Skip to main content

Etiqueta: emociones

Instituto WEM invita al taller: Manejo del enojo

El Instituto WEM invita al taller “Manejo del enojo”, hoy jueves 22 de agosto de 6:00 a 8:30 p.m.

Está dirigido a varones de 14 a 20 años y se solicita una cuota de ₡3.000.

La dirección exacta del instituto es 100 metros Norte y 100 Este del IAFA en San Pedro de Montes de Oca.

Para inscripciones llamar a los teléfonos: 8891-2977, 88936936 ó 22342730.

HURGANDO NUEVOS MODOS DE “ENCENDERNOS”

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

La posible vuelta a la vida “normal” cada vez va tomando forma, en medio de otros contextos planetarios complejos que ponen de nuevo la incertidumbre como centro y paradigma.

No está demás en decir que aquello que conocíamos como “normal” formaba parte de una realidad compleja, organizada a imagen y semejanza de un sistema social y económico donde prevalecía y prevalece la competencia, el individualismo, el éxito de quienes poseen vía la acumulación y el extractivismo a todo nivel.

En medio de estas lógicas perversas de concebir la vida y organizar el mundo cotidiano, el sujeto ha quedado anclado a nuevas demandas de “estar”, en las que la exigencia por el rendimiento se ha trasladado de la dimensión económica a los mecanismos subjetivos de funcionamiento. Una suerte de nueva era en el campo emocional llegada con la pandemia, coloca el acento en la persona, a la que se le solicita casi con devoción de mercado, que debe transigir con lo que le asusta y le incomoda para construir casi que en el acto una sensación de bienestar solo comparada con la que dan las compras de pasillo en cualquier tienda de conveniencias.

Se olvidan estos enfoques que para construir nuevas experiencias emocionales se debe pensar en una colectividad que trascienda esa necesidad individualizante que coloca la noción de bienestar, sentirse bien, en un no lugar, como si se tratara de un activo a tranzar en cualquier bolsa de valores.

Hay otras posibilidades de reactivación que trascienden los números. No negamos que sean importantes los números, pero se debe equilibrar las estrategias colectivas para que todos seamos integrados.

En una conversación sostenida recientemente con la psicóloga costarricense Ana León, de la Escuela de Psicología de la Universidad Nacional, repasábamos el concepto de “respiraderos”, esas posibilidades de creación de espacios colectivos para conectar nuestras emociones en un plano amplio y solidario.

Es algo así a lo que Oliva López Sánchez llama discutir los paradigmas “psi” y hegemónicos del bienestar, basados en la premisa de que la salud mental y emocional solo tiene relación con mecanismos fisiológicos y neurológicos, sin considerar otras variables donde lo biológico no sea sobredimensionado.

En su trabajo reciente, publicado en CLACSO y que invito a consultar (“Bienestar emocional: La simplificación de la vida afectiva en el paradigma hegemónico de la salud mental en tiempos pandémicos”, en Políticas, afectos e identidades en América Latina, 2022) sugiere “pulverizar” ese enfoque dominante que coloca la obligatoriedad de sentirse bien como un bien transable por las personas en el “mercado afectivo”. A la letra señala:

La tiranía de la actitud positiva y el optimismo cruel se superpone a las miradas reflexivas que puedan dar lugar a la interpretación del sufrimiento emocional como una muestra de solidaridad y sensibilidad y no solo como una cuestión patológica que habría que erradicar. Las explicaciones simplistas y taxativas que organizan el cuidado de la salud mental tienen que ser interpeladas. La solución a los problemas derivados no radica exclusivamente en el aumento del presupuesto y la promoción de la salud mental y emocional como un atributo de las personas que tienen que reforzarse. Se requieren trabajos genealógicos para destramar las concepciones actuales en cuanto a la vida mental y emocional y, a partir de ahí, construir estrategias comunitarias de atención desde perspectivas relacionales” (López, 2022:287).

Me quedo con esa idea de las estrategias comunitarias y relacionales, ambas acosadas por el impacto de un discurso hegemónico economicista que le ha hecho demasiado daño a la capacidad de mirarnos y sentirnos parte de un nosotros horizontal.

Me apego a la idea que el afecto es un bien público, colectivo y que debemos buscar su reactivación, su luz, como formas posibles y nuevas de encendernos.

