El acertijo del mono

Alberto Salom Echeverría

Un mono no ve, aunque tiene ojos que miran. Otro no escucha, si bien tiene plenitud de condiciones para hacerlo, porque no quiere oír. El tercero no habla, sabe hablar, pero se le disipan sus interlocutores, dada su propia incapacidad para empatizar con cualquiera de ellos. Es un acertijo en el que, al final la suma de todos deviene en un mono que ya no es de su género, porque no quiere ver lo que ve, ni escuchar lo que oye, tampoco desea hablar, por lo que se ha sumergido en el solipsismo de la incredulidad, del escepticismo destructivo, en la indiferencia y hasta en el odio. Al final es un mono abrumado que se consume dentro de sí mismo.

Sé bien que hay monos que aun teniendo un poco de todo eso, son solidarios, capaces de dar la vida por un hijo, o por otro mono. Hay de todo.

Pero en esta caricatura y en gran parte de la realidad de hoy, ni la ciencia tiene cabida en estos monos, hasta las sensaciones son privadas, estrictamente subjetivas; los monos prefieren callar antes que confrontar con harta frecuencia la realidad de la sinrazón de sus palabras.

En el solipsismo del siglo XXI, el sufrimiento de vivir en sociedad y tener que someterse a las reglas, no se soporta. Por eso, las más de las veces el mono se transforma en un neurótico invivible, que siempre quiere tener la razón, aunque sea para sí mismo. O al menos, pasar inadvertido, o a lo sumo ir como sobre ascuas, o sobre las olas, mejor no profundizar en nada, callar, quedar sumergido en la mediocridad de la masa indisoluta.

¿Qué pasa con las guerras, dónde hay muertes de niños inocentes? ¿Qué con el calentamiento global que amenaza la propia vida? ¿Y el hambre? ¿Y la desnutrición? ¿La desigualdad entre las naciones y en la sociedad? ¿Qué con la matanza de niños en una escuela o colegio a propósito de nada, o más bien de todo? ¿Acaso nada existe? Es mejor negarlo todo, al cabo es un invento de algunos otros, para crear disturbios con propósitos inconfesables. ¿Y la ciencia? No, ella no prueba nada, todo es relativo, salvo aquella expresión de que lo único cierto es que todo es relativo… Al final, el acertijo del mono egocéntrico, egoísta, intolerante, introvertido es una gran parte del ser humano del siglo XXI, con su celular al lado ¿Será?