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Etiqueta: Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango

El sueño de Samuel

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

A sus once años, Samuel ha visto crecer flores como poemas en su cuarto. Ha escuchado decir amor en árabe, emoción en sirio, flor en japonés. Ha visto bajar origamis por las escalinatas del viejo teatro. Les ha prendido velas. Ha cantado contra las injusticias en una vieja noche vestida de joven esperanza, con marimba y flores de muchos colores. Ha cedido Luz y le ha ganado a la oscuridad.

Su pequeño cuarto ha sido sacudido por la intermitencia de todas las voces, todos los altares, todos los mapas congregados para buscar cartografiar la palabra.

Samuel es un fiel testigo de que la palabra cuando quiere, es. Nació unos años después que el poeta dijera sus versos primeros en una Xela gélida y austral. Eran los años intermedios de la década con que iniciaba este siglo. En Guatemala, se construía la esperanza luego de tiempos de dolor y duelo.

Eran otros dolores y duelos. Se prendía la luz primera, la primera lumbre, el barro primero.

Entonces decir quince años de poesía en un país como Guatemala, en una región como la centroamericana, es un acto contundente de amor. Decir poesía en contextos de disputa con el discurso conservador más regresivo, es una estrategia, una fuerza ilimitada, un músculo que palpita. Una llamada de atención al cumplimiento de derechos todavía ausentes, parciales, inconclusos. La poesía toda, donde se diga, es una permanente llamada de atención.

Desde esa idea, disputar con palabras las narrativas de violencia y exclusión, es ya de por sí un acto insurrecto. El papel de la poesía en un contexto así es ese: el de la insurrección. Por ello los quince años del Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango son un acto prolongado de amor y de insurrección por partes iguales.

Pienso en los migrantes en el albergue de tecun Uman, los futbolistas chivos con sus libros del festival, la reina y su baile del Tun y la Chirimía, todos ellos atravesados por el acto luminoso de la palabra y sus ritos. Me quedo en silencio con el profundo significado emancipatorio de decir algo artísticamente bello, al tiempo que el campo de mazorcas ondula y se postula como pintura.

Desde ese lugar de repuesta, la presente edición del festival reditúa su compromiso estético y político con la sociedad guatemalteca y Centroamericana, hablando de forma clara y contundente sobre las mujeres desparecidas, las mujeres que buscan y las mujeres que, como Ana María Rodas, dicen y permanecen. Esto se hace desde uno de los Festivales más emblemáticos de la región, quizás el único.

Tomado de la mano de su padre, Samuelito anuncia una nueva versión del festival para el año que viene.

En una región hermosa pero desigual y dolorosa, tener muchos Samuelitos tomados de la mano de la poesía y su insurrección absoluta, es disputársela a la violencia y el odio, la desigualdad y el conservadurismo.

Por ello también esta edición 15 del festival coloca sus manos como bocina para amplificar la búsqueda por las mujeres que se fueron, se perdieron, las que no están.

En tanto la región se dibuje como un lento y hermoso origami desprendido de las manos de Samuel, el Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango habrá cumplido su objetivo. Invitados estamos pues a desplegar los sueños, la palabra, la poesía, junto a los samueles que nos dibujan como ese pedazo de dulce que somos.

Insistir en la poesía como militancia

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Durante la celebración del 18 Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango realizado entre el 23 y 26 de noviembre, se desarrollaron varias actividades alrededor del ritual de la palabra, pero que tenían como objetivo recordar la lucha que libran las madres de aquellas personas desaparecidas, antes y ahora.

Durante el conflicto armado en Guatemala, 45.000 personas fueron desaparecidas y sus familiares todavía los buscan. Para ellos, el horror de la guerra no ha terminado y buscan incansablemente, con su alma y su corazón como recursos.

Al iniciar cada actividad en comunidades, bibliotecas, centros culturales se hacía lectura de un manifiesto cuyo primer párrafo definía el sentido del Festival:

Todo está profundamente conectado, el milagro, el consuelo, el terror y la belleza, una apuesta vital con la vida, la columna vertebral de este universo lleno de preguntas que nunca tendrán respuestas, “para qué poetas en tiempos de miseria” dijo alguna vez Holderling y esta podría ser nuestra respuesta, porque no pretendemos huir del horror, ni de lo desgarrante ni de lo doloroso, queremos con toda la certeza que la vida merezca ser vivida a pesar de todo, por eso creemos en la poesía y en la articulación comunitaria como una forma de resistencia que dará muchas posibilidades, por eso creemos en la pulsión de la palabra y sus colores. Planteamos la esperanza desde la diversidad de lenguajes que nos han servido para comunicarnos y explicar la realidad y también desde la poética: respuesta a una pregunta que no ha sido formulada, tenemos el cielo, la tierra, las piedras, el agua, todo lo que sucede tiene una razón, la noche, el día, el tiempo y a eso nos aferramos”.

En una mañana fría nos trasladamos a San Marcos Sacatepéquez, que significa tierra del Verde Valle. En un municipio de la localidad llamado San Antonio leeríamos en la biblioteca comunitaria.

En la imagen Wuilber Cifuentes, “El poeta de la Montaña”. San Antonio, Sacatepéquez.

Antes de la actividad sostuvimos una conversación con don César, vicepresidente del Comité de Cultura y don Wuilber, coordinador de la Casa de la Cultura y a quien se le conoce en redes sociales como “El poeta de la Montaña”.

Nos explicaron cómo fue que desapareció el idioma Mam de sus comunidades: las autoridades coloniales mandaban a borrar todo vestigio de la cultura originaria cuando llegaban a la comunidad. Mujeres y hombres eran despojados de sus trajes y era prohibido hablar el idioma originario en frente de las autoridades, so pena de sufrir castigo.

Se trata entonces de una forma, otra, de desaparición, eso que en las teorías decoloniales se denomina epistemicidio.

Por ello la palabra cobra fuerza en la poesía, el acto más político del habla y del lenguaje.

Nuestros pueblos siguen resistiendo y lo seguirán haciendo mientras haya poder y se use para avasallar, desaparecer. Nosotros seguiremos insistiendo con ellos en esta militancia, porque es desde allí que procuramos dar sentido a lo que hacemos. Ese es nuestro camino.