1° de diciembre, Día Mundial de la Lucha contra el Sida: un deber de solidaridad y humanidad

Luis Paulino Vargas Solís

Economista / Investigador CICDE-UNED

El Sida ha sido, históricamente, una enfermedad especialmente cruel. Y cruel por razones que son inherentes a la enfermedad misma, pero, sobre todo, por los estigmas, los odios y los prejuicios que la rodean.

Soy parte de aquella generación -entonces éramos muchachos en nuestros veintes- que, a inicios de los años ochenta, sufrió el embate inicial del Sida. Por entonces se le ponían los motes infames de “cáncer gay” o “cáncer rosa”. Durante los 15 o 20 años siguientes, hasta finales de los noventa e inicios del nuevo siglo, y sin un tratamiento eficaz a mano, muchos murieron. Muchos que conocí, con los que tuve mayor o menor cercanía afectiva, murieron. Fácilmente, podría hacer una larga lista con sus nombres. A menudo expulsados de sus casas, repudiados por sus familias, pero inclusive tratados con repulsión y desprecio en los mismos hospitales. Si lograron encontrar una muerte digna -y no siempre fue así- fue solo gracias a los amigos que les acompañaron hasta su último aliento.

El Sida sigue siendo hoy una enfermedad cruel. Lo es, no obstante que los tratamientos disponibles la convierten en una enfermedad crónica. Quienes viven con VIH, podrían vivir con dignidad, y de forma productiva y disfrutable. Si a muchos se les sigue negando esa posibilidad, es por la incomprensión social, por el estigma y el prejuicio. Y, por ello mismo, hay personas que siguen muriendo, cuando no hay razón valedera para que mueran. Sus muertes, más que fruto de la enfermedad, son producto de la incomprensión y la intolerancia, agravadas, muchas veces, por la pobreza y el abandono.

Y el Sida se sigue hoy propagando, mucho más de lo que sería razonable que se propague. Y ello es así, porque se carece de apropiadas políticas de prevención, porque se sigue eludiendo afrontar los factores que propician su difusión, especialmente en las poblaciones más expuestas y vulnerables, y se sigue eludiendo educar como debiera hacerse.

Se necesitan políticas públicas, educación y concientización. Se necesita, sobre todo, compasión, solidaridad y sentido de humanidad.