Ralph Harold Metcalfe (1910-1978) nació en Atlanta, Georgia, Estados Unidos, el 29 de mayo de 1910. Hijo de Clarence Metcalfe y Marie Attaway, emigró a Chicago con siete años huyendo de la pobreza y la segregación.
En 1930, Metcalfe se graduó en la escuela secundaria Edward Tilden High School de Chicago. Y, posteriormente, consiguió una beca para la Universidad Marquette en Milwaukee, Wisconsin. En la universidad, se centró en el atletismo y logró igualar las plusmarcas mundiales de 100 metros (10,3 segundos) y 200 metros (20,6 segundos).
En los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1932, Metcalfe tuvo su primera gran actuación internacional. En la final de los 100 metros, cruzó la meta primero junto a su compañero de selección Eddie Tolan, registrando ambos un tiempo de 10,38 segundos. Los jueces le dieron la victoria a Tolan y Metcalfe se colgó la medalla de plata. En la final de los 200 metros, Metcalfe quedó tercero y logró la medalla de bronce.
En 1932, Metcalfe también se convirtió al catolicismo al observar que algunos protestantes segregaban a los negros. Metcalfe compartió a lo largo de su vida su condición de católico con la de masón y miembro de la Prince Hall Freemasonry, Obediencia masónica para hermanos negros. Recorrido similar al de otros atletas como Harold Abrahams, masón iniciado en la Oxford and Cambridge University Lodge y fundador de la Athlon Lodge, o, entre otros, Thomas Green, cargo masónico relevante.
Cuatro años después, en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, Ralph Metcalfe compitió nuevamente a un nivel extraordinario y por segunda vez alcanzó la medalla de plata en los 100 metros, en esta ocasión por detrás de Jesse Owens. Junto a Owens, Foy Draper y Frank Wykoff, Metcalfe además logró la victoria por equipos en el relevo 4×100 metros ante los equipos de Italia y Alemania. El impacto que supuso la derrota de los equipos fascistas ante atletas de color fue brutal. Las teorías raciales fueron puestas en evidencia.
Cuando Ralph Metcalfe regresó a su país tras los Juegos Olímpicos, sin embargo, la segregación tomó el testigo de las teorías raciales. El hecho más grave ocurrido fue que el entonces presidente Franklin D. Roosevelt se negó a estrechar la mano de los campeones olímpicos de color como Metcalfe u Owens. Conviene tener presente que la segregación de la comunidad negra estuvo amparada en Estados Unidos por las leyes Jim Crow hasta 1965. En 2016, en el Festival de Cine de Los Ángeles, se estrenó el documental Orgullo olímpico, prejuicio americano que mostraba los hechos narrados.
Después de su éxito olímpico y de obtener una licenciatura en Marquette en 1936, Ralph Metcalfe se retiró de la competición y enseñó ciencias políticas en la Universidad Xavier de Nueva Orleans. En 1939, también completó una maestría de educación física en la Universidad del Sur de California de Los Ángeles y se casó con Gertrude Pemberton.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Metcalfe sirvió en el cuerpo de transporte del ejército estadounidense, ascendiendo al rango de primer teniente, y se divorció de su mujer. Concluida la guerra, ya en 1947, Metcalfe se convirtió en director del Departamento de Derechos Civiles de Chicago y defendió ante la Liga Urbana de Milwaukee que la educación era la mejor forma de combatir la segregación. En ese mismo año, se volvió a casar, en este caso con Madalynne Fay Young, con la que tuvo un hijo llamado Ralph Metcalfe Jr.
En 1955, Ralph Metcalfe dio el salto a la política y ganó la primera de cuatro elecciones como concejal de la ciudad de Chicago. El final de su relación con el cargo llegó en 1971, cuando rompió con el alcalde Richard Daley por unos graves incidentes de brutalidad policial contra la comunidad negra.
En 1970, Metcalfe se postuló para un escaño vacante en el Congreso por el Partido Demócrata y fue elegido en el primer distrito de Illinois. Desde su escaño de congresista y dentro de las limitaciones de la democracia representativa y capitalista, luchó por los derechos de la comunidad negra, los pobres, una sanidad pública… Enfrentado al presidente Richard Nixon por no apoyar este la legislación destinada a mejorar la sanidad para los pobres, exhortó a sus colegas de la Cámara a “diseñar un paquete de atención médica que satisfaga sus necesidades y aspiraciones”.
En 1971, Metcalfe fundó el Congressional Black Caucus (CBC), junto a miembros de la Prince Hall Freemasonry. Y, en 1975, el National Track and Field Hall of Fame de Estados Unidos le incluyó en su lista, reconocimiento tardío para su grandeza atlética.
El 10 de octubre de 1978, Ralph Metcalfe sufrió un ataque cardíaco, el segundo que padecía, y falleció en su apartamento de South Side, Chicago, con 68 años de edad. Fue enterrado en el cementerio católico del Santo Sepulcro en Alsip, al suroeste de Chicago. La noticia tuvo un enorme impacto. El mundo del deporte y el olimpismo se conmocionaron. La comunidad negra norteamericana y los miembros de la Prince Hall Freemasonry se sintieron muy afectados. El presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, afirmó que Metcalfe fue «un líder políticointransigente en la búsqueda de la excelencia, firme y honesto». A Ralph Metcalfe, le sobrevivieron su madre, su esposa Madalynne Fay Young, su hijo y un nieto. La despedida fue dura para todos. Camino del medio siglo de su fallecimiento, nadie se ha olvidado de él.
Diego Rivera Barrientos (1886-1957) nació en Guanajuato, México, el 8 de diciembre de 1886. Su hermano gemelo, Carlos, falleció a temprana edad y su hermana María del Pilar llegó al mundo en 1891. El padre de Diego, Carlos Rivera Acosta, era un maestro de escuela liberal. Y su madre, María del Pilar Barrientos, pertenecía a una familia acomodada y conservadora.
Cubismo y Realismo Social
La relación de Diego Rivera con la pintura se inició pronto. En 1896, al cumplir los diez años, empezó a estudiar en la Academia de San Carlos de Ciudad de México, lugar en el que vivía con su familia desde 1892. Y, en 1907, recibió una beca para seguir su formación artística en España, marchando a Madrid para estudiar en la academia del pintor Eduardo Chicharro y Agüera.
En España, Rivera viajó por todo su territorio, estudió las obras de El Greco y Goya y frecuentó cenáculos de artistas. Varios óleos suyos del periodo 1907-1908 están relacionados con la ciudad de Ávila (Escena nocturna en Ávila, La calle de Ávila, La mañana de Ávila). En esas pinturas, Rivera captó muy bien los paisajes, los pueblos y las noches castellanas bajo las estrellas.
