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Etiqueta: fronteras

Fronteras contenidas: La sinrazón en Darién

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense

Dice Wendy Brown en su ya clásico texto “Estados Amurallados, soberanías en declive” que cuando los Estados nación erigen nuevos muros y fortifican sus fronteras, están paradójicamente mostrando el debilitamiento de la soberanía estatal que a su vez lleva a una tendencia en aumento por levantarlos, mostrar con evidencia material que, pese a que la soberanía ha sido de alguna manera falseada, el poder puede ser mostrado de alguna manera.

Esta propuesta es quizá la idea central de todo el debate propuesto por Brown hace ya sus años. El amurallamiento continúa representando, para mi gusto, la peor versión del miedo de los Estados ante los otros y las otras e implica, entre otras cosas, una acción directa contra sus cuerpos y sus subjetividades.

Hasta hace algún tiempo, la frontera entre Panamá y Colombia constituía apenas una referencia en aspectos migratorios. Eran otras las fronteras calientes, como las denominó en su momento la geografía política, en el marco de los procesos de contención de las movilidades humanas como consecuencia de la Pandemia instalada a nivel global en el año 2020.

Entonces en la narrativa fronteriza regional la frontera norte (México-Estados Unidos y aún la frontera México-Guatemala) constituían una referencialidad obligada en los temas de movilidad humana, seguridad y gestión de los flujos migratorios.

Al promediar la segunda década de este siglo, empezó a ser notable el aumento del tránsito de personas provenientes de países fuera de nuestro continente. La literatura especializada y la prensa los denominó entonces “extracontinentales”, aunque dicha categoría para mi gusto jerarquizaba a quienes podrían ser considerados “de afuera” con relación a los legítimos ciudadanos de los Estados de tránsito.

Este flujo, dicho sea de paso, utilizaba el Tapón del Darién, la frontera natural entre Panamá y Colombia, dada la ausencia de controles, pese a la peligrosidad que representaba el tránsito desde el punto de vista natural y la acción de actores irregulares como los grupos vinculados al narcotráfico y al negocio de las armas.

En la actualidad, este paso ha adquirido un nivel mayor de complejidad dada la intensidad adquirida por los flujos provenientes del sur (particularmente Venezuela) y otros países de la región y de fuera de ella, que han asumido el tránsito por allí a pesar de los riesgos.

Tanta ha sido la complejidad que los gobiernos de Panamá y Estados Unidos firmaron un acuerdo para “regular la migración irregular” y detener el flujo. Esta acción gubernamental ha sido respalda por una intervención “in situ”, al empezar esta semana a ser cercada y alambrada buena parte de la extensión de esta frontera natural.

El presidente panameño recién estrenado en su cargo, José Raúl Mulino, había adelantado su perspectiva relacionada con la migración cuando estaba en campaña. La ha puesto en funcionamiento, continuando una “sin razón” en el resguardo de fronteras, basando su enfoque en el esquema securitario instalado por el Departamento de Estado y poniendo en riesgo los cuerpos de quienes cruzan todos los días ese espacio -no lugar- como única vía posible para tener un proyecto de vida digno.

Las ideas de Wendy Brown persisten lamentablemente y el nerviosismo de los estados los hace incurrir en sin razones que percuten directamente en las subjetividades que se movilizan. Esperemos que la alambrada y la cerca no cobre vidas humanas y sean removidas como un necesario acto humanitario.

Al menos yo aguardo cierta esperanza.

Encuentro Centroamericano sobre Monocultivos, Fronteras y Migración

SURCOS comparte la siguiente información:

Este miércoles 10 de agosto estaremos hablando sobre el “Encuentro Centroamericano sobre Monocultivos, Fronteras y Migración”, evento que se desarrollará en nuestro país entre el 22 y 27 de agosto del 2022. Escúchenos por la 96.7 FM en Radio Universidad, 5 p.m.

También puede vernos a través del Facebook de Radio Universidad de Costa Rica en el siguiente enlace: https://www.facebook.com/radiouniversidadcr  y del Programa Kioscos Socioambientales. ¡Nos escuchamos!

EL PESO QUE SOY

Por Memo Acuña (sociólogo y escritor costarricense)

Sostenerse y aprender a querer-se. Son dos máximas de vida. Dos proclamas políticas. Dos constituciones firmadas a fuego y tinta indeleble. Reafirmarse a pesar de la industria. Contra ella todo. Con ella nada.

Así de intensa esta oratoria, este acto de fe, este caminar no hacia ninguna iglesia, sino al centro de uno, la verdadera devoción.

Miro al niño que tiene todo inflado: el sueño, la fantasía, el dulce. Lo miro y le digo que todo está bien. Que todo estará bien. Que ninguna sociedad, por sobrevalorada que esté, por sobrepasada, le va a quitar los kilos de felicidad, los textiles inmensos de amor de una poesía que lo viste y arropa. Ninguna sociedad. Ninguna burla. Con la burla nadie. Con el cariño todos.