No sos especial: “Atención gratuita a crisis emocionales 24/7”

SURCOS comparte la siguiente información:

En conjunto con Terapias Contextuales y un increíble equipo de psicólogos, se trabajó un proyecto que busca atender crisis emocionales de manera inmediata desde tu celular o computadora, todos los días y a toda hora.

Este botiquín de primeros auxilios psicológicos pretende proveerles a las personas un recurso para tener a mano líneas y contactos de emergencias para la atención de la salud psicológica gratis 24/7 y en segundo lugar, es una herramienta que provee una serie de textos y audios para que las personas que así lo requieran puedan abrir sus emociones y validarlas.

Le invitamos a conocer más de esta propuesta y este programa “No sos especial”

Adjuntamos el video oficial:

 

Enviado a SURCOS por Trino Barrantes.

Hacia la revolución lúdica

El momento más importante es el momento de la creación, es el momento de la emoción, no cuando la obra se termina y firma puesto que entonces, ya no tiene importancia. Leopoldo Flores Valdés (1934-2016)

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo.

El Cosmovitral Jardín Botánico, en Toluca México, es una obra artística monumental que recoge y expresa la rica tradición muralista mejicana. Una obra excelsa y maravillosa que narra el origen de la humanidad. Fue realizada por el pintor, muralista y escultor Leopoldo Flores Valdés.

En la placa que se erigió en su honor quedó consignada la frase que utilizamos como epígrafe de este artículo, donde se expresa con elocuencia el sentido y el significado del quehacer artístico. Para Leopoldo Flores, el “momento más importante”, en el que se disfruta emocionalmente, se da en el proceso de creación de la obra. El momento en que se concluye y se estampa la firma “no tiene importancia”.

 Efectivamente, es deseable que en el quehacer humano prevalezca la dimensión lúdica sobre la dimensión utilitaria y mercantil. Sin embargo, en el sistema productivista actual, por la primacía que se da al valor de cambio y a la acumulación, el acento se pone en los resultados más que el proceso de producción. El trabajo tiende a degradarse y deshumanizarse ahí donde persisten concepciones y condiciones de trabajo que no contribuyen a la realización emocional y vital del ser humano.

Los avances científico-tecnológicos que aceleran y maximizan los procesos productivos deberían, por eso mismo, contribuir a humanizar el trabajo. Es decir, ofrecer condiciones laborales donde el trabajador-creador (homo faber) disfrute emocionalmente y lúdicamente del mismo (homo ludens). Esta sería, por ejemplo, la sana expectativa de la modalidad de “trabajo en casa”, pero resulta, en la mayoría de los casos, que las jornadas se alargan con impactos negativos para el tejido afectivo familiar.

En el sistema productivo dominante, lo lúdico se concibe al margen del proceso de producción. Por eso se habla del “tiempo libre” destinado a las actividades recreativas. La alternativa sería crear las condiciones óptimas para que el proceso productivo también se convierta en una actividad lúdica, que produzca placer y, como tal, que permita y facilite el despliegue del mayor potencial del ser humano, como sujeto creador-productor. Sin embargo, la tendencia es a hacer del trabajador un apéndice de las nuevas tecnologías, es decir, hacia la robotización del ser humano.

En este aspecto, debemos apostar por la revolución lúdica, que reivindique el derecho que tiene todo ser humano a disfrutar plenamente del trabajo creativo y productivo. Para ello, es necesario que el Estado impulse políticas que garanticen condiciones de trabajo digno. Es decir, que vele por la defensa de los derechos humanos de los trabajadores, y que no permita, bajo ninguna circunstancia, que se aproveche la crisis de desempleo para que se devalúen las condiciones de trabajo, y se legitime la sobreexplotación del trabajador. No habrá verdadera reactivación económica sin trabajo digno y decente.

Asimismo, la crisis fiscal y de la deuda pública no deben convertirse en una excusa más para la sobreexplotación del trabajador público, ahora a punto de ser sometido a los dictámenes de una “Ley de Empleo Público” que pretende precarizar más el salario e impedir la negociación de mejores condiciones para el desempeño de un trabajo digno y saludable. Para ello, hay que contrarrestar la campaña mediática de subterfugios que buscan presentar los derechos de los trabajadores como privilegios inmerecidos.

Hoy, a las puertas de la revolución de la Inteligencia Artificial, se empiezan a ver señales de una “revolución” más, que al parecer tampoco alcanzará a superar las condiciones del trabajo alienado. Todo parece indicar que hay un convenio tácito entre algunos sectores empresariales y gobiernos, dirigido a deteriorar las condiciones de trabajo. La lógica productivista es conducida a los extremos de una sobrexplotación “esclavista” del trabajo humano, algo que también ha evidenciado la pandemia del Covid19.

