El caminador Robert Barclay Allardice nació el 25 de agosto de 1779 en Stonehaven, Kincardineshire, en el seno de una familia escocesa (el Clan Barclay) radicada en la Casa de Ury. Su padre, Robert Barclay, pertenecía a una importante familia cuáquera. Y su madre, Sarah Ann Allardice, de la que él tomó el apellido Allardice, era de origen noble.
Así, el tatarabuelo del caminador Robert Barclay Allardice, llamado Robert Barclay, fue un miembro relevante de la Sociedad Religiosa de los Amigos o cuáqueros, un grupo disidente de la Iglesia de Inglaterra (Iglesia Anglicana) que había sido fundado por George Fox a mediados del siglo XVII. Se unió a ellos y escribió obras muy valoradas entre los cuáqueros como Verdad sin Calumnias (1670), Catecismo y Confesión de Fe (1673) y Una apología a la verdadera divinidad cristiana (1676), entre otras.
La Sociedad Religiosa de los Amigos a la que pertenecían los Barclay sufrió graves persecuciones por parte de la Iglesia Anglicana. El rechazo de las estructuras eclesiásticas de los cuáqueros y su creencia de que todo ser humano puede experimentar por sí mismo la luz y la presencia divina, provocaron que su fundador George Fox fuese encarcelado en repetidas ocasiones o que, en Boston, se encarcelase, desterrase y ejecutase en la horca a varias misioneras cuáqueras, conocidas como las mártires de Boston.
Otro punto que desató la persecución de los cuáqueros por parte de la Iglesia Anglicana fue su posición a favor de la igualdad de todos los seres humanos y contra la esclavitud. Durante siglos, el anglicanismo defendió la “inferioridad” de las mujeres y la esclavitud de los negros y persiguió a quienes se oponían a ello como era el caso de los cuáqueros.
Los descendientes de Robert Barclay hasta el caminador Robert Barclay Allardice mantuvieron su condición de cuáqueros, posicionándose siempre a favor de la igualdad y de la abolición de la esclavitud.
El padre del caminador Robert Barclay Allardice mantuvo su condición de cuáquero, aunque dedicándose a la política y a realizar puntualmente grandes caminatas. Su hazaña más notable fue recorrer 510 millas de Ury a Londres en 10 días.
El caminador Robert Barclay Allardice, por su parte, estudió en una escuela de la zona de Londres hasta que, en 1798, fue admitido en el Trinity College de Cambridge. Pero, al cabo de no demasiado tiempo, abandonó sus estudios y se centró en las caminatas Multiday que tanto habían atraído a su padre. La tradición cuáquera familiar la dejó un tanto al margen en su caso y se centró por completo en su afición a devorar millas.
En 1805, tras varios retos de caminar con buenos registros, Robert Barclay Allardice se unió al ejército de Gran Bretaña, ejerciendo de capitán, y empezó a compaginar su nueva actividad militar con su afición a caminar.
En 1809, envuelto en ambas actividades, Robert Barclay Allardice logró la mayor gesta de su carrera deportiva. Caminó 1.000 millas en 1.000 horas.
Así, del 1 de junio al 12 de julio de 1809, en Newmarket, Barclay recorrió una milla cada hora hasta completar 1.000 horas de caminata y, por tanto, la distancia de 1.000 millas. Una hazaña histórica que causó un gran impacto en los aficionados a este tipo de retos de la época. La primera mujer que lo logró fue la inglesa Emma Sharp, a la cual le dediqué un artículo en 2024. Corría el año 1864.
Una curiosidad sobre el caminador Robert Barclay Allardice es que siempre evitó en sus caminatas Multiday cualquier tipo de vestimenta deportiva, utilizando habitualmente un sombrero de copa, corbata, traje y zapatos de suela gruesa.
Además de dedicarse a las grandes caminatas, Barclay llevó a cabo a lo largo de su vida otras actividades deportivas destacadas que merecen el recuerdo. Por ejemplo, entrenó al boxeador Tom Cribb, quien se proclamó campeón inglés bajo su supervisión. Barclay aportó su experiencia deportiva y una metodología avanzada a los sistemas de entrenamiento de su época, siendo un innovador y el mayor experto de Gran Bretaña en la preparación de atletas. Convirtió su antigua mansión de Ury en algo así como el primer campo de entrenamiento deportivo de las islas, ante la sorpresa de la gente de Stonehaven.
Cumplidos los cincuenta años, Barclay inició también una aventura empresarial: la diligencia Defiance que circulaba entre Aberdeen y Glasgow. La empresa resultó uno de los servicios de diligencias más eficientes que tuvo Escocia en aquel tiempo.
El gran caminador Robert Barclay Allardice, quien consiguió la gesta de caminar 1.000 millas en 1.000 horas en 1809, falleció finalmente el 1 de mayo de 1854, a causa de las heridas que le produjo la patada de un caballo. Su muerte un tanto repentina sorprendió a sus seguidores. Un triste final para el hombre que consiguió caminar 1.000 millas en 1.000 horas en una época en la que el deporte era anecdótico. Al caminador, le sobrevivió su única hija Margaret Barclay Allardice.
El clan Barclay surgido de las tierras de Escocia tuvo una importancia muy notable en la historia de la Sociedad Religiosa de los Amigos o cuáqueros y, de paso, en la lucha por la igualdad y la abolición de la esclavitud. El mismo clan escocés resultó clave en la historia de las caminatas Multiday. Robert Barclay Allardice fue determinante en esa historia, por lograr recorrer 1.000 millas a ritmo de una milla por hora en el lejano año de 1809. Su figura abrió un camino por el que después transitaron muchos. Hay quien hace retroceder la marcha atlética hasta él. No anda equivocado.
Robert Barclay Allardice ha trascendido en el tiempo. Transcurridos más de dos siglos de su gesta de las 1.000 millas, sigue recibiendo reconocimientos. En 2002, fue admitido en el Hall of Fame del deporte escocés.
Este artículo es otro reconocimiento más. Que sirva para que Barclay no sea olvidado y para que su memoria permanezca. Justicia histórica.
Hasta el día de hoy, Betty Cuthbert ha sido el único ser humano capaz de ganar el oro en las tres pruebas de velocidad individuales que se disputan en los Juegos Olímpicos. Nadie ha conseguido tamaña hazaña salvo ella. Esta es su apasionante biografía.
Elizabeth «Betty» Cuthbert nació el 20 de abril de 1938 en Ermington, un suburbio de Sídney, Nueva Gales del Sur, Australia.
Betty Cuthbert tuvo una hermana gemela, junto a otros dos hermanos, y su infancia fue feliz. Años después declaró: “Mis padres siempre me alentaron y tuve una buena vida familiar. Siempre nos enseñaron a respetar las cosas y a otras personas”.
Tras asistir a la Escuela Pública de Ermington y a la Escuela secundaria, Cuthbert empezó a trabajar en una guardería e inició su relación con el atletismo, el deporte que la encumbraría a la gloria. Sus entrenamientos se endurecieron rápido y los resultados no tardaron en llegar.
El 16 de septiembre de 1956, con tan solo 18 años, Betty Cuthbert pulverizó la plusmarca mundial de los 200 metros, con un registro de 23,2 segundos, y se convirtió en una de las grandes favoritas para los Juegos Olímpicos de Melbourne de ese mismo año.
Pocas semanas después de su primera gran gesta, Cuthbert no defraudó y, en los Juegos celebrados en su país, consiguió ganar la medalla de oro olímpica en las pruebas de 100 metros, 200 metros y relevo 4×100 metros. Un triple oro olímpico histórico.
En la final de 4×100 metros, la velocista australiana además logró una nueva plusmarca mundial.
Cuatro años después, tras conseguir nuevos logros y plusmarcas, Cuthbert volvió a participar en unos Juegos Olímpicos, los de Roma de 1960, en los cuales tuvo mala suerte. Una inoportuna lesión en la eliminatoria de los 100 metros, obligó a Betty a decir adiós a la competición sin cumplir ninguno de sus objetivos. Un golpe que, sin embargo, sirvió para que la atleta se creciese.
En los siguientes Juegos Olímpicos, los de Tokio de 1964, Cuthbert así pues se vengó de lo ocurrido y, ante un público entregado, volvió a ganar una medalla de oro. Su cuarto oro olímpico. Ganó los 400 metros lisos con un tiempo de 52 segundos.