El fardo de una vida que se lucha tratando de alivianarse. Es como ese bulto repleto de piedras que debe ser sacudido cuando la caída libre es inminente.

Todos alguna vez habrán soñado con quitarse esas piedras, soltarse, irse despegando y planear en franco ascenso: porque ya no pueden más con su historia, con su dolor, con su biografía. El lastre de una vida menos densa. Solo vida.

Hoy millones de personas aquilatan sus luchas íntimas entre la densidad de una industria que lo infecta todo y esa imperiosa justicia de solamente ser y aparecerse. En esos quicios estoy yo que alguna vez escribí esta declaración de principios:

El hombre de ceniza

Estoy seguro de que ya hice esto. Desviar la atención de los encuentros, nacer, como se abren tantas veces las cuentas del asombro. He viajado en ciertos trenes y permanezco en sus viejos olores. Sé, de mensajes desde un mar con peces muertos. He sido embestido por esta sed y no hago nada para salir de sus aguas sin color. Pongo atención en el rastro de mujeres y hombres caminando fronteras sin retorno. Me faltan ciertos días en el cuerpo. Esculturas en las manos. Y sé, ya lo sé. Todo cuenta en las penas, el frío despierta una mañana cualquiera en cualquier sitio. ¿Qué dirán de mí esos sonidos, ahora que soy la interrupción de la bruma y ningún escenario me contiene? Ya antes he vestido así, como un topo con 105 kilos de ingravidez lunar. Ahora que ya no distingo sonidos solo cuando dices algo parecido a un nombre. Ahora que me desvisto como árbol, he cruzado los ruidos de quien busca salirse de la noche.

Hoy ese hombre topo lunar tiene 30 kilos menos. Eso es lo que soy. Acompaño y declaro otras luchas iguales a las mías. Porque son igual o peor de duras. Porque resisten. Hoy el peso que soy me duele menos. Pero agradezco lo que he sido. Lo que mi vida me ha permitido ser. Y por ello motivo, abrazo, invito. Hoy este peso que soy resiste y responde.

Hasta que el cuerpo aguante.

Que vivir con aire no sea una excepción

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Desde hace dos años y un poco más estamos sin aire. Nos ahogamos. Nos asfixiamos. Floyd dijo no puedo respirar y aún así la gendarmería securitaria continuó apretándole la garganta hasta matarlo. Lo asesinaron. Por negro. Porque si.

Si hay algo que le ha pasado a este planeta en los últimos tiempos es que le hemos llevado al ahogo. Por eso cada vez más el clima, el ambiente, nos está cobrando justo esos modos de consumo, esas prácticas desinteresadas del descarte. Lo descartamos todo y lo tiramos a la basura. Hasta los mismos seres humanos nos convertimos en seres descartables.

Durante la última semana hemos observado con estupor cómo la acción contra seres humanos es cada vez más atroz, más bárbara, más posmoderna.

Los asesinatos, porque no hay otra forma de llamarlos, cometidos por la seguridad marroquí y las devoluciones en caliente, protagonizadas por la policía española contra migrantes africanos que intentaron entrar a aquel país por la frontera con Marruecos, concretamente en el paso fronterizo de Melilla donde desde hace muchos años se practican los llamados “Saltos” que consisten en intentos de cruce de una valla fronteriza enorme, deberían ser considerados como crímenes de lesa humanidad.

Las imágenes son elocuentes. Organizaciones de derechos humanos y protección de migrantes han contabilizado 37 personas fallecidas, muchas de ellas muertas por asfixia en una avalancha formada en suelo marroquí como consecuencia de la acción brutal de la seguridad por ambos lados. El presidente del gobierno español Pedro Sánchez ha saludado la acción marroquí y la ha catalogado como una operación “bien resuelta”.

Me quedo sin aire ante estas palabras. Pero más allá de mi, pienso que nos estamos asfixiando. Como planeta, como sociedad, como civilización.

En un camión de transporte de carga, un truck, truco en el lenguaje coloquial del norte regional, encontrado en San Antonio Texas, fueron hallados fallecidos a finales de junio 53 personas migrantes mexicanas, guatemaltecas y hondureñas, como consecuencia del calor y la deshidratación a las que se expusieron en ese viaje.

El aire les faltó. Les faltó la protección. Le fallaron de nuevo sus gobiernos de origen. Y como consecuencia de estas condiciones se entregan como fácil presa a las redes de tráfico de migrantes que les cobran en promedio 8.000 dólares para transportarlos en condiciones deplorables, indignas, inhumanas y dejarlos en la frontera.

