El anuncio del presidente de la República, en el sentido de que está preparando una conferencia de prensa para este lunes 9 sobre el tema de la ministra de Salud, ha disparado las conjeturas sobre si la quitará o no como ministra.
Pareciera que la presión pública en contra de la ministra, que desde el principio del gobierno se ha dado y que aumentó con el tema de los troles, hizo que el señor Chaves Robles tuviera que manifestarse sobre el asunto.
La forma como se ha anunciado la conferencia de prensa ha generado mucho “morbo”, y a pesar de que posiblemente tanto presidente como ministra han dialogado y saben lo que ocurrirá, para el pueblo es toda una expectativa.
Considero que las actuaciones de la ministra han demostrado su inexperiencia y su falta de conocimiento para el ejercicio del cargo, y si el tema de los troles es cierto y según la prensa ella confesó que lo hizo, aunque con otro propósito, lo prudente y lo lógico para la buena imagen del gobierno es que ella deje su cargo, y lo prudente y lo lógico para la buena imagen de ella es que ya haya renunciado y sea esa la información que dé el presidente.
Toda una incógnita creada en torno a dos figuras que se notan cercanas y con deseos de defenderse una a la otra, pero que bajo las circunstancias el señor presidente no debe arriesgarse más a costo de su propia imagen.
Esperaremos para ver el resultado de esta “fabula” montada alrededor de la ministra de Salud.
LA COBARDÍA que exhiben los mensajes anónimos por redes sociales mal usadas, se concentran cual esencia, en los troles.
Esos tipos deleznables, asquerosos que nadan en aguas inmorales. Y siendo así, es inaceptable, por imprudente y escaso de ética, que persona alguna le pague a un trol para que, por su medio, pueda lanzar acusaciones vulgares, falsas, sucias.
Y si esa persona es además miembro de algún poder de la República, es incalificable acción tan ruin, tan despreciable, porque los cimientos mismos del sistema republicano son erosionados por quien así se comporta. Y es que, más allá del Juramento por cumplir la Constitución y las leyes, el a veces desdeñado componente moral, adquiere superior relevancia.
El contrato con un trol puede incluir una paga, o no, eso es indiferente. Lo detestable es que se establezca esa relación gobernante-trol, aunque fuese tangencial, circunstancial o «de oportunidad», pues exhibe la estatura ética del servidor público que así se comporta. Y como consecuencia, degrada la estructura democrática que más bien ha de ser fortalecida por el soberano y sus gobernantes.
¡No es un asunto menor! y por ello, y más, tal delito ha de ser sancionado por autoridades judiciales y electorales, como un esfuerzo por devolver la confianza a un pueblo abatido, que poco a poco va perdiendo la esperanza por ser testigo de un renacer robusto de su Patria, bajo la mirada de don Juanito Mora.
Me llama poderosamente la atención la forma en que el gobierno del señor Chaves viene manejando la información y la manera ingenua en que la población la consume.
Siempre he creído que los gobiernos deben tener mecanismos eficientes de información para divulgar su obra. Aquí el asunto va más allá de eso. Lo que el señor Chaves hace es propaganda pura y dura.
Recuerdo cuando el gobierno Alvarado intentaba divulgar su obra y como se le recortaba el presupuesto y se hacían alharacas por parte de los diputados de oposición para que no pudiera hacerlo.
Considero que incluso las instituciones estatales deben dar a conocer lo que están haciendo. No solo porque es un derecho del ciudadano estar informado, sino porque es fácil golpear instituciones que la gente desconoce: la peor agresión contra un gobierno o una institución estatal es cultivar la ignorancia y el desconocimiento respecto a su obra.
Sin embargo, la propaganda simplemente adulatoria, el engrandecimiento vano, el bluf no es sano. Es el mismo fenómeno que vemos en El Salvador con el presidente Bukele. Basta con abrir YouTube para encontrar la propaganda a favor de este señor, presancochada y destinada a bukelizar su país y allá ellos. Pero igualmente nos está ocurriendo aquí con el señor Chaves.