La revolución de la Inteligencia Artificial tendrá que ser lúdica o no será una verdadera revolución humanista. No podemos permitirnos un avance científico-tecnológico más, acompañado de un retroceso humano y social.

El Sistema Capitalista muere ante nosotros

Por José Rafael Quesada

La gran mentira del sistema es un texto de Silo, Madrid, 1993, justo en la época que estaba enviando las «Cartas a mis amigos», en que casi gritaba «… Todo está montado para las cúpulas, para las dirigencias, para los privilegiados, para un mísero 1% de la sociedad en el mundo. Creemos que es imperioso darle la vuelta a esto para que todo esté al servicio del pueblo, de la totalidad de la gente…”; dónde casi se refiere a esta época y lo calcaría con algunas pequeñas variantes después de 30 años de caída del socialismo y 27 años de proceso.

En estos días de corre y corre (casi todos entre la cocina y la sala), surgen las aves negras del capitalismo a defender el sistema a ultranza y gritos, los vemos desenfundar la lengua en las redes, los medios y las conferencias virtuales

Pero también vemos (en medio de la aplicación de cierres, cuarentena y datos estadísticos), la proliferación de engaño a la prensa y noticias falsas desde todos los bandos y ubicaciones «ideológicas», más mentiras…, porque ya lo hemos dicho los humanistas con Silo a la cabeza, también la izquierda es mentirosa.

Sea entonces, hace 30 años con la mirada desencajada, vimos las banderas agujereadas de las multitudes exigiendo cambio y luego los anuncios de la caída de los regímenes socialistas de casi todo el mundo y luego los anuncios victoriosos de los capitalistas celebrando la derrota unánime de la otra cara del sistema.

Y las dirigencias de la izquierda mundial, sin poder decir «esta boca es mía», inerme ante esa crucial derrota.

Y prácticamente sin sangre en las calles, porque la violencia ya había dejado de ser “partera de la historia” como proclamaron en una época militantes y militares.

¿Cómo será la caída de la otra parte del sistema? preguntó Silo en aquel momento… será que caerá el sistema capitalista y ojalá sin derroches de sangre y guerras? será que será …

Y bueno hoy pareciera, solo pareciera porque “nunca se sabe”, que estamos asistiendo a un extraño pero rápido vaciamiento del sistema capitalista y seguramente (ojalá), la caída del otro lado de este sistema destructor de la vida y la conciencia de la gente

Pero como suele ocurrir, las caras desencajadas aún están por verse y que además pasen a creerlo.

No significarán nada los reclamos de los sectores progresistas, sindicales, de trabajadores, por cuanto tampoco tendrían ya nada que defender, porque todo estaría derruido, hasta el trabajo como le conocemos… esa vil forma de esclavismo del espíritu humano, que muchos seguirán defendiendo, aunque desaparezca en acelerados saltos frente a nuestras narices.

¿Así es entonces, estamos asistiendo a un momento de la historia de caída del sistema y qué amanecerá mañana en nuestras casas, las ciudades y el sentido de nuestras vidas?

Amanecerá lo que la gente pueda decidir con la libertad que nos dará la desastrosa caída del sistema, sus instituciones moribundas o secas de muerte desde hace rato, la muerte de las bolsas y los mecanismos financieros que aún se resisten a morir… Todavía vemos en los foros a los agoreros de la banca, defender “la solidez” del sistema financiero local y global.

Pero sí solo sí, que habrá que llenarse de nuevas imágenes, nuevas de verdad, nuevas emociones, nuevos quehaceres y nuevas formas de sobrevivir y que parece sólo serán posibles sí se hacen en conjunto (muchos ya lo declaran), y será también olvidando mucho del pasado que hoy nos quiere agarrar por la cola y seguirse sosteniendo en nuestras cabezas.

Y dejar de lado las falsas creencias y esperanzas de recuperación de viejas instituciones, de viejos mitos sociales y también las falsas imágenes o referencias que nos quedan de este sistema otrora compuesto por los mitos capitalistas y socialistas, porque de todos modos ya no existen; así que no se vale jugar al rescate de lo que no existe.