Quizá lo correcto del lenguaje sea que estos migrantes no fallecieron: los asesinó la necropolítica y sus agentes, medios de comunicación, academias displicentes y audiencias atolondradas y mal orientadas incluidos.

Vivir con aire debería ser catalogado ahora como uno de los derechos humanos más elementales. Poder respirar. Abrir el pecho. Debería volver a ser una actividad más de nuestra vida cotidiana. No la excepción.

FOTO DE FAMILIA

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En un primerísimo plano la imagen nos devuelve las caras sonrientes y seguras de un grupo familiar completo. El puctum, como llama Barthes, dirigido a captar la necesaria esencia de ese lugar de añoranzas, recuerdos y proyectos.

En la fotografía pareciera no existir tiempo ni espacio. Es solamente un momento histórico que quizá refleje para siempre la forma simple en que se tatuó en la memoria el significado de eso que llamamos coloquialmente estar juntos.

No es este el espacio para discutir las esencialidades asignadas a los núcleos familiares, envueltos como están en procesos complejos, incompletos, a veces contradictorios. Pero valga la referencia sobre la imagen, el momento.

Recientemente fui invitado a conversar sobre migración centroamericana con un grupo de guías turísticos costarricenses. Propuse una serie de contenidos sobre las continuidades y las rupturas recientes en los procesos de movilidad humana.

Conversamos sobre fronteras, interrupciones y necesidades de las personas para emprender eso que tan glamorosamente algunos llaman “el proyecto migratorio” y que justamente puede ser definido como un acto último para sobrevivir, huir de la barbarie y la depredación de la violencia y los modelos económicos de los gobiernos regionales.

Ese éxodo que ha continuado a pesar de la clausura, la intensificación de las respuestas securitarias y como hemos comentado recientemente, la producción de hipérboles discursivas que colocan el acento en estigmatizar a la persona migrante tanto, al punto de compararla con el terrorismo y el narcotráfico, ha significado un hiato en la construcción de Centroamérica, un desgarre constante en su piel.

Como ejercicio final de la conversación con los guías turísticos propuse una pregunta que también he formulado en otros momentos en el marco de estas reflexiones: ¿qué objeto se llevaría consigo si tuviera que dejar su hogar de forma obligada? ¿Por qué?

La mayoría de sus respuestas tenían que ver con hacerse acompañar de una imagen, una foto de la familia. Las justificaciones fueron variadas, pero acudían a nombrar la fuerza que da ese concepto para seguir adelante: motor, motivación, razón.

Como hemos dicho ya en varias oportunidades, la vera del camino que van construyendo las personas centroamericanas en contextos de movilidad se convierte en un museo de fósiles en el que cientos de miles de objetos y pertenencias son encontrados. Entre ellos, si, fotografías familiares que alguna vez aprisionaron contra sus pechos para tomar valor y salir adelante.

Las narrativas de los medios de comunicación empresariales nos devuelven a menudo lecturas homogenizantes sobre las movilidades humanas. Una forma de cuestionarlas es preguntarse por esas subjetividades y biografías significantes que son más que estadísticas. Es un paso necesario, absoluto, hacia la empatía.

 

Imagen: https://departamento19.hn

EN SUS ZAPATOS

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Entramos a un espacio cerrado y medio iluminado en el que pende una figura en forma de capullo en el centro. Es un hombre atado con un arnés, simulando un ovillo. La imagen me recuerda el nacimiento, el dolor de lo desconocido, el concepto de borde. Nunca terminamos de viajar, pienso, mientras se va recreando el concepto de vez primera, de certidumbre en la incertidumbre, de ir hacia lo desconocido.

Transitamos de inmediato a otro momento. Otro lugar. En lo más alto de la sala, otra sala, el personaje recuerda que ponerse en los zapatos del otro no es tarea fácil.

Intenta calzarse una y otra vez distintos zapatos pero ninguna llega a sujetarse a sus pies. Luego, en un intento desesperado, trata de salir a la superficie emulando quizá la suerte del que intenta llegar al otro lado sin conseguirlo. Entiendo que todos quedamos en el fondo. Supongo entonces que el acto de imaginar y sentir lo que experimenta el que lo deja todo es un acto sensible y corporal. Todo nos tiene que pasar por el cuerpo si queremos construir empatía. «Tocar fondo» como metáfora, para entenderles. Si o sí.

En ese instante todos, todas, formamos parte de proyectos inconclusos, desesperados, vitales, de quienes deciden irse y dejarlo todo atrás. Nosotros, nosotras, somos a la vez proyectos inconclusos que no terminamos de llegar. Nunca.

Esa noche hemos caminado. Subido escaleras, bajado escaleras. Nos hemos enfrentado a la oscuridad, el control, el manejo del espacio (adentro/afuera), la distancia (cercanía/ lejanía) el extrañamiento (certeza/ incertidumbre).

