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Etiqueta: humanidad

Gracias: la palabra más linda

Pbro. Glenm Gómez Álvarez

Estaba concentrado en escribir un texto para la Navidad cuando una tarea doméstica me obligó a detenerme. Me levanté, fui hasta la lavadora, acomodé la ropa, casi automáticamente, y volví al escritorio tratando de no perder la idea. Antes de sentarme, le pedí a Alexa —ese asistente de voz presente en tantas casas— que me avisara cuando terminara el ciclo.

Cuando la alarma sonó, en lugar de decir “stop”, dije “Alexa, gracias”, un lapsus. No lo pensé. Me salió. Y respondió: “Acabas de decir la palabra más linda que la humanidad ha inventado”.

Me detuve en seco. La cabeza me explotó: una idea inesperada acababa de romper la rutina. Una máquina, programada para asistir, incapaz de pensar o comprender como una persona, puso en perspectiva algo profundamente humano: agradecer. Alexa, sin pretenderlo, activó una alarma aún más urgente. Una voz sin alma puso en evidencia lo que, en medio de la prisa, tantas veces olvidamos: la necesidad de agradecer, la urgencia de la gratitud por encima de cualquier tarea.

Vivimos instalados en la exigencia: al calendario le pedimos resultados, a la vida le pedimos explicaciones, a los demás les pedimos respuestas. En medio de tanta presión, el agradecimiento se vuelve un gesto rápido. Pero agradecer no es cortesía: es reconocer que no todo nos pertenece ni está en nuestras manos realizarlo, que no todo lo hicimos solos, que hay cosas que llegaron como regalo, sin haberlas buscado ni negociado.

Quizá lo que necesitamos, en estos últimos días del año, no es tanto hacer balances ni prometer más, sino hacer una pausa y decir con verdad: Gracias.

Convendría entonces preguntarse: ¿gracias por qué?

Dar gracias por haber llegado hasta aquí, incluso con cansancio; por la salud que sostuvo y por la fragilidad que obligó a bajar el ritmo; por quienes permanecieron a nuestro lado y por quienes se fueron, dejando una ausencia que también enseña. Por el trabajo que dio estabilidad o por el desempleo que forzó a replantear el rumbo.

Dar gracias por la palabra dicha a tiempo y por el silencio que evitó un daño mayor. Dar gracias por lo pequeño, eso que no entra en los balances ni en las memorias oficiales: una comida sin prisa, una conversación honesta, una tarde en paz. Dar gracias incluso por lo que no salió bien, porque también allí hubo límite, verdad, aprendizaje. Gracias por lo que duele, y, sin embargo, no nos destruye.

Dar gracias por lo inesperado que nos obligó a improvisar; por las puertas que se cerraron y nos hicieron buscar otras. Dar gracias por las manos que nos sostuvieron cuando flaqueamos y por las veces en que tuvimos que sostener a otros, descubriendo que la solidaridad es real. Dar gracias por las risas que aparecieron sin plan y por las lágrimas que limpiaron lo que no podíamos cargar solos. Dar gracias, incluso, por la incertidumbre, porque nos enseñó a confiar más allá de lo que controlamos.

Resulta desconcertante que una inteligencia artificial —tan eficaz como impersonal— nos recuerde algo que solemos olvidar: que dar gracias es, como la expresión atribuida a Lao Tsé, “la memoria del corazón”. Dar gracias nos desarma de la autosuficiencia y nos devuelve a lo esencial: la vida, antes que un proyecto, es un don.

Tal vez cerrar este año 2025 no consista, desde ya, en prometer más, sino en agradecer mejor. No en multiplicar propósitos, sino en reconocer lo recibido. Decir gracias no como una palabra apresurada, sino como un modo de habitar el tiempo. Repetirla —gracias, gracias, gracias— casi como una letanía que vuelve la gratitud un acto coral, compartido, secularmente litúrgico.

Tenía razón aquella voz sin alma: gracias es una palabra hermosa. Cerrar el año no es exigir más ni multiplicar promesas. Es detenerse, reconocer lo recibido y dejar que la gratitud nos habite.

Decir gracias como la palabra que sostiene la vida. La más linda y más honda. Y, a juzgar por cómo vivimos, una palabra urgente. «Den gracias en toda circunstancia» (1 Tes 5,18).

El Papado en el siglo XXI

Por Arnoldo Mora

La reciente desaparición del universalmente popular PAPA Francisco y la elección, como sucesor, del primer PAPA de origen estadounidense, y que ha escogido el nombre de León XIV, noticias que han acaparado la atención del mundo entero por varias semanas, ha puesto de manifiesto el nuevo rostro de la más antigua institución de Occidente, la Iglesia de Roma; ejemplo en que deberían inspirarse otras organizaciones e instituciones políticas y culturales, que pretendan sobrevivir ante los retos con que la vorágine de la época actual nos desafía. Con el inicio del tercer milenio de la era cristiana, que se caracteriza por una globalización que abarca todos los ámbitos del quehacer humano, el sujeto que constituye la vanguardia de los cambios cualitativos del devenir histórico ya no es ni una etnia ni una «raza», así sea el homo sapiens, ni una identidad cultural o políticamente articuladas, sino la humanidad en su conjunto. La humanidad toma conciencia cada vez más lúcidamente de su «singularidad». Ese sentimiento de unidad repercute en el ámbito de lo político, dramáticamente acentuada por la amenaza de una autodestrucción apocalíptica provocada, ya sea por una guerra termonuclear, o por una crisis terminal de origen ecológica que cause la destrucción de los recursos naturales.