En 1909, Diego Rivera se trasladó a París, conoció a la pintora rusa Angelina Beloff en Bruselas en ese mismo año y se casó con ella en 1911, teniendo ambos un hijo, Diego, que falleció al poco tiempo. Nada más llegar a la capital francesa, Rivera pintó óleos de Realismo Social similares a algunos de su etapa española como Notre Dame de París (1909), Retrato de Angelina Beloff (1909) y La casa sobre el puente (1909), este último durante su viaje a Bruselas en el que conoció a Angelina. Después, pintó óleos cubistas tipo a Vista de Toledo (1912), La Torre Eiffel (1914), Retrato de dos mujeres (1914), Paisaje Zapatista (1915) y Retrato de Ramón Gómez de la Serna (1915), entre otros. En sus últimos años de estancia en París, Rivera se alejó del Cubismo y retomó el Realismo Social con óleos como El matemático (1918).
En febrero de 1920, Rivera marchó a Italia, donde residió durante un año y medio, y estudió principalmente el arte renacentista. Realizó bocetos y dibujos y, gracias al florentino Giotto, pintor muralista, escultor y arquitecto medieval, descubrió una forma monumental de pintura que le fue de gran ayuda en sus murales posteriores.
En 1921, Diego Rivera puso punto y final a su periplo europeo y regresó a México, arrastrado por el arte mexicano y la Revolución Mexicana.
Muralismo y militancia política
Al año siguiente de su regreso a México, Diego Rivera se casó por segunda vez, en esta ocasión con Guadalupe Marín, con quien tuvo dos hijas, Lupe y Ruth. Y, de forma consecuente con su ideología, se afilió al Partido Comunista Mexicano (PCM), en el cual pasó a formar parte de su comité ejecutivo. En ese mismo año, fundó también el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE), junto a artistas como José Clemente Orozco o David Alfaro Siqueiros.
Ya asentado en México, en los años siguientes, Rivera pintó numerosos murales en edificios públicos sobre la historia mexicana y la realidad social, siendo el primero La creación (1923), pintado en la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional de México (actual Antiguo Colegio de San Ildefonso, Ciudad de México).
Otros murales de Rivera, pintados en esos años, fueron los de la Secretaría de Educación Pública (Ciudad de México) y los de la Escuela Nacional de Agricultura (actual Universidad Autónoma Chapingo, Chapingo). Entre los murales de la Secretaría de Educación Pública, destacaron Mujeres tehuanas (1923), El trapiche (1923), Entrada a la mina (1923), El arsenal (1928), Banquete de Wall Street (1928) y La muerte del capitalismo (1928).
En 1927, el artista viajó a la URSS de Stalin, invitado por las autoridades del país con motivo del décimo Aniversario de la Revolución Rusa y no regresó a México hasta la primavera del año siguiente. En Moscú, Rivera expresó su incomodidad por la falta de libertad artística y Anatoli Lunacharski, Comisario del Pueblo de Educación, le instó a abandonar el país para evitar ser arrestado. Tras regresar a México, Rivera declaró lo mismo y fue expulsado del Partido Comunista Mexicano, el cual era fiel a Stalin.
Rivera se unió entonces a León Trotski y sus seguidores, quienes eran contrarios al régimen de Stalin. Una década después, Rivera y Trotski tuvieron una estrecha relación, escribiendo este último que “en el campo de la pintura, la Revolución de Octubre ha encontrado su mayor intérprete no en la URSS sino en el lejano México… El cierre de las puertas soviéticas a Rivera marcará para siempre con una vergüenza imborrable la dictadura totalitaria de Stalin”.
En medio de esas convulsiones, Rivera conoció a la artista Frida Kahlo por medio de una amiga común, la fotógrafa Tina Modotti, y, en 1929, se casó con ella.
Un genio en Estados Unidos
En 1930, Diego Rivera y Frida Kahlo viajaron a Estados Unidos tras superar problemas burocráticos que les impedían la entrada en el país por su militancia comunista y el artista inició su etapa más brillante. Algunos capitalistas norteamericanos le encargaron murales y él alcanzó el cénit.
La primera gran obra de Rivera en Estados Unidos, terminada en febrero de 1931, fue el mural La Alegoría de California del club de la Bolsa de San Francisco, donde la figura central era Calafia, una mítica reina de California que encabezó un reino de mujeres negras y guerreras. La imagen de Calafia era la de la tenista y pintora Helen Wills, a la cual Rivera había conocido en el estudio de San Francisco del escultor Ralph Stackpole. En el mural, aparecían Calafia, un hombre con un compás y otro hombre con un modelo de aeroplano al lado de trabajadores, buscadores de oro y obreros en las profundidades de la tierra. Imágenes que plasmaban la realidad social de California, en línea con el Realismo Social y el compromiso sociopolítico de Diego Rivera.
Las siguientes obras destacadas de Rivera en Estados Unidos fueron los murales La elaboración de un fresco (1931) y Fondos congelados (1932). El mural Fondos congelados mostraba en su parte superior una imagen de la arquitectura vertical de Nueva York, justo debajo una imagen de un refugio para trabajadores desposeídos y aún más abajo una imagen de una sala de espera de un banco con capitalistas sentados. Imágenes que plasmaban la realidad social de la ciudad. En la pintura, Rivera expresaba magníficamente los bruscos contrastes sociales de Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos, donde junto a la riqueza deslumbrante, se suele observar a pocos metros la pobreza más extrema.
Los posteriores Murales de la Industria de Detroit (1932-1933) fueron otra obra excepcional de Rivera en Estados Unidos. Los Murales, una serie de pinturas en veintisiete paneles, mostraban sobretodo imágenes de trabajadores de la Ford Motor Company y Detroit y plasmaban la realidad social de los trabajadores norteamericanos, fortaleciendo el nexo de Rivera con el Realismo Social y el compromiso sociopolítico.
El momento culminante de la estancia de Rivera en Estados Unidos llegó en 1933, de la mano de Nelson Rockefeller, cuando este le encargó pintar un mural en el vestíbulo de entrada del edificio principal del Rockefeller Center de Nueva York. Rivera pintó el mural El hombre controlador del universo, incorporando un retrato de Lenin, junto a otros teóricos comunistas. Los medios de comunicación de Estados Unidos y los poderes capitalistas del país se posicionaron en contra de la inclusión de Lenin en la obra. Y Rockefeller mandó cubrir el mural, aunque intentó salvarlo solicitando a Rivera que eliminase a Lenin del mismo. Rivera se negó rotundamente como no podía ser de otra forma en un artista defensor de la libertad artística y, al final, los censores destruyeron el mural. Rivera habló de vandalismo cultural.
En 1934, Rivera regresó a México y pintó el mismo mural en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Gracias a su tenacidad y valentía, hoy existe el genial mural. La obra muestra a un obrero como controlador del universo y la confrontación entre diversas dicotomías que componen el universo ideológico: capitalismo y comunismo, tradición y ciencia, etc. Justo en el centro del mural, un obrero ejerce de controlador del universo. A su derecha, aparecen imágenes del mundo capitalista desde una posición crítica. A su izquierda, aparecen imágenes del mundo comunista que muestran a la clase obrera y a sus principales teóricos.
Es cierto que Rivera en el mural criticó el capitalismo y exaltó el comunismo y el ateísmo, con imágenes de la clase obrera, sus teóricos y el obrero que controla el universo y suple a dios, y que eso incomodó a los que se lo encargaron. Pero los que contrataron a Rivera, el clan Rockefeller, conocían quién era y qué pensaba y, por tanto, las críticas y la censura estaban de más. Rivera solo se limitó a pintar lo que observaba, con Realismo Social y compromiso sociopolítico, y a reclamar su libertad artística cuando la sintió ultrajada.
