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Etiqueta: indiferencia

La indiferencia social

Juan Huaylupo Alcázar

La indiferencia aparece como la incomunicación entre actores implicados socialmente, lo cual puede ser interpretado como una relativa ruptura creada artificialmente por actores que crean barreras que no son arbitrarias. El carecer del apego a alguien o situación particular, no es característico del ser social, que valora, actúa y es consecuente en sus relaciones cotidianas. Imaginar una indiferencia a todo, es la negación a la propia existencia humana, como individuo, ciudadano y ser social, sin duda sería una extrema patología, una muerte en vida, un sujeto convertido en objeto, sin capacidad de valorar ni reflexionar.

La indiferencia es originada externamente, creada por determinaciones culturales, grupales o ideológicas, que se encubre en una aparente indiferencia. Esto es, revela la separación, la diferenciación del pensamiento, condición social, etc., no es sobre lo desconocido o ignorado, sino sobre lo conocido y despreciado. Es la evidencia de la toma de posición sobre aspectos que se asumen no tener interés porque lo comprometen como sujeto social, sin ser desconocimiento de lo existente.

La abstención intencional al establecimiento de determinadas relaciones o estar inmersos en situaciones indeseadas, son valoraciones separatistas, excluyentes o antagónicas aprehendidas en contextos particulares que ubican a las personas con afinidades e identidades grupales, estamentales o clasistas en la heterogeneidad social.

La indiferencia posee una implícita relación de poder entre los actores, pues es excluyente la decisión de ignorar, desoír o despreciar el pensamiento y acciones de los otros, pero también expresa la imposibilidad de desaparecer lo que perturba o disgusta. Esto es, la indiferencia no es arbitraria, representa una posición e intencionalidad específica entre los sujetos en interacción no armoniosa que trasciende la actuación de los actores, para comprometer al contexto societal.

La sociedad capitalista ha configurado un espacio individualista de competitividad y explotación asociado con procesos de corrupción y violencia con formas jurídicas desiguales e inequitativas. Asimismo, ha conformado mafias asociadas con el sistema financiero y el poder estatal para los sistemáticos despojos de la riqueza social, así como las democracias se convierten en dictaduras de propietarios y delincuentes. Procesos que han creado medios insolidarios y de desconfianza que liquidan las formas culturales éticas de solidaridad y cooperación colectiva. La desigualdad inherente del sistema, es la impronta de las diferencias sociales, racistas y segregacionistas que promueven separaciones intolerantes e indiferentes en un sistema que lo incentiva, como función reproductora de poder y dominio. Esto es, el contexto contemporáneo es el ámbito propicio donde se inscribe la indiferencia, como una forma aparente de ignorancia y temor social ante la inseguridad delincuencial, legal, económica y estatal.

Alejarse o aparentar indiferencia ciudadana es una alternativa para no ser visto como adversario o enemigo por poderes o posiciones intolerantes y violentas que no aceptan discrepancias, visiones alternativas ni plurales.

La indiferencia y cinismo del poder clasista no ignora la condición de los subalternos, por el contrario, son causantes de su situación. La intolerancia política crea indiferencia y miedo ante la impotencia e imposibilidad de desafiar o liquidar a los otros.

En la unilateral y desigual violencia totalitaria, o del monopolio represivo del Estado, como del control y dominio privado del aparato estatal, no solo son transgresiones del Estado Social de derecho, también liquida todo vestigio de democracia y organicidad social y política. El miedo y el totalitarismo convierte a las víctimas en cómplices e incluso en victimarios contra su pueblo. Esas viejas prácticas terroristas son comunes en los delincuentes para anular, aislar y asesinar testigos, así como, en la represión privada contra trabajadores que temen el despido, la desaparición o ser víctimas del sicariato, o la represión estatal que intencionalmente aprisiona y asesina inocentes para amedrentar a opositores y poblaciones indefensas. Procesos que no están aislados, se relacionan y complementan en la crítica cotidianidad en más espacios latinoamericanos.