La institución más antigua de Occidente como es el papado romano, heredero, tanto de las culturas antiguas del Mediterráneo, como del Medioevo y del Renacimiento que fueron la fragua de la modernidad, da muestras de una vitalidad que, luego de la Revolución Francesa y durante el siglo XIX, daba signos de decrepitud hasta el advenimiento de León XIII. Desde entonces, el Papado Romano no ha hecho sino crecer en influencia y presencia en la escena mundial. Ahora, con la llegada al papado de dos papas provenientes del continente americano, es decir, de la periferia de Occidente, una vez más en su dos veces milenaria historia, el papado adquiere un inusitado vigor. Por contraste, la crisis (¿terminal?) que afecta a la hegemonía multisecular de Occidente se hace cada día más evidente, como lo prueba la invasión en todas sus fronteras de multitudes provenientes de los pueblos hasta no hace mucho sojuzgados. Occidente vive el mayor proceso de mestizaje de su historia, que no es solo racial sino, ante todo, cultural. Y con ello, sus visiones de mundo se confrontan.

Esas visiones de mundo se han expresado y conservado a través del tiempo gracias al simbolismo religioso. Lo vivimos ahora, aunque de modo dramático, en las guerras del Medio Oriente, es decir, en el lugar donde surgieron las culturas que han configurado a Occidente. Las violentas confrontaciones, que han tenido como escenario la cuenca del Mediterráneo, han mostrado siempre una connotación religiosa, que remonta a inicios del milenio pasado con las Cruzadas. En ese mismo período histórico se dio la división entre las Iglesias de Oriente y Occidente. Siguió luego la división de la Iglesia Occidental con la Reforma protestante, iniciada con el grito de rebeldía de un fraile agustino alemán, Martín Lutero. El primer y trascendental paso para la superación de la división de la cristiandad al más alto nivel, se dio en el Concilio Vaticano II, que mostró un rostro ecuménico en la Iglesia Católica, la mayor y más antigua iglesia de inspiración cristiana.

Las guerras de religión, que han ensangrentado la historia, deben desaparecer; sus líderes deben ser los primeros en dar el ejemplo, sus divergencias se funden y confunden en un abrazo fraterno que borra siglos de distanciamiento. Los muros deben convertirse en peldaños, las fronteras en brazos que se extienden, las culturas en corazones que palpitan al unísono, las religiones en signos que señalan los nuevos senderos que ha de seguir una humanidad que ha entrado de lleno en el nuevo milenio, ese que —esperamos— hará por fin realidad la utopía de la fraternización de todos los pueblos que habitan el planeta.

Repensémonos

Luis Ángel Salazar Oses

Luis Ángel Salazar Oses, «Panga»
panga07@gmail.com

Dentro de doscientos millones de años la deriva continental volverá a unir nuestro mundo, ¿por qué no nos adelantamos un poco y volvemos a unir la humanidad? Nunca como hoy ha sido más urgente hacerlo, nunca como hoy se han dado las condiciones para lograrlo y nunca como hoy lo ha exigido nuestra natural esencia vital cooperativa. Repensémonos.

¿Podemos prescindir de quienes fabrican nuestros zapatos, nuestra ropa, de quienes realizan la higiene de nuestras ciudades, de quienes hacen posible la producción y suministros de los productos agropecuarios y pesqueros que consumimos, de quienes nos suministran la energía eléctrica y hacen posible nuestras telecomunicaciones, de quienes velan por nuestra salud, dictaminan nuestra enfermedades y recetan tratamientos, de quienes nos dotan de las medicinas apropiadas que nos curan, de quienes hacen posible los avances científicos y tecnológicos que hoy ya nos son indispensables, de quienes cotidianamente nos informan de quienes nos educan, de quienes construyen y mantienen nuestros hogares, de nuestros seres queridos…y de los otros, en fin, de los demás seres humanos?

¿Podremos prescindir de las fuentes naturales, de las materias primas de las que en todo aspecto han sido, son y serán los fundamentos de toda civilización humana ayer, hoy y mañana, del aire, del agua, del sol, en fin, de los orígenes de nuestra vital energía? Obviamente no podemos prescindir de nuestros semejantes esto es, de la Humanidad, ni de nuestra Madre Nutricia la Naturaleza, sencillamente porque no somos autosuficientes y, en todo momento dependemos de ambas para estar vivos y, ni qué decir, para desarrollarnos plenamente, por cierto, que, en conjunto o nada.