León Trotski
La actividad de Diego Rivera en Estados Unidos no fue solo artística. Durante su estancia en el país, Rivera se unió definitivamente a León Trotski y sus seguidores. Al poco tiempo de llegar, contactó con el Partido Comunista (Grupo Mayoritario) y con la Liga Comunista de América, dos organizaciones trotskistas recién fundadas. Con la primera, el Partido Comunista (Grupo Mayoritario), colaboró en sus revistas The Revolutionary Age y The Workers Age y dio conferencias como la del 3 de abril de 1932, Tendencias en el Arte Moderno. Para la sede de su escuela de Nueva York, la New Worker’s School, pintó el mural Retrato de América (1933), compuesto de varios paneles de interés en los que aparecen figuras de la política internacional del momento.
Al regresar a México al año siguiente, Rivera reinició su actividad de muralista centrado en la historia mexicana y la realidad social, concluyendo algunos de los murales del Palacio Nacional de México como Epopeya del pueblo mexicano.
Ya a finales de 1936, Diego Rivera gestionó la petición de asilo de León Trotski en México ante el presidente Lázaro Cárdenas. Y, gracias a eso, Trotski y su mujer, Natalia Sedova, pudieron residir en Coyoacán desde enero de 1937, en concreto en la casa de Frida Kahlo en la que vivía con Rivera, la llamada Casa Azul.
El 3 de septiembre de 1938, los seguidores de Trotski fundaron la Cuarta Internacional en la casa del sindicalista y trotskista francés Alfred Rosmer, situada a las afueras de París, y Rivera se convirtió en miembro de su sección mexicana, colaborando con la revista Clave. Tribuna Marxista, su órgano teórico. A pesar del estrecho vínculo entre Rivera y Trotski, pocos meses después, a principios de 1939, la relación terminó en ruptura, según Trotski por el carácter impulsivo de Rivera, más que por cuestiones ideológicas. Rivera fundó entonces el Partido Revolucionario Obrero y Campesino.
En agosto de 1940, Diego Rivera se enteró de la noticia de la muerte de León Trotski a manos de un agente de Stalin, Ramón Mercader, que iba armado con un piolet y le afectó. A finales de ese año, pintó el destacado mural Unidad Panamericana para los vestíbulos del City College de San Francisco, el cual representaba el pasado, presente y futuro compartido de las Américas, e incluyó una imagen de Stalin con un piolet en sus manos para remarcar su responsabilidad en el trágico final de Trotski. Fue su homenaje a aquel que había sido su compañero y amigo.
Retorno a la URSS
Durante la Segunda Guerra Mundial, los sucesores de Trotski padecieron su ausencia, la ausencia del teórico y revolucionario marxista, y transitaron por un periodo difícil. Cosa lógica y normal por su talla intelectual y revolucionaria. Por su parte, la URSS de Stalin entró en el bando de los Aliados y derrotó al nazismo. Imágenes como las de la ocupación del Reichstag de Berlín con el izado de la bandera soviética en su tejado resultaron impactantes. Rivera meditó durante tiempo sobre esos acontecimientos y, a finales de los años cuarenta, decidió reingresar en el Partido Comunista Mexicano y solicitó su readmisión, siendo en principio rechazado.
En 1947, Rivera pintó el célebre mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, dedicado a la historia de México, y en él escribió “Dios no existe”, lo que provocó virulentas reacciones de los conservadores mexicanos en su contra. Rivera mantuvo la frase, tomando la misma postura que cuando fue censurado en Nueva York por cuestiones similares. Libertad artística y compromiso sociopolítico.
En 1950, Diego Rivera recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en la sección de Bellas Artes, la única sección en la que se otorgó aquel año, y finalizó algunos murales dedicados a la historia mexicana del Palacio Nacional de México como La civilización huasteca y La civilización totonaca.
En 1952, Rivera pintó el mural inconcluso La Universidad, la familia mexicana, la paz y la juventud deportista en el Estadio Olímpico Universitario y, en 1953, el mural del Teatro de los Insurgentes, ambos en la Ciudad de México y con gran carga histórica.
Diego Rivera padeció la dolorosa muerte de su eterna compañera Frida Kahlo en 1954, quedando muy afectado por la misma. A raíz de ese fallecimiento y de sus reiterados intentos fallidos por ser readmitido en el Partido Comunista Mexicano, sufrió un deterioro anímico. En 1955, recibió otra mala noticia cuando le diagnosticaron cáncer, aunque se animó al conseguir por fin ser readmitido en el Partido Comunista Mexicano.
Inmediatamente después de su reingreso, Rivera se casó con la editora Emma Hurtado y ambos marcharon a Moscú para recibir él un tratamiento contra el cáncer en el Hospital Botkin. Tres décadas después, retornaba a la URSS. Habían pasado muchas cosas desde su primera estancia, tantas como su expulsión del Partido Comunista Mexicano, su paso por Estados Unidos, su relación con Trotski, el éxito internacional de sus obras…
En abril de 1956, Rivera terminó su tratamiento y regresó a México. En el trayecto, junto a su mujer, recorrió Polonia, Checoslovaquia y la Alemania del Este, siendo nombrado en Berlín corresponsal de la Academia de las Artes. Visitó el campo de concentración de Auschwitz y el búnker de Hitler. Ya en México, pintó dos óleos de puro Realismo Social, Desfile del 1º de Mayo en Moscú y Refugio de Hitler (ruinas de la Cancillería de Berlín). Era evidente que Rivera y la URSS habían hecho las paces.
Desde la primavera de 1956 hasta finales de 1957, Diego Rivera residió en la llamada Casa de los Vientos de Acapulco, porque su amiga la coleccionista de arte Dolores Olmedo la puso a su disposición, y pintó sus últimos óleos y murales. El principal mural lo pintó en la pared exterior de la casa, incluyendo las imágenes de dos dioses de la cultura azteca, Quetzalcóatl y Tláloc. Fue su último tributo a la historia de México.
En octubre de 1957, Rivera se sintió impactado ante la hazaña del satélite artificial soviético Sputnik 1 y empezó a trabajar en una obra sobre él, pero no pudo terminarla, porque la muerte lo impidió. Un mes después de la gesta del Sputnik, Diego Rivera falleció de un paro cardiaco en su domicilio y taller de la Avenida de Las Palmas 191, colonia San Ángel Inn, Ciudad de México. Sus restos no se unieron a los de Frida Kahlo en la Casa Azul como él quería, sino que fueron a parar a la Rotonda de las Personas Ilustres. Velado en el Palacio de Bellas Artes, el pueblo mexicano y el mundo del arte y la política lloraron su pérdida. Dejó para la posteridad un legado artístico infinito y un compromiso sociopolítico único, del cual toda su obra es testigo.
Helen Newington Wills (1905-1998) nació en Centerville, en el condado de Alameda, California, el 6 de octubre de 1905.