En ese contexto, tan peculiar en el presente, la indiferencia social es aparente, el no importar sobre lo que acontece, es una máscara que oculta lo que se conoce, no se cree o teme. La indiferencia está determinada por la desigualdad, la diferenciación y el distanciamiento social, como también por la acción de poderes autocráticos que inciden y promueven el aislamiento de las personas y grupos. El totalitarismo crea indiferencia de la cual se nutre, además de encubrir su despotismo, ante una aparente aceptación, sin oposición.

“La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador, es la materia inerte en la que a menudo se ahogan los entusiasmos más brillantes, es el pantano que rodea a la vieja ciudad y la defiende mejor que la muralla más sólida, mejor que las corazas de sus guerreros, que se traga a los asaltantes en su remolino de lodo, y los diezma y los amilana, y en ocasiones los hace desistir de cualquier empresa heroica.
La indiferencia opera con fuerza en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad, aquello con lo que no se puede contar, lo que altera los programas, lo que trastorna los planes mejor elaborados, es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y la estrangula.” (Gramsci, 2017: 19).[1]

La inacción de los indiferentes forma parte del contingente social que permite la continuidad del poder y del mantenimiento del statuo quo, pero en el sistema son otros muchos los actores subalternos que lo sostienen y alimentan. Un sistema totalizante como el capitalista ha creado una inmensa red de procesos de subordinación formal y real del trabajo que genera riqueza que es privatizada, así como en las desiguales relaciones mercantiles que contribuyen a la reproducción de la polaridad e iniquidad social, procesos en cual están insertas gran parte de las naciones occidentales.

De este modo, las afirmaciones expresadas mucho antes de David Ricardo, que son los trabajadores la fuente de la riqueza y poder, se confirman por doquier. Así, en las labores productivas, la riqueza empresarial es creada por quienes desprecian, odian y explotan; o de los trabajadores privados y del Estado que son compelidos a envilecer los servicios públicos y financieros que violentan derechos sociales; o de magistrados que interpretan leyes en beneficio propio y dictaminan resoluciones contra la letra y espíritu de la Constitución y validan leyes indignas; o los profesionales en salud pública que violentan el juramento hipocrático y se coluden corruptamente cuando atentan contra la salud y vida ciudadana; o los militares, como en el Perú, que ciegos y obedientes, violentan su propia constitución y existencia, asesinando a quienes defienden los intereses y derechos sociales y nacionales.

Las necesidades de subsistencia de los subalternos, son los medios para que los propietarios del capital y el Estado, manipulen el trabajo y los trabajadores para crear colaboradores y cómplices, así como indiferentes, aun cuando son los subalternos del mundo quienes sostienen el sistema imperante.

La indiferencia y cinismo del poder clasista no ignora la situación y condición de los explotados, por el contrario, son sus intencionados causantes. La pobreza es el medio para someter y dividir salarialmente a las poblaciones trabajadoras, así como la indiferencia estatal es protagonista de la creciente desigualdad social al liquidar las políticas públicas y privatizar los servicios públicos y recursos nacionales. La práctica estatal totalitaria obstruye y niega a los trabajadores el pensamiento y la actuación propia y original, para ser obligados a asumir como propia la del poder. La indiferencia creada por el poder despoja a las personas de lo propio, de su identidad social para subordinar totalmente del sujeto colectivo.

La indiferencia social del poder es un absurdo, imaginar que los gobernados son ajenos del gobierno, es una concepción totalitaria y de ignorancia extrema de un poder que se cree omnipotente, capaz de dominar y explotar eternamente. La ilusa e impotente autosuficiencia totalitaria, cree poseer las capacidades para sacrificar eternamente derechos sociales y nacionales para beneficio propio, clasista y de cómplices. En la historia de la humanidad ningún poder totalitario ha poseído tales capacidades ni han perdurado. Los anhelos democráticos de los pueblos liquidan los sistemas autoritarios.

[1] Palabras duras, pero están descontextualizadas, el breve escrito de Gramsci fue elaborado en febrero de 1917, hace más de un siglo, tiempo y situación muy distinta al presente, citado para la reflexión ante la creciente indiferencia en el presente globalizado. (Odio a los indiferentes. Editorial Planeta).

Juventudes y sindicalismo

Carolina Zúñiga Castro
10 de mayo del 2024

Carolina Zúñiga Castro, ANEP.

