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Etiqueta: fronteras

No necesitamos héroes

Esteban Beltrán Ulate
Profesor
esbeltran@yandex.com

No podemos tener un héroe de paz porque la paz es una aspiración, es in ideal, es el horizonte que debemos aspirar como humanidad. La paz no es un anhelo personal, es un anhelo que debe sentirse en comunidad. No podemos tener un héroe de paz, porque la historia del héroe esta cargada de muchos discursos del pasado, el héroe no habla del pasado, mientras que la paz nos viene del futuro. No hay paz en el pasado, no hay paz en el presente, solo esperanza de un futuro con un cielo para todos, con una tierra sin fronteras, con pan y agua, palabra y amor para cada niño y niña que nace.

No hay paz cuando se manipula la historia para inventar falsos ídolos, no hay paz cuando se manosea el código trabajo para hacer las horas más largas y los salarios más pequeños. No hay paz cuando los vicarios de la economía dictan al oído de la educación y la salud los pasos que deben dar. No hay paz mientras apaguen las voces de los pueblos originarios que claman por una ecología integral, no hay paz mientas la violación y la muerte sean sinónimo de muerte de mujer. No hay paz mientras vivamos en una sociedad colonialista, patriarcal y capitalista; no hay paz mientras los gobiernos disputen la verdad frenando la libertad de prensa. No hay libertad mientras no exista una vacuna contra la corrupción.

No necesitamos esos héroes de paz falsificados, es imposible callar las voces del ayer que muestran la violencia en manos de intereses vanidosos por administrar el poder de gobierno. No necesitamos ídolos que digan a nuestro niños y niñas como debe forjarse un pueblo. Son muchos los mitos en los que vivimos como costarricenses, a lo largo de la historia de nuestra nación, hemos construido una caverna colmada de fantasías, una caverna que no permite que veamos más que sombras, ahí olvidamos nuestros océanos, nuestros bosques, incluso a nuestro prójimo.

Pero la historia también tiene fisuras, la historia se puede escribir y leer de muchas maneras, por eso, incluso en medio caverna que los poderes políticos dominantes han construido bajo la tienda de campaña de los últimos tres partidos en el poder, la ciudadanía puede negar sus ídolos, dar la espalda a la mentira y caminar hacia la verdad, que habita en el horizonte.

No necesitamos héroes, necesitamos las manos abiertas de nuestros compatriotas, aquellos que comparten el pan de la justicia y la igualdad. No necesitamos de figura mesiánica que se presente como el absoluto salvador, necesitamos de una humanidad dispuesta a transformarse y transformar la sociedad en la que vivimos, dispuestos a todo, por una vida digna, donde el pan, el techo, el agua, el aire, todo sea todos, para nuestras generaciones y para las venideras.

Nos unimos al clamor mundial del Premio Nobel de la Paz a la brigada médica cubana Henry Reeve

Los abajo firmantes; trabajadoras, trabajadores, educadores, organizaciones sociales, líderes y lideresas costarricense solicitamos al Comité del Noruego del Premio Nobel de la Paz 2020. Para que en esta oportunidad le sea otorgado a la Brigada Médica Cubana Henry Reeve por su entrega generosa de servicio y solidaridad sin fronteras. Principalmente en esta gran cruzada humanitaria contra la pandemia del Coronavirus-COVID-19 y otros desastres naturales.

Cabe destacar que, “…con más de ocho mil profesionales en las ciencias de la salud, se han hecho presentes en 22 países, a nivel mundial, en los que 28 brigadas han enfrentado los efectos de inundaciones, huracanes, terremotos y epidemias”. Igualmente, con gallardía, solidaridad y un gran espíritu humanista, han estado enfrentado el ébola en Liberia, Sierra Leona y Guinea en 2014, méritos suficientes para que la humanidad entera le rinda tributo a estos hijos de Cuba, otorgándoles el Premio Nobel de Paz, hoy solo nos sobra decir la “La solidaridad es la ternura de los pueblos” y el pueblo cubano con su Brigada Médica Henry Reeve, es la ternura de la solidaridad