Los orígenes de Helen Wills eran mayoritariamente europeos, aunque su abuelo paterno Thomas Wills tenía origen hebreo por vía de su madre Drucilla Jane Solomon.
El padre de Helen, Clarence Wills, fue cirujano y su madre, Catherine Anderson, se graduó en Ciencias Sociales en la Universidad de California, Berkeley, inclinándose por la cultura.
Helen Wills fue educada por su madre hasta los ocho años y, tras eso, acudió a la escuela, destacó como estudiante y se graduó en la Anna Head School en 1923. Finalmente, accedió a la Universidad de California y se graduó en Bellas Artes en 1925.
Wills empezó a jugar al tenis siendo muy joven y ganó su primer título importante en 1921, el individual femenino del Estado de California. Con potentes saques y precisos remates, en los años siguientes a ese primer triunfo, dominó primero el tenis de su país y después el tenis mundial. Un dominio que se extendió durante dos décadas y que ella conjugó con su faceta artística.
En 1923, Helen Wills ganó su primer título individual de Estados Unidos. Y, en 1924, repitió triunfó y alcanzó la gloria olímpica, al conseguir dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de París. Wills venció en el individual y el doble femenino, este último junto a su compañera Hazel Wightman. El tenis olímpico se disputó en canchas de tierra batida del Stade Olympique Yves-du-Manoir de Colombes, un suburbio al noroeste de la capital francesa.
Tras su doble oro olímpico, Wills todavía fue más implacable con sus rivales. Desde 1926 hasta 1932, no perdió nunca. Y, además, fue cinco veces campeona de Estados Unidos (1925, 1927-29 y 1931), con lo cual alcanzó las siete victorias, ocho veces ganadora de Wimbledon (1927-30, 1932-33, 1935 y 1938) y cuatro veces ganadora del Roland Garros, entre 1928 y 1932.
En esa etapa, Wills además se impuso en doce campeonatos de dobles individuales y mixtos de Estados Unidos, Wimbledon y Roland Garros.
Conocida como «Little Miss Poker Face» por su actitud estoica en la pista, Wills mantuvo a lo largo de su carrera deportiva una gran rivalidad con la estadounidense Helen Hull Jacobs.
En 1929, Helen Wills se casó con Frederick S. Moody. Tras divorciarse de él en 1937, se casó dos años después con Aidan Roark, del cual se divorciaría en la década de los años setenta. Su segunda boda coincidió con el declive de su carrera deportiva que duró hasta principios de los años cuarenta.
Deportista excepcional, dotada de gran talento para el deporte que practicó, Wills no solo cosechó victorias durante dos décadas y dejó registros casi imbatibles para la posteridad en el mundo del tenis, sino que también destacó en el arte.
Escribió varios libros de poemas como The Awakening (1926) o The Narrow Street (1926), dos libros sobre su deporte (Tennis en 1928 y Fifteen Thirty en 1937) y un libro de misterio, Death Serves an Ace (1939), a la vez que publicó decenas de artículos ilustrados por ella misma para The Saturday Evening Post y otras revistas.
En su faceta de pintora, Wills realizó dibujos y pintó cuadros, exponiendo en las principales galerías de Nueva York o Londres. En 1929, Wills llevó a cabo su primera exposición de dibujos en la Cooling Gallery de Londres.
La relación de Helen Wills con el arte no se limitó solamente a sus propias creaciones. El escultor armenio Haig Patigian dedicó a Wills la escultura Helen of California (1927), hoy expuesta en el Young Museum de San Francisco, el escultor estadounidense Alexander Calder las esculturas HelenWills (1927) y HelenWillsII (1928) y su compatriota Edward McCartan la escultura HelenWillsMoody (1936).
Durante la década de los años veinte, Wills mantuvo una estrecha relación con algunos de los más notables artistas del Realismo Social en Estados Unidos como el escultor, pintor y muralista Ralph Stackpole. El Realismo Social tenía y tiene como objetivo principal plasmar la realidad de la clase trabajadora.
En 1930, Wills conoció en el estudio de San Francisco de su amigo Ralph Stackpole a la pareja de artistas mexicanos Frida Kahlo y Diego Rivera, este último pintor realista, cubista y muralista de categoría con un importante compromiso político y social en su obra. Rivera se entusiasmó con Wills e inició una relación artística con ella. Rivera pintaba y ella posaba.
En 1930, la retrató. Y, en 1931, la inmortalizó al dibujarla en el mural La Alegoría de California del club de la Bolsa de San Francisco como figura central que representaba a Calafia, una mítica reina asociada a California que según la tradición lideró un reino de mujeres negras y guerreras.
El mural, primer fresco de Rivera en Estados Unidos, justo debajo de Wills-Calafia, mostraba a un hombre con un compás al lado de un trabajador, a otro hombre con un modelo de aeroplano junto a otro trabajador, a buscadores de oro y a dos obreros en las profundidades de la tierra. Imágenes que plasmaban la realidad social de California, en línea con el Realismo Social y el compromiso sociopolítico de Diego Rivera.
Años después, la pareja Kahlo y Rivera, artistas comprometidos y también destacados militantes comunistas, fueron claves en el asilo de León Trotski en México. Rivera lo gestionó y Kahlo acogió a Trotski en su casa de Coyoacán, desde su llegada a México en 1937. Trotski encontraría su final en México en 1940 a manos de agentes de Stalin. Poco antes, en septiembre de 1938, viviendo Trotski en México, había sido fundada por sus seguidores la Cuarta Internacional en las afueras de París.
Helen Wills, más allá del Realismo Social de las obras de Rivera en las que participó o de otras obras menores, aunque no exentas de interés, recibió sus principales reconocimientos por su carrera deportiva. En 1935, fue nombrada Atleta Femenina del Año por la Associated Press y, en 1959, ingresó en el Salón Internacional de la Fama del Tenis.
Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Wills poco a poco se encerró en su mundo y evitó las apariciones públicas, manteniendo a título personal tanto la práctica del tenis como sus actividades artísticas. De hecho, siguió jugando al tenis y pintando hasta edades avanzadas.
Helen Wills falleció el 1 de enero de 1998 en Carmel-by-the-Sea, Monterrey, California, a la edad de 92 años. Tuvo el detalle de legar su patrimonio a la investigación científica, algo que sin duda no les hubiese parecido mal a los artistas de izquierdas que tuvieron una estrecha relación con ella en otro tiempo. Legó 10 millones de dólares para el Instituto de Neurociencia de la Universidad de California, que pasó a llamarse Instituto de Neurociencia Helen Wills.
Y, principalmente, Wills legó para la posteridad una carrera deportiva y unos registros casi irrepetibles en el tenis y en el deporte. Sus medallas olímpicas y sus títulos en Estados Unidos, Wimbledon y Roland Garros lo dicen todo. Ganó lo que nadie había ganado ni ha vuelto a ganar. Redondeó todo eso con su comentada faceta artística, no tan conocida, más modesta que la deportiva, aunque repleta de obras de interés. La Alegoría de California fue el punto culminante de esa faceta. Por todo lo que consiguió en el tenis, muchos expertos del deporte de la raqueta consideran a Wills la mejor tenista del siglo XX. El obituario que le dedicó el New York Times fue rotundo sobre esa cuestión al describirla como «posiblemente la tenista más dominante del siglo XX».