Nos conminan a salir rápido de la sala: “salgan ya”, “salgan ahora”, mientras en lo alto de la estructura yace quizá un pez muerto, un cuerpo muerto, un migrante muerto.

Ponerse en sus zapatos jamás tendrá la dimensión del otro, pero nos permitirá entenderle. Cuando nos dicen “salgan ya” infiero que es así como funcionan los dispositivos de poder sobre los cuerpos que se movilizan. Los orientan, los dirigen. Solo que en la realidad migratoria global al grito xenofóbico de “salgan ya” le antecede una instrucción de “no entren”.

Y entonces se recrea el rigor inexpugnable de la porosidad de las fronteras.

Seguimos caminando. Pero no en el pesado tránsito de quienes caminan tratando de llegar, de cruzar. Arribamos a la última estación, el lugar de la estampida y la memoria, de los afectos activados por recuerdos, promesas, objetos impermeables al olvido.

Observo un pequeño dinosaurio de juguete estático en el piso. Comprendo que el rubor de la sospecha de los estados nacionales ante quienes se movilizan, jamás sabrá la dimensión subjetiva de aquellos que simplemente caminan como su principal acto de vida. Y en el trayecto van dejando todo a su paso. Son incontables los pequeños dinosaurios como actos reflejos de memoria encontrados en la ruta migratoria. Hoy son más. Millones.

Pueblan de nuevo La Tierra.

Caminamos esa noche invitados por una de las creadoras de una obra innovadora, la dramaturga costarricense Ailyn Morera, como observadores participantes de una puesta en escena sugerente, provocadora, cuestionadora, estrenada en la Universidad Nacional, Costa Rica.

Se trata del espectáculo denominado “Migrare. Evento artístico transmedial”, cuyo elenco cuenta con una participación importante de estudiantes de la Escuela de Arte Escénico, Danza, Música y Arte y Comunicación Visual, además de proyectos como: Teatro UNA, Web CIDEA – Laboratorio Escénico Digital (LED), CTO-Heredia, Teatro en el Campus de la Escuela de Arte Escénico y el programa Investigación, Arte y Transmedia (iAT) del CIDEA, todos de la Universidad Nacional.

Al llegar a las instalaciones donde se desarrolla la propuesta, absolutamente interactiva, las personas espectadoras se encuentran con una impresionante selección de imágenes proyectadas sobre las columnas del edificio donde se escenifican distintas rutas migratorias. Como en la realidad, no hay un único camino. Pero todos llevan al mismo sitio.

Todas las imágenes refieren al tema migrante, pero es un texto de Thenon que se estampa directa y definitiva como declaración de intenciones del espectáculo y que me atrapa: “Hay patrias pequeñas y patrias grandes pero todas son grandes, por eso no caben en una valija”. Mientras pienso en esa frase y en los zapatos que no calzo, pero que trato de sentir en mi acompañamiento desde la academia y el arte, renuevo mi compromiso con la comprensión de aquellos que hoy, incluso en la sociedad clausurada de la pandemia, deciden caminar sin descanso por una vida mejor. Entendámosles.

La terca pérdida de contacto con la realidad

COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS (9).
Tercera época.

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

Si bien es cierto que resulta imposible el poder captar en todo su significado y extensión eso que, con mucha frecuencia, llamamos simplemente “la realidad”, lo más deseable es tratar de acercarnos a todo aquello que sea más cercano, a lo que efectivamente acontece o ha ocurrido en distintos momentos o trances del devenir histórico, tratando de entenderlo, para poder actuar y reaccionar con alguna efectividad frente a determinados eventos, que podrían resultar fatales o negativos para nuestra existencia, tanto como especie como en tanto individuos.

En medio del fragor de esta hipermodernidad o posmodernidad desbocada en la que vivimos, traída a cuento con suma frecuencia por innumerables autores(Marc Augé LOS “NO LUGARES” Una antropología de la sobremodernidad Gedisa editorial Barcelona 1996), como un período histórico en el que los seres humanos parecen haber decidido prescindir del uso de la razón, del análisis de la información, y de una indispensable dosis de honestidad, en la difícil tarea de hacer afirmaciones sobre numerosas, y complejas situaciones a las que nos vemos enfrentados, aunque podría resultar que simplemente todo esto responde a “otra racionalidad” o a otras percepciones del entorno, ligadas a una aceleración de la historia y del achicamiento del planeta (Marc Augé), ambos en cuanto vendrían a ser el resultado o las consecuencias más visibles de la revolución tecnológica en el campo de las comunicaciones, tanto en lo referente a la velocidad de nuestro desplazamiento por el planeta, en naves y todo tipo de transporte terrestre, aéreo o marítimo más veloces, como en la velocidad creciente impresa a la noticia por las redes sociales, por lo que se ha implantado un aquí y un ahora que ya no reconocen las fronteras de los estados nacionales.

