobierno de Biden vuelve los ojos hacia el sur.

La semana anterior se llevó a cabo la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Buenos Aires, Argentina. Sin bien es cierto, se mostraron algunas debilidades típicas del proceso de integración latinoamericano, se dio un hecho de peso, que fue el regreso de Brasil al bloque y el fortalecimiento del proceso de cooperación entre ese país y Argentina, lo que geopolíticamente tiene su relevancia, en especial porque uno de los temas a tratar tuvo que ver con recuperar la idea de la creación de una moneda regional propia para no depender de la hegemonía del dólar. Eso implica la búsqueda del fortalecimiento del Mercosur y del comercio en la zona, así como del papel protagónico de Brasil como potencia regional y miembro estratégico de los BRICS en un entorno de transición internacional con miras a Asia-Pacífico y no solo a occidente.

Otro hecho importante de esta cumbre fue el mensaje que envió el presidente Xi Jinping por medio de un video, donde recalca el apoyo de la República Popular China al proceso de integración de América Latina y el Caribe, en la cual la CELAC se ha convertido en una fuerza indispensable para la cooperación sur-sur, la defensa de la paz y el fomento del desarrollo compartido de todos los pueblos de la región. El presidente Xi subrayó que el Foro China-CELAC es una herramienta importante para la construcción de confianza y cooperación en medio de un mundo que ha entrado en un periodo de turbulencias y profundas transformaciones. China por su parte, ha mostrado altos niveles de pragmatismo, apertura y deseos de cooperar con todos los países de la región, sin importar su tinte ideológico o con quienes tengan comercio esos países, bajo una filosofía de buscar que todos se vean beneficiados del libre intercambio comercial, respetando las diferencias y la soberanía de los pueblos.

En un escenario tan volátil donde se dan muestras de lo que puede ser un camino, pero no hay nada seguro, y después de la cumbre de CELAC, los EEUU anunciaron de manera oficial aquella idea lanzada en la cumbre de las Américas para la contención china, de la alianza para la prosperidad económica. El objetivo de esta iniciativa es neutralizar las inversiones que vienen de Asia en la región y poner freno a China en un momento histórico donde este país ha pasado a ser el segundo socio comercial más importante para la región. Según datos del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), el comercio entre las dos partes alcanzó los US$ 451.591 millones en 2021, registrando un aumento del 41,1% respecto al 2020.

El presidente Biden dijo que es algo histórico y que busca unir a todo el hemisferio, que generará crecimiento económico sostenible e inclusivo, y beneficiará a todos los trabajadores de la región. Veamos el guiño ideológico a las izquierdas que trata de hacer usando el término trabajadores, en una clara y directa disputa con China. Ambos hablan de fortalecer el multilateralismo, de un desarrollo sostenible e inclusivo, de mayor inversión, pero parece que el camino y el fin que tienen no es el mismo. Mientras China ha demostrado su apertura a trabajar con todos los países sin hacer exclusión alguna, en esta iniciativa lanzada por Washington no se incluyó ni a Brasil y Argentina, las dos economías más importantes del sur, aunque no descartaron que en un futuro puedan unirse.

Los países que se unieron a esa asociación son: Barbados, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, México, Panamá, Perú y Uruguay. Como parte de esos objetivos formales se encuentran, en palabras del presidente Biden: impulsar nuestra competitividad, construir cadenas de suministro regionales más resilientes, crear empleos de calidad, combatir el cambio climático y revitalizar las instituciones económicas de nuestro hemisferio. En una entrevista al diario El Clarín, el profesor de Mercados Financieros Emergentes de la Universidad de Columbia, dijo que una de las razones más importantes por la que EEUU lanza esta alianza es la creciente tensión entre China y Estados Unidos, no solo en lo comercial sino también en lo geopolítico, dada la actitud de China hacia Taiwán y la guerra en Ucrania.

Sin duda esta iniciativa puede entenderse dentro de la doctrina de la disuasión integrada desde el punto de vista geopolítico, una estrategia de contención y de hegemonismo en el siglo XXI. No obstante, y sin ser contradictorio, si se convierte en una forma real de hacer que nuestros países tengan más y mejores opciones de desarrollo independiente y mayor justicia social, puede ser una oportunidad muy buena, que, sumada con China, logre generar avances importantes en la lucha estructural contra la pobreza y la desigualdad en la región. Al final, no hay problema de donde vengan las iniciativas que puedan ayudar al bienestar, ese es el objetivo del libre comercio, no el de imponer restricciones políticas o exclusiones ideológicas, sino promover el libre y justo intercambio que beneficie a todas las partes involucradas, en una lógica pragmática y de respeto como hasta el momento lo ha hecho China.

América Latina no está para caer en los juegos típicos de épocas pasadas donde las potencias imponían el imperativo de alinearse con una u otra, esos tiempos ya pasaron, en ese sentido estamos en una coyuntura post hegemónica, como llaman autores de la región, y es necesario tener una sana equidistancia entre todas las potencias, para poder poner por delante los intereses propios, mirar lo que nos conviene y entender que ya no es un tema de uno contra otro, sino de unión, supervivencia y comunidad.

Los retos que enfrenta la humanidad son compartidos, por lo tanto, y como bien lo dijo el presidente Xi Jinping en su momento, todos vamos en un mismo barco, y el solo hecho de pensar echar a uno por la borda es impensable. El verdadero multilateralismo es incompatible con las practicas hegemonistas de poder, suma-cero, manipulación y hostigamiento que responden a tiempos ya superados. América Latina y el Caribe tiene en sus manos la capacidad de volver a brillar en el mundo con una posición propia, soberana, siendo un ejemplo de paz, diálogo, pragmatismo y de defensa del planeta.

Cuidado con el Eje del Mal

Marlin Oscar Ávila
24 octubre 2022

Durante la campaña política para las últimas elecciones, en Honduras, el partido triunfador Libertad y Refundación (LIBRE), prometió profundizar las relaciones con China.

Inmediatamente al llegar la vicepresidente de EUA, Kamala Harris, a la toma de posesión, esa promesa quedó en el olvido.

Desde entonces aseguramos seguir bajo la influencia (sino dominio) del gobierno estadounidense. Lo que consecuentemente mantiene a Honduras en el mismo trayecto político internacional de Washington. Allí donde se gestan las guerras contra Rusia en territorio de Ucrania y las guerras económicas cuasi bélicas con China. Por esto Honduras no puede aceptar una sola China, respecto a Taiwán, y se ve en dificultades para decisiones en los foros multilaterales. Más si se trata de definir al poder mundial multipolar.

Por esto algunas de las declaraciones de la cancillería suenan fuera de tono, tratándose de ser utilizadas por la oposición local, para atacar al gobierno de Libre.

En el presente mes, la arena política local se calentó bastante. Hasta hay una comisión de la oposición visitando EUA quejándose de las palabras vertidas por la presidente Xiomara Castro a nivel internacional.

Esto viene siendo preparado desde la misma fuente de la inteligencia gringa. Igualmente sucede en otros países de mucho interés para Washington, como lo es Bolivia. Allí se gesta otro golpe de Estado, en este caso es más por el interés de controlar las riquezas naturales, como el litio, nacionalizado.

El libreto y ruta es el mismo. Identifican contradicciones sociales y políticas. Las estimulan, las fortalecen. El pleito de liderazgos es una. La inmadurez política de algunos militantes que se esmeran en asuntos secundarios es otra. Identifican puntos geográficos estratégicos y financian a ONGs en temas aparentemente de buena fe, y se llega al extremo de incluir a delincuentes organizados y corruptos. A partir de eso van cooptando las fuerzas organizativas en resistencia. Luego de crear la inestabilidad social y política, provocando un ambiente ingobernable, sacan la bandera del diálogo. Pará la fuente, éste debe fracasar, para eventualmente justificar una intervención externa, la de la OEA u otro organismo multilateral, liderado desde Washington.

¡Ah! no dejan de utilizar a las iglesias cuando les conviene.

El asunto principal está en mantener de rodilla al gobierno y tener siempre listo un posible golpe de estado. Se sabe quién es el mayor experimentado en dar golpes de estado. Allá donde Trump fracasó en su intento de continuar de inquilino de la Casa Blanca.

Así es que cuidado con ese gran enemigo de la clase trabajadora desde el norte.

La disuasión integrada y América Latina

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Como es característico de los medios de comunicación hegemónicos y sensacionalistas en la era digital, no todos los acontecimientos relevantes son considerados noticias, ni mucho menos divulgados con la misma vehemencia que se publican notas sobre algún programa de baile o concurso de canto de moda. Aquella famosa frase romana de pan y circo se sigue aplicando al pie de la letra con buenos resultados. Sucede especialmente con la política, y ni para qué decir de la política internacional, en un contexto de tensiones, desglobalización y conflictos territoriales alrededor del mundo. La posverdad, las fake news y la infoxicación derivada es el nuevo opio de los pueblos.

Entre el 25 y 29 de julio de 2022 ha acaecido un hecho de gran importancia para América Latina y el Caribe en lo que a seguridad y política internacional se refiere, y casi nadie se ha enterado de ello. Se llevó a cabo la XV Reunión de Ministros de Defensa de las Américas, en Brasil. En dicho evento, los EE. UU. posicionaron el nuevo concepto para ellos estratégico, en su lucha contra China y Rusia en América Latina y el Caribe; la disuasión integrada (integrated deterrence). Advirtieron a los países de la región que la nueva forma de lucha es por todos los frentes, medios, recursos y de manera integrada. Algo así como un tipo de guerra total en el siglo XXI.