Con esa nueva medalla, Betty Cuthbert dejó dos récords extraordinarios para la posteridad. El de único ser humano capaz de ganar el oro olímpico en las tres pruebas de velocidad individuales que se disputan en los Juegos. Y el de único ser humano ganador de esos tres oros olímpicos y el de la prueba de relevo 4×100 metros. Hasta hoy, ningún hombre o mujer ha superado ninguno de esos dos registros. Tras su última gesta, Cuthbert se retiró de la competición.
Ya en 1969, los médicos le diagnosticaron a la exatleta esclerosis múltiple, una enfermedad degenerativa. Y, a pesar de eso, esta continuó realizando actividades ligadas a causas humanitarias, entroncadas con movimientos de cristianos progresistas. Cuthbert se convirtió en una defensora comprometida de su enfermedad y en una activista incansable en la concienciación de la sociedad sobre la misma.
En el año 2000, durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Sídney, Betty Cuthbert fue una de las portadoras de la antorcha olímpica y, en el 2012, ingresó en el Hall of Fame de la IAAF, la federación internacional de atletismo. Un reconocimiento importante que redondeaba otros anteriores como el de la MBE (Most Excellent Order of the British Empire), es decir la Orden del Imperio Británico, que recibió en 1969.
Betty Cuthbert murió finalmente el 6 de agosto del año 2017, con 79 años de edad, en Mandurah, Australia. Y, al día siguiente de su fallecimiento, la organización del Campeonato Mundial de Atletismo de Londres le dedicó un merecido minuto de silencio.
Después de enterarse del fatal desenlace, la australiana Cathy Freeman, campeona olímpica y mundial de los 400 metros, afirmó acertadamente sobre ella: “Betty ha sido una inspiración. Estoy muy feliz de haber conocido a un modelo a seguir tan extraordinario”.
Marlene Mathews, doble medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956 en los que Cuthbert logró tres oros olímpicos, añadió: “Nunca he conocido a nadie que tuviera tanta fe y determinación. Fue esa fe la que la mantuvo en pie durante tanto tiempo y en los momentos más difíciles”.
Poco más se puede decir sobre la gran campeona Betty Cuthbert, el único ser humano que ha sido capaz hasta el presente de ganar el oro olímpico en las tres pruebas de velocidad que se disputan en los Juegos y de añadir además el oro en el relevo 4×100 metros, salvo quizás un deseo de que su memoria permanezca entre nosotros. De que su memoria no se olvide. Parece evidente que así será.
En los próximos días, se cumplirá el 125 aniversario de la fundación del Fútbol Club Barcelona. Ante el acontecimiento, he optado por dedicarle un artículo a Bartomeu Terradas, una de las personalidades más relevantes que tuvo el primer Barça.
Bartomeu Terradas Brutau nació en Barcelona en 1874 y fue hijo de Bartomeu Terradas Mont y Àngela Brutau. Bartomeu Terradas creció en el seno de una familia dedicada a la industria del textil, porque tanto su padre como su abuelo materno fueron propietarios de fábricas del sector.
Después de acudir a la escuela, Terradas completó sus estudios en Francia y Suiza, lugares en los que se aficionó a jugar al fútbol. En la ciudad suiza de Winterthur, conoció a Hans Gamper, con el cual acabaría fundando en 1899 el Fútbol Club Barcelona.
Tras regresar a la capital catalana, la pasión de Terradas por el fútbol aumentó y eso le condujo a relacionarse con otros aficionados al mismo deporte como el citado Hans Gamper, quien había recalado en la ciudad, y a consumar la mencionada fundación.
El 29 de noviembre de 1899, así pues, Bartomeu Terradas fue uno de los asistentes a la primera reunión del Fútbol Club Barcelona, celebrada en el Gimnasio Solé de la ciudad condal, en la que los asistentes cofundaron la entidad. Una noche mágica y ya algo lejana de la que se cumplirán 125 años en pocos días.
El acta fundacional del Fútbol Club Barcelona acabó firmada por Walter Wild (primer presidente), Lluís d’Ossó (secretario), Bartomeu Terradas (tesorero), Hans Gamper (vocal y capitán del equipo), Otto Kunzle, Otto Maier, Enric Ducal, Pere Cabot, Carles Pujol, Josep Llobet, John Parsons y William Parsons.
La presencia de muchos extranjeros en aquella primera reunión del Fútbol Club Barcelona se debió a que varios de los allí presentes se conocían por acudir cada domingo a iglesias protestantes de la Barcelona católica de aquellos años.
El día 8 de diciembre de 1899, Bartomeu Terradas también fue uno de los jugadores del Fútbol Club Barcelona que disputaron el primer partido de la historia del club, un enfrentamiento contra un equipo de ingleses que terminó con un marcador en contra de uno a cero. El partido se disputó en el campo del velódromo de la Bonanova, situado cerca del actual Turó Parc barcelonés, y el diario barcelonés La Vanguardia publicó la noticia.
Cuando el presidente del club Walter Wild abandonó el cargo en abril de 1901, Bartomeu Terradas además se convirtió en el primer presidente catalán de la entidad, ejerciendo como tal desde el 25 de abril de 1901 hasta el 5 de septiembre de 1902.
Por tanto, en un espacio de tiempo de menos de tres años, Bartomeu Terradas cofundó el Fútbol Club Barcelona, tuvo el honor de ser su primer presidente catalán y jugó el primer partido de la historia del club, lo cual no es precisamente poco. A todo eso, añadió otros dos logros al ganar como jugador y presidente la Copa Macaya y el subcampeonato de la Copa de la Coronación (posterior Copa del Rey) de 1902.
En ese año, Bartomeu Terradas se casó con Pilar Soler Julià, relación de la que nacieron diez hijos, y tomó la decisión de retirarse como jugador para ejercer de vocal y vicepresidente del club.
En las mismas fechas, Terradas igualmente encargó la construcción de tres edificios para sus hermanas Àngela, Josefa y Rosa al arquitecto Josep Puig i Cadafalch, edificios que acabaron juntos y se convirtieron en la famosa Casa Terradas, conocida popularmente como la Casa de les Punxes. Una vez fallecieron sus hermanas, Bartomeu se quedó como propietario de la casa hasta el final de sus días.
La Casa Terradas, una obra modernista de extraordinaria categoría completada en 1905, reflejó el catalanismo de Bartomeu Terradas con un plafón decorativo de su fachada que portaba la leyenda: Sant Patró de Catalunya, torneu-nos la llibertat (Santo Patrón de Cataluña, devuélvenos la libertad).
A partir de la construcción de la casa, la vida de Bartomeu Terradas se ensombreció por el destino de sus mejores amigos, casi todos catalanistas como él. Su arquitecto Josep Puig i Cadafalch, presidente de la Mancomunitat de Catalunya entre 1917 y 1924, tuvo que exiliarse en Francia durante las dictaduras de Miguel Primo de Rivera y Francisco Franco. Y solo pudo regresar a España en 1942, bajo la prohibición de ejercer su profesión.
Su compañero de aventuras futbolísticas Hans Gamper, el cual acabó constando como el fundador oficial del Fútbol Club Barcelona, tras una pitada de la afición azulgrana al himno español en 1925, se exilió en Suiza presionado por la dictadura de Primo de Rivera. Gamper tuvo un final trágico. Arruinado en los negocios, falleció por suicidio el 30 de julio de 1930 en su domicilio de la calle Girona número 4 de Barcelona.
Pasada la Segunda República y finalizada la Guerra Civil (1936-1939), Joan Soler Julià, hermano de su mujer y responsable de la Comisión Gestora del Fútbol Club Barcelona de la posguerra, también padeció atropellos por parte de los franquistas que controlaban la entidad. Llegó a tal gravedad el sometimiento del club y sus gestores a los franquistas que, en el año 2014, los periodistas Jordi Finestres Martínez y Xavier García Luque le dedicaron un libro de investigación a esa etapa titulado El Barça segrestat.
En medio de esas situaciones, pasó Terradas sus últimos años, falleciendo finalmente en Barcelona en 1948. Entonces una ciudad oscura, triste, de cartillas de racionamiento, de prohibiciones e imposiciones, propia de la posguerra.
Tras su muerte, Bartomeu Terradas sufrió un cierto olvido, aunque, con el final de la dictadura de Franco, su figura fue recuperada poco a poco y recolocada en el lugar que le correspondía. En 1975, su Casa Terradas recibió un reconocimiento importante al ser declarada Monumento Histórico Nacional. Y, en 1980 y 2003, dos reformas acabaron de dignificarla.