¿Por qué si somos absolutamente dependientes de las y los demás seres humanos y de la Naturaleza, hoy les tratamos tan mal? ¿Por qué a nuestros semejantes los vemos como reales o potenciales enemigos, separándonos de ellos mediante todo tipo de alarmas y demás protecciones y, a nuestro imprescindible medio ambiente lo envenenamos, lo sobreexplotamos, en fin, lo destruimos tan irracionalmente? En vez de amarnos nos odiamos los unos a los otros y, a nuestra Casa Grande la destruimos por sus bases mismas cotidianamente… ¿Por qué?

Después de un largo proceso evolutivo empezamos a ser humanos pensantes, comprendimos que habíamos alcanzado esta etapa gracias al trabajo que efectuábamos para obtener de la naturaleza de la que proveníamos y que, trabajo mediante, nos daba abrigo, alimentos instrumentos que multiplican nuestros esfuerzo y, que así, seguiríamos mejorándonos infinitamente. Entendimos también que el trabajo realmente impulsor del progreso integral es el humano. Pues bien, pronto empezaron las luchas por los medios de producción y, pronto también, quienes triunfaron entendieron que, en vez de matar a los vencidos, lo mejor era convertirlos en fuente de trabajo a sus servicio, en esclavos. Conclusiones lógicas para ese momento histórico de aún muy precarios medios de trabajo, y proto desarrollo científico y tecnológico que, conforme estos fuesen perfeccionados por los seres humanos, debiesen perder toda vigencia. Pero no fue así, más bien a partir de esas erradas conclusiones. se estableció y, naturalmente con las adecuaciones formales -no esenciales- marcadas por el evolucionar histórico, se mantiene hasta hoy, la división de la Humanidad en dos clases: la de los dueños de los medios de producción -explotadores- y la de quienes carecen de ellos: trabajadores dependientes de un salario y, de una forma u otra, explotados.

Los dueños de los medios de producción acumularon capital, con el que diversificaron sus medios de obtener ganancias -agropecuarias, industriales, financieras, etc., y, mediante el manejo directo o indirecto del poder político, Estado, por ejemplo, y cultural -educación, religión, medios de comunicación, etc., etc.-, se garantizaron su dominio. De esta forma dictaron las tesis de que el ser humano es el rey de la creación y que la competencia sin límites -«hombre lobo del hombre» -ellos son, por cierto, el lobo-, es el estado social natural.

Toda esta autodestructiva locura constituye hoy, en el colmo de la misma, el Sistema Capitalista Neoliberal que actualmente predomina en el mundo y que es Homicida – mata a la Humanidad que somos-, Ecocida -mata a la Madre Naturaleza de la que dependemos esencialmente-, Plutocrático -gobierno de los ultrarricos nacionales y transnacionales-, Cleptocrático -gobierno de los mega ladrones y, Patriarcal, esto es, de quienes se autoproclaman los supremos dictadores -«machos alfa»-, de nuestras normas de convivencia ético jurídicas, cuya hipócrita «super moral» y «legislación suprema», solo sirven para defender el estado de cosas que les conviene como oligarquía hegemónica que son que son. Por esto estamos en la antesala de nuestra desaparición como especie y de nuestro hábitat natural como casa grande. Este absurdo es tal que, gracias a la manipulación que sobre nuestras mentes ejercen hoy sus grandes medios de manipulación ideológica arriba anotados, como víctimas, ayudamos constantemente a nuestro victimario -este maldito Sistema-, a victimizarnos. Por eso nuestro llamado a repensarnos, a entendernos como esencial y absolutamente Humanitaristas, Ecologistas, Demócratas Participativos y Solidarios.

Debemos rechazar frontalmente las antinaturales e irracionales tesis que sostienen las argollas hegemónicas de ciertos países que se autoproclaman «el Pueblo poseedor del «destino manifiesto» o, peor aún, «Pueblo escogido», por inexistentes deidades, para dominar el mundo. Hoy más que nunca debemos apoyar e impulsar, quienes defendemos un mundo de auténticos seres humanos solidarios, esencialmente unidos a nuestra Madre Naturaleza y, conviviendo en medio de una auténtica democracia que solo puede ser participativa, a nivel mundial la defensa, fortalecimiento y ampliación de organismos como los BRICS Plus, que pretenden establecer precisamente un mundo multipolar, fundamentado en el mutuo respeto a la soberanía y autodeterminación de los países y, que fomentan el mutuo apoyo y colaboración a fin de que cada país se desarrolle según lo determine su Pueblo; a nivel regional entidades como la CELAC -unión de los países de América Latina Caribe incluido- y, acá en Costa Rica, al Gran Frente Amplio, conformado por el FA orgánicamente unido con el Pueblo y sus auténticas organizaciones comunales, sindicales, cooperativas. religiosas auténticas, estudiantiles, etc., etc., jamás con los partidos politiqueros que, reformismo más fascismo menos, esencialmente representan camuflada o descaradamente a la Plutocracia Cleptocrática dominante. Repensémonos racional, rigurosa y profundamente y, nos entenderemos como la Humanidad ubicada en el momento histórico preciso para salvarnos como especie, en la medida desde luego en que también salvemos a nuestro medio ambiente, si no entendemos esto y no actuamos en consecuencia, simplemente desapareceremos llevándonos, como la tortuga a su vital caparazón, a nuestro hábitat natural hacia nuestra cataclísmica tumba, Despertar, informarnos, unirnos, organizarnos, empoderarnos, movilizarnos y convertirnos en Poder Popular para luchar, así constituidos, por la paz integral fundamentada en la justicia plena económica, política, social, cultural y ecológica.