Antes pensaba que había que construir sobre lo anterior o sostener lo bueno del pasado, pero ya no da chance; solo basta construir un nuevo mundo, una nueva sociedad ahora mundial de verdad, con sentido humano, con nuevas ideologías, nuevo estilo espiritual y nueva forma de ubicarse en el mundo.

Lo único que queda es fundar una sociedad humanista o que defina su sentido a partir de elegir al ser humano como valor principal. Lo demás es lo de más. Lo que queda es afirmar que el nuevo mundo entonces será Humanista o no lo será…

Buen día y a dejar de creer las mentiras del sistema.

Publicado en https://develop.pressenza.com/es/2020/03/el-sistema-capitalista-muere-ante-nosotros/  Enviado a SURCOS por el autor.

COVID-19: encrucijadas y respuestas humanas

Andrey Pineda Sancho,
sociólogo e investigador CICDE-UNED

La grave crisis pandémica que actualmente tiene en vilo al planeta entero nos ha hecho regresar a viejas preocupaciones antropológicas, constitutivas de nuestra especie, y a debates sociopolíticos y filosóficos de largo, más bien larguísimo, recorrido en nuestras sociedades. Ha potenciado, por un lado, nuestro ya de por sí perenne, aunque no siempre consciente, terror al desorden, al caos y a la finitud, y por el otro, nos ha obligado a tratar de encontrar respuestas aptas tanto para conjurar la amenazante situación, como para hacerla asimilable o llevadera a nivel cognitivo-emocional. De este intento participan, en distintos grados, las instituciones que conforman y modelan la vida sociocultural de los distintos países, los agentes sociopolíticos con mayor poder dentro de ellos, y por supuesto, las personas que con su accionar día a día contribuyen a mantener a flote los mundos socialmente construidos.

En medio del apremio, cada grupo, institución o persona, procurará hacer cuanto esté a su alcance para encontrar las respuestas que les permitan lidiar con la situación y para evitar con ellas el desmoronamiento del mundo que hasta ahora conocían. Las empresas, de distintos tamaños y colores, tratarán de evitar la quiebra o la disminución dramática de sus ganancias, el Estado echará mano de su poder para gestionar la crisis en sus muchas aristas y niveles de complejidad, los y las científicas correrán a ofrecer alternativas para atender lo urgente y resolver el futuro que se dibuja en el horizonte, mientras que la ciudadanía común, en su diferencia constitutiva, oscilará entre la espera de las soluciones externas y la imperiosa necesidad de solventar de forma autónoma sus más acuciantes angustias. Lo que no parece estar para nada claro, sin embargo, es si estos intentos resultarán capaces de cumplir con sus propósitos, si resultarán o no compatibles entre sí, o si serán realmente benéficos, no ya para un sector específico de nuestras sociedades, sino en general para el colectivo. El gran reto que tenemos al frente no reside tanto en encontrar respuestas, pues estas de una u otra forma llegarán y han estado llegando ya, como en hacer que estas respuestas estén inspiradas por criterios que resulten favorables a la consecución del mayor bienestar posible a nivel societal.

Entre los múltiples y multiformes, aunque no siempre creativos, atisbos de respuesta que se han estado proponiendo desde los círculos de poder, y en menor medida desde la ciudadanía, creo poder identificar el retorno y/o a la renovación de viejas discusiones político-filosóficas, así como la revitalización de algunos debates de más reciente data. Todo ello en el fondo no hace más que confirmar que casi todos los problemas que hoy nos estallan en la cara, en realidad nos han venido acompañando desde antes de la emergencia del covid-19 en el planeta. Entre otras cosas, esta crisis ha propiciado que:

  • volvamos a debatir sobre la pertinencia o no de dejar que el mercado colonice y cope los aspectos más esenciales del acontecer y del devenir humano. En la mayor parte del mundo la mano invisible del mercado se ha mostrado francamente incompetente para atender o resolver la crisis;
  • reflexionemos, una vez más, sobre la naturaleza del Estado y sobre su rol tanto en las dinámicas económicas, como en la vida privada de las personas. En este momento tiende a pedírsele, con particular vehemencia, que mantenga viva la economía y que procure la salud y la seguridad de las personas;
  • nos debatamos entre la necesidad de incentivar el control externo (biopolítico) de las conductas y la de apelar a la responsabilidad de cada persona. Aquello que en ocasiones se ha presentado como una dicotomía, en estas condiciones se ha tendido a posicionar más bien como una imperativa complementariedad;
  • se nos presenten con mayor crudeza las injusticias estructurales de nuestros ordenamientos sociales. Hoy se notan doblemente las duras e inhumanas consecuencias del empobrecimiento, de la desigualdad, del desempleo, de la informalidad laboral, del inequitativo acceso a la salud, de la falta de vivienda digna, de la indefensión en la que viven muchos de nuestros adultos mayores y de las desventajas socioeconómicas que padecen millones de mujeres alrededor del planeta;
  • adquiramos nueva o renovada consciencia de nuestra naturaleza eminentemente social. Hoy nos está quedando más claro que dependemos de otros y de otras para subsistir; que el otro y la otra son condición de posibilidad para mi propia existencia. Ello se ha revelado de forma notable en el trabajo realizado por las instituciones públicas, pero también en las cadenas de solidaridad que se han abierto en distintos frentes, ya sea para apoyar a la pequeña y mediana empresa, o para garantizar la sobrevivencia de los sectores más desposeídos y vulnerables de la sociedad;
  • reparemos en el carácter global de las grandes problemáticas que comprometen no sólo nuestra continuidad en tanto especie, sino también la del planeta como tal. Aún cuando hemos corrido a refugiarnos en la aparente, y sólo aparente, comodidad de los estados-nación, es muy obvio que de este tipo de apuros solamente podremos salir a través de respuestas y acciones de alcance global.
  • resurjan en nosotr@s todo tipo de incomodidades y sospechas no ya solamente respecto del funcionamiento del capitalismo en tanto sistema económico de corte mundial, sino sobre todo respecto del modelo civilizatorio que este ha configurado a lo largo de más de 500 años. Ha resultado inevitable preguntarse si dentro de tal proyecto podremos encontrar y tornar viables aquellos valores que requerimos para hacer frente, de forma eficaz, a nuestros problemas y retos comunes;
  • debamos preguntarnos sobre el papel que tendría que jugar la ciudadanía organizada, tanto a escala nacional como transnacional, en la necesaria construcción de un mundo menos devastador y excluyente. En última instancia, son las clases más desposeídas alrededor del planeta las que sufren con mayor dureza ante cualquier crisis de grandes proporciones, ya sea esta de naturaleza económica, sanitaria o ecológica.

La forma en que se “resuelva” la crisis y sus consecuencias posteriores es algo que aún está por verse. Lo cierto del caso es que, con independencia de las respuestas que le demos a la situación, ya no volveremos a ser l@s mism@s; para bien o para mal, ya no volveremos a serlo. Estamos ante lo que la escuela institucionalista llama “una coyuntura crítica”, las decisiones que tomemos hoy marcarán, de forma cuasi definitiva e irreversible, nuestra trayectoria futura. La gran pregunta que se levanta es: ¿cuál rumbo deseamos tomar? Dependerá de todos y todas apuntar hacia la dirección correcta.

Manifiesto ético-afectivo de los vínculos cuidadosos

Mariana Alpízar Guerrero
Psicóloga feminista

¿Qué es el amor si no se actúa con ética? Egoísmo, una utilidad vacía, consumo de cuerpos que se apilan uno encima del otro sin que exista siquiera un sentido real en los vínculos más que llenar, llenar, llenar, para no sentir un hueco en el estómago, para no dar espacio a la pregunta.

Hay muchos vínculos que por no ser coitales o amorosos (como si fuera posible establecer una línea perfecta entre ambos conceptos), gozan de impunidad si hieren, violentan, si son vinculaciones anti-éticas, irresponsables con el/la otra, porque no tienen nombre y nos hemos habituado a defender que “lo que no se nombra no existe”. Es decir, actuamos sin apalabrar, sin decir y con eso evitamos las consecuencias implicadas en lo que hacemos.

No es que debamos construir edificios legales para juzgar a diestra y siniestra la legitimidad de los afectos, es que es fundamental en tiempos como los nuestros darle lugar al amor basado en el cuidado mutuo y de sí mismxs. Sin que esto sea excluyente entre sí. Sin que el cuidado de sí devenga en descuido a lxs otrxs. Aun cuando el discurso del autocuido justifica el abandono de la colectividad para salvar el ego, la autonomía no es el contrario de colectividad sino de fusión. No sólo es posible, sino que es indispensable vivir una autonomía desde la colectividad ética, es decir, la que no disminuye la autoexpresión y las necesidades de los individuos, porque sin autonomía no existimos y sin colectividad tampoco.