En los años 2010, el Barça de Messi lo ganó todo y eso provocó un extraordinario interés por los pioneros del club. Varios libros abordaron sus biografías y gestas y Terradas estuvo en el primer plano de la actualidad y tuvo su momento de gloria.
Una década después, Bartomeu Terradas sigue siendo considerado un personaje muy relevante del Barça. Su memoria se mantiene y su recuerdo en el 125 aniversario de la entidad así lo prueba. La justicia para él y los otros cofundadores del club ha prevalecido. Quizás, no podía ser de otra forma.
En la primavera de 2023, llevé a cabo una caminata de seis semanas por la costa de Cataluña, utilizando un circuito que iba desde El Masnou a Vilanova i la Geltrú y de Vilanova i la Geltrú a El Masnou. Circuito que yo ya había utilizado en mi anterior caminata de diez días de 2021.
Durante el transcurso de esa caminata, pasé ante varias y destacadas antiguas fábricas de obreros. En el presente artículo, me detengo en ellas. Lo merecen.
Fábrica Cordelería Ribó
El circuito de la caminata de seis semanas de la primavera de 2023 entraba en la ciudad de Badalona, con el mar Mediterráneo a su izquierda y casas de dos plantas un tanto anodinas, empresas actuales y antiguas fábricas a su derecha.
Entre las fábricas, destacaba la Cordelería Ribó, la cual funcionó entre 1850 y 1980 y estuvo dedicada a la fabricación de hilados, cordeles, cuerdas de uso náutico…
En 1911, la Cordelería Ribó inauguró su actual edificio, una obra modernista destacada del arquitecto Joan Amigó.
Tanto en mi caminata de seis semanas de 2023 como en mi anterior caminata de diez días de 2021, al pasar ante la Cordelería Ribó, observaba su lograda fachada y su belleza decadente y pensaba en las generaciones de obreros que pasaron sus vidas entre sus paredes, padeciendo largas jornadas laborales, miseria… Tuve las mismas impresiones y pensamientos al pasar ante otras fábricas.
Fábricas Can Fabra y Fabra i Coats
Tras dejar atrás Santa Coloma de Gramenet y entrar en Barcelona, el circuito de la caminata recorría el barrio de Sant Andreu de Palomar por el paseo de Torras i Bages y la calle Segre. Al iniciarse esta, llegaba a las antiguas fábricas Can Fabra y Fabra i Coats, dos obras de estilo modernista.
En 1839, Ferran Puig fundó El Vapor del Fil, una empresa dedicada al textil. Después de su fallecimiento, el Vapor se fusionó con la escocesa J&P Coats, naciendo Filatures Fabra i Coats. En 1915, la Fabra i Coats adquirió la Fábrica Can Fabra. Y, ya en octubre de 1936, en los inicios de la Guerra Civil, la Fabra i Coats fue colectivizada y autogestionada por los obreros, aunque, finalizada la guerra, la dictadura de Franco se la entregó a los capitalistas que cohabitaban con su régimen. En 1970, la fábrica entró en declive, poniendo fin a su recorrido en 2005.
Hoy, los varios edificios de la antigua Fábrica Fabra i Coats y el edificio de Can Fabra están muy bien cuidados y en ellos se realizan diferentes actividades. En este último, por ejemplo, destaca la magnífica Biblioteca Ignasi Iglésias-Can Fabra.
Todos los edificios de la Fabra i Coats y Can Fabra son pura arquitectura obrera de ladrillo visto, con grandes ventanales y cuidados detalles. Una maravilla artística digna de ser visitada.
Tanto en mi caminata de 2023 como en mi caminata de 2021, al pasar por Can Fabra y la Fabra i Coats, disfruté con la categoría de sus edificios y recordé a las generaciones de obreros que pasaron sus vidas en ellos. Al pensar en los esforzados obreros, me animaba y continuaba caminando a pesar del cansancio acumulado o del agotamiento.
Fábrica Damm
El circuito de la caminata más adelante atravesaba el barrio de l’Eixample de Barcelona por las calles Rosselló, Aribau y Londres. En la calle Rosselló, se encontraba la Fábrica Damm, una obra de estilo ecléctico de 1905 del arquitecto Joan Massoles.
En 1876, los alsacianos August Kuentzmann Damm y Joseph Damm fundaron una fábrica de cerveza en la barcelonesa calle Viladomat. Más de un cuarto de siglo después, en 1905, tras unirse a la sociedad Miklas y Musolas, inauguraron la fábrica de cerveza La Bohemia en la calle Rosselló de l’Eixample. La Bohemia fue el nombre por el cual resultó conocida la Fábrica Damm durante décadas.
El emblemático edificio de la calle Rosselló que cobijaba la Fábrica Damm pasó a ser, en 1910, su factoría principal, situación que duró hasta 1992. Desde ese año, se convirtió en su sede central administrativa.
La Fábrica Damm tiene una larga historia relacionada con el movimiento obrero, al igual que otras fábricas del circuito de la caminata como la citada Fabra i Coats y la Trinxet, de la cual hablaré de inmediato.
Justo antes de la Guerra Civil, tuvo entre sus trabajadores al anarquista Buenaventura Durruti. Y, tras el estallido de la guerra, terminó colectivizada y autogestionada por los trabajadores, una situación similar a la ocurrida en las fábricas Fabra i Coats y Trinxet.
Al final de la contienda, acabó siendo entregada a los capitalistas por el franquismo, siguiendo este sus prácticas habituales.
A día de hoy, el edificio de la antigua Fábrica Damm se conserva en muy buen estado y, como he comentado, es la sede central administrativa de la empresa.
Es un gozo observar sus detalles artísticos como la forma de sus fachadas o su ladrillo visto, característico de la arquitectura obrera.
Durante mi caminata de 2023 y mi caminata de 2021, al pasar junto al edificio de la Fábrica Damm a la altura del cruce de la calle Rosselló con las calles Dos de Maig y Cartagena, siempre me fijé en su excelente estado y su calidad. También pensé en sus obreros y en los procesos revolucionarios de otro tiempo como la colectivización y la autogestión. El mundo había cambiado mucho en las últimas décadas y, por el momento, se imponía el Capital.
Fábrica Trinxet
Una vez llegaba a L’Hospitalet de Llobregat, el circuito pasaba por una cuarta fábrica de gran interés, la citada Fábrica Trinxet, una obra de estilo modernista de 1905-1916 de los arquitectos Joan Alsina y Modest Feu.
En 1905, se construyó la Fábrica Trinxet o Can Trinxet como nuevo centro de producción textil de la hasta entonces conocida como Fábrica Avelino Trinxet.
En los años veinte, la Fábrica Trinxet se convirtió en una gran industria en la que trabajaron el 45% de los obreros de L’Hospitalet de Llobregat. Y, en 1933, incorporó a su recinto las construcciones de Can Gras. Con el estallido de la Guerra Civil, la fábrica sufrió un proceso de colectivización y autogestión obrera como las fábricas Fabra i Coats y Damm y, al terminar la contienda, el franquismo se la devolvió a sus antiguos propietarios. En 1982, la fábrica cesó su actividad.
La Fábrica Trinxet producía alambradas de lino y algodón y tejidos diversos como sábanas o la famosa pana de color tostado de los uniformes de los trabajadores de la Compañía de Tranvías de Barcelona.
En la actualidad, la Fábrica Trinxet solo conserva las construcciones de Can Gras, con sus naves central y lateral, su chimenea, su entrada principal… Tiene los ladrillos gastados y un mal estado general, manteniendo elementos de inspiración medieval y mudéjar.
En mis caminatas de seis semanas de 2023, diez días de 2021 y 1.000 millas de 2017, pasé en repetidas ocasiones por la calle Santa Eulàlia de L’Hospitalet y ante la Fábrica Trinxet. Y siempre pensé que era una pena que su estado de conservación dejara tanto que desear.
Las fábricas de obreros de Barcelona y su extrarradio tienen un interés artístico e histórico muy importante. Poseen unos edificios de arquitectura obrera selecta y guardan estrecha relación con la historia del movimiento obrero en Barcelona y Cataluña. Yo terminé de conocer esa doble vertiente en mi caminata de seis semanas de 2023, aunque ya en anteriores caminatas la había saboreado.