El sexo y la aparición de los humanos

¿Qué es eso que llamamos sexualidad?

Juan Jaramillo Antillón

Si la naturaleza, o Dios para los creyentes, no hubiera inventado los sexos, no habría seres humanos como existen hoy.

Charles Darwin definió la evolución como la descendencia con modificación. Desde entonces sabemos que los genes que aparecieron en la antigüedad remota en el planeta Tierra, el ADN y el ARN creadores de todos los seres, comenzando con las primeras células como bacterias, algas, plantas y animales primigenios, “recibieron una orden”: creced y multiplicaos. Esa era una condición sine qua non, es decir, sin eso no hay evolución. Era una condición indispensable para que se dieran y aparecieran todas las especies que han poblado nuestro mundo y, millones de años después, el ser humano.

Nuestras células humanas contienen en su núcleo el ADN que da origen a los 46 cromosomas que tienen todas ellas (excepto los glóbulos rojos, que no tienen). Además recordemos que las células del ovario solamente contienen 23 cromosomas y el espermatozoide, otros 23. Por eso, cuando en la fecundación estos se juntan y entremezclan, aparece ya el óvulo fecundado con 46 cromosomas, que contienen en su interior unos 20 mil genes, dando lugar a un nuevo ser humano con gerencia de los dos. Biológicamente, los humanos se dividen en machos y hembras, según los cromosomas que posean (XX, hembra, o XY, macho).

Pero si hablamos de mujeres y hombres, estos dominan categorías sociales, no exclusivamente biológicas, y caen lo que se llama género, que es una categoría cultural. El sexo, pues, se divide en machos y hembras. Esta es una categoría biológica y las cualidades de esta división han permanecido constantes a través de cientos de siglos.

Parece comprobado el papel fundamental de la conducta innata de la sexualidad en la antigüedad remota, en cuanto a la atracción de los sexos, entre muchos animales inferiores y sobre todo en los superiores, incluyendo los prehumanos y hasta los Homo sapiens, para que se juntaran a convivir un macho y una hembra con el fin de procrear descendientes y conservar así la especie, siguiendo la ley fundamental dictada por los genes. De lo contrario, no existiría la especie humana como la conocemos hoy.

Ayudó en la conservación posterior de la unión hembra-macho, o mujer y hombre, el nacimiento de los hijos. Otro factor muy importante es que, a mayor reproducción, más posibilidad de supervivencia de la especie. Influyen en lo anterior los llamados genes egoístas, reproductivos y altruistas, para influenciar en especial a la madre en cuanto a cuidar y proteger al niño desde que nace, alimentarlo y ayudar a su desarrollo. A su vez, esta proporciona parte de su cuerpo, su matriz y placenta, como medio para que el embrión y luego el feto logre alimentarse, crecer y protegerse por 9 meses. Este papel es crucial e indispensable para el nacimiento de un ser humano. Se observa que el papel de la hembra o mujer es fundamental para la supervivencia del nuevo ser.

Tanto la madre como el niño están sometidos a influencias hormonales especiales, y de otro tipo, recíprocas durante todo el embarazo, que condicionan a la mujer embarazada a aceptar dicho evento y prepararse para proteger a su hijo desde antes de que nace hasta mucho después. Está probado que el cerebro de la mujer embarazada cambia en diversos sitios, algo que se aprecia cuando se realizan resonancias magnéticas y TAC de los cerebros durante el embarazo y hasta dos años después. Todo ello como consecuencia de las hormonas sexuales, la oxitocina y otras más.

Además, en la conservación de la unión hombre-mujer, es posible que tuviera un papel eso que llaman “atracción sexual no biológica”, que con el tiempo se llamó erotismo, o capacidad de una persona de experimentar y dar respuestas a los estímulos que ocasionan el deseo, la atracción y la excitación sexual. Quizás, con algunos otros agregados, eso califica como “amor”, para que finalmente formaran una familia.

Todo esto pasaba en tiempos cuando no había Iglesia, ni sociedad, ni preceptos religiosos o leyes que aconsejaran esta unión para formar una convivencia entre el hombre y la mujer, luego calificada como matrimonio, desde hace más de 4 mil años en los códigos de leyes, como el de Hammurabi de la sociedad sumeria. Este término, matrimonio, se siguió usando para esa unión hasta el presente, y ahora incluso se acepta para la unión de convivencia. En Costa Rica, en el año 2018, la Corte Interamericana de Derechos Humanos aceptó como matrimonio la unión de dos personas del mismo sexo. Por todo lo anterior, ahora se dice que la sexualidad humana es un proceso biológico-social, influido por el tipo de relaciones entre las personas, incluyendo el deseo y la atracción sexual.