En esta reunión los norteamericanos insistieron en la necesidad de contener especialmente el avance de China en América Latina y el Caribe. Daniel P. Erikson, subsecretario adjunto de defensa para el Hemisferio Occidental y participante de dicho evento, instó a los países a sopesar cuidadosamente cuál podría ser el costo de un mayor compromiso con China. Esto no es para nada casual, ya que para esas mismas fechas pero en el mes de junio, se realizó la Cumbre de la OTAN en Madrid, producto de la guerra en Ucrania, donde se expuso al mundo el nuevo concepto estratégico de esta organización militar, con Rusia, China y el terrorismo internacional como principales amenazas, según su perspectiva, para la paz mundial y la democracia (neo) liberal. También se realizaron las negociaciones para el ingreso de Finlandia y Suecia a la organización.

Este nuevo concepto lleva el nombre de Enfoque de 360°. Busca fortalecer la resiliencia nacional y colectiva, y redefine los tres objetivos principales de la OTAN en esta nueva etapa: disuasión y defensa, seguridad cooperativa y prevención y gestión de crisis. Así posicionan el respeto de la soberanía, la integridad territorial, los derechos humanos y el derecho internacional como unos de sus ejes prioritarios. Expone además el documento hecho público por la alianza, que las fuerzas nucleares estratégicas de esta, en particular las de EE. UU., siguen siendo la garantía suprema de la seguridad para el bloque.

Dentro del marco de esta coyuntura global se desarrolló la reunión de ministros de defensa de las Américas. Lloyd Austin, secretario de defensa de los EE. UU. participó de este encuentro para posicionar no solo el concepto de la disuasión integrada, sino los temas de ciberdefensa, la mujer, la paz y la seguridad, la ayuda humanitaria y la respuesta a las catástrofes. Pero sin duda, el más relevante de todos en términos geoestratégicos es el de la disuasión integrada.

Este nuevo concepto planteado por Colin Kahl, subsecretario de políticas de defensa, durante la cumbre Defense One Outlook 2022, busca vislumbrar con claridad aquello que esta nación debería defender y que puede ponerlos en condiciones de desventaja estratégica frente a sus adversarios en caso de crisis y conflicto. Esto implica el análisis significativo y la determinación de áreas claves de infraestructura crítica que deben protegerse, entre las cuales se encuentran; finanzas, energía y economía, con el telón de fondo de la amenaza climática. El general del ejército James H. Dickinson, comandante del Comando Espacial de EE. UU. afirmó que la disuasión integrada es un enfoque de todo el gobierno.

Esto quiere decir que se integra todos los instrumentos del poder nacional; a todos los comandos combatientes en todos los dominios (convencional, nuclear, cibernético, espacial e informativo), el gobierno, aliados y socios. Tenemos que trabajar junto a nuestros aliados y socios para que nuestros adversarios sepan que no solo se están enfrentando a Estados Unidos, sino que se están enfrentando a una coalición de países que están comprometidos a defender un orden internacional basado en reglas, ha declarado Colin Kahl recientemente.

La presentación de esta nueva doctrina de defensa nacional norteamericana en la reunión de ministros recién pasada en Brasil, deja en evidencia la necesidad de este país de involucrar tanto a América Latina como el Caribe en esa estrategia de lucha integrada contra las naciones consideradas por este como enemigas. Una vez más, nos encontramos frente a una encrucijada existencial, pues la importancia que vuelve a cobrar la región a nivel geopolítico para los intereses de las grandes potencias es prominente; ya sea por temas de recursos naturales, mercados o competencia por influencia política, y hace de este un espacio con alarmantes niveles de inestabilidad.

Es en este escenario donde académicos y políticos han planteado el tema de recuperar una autonomía mínima y una posición de no alineamiento activo. Estas corrientes, consisten básicamente en conservar ciertos niveles de neutralidad, equidistancia estratégica y acercamientos pragmáticos tanto con unos como con otros al mismo tiempo. Se puede y debe tener buenas relaciones con todos, sin que esto signifique necesariamente casarse con nadie. Por ello el fortalecimiento del regionalismo es importante, no obstante, este atraviesa una de sus crisis más agudas de los últimos años, encontrándose así en sus mínimos históricos, como argumenta la Dra. Josette Altmann Borbón en sus análisis sobre la región.

Equilibrar los lazos constructivos con todos es indispensable, tanto entre países vecinos como con potencias emergentes y consolidadas, pero pareciera que adoptar una postura definitiva de un bando u otro atrayendo dichas pugnas a estas latitudes, no es una opción con posibilidades de éxito para nadie en estos momentos. Si América Latina y el Caribe pasan a ser parte de este teatro de guerra planetario adoptando una postura hacia un único bando, estaría perdiendo más de lo que puede ganar, con consecuencias imprevisibles a corto y mediano plazo en todos los campos; desde el económico, hasta el social, político y militar, sumado a una mayor fragmentación política tanto interna como regional.  

Los grandes y verdaderos enemigos comunes de la región hoy son la desigualdad, la pobreza, la exclusión social, la falta de empleos de calidad y formales, la lucha frontal contra el cambio climático, las nuevas desigualdades digitales y pérdida de oportunidades para el desarrollo integral de las personas. Todo esto implica altas dosis de pragmatismo y realismo, pero sobre todo, capacidad de diálogo en medio de las diferencias, un ejercicio responsable de la democracia con una diplomacia activa en defensa del derecho internacional, el multilateralismo, así como el trato con respeto hacia la soberanía, tradiciones y visión de vida de cada pueblo, con una hoja de ruta clara como región, y pensando siempre desde una perspectiva latinoamericana.

Kissinger y su libro On China: ¡Esto sacudirá el mundo!

Gilberto Lopes, jul 2022

–¡Esto sacudirá el mundo!, dijo el primer ministro Zhou Enlai, cuando llegamos a un acuerdo sobre el comunicado conjunto que estábamos preparando, para la visita que el presidente Nixon haría a China, en febrero de 1972.

–Sería fantástico si, 40 años después, los Estados Unidos y China pudieran unir sus esfuerzos, no para sacudir el mundo, sino para construirlo, diría Kissinger en la última línea de su extenso On China, publicado en 2011, un largo recorrido sobre su experiencia en la construcción de las relaciones entre ambas naciones. No hay duda de que ese libro es el que recoge de mejor manera la aspiración de dejar establecido su legado en el escenario político del mundo.

Es un libro notable, de una de las cabezas que mejor entiende como defender sus interesas y los desafíos políticos del mundo en el que le tocó vivir. Y, ciertamente, entre los líderes políticos norteamericanos, es el de mayor experiencia y conocimiento de la cultura política china.

Kissinger habla extensamente de su experiencia, de los contactos políticos iniciados durante la administración Nixon, cuando negoció con los líderes chinos el restablecimiento de las relaciones de Washington con el gobierno de Beijing.

Lo que se conocería como ”Comunicado de Shangai” fue un documento cuidadosamente trabajado en una segunda vista de Kissinger a Beijing, en octubre de 1971, después de una visita anterior en la que los dos países empezaron a negociar el restablecimiento de sus relaciones. Un comunicado que expresaba, de manera satisfactoria para ambas partes, sus posiciones sobre el delicado tema de Taiwán.

Kissinger lo negociaba con el primer ministro Zhou Enlai, hasta que, revisando los borradores, el presidente Mao Zedong ordenó cambiar su tono y su contenido. No quería que fuera, simplemente, un documento más. Ordenó abandonar el borrador que venían trabajando y preparar otro documento, en el que cada país expresara libremente su posición sobre Taiwán. Naturalmente, divergentes. Con énfasis distintos. En una sección final del documento se recogerían los puntos de vista comunes. De ese modo, dice Kissinger, “cada lado estaba proponiendo una tregua ideológica y subrayando aquellos puntos donde las posiciones convergían”. El más importante le parecía ser el que hacía referencia al concepto de hegemonía:

Ningún lado debe buscar la hegemonía en la región de Asia-Pacífico y ambos se oponen a los esfuerzos de cualquier otro país o grupo de países para establecer una tal hegemonía.

Era una alusión clara a la Unión Soviética, a la que ambos se enfrentaban. Un enemigo común de aquella época, que facilitaba un entendimiento entre las dos partes. Pero a Kissinger no se le escapaba que la sustentabilidad de esa estrategia dependía de los progresos que se pudieran hacer en el tema de Taiwán, en el que el margen de concesiones era estrecho.

Un ambiguo equilibrio entre los principios y el pragmatismo se expresaba en el Comunicado de Shangai, en el que Estados Unidos reconocía que “todos los chinos, a ambos lados del estrecho de Taiwán, mantienen que hay una sola China y que Taiwán es parte de China. El gobierno de los Estados Unidos no pone en duda esa posición. Reafirma su interés en un arreglo pacífico del tema de Taiwán por los mismos chinos”.

La posición de Estados Unidos quedó establecida en cinco principios: la ratificación de la política de reconocimiento de que existía una sola China; la reafirmación de que Estados Unidos no apoyaría los movimientos independentistas de Taiwán; que tampoco apoyaría cualquier política de Japón para restaurar su influencia sobre la isla, donde había sido potencia colonial; apoyo a todo intento pacífico de acuerdo entre Beijing y Taiwán; y el compromiso de continuar normalizando las relaciones.