  1. Sindicato de empleadas(os) de la Universidad de Costa Rica-SINDEU
  2. Movimiento pedagógico “Lápiz sin permiso”
  3. Alfonso Pardo Martínez – Educador – Periodista
  4. MBA- Ana Lucia Miranda Carballo- educadora
  5. Trino Barrantes Araya, Profesor Pensionado
  6. Ana Cecilia Jiménez Arce, Presidenta Asociación Costarricense de Derechos Humanos – ACODEHU
  7. Óscar Venegas Méndez, Artista Plástico
  8. Annegrete Franzen, Internacionalista y Defensora Derechos Humanos

 

Enviado a SURCOS por Trino Barrantes.

Costa Rica no es Uruguay

Abelardo Morales Gamboa
Universidad Nacional / FLACSO Costa Rica

Las comparaciones son odiosas, se dice, pero en el caso del Covid pueden resultar inclusive burdas: Costa Rica está más cerca de la tendencia de contagio de otros países con un crecimiento aún mayor y con los cuales comparte algunas características, que de Uruguay, a pesar de que hay quienes quieren imponerlo como modelo. Si, Uruguay es el único país de América Latina al que le ha ido bien en la contención de la pandemia, pero hay que conocer bien cuáles son las razones estructurales y coyunturales. La extensión territorial del país suramericano es 4,3 veces mayor que la de Costa Rica; mientras tanto la cantidad de sus habitantes equivale a dos tercios de los habitantes de Costa Rica.

Con 20 habitantes por km2 en Uruguay versus 98 en Costa Rica, sin lugar a dudas tanto la geografía como la demografía establecen una singular diferencia entre ambas realidades y entre los posibles determinantes de la suerte de uno y otro país en el manejo de la epidemia.

Pese a que Uruguay comparte extensas fronteras con Brasil y Argentina, países en los que el brote de la pandemia estaba en fases verdaderamente alarmantes; en ninguna de ambas fronteras había grandes empresas agrícolas con los regímenes de explotación laboral y hacinamiento de trabajadores como los que provocaron los primeros disparos de la nueva fase de contagios en Costa Rica; ni tampoco en las zonas metropolitanas de Uruguay existe la concentración de población en condiciones de hacinamiento. San José, la capital de Costa Rica, dista mucho de tener las condiciones urbanas y la disposición espacial de Montevideo.

Hubo diferencias y similitudes en el desarrollo de la estrategia en la primera fase entre ambos países. Contrario a lo que se repite, el Gobierno de Uruguay que asumió el mando al puro inicio de la pandemia, si decretó cierres de fronteras, confinamiento obligatorio, distanciamiento físico, suspensión de lecciones, espectáculos públicos, desde el primer momento. En Costa Rica esas decisiones, debido a presiones políticas y económicas, se demoraron casi un mes desde que llegaron los primeros extranjeros contagiados. Un gobierno de derecha, presidido por Luis Lacalle en Uruguay, recién electo, pese a un ajustado resultado ante su rival de izquierda el Frente Amplio, gozaba de un margen de aceptabilidad política para nada comparable con la del Gobierno de Carlos Alvarado, en Costa Rica que enfrentaba desde inicios de año un fuerte cuestionamiento y escándalos políticos. Eso también establece las correspondientes diferencias en la coyuntura política de ambos escenarios.

Así como el sistema educativo, el sistema de salud en Uruguay son mucho más sólidos y fuertes que en Costa Rica, pese a que este segundo país también cuenta con ventajas frente a sus más inmediatos vecinos. El sistema de salud de ese país es considerado como uno de los mejores del mundo y en Uruguay la educación es pública, gratuita y laica; aunque hay un sistema privado, la población en su totalidad tiene derecho a ella de forma gratuita desde el nivel preescolar hasta el universitario. Los sistemas públicos en Costa Rica siguen siendo fuertes, pero desde hace décadas experimentan el merodeo de la voracidad de los negocios; amenazas de las que tampoco está exento el Uruguay.