La ligereza y falta de seriedad con las que alguna gente se atreve a hacer afirmaciones, sin fundamento alguno sobre toda clase de temas, resulta ser algo abrumador y tedioso para quienes intentamos atenernos a los datos, y a la elaboración sistemática de pensamiento sobre ellos, algo que las páginas de los diarios, la radiodifusión, las televisoras y las redes sociales nos muestran, de manera cotidiana, en cientos e innumerables casos.

Es así como se olvida, con suma frecuencia, que resulta esencial la confiabilidad de la información disponible, tanto en lo que se refiere a los datos estadísticos como en cuanto al sustento de lo que suele llamarse “juicios de valor”, emitidos desde la subjetividad más profunda. ¿será por eso que tanta gente se deja decir sus ocurrencias pura y simplemente importándoles, muy poco o nada, si lo que dicen está conectado con la realidad?

Es por todo lo anterior, que como una consecuencia visible de este diálogo (más bien monólogo) que hemos venido sosteniendo en voz alta, resulta ser un ejercicio vano tratar de entender a qué se refieren algunas gentes cuando emplean ciertos términos para descalificar a otros, tanto en el orden de lo político como en el de lo social, quienes en realidad lo único que hacen es exteriorizar sus obsesiones y prejuicios.

Es así como el término “comunista” y la doctrina (o doctrinas políticas) que lo originó, el “comunismo” no pasan de ser fantasmagorías enraizadas en las mentes de quienes lo ven como la encarnación de todos los males posibles, endilgándoselo a sus adversarios o rivales políticos o sociales, todo con el propósito de sacarlos de la escena política por ser una amenaza, no sabemos si real o ficticia, tal y como sucede en el Perú del bicentenario, un lugar donde el mentado “comunismo” no aparece por ninguna parte, a pesar de su invocación constante, por parte de una ultraderecha que extravió su contacto con la realidad, después de haber perdido las elecciones frente una izquierda provinciana (a la que en vano trataron de satanizar), mucho más moderada que la que ellos ven el espejo imaginario como la encarnación de un “marxismo-leninismo”, y una “dictadura del proletariado” que nunca fueron realidad, ni siquiera en los países así llamados “comunistas”, razón por la que todo este affaire no pasa de ser un juego retórico, o a lo sumo la fabricación de un esperpéntico juego de los que nos hablaban en sus novelas, tanto el español Ramón del Valle Inclán, como el estadounidense Sherwood Anderson autor, entre otras obras de una célebre novela que tituló “WINSBURG OHIO”, por no mencionar el mítico condado de Yoknapatawpha en el Mississipi de William Faulkner, el que sólo existió en el universo de las complejas y bien tramadas novelas de este otro autor norteamericano.

El problema, a medida que avanzamos en esta vía. es que también, a manera de lo que sucede con un inmenso espejo o en una sala llena de espejos, quienes afirman ser “comunistas”, o hacen profesión de fe del comunismo como si fuera la encarnación del “reino de Dios sobre la tierra”, no importa si lo hacen desde una perspectiva secular (El filibustero del sur de los Estados Unidos que nos invadió entre 1854 y 1857, el famoso William Walker pensaba que estaba llamado a implantar el reino de Dios en la América Central nos dice el escritor costarricense Óscar Núñez Olivas en su novela “LA GUERRA PROMETIDA”, Editorial Alfaguara, varias ediciones, el que consistía en implantar o reimplantar la esclavitud en nuestro istmo, para que fuera un calco o una extensión del Sur de los Estados Unidos de aquella época), resultan incapaces de explicarnos con certeza a que se están refiriendo cuando usan, con gran ligereza los términos “comunismo” e incluso “socialismo”. Han pasado más de tres décadas desde la disolución de la llamada Unión Soviética, un hecho con el que se habría puesto fin a la llamada “guerra fría” que libraron durante casi medio siglo dos bloques encabezados por los Estados Unidos y la mencionada potencia, a la cabeza del bloque “comunista”, aunque resulta evidente que mucha gente ni siquiera se enteró de lo sucedido.