El pasado abril del presente año fui electa por las juventudes de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP) como presidenta de la seccional para que les represente, por lo que acepté bajo juramento al lado de mis compañeros y compañeras y esto me lleva a sentir una gran pasión, compromiso y entusiasmo.

Pienso que este puesto tiene muchos retos ya que no solo es la imagen de todas la juventudes anepistas, sino que es parte de un eslabón fundamental para la representación de la democracia costarricense, sin ese eslabón como lo son las juventudes, la estructura en algún momento puede caer, porque si somos el futuro y también somos el presente; hago mención de esto no solo para el movimiento sindical sino también para cualquier grupo organizado de ciudadanos que desee que sus legados y sus organizaciones sobrevivan.

Ahora bien, no hablamos de juventud sino de juventudes, porque hay muchas formas de ser joven con vivencias y experiencias, realidades en sí, en esto influye lo económico, demográfico, cultural entre otras características sociales y que como personas jóvenes nos estamos refiriendo aquellas personas entre los 18 a los 35 años.

Las juventudes queremos que escuchen lo que tenemos para decir, que nos tomen en cuenta, en lo político y en lo laboral, que el adultocentrismo deje los estigmas sobre que tenemos falta de experiencia y de interés, que no sabemos lo que estamos haciendo, o en otros casos me han dicho que gracias a los jóvenes el país está como está, pero eso no es así, no toda la responsabilidad cae en nosotros, queremos espacios inclusivos a todas las juventudes.

Y retomando lo dicho anteriormente, sobre que cualquier organización de ciudadanos que no desee fenecer podría tomar en cuenta lo siguiente, y mi opinión al respecto, es que deberían de tomar más la participación de las juventudes en sus espacios y considero que el Papa Francisco mantiene esa visión, ya que el 14 de noviembre del 2023 en Lisboa tuvo un acercamiento con las juventudes cristianas y en su discurso se indicaba: “Pidió a los jóvenes que den esperanza, que sean expresión del amor de Dios, que hace nacer la alegría y la esperanza, incluso allí donde parece imposible, que sean esperanza para tantos compañeros afligidos por las guerras, el acoso escolar, la depresión. Insta a chicos y chicas a alimentar la confianza a través de opciones de vida concretas. Empezando por el buen uso de las redes sociales: «Es más fácil compartir malas noticias, que publicar cada día una palabra de esperanza». La invitación a «no dejarse contagiar por la indiferencia y el individualismo». Este extracto fue tomado de la página vaticannews.va

En este discurso el Papa nos sienta una responsabilidad como jóvenes líderes, que trabajemos por la justicia social y claramente la esperanza para quienes sienten no tenerla.

Cierro mencionado una frase de Martin Luther King “I have a dream” en español “Yo tengo un sueño”.

El acertijo del mono

Alberto Salom Echeverría

Un mono no ve, aunque tiene ojos que miran. Otro no escucha, si bien tiene plenitud de condiciones para hacerlo, porque no quiere oír. El tercero no habla, sabe hablar, pero se le disipan sus interlocutores, dada su propia incapacidad para empatizar con cualquiera de ellos. Es un acertijo en el que, al final la suma de todos deviene en un mono que ya no es de su género, porque no quiere ver lo que ve, ni escuchar lo que oye, tampoco desea hablar, por lo que se ha sumergido en el solipsismo de la incredulidad, del escepticismo destructivo, en la indiferencia y hasta en el odio. Al final es un mono abrumado que se consume dentro de sí mismo.

Sé bien que hay monos que aun teniendo un poco de todo eso, son solidarios, capaces de dar la vida por un hijo, o por otro mono. Hay de todo.

Pero en esta caricatura y en gran parte de la realidad de hoy, ni la ciencia tiene cabida en estos monos, hasta las sensaciones son privadas, estrictamente subjetivas; los monos prefieren callar antes que confrontar con harta frecuencia la realidad de la sinrazón de sus palabras.

En el solipsismo del siglo XXI, el sufrimiento de vivir en sociedad y tener que someterse a las reglas, no se soporta. Por eso, las más de las veces el mono se transforma en un neurótico invivible, que siempre quiere tener la razón, aunque sea para sí mismo. O al menos, pasar inadvertido, o a lo sumo ir como sobre ascuas, o sobre las olas, mejor no profundizar en nada, callar, quedar sumergido en la mediocridad de la masa indisoluta.