El presente artículo recuerda a esas antiguas fábricas de la Barcelona del siglo pasado y a sus obreros y, en cierta manera, les rinde homenaje. Un recuerdo merecido.
Eddie Tolan (1908-1967) nació en Denver, la capital del Estado de Colorado, Estados Unidos, el 29 de septiembre de 1908.
Cuando Eddie Tolan era pequeño, su familia se mudó a Salt Lake City, Utah, y, después, a Detroit. La segregación racial dominaba el país y la familia Tolan emigraba para buscar un futuro mejor.
Eddie Tolan lo recordó años después al declarar que su padre «leyó que en Detroit había mejores oportunidades para los negros, así que con mamá y mis tres hermanos vinimos aquí».
Tolan asistió a la Cass Technical High School en Detroit, empezando a destacar en diversos deportes, especialmente en atletismo. Mientras estuvo en la Cass Tech, Tolan consiguió sus primeras plusmarcas atléticas, ganando, en 1927, las carreras de 100 y 220 yardas en el Campeonato Nacional Interescolar.
Tolan eligió la Universidad de Michigan para proseguir sus estudios y allí tocó el cielo como atleta, aun no teniéndolo nada fácil por su condición de negro. La segregación racial de la comunidad negra estuvo amparada en Estados Unidos por las leyes Jim Crow hasta 1965 y por las leyes antimestizaje dos años más.
En su etapa universitaria en Michigan, Tolan entrenó y compitió bajo la tutoría de los antiguos velocistas Steve Farrell y Charles B. Hoyt, los cuales no le apoyaron ante la segregación que padecía e, incluso, llegaron a decirle que sería el último atleta negro del equipo si se quejaba.
Tolan respondió como mejor sabía hacerlo. En 1929, igualó las plusmarcas mundiales de las 100 yardas con un registro de 9,5 segundos y de los 100 metros con un registro de 10,4 segundos en varias ocasiones.
La prensa de la época, bajo el influjo de la segregación y con una fuerte carga racista, se centró en tres características del corredor: su condición de negro, su constitución baja y fornida y sus gafas. Tolan respondió al racismo de la prensa con nuevas plusmarcas en 1930 y 1931. Entre plusmarca y plusmarca, empezó a ser conocido como el «Expreso de medianoche».
Ya en 1932, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, Eddie Tolan alcanzó su mejor momento y la gloria olímpica. En la final de los 100 metros, cruzó la meta a la vez que su compañero Ralph Metcalfe, registrando ambos un tiempo de 10,38 segundos. Los jueces le dieron la victoria a Tolan y Metcalfe se tuvo que conformar con la medalla de plata.
La carrera de los 200 metros se celebró en el cuarto día de competición, y esta vez no estuvo reñida, ya que Tolan venció fácilmente a Metcalfe, batiendo de paso la plusmarca olímpica. En la prueba, Tolan se colgó la medalla de oro y Metcalfe la de bronce. Metcalfe tendría que esperar a los siguientes Juegos para colgarse un oro olímpico.
Tolan fue el primer afroamericano en conseguir dos oros olímpicos y la prensa de su país se lo agradeció con comentarios de marcado tinte racista. Llovía sobre mojado. La Associated Press lo describió como el «pequeño negro americano de anteojos», en alusión al color de su piel, su escasa talla y sus peculiares gafas.
Durante los Juegos, Tolan y Metcalfe fueron entrevistados a la vez en la Villa Olímpica. Metcalfe declaró que Tolan había tenido suerte en la final de 100 metros y este lo aceptó amistosamente. La relación cordial de los dos velocistas era fruto de su actividad deportiva y también de su condición de miembros de la fraternidad de hermanos negros Alpha Phi Alpha. Fundada en 1906, siempre luchó a favor de la causa negra, teniendo entre sus iniciados a personajes relevantes como Martin Luther King, Eddie Tolan, Ralp Metcalfe o Jesse Owens.
Concluidos los Juegos y de vuelta a Detroit, Eddie Tolan se retiró de la competición y se dedicó durante un breve tiempo al teatro de variedades, junto al conocido actor Bill Robinson, alcanzando un cierto éxito. Después, trabajó como archivador en Detroit.
En 1935, Tolan regresó a la competición dentro del atletismo profesional, el cual estaba separado del amateur y olímpico por aquellas fechas, y, de nuevo, triunfó. Ganó las pruebas de 75, 100 y 220 yardas en el Campeonato del Mundo Profesional disputado en Melbourne.
Después del que sería su último éxito deportivo, Tolan continuó con su trabajo de archivador, hasta que, en 1956, se convirtió en maestro de escuela de educación física.
En 1965, Eddie Tolan se sometió a tratamientos de diálisis, porque le fallaron los riñones. Y, en 1967, envuelto en ese tratamiento, falleció por insuficiencia cardíaca con 58 años, siendo enterrado en el United Memorial Gardens de Plymouth, Michigan. Murió soltero y sin descendencia.
El velocista Jesse Owens, mito del atletismo y hermano de Tolan y Metcalfe en la fraternidad Alpha Phi Alpha, le rindió un pequeño homenaje en la revista Jet al declarar tras su fallecimiento que «en la escuela secundaria, Eddie y Ralph eran mis ídolos. Eddie y yo nos hicimos amigos cercanos. Cada vez que regresaba a Detroit, Eddie era uno de los primeros a quienes buscaba».
En los años posteriores al fallecimiento de Eddie Tolan, los reconocimientos a su figura tardaron demasiado en llegar. En 1982, el National Track and Field Hall of Fame de Estados Unidos lo añadió en su lista. Y, posteriormente, otras instituciones se acordaron de él. A día de hoy, transcurrido casi un siglo de su doble oro olímpico, Eddie Tolan es valorado con justicia y se le considera una parte importante de la historia del olimpismo y del deporte del siglo XX. No merece menos.
Alexandre François Étienne Jean Bouin, más conocido como Jean Bouin (1888-1914), fue un atleta y periodista francés que pasó a la historia por sus gestas deportivas y por su pronto e inesperado fallecimiento durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Su memoria ha perdurado hasta nuestros días.
Jean Bouin nació el 21 de diciembre de 1888 en Marsella, siendo el segundo hijo de un matrimonio que duró poco. Sus padres se divorciaron cuando él contaba con solo cinco años de edad.
Desde joven, Jean Bouin practicó varios deportes de forma intensa, entre ellos la esgrima y la gimnasia, a la vez que cursó sus estudios. Pero, en 1903, finalmente se decantó por el atletismo.
Fue entonces cuando el mítico corredor francés se convirtió en uno de los precursores del llamado método natural de entrenamiento, el cual consistía en recorrer unos veinte kilómetros diarios por terrenos variados. Los resultados de esa metodología de entrenamiento no se hicieron esperar.
En 1908, Jean Bouin empezó a ganar campeonatos franceses y a batir plusmarcas nacionales en varias distancias y se convirtió en uno de los mejores corredores del mundo. Sin embargo, sufrió una decepción al no poder participar en la prueba de las 3 millas por equipos de los Juegos Olímpicos de Londres para la que estaba inscrito por culpa de una sanción disciplinaria, aunque, al final, le fue reconocida la medalla de bronce que obtuvo Francia en la prueba.
Ya en 1909, Jean Bouin logró su primer gran éxito internacional al proclamarse Subcampeón del Mundo de campo a través en el Cross de las Naciones (nombre que recibía por aquel entonces el campeonato del mundo de la especialidad), entrando en meta en segunda posición tras el inglés Edward Wood.
Dos años después, en 1911, Jean Bouin consiguió superar su anterior prestación mundialista y tocó el cielo atlético al proclamarse con brillantez Campeón del Mundo de campo a través, por delante del inglés Harry Baldwin, segundo, y el escocés George Wallach, tercero.
En las ediciones de los años 1912 y 1913, Bouin alcanzó, de nuevo, el título mundial de campo a través. En 1912, lo hizo superando a los ingleses William Scott y Frederick Hibbins, segundo y tercero respectivamente. Y, en 1913, derrotando al inglés Ernest Glover y a su compatriota Jacques Keyser. En la edición de 1913, incluso, logró el subcampeonato mundial por equipos con Francia.
En 1911, aparte de proclamarse campeón mundial de campo a través por primera vez, Jean Bouin batió la plusmarca mundial de los 10.000 metros, con un registro de 30 minutos, 58 segundos y 8 décimas. Y, en 1913, pulverizó la plusmarca mundial de la hora con una distancia de 19.021 metros.