Otros dos comunicados entre Washington y Beijing fueron firmados en 1979 y en 1982. En todos se reiteraba la política de “una sola China” y se reconocía al gobierno de Beijing como el representante de esa China. Los comunicados agregaban que los Estados Unidos no mantendrían lazos oficiales con Taiwán. Pero no excluían relaciones no oficiales, incluyendo la venta de armamento, como los 150 cazas F-16 vendidos a Taiwán durante el gobierno de George Bush.

Las notas sobre las negociaciones de Nixon y su delegación con los gobernantes chinos durante la vista de febrero de 1972, guardadas en el Archivo de Seguridad Nacional (pero desclasificadas), señalan que el primer ministro Zhou expresó su preocupación no solo por la posibilidad de una renovada influencia de Japón sobre su antigua colonia, sino también por la eventual independencia de Taiwán. Quería seguridades de que Washington no apoyaría ningún movimiento inconsistente con el concepto de “una sola China”, que Estados Unidos había reconocido.

Nixon respondió –según los apuntes desclasificados– que los “Estados Unidos no apoyarían ‘ningún’ movimiento independentista en Taiwán y reiteró que Taiwán era ‘parte de China’, pero también que Washington apoyaba ‘una solución pacífica a los problemas de Taiwán’”.

Kissinger termina el capítulo –el #9 de su libro, titulado Resumption of relations: first encounters with Mao and Zhou– con dos preguntas y una observación: ¿Pueden los intereses de los dos lados llegar a ser realmente congruentes? ¿Pueden separarlos de sus propias visiones ideológicas, de modo a evitar que los contaminen con emociones conflictivas?

“La visita de Nixon a China abrió las puertas para lidiar con estos desafíos”, asegura Kissinger. Pero constata que ellos están todavía aquí, con nosotros, en 2011, cuando publica su libro.

En su opinión, pese a tensiones ocasionales, el Comunicado de Shangai ha servido a sus propósitos. Estados Unidos ha insistido en la importancia de un arreglo pacífico del problema, y China ha enfatizado el imperativo de la unificación, sin descartar, como lo han señalado reiteradamente, el eventual uso de la fuerza si se desarrollan tendencias independentistas en Taiwán.

Protestas de Tiananmen

Menos de una década después, luego de la represión de las protestas en la plaza de Tiananmen, en junio de 1979, las relaciones entre los dos países volvieron prácticamente a su punto de partida. Las cosas no parecían ir por el camino que Kissinger pretendía, si nos atenemos a las aspiraciones expresadas en la conclusión de su libro.

Jiang Zemin asumió la Secretaría General del Partido Comunista en junio de 1989. El 15 de abril habían comenzado las protestas en la plaza Tiananmen, aplastadas por el ejército el 4 de junio.

En noviembre, Jiang me invitó para conversar, dice Kissinger. No entendía como un problema interno de China (la crisis de Tiananmen) podía causar una ruptura de las relaciones con los Estados Unidos. “No hay ningún problema importante entre China y Estados Unidos, con excepción de Taiwán”. Pero aún en este caso –agregó– el Comunicado de Shangai establece una fórmula adecuada para tratarlo.

En los 40 años desde que había sido firmado, ni China ni Estados Unidos habían permitido que el diferendo sobre Taiwán restara impulso a los esfuerzos de normalización de las relaciones, estima Kissinger. Pero es evidente que el tema podría hoy, como pocas veces antes, hacer descarrilar décadas de construcción de una cuidadosa filigrana diplomática, cuyo desenlace podría amenazar el destino mismo de la humanidad.

Como señaló el presidente chino, Xi Jinping en su larga conversación telefónica con su colega norteamericano el pasado 28 de julio, quien juega con fuego termina quemado. Le pidió a Biden respetar, de palabra y de hecho, lo estipulado en los tres comunicados sobre los que se funda las relaciones de los dos países.

Como paño de fondo de las renovadas tensiones estaba el anuncio de una visita –no confirmada aún– de la presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán, como parte de una gira por Asia.

La advertencia de Xi es solo la última de una serie que incluye la cancillería y las fuerzas armadas chinas y, naturalmente, no puede haber ninguna de más alto nivel.

Construyendo su propia pirámide

Una pirámide, lugar donde guardar para la posteridad los restos de grandes hombres. Una idea que me persigue mientras avanzo en la lectura de On China. Me parece imposible no pensar que la idea no está, desde el inicio, en la cabeza de Kissinger. Tampoco me parece absurdo pensar que lo esté.

Eso obliga a leer el libro con cuidado, con una luz de alarma siempre prendida. Anoto, al concluir el capítulo #9: “un capítulo donde las cualidades de Kissinger como observador, diplomático y narrador adquieren especial relieve”. Naturalmente, cuando Nixon ocupa el escenario, él da un ligero paso al costado. Pero es su libro y es su figura la que brilla con luz mayor.

La visita de Nixon a China afirma, fue una de las pocas en las que una visita de Estado provocó cambios seminales en las relaciones internacionales. En su opinión, “el retorno de China al juego diplomático global y el aumento de las opciones estratégicas para los Estados Unidos dio una nueva flexibilidad al sistema internacional”.

Hay que destacar aquí –como ya lo señalamos, aunque no se pueda desarrollar en detalle el tema– que el escenario internacional estaba caracterizado por las tensiones entre China y la Unión Soviética, lo que facilitaba el acercamiento con Estados Unidos. El rápido desarrollo económico de Japón revivía también viejos temores de China, anclados en los recuerdos relativamente recientes de la ocupación de su territorio por el ejército japonés.

Kissinger señala que “el acercamiento chino-norteamericano comenzó como un aspecto táctico de la Guerra Fría, pero evolucionó hasta hacerse central en el desarrollo de un nuevo orden global”. Ninguno pretendía cambiar las convicciones del otro (y eso, quizás, fue lo que hizo posible el diálogo), “pero articulamos objetivos comunes que sobrevivieron al período de ambos (el suyo y el de Zhou) en el ejercicio de nuestros cargos –uno de los mayores reconocimientos a que un político de Estado puede aspirar”.

Es la misma idea que se repite al final del libro. “Cuando el primer ministro Zhou Enlai y yo llegamos a un acuerdo sobre el comunicado que anunciaba la visita secreta, él dijo: ‘Esto conmoverá el mundo’. A lo que Kissinger agregó su esperanza de que, además, contribuyera a construirlo.

Un imposible orden unipolar

Después de la crisis de Tiananmen, en junio de 1989, Estados Unidos impuso sanciones a China y suspendió todo contacto de alto nivel entre los dos países. Solo cinco meses más tarde caía el muro de Berlín. Poco después, con el fin de la Unión Soviética, concluía la Guerra Fría. Para los Estados Unidos, la desintegración de la Unión Soviética fue vista como una forma de permanente y universal triunfo de los valores democráticos. Los líderes chinos rechazaban esa predicción de un triunfo universal de la democracia liberal occidental.

George Bush había asumido la presidencia en enero del 2001. Jiang Zemin era entonces secretario general del Partido Comunista Chino y presidente de su país. Jiang reiteraba, en sus discursos, la importancia de las relaciones entre China y Estados Unidos. La cooperación entre los dos países es importante para el mundo. Nosotros haremos lo imposible para que así sea. Pero agregaba: el principal problema entre China y Estados Unidos es la situación de Taiwán. Nosotros hablamos, con frecuencia de una solución pacífica para este problema y de la fórmula “un país, dos sistemas”. –Yo normalmente solo hablo de estos dos aspectos. Sin embargo, algunas veces agrego que no podemos descartar el uso de la fuerza. “Esta es la parte más sensible de nuestra relación”, reiteró.

Se cercaba el fin del gobierno de Bush y Kissinger visitaba nuevamente China. Al volver traía un mensaje del gobierno chino para Bush. Era un intento por reorientar las relaciones. Y aunque Bush envió a su secretario de Estado, James Baker, a conversar en Beijing (pese a que los contactos de alto nivel estaban suspendidos desde Tiananmen), las conversaciones no avanzaron. Su gobierno había entrado en un período final de mandato, que no permitía el desarrollo de grandes iniciativas.

El mandato de Bush concluiría en enero de 1993. Durante la campaña electoral del 92, Clinton había criticado su gobierno, al que consideraba demasiado condescendiente con China. “China no podrá soportar eternamente las fuerzas de un cambio democrático. Un día seguirá el camino de los regímenes comunistas del este de Europa y de la antigua Unión Soviética”.

Una vez asumido el cargo, en enero del 93, anunció su intención de llevar la democracia a todo el mundo como el objetivo principal de su política exterior. En las audiencias de confirmación en el congreso, el secretario de Estado Warren Christopher afirmó que los Estados Unidos buscaría facilitar una transición pacífica de China, del comunismo a la democracia, apoyando las fuerzas políticas y económicas favorables a la liberalización.

Los chinos lo veían de otra forma. El canciller Qian Qichen (uno de los ministros de relaciones exteriores más hábiles que he conocido, diría Kissinger) me aseguró que “el orden internacional no permanecería unipolar indefinidamente”. “Es imposible que un tal mundo unipolar llegue a existir. Algunos pueblos estiman que después de la Guerra del Golfo y de la Guerra Fría, los Estados Unidos pueden hacer lo que quieran. Yo creo que eso no es correcto”, agregó Qian.

Pocos artículos expresan de manera más cruda ese escenario unipolar que “The unipolar moment”, del columnista conservador norteamericano Charles Krauthammer, ya fallecido, publicado en la revista Foreign Affairs en 1991.

“La característica más llamativa del mundo de post Guerra Fría es su unipolaridad”, decía Krauthammer. “No hay más que una potencia de primera categoría y ningún prospecto de que, en el futuro inmediato, surja alguna potencia rival”.