¿Qué pasa con las guerras, dónde hay muertes de niños inocentes? ¿Qué con el calentamiento global que amenaza la propia vida? ¿Y el hambre? ¿Y la desnutrición? ¿La desigualdad entre las naciones y en la sociedad? ¿Qué con la matanza de niños en una escuela o colegio a propósito de nada, o más bien de todo? ¿Acaso nada existe? Es mejor negarlo todo, al cabo es un invento de algunos otros, para crear disturbios con propósitos inconfesables. ¿Y la ciencia? No, ella no prueba nada, todo es relativo, salvo aquella expresión de que lo único cierto es que todo es relativo… Al final, el acertijo del mono egocéntrico, egoísta, intolerante, introvertido es una gran parte del ser humano del siglo XXI, con su celular al lado ¿Será?

Indiferencia «Cristiana»

Freddy Pacheco León

Al no estar prohibida la importación de petróleo ruso hacia Europa, la petrolera Shell hizo un gran negocio comprando gigantescas cantidades a precio «de oferta», para sus ventas de combustible en Europa a precios especulativos. Ahora India está en conversaciones con los rusos para aumentar la importación de petróleo, también a precios ventajosos. Así, continúa fluyendo el petróleo ruso, pese a las sanciones que están golpeando fuertemente la economía del Kremlin.                    

Triste realidad que generalmente se asoma cuando nuestros «intereses personales inmediatos» nos hacen desviar la mirada para no «ver» el sufrimiento de los habitantes de una nación en guerra. De esos millones de niños, ancianos y mujeres que abandonan sin rumbo conocido, sus hogares, sus barrios, sus vivencias, en su afán de salvar sus preciosas vidas, solo protegidos por Dios.

Y los costarricenses no somos la excepción; aunque no compramos combustibles rusos, para algunos compatriotas es más importante el valor del litro de gasolina, que cualquier otra noticia derivada de la guerra. Por ello la ¡gran noticia! que algunos están celebrando, es el circunstancial precio del barril de petróleo menor a US$100. Mientras siga bajando, pues que se sigan dando las penalidades en ese lejano y desconocido país, parece ser la posición «cristiana» de algunos, de los que quizá se han apresurado a firmar una carta de protesta contra la invasión que les llegó a su celular… 

La indiferencia y la falta de solidaridad con un ser humano se presentaron de manera cruda y real

José Luis Pacheco

La noticia sobre la muerte por hipotermia, es decir, de frío, del fotógrafo suizo René Robert, es un lamentable reflejo de lo que vivimos como sociedad. Este ser humano que caminaba por una acera en Paris, Francia, se tropezó y se cayó y pasó nueve horas en la acera sin que nadie le ayudara. Nueve horas tirado en la acera, desde las 9 de la noche a las 6 de la mañana, sin que ninguno de los que pasó cerca de su cuerpo se dignara auxiliarlo.

La indiferencia, la falta de interés por un ser humano y la falta de solidaridad se presentaron de manera cruda y real y el resultado ha sido la muerte de un ser humano. Esto ha sido noticia porque quien murió era famoso, pero cuántos otros seres humanos, sencillos, sin fama ni gloria, mueren cada día de frío, de hambre, de soledad, de tristeza porque nadie de los que pasan a su lado se digna prestarles atención y ayuda. Sucede incluso en nuestras familias, es decir, la no vivencia de los valores como el amor, la solidaridad y la atención, la tenemos muy cerca y quizá no hacemos nada porque precisamente nos da lo mismo y eso es lamentable.

Es urgente que cambiemos de rumbo. Es necesario que la sociedad en su conjunto nos humanicemos más y que sea cada vez más frecuente la presencia de “buenos samaritanos” que acudan al auxilio de aquellos que lo necesitan.

La pandemia debería de habernos sensibilizado más. Nos debió de enseñar que nos necesitamos unos a otros. Sin embargo, este lamentable episodio de la muerte del señor René Robert, nos indica que desgraciadamente no hemos aprendido aún las lecciones de vida, de amor y solidaridad que este tiempo nos ha presentado.