Además de sus títulos de campo a través y de sus plusmarcas, en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912, el campeón francés consiguió otra gran gesta histórica al quedar segundo en la prueba de los 5.000 metros y proclamarse Subcampeón Olímpico. El final de esa carrera que le supuso ganar la medalla de plata olímpica a Bouin es parte de la historia del atletismo y de las olimpiadas, ya que resultó un duelo épico entre el corredor francés y el finlandés Hannes Kolehmainen hasta los últimos metros.
Durante sus años de gloria atlética, Jean Bouin compaginó el deporte con el periodismo, colaborando en el diario Petit Provençal. Fue polifacético como otros campeones del deporte.
El 2 de agosto de 1914, Jean Bouin fue movilizado e incorporado como soldado con función de instructor deportivo del ejército francés, debido al estallido de la Primera Guerra Mundial. Comprometido con la causa de los Aliados, tomó el tren hacia el frente el 13 de septiembre y falleció en combate el 29 de ese mismo mes, en concreto en el frente del Marne. Solo tenía 25 años, a pesar de su triple corona mundial de campo a través, de sus plusmarcas y de su plata olímpica. La inesperada noticia conmocionó a Francia, el mundo del deporte y el olimpismo.
Después de conocerse el fatal desenlace, la compañera de Jean Bouin, Rose Granier, acudió al lugar de los hechos para darle su último adiós y el campeón francés fue enterrado. Acabada la guerra, el 27 de junio de 1922, sin embargo, Bouin descansó definitivamente en el cementerio de Saint-Pierre de Marsella.
El escultor Constant Roux le dedicó una estatua y realizó el busto de su tumba. Y en los años 1960, se erigió en Bouconville-sur-Madt una estela en su honor financiada por la Société générale e inaugurada con la presencia de otro gran campeón francés del cual escribí hace no demasiado, Alain Mimoun.
Como homenaje póstumo a Jean Bouin, quien falleció en el frente de la Primera Guerra Mundial demasiado joven, algunos estadios de fútbol y de rugby franceses llevan su nombre. Con la misma intención, se organiza una carrera anualmente en Barcelona desde el año 1920 también con su nombre.
Parece evidente que Jean Bouin, un ejemplo de lo crueles que suelen ser las guerras, las cuales siempre acaban con lo mejor de una generación, ha pervivido en el recuerdo del mundo del deporte y de su país, Francia. Sus títulos mundiales, sus plusmarcas, su plata olímpica… son parte de la historia de ambos. Nadie lo ha olvidado y su memoria está presente. Es justicia, justicia para el joven campeón que falleció en el frente.
Entre el 23 de marzo y el 4 de mayo de 2023, caminé 1.925 km por la costa de Cataluña y alcancé la plusmarca mundial de las 6 semanas de Speed Walking (Caminata Rápida).
Para completar los 1.925 km, recorrí casi trece veces un circuito de 150 km que iba de El Masnou a Vilanova i la Geltrú y de Vilanova i la Geltrú a El Masnou. Un circuito que yo ya había utilizado en mi anterior caminata de diez días por la costa catalana de 2021.
Recorriendo ese circuito desde El Masnou hasta Vilanova i la Geltrú, el presente artículo rememora mi caminata por la costa de Cataluña de 2023.
De El Masnou a Badalona
El circuito de la caminata tenía su punto de partida en El Masnou y su primer tramo era el paseo marítimo de El Masnou a Montgat que transcurría junto al mar Mediterráneo. Al pasar por él, me encontré invariablemente caminadores, corredores y ciclistas y disfruté mucho observando el mar.
Arribado a Montgat, el circuito cruzaba un túnel y entraba en la carretera de Montgat a Badalona, la conocida como carretera de Mataró. A la izquierda de esa carretera en dirección a Badalona, se encontraba el mar. Y, a su derecha, una hilera con edificios de viviendas, casas y alguna empresa de Montgat.
El circuito seguía por la carretera y rápidamente entraba en Badalona, con el Mediterráneo a su izquierda y casas de dos plantas, empresas y antiguas fábricas a su derecha. Al recorrer la carretera en ese tramo, observaba casi siempre el edificio modernista de la antigua fábrica Cordelería Ribó y pensaba en los obreros que trabajaron en esa y otras fábricas similares.
En mi caminata de seis semanas de 2023, al igual que en mi anterior caminata de diez días de 2021, en cualquier caso, lo que más me impactó de la zona El Masnou-Badalona fue el mar. Tras vivir en Navarra desde el año 2019, el reencuentro con el Mediterráneo resultó especial.
Badalona y Santa Coloma de Gramenet
El circuito entraba en Badalona por la calle Pomar de Baix, la cual se transformaba en la calle Sant Bru a los pocos metros. En el lado derecho de esa calle en dirección a Barcelona, se encontraban casitas de dos plantas de color blanco con gran atractivo.
Por la misma acera, a escasa distancia, el circuito también pasaba por el parque de Can Solei i Ca l’Arnús, un pulmón verde de Badalona. El parque, resultado de la unión de las fincas de Can Solei i Ca l’Arnús, me llamaba la atención por su estado muy cuidado.
Pasado el parque y recorrida la calle Sant Bru, el circuito seguía por el centro de Badalona y transcurría por las calles Francesc Layret y de la Creu, muy transitadas y de gran actividad comercial, la Rambla Sant Joan, la calle Liszt y la calle Mozart, por la cual se entraba en Santa Coloma de Gramenet.
En Santa Coloma, el circuito recorría la rambla principal, llamada Rambla del Fondo, de San Sebastià y de Llorenç Serra. Y, al finalizarla, pasaba por el puente de Santa Coloma sobre el río Besòs a Barcelona. Desde ese puente, se observaban el río, sus laterales de hierba y un carril que unía el mar y la montaña con deportistas a todas horas del día.
De Sant Andreu a l’Eixample
El circuito entraba en Barcelona por el puente y el paseo de Santa Coloma, perteneciendo la acera de la izquierda al barrio de Baró de Viver y la de la derecha al barrio de la Trinitat Vella, dos barrios del distrito de Sant Andreu.
Tras esa zona, el circuito llegaba a otro barrio del distrito, Sant Andreu de Palomar, y recorría el paseo de Torras i Bages y la calle Segre. Al iniciarse esta, pasaba por la Iglesia de Sant Andreu de Palomar y las antiguas fábricas Can Fabra y Fabra i Coats.
En la Fabra i Coats, el circuito daba una vuelta por su interior, algo ideal para mí por las buenas sensaciones que he tenido siempre al visitar una antigua fábrica como la Fabra i Coats. Tanto en mi caminata de seis semanas de 2023 como en mi anterior caminata de diez días del 2021, la Fabra i Coats me levantó el ánimo en muchas ocasiones. Pensaba en las generaciones de esforzados obreros que pasaron su vida entre sus paredes y eso me daba ánimos para continuar caminando a pesar de estar cansado o agotado.
Después de dejar atrás esa zona, el circuito seguía por las calles Virgili y Pare Manyanet y entraba en el barrio de La Sagrera por la calle Gran de la Sagrera. Una vez superado el parque de la Pegaso, ubicado en los terrenos de la antigua fábrica ENASA, recorría el primer tramo de la calle Monlau, la plaza de Masadas y el segundo tramo de la calle Monlau hasta la calle Garcilaso. Al pasar por la plaza de Masadas, siempre disfrutaba con ella y sus bellos pórticos de otro tiempo. Quedan pocas plazas como esa en Barcelona.
Una vez dejaba atrás la calle Garcilaso, el circuito conducía a la avenida Meridiana, un punto de tráfico y ruido. Un punto de edificios muy altos y de gran bullicio. En la avenida, se encontraba la cafetería Sun, uno de mis establecimientos preferidos durante mi caminata de seis semanas de 2023 para beber, comer y recuperar fuerzas. Allí tomaba un café, bebía agua y comía para superar el cansancio, el agotamiento. Bendito Sun. Qué recuerdos.
Tras la avenida Meridiana, el circuito pasaba por la calle Felipe II y recorría el barrio de Navas. Y, después, llegaba a la calle del Fresser y cruzaba el barrio del Camp de l’Arpa del Clot. Del barrio de Navas, me atraían sus casas tipo torre. Del barrio del Camp de l’Arpa del Clot, ya perteneciente al distrito de Sant Martí, la fábrica Costa Font de la calle del Fresser, un edificio racionalista del arquitecto Francesc Mitjans del año 1950. Al caminar ante el edificio, siempre observaba su logrado diseño. En mi caminata de diez días de 2021, hice lo mismo.