La sexualidad humana

Preocupa mucho saber que muchas Iglesias, religiones y credos, que incluso tienen el Antiguo Testamento como fundamento de sus creencias, se opongan o rechacen la sexualidad humana, siendo que en la Biblia, en el libro Cantares, sobre el amor, se haga una apología sobre el amor y la sexualidad del hombre y la mujer.

Al escuchar hablar de sexualidad, mucha gente la interpreta como solamente el conjunto de fenómeno relativos al “instinto sexual y a su satisfacción”. La realidad es que eso es una parte clave y muy importante de algo que es más complejo, pues, además de formar parte de la sexualidad el conjunto de órganos (ovarios, vulva y vagina o testículos y pene), también están los procesos que actúan para que el instinto sexual se exprese. Para que se den pensamientos y acciones sexuales como los que tiene la mayoría de las personas, se requiere la integración del eje corteza cerebral (razonamiento) con el sistema límbico (emociones-pasiones), hipotálamo-hipófisis. También es importante para que se produzcan ahí las hormonas estimulantes, para que se activen y funcionen adecuadamente los ovarios y los testículos, y a su vez estos produzcan las hormonas feminizantes, como los estrógenos y la progesterona, en la mujer, o las masculinizantes, como la testosterona en el hombre, en oportunidad y cantidad adecuadas.

Más que solo hormonas

Visto así, el sexo constituye una característica biológica que define a las hembras y los machos. Es importante, e influye para que la función sexual se cumpla adecuadamente, que existan los órganos sexuales propios de una mujer o un hombre y que “la mente” (el cerebro funcionando), bajo diversos estímulos (internos) neurobiológicos y (externos) factores del ambiente, actúe sobre el embrión y el feto antes de nacer e incluso después. En el primer mes del desarrollo embrionario no hay genitales, ni testículos ni ovarios, solo las llamadas gónadas, que ya comienzan a producir hormonas, ya sea estrógenos o testosterona, según sea niña o niño. Entonces se comienzan a formar, a partir del segundo mes, los ovarios o los testículos y para el tercer mes, los órganos femeninos o masculinos.

Los ovarios producen estrógenos y progesterona en la hembra (mujer) y los testículos, testosterona en el macho (hombre). En la hembra dan lugar a la vulva, la vagina y la matriz y en el macho, al pene, los testículos, la próstata y las vesículas seminales. Durante toda su vida como embrión y feto, tanto el varón como la hembra están bajo el influjo de las hormonas, testosterona el primero y estrógenos y progesterona la segunda.

Durante siglos se aceptó que la sexualidad humana, al igual que en los animales, era instintiva. Como ya vimos, de hecho, este aspecto fue y continúa siendo fundamental para la conservación de la especie humana, sin embargo, ahora se señala que la sexualidad abarca múltiples dimensiones del ser humano y aparte de su sexo natural, se acepta su identidad y orientación sexual efectiva, sus pensamientos y emociones y sobre todo la capacidad de poder expresarse sexualmente en forma libre.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la sexualidad humana engloba una serie de condiciones culturales, sociales, anatómicas, fisiológicas, emocionales, afectivas y de conducta relacionadas con el sexo y que forman parte de lo que somos desde antes de nacer a través de la vida y hasta que morimos. Abarca, pues, al sexo, la reproducción, la identidad sexual, roles de género, el erotismo, la orientación sexual y la identidad que se tenga y está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales (educación, economía, políticos, religiosos, etc.).

La sexualidad a que da lugar este sistema puede verse alterada desde el embrión, si las gónadas o sus genes XY o XX, según sea el niño hembra o macho, desde el primer mes del desarrollo en el útero, son lesionados o modificada su acción por algo, como una infección viral, radiaciones, sustancias químicas, el licor, factores epigenéticos o algún otro factor interno, o externo, etc., dando lugar a cambios en la producción hormonal, en el desarrollo de los órganos sexuales o de su función, o posteriormente, después de nacido, cuando el niño está adquiriendo conocimientos de su género correspondiente, o debido a problemas psicológicos o emocionales causados en su hogar, escuela, colegio, etc. Debemos señalar que, de acuerdo con algunos expertos de este campo, la sexualidad es aún un área de investigación y estudio, pues algunos aspectos biológicos en el campo de los genes, la bioquímica y las hormonas están siendo aún valorados.

¿Y la homosexualidad?