La izquierda de estas latitudes más confusa que radical, incluso aquella conformada por quienes se autodenominan orgullosamente “comunistas”, ha sido incapaz de explicarnos ¿qué fue lo que ocurrió en la Europa Central, llamada entonces “oriental” y en la Unión Soviética, la que cayó como un castillo de naipes? Nos quedaron debiendo una explicación que tuviera alguna lógica o el despliegue de una dialéctica elemental en el análisis, algo que no fuera una simple pelea entre los “buenos” y los “malos”, es por todo esto que no puedo dejar de pensar que sólo el filósofo y escritor tico chileno, Helio Gallardo, publicó en aquel entonces un fascinante libro que tituló “CRISIS DEL SOCIALISMO HISTÓRICO Ideologías y desafíos”, editado por el Departamento Ecuménico de Investigaciones DEI, y fechado en San José de Costa Rica, en 1991, en cuyas páginas convendría volvernos a adentrar…de ahí en adelante, hacia los dos lados o bandos interesados, el tema parece que nos conduce a adentramos en el terreno de las fantasmagorías o en el corazón de una nueva Torre de Babel la que, como su homónima bíblica, nos impide construir algo que siquiera tenga la apariencia de sólido.

LIBERTAD AMURALLADA

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En su texto Estados amurallados y soberanías en declive (2015) la filósofa Wendy Brown plantea la paradoja que, cinco años después, continúa sin resolverse, más aún en medio del contexto de excepcionalidad que atraviesa el planeta hará ya año y medio.

La paradoja refiere al consabido binomio apertura-oclusión en el marco de los procesos globalizadores actuales: a una cierta actitud de laxitud en las fronteras a los temas económico-comerciales, se opone el amurallamiento horizontal y vertical para que las personas “no bienvenidas”, rechazadas, concebidas por el discurso y la práctica hegemónicas de la “migration managment” como «personas ilegales» (sic), no crucen los contornos fronterizos.

Durante agosto y setiembre esa paradoja estuvo presente en la región en sus dos extremos fronterizos.

En el norte, en el binomio Guatemala-México, pero especialmente al sur de este país, la maquinaria migratoria y de seguridad opuso una feroz resistencia a cientos de migrantes que en grupo intentaban caminar para salir de la deplorable condición que durante semanas experimentaron en Chiapas.

En el sur regional, la incontenibilidad de las movilidades humanas caribeñas y extra regionales debió sortear las narrativas de la discriminación y el muro natural e inexpugnable en el que se ha convertido la selva del Darién, ese impresionante tapón que continúa tragándose vidas todos los días.

Para los Estados amurallados en sus políticas y en sus fronteras, aplicar la regla de la seguridad a las movilidades resulta conveniente. No solo intervienen actores del orden público, sino que aparecen también industrias de lo privado que mueven millones de dólares en equipos de seguridad, dispositivos de control y armamentos.

Entre tanto, como hemos dicho ya varias veces, las personas en contextos de movilidad solamente tienen sus cuerpos y su dignidad como herramientas para seguir avanzando.

La cuestión de las fronteras nos ofrece a cada momento un nuevo motivo para pensarlas y reflexionarlas desde nuestras experiencias situadas. En las semanas previas, por ejemplo, fue anunciado el ganador de un concurso de fotografía sobre aves silvestres. El fotógrafo mexicano Alejandro Prieto expuso su pieza “Bloqueado” con la que obtuvo el galardón.

En la imagen recurren de nuevo la paradoja de la movilidad y el limite, la tristeza y la esperanza. En un primer plano, un correcaminos aparece pequeño y diminuto frente a la fuerza avasalladora de una sección del muro fronterizo entre Estados Unidos y México.

Compuesta de alambres, aluminio y metal, la estructura contiene, divide, limita. Su impotencia reduce a la parálisis del movimiento al pequeño correcaminos, que luce incierto frente a la gran estructura.

“La imagen cuenta una historia importante de la fragmentación del hábitat y cómo estructuras como el muro fronterizo pueden evitar que la vida silvestre migre y se traslade a otras áreas” ha dicho el sitio digital elpopular.mx sobre la obra ganadora.

La narrativa de las fronteras y los muros abarca no solo lo visible. También con nuestros discursos estigmatizantes, llenos de odio y desafección bloqueamos la posibilidad de romper los cercos que limitan la acción de comunicarnos y convivir.

Debemos de entender que la libertad colectiva es un buen comienzo para crear otros mundos posibles. Destruyamos las barreras. Todas.

 

Imagen: https://elpopular.mx

La disolución de los colores

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

“Los mexicanos nacemos donde nos de la gana”, habría dicho alguna vez una exhultante Chavela Vargas al preguntársele por su origen costarricense, tan atravesado y complejo como el que más en su hoja de vida.

Como una sanción premonitoria, a la vuelta de los años, otras figuras públicas habrían de mostrar que no necesariamente el acto de nacer es realmente el que te permite hacerte con una ciudadanía, una legitimidad, una identidad.

Lo hizo el futbolista de origen nicaragüense Óscar Duarte que, luego de su destacada participación en el Campeonato Mundial de Fútbol Brasil 2014, fue recibido con honores en su pueblo de origen.