En otras palabras, un aparato público y eficiente ha sido clave en el llamado éxito uruguayo frente a la pandemia; pero también una población que ha tenido acceso a la educación, que ha vivido represión, confinamiento, estados de sitio, y dispuesta a adoptar los hábitos de la disciplina sanitaria, fueron fundamentales en el acatamiento de protocolos de salud.

En vez de mirar objetivamente hacia Uruguay, las cúpulas del empresariado costarricense, cada vez más parecidas culturalmente al resto de los centroamericanos, miran a El Salvador como su ejemplo y los desvaríos de su presidente.

Costa Rica no es Uruguay, pero está todavía en la posibilidad de regresar al momento de un mejor manejo de la epidemia; eso sí, si se toman las medidas políticas que quizás tendrán que ser más severas pese a que la población no esté acostumbrada a ellas, y si las fuerzas que ejercen ese poder de facto en este gobierno deponen sus intereses egoístas y aceptan que se han equivocado con sus ciegas presiones.

Al resto de los habitantes nos toca adoptar seriamente la disciplina y asumir la responsabilidad cívica y solidaria que corresponde, para que aquello del país del pura vida, no se quede en un mero recuerdo nostálgico. Es tarde, pero estamos a tiempo de que el tren se devuelva para recoger lo que dejamos olvidado en alguna estación.

Foto: UCR

Crónica: Fronteras, movilidades, subjetividades: Pensar Centroamérica en medio de una crisis sanitaria global

Por Guillermo Acuña González
Sociólogo y escritor
16 de marzo 2020

Doña Mercedes es una mujer pequeña, que trenza su pelo blanco hasta convertirlo en una especie de ritual milenario. Viajamos juntos en un bus internacional. Me cuenta tantas cosas, como si se hubiera enterado de mi interés siempre presente por las biografías relacionadas con las movilidades humanas, sus impactos, sus consecuencias.

Hablamos de políticas de población, por ejemplo. “tuve doce hijos y usted no sabe cómo cuesta sacarlos adelante”. De esos doce hijos, dos viven en Costa Rica. El varón, al que visitó en estos días, vive en Jacó. “construye casas”, me dice. De su hija mujer solo me cuenta que tuvo cuatro hijos y que no se acuerda donde vive. Es originaria de Palacagüina, la de la canción. “Ahí nació Cristo, el de los pobres”, me dije. Unos kilómetros antes de llegar, al pasar por Sébaco, me comparte su recuerdo acerca de uno de sus hijos que fue enviado por un Banco a salvar al pequeño productor, ahogado en deudas.

Me pregunto sobre si es ahora, en un contexto de precariedad económica y social, pero no, me confirma que fue hace muchos años. En realidad la región tiene ya muchos años de experimentar estos desequilibrios sociales e institucionales y ahora, le toca enfrentar, desde sus especificidades, los efectos de una realidad sanitaria global que en el reloj de la muerte ya lleva avanzadas horas de contar víctimas. Retomamos la conversación poblacional: “ahora la mujer no quiere tener hijos”, me resume así su pensamiento sobre esas políticas de población no escritas, pero que la fuerza del empuje de las reivindicaciones y los derechos de la mujer, ha transformado en realidades latentes que se esparcen por toda la región, como reconocimientos conquistados y en proceso de consolidación.

Prontos a llegar al lugar donde el Autobús se detendrá para que doña Mercedes baje, 50 kilómetros antes del puesto fronterizo Las Manos, entre Honduras y Nicaragua, me pregunta y le contesto: “a Honduras, a un encuentro regional de poesía y a hablar sobre la gente como su hijo, el que vive en Costa Rica”. Nos decimos adiós desde lo habitual, como si siempre hubiéramos compartido viaje, como si siempre nos hubiéramos visto. Ahora, con el pasar de los días, pienso en su menudencia, preparada para todas las inclemencias posibles, incluso las que dictan los designios de una calamidad global que empieza a expandir sus tentáculos haciéndose más fuerte, mostrando la debilidad humana, pero sobre todo la debilidad de un sistema económico que, basado en la extracción y la competencia desigual, pareciera haber iniciado un largo periodo de reseteo.