Por la calle del Fresser, el circuito llegaba a la calle Rosselló y al distrito de l’Eixample que vertebra la ciudad de Barcelona.
L’Eixample y Les Corts
El circuito atravesaba l’Eixample por las calles Rosselló, Aribau y Londres. En la primera, que lo recorría en parte, se encontraban edificios destacados como el de la fábrica Damm, de estilo ecléctico y obra del arquitecto Joan Massoles de 1905. Al pasar junto a él en el cruce de la calle Rosselló con las calles Dos de Maig y Cartagena, me fijaba en sus detalles artísticos.
Otro edificio impresionante de la calle Rosselló, situado a la altura del cruce con la avenida Diagonal, era la Casa Terradas o de les Punxes, de estilo modernista y obra del arquitecto Josep Puig i Cadafalch, también datado en 1905. Con aspecto medieval y elementos neogóticos, sus seis torres coronadas por agujas de forma cónica son famosas. Al caminar ante el edificio, su belleza invariablemente reclamaba mi atención.
El circuito de la caminata dejaba atrás el distrito de l’Eixample y entraba en el distrito de Les Corts por la avenida Sarrià. Entonces recorría el barrio de Les Corts por la calle Deu i Mata hasta la modernista Casa Can Deu, situada en la plaza de la Concòrdia, obra del arquitecto Eduard Mercader de 1897.
Conocía muy bien Can Deu, tanto por haber vivido en Les Corts durante años como por algunas de mis anteriores caminatas como la de los diez días de 2021 o la de las 1.000 millas de 2017, y no dejaba de cautivarme. Sus estancias y su jardín con vidrieras son una maravilla. Aproveché la caminata para tomarme algún café en el lugar y reponer fuerzas.
Una vez el circuito de la caminata abandonaba el barrio de Les Corts por la calle Mejía Lequerica, este recorría los barrios de la Maternitat i Sant Ramon y Badal, los últimos de Barcelona antes de llegar a L’Hospitalet de Llobregat.
En la entrada del barrio de la Maternitat i Sant Ramon, en el cruce de la calle Mejía Lequerica con la gran vía de Carles III, aparecían los racionalistas Edificios Trade (1965-1971), obra del arquitecto Josep Antoni Coderch. Al pasar por delante de los mismos, me encantaba observar sus fachadas acristaladas de formas cilíndricas.
Después de los Edificios Trade, el circuito entraba en los jardines de la Maternitat, la antigua Casa de la Maternitat i Expòsits. Los edificios de los jardines eran modernistas (Xaloc, Central, Ave Maria, Mestral, Olímpia y Prat de la Riba) y noucentistas (Rosa y Blau) y obra de una larga lista de arquitectos. Al pasar ante ellos, me parecían igual de extraordinarios que siempre. Toda la zona, conocida por haber vivido en Les Corts y por anteriores caminatas, me producía la misma impresión.
Pasado el estadio del FC Barcelona y un par de calles de los barrios de la Maternitat i Sant Ramon y Badal, el circuito entraba en L’Hospitalet de Llobregat, reapareciendo el extrarradio barcelonés.
De L’Hospitalet de Llobregat a Les Botigues de Sitges
El circuito atravesaba L’Hospitalet de Llobregat por las calles Riera Blanca, Santa Eulàlia, Amadeu Torner, Gran Via y Jaume Ventura i Tort. Y, rodeando el Hospital de Bellvitge, llegaba al puente del río Llobregat.
En L’Hospitalet, el circuito pasaba por la modernista Fábrica Trinxet (1905-1916), de los arquitectos Joan Alsina y Modest Feu, y por los rascacielos de la plaza Europa, entre los que destacaban la Torre Realia BCN (2009) y el Hotel Porta Fira (2010) del arquitecto Toyo Ito.
El arquitecto Modest Feu, un clásico de mis caminatas, destacó tanto en el modernismo con sus fábricas de pura arquitectura obrera como en el noucentisme con sus edificios de viviendas de trabajadores. En 2024, le dediqué un merecido artículo.
Cruzado el puente del Llobregat, el circuito entraba en el parque Riu Llobregat, seguía por una pista hacia el sur, entraba en la carretera B-250 que atravesaba El Prat de Llobregat y recorría pistas hasta Gavà Mar.
Ya en Gavà, el circuito transcurría por un paseo marítimo preparado para caminadores, corredores, ciclistas… que acababa incorporando carriles de coches. Al caminar por ese paseo, me tropezaba con deportistas y veía el mar de forma intermitente. Y volvía a disfrutar con él tanto como entre El Masnou y Badalona.
Al final, el paseo marítimo de Gavà Mar se transformaba en el paseo marítimo de Castelldefels al llegar a esa población y el mar Mediterráneo, la playa y las palmeras terminaban por dominar por completo el escenario. Poco a poco, los edificios del lado del mar desaparecían, permitiendo una vista impresionante del Mediterráneo. Una característica del paseo marítimo de Castelldefels que me llamó la atención fue la presencia de deportistas a cualquier hora del día, algo que ya aprecié en mi anterior caminata de diez días de 2021.
A los pocos kilómetros, el paseo marítimo de Castelldefels se transformaba en el paseo marítimo de Les Botigues de Sitges, perteneciente a Sitges, manteniendo una gran vista del mar Mediterráneo, con la playa a la izquierda y palmeras en sus lados.
En Les Botigues de Sitges, se encontraba el Restaurante El Navegante, donde durante la caminata bebía, comía y reponía fuerzas. El restaurante, situado a escasos metros del Port Ginesta, me sirvió para recuperarme de no pocos momentos de gran agotamiento.
De Les Botigues de Sitges a Vilanova i la Geltrú
Una vez dejaba atrás el Restaurante El Navegante, el circuito de la caminata entraba en el Port Ginesta, llegando a la población de Garraf por una pista muy estrecha y en mal estado. Después, transitaba por pistas hasta Casa Vella, desde donde por otra pista llegaba al Camino Sitges-Plana Novella. Por ese camino, transcurría hasta el norte de Sitges. Desde la población de Garraf hasta el norte de Sitges, el circuito se encontraba dentro del parque de El Garraf y recordaba en algunos tramos al parque de Collserola, situado al lado de Barcelona.
Ya en Sitges, el circuito recorría la avenida del Camí Pla, la calle Pruelles, la calle Josep Soler i Tasis, el paseo de Vilafranca y el paseo de Vilanova. En el paseo de Vilanova, me sorprendía gratamente el Santuario del Vinyet. Al pasar junto al mismo, contemplaba su estructura y me venían a la mente las iglesias griegas de los cristianos ortodoxos. El santuario era una maravilla arquitectónica, como otras del interior del Garraf, y su belleza me animaba a seguir por muy cansado o agotado que estuviese.
Superado el Santuario del Vinyet, el circuito proseguía por el paseo de la riera de Ribes, con casas de construcción reciente y buenas aceras, y la avenida del camí del Miralpeix, ya sin casas y con un par de carriles para caminar, correr o ir en bici.
Pasado el golf de Sitges y la zona residencial de Can Girona, el circuito llegaba por pistas a Vilanova i la Geltrú, punto de retorno a El Masnou. El camí del Miralpeix me resultaba agradable por sus vistas magníficas.
Por el camí del Miralpeix, transitaban algunos deportistas en aquellos días de mi larga caminata de seis semanas, en aquellos días de la primavera de 2023. Transitaban devotos del caminar, mientras yo me partía el alma por llegar al final de mi larguísimo reto. Quisiera parar el tiempo y encontrarme siempre como me encontré entonces. Quisiera poder recorrer eternamente los mismos lugares. Me conformaría con lo último. Qué grandes recuerdos tengo de mi caminata de seis semanas de la primavera de 2023. Imborrables.
Althea Gibson (1927-2003) nació en Silver, Carolina del Sur, Estados Unidos, el 25 de agosto de 1927. Su familia trabajaba el algodón, pero a raíz de la Gran Depresión, en 1930, emigró al barrio de Harlem de Nueva York.
Althea Gibson rápidamente empezó a practicar el paddle tennis en la ciudad de los rascacielos y, en 1939, se proclamó campeona de la especialidad de Nueva York. El paddle tennis es similar al tenis, aunque la cancha y la red son más reducidas.