Los vínculos, pequeños, medianos o grandes, si es que podemos ponerles tamaños, son distintos entre sí y requieren todos ellos de pensarse. Más que pensarse, requieren sentipensarse en conjunto e individualmente. Es importante que en cada vínculo existan preguntas, cuestionamientos como ¿qué estoy haciendo? ¿qué interpreto que el otro o la otra está haciendo? ¿qué aporta lo que estoy haciendo al vínculo? ¿cuál es el sentido de lo que hacemos? (…) Ahora, si hemos creado la fantasía de que efectivamente existen jerarquías en los vínculos, que de acuerdo a los grados de cada uno merecen más o menos atenciones, responsabilidades y que nuestras acciones para con el otro tendrán consecuencias sólo en el caso que el vínculo sea prioritario. Si además desmeritamos el sentir del otro, ridiculizamos sus emociones cuando las consideramos desproporcionadas con lo que nosotros sentimos y todo esto lo hacemos por no tratarse de un vínculo que se haya categorizado, nombrado u “oficializado”, estamos entonces consintiendo y actuando desde la institución violenta de la monogamia matrimonial, que requiere de palabras, de rituales, de contratos para hacerse realidad, para existir, porque de otro modo no es legítima.

Mantenemos entonces la necesidad de un contrato implícito o explícito para responsabilizarnos del otrx. El contrato implícito requiere por ejemplo de ciertas acciones legitimadas socialmente que denotan interés por el otrx, por ejemplo presencia constante. El contrato explícito es la categorización del vínculo: ponerle un nombre o nombrarle “sin nombre” pero con la importancia justa para dotarle de un lugar. Esto último sucede cuando se dice la frase “lo nuestro no tiene nombre”, momento en el cual se entiende que aun cuando el vínculo no tiene categoría, existe y por lo tanto requiere responsabilidad mutua.

Pero ¿qué pasa con los vínculos considerados secundarios? los que del todo no se apalabran y sólo se actuan, por ejemplo con la persona o las personas con las que se tiene algo físico que pareciera excluir lo afectivo, o más aún, con alguien con quien se tiene algo («solo») emocional, por ejemplo algo platónico. Hemos hablado incansablemente de los vínculos («unicamente») sexuales y hemos concluido constantemente que estos requieren de responsabilidades vinculares. Pero ¿qué pasa con aquellos marginalizados al lugar de lo platónico? Por ejemplo aquellxs con quienes hablamos, salimos, compartimos tiempo, palabras y con quienes incluso llegamos a crear expectativas de “algo más”. Sucede que no les damos lugar porque no son suficiente, por eso justamente es necesaria la promesa de lo que pasará en el futuro. Pero ¿no está sucediendo ya en el presente? ¿Qué significa la frase “compartimos pero no ha pasado nada”? Cada vez que nos vinculamos nos afectamos de alguna u otra manera y negarlo es obviar que tenemos parte en todo lo que actuamos. Y es que justamente la libertad implica responsabilidad, de otro modo solo existe el descuido.

Cuando priorizamos vínculos apalabrados, nombrados y categorizados, cuando bautizamos relaciones, cuando establecemos contratos implícitos o explícitos, asumiendo deberes, cuando nos entregamos sólo a emociones legitimadas socialmente e invalidamos todo lo que se salga del intercambio amoroso/sexual que conocemos. Cuando censuramos mutuamente los dolores que sentimos por no ser consecuentes con lo que deberíamos sentir, en el tiempo y en el orden establecido, cuando no asumimos consecuencias sobre nuestras acciones por tratarse de «vínculos platónicos» o vínculos que no son suficientemente formales, no tenemos ética alguna para con el otro, lo que tenemos es una moral y una justificación social-capitalista para hacer con el otro, obtener lo que deseamos del otro, iniciar relaciones con las que no cerramos nunca, porque supuestamente nunca existieron.

Lo que propongo no es establecer un contrato a priori, o categorizar todo lo que tengamos, o racionalizar los vínculos, porque la conciencia en todos los vínculos es imposible. De lo que hablo no es de asumir compromisos a priori, sino más bien a posteri, es decir, de hacernos cargo de lo que hacemos, aun cuando inicialmente no seamos conscientes de ello. Para hacerse cargo no hay que saberlo todo. Para hacerse cargo no hay que establecer culpas, porque la culpa, que tiene un origen judeo-cristiano, sólo busca mantenernos a raya, dentro de un orden establecido. Para hacerse cargo inicialmente hay que conectar con nosotrxs mismxs, identificarnos con lo que hacemos, entendernos, senti-pensarnos.