El artículo abunda en expresiones parecidas. No hay una sola referencia al papel de China en este escenario, precisamente cuando Kissinger destacaba que los años 90’s se caracterizaron por su asombroso crecimiento económico y la transformación de su papel en el mundo. Percibía bien que un nuevo orden internacional estaba a punto de emerger. Si en 1994 el presupuesto militar de Taiwán era mayor que el de China, hoy el de China es 20 veces mayor. Si a mediados de los años 90’s las relaciones económicas entre ambas eran relativamente insignificantes (las exportaciones de Taiwán a China eran de menos del 1% del total de sus exportaciones), actualmente esta cifra es de cerca del 30%.

Hoy es claro quien tenía una visión más ajustada al desarrollo de los acontecimientos. El fin de la Unión Soviética y del socialismo en el este europeo significó el triunfo de Washington en la Guerra Fría, que alcanzó entonces la cumbre del poder. Pero fue también el inició de la caída de su papel, tanto en el orden económico como político, en el escenario mundial. Muchos analistas no supieron vislumbrar el ritmo de desarrollo chino, ni el inicio de la decadencia norteamericana.

Congruente con esa esa retórica, en mayo del 93 Clinton extendió por un año, de forma condicional, el estatus de Nación Más Favorecida a China. La orden ejecutiva fue acompañada por la retórica más peyorativa contra China que la de cualquier otra administración, desde 1960, dice Kissinger, que comenta la visita del secretario Christopher a Beijing: “Fue uno de los encuentros diplomáticos más hostiles desde que Estados Unidos y China iniciaron su política de acercamiento”.

Lo último que los chinos estarían pensando

Kissinger ha reiterado los riesgos de una política que enfatiza, en tonos cada vez más estridentes, los aspectos de una confrontación que no pude transformarse en armada sin amenazar la vida humana misma en el planeta. Ha hablado repetidamente en meses recientes.

En entrevista a Bloomberg, en julio, advirtió que una Guerra Fría entre los dos países podría terminar en una catástrofe mundial. Biden debe tener cuidado y no dejar que la política interna interfiera en su visión de China. Es importante evitar la hegemonía china (o de cualquier otro país), pero eso no se puede lograr mediante confrontaciones sin fin, estimó.

Consultado por Judy Woodruff, de PBS News Hour, sobre las lecciones que China puede sacar de la actual guerra en Ucrania con respecto a un eventual ataque a Taiwán, Kissinger estimó que “esto sería lo último que los chinos estarían pensando ahora”.

¿No sería mejor si abandonamos toda ambigüedad de nuestra política con respecto a Taiwán y afirmamos que defenderemos la isla de cualquier ataque?, le preguntó la periodista.

–Si abandonamos nuestra política y Taiwán se declara un país independiente, China estaría prácticamente obligada a adoptar una acción militar, porque este ha sido muy profundamente parte de su problema doméstico. De modo que esa ambigüedad ha evitado el conflicto. Pero los efectos de disuasión deben ser también firmes, dijo Kissinger.

En su libro Kissinger hace referencia a la posición de activistas de

derechos humanos para quienes sus valores eran considerados universales. Para esos sectores, las normas internacionales de derechos humanos deben prevalecer sobre el concepto tradicional de soberanía de los Estados. “Desde ese punto de vista –afirma– una relación constructiva a largo plazo con Estados no democráticos es insostenible casi por definición”.

“La política de derechos humanos en China no es de su incumbencia”, le había dicho el primer ministro Li Peng al secretario Christopher durante su encuentro en Beijing, señalando que los Estados Unidos tenía muchos problemas de derechos humanos que atender.

Lo cierto en esta materia es que Estados Unidos no acepta la jurisdicción de los organismos internacionales de derechos humanos y han terminado por transformar el tema en un instrumento político contra quienes no comparten sus intereses. Una política promovida particularmente en América Latina, donde Estados Unidos ha apoyado regímenes responsables de graves violaciones de los derechos humanos, incluyendo el derrocamiento de Salvador Allende, en Chile, que el mismo Kissinger promovió y estimuló durante la administración Nixon.

A favor de la ambigüedad

Al mismo tiempo surgían, con renovado impulso, fuerzas independentistas en Taiwán, encabezadas por el presidente Lee Teng-hui. En 1995 Lee logró autorización para visitar la Universidad de Cornell, donde había estudiado. Su discurso, con reiteradas referencias al “país” y a la “nación” y la discusión sobre el inminente fin del comunismo, resultaron inaceptables para Beijing, que llamó a consulta a su embajador en Washington, retrasó el agreement para el nuevo embajador de Estados Unidos en Beijing y canceló los contactos de alto nivel con el gobierno norteamericano.

Era julio de 1995 y Kissinger estaba de vuelta en China. Estados Unidos debe entender que “no hay espacio de maniobra en el asunto de Taiwán”, la había dicho Qian Qichen.

–Le pregunté al presidente Jiang si seguía vigente la afirmación de Mao, de que China podría esperar cien años para resolver el asunto de Taiwán, y él me respondió que no. La afirmación fue hecha hace 23 años, dijo Jiang, de modo que solo quedan 77.

Como esta conversación tiene ya 27 años, han pasado 50 y estaríamos ahora exactamente a la mitad del plazo dado por Mao. De modo que los tiempos se acortan y la advertencia de Xi, de que quien juega con fuego termina por quemarse, no debería verse como una repetición de advertencias del pasado. Me parece que esa no es la lógica china.

Años más tarde, la esposa de Clinton, Hillary, se desempeñó como secretaria de Estado (2009-2013), durante el primer mandato de Obama. Difícilmente podría ser más dura su opinión sobre Kissinger, expresada en una entrevista al editor nacional del Financial Times, Edward Luce, publicada el 17 de junio pasado.

Luce se refiere a Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional durante el gobierno de Jimmy Carter, un politólogo de origen polaco, fallecido en 2017, “rival y amigo” de Kissinger.

Kissinger dijo recientemente que Ucrania debería conceder territorio a Putin para acabar con la guerra, dijo Luce, reiterando una afirmación que Kissinger niega. Es, en todo caso, una interpretación bastante generalizada de afirmaciones hechas por Kissinger en Davos, aunque él explícitamente las negó en la entrevista a la periodista Woodruff. Son quizás parte de la necesaria “ambigüedad” a la que ya se había referido antes como necesaria para evitar una guerra entre Estados Unidos y Beijing, provocada por el problema de Taiwán.

Luce toma partido y afirma que, en su opinión, Brzezinski tenía una comprensión más aguda que Kissinger de las debilidades de la Unión Soviética.

–Estoy totalmente de acuerdo, respondió Hillary. Nunca creí que Brzezinski tuviera una visión romántica de los rusos como Kissinger. Él valora demasiado su relación con Putin. Y agregó una frase lapidaria: –Tienes que darle crédito a Kissinger por su longevidad, al menos. Él simplemente sigue adelante.

En su criterio, la OTAN debió seguir expandiéndose hacia el este; los argumentos en contra eran, por lo menos, ingenuos. El recuerdo de una vieja anécdota ocurrida en un restaurant londinense, donde discutían con los invitados la conveniencia de la expansión de la OTAN, luego de concluida la Guerra Fría, ilustra sus ideas. –Yo soy de Polonia (les dijo quien los atendía) y antes de tomar su orden, déjenme decirles algo: nunca confíen en los rusos. Hillary aprobaba. Ella también piensa que Putin “no tiene alma” y que intervino en las elecciones del 2016 en su contra, apoyando a Trump. “Si Trump hubiese ganado en 2020, sin duda habría abandonado la OTAN”, aseguró en la entrevista al FT.

Formación de bloques excluyentes

Luego de un largo recorrido de más de 500 páginas, en un agregado final con referencia a la visita del presidente chino Hu Jintao a Washington, en enero del 2011, en el gobierno Obama, Kissinger afirma:

El peligro estructural para la paz mundial en el siglo XXI está en la formación de bloques excluyentes entre el Este y el Oeste (o, por lo menos, con su parte asiática), cuya rivalidad podría replicar a una escala global el cálculo de suma cero que produjo las conflagraciones en Europa en el siglo XX.

El fin de la presidencia de Jiang Zemin, en marzo del 2003, marcó el fin de una época en las relaciones chino-norteamericanas. Ambos países ya no tenían un adversario común (Rusia), ni tampoco compartían el concepto de un nuevo orden mundial.

En Estados Unidos, George W. Bush había asumido la presidencia en enero del 2001, mientras que, en China, Hu Jintao sucedía en el cargo a Zemin. Kissinger recuerda que Bush llegaba a la presidencia luego del colapso de la Unión Soviética, en medio del triunfalismo y la creencia de que su país era capaz de rediseñar el mundo a su imagen y semejanza, como ya vimos, sobre la base de su visión de la democracia y de los derechos humanos.

El tema de Taiwán seguía en la agenda y fue tratado por Bush con el primer ministro chino Wen Jiabao durante su visita a Washington en diciembre del 2003. Jiabao reiteró que la política de Beijing seguía siendo la de promover una reunificación pacífica, bajo la norma de “un país-dos sistemas”, como la aplicada en Hong Kong.

En 2005, en un discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas, Hu Jintao se refirió a un mundo harmonioso, con una paz duradera y una prosperidad compartida, la visión china del escenario mundial. Es evidente que ese no fue el rumbo seguido.