En 1940, un grupo de vecinos de Gibson hizo una colecta para que pudiese jugar al tenis y, en 1941, ella lo agradeció ganando el Campeonato del Estado de Nueva York de la American Tennis Association (ATA), una organización fundada en tiempos de la segregación racial con el ánimo de patrocinar torneos para jugadores negros.
Gibson ganó otros dos títulos de la ATA en 1944 y 1945 y todos los títulos entre 1947 y 1956. En medio de esos triunfos, se convirtió en la primera tenista afroamericana en competir en el Campeonato de Estados Unidos (1950) y en Wimbledon (1951).
En 1949, Althea Gibson ingresó en la Florida Agricultural and Mechanical University (FAMU) con una beca deportiva, pasando a ser miembro de la fraternidad Alpha Kappa Alpha Sorority, la primera fraternidad de mujeres negras de Estados Unidos.
En los primeros años cincuenta, Gibson viajó por varios países, jugó muchos torneos y mejoró como tenista. Esencialmente, fortaleció la confianza en ella misma y en sus posibilidades y los resultados no se hicieron esperar. El factor psicológico es clave en el tenis, debido a la duración y la dureza de los partidos. Su gloria deportiva estaba cerca.
En 1956, Althea Gibson ganó el torneo Roland Garros, convirtiéndose en la primera tenista afroamericana en lograr una victoria en el torneo francés y en un torneo de Grand Slam. Ese año también consiguió los títulos de dobles de Roland Garros y Wimbledon.
En 1957, Althea Gibson ganó el torneo de Wimbledon y el Campeonato de Estados Unidos, siendo la primera tenista afroamericana en conquistarlos. Gibson ganó igualmente el Campeonato de Australia y Wimbledon en dobles y el Campeonato de Estados Unidos en dobles mixtos.
Althea Gibson defendió con éxito al año siguiente sus títulos individuales de Wimbledon y de Estados Unidos, a la vez que ganó su tercer torneo consecutivo de dobles en Wimbledon. Para no variar, fue número uno en el ranking mundial. Sus éxitos la condujeron a ser la primera mujer afroamericana en aparecer en las portadas de las publicaciones Sports Illustrated y Time.
Retirada del tenis competitivo en 1958, Gibson se sintió por un lado contenta por todos sus éxitos, pero por otro dolida por la discriminación racial que había padecido durante años en el mundo del tenis, tanto en Estados Unidos por la segregación racial como en otros países por puro racismo. Añadió a esos dos sentimientos encontrados una frustración personal por no haber servido sus victorias para eliminar el racismo hacia los negros. «Me di cuenta de que mis triunfos no habían destruido las barreras raciales de una vez por todas, como había esperado», declaró.
Alejada de las pistas, Althea Gibson demostró ser muy polifacética. Tuvo relación con la música, el cine, el golf, la política, etc. En 1957, hizo su debut como cantante profesional en un homenaje a W. C. Handy que se celebró en el Hotel Waldorf Astoria New York. Un ejecutivo del sello discográfico Dot Records se quedó impresionado por sus dotes de canto y la contrató para grabar el álbum Althea Gibson Sings, lanzado en 1959.
En ese año, Gibson también coprotagonizó una película de John Ford con John Wayne y William Holden, The Horse Soldiers, en la que se negó a hablar con el acento afroamericano estereotipado que se utilizaba en el Hollywood de aquellos años.
Ya en 1964, Gibson reanudó su actividad deportiva con el golf en la Ladies Professional Golf Association, o LPGA Tour, consiguiendo hasta su retirada en 1978 un puesto 27 en 1966 y una segunda posición en el Abierto de Columbus, Ohio, en 1970. La discriminación racial reapareció en el mundo del golf. Gibson fue excluida de algunos torneos y en otros no pudo entrar en la sede del club organizador por ser negra.
En 1972, la incansable Gibson dirigió el proyecto nacional de tenis móvil de Pepsi Cola, el cual llevó redes y otros equipos portátiles a áreas desfavorecidas de las principales ciudades de Estados Unidos, muchas de población negra.
En 1977, aún tuvo ánimos la polifacética e infatigable Althea Gibson de desafiar al senador estatal del condado de Essex, Frank J. Dodd, en las primarias del Partido Demócrata de Estados Unidos por un escaño, quedando tras él y por delante del asambleísta Eldridge Hawkins.
En esos años, Althea Gibson se casó con William A. Darben (1965) y Sydney Llewellyn (1983), divorciándose de ambos al final sin tener ningún hijo.
A finales de la década de 1980, Althea Gibson sufrió dos hemorragias cerebrales, seguidas de un derrame cerebral. Pudo superarlas, gracias a las ayudas económicas recogidas por su pareja de dobles en las victorias en Roland Garros y Wimbledon de 1956, la tenista judía Angela Buxton.
Gibson sobrevivió a un ataque cardíaco en 2003, pero falleció el 28 de septiembre de ese año al sufrir un deterioro de su salud. Enterrada en el cementerio Rosedale de Montclair, Nueva Jersey, su muerte causó una enorme conmoción.
En un artículo publicado en 1977, el columnista del New York Times William C. Rhoden escribió sobre ella: «Althea Gibson y Wilma Rudolph son, sin lugar a dudas, las atletas más importantes entre las mujeres negras de la historia del deporte… Los logros de Althea fueron los más revolucionarios debido al impacto psicosocial en la América negra… Demostró una vez más que los negros, cuando se les daba la oportunidad, podían competir a cualquier nivel en la sociedad americana».
Tras la muerte de Althea Gibson, la tenista norteamericana Venus Williams, la segunda afroamericana en ganar un Gran Slam después de Althea, también declaró: «Me siento honrada de haber seguido tan grandes pasos. Sus logros sentaron las bases para mi éxito, y a través de jugadoras como Serena y yo y muchas otras que vendrán, su legado perdurará».
Desde los años ochenta del pasado siglo, los reconocimientos a Althea Gibson fueron innumerables. A partir de su fallecimiento, incluso se incrementaron. La lista es larga. En 2012, el escultor Thomas Jay Warren le dedicó una estatua a la tenista en Branch Brook Park, Newark, Nueva Jersey. La estatua reproduce a una Althea en su esplendor con la raqueta en la mano, como si el tiempo se hubiese detenido. Como si el tiempo hubiese decidido no seguir adelante. Ojalá hubiese sido así. En cualquier caso, la estatua eterniza a la tenista. Que perdure. Y que su memoria nos acompañe siempre.
Piotr Bolótnikov (1930-2013) nació el 8 de marzo de 1930 en el pueblo de Zinovkino de la República Autónoma Socialista Soviética de Mordovia, perteneciente a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).
Con cuatro años, perdió a su madre. Y, con doce años, a su padre, el cual falleció en el frente durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) defendiendo a la URSS como comandante del ejército soviético.
En medio de este drama familiar y de las dificultares de la guerra y solo ayudado por la hermana de su padre fallecido, el joven Piotr Bolótnikov pasó penurias, hambre y frío. Aunque, ya en los compases finales de la contienda mundial, en 1944, pudo empezar a reponerse y acudir a la escuela de formación industrial de Krasnoslobodsk.
En 1946, Bolótnikov se trasladó a Moscú para terminar sus estudios y trabajó de electricista. Y, en 1950, fue reclutado por el ejército y marchó a la RDA (República Democrática Alemana), empezando a practicar atletismo. Tras una estancia de cinco años, regresó a la URSS, se dio de baja del ejército y se centró en correr para el club Spartak.
En 1957, Bolótnikov ganó su primer título de 10.000 metros en el campeonato de la URSS, al vencer en un apretado final al entonces campeón olímpico de la distancia, su compatriota Vladimir Kuts. Eso le supuso iniciar un dominio en los campeonatos soviéticos que se extendería durante varios años.
En 1960, Piotr Bolótnikov acudió a los Juegos Olímpicos de Roma con el ánimo de ratificar su excelente estado de forma e hizo historia. Se impuso con autoridad en la final olímpica de los 10.000 metros, derrotando a sus principales rivales y consiguiendo la medalla de oro olímpica. Un oro que resultó un merecido premio a saber superar los años de miseria y hambre, los duros entrenamientos, los reveses competitivos…
El 5 de octubre de 1960, en Kiev, Bolótnikov culminó su gran año olímpico, al pulverizar la plusmarca mundial de los 10.000 metros, dejándola en un tiempo de 28:18.8.