Recientemente ha trascendido el testimonio de un troll que asegura que se le ha pagado dinero del Estado por engrandecer y magnificar la imagen del señor Chaves y de la señora ministra de Salud, y al mismo tiempo empañar y denigrar la imagen de sus adversarios políticos y periodísticos. Incluso asegura este señor, que se le ha pagado para atacar al anterior partido de Chaves y favorecer la imagen del nuevo partido, que los amigos de Chaves están fundando. ¡Vaya usted a saber!
Este manejo tan deshonesto de la información y de los medios no tiene nada de nuevo. Es la manera en que han actuado siempre ciertos partidos políticos, pero se ha puesto de moda en los últimos tiempos bajo el elegante nombre de post-verdad, como un cáncer y una aberración que enferma nuestra democracia.
En México, por ejemplo, se denunció la existencia de casas actuando de manera oculta en la campaña contra López Obrador. En estas casas operaban oficinas con editores con diseñadores gráficos para elaborar memes escritores a sueldo contratados para tal fin. Toda una fábrica de información de masas para movilizar a una nación, pero especialmente a los sectores más vulnerables y menos avezados en el manejo de información política. Aquellos para quienes un chiste o un chisme, es toda la información necesaria para decidir la suerte de un país.
En nuestro país era obvio la existencia de baterías solapadas de desinformación, desfigurando y atacando la imagen del gobierno y la persona de Carlos Alvarado. Lo paradójico es que mientras Alvarado hacía un trabajo favorable a la derecha, con impuestos y leyes antihuelgas y antilaborales, en las redes electrónicas y en algunas emisoras de radio, los troles le construían una imagen de izquierdista vinculado a Cuba y Venezuela. Imagen que todavía hoy consumen sectores de bajo nivel académico, en donde arraiga bien este tipo de trabajo desinformativo.
Siempre en nuestro país, me llamó la atención observar que, coincidiendo con el triunfo de Chaves, algunos pequeños comunicadores rurales de la zona sur, o de la zona norte, muy conocidos en los disturbios contra Alvarado o contra el Covid, aparecieran de pronto formando un coro de pequeños comunicadores, todos haciendo propaganda a favor del nuevo gobierno, muy posiblemente reclutados y alineados. Los vemos divulgando notas de apoyo al gobierno, fragmentos de las ruedas de prensa, participando activamente ellos mismos en tales eventos, reproduciendo manifestaciones favorables a Chaves, atacando a los eventuales críticos al gobierno y etc. Nótese que esto ocurría al mismo tiempo que se anulaba a la Gran Prensa, la prensa comercial tradicional, la “prensa canalla”.
Obviamente existe una intencionalidad, una inteligencia al respecto y una lógica de comunicación estructurada, no por coincidencia, a favor del gobierno y es entonces fácil de entender cómo se sostiene el alto rating de simpatía y de inocencia, a favor del gobierno y del Señor Presidente de la República.
Lo que llama poderosamente la atención es la falta de estudios, y el silencio de los periodistas profesionales, así como el silencio de las escuelas de comunicación del país. Me extraña. Será porque vengo de una época y de una generación donde estos fenómenos sociales, eran objeto de análisis y denuncia, aunque no fuera más que por desahogo y ejercicio académico.
Por lo pronto sigamos celebrando EL DÍA DE LOS INOCENTES, por algunos meses más.
Lorena Rodríguez. Filóloga, máster en lingüística y en educación.
Mucho hemos escuchado la frase: “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”, sin embargo, me atrevo a replantearla así: “en cada época, los pueblos tendrán el gobierno propio de su momento histórico”.
Ajenos, como solemos estar la enorme mayoría de los ciudadanos, de los constructos y los grandes movimientos sociológicos generadores de cambio, especularé un poco al respecto. En Costa Rica, hoy, en pleno siglo XXI, momento hacia el que se dirigían anhelantes nuestras miradas desamparadas de la centuria anterior, después de haberse desangrado en dos penosas guerras mundiales, enormes conflictos políticos e impensables cambios socioeconómicos, fue como llegamos a una meseta colmada de desatinos, y en el caso que me ocupa, tal desatino desembocó en la elección del actual gobierno. Es entonces cuando delibero sobre una época en la que tenemos un grupo gobernante propio de este momento histórico, un momento y un lugar en el cual nos encontramos en el desamparo ideológico, hijo, no solo de la demagogia sino de lo que bien se ha denominado por los estudiosos “el ilusionismo mental”, nefasto para cualquier sociedad.