También el surfista Carlos “Cali” Muñoz nacido en Granada, Nicaragua, que será recordado no solo por su desempeño de alto nivel en el deporte, sino por haber protagonizado uno de los viajes de última hora más intensos que se recuerden para un atleta invitado al filo de la hora a participar en las justas olímpicas. Al final no logró su objetivo de representar a Costa Rica en la competencia, pero en la retina y memoria colectiva quedará ese periplo contra el tiempo, contra la inclemencia de un temporal devastador en el Atlántico del país que bloqueó por horas su intención de llegar al aeropuerto, los vuelos y conexiones perdidas. No tuvo la posibilidad de competir en uno de los “heats” eliminatorios de su disciplina. Pero la gente le aplaudió su gesto.

Años antes, sin embargo, no eran aplausos lo que el deportista recibía. En una entrevista para el medio digital delfino.cr, Muñoz dijo haber experimentado discriminación por su nacionalidad en el ámbito escolar, un desafío que permanece hasta el día hoy en los centros del sistema educativo costarricense.

De madre hawaiana y padre estadounidense, la surfista Brisa Tomy Henessy Kobara representó al país con buen suceso, también en la disciplina del surf. Nacida en San José, casi toda su carrera profesional la ha desarrollado en el extranjero. Su tabla de surf fue prácticamente un lienzo que mostró una y otra vez al mundo los colores de la bandera costarricense, artísticamente diseñados. Su “pura vida” matizado con un claro acento extranjero revela la mezcla que presentamos como país, a pesar de las escencialidades impuestas, los marcajes identitarios puritanos y desfasados de la historia de un país compuesto por «arroz y frijoles», una mezcla finamente metaforizada en el documental «Si no es Dinga», producido en 2014 por La Traviesa Producciones en Costa Rica.

A finales de la década de los años ochenta y principios de los años noventa, el artista japonés Yukinori Yanagi exponía al mundo una acción performática consistente en colocar hormigas obreras en compartimentos de arena de colores representando varias banderas del mundo. El “acto” consistía en una lenta difuminación de las banderas como producto de la acción natural de las hormigas.

Era la época de anunciación de un sentido planetario: la globalización había llegado y se intuía, tal y como Yanagi proponía, que las fronteras desaparecerían y con ellas los rituales de piedra de las identidades monolíticas y nacionalistas. Estaba equivocado.

Ni las cajas de plástico, tubos, tuberías, arena coloreada y mucho menos las hormigas obreras utilizadas por Yanagi, fueron suficientes para advertir ese sentido pétreo con que hoy se defiende cierta identidad esencializada y los nacionalismos.

Es cierto, si, que las banderas han adquirido otro significado en medio de los procesos de globalización y planetarizacion constante. Tanto se han disuelto, que causan confusiones extremas como la que sucedió a un equipo periodístico costarricense que emitía en vivo la maratón olímpica masculina recién transcurrida. Al anunciarse al maratonista coreano OH J, los periodistas indicaron que claramente no era de ese país. “debe ser keniano” dijeron. Efectivamente, de origen africano, el deportista representó a Korea del Sur en la competencia.

Con algo de congoja e incertidumbre, celebramos las fechas de conmemoración del bicentenario “formal” de la independencia. Las narrativas hacia esa identidad tallada en piedra estarán a la orden del día. Pero también otras formas de nombrarla y cuestionarla. Seamos las hormigas de Yanagi. Disolvamos los colores y abrámonos hacia nuevas experiencias colectivas donde el reconocimiento de las diferencias colectivas sea la norma.

 

Imagen: http://xuku-va.blogspot.com/2011/08/yukinori-yanagi.html

Espacios de confinamiento y sacrificios humanos: los impactos de la pandemia en las movilidades humanas. Una rápida mirada regional

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Raúl, un empresario centroamericano de élite se apresa a tomar un vuelo comercial reprogramado tan pronto se reestablecieron las comunicaciones aéreas internacionales. Se dirige a otro país centroamericano, donde debe trabajar en la reactivación económica bajo la premisa de que el resguardo de la salud es importante, pero también lo es la tan instalada idea que los sectores económicos, ciertos sectores económicos, deben contar con los apoyos gubernamentales regionales como requisito indispensable para garantizarles el re-despegue.

Antes que su vuelo parta, desde su teléfono inteligente, coordina reuniones, movimientos financieros, inversiones urgentes. Ha debido cumplir con todos los protocolos sanitarios para movilizarse con toda naturalidad, en medio de un contexto que todavía dibuja la excepcionalidad como principal concepto explicativo.

Sin embargo, A Raúl no lo alcanzan las limitaciones ni las expresiones de rechazo que predominan para otro tipo de movilidades, las que no se dan en las alturas, las que se producen a ras de suelo, entre las fronteras terrestres, donde la «inmovilidad de la movilidad» para diversas poblaciones se ha instalado como política migratoria planteada por los Estados.

