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Etiqueta: imperialismo

Trump y el intento por devolver al imperio su grandeza

Rafael Angel Ugalde

 

Ya había dado por terminado el “trauma” Trump, pero los excelentes análisis de todos ustedes despertaron algunas ligeras líneas filosóficas que lleva a eso: sacar a flote lo que está oculto en lo que nos parece evidente, en medio del aire navideño (un poco contaminado en San José).

Comienzo diciendo, que para ver el declive del imperialismo yanqui, no hay que perder de vista los otros declives de los otros imperialismos que antecedieron al norteamericano y al que se levanta en Europa como comunidad, que guardan sus similitudes esenciales, sí dejamos al margen las características formales de las que me aparto por ahora.

1- Corríjanme si no es cierto: El imperio Otomano, Austro-húngaro, Romano, entre otros, se cayeron cuando el poder político y militar comenzó a dispersarse. Los factores principales de esta dispersión del poder fueron: el aumento demográfico, la ampliación del comercio fuera y dentro del imperio, que aumentaron las contradicciones de clase como consecuencia de acumulación de bienes (dejo al margen las formales porque ya muchos han mencionado la corrupción, el deportismo, tráfico de influencia.). Viendo que las guerras para apoderarse de los mercados había sido una torpeza táctica y estratégica fue que Diocleciano prosiguió la división burocrática (administrativa, le llaman algunos juristas) del Imperio que venía de años atrás, y Teodosio, en un intento desesperado por cohesionar el poder disperso, repartió entre sus hijos Arcadio (Oriente) y Honorio (Occidente) el amplio Imperio que se resistía a tocar suelo.Para entonces el “Imperio profundo” ya no podía con las contradicciones sociales, militares y económicas, profundizadas por el cristianismo; y es entonces que se recurre a imponer en el trono, como gran esperanza, a un Constantino que ideologiza el cristianismo para salvar la propiedad privada, la acumulación de los bienes de las élites sacerdotales, militares, comerciantes, entre otros, (los cristianos abogan por vivir y producir en comunidades) y sobre todo, ofrecer Constantino un panorama idealista de la cotidianidad, estructurado por figuras “divinizadas” (toda divinidad es creada por los hombres) que hacen difícil ver egoísmo donde hay acumulación; la inmoralidad se esconde muy bien en los renovados sacramentos reinventados por los maestros de la ley y la clase sacerdotal y Jesús, el hombre nacido en Palestina, que no es cierto naciera en las condiciones que tradicionalmente nos vendieron, propaga la paz con justicia y amor para construir un reino distinto al de los romanos, pero acá en la tierra, necesita ser presentado por esas élites como Jesucristo (el ungido), que aboga por nosotros ante el Padre que nadie conoce y vende la promesa de un reino nuevo vacío, lejano, hipócrita para los creyentes, pero riquísimo en bienes muebles e inmuebles salvados por las élites en este reacomodo que se venía y ya era inexorable frente a la fragmentación social en Occidente o Oriente.

2- Los “Estados Unidos” profundos se fragmentaron. Las guerras imperiales por rutas comerciales, mercado y energía de todo tipo resultaron carísimas en Afganistán, Irak, Libia, Siria, Ruanda, Tunez, entre otros. Aunque esas guerras imperialistas han contando con el apoyo en el campo bélico con nuevos aliados del imperio, que añoran ser imperio o volver a los viejos tiempos imperiales, no han obtenido de su industria de la muerte, la marginación, la inequidad y la exclusión, los beneficios esperados. Por el contrario, para hacer frente al hueco fiscal que estas guerras de agresión provocaron, el fisco estadounidense ha tenido que vender bonos. Y China los ha comprado, por aquello de que el imperialismo quiera acusarlos de manipuladores de divisa o como en el viejo Oeste, cuando mi palabra era ley. Recientemente los chinos (viernes por la noche) dijeron que ellos no veían problemas si los Estados Unidos o Europa comunitaria no querían firmar un tratado transpacífico, pues habían otros países con riveras en el Océano Pacífico que querían un tratado equilibrado. De esta forma, el conservadurismo o proteccionismo – ponga el nombre que quiera- renuncia de cierta manera a controlar por si mismo las rutas y los mercados internacionales. Vuelven la mirada a su mercado interno y a los sectores que los tratados de libre comercio los ha empobrecido. Si bien Obama mejoró su economía en el sector servicio, creó empleos en las grandes urbes; lo anterior no resultó suficiente para una clase media gringa que se siente abandonada por la clase política instalada en la Casa Blanca en los últimos 12 años.