A propósito de género, que anteriormente se dividía entre hombres y mujeres, ahora se aceptan otras categorías, como “transgénero”, o sea, la persona que al nacer, por sus genitales, se le asignó su correspondencia a un género, pero no se identifica con eso, sino con el opuesto, o incluso con ninguno. Parte de la sociedad contemporánea está aceptando que las cualidades masculina y femenina “experimentan cambios” y que por motivos personales estas pueden modificarse. Así es como surge el reconocimiento social actual para la homosexualidad y el lesbianismo, los bisexuales, los transexuales, etc., denominados como grupo o personas LGTBI.

Recordemos que la homosexualidad se da incluso entre insectos y otros animales, incluyendo los mamíferos. Los monos bonobos son un ejemplo de esto, ya que tienen relaciones sexuales no solamente cuando la hembra es fértil, como los otros monos, sino todo el tiempo, macho-hembra, macho-macho o hembra-hembra.

Los estudios científicos de la genética sexual realizados hasta el presente no han demostrado que exista un gen que cause la homosexualidad. Se acepta que algunas variaciones o marcadores genéticos explican solo una pequeña parte del comportamiento sexual entre personas de un mismo sexo, por lo que no es posible predecir una conducta sexual atendiendo solo a esas variaciones en los genes. Sin embargo, se acepta que miles de variantes genéticas distribuidas por todo el genoma humano y sus efectos combinados pueden influenciar importantes cambios y contribuir a modificaciones en la conducta sexual ayudadas con algunas formas de actuar socialmente.

En el mayor estudio realizado, en casi medio millón de personas de ambos sexos, Andrea Ganna, de la Universidad de Harvard de los Estados Unidos, confirma que no existe un gen de la homosexualidad. Las variantes genéticas halladas en esta muestra explican solo una pequeña parte de este comportamiento sexual, poniendo de manifiesto la complejidad de la sexualidad humana. En este estudio, solamente el 4% de los hombres y el 2,8% de las mujeres afirmaron haber tenido relaciones homosexuales. Los investigadores compararon la información proporcionada por 477.522 personas sobre su inclinación sexual, comparada con millones de marcadores del ADN de sus respectivos genomas.

Es importante recordar que la diferencia sexual entre una hembra y un macho (el ser femenino y el ser masculino, entre los humanos) no fue solamente un mecanismo reproductivo de la especie humana para trasmitir la herencia genética a los hijos, sino también una forma para mejor adaptarse al ambiente, gracias a la diversidad genética a que daba lugar. Los genes diferentes aportados por cada sexo permiten soportar mejor los factores negativos del ambiente, que puede lesionar un gen del par de genes iguales, llamados alelos, que tienen todos los cromosomas, pero el heredado del otro padre funciona y evita la aparición de una falla o enfermedad.

Repito, la “diferencia sexual” fue uno de los más grandes avances biológicos en la naturaleza y en el caso del ser humano no se logró por imposición sociales o religiosas. Lo normal, pues, desde el punto de vista evolutivo y biológico, es que la sexualidad se exprese para que una hembra y un macho sean atraídos hasta llegar al acto sexual para tener descendientes y así preservar la especie humana. Sin embargo, consideramos que el derecho a la libertad sexual es un derecho humano, y por eso, la sociedad como un todo y especialmente las familias deben respetar la identidad sexual de cada persona, o sea, cómo cada individuo se identifica, independientemente de su sexo biológico: heterosexual, homosexual, bisexual, etc.

Es importante aclarar que, si bien los hombres y las mujeres difieren genéticamente, anatómicamente y en cuanto a fisiología, y aunque la mente de la mujer también difiere de la del hombre, en cuanto a inteligencia, ambos son iguales, solo con algunas diferencias. La más importante: el papel de madre que la naturaleza le dio a la hembra.

  1. Los estudios científicos no han demostrado que exista un “gen de la homosexualidad”
  2. El ADN y el ARN, creadores de todos los seres, “recibieron una orden”: multiplicaos
  3. La sexualidad a que da lugar este sistema puede verse alterada desde el embrión
  4. A mayor reproducción, más posibilidad de supervivencia de la especie
  5. Ahora la sexualidad abarca múltiples dimensiones del ser humano, aparte de su sexo natural
  6. Durante toda su vida tanto el varón como la hembra están bajo el influjo de las hormonas.
 

Biografía

Ganna, Andrea et al. (2019). “Large scale GWAS reveals insights into the genetic architectore of same-sex sexual behavior”. Science. 29/8/2019.
Jaramillo Antillón, Juan (1997). ¿El sexo débil de la mujer? San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Organización Mundial de la Salud (2006). Defining sexual health Report of technical consultation on sexual health. Ginebra: OMS, pp. 28-31.
Valente, S., Pellegrino, J. A. y Tatti, S. (2021). “Sexualidad y salud sexual”. Revista de la Asociación Médica Argentina, 2/2021, pp. 9-14. Buenos Aires: Asociación Médica Argentina.

Obra de teatro Amelia

Autor: Juan Arguedas Chaverri

Amelia: Mi piel es color naranja, con manchas atigradas, y tengo ojos redondos y amarillos. Me encanta jugar, curiosear, explorar y hacer preguntas. Escuché a mi mamá decir que, al morir, vamos al infierno o al cielo, dependiendo de cómo nos comportemos aquí en la Tierra. Eso de morir y el infierno me da miedo.