En enero del 2011, Hu visitó Estados Unidos. Seguían en la agenda problemas complejos, como las relaciones con Corea del Norte o la libertad de navegación en el Mar del Sur de China. Lo que está pendiente, dice Kissinger, es si podemos pasar del manejo de las crisis a la definición de objetivo comunes. ¿Pueden Estados Unidos y China desarrollar una verdadera confianza estratégica?

Kissinger vuelve la mirada al escenario que condujo a la I Guerra Mundial, a la unificación y crecimiento de las capacidades militares de Alemania. Cita a un analista inglés, funcionario del Foreign Office, Eyre Crowe, en cuya opinión, independientemente de las intenciones, si Alemania logra la supremacía naval, estará en juego la existencia del imperio británico y no habrá manera de encontrar formas de cooperación ni de confianza entre los dos países. Trasladado este criterio al análisis de los riesgos que implica el crecimiento de China, resultaría incompatible con la posición de los Estados Unidos en el Pacífico y, por extensión, en el mundo.

A esta visión de Crowe se agrega, en el debate norteamericano, la de grupos neoconservadores y otros, para los cuales la preexistencia de instituciones democráticas son un requisito para el establecimiento de relaciones de confianza entre los países. En ese caso, un cambio de régimen sería el objetivo final de la política norteamericana hacia países que considera “no democráticos”.

Si se enfatizan las diferencias ideológicas las relaciones podrían complicarse. Tarde o temprano, un lado o el otro podría cometer un error de cálculo… el resultado sería desastroso, estima Kissinger. Para evitarlo, la relación entre China y Estados Unidos no debería ser de suma cero. La competencia, más que militar, debería ser económica y social. Como lograr ese balance es el desafío de cada generación de nuevos líderes en ambos países.

Cualquier intento de los Estados Unidos de organizar Asia para aislar China, o crear un bloque de Estados democráticos para lanzar una cruzada ideológica, están destinados al fracaso. Si se considera que los dos países están condenados a confrontarse, creando bloques en el Pacífico, el camino del desastre quedará pavimentado, dice Kissinger. En cambio, sugiere como alternativa que Japón, Indonesia, Vietnam, India y Australia integren un sistema que, lejos de percibirse como instrumento de una confrontación entre Estados Unidos y China, lo vean como un esfuerzo de desarrollo conjunto.

Es evidente que no ha ocurrido así, y no se puede descartar que el camino recorrido nos conduzca a un gran desastre.

¿El fin de la ambigüedad?

Parece tentador. No faltan, en Estados Unidos, quienes piensan haber llegado la hora de confrontar a China y terminar con la ambigüedad con que se ha tratado el problema de Taiwán.

En medio de la turbulencia provocada por el anuncio de Nancy Pelosi de su intención visitar Taiwán, David Sacks, investigador del Council on Foreign Relations publicó, en julio, en Foreign Affairs, un artículo sobre el tema: How to survive the next Taiwan Strait Crisis.

Se avecina una era mucho más peligrosa para las relaciones a través del estrecho, afirma en su artículo. Apoya su afirmación con consideraciones del director de la CIA, William J. Burns, diplomático, exsubsecretario de Estado en la administración Obama, para quien no se debe subestimar la determinación del presidente Xi de reafirmar el control de Beijing sobre Taiwán.

Se podría esperar que, ante esta realidad, sería prudente mantener la política establecida en los comunicados conjuntos firmados con China y la política de una cierta ambigüedad defendida por Kissinger, como un medio de evitar una confrontación desastrosa.

No es esa la visión de Sacks. Su propuesta es que, para enfrentar los peligros de esta nueva fase, Biden debería promover una revisión completa de la política de Estados Unidos hacia Taiwán. Su sugerencia es que esa política esté basada en la disuasión y que, para eso Estados Unidos debería dejar claro que usará la fuerza para defender Taiwán.

Toda la visión del problema está enfocada en una respuesta militar. Además de lo ya sugerido, agrega incrementar la capacidad de combate de Taiwán; asesorar reformas de las reservas y fuerzas territoriales de defensa; insistir en que el gobierno de la isla incremente su gasto militar e invierta en misiles, minas marítimas y defensa aéreas portátiles. La cooperación norteamericana debe incrementarse en los próximos años, pero recomienda no hacerla pública.

La visión de este tipo de analistas se nutre de la manera como China respondió, en el pasado, a los acercamientos de Washington a Taipei. Recuerda el viaje de un antecesor de Pelosi como presidente de la Cámara, Newt Gingrich, en 1997, para reunirse con el presidente Lee Teng-hui, o la visita de Lee a los Estados Unidos, dos años antes.

Sacks se refiere a la reacción del presidente Jiang Zemin, cuya protesta se expresó –como ya vimos– en el terreno diplomático.

Pero Kissinger, que estuvo nuevamente en China en ese período, cita al viceprimer ministro Qian Qichen. China –dijo Qian– atribuye gran importancia a sus relaciones con Estados Unidos, pero Washington debe tener claro que no tenemos margen de maniobra en la cuestión de Taiwán.

Sacks deriva de esa experiencia la conclusión de que la historia se repetirá, pese al desarrollo de acontecimientos que él mismo enumera. Ha habido cambios importantes en las políticas norteamericanas hacia Taiwán en tiempos recientes, afirma. Mike Pompeo (Secretario de Estado en la administración Trump), envió congratulaciones a la presidente Tsai Ing-wen cuando asumió el cargo, en 2020; la administración Trump recibió a diplomáticos taiwaneses en el Departamento de Estado y en otras oficinas oficiales, norma que ha seguido el gobierno Biden; el Secretario de Estado Antony Blinken se refiere públicamente a Taiwán como un país; Biden invitó a una delegación de Taiwán a su toma de posesión y a la Cumbre por la Democracia; se anunció por la prensa que militares norteamericanas entrenaban fuerzas taiwanesas.

La lista quizás no sea exhaustiva, pero da una idea la naturaleza de las relaciones de Estados Unidos con Taiwán y del significado de la exigencia de Xi, en su conversación telefónica con Biden, de que el compromiso con las declaraciones firmadas no sea solo de palabra, sino también de hecho.

Sacks parece sacar, de ese listado, la conclusión de que China lo seguirá aceptando. No piensa que, quizás, termina por colmar el vaso de la paciencia. Conclusión que no parece lejana de la realidad, si agregamos que la advertencia de que quien juega con fuego se quemará vino ahora del propio presidente Xi, después de hacerse, en el mismo tono, desde el ejército y de la cancillería China. No ver la importancia de esa escalada sería un error de consecuencias posiblemente impagables.

¿Qué hacer?

El mundo asiste esta escalada ciertamente con preocupación y con horror ante las posibles consecuencias de medidas que difícilmente parecen encajar dentro de una necesaria política de cooperación para enfrentar desafíos comunes de la humanidad.

Tal como lo hicieron Estados Unidos y los países europeos en la reciente reunión de la OTAN en Madrid, donde adoptaron una respuesta militar inútil para enfrentar la situación en Europa, no faltan voces que sugieren la escalada militar para enfrentar la de Taiwán.

Para Sacks, con su visita Pelosi buscaría aprovechar una última oportunidad de expresar su apoyo a Taiwán como presidente de la Cámara de Representantes, ya que probablemente dejará el cargo luego de las elecciones de noviembre. Podría dejar así, en su curriculum, una muestra clara de su decidida oposición al régimen chino. Aunque su vanidad podría ser desastrosa para la humanidad.

Si la invasión de Ucrania por Rusia es un problema internacional, la situación de Taiwán es vista por Beijing como un problema interno chino. “Y la soberanía no es negociable”, le recordó Qian a Kissinger.

Es difícil pensar que Washington no entiende claramente la diferencia. Pero podría verse tentado a probar suerte.

El resto del mundo, ¿no tiene nada que decir? ¿No pueden líderes políticos latinoamericanos hablar y reivindicar derechos legítimos de la humanidad? ¿No sería útil que líderes de la región –pienso en Lula, Fernández, López Obrador, Petro, Boric, Arce, Mujica, Correa, Morales, en fin representantes de importantes sectores de opinión pública de la región, unirse a otros, como el senador Bernie Sanders y un grupo de congresistas norteamericanas opuestas a la guerra; y con políticos europeos, como Merkel, Schroeder, Corbin, Mélenchon y, seguramente, muchos otros–, se movieran para librar una batalla ante la opinión pública, poniendo de relieve las dramáticas consecuencias que tendrá para la humanidad un camino de una confrontación armada como esta?

FIN

La crisis existencial de la sociedad contemporánea

Un soldado ucraniano frente a los destrozos causados por la invasión rusa.

Los graves problemas de la humanidad en el siglo XXI

7 MAYO 2022, 

JUAN JARAMILLO ANTILLÓN

La vida solo se puede entender mirando hacia atrás, pero se debe vivir mirando hacia adelante.

(Soren Kierkegaard)

El auge del capitalismo liberal y su globalización con la apertura mundial de mercados, por un lado, había provocado un crecimiento económico con progreso social muy importante para sectores de la población de Occidente como los Estados Unidos, Canadá y los países del centro de Europa, además, de Japón, Corea del Sur, Filipinas, Singapur y Hong Kong, entre otros, en Asia. Así mismo, parte de la población de algunos países de América Latina se habían beneficiado con dicha globalización, aunque existía el serio problema de un sector pobre marginado de ese progreso.

Por otro lado, teníamos la impresión de que, poco a poco, en este siglo XXI, el capitalismo liberal por necesidad se humanizaría perdiendo el aspecto de salvaje, y China con su apertura mundial al capital, a la empresa privada y a los mercados (con un gobierno de partido único marxista), las dos fuerzas que dominaban económica y militarmente al mundo se lograrían entender.