3- Si uno ve como Trump rompió el llamado cinturón de Estados demócratas, puestos a prueba en los últimos 20 años, nos damos cuenta que son blancos agricultores, clase media que no han tenido los beneficios que los demócratas habían prometido a todos con el libre comercio, los que dieron el triunfo a un millonario pragmático y alejado de la clase política tradicional. Son la estirpe blanca, conservadora, que salió a votar con el concurso de un sin número de minorías étnicas fragmentadas, como consecuencia de una fragmentada sociedad gringa que ve en Trump el hombre que puede recomponer el despedazado mosaico gringo. Ahora bien, dentro de este conservadurismo y evocación a las raíces estadounidense, se esconde, obviamente, un proceso de fascismo que puede asombrarnos porque el renacimiento de éste, aunque no es nuevo, ha estado lejano de nosotros, de nuestra América, en la forma tan cohesionada en que surge ahora en Francia, Gran Bretaña, Polonia, España, República Checa, Alemania, Ucrania, entre otros. Al ir fracasando un mundo unipolar y luchar los pueblos por nuevas formas de convivencia, de justicia, de autodeterminación, estos regionalismos fascistas tratan y tratarán de imponer en cada uno de sus países su visión de mundo, de ahogar a sangre y fuego las conquistas alcanzadas por los pueblos (Brasil, Paraguay, Argentina, Perú y ahora Trump que aboga por desaparecer el Obamacare en el campo de la salud). En una segunda etapa, este fascismo que presenta características singulares, dependiendo de cada región que domina, enderezará todos sus hierros contra quienes se atraviesen en su camino en su afán de cohesionarse como única verdad global, como único juez global, como único gobierno, siempre y cuando lo permitamos. Esto explica el cerco militar y económico de la OTAN contra la Federación rusa, el nuevo enfrentamiento de Irán- USA que ya vislumbró Trump como concesión a Israel, las amenazas contra Filipinas por desistir de la ayuda militar gringa, la aglutinación militar y económica que se hace con Corea del Sur y Japón contra China y Norcorea.

4- Sostuvimos que la elección de Trump, a semejanza del imperio romano, es un desesperado intento de las clases tradicionales por devolver al imperio yanqui su grandeza, dentro de un mundo poblacional en crecimiento, dominado por la intranquilidad alimentaria al disminuir las tierras de cultivo, el agua potable, el oxigeno de calidad; un mundo que desde mediados del siglo pasado la petrolización de Occidente nos retrasó como seres humanos y nos amenaza como especie, supuestamente, pensante. Cierto que a lo ancho y largo del planeta los banqueros y las élites del poder quieren transmitirnos sus preocupaciones avasalladoras, porque las encuestas se equivocaron y su dictadura mediática universal sufrió un revés; mas lo cierto es que nuestras preocupaciones, al menos la mía, no es la misma que la de los banqueros de las distintas bolsas de valores radicarían en luchas muy concretas: paz dinámica, que no es la misma que la romana; respeto a la autodeterminación; democracia sí, pero participativa, y el reclamo irrenunciable ante toda clase de élite, del derecho irrenunciable a reconquistar la dignidad, tanto como persona y como pueblo, que nos han robado en este nuevo modo de esclavitud; por encima de sí, el nuevo emperador de la Casa Blanca es mal hablado, mujeriego o le gusta escamotear impuestos, que ya de por sí es grave, pero no tanto como esclavizarnos.

 

Imagen con fines ilustrativos tomada de movimientopoliticoderesistencia.blogspot.com

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Occidente: reconocer al otro

Arnoldo Mora

 

Dos hechos recientes considerados “históricos”, cuya trascendencia por sus repercusiones a futuro va mas allá de la conmoción que en lo inmediato provocan, están muy alejados en la geografía y, sobre todo, en su naturaleza. Uno es esperanzador porque abre espacios al diálogo político. El otro es espernible porque manifiesta el lado más oscuro de la política actual. Ambos reflejan dos maneras absolutamente opuestas de hacer política.