Arquímedes: No tengas miedo, Amelia. Aquí en la Tierra, y más allá, solo existe el universo y las leyes que lo rigen todo.

Amelia: ¿De verdad? Mi mamá no sabe de dónde venimos, pero tal vez usted me lo pueda explicar.

Arquímedes: Claro. Somos el resultado de una gran explosión en el universo, que dio origen a la vida en la Tierra. Las personas somos polvo de estrellas que cayó sobre el mar, y ahí surgió la vida en sus muchas formas, incluida la nuestra.

Amelia: ¡Wao! Eso suena increíble, aunque me cuesta entender todo su lenguaje. Entonces… ¡El tener que morir es parte de la vida misma!

Ajq’ij: Así es, Amelia. Nacemos, crecemos, y después morimos. Pero morir es solo una parte más de la vida. Nos han enseñado a temer a la muerte como si fuera algo separado de la vida, pero en realidad, aquellos a quienes amamos nunca se van del todo. Siempre permanecen en nuestras mentes y espíritus. Al morir, dejamos huellas para que otros las sigan si así lo desean.

Amelia: Si todos venimos del mismo polvo de estrellas, ¿por qué hay tantas religiones y dioses? Eso no lo entiendo.

Ajq’ij: Es una gran pregunta. Cuando las personas comprendan que somos parte de un todo, entenderán que la humanidad es más importante que las religiones o los diferentes dioses. Todos venimos de un mismo origen y estamos hechos de las mismas partículas que forman el universo.

Amelia: Ya me cansé de pensar en tantas cosas… ¡Me voy a jugar con mis amigas en el árbol!

El futuro del Amazonas y el futuro de la humanidad

Madre Tierra invita al conversatorio “El futuro del Amazonas y el futuro de la Humanidad”, el cual contará con la presencia del conferencista Jorge Lobo.

Esta actividad se realizará el 13 de junio del 2024 a las 6:30 p.m. en el Centro Cultural de España en Costa Rica, en Barrio Escalante frente a la rotonda del Farolito.

Desintoxicarnos

José Luis Valverde Morales.

José Luis Valverde Morales

¡Adelante!

Las noticias a veces se vuelven tóxicas, repetitivas, cansonas, la vuelta cada día a los sucesos, política, deporte, muchas miserias humanas sentadas en el santuario del hogar.

No es noticia.

En contraste, los acontecimientos hermosos no ocupan, ni parecen tener espacio en los noticieros, la madre o el padre haciendo la tarea con un niño (muchas veces el pequeño más avispado que su progenitor).

Las personas dispuestas desde temprano al jornal honesto.

Tantos detalles de solidaridad, especialmente de aquellos con poco para llevar a la mesa, desprendiéndose de lo escaso para compartirlo con el prójimo.

Nos han hecho creer que las buenas noticias no venden, entonces nos atosigan con las malas.

Ni bueno ni malo.

La historia de la humanidad no es distinta a la del pasado (algunos insisten fue mejor), desconocen la resiliencia de quienes habitamos el planeta.

La eliminación del plástico de un solo uso, es una noticia maravillosa.

El ingenio humano se las arreglará de la mejor manera, gente sirviendo los productos en hojas desinfectadas, materiales de desecho de café, piña, caña, banano, materia prima de innovadores productos.

Hago mío el inmortal verso del enorme Jorge Delio Bravo Brenes (Jorge Debravo).

“A pesar de la muerte y de la guerra, el amor bajo el hombre está creciendo. Os lo juro por todo lo que amo y todo lo que espero”.

¡Carpe Diem! ¡El momento es hoy!

UCR. La educación es la herramienta ideal que fomenta una convivencia pacífica

La Facultad de Educación de la UCR impulsa una agenda temática 2024 centrada en el fomento de la paz desde la educación. Foto Laura Rodríguez, UCR.

24 de enero, Día Internacional de la Educación

En el marco de la Cátedra Emma Gamboa, la Facultad de Educación dedicará este año 2024 a reflexionar sobre la construcción de una cultura de paz

La Facultad de Educación (FE) de la Universidad de Costa Rica (UCR) dedicará el año 2024 a la reflexión profunda sobre la Construcción de una Cultura de Paz desde la Educación con Sentido Humano.

Esto se da como respuesta a los desafíos sociales y globales que requieren un compromiso activo desde la formación de formadores, para contribuir a la construcción de un mundo más justo y pacífico.

Las actividades académicas y de reflexión que se llevarán a cabo a lo largo del año estarán ligadas a este tema, abordando desde las diversas visiones y disciplinas aspectos que promuevan la paz, la tolerancia y la comprensión en nuestras comunidades educativas.