Lydia Wideman (1920-2019) nació en Vilppula, Finlandia, el 17 de mayo de 1920. Gemela de su hermana Tyyne, tuvo un total de diez hermanos.
Tras concluir sus estudios, Lydia Wideman trabajó como oficinista y se aficionó al esquí de fondo. Algunos miembros de su familia como su propio padre se dedicaban al mismo, algo que la acercó a la especialidad.
A finales de los años treinta, Lydia empezó a entrenar y a acudir a algunas competiciones, consiguiendo buenos resultados, aunque la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) detuvo su progresión. La guerra mundial y los duros años de la postguerra no fueron precisamente los mejores para las competiciones, ya que las principales fueron canceladas.
Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, Lydia Wideman pasó unos primeros años de postguerra alejada del deporte hasta que poco a poco regresó a los entrenamientos y a la competición. En 1949, consiguió uno de sus primeros éxitos al vencer en los 10 km de Puijo. Su hermana gemela Tyyne fue su ejemplo a seguir.
En 1949, Tyyne consiguió proclamarse Campeona de Finlandia en los 10 km de esquí de fondo. Y, en 1950 y 1951, repitió triunfo por delante de Lydia. 1951 fue el año de la retirada de Tyyne de la alta competición. Y 1952 fue el año en el que Lydia Wideman recogió su testigo y lo llevó a lo más alto del olimpo.
Lydia Wideman, con el ejemplo de su hermana como inspiración, convirtió el año 1952 en su año de gloria, como los anteriores lo habían sido de su hermana gemela Tyyne.
En 1952, Lydia Wideman compitió en trece pruebas de 10 kilómetros y las ganó todas, incluidas la de los Juegos Olímpicos de Invierno (Oslo, Noruega), la de los campeonatos nacionales y la de los Juegos de esquí de Lahti.
Esas hazañas le supusieron a Lydia muchos logros, siendo la medalla de oro olímpica alcanzada en los Juegos Olímpicos de Invierno de Oslo el más especial de todos ellos. El oro olímpico la convirtió en la primera mujer de la historia en proclamarse Campeona Olímpica de esquí.
El punto amargo de su victoria olímpica fue el machismo imperante en aquellos Juegos de 1952, algo habitual en el deporte de la época. La esquiadora explicaba en 2010 a la prensa finlandesa que “el deporte de aquellos años era un asunto de hombres”. Y añadía una frase que reflejaba a la perfección el papel secundario que las instituciones deportivas tenían establecido para ellas. “Al acabar las competiciones, los premios pasaban desapercibidos para las mujeres”.
La situación de discriminación que padeció Lydia Wideman en esa época no fue muy distinto de la que padecieron otras grandes campeonas como la ciclista Elsy Jacobs o la lanzadora y republicana española Margot Moles, entre otras.
En 1952, en el año de su gloria olímpica, Lydia Wideman se casó con Paavo Lehtosen, con el cual tuvo dos hijos, Jarmo en 1961 y Kari en 1962.
De 1957 a 1965, en plena retirada de su carrera deportiva, la esquiadora se desempeñó como miembro del Consejo Federal de la Asociación Finlandesa de Esquí, a la vez que también asesoró con sus conocimientos en otros campos federativos. En las décadas siguientes, aportó todo lo que pudo en ese sentido.
En sus últimos años de vida, a pesar de su avanzada edad, Lydia Wideman todavía seguía de cerca el esquí y se acomodaba frente al televisor de su casa cuando retransmitían alguna prueba de interés del que había sido su deporte, de la actividad que había sido el eje central de su vida.
Desde 2009, Lydia Wideman se convirtió en el campeón olímpico finlandés más viejo. Desde febrero de 2018, tras la muerte del regatista Durward Knowles con 100 años de edad, también pasó a ser el campeón olímpico vivo más viejo del mundo.
Poco más de un año después, el 13 de abril de 2019, Lydia Wideman falleció en Tampere a la edad de 98 años. Le quedaba poco para alcanzar el siglo.
Finlandia, donde el esquí es una especie de deporte nacional, lloró su pérdida y no la ha olvidado. Observando los reconocimientos que recibe en su país, es evidente que su memoria permanece. La primera mujer campeona olímpica en esquí, en un tiempo difícil para el deporte por la guerra mundial y para el deporte femenino por la discriminación, no merece menos. Es lo justo.
Raúl González nació el 29 de febrero de 1952 en el pueblo de China, Nuevo León, México. Siendo muy pequeño, se trasladó junto a su familia a la ciudad de Río Bravo, situada al norte del Estado de Tamaulipas. “Viví cinco años en la frontera. Nos trasladamos en la época de las pizcas de algodón. ¿Los motivos? Buscar subsistir, nos fuimos a buscar otra fuente de trabajo para poder sobrevivir”, relató González en una entrevista de 2022 en la que explicó su origen humilde.
En 1969, Raúl González ingresó en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) de Monterrey para estudiar la carrera de físico matemático. Y, allí, alternó sus estudios con el deporte. De la mano del entrenador Daniel Garza, inició sus entrenamientos en la pista de tierra del Estadio Raymundo “Chico” Rivera y ganó su primer campeonato prenacional de marcha.
En 1971, González entró en la preselección nacional mexicana dirigida por el entrenador polaco Jerzy Hausleber, un innovador de los sistemas de entrenamiento que llegó a utilizar campamentos de entreno a 4.000 metros de altitud junto al Lago Titicaca de Bolivia.
En 1972, con veinte años, Raúl González acudió a los Juegos Olímpicos de Múnich y consiguió terminar la prueba de 50 km en el vigésimo puesto. Cuatro años después, en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, González mejoró notablemente su prestación y terminó la prueba de 20 km en quinta posición.
En 1977, Raúl González alcanzó su primer gran logro internacional al vencer en los 50 km de la Copa del Mundo, celebrada en Milton Keynes, Inglaterra. En 1978, ratificó su progresión al pulverizar en dos ocasiones la plusmarca mundial de la distancia.
Los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980 sufrieron un injusto boicot, pero México acudió a la cita olímpica que se celebró en la capital de la URSS. González compitió en los 20 km y quedó sexto. En los 50 km, distancia en la que era favorito por ser el campeón de la Copa del Mundo y el plusmarquista de la distancia, abandonó.
Lejos de desmoralizarse por el resultado, Raúl González optó por crecerse ante la adversidad y, una vez finalizaron los Juegos, empezó a entrenar de cara a la siguiente cita olímpica como probablemente nadie lo había hecho en la marcha mexicana. Su determinación de entrenar tanto como hiciese falta para lograr el oro olímpico fue clave en su éxito posterior.
“La verdad es que me preparé con conciencia y no me refiero a solo cumplir con los entrenamientos, sino que estaba muy comprometido y entregado; trabajé mucho, quizá como nadie en la marcha mexicana. En el año previo a los Juegos, hice alrededor de 11.000 kilómetros de volumen”, declaró años después González.