Los regímenes de movilidad son espacios en los que las fronteras internacionales adquieren un carácter especial. Pienso en esa noción mientras camino con mi pasaporte en las inmediaciones de una polvorienta estación migratoria de paso entre Nicaragua y Honduras llamada Las Manos. Como en otras zonas de paso, a ambos países los divide una aguja que es levantada insistentemente por funcionarios migratorios en medio de una dinámica compleja, desordenada, que interviene en eso que Stefanie Kron (2011) denomina la tensión entre los movimientos migratorios y los intentos para “sujetarlos, conducirlos, gobernarlos. Son regímenes migratorios en los que las fronteras adquieren un carácter especial: son a la vez regímenes fronterizos.

Cruzar en estos días los regímenes fronterizos como Las Manos, o Peñas Blancas entre Costa Rica y Nicaragua, es tensionar constantemente las narrativas entre el control global, la restricción de la movilidad impuesta por las circunstancias y lo que realmente ocurre en esos territorios de interrupción y continuidad que se producen en las divisiones sociopolíticas centroamericanas.

De regreso a Costa Rica, luego de comprobar que la palabra puede abrirle orificios enormes al dolor y la desigualdad a un país como Honduras, nos detenemos en Las Manos. Paradójicamente recuerdo a Kilapayún y su solicitud de unir todas las manos negras y blancas para construir una muralla. Es una mañana fría y con más polvo que de costumbre. Nos dirigen hacia una estación sanitaria improvisada (un gran toldo y varios funcionarios protegidos de nuestros cuerpos) adonde seremos testeados, revisados en nuestra biografía de los últimos 14 días y orientados a dirigirnos a un centro médico si presentamos los síntomas ya referidos en los medios de comunicación y en redes sociales.

Es una especie de sitio centinela, que la epidemiología contemporánea define como lugares de vigilancia al paso de grupos humanos para analizar su comportamiento. Ahí estoy yo y varias personas centroamericanas más. Luego mi observación sobre los espacios de porosidad, la movilidad latente, las narrativas de construcción de muros que son derribados por estas lógicas mediante las cuales las personas esquivan, responden, cruzan. Los personajes de frontera, la transacción formal e informal permanente, la urgencia por cruzar. Observo tres mujeres con sentido Nicaragua-Honduras dirigirse a hacer sus diligencias migratorias. Pienso en las desigualdades, las violencias, el acceso. Las veo marcharse entre la espesura de vehículos de gran tracción estacionados como grandes dinosaurios en medio de la nada. La vida sigue, pero ayer mismo esa frontera fue cerrada. Las manos se convirtieron en puño, hasta nuevo aviso.

En el camino de regreso, termino de leer el trabajo de Óscar Martínez sobre las movilidades humanas centroamericanas de hace diez años. Busco en redes sociales avances, novedades sobre la pandemia mientras vamos dejando atrás una apacible y rápida frontera entre Nicaragua y Costa Rica. Contrario a hace unos días, cuando fuimos encuestados por funcionarios del Gobierno de Nicaragua, el paso de regreso solo nos trajo preguntas sobre el cambio de córdobas a pesos, las ventas de comida y artesanías, en medio de un calor sofocante de las tres de la tarde.

La relación entre pandemias y movilidades humanas no es nueva. La historia está llena de imágenes y metáforas sobre las malas noticias de las que son portadoras las corporalidades humanas a los ojos de los otros. Pienso en eso mientras reflexiono haberme movilizado en estos contextos. Lo volvería a hacer sin duda, como lo hice, extremando los cuidados, los míos y los de los otros. Así transcurrieron algunos días en Tegucigalpa, de la que regresé lleno de poesía, pero también de imágenes sobre su realidad, su contexto de desigualdad, sus rasgos de un estado entregado a los vicios de los poderes fácticos, la porosidad de la frontera y esos contextos de discriminación y racialización, al ver un inmigrante, posiblemente haitiano, ayudar a acomodar los equipajes en el autobús luego de la inspección de rigor por parte de las autoridades migratorias costarricenses. Sus facciones y su requerimiento en francés para pedir campo y cumplir con su trabajo informal, me recuerdan todas las metáforas posibles en las que los costarricenses hemos construido al otro en los últimos años. Busco información actualizada. Y da la casualidad que Oscar Martínez, el de las crónicas sobre los migrantes de hace diez años, también colabora para el diario Español “El país”, en el que escribió el viernes 13 de marzo, estas líneas:

“en esta pandemia se recomienda no viajar, mucho menos desde países que tengan casos de coronavirus, como México o Estados Unidos. Eso sí, si usted es migrante centroamericano olvide lo que hemos dicho.Se recomienda también lavarse las manos varias veces, con detenimiento y detalle. Pero en estos países un gran porcentaje de la población no recibe agua potable. Miles de esas personas pagan el servicio, pero la falta de planificación urbana que permitió la construcción de colonias obreras encaramadas en cerros, los sistemas de tuberías viejos y dañados y el acaparamiento han llevado a que esa gente no tenga más que un pequeño hilo de agua una hora o dos por las madrugadas. Otros, nada. Si en estos países uno vive en las zonas pudientes y tiene una cisterna que chupe agua para acumular en las horas que el servicio llega, puede lavarse las manos tal como indican los manuales. Si uno vive en las comunidades y cantones centroamericanos y el agua que acarrea del pozo es a base de sudor y músculo, quizá no vaya a cumplir a rajatabla las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud. Saludarse con el codo, dicen. Mejor aún, de lejitos, si es posible. En Honduras, por ejemplo, una de cada cinco personas vive en pobreza extrema en zonas rurales. O sea, con menos de $1.90 al día. Esa gente, muchos de ellos vendedores informales de lo que cosechan, viajará en autobús al pueblito más cercano, tomado de la barandilla más a la mano, sin alcohol-gel por ninguna parte, que cuesta unos centavos el botecito, se refundirá en algún mercado e intentará vender de puesto en puesto lo que cultivó. Esa gente dará la mano a quien deba darla para cerrar un trato y extenderá la palma para recibir monedas cuando se las ofrezcan a cambio, porque si no lo hace no será el coronavirus el que lo matará, sino el hambre. Esa misma gente, no se preocupen, no acaparará nada en ningún supermercado. El coronavirus ya llegó a esta región, plagada de calamidades. Ahora, hará lo suyo. Porque lo otro, lo de construir sociedades con un abismo profundo entre unas clases y los de abajo, ya está hecho desde hace décadas” (Oscar Martinez. “Ser pobre en una región que espera el coronavirus”. Recuperado el 16 de marzo de https://elpais.com/internacional/2020-03-14/ser-pobre-en-la-region-que-espera-el-coronavirus.html)

Cada país de la región ha enfrentado a su manera el desafío. Ha acudido a las narrativas del poder, de la imposición, de la construcción de comunidad bajo el lema “juntos saldremos adelante”. Pienso en Doña Mercedes, en ese migrante haitiano en la frontera, en las movilidades humanas que continúan despachando esos países. Pienso en las décadas de discurso orientado a la individualidad y la competitividad, la exclusión, la desigualdad y luego vuelvo a pensar en las fronteras, en las movilidades humanas como recurso para la sobrevivencia. Pienso en todo eso mientras abro la puerta de mi casa, a asistir como ritual, a varios días de cuido y reflexión sobre la región que somos. En cómo haremos para pensarnos como comunidad, en como abrirle a las manos, los puños y volver a estrecharlas en un régimen ya no de separación, sino de alegría y construcción colectiva.


UCR: Nuevas barreras separan el mundo tras la caída del Muro de Berlín

  • Académicos y autoridades alemanas conmemoran el histórico acontecimiento con un espacio de reflexión sobre la realidad actual

La Unión Europea ha fortalecido las políticas para reducir la migración de ciertos grupos sociales, tales como las poblaciones procedentes de África. (Imagen con fines ilustrativos) Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.

La frontera que separa Estados Unidos de México y las políticas implementadas por Europa contra personas migrantes y refugiadas, son parte de las barreras visibles e invisibles que persisten en el mundo tras 30 años de la caída del Muro de Berlín en Alemania.