Entre estas actividades destacan las que están enmarcadas en la Cátedra Emma Gamboa que permitirán, mediante el análisis crítico, el diálogo y el aprendizaje, que personas expertas y docentes de las unidades académicas que conforman la FE UCR puedan compartir perspectivas y experiencias, sobre la construcción de una cultura de paz desde lo educativo.

El 24 de enero se conmemora el Día Internacional de la Educación. Foto Karla Richmond, UCR.

La comunidad universitaria y el público en general está cordialmente invitada a participar en estas actividades, que no sólo fomentarán la reflexión, sino que también pretenden abrir oportunidades para promover acciones concretas con el fin de prevenir cualquier forma de violencia en nuestra sociedad.

Como punto de partida se tomará como referencia para este tema, el Día Internacional de la Educación, que se celebra el 24 de enero y que está dedicado por la UNESCO al papel crucial que desempeña la educación y los docentes en la lucha contra la incitación al odio.

Al respecto, la UNESCO organiza una formación en línea para varios miles de docentes de todo el mundo sobre la deconstrucción del discurso del odio, que les proporcionará las herramientas necesarias para detectar, abordar y prevenir mejor los incidentes relacionados con el discurso del odio.

Asimismo, en la Sede de las Naciones Unidas en New York se reunirán ministros, responsables de educación, y educadores de todo el mundo, para debatir sobre el papel central de la educación en la consecución de una paz mundial sostenible.

En un contexto actual que demanda respuestas efectivas, la Facultad de Educación de la UCR extiende su invitación a unirse en este esfuerzo mancomunado, que tiene como objetivo construir un futuro que sea más pacífico y equitativo a través de la educación, y con sentido humanista.

Karol Ríos Cortés
Comunicadora de la Facultad de Educación, UCR

1° de diciembre, Día Mundial de la Lucha contra el Sida: un deber de solidaridad y humanidad

Luis Paulino Vargas Solís

Economista / Investigador CICDE-UNED

El Sida ha sido, históricamente, una enfermedad especialmente cruel. Y cruel por razones que son inherentes a la enfermedad misma, pero, sobre todo, por los estigmas, los odios y los prejuicios que la rodean.

Soy parte de aquella generación -entonces éramos muchachos en nuestros veintes- que, a inicios de los años ochenta, sufrió el embate inicial del Sida. Por entonces se le ponían los motes infames de “cáncer gay” o “cáncer rosa”. Durante los 15 o 20 años siguientes, hasta finales de los noventa e inicios del nuevo siglo, y sin un tratamiento eficaz a mano, muchos murieron. Muchos que conocí, con los que tuve mayor o menor cercanía afectiva, murieron. Fácilmente, podría hacer una larga lista con sus nombres. A menudo expulsados de sus casas, repudiados por sus familias, pero inclusive tratados con repulsión y desprecio en los mismos hospitales. Si lograron encontrar una muerte digna -y no siempre fue así- fue solo gracias a los amigos que les acompañaron hasta su último aliento.

El Sida sigue siendo hoy una enfermedad cruel. Lo es, no obstante que los tratamientos disponibles la convierten en una enfermedad crónica. Quienes viven con VIH, podrían vivir con dignidad, y de forma productiva y disfrutable. Si a muchos se les sigue negando esa posibilidad, es por la incomprensión social, por el estigma y el prejuicio. Y, por ello mismo, hay personas que siguen muriendo, cuando no hay razón valedera para que mueran. Sus muertes, más que fruto de la enfermedad, son producto de la incomprensión y la intolerancia, agravadas, muchas veces, por la pobreza y el abandono.

Y el Sida se sigue hoy propagando, mucho más de lo que sería razonable que se propague. Y ello es así, porque se carece de apropiadas políticas de prevención, porque se sigue eludiendo afrontar los factores que propician su difusión, especialmente en las poblaciones más expuestas y vulnerables, y se sigue eludiendo educar como debiera hacerse.

Se necesitan políticas públicas, educación y concientización. Se necesita, sobre todo, compasión, solidaridad y sentido de humanidad.

Pandemia, ecofascismos y capitaloceno: ¿Es la humanidad el verdadero virus?

El Equipo Asesor Ambiental en línea con el Programa Galardón Ambiental y el trabajo en conjunto con la Escuela de Estudios Generales de la SIA, más el apoyo de la Comisión de Gestión Ambiental de la SIUA en el marco del Programa Bandera Azul les invita a participar del Webinar “Pandemia, ecofascismos y capitaloceno: ¿Es la humanidad el verdadero virus?”, el próximo jueves 2 de junio de 2022 a las 5:00 pm. Se contará con la participación de los expositores:

  • Emanuel Campos Madrigal: Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Costa Rica. Académico de la UCR Occidente y SIUA.
  • Sebastián Miranda Brenes: Máster en Gestión Ambiental y Desarrollo Sostenible por la Universidad La Salle Costa Rica. Docente del INA y de la UCR del Caribe. 

El enlace de inscripción por vía ZOOM lo encuentra a continuación: https://udecr.zoom.us/meeting/register/tZ0kc-igrzgtGNyDwbFmP49VgUWhfzddzOaM