Antes de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984, Raúl González volvió a conseguir grandes resultados, envuelto en sus duros entrenamientos. En 1981 y 1983, ganó otra vez la prueba de 50 km de la Copa del Mundo.
Ya en los Juegos de Los Ángeles, Raúl González no falló. Es más, realizó una demostración de fortaleza y talento. Ganó el oro olímpico en los 50 km y consiguió la plata en los 20 km, detrás de su compatriota Ernesto Canto. De paso, estableció el récord olímpico de los 50 km.
González alcanzó la gloria olímpica, porque logró unir una genética privilegiada para su especialidad, un entrenamiento planificado y científico de un enorme volumen y una voluntad inquebrantable. El largo camino que partía de la pista de tierra del Estadio Raymundo “Chico” Rivera había valido la pena.
Raúl González se retiró del deporte de élite en los Juegos Panamericanos de 1987 tras quedar segundo en 50 km y, desde entonces, desarrolló otras facetas. Desde 1988 hasta 1994, fue director de la Comisión Nacional del Deporte de México (CONADE), consiguiendo estructurar el deporte mexicano y promocionarlo como una actividad de carácter social. Entre 2002 y 2004, fue presidente ejecutivo de la Liga Mexicana de Béisbol Profesional y, entre 2015 y 2018, del Instituto del Deporte del Estado de Nuevo León (INDE). En 2018, renunció a ese cargo y se convirtió en candidato independiente al Senado por el Estado de Nuevo León, con un programa político contrario a los partidos tradicionales y a favor de la organización ciudadana, los servicios sociales y el deporte como una forma de educación. A día de hoy, González sigue activo en diferentes campos.
Raúl González fue un extraordinario marchador. Su imagen marchando hacia el oro olímpico en los últimos metros de los 50 km de los Juegos de Los Ángeles de 1984 son parte de la historia de la marcha atlética y del olimpismo. Tras su retirada, también destacó en otras facetas. México le debe mucho al que ellos bautizaron con el apodo “el matemático”. El deporte en su conjunto también. Parece evidente que su figura y sus gestas trascenderán el tiempo.
Desde el 23 de marzo al 4 de mayo de 2023, el marchador Gabe Abrahams ha caminado 1.925 km con técnica de Power Walking, una de las variantes de la Caminata Rápida o Speed Walking.
La gran caminata de Gabe Abrahams ha tenido una duración de 42 días y le ha supuesto al marchador conseguir la plusmarca mundial de las 6 Semanas y la plusmarca de la mayor distancia recorrida con Caminata Rápida o Speed Walking. Una máxima distancia que él estableció en 2017 al recorrer 1.000 millas (1.609,344 km) por el Área Metropolitana de Barcelona.
En esta larguísima caminata Multiday, Abrahams ha logrado una media de 45,8 km diarios.
La caminata de Gabe Abrahams ha transcurrido por un circuito de 150 km de la costa catalana situado entre El Masnou y Vilanova i la Geltrú, el mismo circuito por el que ya transcurrió su caminata de 10 días por la costa de Cataluña de 2021.
Tras terminar la caminata, Gabe Abrahams ha declarado sentirse agotado por el esfuerzo realizado y “hecho polvo a nivel muscular”, al mismo tiempo que contento por haber podido aguantar hasta el final.
Abrahams considera que la elección del circuito situado en la costa catalana ha sido un acierto, porque “me ha permitido centrar la atención en lugares muy bellos como el mar Mediterráneo, poblaciones de la costa o barrios de Barcelona con mucha personalidad y conseguir que los esfuerzos y dolores musculares fuesen algo más llevaderos… Recorrer esos lugares tan bonitos hace que los malos momentos pasen más rápido”.
Gabe Abrahams, que compagina desde hace años su condición de marchador de caminatas Multiday con la de escritor y colaborador en medios como Surcos Digital, posee diversas plusmarcas mundiales como las de 500 km y 500 millas de Beach Walking (2015 y 2016), la de 1.000 millas de Speed Walking (2017 y 2018) o la de la Vuelta a Navarra y Cinco Villas (2020), entre otras, a las que ahora suma dos más.
Grete Andersen nació en Oslo, Noruega, el 1 de octubre de 1953.
Siendo muy joven, empezó a entrenar y practicar atletismo. Y, a la temprana edad de 18 años, participó en los 1.500 metros de los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, quedándose a poco más de un segundo de disputar la final.
Tras su primera experiencia olímpica, en 1974, la joven atleta noruega repitió distancia en el Campeonato de Europa, consiguiendo la medalla de bronce y su primer éxito internacional.
En 1975, Grete Andersen se casó con Jack Henry Nilsen. Y ambos pasaron a apellidarse Waitz desde esa fecha.
En 1978, después de conseguir varias plusmarcas en distancias de mediofondo, Grete Waitz se centró en las especialidades de campo a través y maratón, iniciando una década plagada de éxitos. A fecha de hoy, sus logros en esas especialidades no han sido superados por ninguna atleta.
Waitz fue Campeona del Mundo de campo a través en los años 1978, 1979, 1980, 1981 y 1983, consiguiendo un número de victorias que aún no ha sido superado.
Al mismo tiempo que conseguía vencer en cinco mundiales de campo a través, Waitz también ganó el maratón de Nueva York en los años 1978, 1979, 1980, 1982, 1983, 1984, 1985, 1986 y 1988. Un total de nueve victorias. Otro logro no superado hasta la fecha. Durante sus triunfos neoyorquinos, la atleta noruega además coleccionaba plusmarcas mundiales de maratón.
Otra carrera donde destacó Grete Waitz en esos años fue el Maratón de Londres, prueba en la que venció en 1983 y 1986. En la edición de 1983, batió su cuarta y última plusmarca mundial de maratón, con un registro de 2 horas, 25 minutos y 29 segundos.
Sin embargo, la alegría por esa plusmarca le duró poco. Al día siguiente, 18 de abril de 1983, la norteamericana Joan Benoit estableció una nueva plusmarca de la distancia en Boston, con un registro de 2 horas, 22 minutos y 43 segundos. Benoit se convertiría un año después en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en la primera campeona olímpica de maratón de la historia al superar a la propia Grete Waitz y a la atleta portuguesa Rosa Mota.
A todas esas gestas, resta añadir otro gran éxito deportivo de Grete Waitz en su década de oro: su triunfo en la prueba de maratón del Campeonato del Mundo de 1983, celebrado en Helsinki. Fue la primera Campeona del Mundo de la especialidad.
Grete Waitz se retiró en 1991 de la competición, aunque mantuvo un nexo con el deporte fomentando su práctica.
En junio de 2005, hizo público que padecía cáncer. Y, tras varios años de lucha contra la enfermedad, falleció el 19 de abril de 2011 a la edad de 57 años. Noruega y el mundo del deporte se conmocionaron, a pesar de que su enfermedad y el agravamiento de su estado era conocido. La noticia resultó impactante.
Tras su fallecimiento, el gobierno noruego anunció su deseo de que Grete Waitz fuese enterrada con honores propios de un funeral de Estado. Al final, la ceremonia fue privada, por el deseo expreso de la familia de la atleta.