Los norteamericanos habrían aceptado que China no se volvería democrática, y, esta, no trataría de que los países que comerciaban con ella fuesen influenciados por el marxismo, por lo menos eso se pretendía.

La espectacular productividad de la industria, el desarrollo de los medios de comunicación partiendo de Internet y las redes sociales, y el crecimiento del comercio, harían que a la larga el beneficio llegara por fin a los pobres.

Nadie se acordaba ya las dos grandes crisis del siglo XX, la Primera y Segunda Guerras Mundiales y sus horribles secuelas de destrucción de la infraestructura de Europa y, sobre todo, la miseria y sufrimiento que causaron a decenas de millones de personas, con la muerte de sesenta millones de inocentes seres humanos.

Las grandes diferencias entre el comunismo y el capitalismo parecían haberse acabado con la globalización de los mercados. Parecía que la democracia podría continuar expandiéndose y los derechos humanos serían reconocidos por todo el mundo, y, los países se volvían muy interdependientes económicamente hablando.

Y si bien, la sociedad del siglo XXI aún seguía llena de problemas, la creciente prosperidad de un sector llenaba la atmosfera de un optimismo sin precedentes que se respiraba en todos los continentes a finales del siglo XX. Existía, pues, una visión optimista de que el mundo estaba avanzando para mejorar; pero lamentablemente no fue así, el proceso de la globalización ya no progresa y la economía mundial se está ralentizando, han surgido toda clase de movimientos contra la globalización. Las empresas de occidente se han retirado de Rusia y comienzan a dar pasos para atrás en China y esta a mostrarse hostil contra los Estados Unidos por las restricciones que pone a sus importaciones. Como consecuencia de ello, la economía mundial parece estar dividiéndose en una occidental y en otra China, debido a que a las rivalidades económicas se le han mezclado rivalidades políticas e ideológicas y, por ello, hasta las cadenas de suministros se ven amenazadas por la incertidumbre política.

Ahora, nos hemos dado cuenta de que la conducta humana en las altas esferas de los gobiernos del mundo obedece no solo a imperativos políticos o económicos, sino también a motivaciones más profundas, tal parece ser el caso del autócrata presidente Putin de Rusia, quien aparte de desear ser temido, también quería ser respetado y hasta apreciado. No sucedió así, y al no tenérsele en cuenta, su odio a Occidente (ya existente antes por haber este causado la humillación de la disolución de la Unión Soviética) ha aumentado, en especial cuando ofreció que Rusia podría permanecer a la OTAN y fue rechazado, con cosas tan despectivas como que, sería meter el zorro el gallinero. Putin con la invasión a Ucrania ahora quiere para Rusia un papel protagónico en la historia mundial y al parecer lo está logrando.

China y los países con religión del islam (y ahora también Rusia), rechazan el sistema de vida norteamericano y de Europa central, señalando que Occidente en forma arrogante trata de imponer su sistema democrático al mundo, y que, para ello usa la globalización con su sistema de mercado, su publicidad, su sociedad de hiperconsumo. Tampoco lo aceptan por considerarlo muy materialista, así mismo manifiestan que sus costumbres son excesivamente liberales y su sistema de valores muy individualista e inconformista. Además, señalan que, el exceso de libertad de prensa genera desorden y, finalmente, rechazan las ideas de igualdad de la mujer, de género, de orientación sexual, de los derechos LGBTQ, ya que, no lo aceptan ni su religión ni sus costumbres. Incluso responsabilizan a Occidente por el narcotráfico existente y su ascenso.

Visto así ya no solo la economía no parece estar convergiendo sino divergiendo, al igual que las costumbres. A lo anterior se suma el grave problema de que las religiones protestantes y sus pastores desean adquirir poder político (de hecho, ya lo tienen) En Estados Unidos Donald Trump se apoyó en ellos para triunfar en las elecciones del 2016, lo mismo ha sucedido en Latinoamérica, y eso choca con algunos aspectos de la democracia existente y las libertades adquiridas.

Antes parecía que las democracias eran estables y los regímenes autoritarios se acabarían con el tiempo, ahora hay desilusión, porque las democracias no han resuelto muchos de los problemas existentes, en especial la pobreza extrema y, en cambio, han permitido el enriquecimiento de unos pocos millonarios en cientos de miles de millones de dólares, incluso, en el periodo de estos dos últimos años donde debido a la pandemia viral, el 99% de la gente vio disminuir sus ingresos. A lo anterior se suma el exceso de burocracia privilegiada a que da lugar la democracia y a la corrupción demostrada que la acompaña desde sus inicios en la Grecia antigua.

El peor golpe dado a la democracia se lo propinó Donald Trump, un ególatra y autócrata presidente de los Estados Unidos. Habiendo perdido las elecciones ante Joe Biden, declara que se las robaron, que hubo sinvergüenzada, y, más de 50 millones de sus partidarios republicanos le creen. El 6 de enero del 2020, incita a una masa enardecida de fanáticos, que él llamó a una concentración (el día en que el Congreso de ese país reconocía al nuevo presidente), para que asalten el Congreso, lo que hacen sin que él como presidente llame al ejército para que la controle. El asombro y la decepción del mundo son terribles, no podían creer lo que se oía y veía. La democracia más respetada, estaba en entredicho y, lo peor, eso desprestigiaba y debilitaba este sistema político a nivel mundial. De hecho, persiste el temor de que los norteamericanos, cansados por los problemas tenidos por los demócratas en el periodo presidencial (2020-2024) de Joe Biden, muy bajo en las encuestas de popularidad debido entre otras cosas a la desastrosa partida del ejército de Afganistán, la falta de presupuesto para cumplir con las promesas de campaña y la alta inflación que afecta los bolsillos de los estadounidenses, vuelvan a elegir a Trump, terminando así de destruir la democracia en los Estados Unidos y los acuerdos hechos con la OTAN y el resto del mundo.

Recordamos cómo en diciembre del 2020, el optimismo reinante, recibió una ruda y horrible sacudida, debido a la aparición de una pandemia viral, que a abril del 2022, ha causado la muerte a 6 millones de personas y contagiado a más de 500 millones, amenazando al mundo entero, sanitaria, social y económicamente con una debacle y contribuyendo a la aparición o agravar, la crisis existencial contemporánea de incertidumbre, ansiedad, temor y tristeza que millones de personas sufren en todo el mundo.

Como ya señalamos, el autócrata presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien debe ser un admirador del filósofo Thomas Hobbes, el cual consideraba que el autoritarismo y el absolutismo son la única forma de gobierno que garantiza el orden, ante el temor de que su vecino Ucrania se alíe con la OTAN, pero sobre todo temeroso del ejemplo que una Ucrania democrática puede darle a su país, invade primero la península de Crimea sin qué Ucrania o la OTAN reaccionen y, siguiendo una línea ya acostumbrada, como hizo con Chechenia y Georgia, en marzo 2022, le declara la guerra a Ucrania con una invasión aterradora que está destruyendo toda la infraestructura de ese país y asesinando con bombardeos por aire y tierra a miles de personas inocentes. Ahora Putin, con su rigidez totalitaria y al causar tal destrucción hace correcta la famosa frase de Hobbes: «Lupus est homo homini» («El hombre es un lobo para el hombre»).

Los efectos negativos de dicha guerra repercuten en el mundo entero. Se eleva rápidamente el valor de la gasolina, el gas y el carbón, el valor de los granos (maíz y arroz) que produce el granero que era Ucrania, se encarece el transporte, la inflación mundial se dispara, comienza una guerra cibernética de hackers a favor y en contra de Rusia, lo cual pone el peligro al resto de las redes de los negocios ya sea de tipo bancarios, sanitarios, militares y muchos otros más. Finalmente se inicia una escalada para militarizar a los Estados Unidos y los países de la OTAN, lo mismo a Rusia y China, en detrimento de gastos en salud o para disminuir la pobreza.

Ahora no solo el sufrido pueblo de Ucrania, sino todo el orbe se lamenta: qué mala suerte, no hemos salido de la pandemia viral mundial, que a ratos parece cobrar nueva vida, y sufriendo aún las consecuencias de esta, tenemos que cargar con los problemas que la guerra en Ucrania nos causa.

Las personas se preguntan: ¿cuándo terminará la pandemia viral? ¿Por qué la guerra? ¿Que nos va a pasar? ¿Cómo enfrento los problemas que están apareciendo? ¿Cuál es el futuro mío y sobre todo de mis hijos? ¿Habrá trabajo para ellos? ¿Continuaré trabajando virtualmente o volveré al trabajo presencial? ¿Cómo nos van a afectar los grandes cambios tecnológicos, incluyendo a Internet y sus redes sociales, sumado a ello el uso creciente de inteligencia artificial en el trabajo? ¿Estará asegurada mi pensión? ¿Los trabajos serán permanentes o transitorios?, ¿presenciales o virtuales o ambos?, ¿parciales o a tiempo completo? ¿Se podrá frenar la violencia criminal que nos afecta? ¿Cuánto durara la guerra y sus consecuencias? ¿Se podrá controlar esta pandemia viral?

A lo anterior se suman los problemas del narcotráfico que afectan a el mundo, dando lugar a una gran cantidad de crímenes provocados en diferentes países por jóvenes sicarios de edad entre 15 y 10 años, a quienes nos les importa matar ni que los maten, todo ello por asuntos de drogas. Y, para finalizar, la gente teme que un holocausto nuclear borre de la faz de la Tierra a la especie humana.