En el primer caso me refiero a la visita de Obama a La Habana. Cuba se ha convertido, como dice el Papa Francisco, en un centro mundial de diálogo político ejemplar, haciendo realidad lo que el primer papa en visitarla isla, Juan Pablo II, dijera luego de ser recibido tanto por las máximas autoridades políticas, como por las multitudes, con estas premonitorias palabras:”Que el mundo se abra a Cuba para que Cuba se abra al mundo”. Esta apertura no ha sido fácil, porque implica el reconocimiento del derecho a ser diferente; cosa que la Cuba revolucionaria se ha ganado al demostrar ser un pueblo libre y soberano, que no dialoga sino en condiciones de igualdad y dentro del marco del más absoluto respeto al derecho internacional. Obama lo reconoció al afirmar que el pueblo cubano y solo él tenía el derecho inalienable de decidir su propio destino. Un reconocimiento que la Patria de Martí y Fidel se ha ganado por su indoblegable dignidad que le ha valido el respeto universal. Cuba ha demostrado estar dispuesta a hablar de todo y con todos, pero siempre de pie, sin doblegarse ante nada ni ante nadie. Porque Obama lo ha reconocido, fue recibido no como un enemigo, a pesar de que el Estado que él representa, mantiene el bloqueo que el propio Obama repudia, y las leyes Helms-Burton y Torricelli que, por violar los más elementales principios del derecho internacional, han sido objeto de repudio universal, incluso de sus aliados como Canadá y Europa. Dentro de este contexto, se debe considerar que la visita de Obama a Cuba se inspira en el más elemental realismo político, dado que en las Naciones Unidas el bloqueo ha sido unánime y reiteradamente condenado y en lo propios Estados Unidos más de un 56% de la población aprueba el restablecimiento pleno de las relaciones con la isla. Otro tanto creen un creciente número de políticos de los dos partidos mayoritarios y hombres de empresa de los más diversos sectores de la economía yanqui, como el turismo y las compañías de aviación, la agricultura, la industria farmacéutica, el mundo cultural y deportivo.

Sin embargo, el sesgo imperial del discurso de Obama no puede soslayarse, ya que llama a olvidar el pasado; lo cual nos hace pensar que el apoyo total que su país ha dado a las oprobiosas dictaduras en el mundo entero, incluida la de Batista cuyo rechazo por parte del pueblo cubano dio origen a la revolución, Obama lo ve como una política de presidentes y gobiernos del pasado y no como una política de Estado todavía vigente. Pedirle a las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina, que olviden el apoyo irrestricto que la Casa Blanca le dio a la dictadura argentina, es como pedirle al pueblo judío que olvide la responsabilidad de los nazis en el holocausto, o a la población afrodescendiente de Estados Unidos (de donde vienen Obama, Michelle y sus hijas) que olviden la esclavitud y la discriminación de que han sido objeto en la flamante “democracia” gringa. Semejante propuesta de Obama es más que una torpeza: es una aberración. Mientras un presidente de Estados Unidos no pida perdón en su condición de jefe de Estado por estos crímenes y genocidios, hay motivos para seguir considerando a los Estados Unidos como el último y más sangriento imperio de Occidente. Y eso no es de ahora; remonta a los inicios mismos de la Independencia de ese país, cuando Monroe promulgó su tristemente célebre doctrina, lo que se hizo realidad en la generación siguiente, cuando le arrebataron a México, su vecino más inmediato del Sur, la mitad de su territorio (2 millones de kilómetros cuadrados).

La otra noticia que sacudió al mundo, esta vez en forma negativa, han sido los atentados perpetrados por el Estado Islámico en Bruselas. El terror ha puesto en alerta a la humanidad entera. Las causas de esta espeluznante realidad se encuentran en el menosprecio que han hecho las potencias occidentales del derecho internacional por cálculos geopolíticos para explotar el petróleo. Pero Cuba señala el camino a seguir: diálogo político dentro del marco del respeto al derecho internacional. Solo así se logrará una paz duradera para que los pueblos puedan tener sueños de progreso y no pesadillas de horror.

 

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