Grete Waitz ha sido la corredora más importante de la historia en las especialidades de campo a través y maratón, tanto por sus logros como por la repercusión que tuvieron los mismos en la evolución del atletismo femenino y el deporte en general.
Antes de ella, muy pocas mujeres corrían la prueba de maratón y las instituciones deportivas no la incluían en las competiciones femeninas. Las gestas de Grete Waitz en el maratón de Nueva York fueron determinantes para que se produjese un cambio de criterio en las citadas instituciones y para que se incluyese el maratón en las competiciones femeninas. También los triunfos de Waitz y de otros grandes corredores en Nueva York resultaron determinantes para que miles de personas se animasen a correr maratones, generando un deporte menos elitista y más para todos, democratizando el deporte. Hubo un antes y un después del auge del maratón de Nueva York. Y, principalmente, hubo un antes y un después de Grete Waitz.
En el exterior del mítico Estadio Bislett de Oslo, se encuentra una estatua en honor de la campeona noruega. Es una estatua que busca perpetuar su memoria. Por Noruega, es habitual tropezarse con otros recuerdos de Waitz como sellos o líneas aéreas que portan su nombre e imagen, porque los noruegos no la olvidan y la han convertido en un icono. Un fenómeno similar ocurre entre los aficionados al maratón. No olvidan a la atleta y los recuerdos y homenajes se suceden. Parece evidente que la memoria de Grete Waitz ha permanecido. Y todavía parece más evidente que perdurará entre las próximas generaciones.
Luciano Montero Hernández (1908-1993) ha pasado a la historia por ser el primer ciclista español en conseguir una medalla en un Campeonato del Mundo. La consiguió en el Campeonato del Mundo de ciclismo en ruta de 1935, disputado en Bélgica.
Montero nació en Gemuño, provincia de Ávila, el 20 de abril de 1908, pero emigró a corta edad a Ordizia, población perteneciente a Guipúzcoa.
Allí, junto a su hermano Ricardo y con su club Real Unión Club de Irún, inició su andadura ciclista. Un hermano que le abriría el camino de los triunfos al proclamarse Campeón de España de ciclismo en ruta en 1925.
En 1927 y 1928, siendo muy joven y enfundado en su camiseta del Real Unión, Montero ganó el G. P. Pascuas, también denominado Circuito de Pascuas, una antigua prueba disputada en Pamplona. La prueba, organizada por primera vez en 1924, permaneció en el calendario ciclista hasta 1983.
En los años siguientes, Montero venció con brillantez en el Campeonato de España de ciclismo en ruta en tres ocasiones (1929, 1932, 1934), finalizando segundo en otras cuatro ediciones (1930, 1933, 1935, 1936). Su gran rival en esos años fue el navarro de Olite y catalán de adopción Mariano Cañardo.
También en 1932 y 1934, ganó Montero la prueba del Gran Premio República, una carrera disputada entre 1932 y 1936, por lo cual consta como el corredor que más veces triunfó en esa prueba.
El primer momento importante a nivel internacional para Luciano Montero llegó con el Gran Premio de las Naciones, una carrera de ciclismo en ruta en la modalidad de contrarreloj de gran prestigio en aquellos años. Quedó tercero en las ediciones de 1934, 1935 y 1936.
El punto culminante de la carrera deportiva de Montero fue, sin embargo, el Campeonato del Mundo de ciclismo en ruta de 1935, celebrado en la localidad belga de Floreffe. Con la experiencia internacional adquirida en el Gran Premio de las Naciones, quedó segundo detrás del belga Jean Aerts contra todo pronóstico, proclamándose Subcampeón del Mundo de ciclismo en ruta.
La gesta del ciclista de Ordizia le supuso al ciclismo español lograr su primera medalla en un Mundial. Ocurrió un 18 de agosto de 1935.
El éxito de Montero fue muy celebrado por los aficionados, aunque la alegría duró poco tiempo. Dicen que los buenos momentos son escasos y duran poco. Suele ser así. Exactamente, en su caso, duró 11 meses.
El 18 de julio de 1936, justo 11 meses después del éxito mundialista de Montero, un Golpe de Estado contra la Segunda República Española condujo a la Guerra Civil (1936-1939) y Montero tomó el camino del exilio por su condición de republicano, primero hacia Francia y después hacia Argentina.
En su exilio francés, prosiguió entrenando, compitiendo y logrando éxitos como su victoria en el Gran Premio de Marsella de 1937 y 1938 o su tercer puesto en los 6 Días de Buenos Aires de 1937, una mítica carrera de ciclismo en pista que se disputó entre 1936 y el año 2000.
En su posterior exilio argentino, Montero también se mantuvo en activo y alcanzó sus últimas conquistas deportivas. Venció en la Doble Bragado, una competición de ciclismo de Buenos Aires que ha perdurado hasta hoy, y se proclamó Subcampeón argentino de ciclismo en ruta en 1943, tras lo cual se retiró.
Todos los logros que alcanzó Montero durante esos años de exilio en Francia y Argentina sufrieron la censura de la prensa franquista.
En las décadas posteriores a su retirada, Montero permaneció en el exilio argentino y su figura fue silenciada sistemáticamente, pasando al olvido. La memoria es frágil.
Lo ocurrido con Montero no fue un caso aislado entre los ciclistas españoles republicanos. Mariano Cañardo pasó por prisión, a la vez que Julián Berrendero estuvo en varios campos de concentración.
Luciano Montero falleció el 1 de agosto de 1993 en Buenos Aires. Murió lejos de España. En el país en el que nació, fueron pocos los que le recordaron. Fueron muy pocos los que recordaron su gesta memorable de 1935 que le supuso conseguir la primera medalla para el ciclismo español en un Mundial.
A pesar de ese olvido, injusto olvido, él y su medalla de plata han perdurado. Siguen entre nosotros. De hecho, no podía ser de otra manera.
Aidan de Brune (1874-1946) fue un caminador de grandes distancias, un periodista y escritor reconocido y la primera persona que dio la Vuelta a Australia a pie. Su registro alcanzado en la Vuelta a Australia no fue superado hasta el año 1994, cuando la concluyó Nobby Young.
Aidan de Brune nació en Londres el 17 de julio de 1874, con el nombre de Herbert Charles Cull, y comenzó a temprana edad su vida profesional como impresor.
En 1907, se casó con Ethel Elizabeth Crofts, con la cual tuvo un hijo dos años después llamado Lionel.
En 1910, Aidan de Brune viajó desde Inglaterra a Australia, llegando a Fremantle el 23 de mayo. Su mujer y su hijo siguieron sus pasos y llegaron a Albany el 26 de noviembre del mismo año.
La esposa de Aidan de Brune y su hijo finalmente regresaron a Inglaterra en 1912, pero él no quiso volver y permaneció en Australia, lugar en el que se convertiría con el nombre de Aidan de Brune en un famoso caminador, periodista y escritor.
En 1920, Aidan de Brune trabajaba en los diarios Bunbury Herald y Blackwood Express y había iniciado su carrera como escritor publicando un par de novelas por entregas. Justo entonces, su gusto por caminar miles de millas pudo más que esa actividad laboral y provocó que la abandonase varios años para dedicarse a realizar grandes caminatas por Australia.