Es así como millones de personas en todo el mundo están llenas de dudas, pesimismo y profundos cuestionamientos acerca de los actos y decisiones que deben tomar en su existencia. Esta crisis, aunque debería afectar más al pobre, en realidad afecta a ricos y pobres, mujeres y hombres, jóvenes y viejos, de sociedades democráticas o de dictaduras de personas o partidos. Pero como ya hemos visto, el ser humano es gregario por naturaleza y no puede vivir sino es en sociedad, surge por eso, a la vez, una serie de interrogantes sobre si la crisis afecta ya no solo a personas, sino a una parte importante de la sociedad contemporánea como conjunto.

La crisis existencial se refiere al periodo en la vida de una persona, caracterizado por grandes cuestionamientos acerca de la razón de vivir y actuar en relación, a las experiencias y problemas que en un momento dado está sufriendo o pasando y lo tienen angustiado. Pero en estos últimos tiempos, esta ansiedad es generada no solo por lo que le sucede a él, sino por lo que él ve está sucediendo y sufriendo la sociedad que lo rodea, lo cual se suma o precipita su crisis existencial. Nadie es frío ante el conocimiento de que millones de pequeños negocios han quebrado durante la pandemia viral, y peor, si uno trabaja o depende de alguno de esos. Aparte de que la economía de cada uno y de todos los países se ha visto afectada y eso causa problemas a todos. A lo anterior se agregan las secuelas serias en la salud que han quedado a los contaminados con el virus, y, a los millones de trabajadores de la salud que atendieron a enfermos graves en las unidades de cuidados intensivos, con gran riesgo para ellos y sus familias, y el terrible trauma emocional de ver morirse a miles de ellos sin poderlos ayudar. Ya, Soren Kierkegaard (1813-1818) señalaba:

El hombre, como individuo se plantea el problema del misterio de la existencia, a través del cual pretende comprender la realidad del mundo en que vive, al encontrarlo problemático eso lo afecta emocionalmente por el temor al futuro desconocido en época de crisis y que él cree no va a lograr superar.

Por supuesto no todas las personas sufren este tipo de crisis, pero quienes la experimentan pueden padecerla durante semanas, o meses o años. Ahora bien, como seres humanos tendemos muchas veces a culpar a otras personas de nuestros problemas, y la realidad es que, siempre estaremos buscando una respuesta mejor a la que existe. Jean Paul Sartre, uno de los filósofos del existencialismo de la década de los 40 del siglo pasado dice, «todo lo que hacemos parte de una decisión personal y, por consiguiente, somos completamente responsables por nuestro estado».

Uno de los problemas de la sociedad es que, la gente se angustia porque habiendo puesto su fe en la ciencia, «creen» que esta tardó mucho en producir una vacuna, y aún no se ha producido un medicamento curativo o preventivo. No se acuerda que antes el tiempo para producir una vacuna era de varios años y ahora se produjo en menos de un año. Pero en todo caso, la ciencia no tiene respuesta para todos los problemas humanos.

A lo anterior se agregan los otros peligros que se ciernen sobre la Tierra con el cambio climático generado en primer lugar por los cambios cíclicos de la naturaleza en ese sentido, como son las erupciones volcánicas, agravado ahora con la deforestación de bosques y selvas, la contaminación de ríos y mares, la emisión de gases procedentes de la combustión de motores, causando el efecto invernadero, con calentamiento de los mares y los trastornos secundarios a la fauna marina y a los seres humanos.

La sobrepoblación, es indudablemente otro problema serio. Hay ya 7,500 millones de personas, que claman por tener derecho a los recursos mínimos para poder sobrevivir, en el campo alimentario, educativo, de trabajo y hasta de diversión; las estadísticas señalan que por lo menos cuatro mil millones de esos seres humanos viven en la pobreza.

Nuestra especie ha destruido por diferentes causas a cientos de otras especies de animales, y en la actualidad estamos acabando con la fauna marina, en especial por la pesca indiscriminada de tiburones, ballenas, el bacalao, el salmón y muchas otras más. Al talar bosques y selvas para usar esos espacios para áreas de cultivo, carreteras, y la ampliación o fundación de pueblos y ciudades, aumentamos el problema de la muerte de muchos animales silvestres y el calentamiento global.

Jamás pensamos que en el siglo XXI se podría producir una guerra entre dos países como Rusia y Ucrania y menos con el ensañamiento y la maldad vista al presente.

Una pregunta que la gente se hace es, si las diversas democracias de Europa y la de Estados Unidos, Canadá, Australia, etc., serán capaces de enfrentar unidas al absolutismo ruso o el comunismo de China. Lo anterior, cuando se aprecia la división político militar que parece estar surgiendo entre Rusia y China, además, de Corea del Norte-Vietnam-Cuba-Nicaragua-Venezuela, por un lado; contra los Estados Unidos, Canadá, Australia y la Europa de la OTAN. La duda para los países pobres se debe a que han visto cómo el humanismo de esos pueblos ha sido enterrado ya sea por el culto al Estado o bajo el culto al mercado, la pregunta es: ¿qué pasara?

Por lo menos en cuanto a política, en Latinoamérica la gente ha perdido la confianza en los políticos de los partidos tradicionales debido a los actos de corrupción que la prensa da descubierto entre muchos de los gobernantes y la empresa privada, e incluso entre el narcotráfico y las autoridades de diversos niveles del gobierno. Lo anterior debilita a la democracia, amén de que la globalización de la economía y de los capitales y la apertura mundial de mercado, al dejar a una parte de la población latinoamericana en la pobreza causa disgusto y rechazo. Ya los países no parecen confiar en los economistas, ni el Fondo Monetario Mundial ni el Banco Mundial, que ha sido los que han fomentado lo anterior.

No existe una institución supranacional que nos garantice la paz mundial, las Naciones Unidas (ONU) lo son solo de nombre no de hecho, su organismo de salud la OMS, no fue capaz de organizar adecuadamente al mundo para combatir la pandemia viral, nunca tuvo la suficiente autoridad para ello. Se vio cómo los países ricos cada uno jaló por su lado. Tenemos en este momento que, mientras en los Estados Unidos, Canadá, los países de Europa Central y nórdicos, su población esta vacunada en un 70% o más, en África apenas un 10% ha recibido la vacuna. Además, en pleno siglo XXI varios países están llenos de violencia y hasta terrorismo sin que la ONU los haya podido ayudar. Lo mismo sucedió ahora cuando las Naciones Unidas no pudo lograr un acuerdo para impedir la invasión a Ucrania por Rusia.

Y ni qué decir sobre la generalización del narcotráfico, la «peste social» del presente. Los Estados Unidos, padre de las estadísticas, nos relata la muerte de cientos de miles de personas ahí, aparte de la violencia que generan, y hay el temor bien fundado de que esté destruyendo la juventud de ello y de otros países. Y todo esto sin que las autoridades de salud como al FDA de Estados Unidos intervinieran a tiempo ya que permitieron la venta de productos adictivos por años.

Cuando pensábamos que Internet y sus redes sociales que habían convertido el mundo en una aldea de comunicación, resolverían el problema de la información mundial haciéndola asequible y dando lugar a una comunicación veraz para todos, no ha sucedido así. Para comenzar, han influenciado más a la población aumentado el consumismo desenfrenado. Nos encontramos pues, ahora inmersos en una sociedad de desinformación. Las redes sociales, manipuladas por el partido republicano desprestigiaron a Hillary Clinton en las elecciones del año 2016 para presidente de los Estados Unidos y como resultado fue electo por dicho partido Donald Trump.

Las noticias falsas están de moda y trastornan la forma en que los jóvenes ven al mundo. Incluso han servido para «reclutar» a algunos fanáticos creyentes del islam para los grupos establecidos de Al Queda, y otros más, que pretenden imponer por la fuerza (yihad) sus creencias y modo de vida. Otros grupos de religiosos protestantes cristianos están ahora participando en política y hacen adeptos por este medio, con el fin de influenciar las votaciones a favor de determinado candidato y así adquirir poder político más el religioso.

Preocupa que Putin dice que no parara la guerra que él ha iniciado por considerarla «justa» hasta liberar ciertas regiones de Ucrania, él piensa que al final, en Europa los consumidores no aguantarán el sacrificio económico (de comprar a mayor precio el gas y el petróleo de otros países), y no dejaran de consumir el gas y petróleo ruso, y esto será considerado por encima del sacrificio que el pueblo de Ucrania hace para enfrentar a los rusos, con lo cual se debilitan más los valores morales que dice tener la democracia. Por otro lado, China cree firmemente que para el 2050 ella será la primera potencia militar y económica del mundo y que, por ello, dictará los pasos a seguir a las democracias. Sin embargo, para finales de abril del 2022 está sufriendo de la pandemia viral con sus consecuencias económicas, la cual señalaba haber evitado y que, antes, azotó al resto del mundo.

El pueblo de Ucrania nos está dando un enorme ejemplo de valor, de amor por su tierra y por la dignidad humana, al preferir soportar una injusta guerra y morir que perder la libertad. Ese logro moral debe ser una fuente de inspiración para el mundo occidental.

Así pues, la crisis existencial afecta la libertad y responsabilidad de cada uno para tomar decisiones y afectan a la personalidad (emociones). Martin Heidegger afirmaba:

El ser humano no nace como un individuo apartado del resto del mundo, sino que ya desde el principio posee una dimensión social, pues la existencia humana viene marcada precisamente por la coexistencia con otras personas. Continuamente nos vemos obligados a encarar un más que incierto futuro, tomando decisiones sin saber exactamente qué consecuencias tendrán, de ahí que nuestra existencia se vea continuamente asediada por la culpa y la ansiedad.