Según el historiador de la UCR, David Díaz Arias, el muro se levantó en el año 1961 y con esto, convirtió a Berlín en un reflejo de la división que existía en el mundo entre dos modelos ideológicos en franca oposición, el capitalismo y el socialismo.

El experto reconoce que aunque la división geopolítica de Berlín se convirtió en el ícono de la separación entre estos mundos, otros escenarios también evidenciaron dicha división de pensamiento tal como sucedió con las dos Coreas y los dos Vietnam.

El muro representaba la política Stalinista de no contacto con Occidente, donde supuestamente los revolucionarios se contaminaban de los anhelos y deseos burgueses y corrompían su espíritu socialista” explicó el Director del Centro de Investigaciones Históricas de América Central (Cihac).

Díaz afirma que la caída de la llamada “cortina de hierro” el 9 de noviembre de 1989 fue la antesala de la crisis que experimentarían los movimientos de izquierdas durante 1990, periodo durante la cual, el mundo creyó convertirse en uno solo pero continuó rodeado de desigualdades y contradicciones.

“En tiempos en que se hablaba de libre mercado se cerraban las puertas a las personas que huían de sus empobrecidas naciones en busca de mejores horizontes…la caída del muro es un simbolismo que debemos conservar para alentar la idea de que no existan más divisiones” enfatizó el historiador.

La internacionalista Rosmery Hernández afirmó que a partir de 1990 inició una transformación del mapa de actores del sistema internacional como resultado de la caída del muro, quienes iniciaron la disputa por el poder en áreas como la carrera tecnológica o el ciberespacio.

La Directora de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (UNA) aseguró que ahora nos enfrentamos a un mundo multipolar, donde “lejos de desaparecer los muros, no hemos aprendido de la historia y los muros siguen presentes”.

Hernández lamentó que al caer el muro de Berlín se contabilizaban cerca de 12 muros y un estudio de la Universidad de Quebec en Montreal, Canadá contabilizó recientemente alrededor de 75 barreras físicas alrededor del mundo.

El muro que separa Israel del territorio Palestino, la barrera creada por Turquía para combatir al autodenominado Estado Islámico o la de Kenia para evitar el ingreso de las milicias de Al-Shabad, son algunos ejemplos de la situación descrita.

La conmemoración de este acontecimiento dio lugar a un espacio de reflexión donde el director de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica (UCR), Fernando Zeledón señaló la importancia de “recordar el precio de la historia y evitar que se vuelva a repetir”.

La actividad fue organizada por la UCR, la Embajada de la República Federal de Alemania en Costa Rica, la Fundación Konrad Adenauer, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flasco Costa Rica), cuyos representantes y jerarcas estuvieron presentes.

 

Andrea Méndez Montero

Periodista, Oficina de Divulgación e Información

Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/

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Presentación de libro «Mujeres de las fronteras. Subjetividad, migración y trabajo doméstico»

El Doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura invita a la presentación del libro «Mujeres de las fronteras. Subjetividad, migración y trabajo doméstico», de autoría de la Dra. Roxana Hidalgo Xirinachs, Directora del DESC.

La actividad tendrá lugar este próximo martes 08 de noviembre a las 6:00 p.m. en el Auditorio de Educación Continua, Ciudad de la Investigación, UCR.

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*Imagen de portada con fines ilustrativos tomada de fotos Archivo UCR, Luis Alvarado.

Enviado a SURCOS Digital por Doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura.

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Conversatorio: Mientras los políticos construyen muros, nosotros debemos construir puentes

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El Centro de Amigos para la Paz estará realizando este próximo 10 de octubre el Conversatorio “Mientras los políticos construye muros, nosotros debemos construir puentes”, esto dentro del marco del Encuentro en la Frontera del Observatorio de la Escuela de las Américas (http://www.soaw.org/border/)

Se estará conversando sobre los siguientes temas:

  • Fin a las intervenciones destructivas de índole militar, económica y política de los Estados Unidos en las Américas
  • Desmilitarización de las fronteras. Nos urge construir puentes con nuestros vecinos y vecinas, no muros
  • La desmantelamiento de los sistemas racistas y sexistas que roban, criminalizan y matan a migrantes, refugiados, indígenas, personas trans y de género no convencional, comunidades de color y a otros a lo largo del hemisferio
  • Respeto, dignidad, justicia y autodeterminación de todas las comunidades, especialmente las más pobres y vulnerables
  • ¡No más ganancias por encima del pueblo! Ni los ejércitos privados, las cárceles ni las corporaciones petroleras y mineras deberán determinar nuestro futuro o el de la Tierra. ¡El pueblo deberá decidirlo!