Entre noviembre de 1920 y febrero de 1921, Aidan de Brune cruzó Australia a pie (Fremantle-Sídney) recorriendo cerca de 4.500 km en 90 días. Esta primera gesta le supuso conseguir una serie de plusmarcas como la de la travesía de Australia o las de las travesías de otros Estados australianos por los que pasó durante su larguísima caminata.
Animado por su éxito, al poco tiempo, entre septiembre de 1921 y marzo de 1924, Aidan de Brune se atrevió a dar la Vuelta a Australia, un recorrido brutalmente largo de 16.190 km, prácticamente 10.000 millas.
La vuelta alrededor del perímetro de Australia, desde Sídney hasta Sídney, le supuso a Aidan de Brune tener que estar caminando durante dos años y medio y conocer a pie Australia. Él aprovechó los escasos ratos de descanso diarios que tuvo para escribir a duras penas lo que iba aconteciendo cada día. Esos apuntes se convertirían tras terminar la caminata en el libro Record Diary of a Walk Around Australia (1924).
Finalizada la vuelta, en las décadas de 1920 y 1930, Aidan de Brune dejó de realizar grandes caminatas, retomó su faceta de periodista y escritor y publicó una larga lista de libros, principalmente novelas, algunas por entregas en los periódicos en los que colaboraba. En la actualidad, sus libros son bastante conocidos y reconocidos en el mercado anglosajón, aunque lo que más se recuerda de él es su condición de extraordinario caminador.
Algunas de las obras más conocidas de Aidan de Brune son Dr. Night (1926), The Carson Loan Mystery (1926), The Dagger and Cord(The Lonely Lady) (1927), The Phantom Launch (1927), The Shadow Crook (1928), The Little Grey Woman (1929), The League of Five (1930), The Unlawful Adventure (1930), The Green Pearl (1930), Whispering Death (1931), Douchard’s Island (1931), Find This Man (1931), The Grays Manor Mystery (1931), The Murders at Madlands (1931), The Three Snails (1932), The Framing of Inspector Denvers (1933), The Flirting Fool (1933), The Kahm Syndicate (1934), The Fortune Telling House (1935), Saul and the Spinster (1935), etc.
A finales de los años 1930, la esposa de Aidan de Brune reapareció e intentó contactar con él para comentarle el nacimiento de su primer nieto. Él evitó el contacto. Desde su llegada a Australia, nunca más quiso regresar a Inglaterra o mantener relación con sus familiares, esposa o descendientes que se encontraban en ese país.
Aidan de Brune murió en Sídney el 15 de febrero de 1946, en el Hogar de las Hermanitas de los Pobres de Randwick, cuando le faltaban pocos meses para cumplir 72 años. Fue enterrado en el cementerio católico de Botany.
En los últimos años, el Proyecto Gutenberg de Australia ha digitalizado una parte importante de sus libros, incluyendo su imprescindible Record Diary of a Walk Around Australia del año 1924.
Australia le recuerda, los lectores de sus obras y el mundo de las grandes caminatas también. Su memoria ha perdurado.
Anna Cherkasova (1903-1977) nació en Rusia y estudió para ser ingeniera. Una vez consiguió su título, se unió al proceso revolucionario en el que se encontraba inmerso su país y fue una de las primeras ingenieras soviéticas tras el triunfo de la revolución.
En 1932, Anna Cherkasova ganó el Campeonato de motocicletas de larga distancia de la Unión Soviética y generó una gran admiración hacia ella en la URSS. Una destacada ingeniera soviética había conseguido un título nacional en un deporte de motor, lo cual probaba la valía de la revolución en diferentes campos.
Pero, en 1939, Cherkasova emigró a Inglaterra, se casó con el profesor de arte Harry Moore y cambió su nombre por el de Barbara Moore por vía de su matrimonio. Aunque años después la pareja se separó, ella mantuvo el nombre adquirido al casarse hasta su fallecimiento.
No debió ser fácil para una rusa, que había estado unida a los revolucionarios rusos, que tenía una buena reputación científica en la URSS y que era campeona de motocicletas de larga distancia en su país, vivir en el Londres de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los ataques nazis habían complicado la vida londinense. Y, concluida la guerra, el espionaje soviético se había infiltrado en la cúpula del servicio de inteligencia y en otras instituciones británicas, a través de un grupo de espías denominado el Círculo de Cambridge, generando una sospecha generalizada hacia los inmigrantes rusos que residían en Gran Bretaña.
En medio de ese ambiente hostil, Barbara Moore prosiguió sus actividades dedicadas al deporte de larga distancia, aunque cambiando el motor por las grandes caminatas.
En 1944, acudió a la primera reunión de la Vegan Society de Londres, reunión en la que quedó fundada una asociación vegetariana que ha perdurado hasta nuestros días.
En diciembre de 1959, arrastrada por su gran afición a las caminatas de largas distancias, caminó desde Edimburgo a Londres en siete días y consiguió la plusmarca de la Travesía de Inglaterra.
A principios de 1960, Moore también caminó desde John O’Groats hasta Land’s End en 23 días y alcanzó la plusmarca mundial de la Travesía de Gran Bretaña.
A los pocos meses, Moore caminó de San Francisco a Nueva York en 86 días y logró las plusmarcas mundiales de la Travesía de Estados Unidos y de la Travesía California-Nueva York. Llegó a Nueva York el 6 de julio de 1960, rodeada de un público entregado a su gesta.
Cerca de los sesenta años de edad, Barbara Moore alcanzó hitos excepcionales caminando miles de millas. Basta decir que sus dos plusmarcas logradas en los Estados Unidos no han sido batidas y permanecen vigentes más de medio siglo después.
Junto a su actividad deportiva, Moore fue fiel el resto de su vida al credo vegetariano, defendiendo teorías extremas que conducían, según ella, a vivir más de un siglo. Su paso por la sociedad vegetariana de Londres influyó claramente en esas posiciones, de la misma forma que en sus dietas estrictas.
Barbara Moore falleció en el St. Giles Hospital de Londres el 14 de mayo de 1977, en parte por seguir una dieta estricta y no hacer caso de las recomendaciones médicas.
El New York Times le dedicó un artículo tras su fallecimiento, recordando su condición de joven ingeniera unida a la Revolución Rusa, su victoria en el Campeonato de motocicletas de larga distancia de la Unión Soviética de 1932, su matrimonio con un inglés, sus grandes caminatas atravesando Gran Bretaña y Estados Unidos, algunos problemas personales y su final.
De todo eso, nos quedan las plusmarcas de la caminadora Barbara Moore, especialmente las dos que consiguió en Estados Unidos. Ambas permanecen vigentes más de medio siglo después, a pesar de que no pocas caminadoras han atravesado Estados Unidos detrás de ella.
Y es que la joven ingeniera y campeona soviética de motocicletas de larga distancia, que se marchó a Inglaterra como Anna Cherkasova y se convirtió en Barbara Moore, continúa siendo a día de hoy la más grande caminadora de travesías de todos los tiempos.