Dios quiera que esta muerte no sea en vano y que demos un giro en la vivencia de valores y nos preocupemos más los unos por los otros para que nuestra sociedad sea más humana, sensible y amorosa y podamos enseñar a los que vienen detrás, que es urgente cumplir ese mandamiento de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado.

¡¡¡ FELIZ AÑO NUEVO !!!: Carta de amor, solidaridad, constancia e integridad

31 de diciembre de 2020

Espero que todos, ellas y ellos, coincidan conmigo. El año 2020, es un calendario que no fue. Han sido 365 días de miedos, silencios, resiliencias múltiples. En las ventanas del alma de esos ojos migrantes, hambrientos, rostros sin maquillaje, manos sin autógrafos; en la desnudez de las cuentas cotidianas, encontré los motivos para escribirme, para contarles a ustedes de como el silencio sí tiene rostro.

Quisiéramos unas navidades y un Año nuevo espléndido, sin que nos agobien los cansancios del otro que fenece, sus pesadas carencias y nostalgias, o ese inventario de ausencias de amor tatuadas en el alma; pero no nos es posible.

En los vidrios y puertas, de esas casas imaginadas, salta el dolor en forma de llanto. No se puede ser feliz en la asertividad del temor, en la certidumbre de la ausencia. Por eso el devenir del Año Nuevo, no es un simple juego de luces y cenas. La convivencia no nace del desprecio, de no reconocer al otro, porque lo más parecido al odio, es la indiferencia. Nos encerramos sin el reparo que esta noche algún desconocido puede venir a tocar nuestras paredes de cemento.

La solidaridad, por el contrario, forma parte del abanico que da mejor sentido a la vida. Solidaridad y amor son palabras siamesas, se necesitan una a la otra, como necesitamos en la convivencia diaria del abrazo de la otra persona.

El sueño, de la añoranza, no del descanso, exige de una casa, un cuarto, cuatro cartones o un plástico. En todo sueño se apuesta un poco de perseverancia y constancia, como componentes básicos que forman la sustancia de las relaciones de una humanidad más integral, lo contrario es fomentar la expectativa del absurdo.

La duda de lo viejo se nos queda en las manos. La inseguridad de la diferencia hace el otro tanto. Se nos arremolinan en la garganta las discusiones inconclusas, los deseos que escaparon al primer devaneo de la exigencia. El inventario de los intentos nos deja una carga pesada que nos es imposible sacudirla en el plazo que media del 31 al 1. Es cierto que el mundo entra en una frecuencia diferente, particular; pero de nuevo nos damos cuenta que el tiempo nos gana, que no dimensionamos el argumento de nuestros deseos en el marco de esos 365 días que se avecinan. Así, la felicidad sigue siendo una apuesta en el azar de los horóscopos que nos esperan.

Curiosamente, pese a cualquier circunstancia, el aire queda surcado por los buenos deseos, se posibilita que las magras experiencias descansen sentadas en los viejos anaqueles e imaginamos un nuevo calendario, diferente, íntegro, próspero, aun sabiendo que lo viejo del sistema y su perversidad no cambiará ni siquiera un palmo. Se reiterarán frases como la siguiente:

“Feliz Año Nuevo, que venga cargado con nuevas oportunidades, buena salud, paz y prosperidad o más mágico cuando se dice: “Feliz Año Nuevo para mis familiares, parientes, amigos y conocidos, que el Año Nuevo que se va les abra las puertas de la salud, trabajo, amor y mucha prosperidad”.

Pero la fecha es bellamente tramposa. El olor a ciprés nos deja la sensación de una piel distante como la del recorrido que hacen las coníferas, para llegar hasta nuestros hogares o las luces suaves que cuelgan en las paredes, son el recuerdo de unos pequeños ojos de un rostro tierno, que nos miró en algún momento del año que dejamos.

El tiempo finalmente es circular, estático, cambiante, tridimensional, mágico. Nos consume en su metáfora y somos nosotros y ellas, las que apuntamos una página más a nuestra existencia.

Compartamos, sin embargo, cuatro palabras: amor, solidaridad, constancia e integridad. Tal vez en la grafía de esos cuatro duendes, hadas o brujas, esté la simpleza de hacer de nuestro almanaque, un nuevo juego de luces.

LEÓN TRIBA