 

Imagen de portada con fines ilustrativos tomada de www.mientrastantoenmexico.mx

Enviado a SURCOS Digital por Marcela Zamora Cruz.

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Crisis de Fronteras

Arnoldo Mora

 

¿Hemos vuelto a la situación que antecedió a la II Guerra Mundial? ¿Es Trump la versión actualizada del ascenso de Hitler a partir de la crisis financiera de 1929, que hizo colapsar el sistema capitalista mundial en momentos en que la joven URSS crecía a un ritmo de un 10%  por mas de una década? ¿No es lo que ha hecho ahora China por tres décadas consecutivas logrando así convertirse en la segunda potencia política y económica mundial? Mientras tanto, la crisis financiera en Occidente se vuelve crónica. Las repercusiones en el campo político no se han hecho esperar. El Reino Unido podría tener los días contados si Escocia se independiza. Algo similar podría suceder en España. En cuanto a los Estados Unidos, dan la impresión de estar cada vez menos “unidos”. La violencia policíaca contra negros y latinos ha rebasado sus ancestrales raíces étnico-culturales; hoy es, ante todo, política. El jovenzuelo que masacró a los asistentes a una iglesia de negros lo dijo: hacía eso porque los afrodescendientes amenazaban con convertirse en mayoría.

Detrás de la escalofriante tragedia de los migrantes se esconde una causa similar. El mundo unipolar hegemonizado por Occidente, que proclamaron  con bombos y platillos Reagan y Thatcher luego del derrumbe de la Unión Soviética, no pasó de ser un aborto. La oleada migratoria que hoy estremece a la geopolítica mundial recuerda lo acaecido en los dos últimos siglos del Imperio Romano, cuando sus fronteras fueron sobrepasadas por los pueblos circunvecinos hasta llegar a Roma y derogarla como poder imperial pero adoptando mucho de su cultura. En los tiempos que vivimos, Occidente da muestras inequívocas de decadencia. Prueba de ello es el descenso demográfico. Europa y los gringos rubios prefieren tener perros y gatos en vez de chiquitos. Yo vi en las zonas rurales de Francia el año pasado aldeas enteras deshabitadas. Lo mismo pasa en España. Eso se dio en la Roma imperial desde el siglo IV. Hoy las fronteras de Occidente se han convertido en cementerios: el Mediterráneo, la frontera Sur de los Estados Unidos, México, Ucrania, Medio Oriente.

Esta violencia generalizada es síntoma de ingobernabilidad y, como se trata de un fenómeno mundial en sus causas y repercusiones,  podría convertirse en la  antesala de un conflicto de dimensiones planetarias. Los gritos desgarradores de las víctimas de hoy podrían sonar como el canto de réquiem de una especie que ha demostrado tener muy poco de sapiens. Frente a esta apocalíptica alternativa considero que solo cabe una alternativa, inspirada en el principio epistemológico según el cual las soluciones solo son tales si son concordantes con la naturaleza y alcance de los problemas que las originan. Tratándose en este caso de un problema planetario, la solución no puede inspirarse en una concepción tendiente a una  hegemonía nacional o regional. Solo puede ser llevada a cabo por un centro de poder con jurisdicción planetaria. Para eso se requiere un compromiso de todas las naciones en favor del respeto a los derechos humanos y a los principios fundamentales del derecho internacional. Ya el P. Vitoria y la Escuela jusnaturalista de Salamanca lo intuyeron en los albores mismos de la modernidad.

 

Enviado a SURCOS Digital por el autor.

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