Desde una perspectiva Foucaultiana, el “cuido de sí” implica ejercer una libertad individual basada en el autococimiento. Pero esta libertad no es excluyente del otro, por el contrario, es imposible ejercer la libertad sin la otredad. Al ocuparme de mí, me ocupo de lxs otrxs, tengo claros mis límites, mis deseos, mis necesidades, mis responsabilidades sociales.

Puedo construir entonces una ética congruente conmigo y con la colectividad. Conocernos a nosotrxs mismxs, alimentar nuestra autonomía, no vivir a través del otro, no establecer dependencias, fusiones, sino ser consciente del impacto que tienen nuestras acciones, aun si creemos que no estamos haciendo nada.

El trabajo de sí es constante, sistemático y no se hace para obtener reconocimiento, sino para mirar claramente la huella que se deja en el mundo y actuar desde allí. Aprender a escuchar al cuerpo, lo que necesita, sus propias medidas, sus tiempos. Solo desde el autoconocimiento es posible conectar con el otro, no desde un lugar narcisista, pues no se buscar llenar vacíos con la presencia, acallar cuestionamientos, se busca más bien aportar en el otro y que el otro aporte en nosotrxs.

Fluir, por su parte, palabra repetida hasta el cansancio y que se usa como muletilla, no es un borramiento de toda consecuencia, o una carta que se usa incluso antes de actuar, no es un cheque en blanco que se firma para advertir a “la otra parte” que “solo” estamos haciendo y que no estamos pensando. Que si siente dolor, angustia, que si tiene preguntas y requiere respuestas, que si necesita palabras, que si requiere inicios o cierres, debe hacerse cargo de todo cuando experimenta, pues el fluir es un estar sin estar. Es una presencia del otro a medias una disculpa aun antes de cruzar las líneas.

Si fluir no fuera justificación, sería entonces lo que la palabra realmente significa, voluntades que bailan sin necesidad de forzar, imponer o poner en el otro algo que no es posible individualizar. La responsabilidad es entonces inicialmente con unx mismx (es fundamental hacerse cargo de sí), luego con lxs demás y por supuesto con los vínculos, es decir hay responsabilidades que son absolutamente compartidas, no de unx, no del otrx, de ambxs, de todxs.

A partir del trabajo que he venido realizando conmigo y de aprendizajes que he tenido con seres que acompañan los caminos, los irrumpen o los potencian, he sistematizado algunos de los principios básicos que considero importantes en mi ética afectiva, que, por supuesto, no son reglas, más bien son propuestas cambiantes que fluyen y se transforman, pues si fueran estáticas de nuevo estaría intentando imponer reglas. Siempre he creído que la forma de luchar contra lo establecido es colarse en la norma y torcerla. A continuación, para cerrar con este texto y para dar inicio al diálogo enumero algunos de estos principios: -Todo vínculo es importante, lo cual es radicalmente diferente que indispensable. Ningún vínculo en particular es indispensable, pero sí lo es la vida colectiva. La importancia en los vínculos implica que todos requieren responsabilidad.

-Todo vínculo es diferente, tiene particularidades de modo que homogeneizar no solo es un error sino que es imposible.

-Todo vínculo que se actúa, aunque no se nombre, se categorice o se apalabre existe y por lo tanto tiene consecuencias, afecta a lxs otrxs y a nosotrxs mismxs. Amarse es afectarse, no hay modo en que pueda ser distinto.

-Todo vínculo se transforma a lo largo del tiempo, tiene inicios, desarrollos y cierres.

Hacernos cargo de cómo hacemos los cierres es tan importante como hacernos cargo de los inicios. Las rupturas también son parte de las transformaciones vinculares, la muerte es parte de la vida y los finales son parte de la historia.

-En los vínculos existe una mezcla de emociones, sensaciones, pensamientos, ideas, materialidades. No es posible dividir lo físico de lo afectivo, porque el cuerpo es también sensación. Estamos de cuerpo presente en los vínculos aun cuando creamos estar a medias o no estar de lleno.

-La ética afectiva inicia con el cuidado de sí. Sentipensar los vínculos y más que tener respuestas, estar siempre abiertas a establecer preguntas.