En Costa Rica, hemos visto como la pandemia viral y sus restricciones y temores han causado tensión y ansiedad entre la población, ejemplo de esto es que se han visto triplicados los enfrentamientos entre estudiantes de colegios, dejando heridos de cierta gravedad, y los problemas mentales han aumentado importantemente según relatan las autoridades de salud, algo que parece ser universal.

El lector tal vez coincidirá conmigo sin ser pesimista, pero sí honestos, en que nuestra sociedad contemporánea, con todos sus sobresaltos y presiones ya enumerados, provoca que muchos de los seres humanos que la componen sufran individualmente o como conjunto de la crisis existencial ya señalada.

Pese al pesimismo expresado anteriormente sobre la impredecibilidad de nuestro futuro, la verdad es que nuestro mundo ha estado en grave crisis y al borde del desaliento en más de una oportunidad; tenemos el ejemplo de haber podido superar dos guerras mundiales y nos levantamos mejor y más desarrollados. Lo anterior pone en evidencia que, gracias a nuestra bien demostrada capacidad de lucha, a nuestra inteligencia y creatividad, sí logramos que en los políticos y dirigentes mundiales prive la razón sobre la pasión, es posible que los humanos logremos sobreponernos a la actual crisis y salgamos adelante.

Para que apareciera el Homo sapiens en la Tierra, fue necesario que se dieran una serie de condiciones casi improbables, aunado a dificultades que fue necesario superar; por ello, es factible que en el universo solo haya seres inteligentes en nuestro planeta. Somos una especie extraña en peligro de extinción, pero tenemos la esperanza de que eso no suceda jamás.

 

Publicado en https://www.meer.com/

Compartido con  SURCOS por el autor.

Reordenamiento mundial

Edgar Chacón

Actores en cuestión: Estados Unidos, la Federación Rusa y la República Popular China. 

Posibles escenarios. Relaciones de cooperación/ colaboración vs Imposición e intromisión

Por un lado: 

Se vislumbra una confluencia entre la Federación Rusa, China e India, dígase: Eurasia oriental.

En el 2020 tuvo lugar un encuentro de ministros de relaciones exteriores entre los cancilleres de la República Popular China, Wang Yi; Federación Rusa Sergei Lavrov y el ministro de relaciones de la India, S. Jaishankar.

Wan Yi expresó: “China, Rusia e India son grandes países y grandes economías…con influencia mundial…los tres países deben promover la confianza mutua y promover conjuntamente la paz y la estabilidad mundial. China está dispuesta a trabajar con Rusia e India para defender el espíritu de apertura, unidad, confianza y cooperación de las tres naciones…y enviar una señal positiva al mundo para defender el multilateralismo y unirse para enfrentar los desafíos”. (Embajada de la República Popular China en el Reino de España)

Por otra parte, según palabras de Le Yucheng, viceministro de Relaciones Exteriores de China, “El gobierno de China ha afirmado que “fortalecerá” su “coordinación estratégica con Rusia sin importar “la situación internacional” con la vista puesta en “salvaguardar los intereses comunes de ambas partes”…“intercambiar puntos de vista sobre las relaciones entre Pekín y Moscú y la situación internacional regional”… “No importa cómo cambie la situación internacional, China fortalecerá la coordinación estratégica con Rusia, para promover la construcción de un nuevo tipo de relaciones internacionales y una comunidad con un futuro compartido para la humanidad” (EUROPA PRESS, abril 2022). (Léase: Un nuevo ordenamiento mundial. Irán está muy atento a esto). 

 

La esperanza del fin de un siglo, el siglo XX: imposición y guerra, Estados Unidos /Unión Europea.

Promover golpes de Estado, “poner sus fichas” en los lugares de conveniencia (el Maidán fue una jugada muy obvia), el cerco a la Federación Rusa.  Lloyd Austin, secretario de defensa de los Estados Unidos, puesto en la doctrina del gran garrote”, dijo: “Queremos ver una Rusia debilitada…” “…aseguró que su país cree que Ucrania podría ganar el conflicto con el “equipo adecuado” y el “apoyo adecuado”.  (El Universal, abril 2022) A este respecto, James Landale, diplomático de la BBC, manifestó: “Una cosa es ayudar a Ucrania…y otra muy distinta hablar de debilitar las capacidades de Rusia.  (El Universal, abril 2022) 

Hacerle el juego a la “demonización”. 

Me refiero a repetir el discurso de satanizar personajes, como vehículo de des legitimación. En este caso “el demonio Putin”, “la Rusia de Putin”, así como en años pasados, respecto a Cuba, el discurso entronizado era “la Cuba comunista de Castro” y no la revolución cubana; no es un pueblo: es un “malo” (el infierno y el diablo), llegándose al ridículo de ubicar como el “blanco”, la barba de Fidel Castro.

A Diferencia de lo expresado por los funcionarios chinos, una vez más por parte de Estados Unidos, se insiste en la política de intromisión de  en los asuntos de otros países, con una frágil Unión Europea a la zaga: Brexit, Alemania con dudas sobre el gas, Italia atendiendo propuestas chinas.

La miopía unipolar

Estados Unidos insiste en ser el único polo, o por lo menos el polo dominante, en las relaciones entre países en el mundo. La realidad que está tomando forma, le dice lo contrario. Ya no más Bretton Woods.

Así lo indica una lectura adecuada: por un lado, del movimiento de los factores económicos y de los factores políticos mundiales, así como la composición de las propuestas e intenciones en las relaciones internacionales.

El dominio mundial del dólar está en cuestión, al igual que instituciones como el Fondo Monetario Internacional.

La DD ya no funciona

Estados Unidos, con énfasis luego de la segunda guerra 1939-1945, basó sus relaciones internacionales en la amenaza, la intervención y el chantaje. En la actualidad, la realidad nos parece indicar que ya no es el tiempo de la DD: la diplomacia del dólar; los destructores y Disneylandia; ni de “La guerra de las Galaxias”, “Rambo” y “Rocky”, del presidente Reagan. 

China y su emergencia política, económica y militar

“China es un gigante dormido, déjenlo dormido, pues cuando se levante hará temblar al mundo”. Napoleón Bonaparte.

Respecto a esto, es indudable la fuerte y creciente presencia mundial de China, ya una potencia y en ese sentido, la nueva ruta de la seda no es sólo comercial, es política y también militar. Y es terrestre, marítima, aérea y en el cíber espacio. Aún con la presencia de la séptima flota. En este sentido, la hegemonía puesta en cuestión es la de Estados Unidos.

China “se ha vuelto el mayor exportador del mundo y el segundo mayor importador”, (Organización Mundial del Comercio, Banco Mundial) además es acreedor de Estados Unidos y el Yuan, consolida sus características y elementos de moneda mundial. China cuenta con dos factores de crecimiento y consolidación como gran potencia económica: un PIB enorme y una base de población muy amplia.

Entre los principales socios comerciales de China están Estados Unidos y Alemania, siendo que en el 2019 el superávit comercial de China con Estados Unidos fue de 295.800 millones de dólares.

Ponerle una trampa a “La Trampa de Tucídides”: El historiador griego Tucídides, en la guerra del Peloponeso, propuso que ante la presencia de una potencia emergente (Atenas) frente a la potencia establecida (Esparta), lo previsible es la guerra.

Ante esto, el miedo y la desinformación son factores de guerra, la prudencia es factor de paz y la sensatez es factor de coexistencia y convivencia.

Al sur del Río Bravo

El otro “Destino Manifiesto”: América Latina. 

¿Está América Latina ante una oportunidad histórica que debe “gestionar”?

¿Está ante la disyuntiva de asumir llamados a engaño como “países en vías de desarrollo” ?, posándose en lamentos como: “Pobre México. Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. (Nemesio García Naranjo, atribuido a Porfirio Díaz.) O, asumir que “ Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz”. (José Martí).

En la transición hacia una nueva Civilización – La confrontación militar en Ucrania

Wim Dierckxsens y Walter Formento, 27 marzo 2022

La guerra en Ucrania no es simplemente una guerra para ver quién controla un país, un territorio. Es una confrontación en el terreno militar por el futuro de la Humanidad y de la Naturaleza. Como veníamos sosteniendo, ésta se plantea entre dos esquemas de poder que componen la contradicción principal a nivel internacional, entre el Pluriversalismo multipolar plurinacional y el Globalismo unipolar financiero. Ambos esquemas de poder universal internacional en choque estratégico, donde es el multipolarismo quien sostiene en este momento la iniciativa estratégica general desde 2020/21 en adelante.

Rusia lleva la iniciativa multipolar al plantear la batalla en Ucrania para desarticular las acciones técnicas militares de la OTAN (acciones realizadas principalmente desde 2014 de múltiples modos: con la instalación en Ucrania de a- capacidades de guerra biológica, b- capacidades de guerra bacteriológica y c- capacidades de guerra nuclear, etc.) que constituyen una amenaza para la soberanía de Rusia-China-India-Pakistán-Irán-etc. Detener las acciones técnico-militares de la OTAN-Globalista y desarticular su plan de acción significa parar los últimos esfuerzos de una civilización occidental en declive de mantenerse con vida para así poder “despejar” el camino para que el multipolarismo plurinacional y pluriversal pueda hacer avanzar y desarrollar dicha nueva civilización multipolar.

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