Insistir en la poesía como militancia

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Durante la celebración del 18 Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango realizado entre el 23 y 26 de noviembre, se desarrollaron varias actividades alrededor del ritual de la palabra, pero que tenían como objetivo recordar la lucha que libran las madres de aquellas personas desaparecidas, antes y ahora.

Durante el conflicto armado en Guatemala, 45.000 personas fueron desaparecidas y sus familiares todavía los buscan. Para ellos, el horror de la guerra no ha terminado y buscan incansablemente, con su alma y su corazón como recursos.

Al iniciar cada actividad en comunidades, bibliotecas, centros culturales se hacía lectura de un manifiesto cuyo primer párrafo definía el sentido del Festival:

Todo está profundamente conectado, el milagro, el consuelo, el terror y la belleza, una apuesta vital con la vida, la columna vertebral de este universo lleno de preguntas que nunca tendrán respuestas, “para qué poetas en tiempos de miseria” dijo alguna vez Holderling y esta podría ser nuestra respuesta, porque no pretendemos huir del horror, ni de lo desgarrante ni de lo doloroso, queremos con toda la certeza que la vida merezca ser vivida a pesar de todo, por eso creemos en la poesía y en la articulación comunitaria como una forma de resistencia que dará muchas posibilidades, por eso creemos en la pulsión de la palabra y sus colores. Planteamos la esperanza desde la diversidad de lenguajes que nos han servido para comunicarnos y explicar la realidad y también desde la poética: respuesta a una pregunta que no ha sido formulada, tenemos el cielo, la tierra, las piedras, el agua, todo lo que sucede tiene una razón, la noche, el día, el tiempo y a eso nos aferramos”.

En una mañana fría nos trasladamos a San Marcos Sacatepéquez, que significa tierra del Verde Valle. En un municipio de la localidad llamado San Antonio leeríamos en la biblioteca comunitaria.

En la imagen Wuilber Cifuentes, “El poeta de la Montaña”. San Antonio, Sacatepéquez.

Antes de la actividad sostuvimos una conversación con don César, vicepresidente del Comité de Cultura y don Wuilber, coordinador de la Casa de la Cultura y a quien se le conoce en redes sociales como “El poeta de la Montaña”.

Nos explicaron cómo fue que desapareció el idioma Mam de sus comunidades: las autoridades coloniales mandaban a borrar todo vestigio de la cultura originaria cuando llegaban a la comunidad. Mujeres y hombres eran despojados de sus trajes y era prohibido hablar el idioma originario en frente de las autoridades, so pena de sufrir castigo.

Se trata entonces de una forma, otra, de desaparición, eso que en las teorías decoloniales se denomina epistemicidio.

Por ello la palabra cobra fuerza en la poesía, el acto más político del habla y del lenguaje.

Nuestros pueblos siguen resistiendo y lo seguirán haciendo mientras haya poder y se use para avasallar, desaparecer. Nosotros seguiremos insistiendo con ellos en esta militancia, porque es desde allí que procuramos dar sentido a lo que hacemos. Ese es nuestro camino.