EL PESO QUE SOY

Por Memo Acuña (sociólogo y escritor costarricense)

Sostenerse y aprender a querer-se. Son dos máximas de vida. Dos proclamas políticas. Dos constituciones firmadas a fuego y tinta indeleble. Reafirmarse a pesar de la industria. Contra ella todo. Con ella nada.

Así de intensa esta oratoria, este acto de fe, este caminar no hacia ninguna iglesia, sino al centro de uno, la verdadera devoción.

Miro al niño que tiene todo inflado: el sueño, la fantasía, el dulce. Lo miro y le digo que todo está bien. Que todo estará bien. Que ninguna sociedad, por sobrevalorada que esté, por sobrepasada, le va a quitar los kilos de felicidad, los textiles inmensos de amor de una poesía que lo viste y arropa. Ninguna sociedad. Ninguna burla. Con la burla nadie. Con el cariño todos.

El fardo de una vida que se lucha tratando de alivianarse. Es como ese bulto repleto de piedras que debe ser sacudido cuando la caída libre es inminente.

Todos alguna vez habrán soñado con quitarse esas piedras, soltarse, irse despegando y planear en franco ascenso: porque ya no pueden más con su historia, con su dolor, con su biografía. El lastre de una vida menos densa. Solo vida.

Hoy millones de personas aquilatan sus luchas íntimas entre la densidad de una industria que lo infecta todo y esa imperiosa justicia de solamente ser y aparecerse. En esos quicios estoy yo que alguna vez escribí esta declaración de principios:

El hombre de ceniza

Estoy seguro de que ya hice esto. Desviar la atención de los encuentros, nacer, como se abren tantas veces las cuentas del asombro. He viajado en ciertos trenes y permanezco en sus viejos olores. Sé, de mensajes desde un mar con peces muertos. He sido embestido por esta sed y no hago nada para salir de sus aguas sin color. Pongo atención en el rastro de mujeres y hombres caminando fronteras sin retorno. Me faltan ciertos días en el cuerpo. Esculturas en las manos. Y sé, ya lo sé. Todo cuenta en las penas, el frío despierta una mañana cualquiera en cualquier sitio. ¿Qué dirán de mí esos sonidos, ahora que soy la interrupción de la bruma y ningún escenario me contiene? Ya antes he vestido así, como un topo con 105 kilos de ingravidez lunar. Ahora que ya no distingo sonidos solo cuando dices algo parecido a un nombre. Ahora que me desvisto como árbol, he cruzado los ruidos de quien busca salirse de la noche.

Hoy ese hombre topo lunar tiene 30 kilos menos. Eso es lo que soy. Acompaño y declaro otras luchas iguales a las mías. Porque son igual o peor de duras. Porque resisten. Hoy el peso que soy me duele menos. Pero agradezco lo que he sido. Lo que mi vida me ha permitido ser. Y por ello motivo, abrazo, invito. Hoy este peso que soy resiste y responde.

Hasta que el cuerpo aguante.