1962 volvió a ser otro año importante en la carrera deportiva de Piotr Bolótnikov. El 11 de agosto de 1962, en Moscú, batió de nuevo la plusmarca mundial de los 10.000 metros, en esta ocasión por menos de un segundo. Y, un par de semanas después, ganó los 10.000 metros del Campeonato de Europa celebrado en Belgrado, la capital de Yugoslavia, quedando también tercero en los 5.000 metros. Al oro olímpico, se sumaban plusmarcas mundiales y un oro europeo.
Bolótnikov coronó el año 1962 afiliándose al PCUS, es decir el Partido Comunista de la Unión Soviética. Siempre había sido comunista y tomó la decisión por pura coherencia ideológica.
Los éxitos deportivos de Bolótnikov poco a poco cesaron y, en 1965, decidió retirarse de las pistas, trabajando a partir de entonces de entrenador en el Spartak y en Argelia.
Entre los años 1980 y 1986, Bolótnikov consiguió ser diputado de un consejo de distrito de la ciudad de Moscú, siendo ese el único cargo relativamente relevante a nivel político que tuvo a lo largo de toda su trayectoria.
Piotr Bolótnikov pasó los últimos años de su vida en su dacha, rodeado de sus medallas y trofeos de otro tiempo, junto a su mujer Raisa, sus hijos y sus nietos. También junto a sus condecoraciones como la Orden de Lenin, que le concedió la URSS en 1960. E hizo deporte hasta el final de sus días.
El 20 de diciembre de 2013, falleció Piotr Bolótnikov con 83 años y fue enterrado en el cementerio Troyekúrovskoye de Moscú, junto a otros héroes soviéticos. El mundo del deporte mostró tristeza por el adiós a uno de los más grandes corredores de fondo de la historia.
Ha pasado más de una década desde esa despedida y la memoria de Piotr Bolótnikov sigue presente. Se podría afirmar que ha permanecido intacta. Cada aniversario de sus gestas, invariablemente se recuerdan. Cada aniversario de sus medallas, su figura toma de nuevo protagonismo. Y es que resulta obligado poner en valor a un corredor excepcional, a un oro olímpico y héroe soviético, que dominó las pruebas de fondo de su tiempo y que es parte de la historia del olimpismo y del deporte del pasado siglo XX. Bolótnikov permanece.
Alain Mimoun, o Ali Mimoun Ould Kacha (1921-2013), nació el 1 de enero de 1921 en el distrito de Maïder en la ciudad de Telagh, Argelia, en una familia árabe y bereber de campesinos muy pobres.
Mimoun fue el mayor de siete hermanos y un alumno aplicado en la escuela primaria. Al terminarla, solicitó una beca para continuar sus estudios, pero las autoridades coloniales francesas no se la concedieron.
Tras ese revés, Mimoun trabajó de obrero de la construcción y en una ferretería y decidió que quería marcharse a Francia en busca de un futuro mejor, lo cual consiguió en 1939 al alistarse en el ejército francés.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Mimoun participó en numerosos combates contra la Alemania nazi y sus aliados, a la vez que inició su relación con el atletismo. Estuvo presente en la campaña de Túnez, en la campaña de Italia, en la invasión aliada de Francia, etc.
Concluida la guerra, Mimoun abandonó el ejército, se fue a vivir a París y empezó a dedicarse en cuerpo y alma al atletismo, consiguiendo, en 1948, su primera gran gesta deportiva. En los Juegos Olímpicos de Londres de ese año, Mimoun terminó segundo en la prueba de los 10.000 metros y se colgó la medalla de plata olímpica.
Un año después, en el Campeonato del Mundo de campo a través, llamado por aquel entonces Cross de las Naciones, Mimoun ratificó su condición de gran campeón al conseguir proclamarse Campeón del Mundo individual y por equipos con Francia.
Ya en 1950, Mimoun siguió con su racha de excelentes resultados. En el mundial de campo a través, volvió a triunfar al lograr ser subcampeón mundial individual y campeón mundial por equipos. Y, en el Campeonato de Europa de atletismo, quedó segundo en las pruebas de 5.000 metros y 10.000 metros.
1952 fue uno de los mejores años de la carrera deportiva de Alain Mimoun. En los Juegos Olímpicos de Helsinki, quedó segundo en las pruebas de 5.000 metros y 10.000 metros, ganando otras dos medallas de plata olímpicas. Y, en el Campeonato del Mundo de campo a través, repitió su actuación de 1949, proclamándose tanto campeón individual como por equipos.
En 1954 y 1956, Mimoun volvió a ser Campeón del Mundo individual de campo a través, consiguiendo también la plata y el oro por equipos respectivamente.
En 1956, antes de los Juegos Olímpicos de Melbourne que se iban a celebrar en otoño, Mimoun tenía en mente lograr el oro olímpico que se le había resistido hasta la fecha. Antes de los Juegos, Mimoun abandonó el islam y se convirtió en católico, supo que iba a ser padre por primera vez y deseó con todas sus fuerzas alcanzar el oro olímpico. Envuelto en esa situación, el 1 de diciembre de 1956 el veterano corredor participó en la carrera de maratón de los Juegos y puso las cosas en su sitio.
Bajo un calor sofocante y teniendo como máximo rival al mítico Emil Zátopek, pasada la mitad de la prueba, Mimoun lanzó un ataque a un ritmo sostenido y se marchó hacia la meta en solitario, cruzándola finalmente en medio de un público entregado. «Cuando entré en el túnel del estadio y salí a la pista, aclamado por 100.000 espectadores, viví los mejores minutos de mi vida»,explicó Mimoun más tarde.
Tras su gesta olímpica, en el Campeonato del Mundo de campo a través de 1958, Mimoun aún pudo proclamarse subcampeón del mundo individual y por equipos. A partir de entonces, quedó en el puesto 34 en el maratón de los Juegos Olímpicos de Roma 1960, ganó alguna medalla por equipos en mundiales y consiguió títulos franceses. En 1966, alcanzó el último.
Después de su retirada del deporte de alta competición, Mimoun se convirtió en una figura de culto y recibió innumerables reconocimientos. En Francia, recibió hasta cuatro premios Legión de Honor. El día a día del corredor a lo largo de su extensa carrera deportiva, sin embargo, había sido muy distinto a la imagen que las autoridades francesas pretendían transmitir con sus premios.
En octubre de 2002 y marzo de 2012, Mimoun reconoció públicamente que, en medio de sus grandes éxitos deportivos, había sufrido unas pésimas condiciones laborales, una vivienda insalubre y hambre en Francia, por no recibir ayudas del Estado francés. Mimoun explicó lo siguiente: «Yo era camarero en un café. No tenía suficiente para comer. Gané cuatro medallas olímpicas mientras vivía en una pequeña casa de dos pisos. Un apartamento de una habitación sin calefacción, ducha ni WC». Mimoun mostraba en sus explicaciones la otra cara de la República Francesa.
Alain Mimoun pasó los últimos años de su vida rodeado de su mujer Germaine y su hija Pascale-Olympe, teniendo al deporte como el centro de sus actividades. Con su corazón dividido entre su Argelia natal y Francia, llegó a la vejez corriendo o haciendo caminata rápida cada día durante 15 km.
Alain Mimoun finalmente falleció el 27 de junio de 2013 a la edad de 92 años en Saint-Mandé, cerca de París, siendo enterrado el 9 de julio de 2013 en el cementerio católico de Bugeat, en concreto en una capilla particular que se había hecho construir tras su conversión al catolicismo. Dejó una larga lista de gestas deportivas y un gran recuerdo entre los aficionados. Fuera de las oportunistas declaraciones de los políticos franceses, la mejor declaración sobre Mimoun tras su fallecimiento la realizó su compañero Michel Jazy. Una declaración que retrataba a Mimoun. «Alain fue un modelo a seguir para mí. Me despertaba a las 5:30 de la mañana para salir a correr y por la noche me obligaba a acostarme a las 20:30», explicó Jazy. Todo dicho.
Ha pasado ya más de una década desde el adiós de Mimoun y su figura ha sido colocada cada vez más en el lugar que le corresponde. Hubiese sido injusto que no fuese así. Hubiese sido injusto que el mejor fondista argelino y francés de todos los tiempos no fuese recordado con la intensidad que merece.
Hoy, medio centenar de estadios de atletismo franceses llevan su nombre. También más de una decena de calles de toda Francia. Justicia, pura justicia histórica.