Estamos claros. Existen movilidades legítimas, permitidas, tanto en los discursos como en las prácticas de relación entre las elites de los países regionales. Son las que representa Raúl y su movilidad higiénica, esa que de acuerdo con las agendas de los medios de comunicación son las necesarias, las que están bien y deben potenciarse.

Otras movilidades, sin embargo, pasan por el filtro de la construcción de percepciones en que la relación entre movilidad y enfermedad es casi obligatoria. Son las que están representadas por esos, los otros sujetos y sujetas a quienes se debe exponer, testear en público, aislar en sitios que no cumplen con las especificaciones de salud mínimas requeridas porque representan el peligro. Como hemos dicho en otro momento: son armas de destrucción biológica. Ejemplos de esta práctica se han reproducido en toda la región desde que la emergencia sanitaria inició en 2020.

En este contexto, la formación de «espacialidades del miedo» ha tomado fuerza. Lo hemos dicho ya: son las fronteras en la región centroamericana, por ejemplo. En particular tres puntos calientes: la frontera México-Guatemala, la frontera entre Costa Rica y Nicaragua y la espacialidad conformada por las fronteras entre Costa Rica y Panamá y Panamá y Colombia, con el Tapón del Darién como una auténtica geografía del riesgo para las movilidades humanas.

Pero también en el sur de la región la relación entre espacialidad-movilidad-enfermedad, ha devenido en la construcción de respuestas afincadas en un enfoque securitario y militar. Países como Perú, Chile y Colombia, han transversalizado una respuesta estatal prohibitiva, casi punitiva, cerrando sus fronteras y brindando tratamiento criminalizante a cientos de personas migrantes, muchas de ellas de origen venezolano, pero también extracontinental y caribeño.

Otro tipo de espacialidades de la incertidumbre también han sido expuestas en el año de la pandemia. Los albergues, los sitios de aseguramiento, los espacios de habilidad para personas migrantes (cuarterías en Costa Rica, pensiones en otros sitios), los lugares de trabajo. En todos los casos la sacrificialidad de la persona se produce y reproduce de forma cotidiana.

Sobre esta condición que avanza y no cesa, conversamos ampliamente el pasado 19 de marzo en un espacio transnacional de reflexión organizado por la Noda Chile del Proyecto regional (In) movilidad en las Américas en tiempos de COVID, denominado tal y como hemos titulado esta columna.

Junto a Cecile Blouin (Perú), Nanette Liberona (Chile), Gabriela Cano (Colombia) Felipe Vargas (México), moderados por la colega y amiga Carolina Stefoni (Chile) concordamos que existe una matriz autoritaria, discriminatoria y excluyente hacia las múltiples formas que ha tomado la persona que se moviliza en los actuales contextos. La realidad es un espejo, dijimos. También dijimos que la complejidad toma formas diversas y múltiples y que las personas en contexto de movilidad deben ser visibilizadas en sus condiciones reales de existencia. Dijimos que es urgente cambiar este estado de situación.

Frente a los devueltos, los varados, los deportados, los inmovilizados, los sitiados en espacios de confinamiento formal e informal, los obligados a trabajar en espacios laborales plagados de malas condiciones higiénicas (los delivery workers, los trabajadores agrícolas, las personas dedicadas a los servicios domésticos) la respuesta estatal ha sido común: aplicar medidas migratorias restrictivas, estrictos monitoreos, controles administrativos bajo la mampara de una supuesta tarea sanitaria. Son ellos, los otros, los que traen el virus que acabará con nosotros.

Siendo así, la época de excepcionalidad vivida solo potencia condiciones ya existentes. Las potencia y las agrava. Ante su funcionamiento, las respuestas desde quiénes las experimentan provienen de un verdadero espíritu de reconocimiento de la condición humana, la solidaridad circular y horizontal, el rostro de la mujer tras los mecanismos de afrontamiento, la movilidad como un acto de resistencia en sí mismo.

Raúl, nuestro empresario centroamericano exitoso, ha llegado ya a su destino tras una hora de vuelo. El trámite migratorio ha sido expedito: una rápida toma de temperatura, la revisión de su documento médico que confirma el resultado negativo de la prueba y un lavado de manos antes de salir de la zona de aduanas. Todo según lo previsto.

A algunos kilómetros de esa escena, una familia afectada por la pobreza, la inseguridad y los embates de los eventos naturales de noviembre anterior, toma la decisión de marcharse en una nueva estrategia colectiva. Les espera una férrea respuesta militar en cada frontera por cruzar. Les espera una política de la hostilidad que les confinará de nuevo, quizá para siempre, a sus condiciones reales de existencia. El ciclo de la incertidumbre volverá a abrirse. Una vez más.

Imágenes: https://la.network