“Las emociones pesan mucho más de lo que reconocemos”

Luis Fallas con nuevo libro

El autor analiza las pulsiones y su influencia en la bioética

“Las emociones pesan mucho más de lo que reconocemos”
El Dr. Luis Fallas López presentará su libro Emociones y Bioética el miércoles 18 de marzo, a las 6 p.m. en el auditorio Roberto Murillo. (foto Rafael León).

 

Eduardo Muñoz Sequeira

Periodista, Oficina de Divulgación e Información

 

Emociones y Bioética. Miradas desde la filosofía griega es el título del nuevo libro del profesor Luis Fallas López, que el investigador presenta como un proyecto más aventurado que prudente para acercarse a dos grandes cuestiones.

“Cuestiones como el temor, el deseo, la alegría, el amor, la vanidad, la vergüenza, la indignación, directa o indirectamente se pondrán de relieve a lo largo del libro. En ese sentido nos mueve la impresión de que las emociones pesan mucho más de lo que solemos reconocer en la construcción de nuestro “êthos”, dijo Fallas.

Esta nueva obra de la Editorial UCR se presentará el miércoles 18 de marzo en el auditorio Roberto Murillo, en la Facultad de Letras. El encuentro iniciará a las 6 p.m., con la presencia de la doctora Myleen Madrigal Solano, coordinadora del Comité Bioético del Colegio de Médicos de Costa Rica; así como del Dr. Antonio Marlasca López, filósofo y profesor de la Escuela de Filosofía. La moderación estará a cargo del profesor Mario Solís Umaña, subdirector de dicha unidad académica.

“Las emociones pesan mucho más de lo que reconocemos” afirma el investigador Fallas López, quien funge como director del Instituto de Investigaciones Filosóficas. La publicación se aventura en el análisis sobre cuáles deberían ser nuestras actuaciones ante pulsiones humanas elementales, desde un enfoque de la ética griega, desde los antecedentes mismos.

“Las emociones pesan mucho más de lo que reconocemos”2
Las emociones, las pulsiones más básicas del ser humano, afectan su conducta ante actos cotidianos, sobre los cuales los filósofos griegos defienden la idea de la moderación, explicó el Dr. Luis Fallas. (foto Editorial UCR-Jorge González).

Entre los temas que el filósofo presenta están el pudor como herramienta para la vida, un abordaje por demás interesante en momentos en que “ahora tenemos menos vergüenzas que antes”, comentó el profesor Fallas a Noticias Universidad. Los dilemas cotidianos presentados en la publicación causaran interés entre aquellos que buscan enfoques novedosos desde la filosofía. “Cosas elementales que uno debería saber, como por ejemplo, ¿qué es lo que todo el mundo quiere? Ser feliz, pero eso como se traduce ¿Es un bienestar constante que me permita sonreír? Además, me metí en esto del tema del amor, no porque piense que sea un mandamiento u obligación, sino porque es una pulsión muy básica y debe verse hasta dónde me afecta, cuando hacemos una ética de eso no es ponerle límites, sino cómo ayuda a comprenderse a uno mismo”, agregó Fallas.

Por otro lado, el autor desarrolla la idea de la moderación, la búsqueda de los puntos medios en las acciones, como lo plantearon los griegos. Además de ese llamado al equilibrio, en la publicación se plantea cómo las emociones son fundamentales para decidir responsablemente sobre nuestros cuerpos.

El libro trata mucho sobre la bioética relativa a los comités en los centros médicos, pero también habla del trabajo de un médico y acerca de la decisión que un paciente toma con respecto a su propio cuerpo. Aunque tradicionalmente se ha depositado toda la responsabilidad de las bioética en los profesionales de la salud, ésta también nos exige una participación activa porque nos afecta directamente. Desde actos tan simples como permitir que alguien nos toque, la aplicación de una inyección hasta tratamientos médicos prolongados, experimentales o innovadores que implican una participación responsable de cada persona.

La temática de este libro es resultado de dos proyectos de investigación que ha llevado al Dr. Fallas a presentar conferencias, participar en congresos internacionales y avances editados en varias publicaciones. Como parte de su labor sobre esta temática ha sido miembro de comités de bioética en el Cendeiss, CCSS y fue miembro propietario del Consejo Nacional de Investigaciones en Salud, del Ministerio de Salud, en el periodo 2005-2010.

El libro Emociones y Bioética. Miradas desde la filosofía griega puede adquirirse en la Librería Universitaria. Para más detalles puede llamar al teléfono 2511-7258.

 

Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/

Suscríbase a SURCOS Digital:

https://surcosdigital.com/suscribirse/