Hemos hecho oídos sordos, a través de muchos años, de profesionales de alto nivel que han hecho gala de su claro menosprecio hacia temas éticos fundamentales y nos hemos reído de ello, como si se tratara de una comedia que se acaba al caer el telón.
Hemos sido testigos de la caída libre del crecimiento intelectual por generaciones, las cuales han crecido y se han desarrollado sin la dirección exacta de una auténtica formación en el campo del saber como tal, engreídas todas por la posesión de una cantidad cada vez más abrumadora de simple información. El conocimiento, al cual se accede por el duro camino de la reflexión y la profundización de las cuestiones fundamentales y decisivas de la vida, ha sido sustituido por la instrucción y el entusiasmo por la expresión personal que los convierten en verdaderos intrusos en el campo del discernimiento, y se lanzan, cual aves enceguecidas y empoderadas, al vacío. Hoy obtenemos una clase gobernante a la medida de nuestras banalidades.
Producto de este declive bochornoso en la formación ética y religiosa, jóvenes y no tanto, se adueñan de las redes sociales que, cual serpiente que se come la cola, es fuente y receptáculo de incontables despropósitos. Ahí declaran todo tipo de opiniones con fuertes deficiencias de conocimiento histórico, económico y político, aferrados a una intuición espontánea e instintiva, creyéndose dueños de un poder que en realidad no tienen y sin reconocerse víctimas de una manipulación continuada. De esta manera, se construyen argumentaciones falaces, aceptadas y repetidas por otros, incapaces de reconocerlas; se normalizan las conductas inmorales por una supuesta existencia común; se copian y se reproducen escenarios delictivos al ser presentados como resultado de pensamientos audaces y voluntades férreas; se aborrece a los intensos que muevan a la reflexión y a todo escrutinio que requiera tiempo y dedicación, ya que “después de la pandemia”, lo que antes era pereza, hoy es “espacio personal”.
Entonces, ¿qué esperar de unos gobernantes cuyas ocurrencias son aclamadas por una multitud de frívolos, cuya triste estulticia es producto directo del descuido intelectual de sus mayores? ¿Qué esperar de quienes, por miedo al micrófono, lo ceden a quien, por sus años de experiencia usándolo, se adueña, a su vez, de una voz que hace resonar como LA voz? No, muy triste, pero debo subrayar que este es el resultado de décadas de abandono en la educación, de intentos fallidos y replanteamientos a través de los cuáles se introdujeron cambios interesantes como el estudio de la Lógica (la cual pocos entendieron), para luego eliminarlos. Hoy, ya exhaustos, nos abandonamos a programas foráneos que buscan la construcción de una identidad multinacional, cuando en realidad significa borrar los Estudios Sociales y la Cívica, sendos pilares de la significación y el cuidado de lo nuestro.
Todo esto se trata, pues, de una culpa colectiva y, por lo tanto, no existen inocentes.
Los que estamos no podemos decir que no hemos estado y, para no faltar a la verdad, debo decir que también muchos dilectos costarricenses se han alejado de nuestras fronteras por estas y otras razones. Gran parte de ellos han forjado carreras exitosas en el extranjero, producto en su mayoría de una universidad sencilla, nacida del regazo de Santo Tomás y que ha ido creciendo vigorosa, para situarse entre las mejores de Latinoamérica: la Universidad de Costa Rica. Ahora, estos necios descendientes del infortunio, hijos de la inmediatez y hoy llegados al poder, buscan cercenarla. En la búsqueda de nuevos horizontes, sin embargo otros que también se fueron y volvieron, no vieron nuestra gloria, sino que aprendieron a despreciar la robustez de una democracia que, fácilmente, puede declararse descendiente dilecta de la época de oro de Pericles, a quien debemos la frase “Decídanse, porque la felicidad depende de ser libres y la libertad depende de ser valientes”. Entiendo que, en estos momentos, hasta citar esta frase resulte peligroso. Sin el debido entendimiento, cualquiera puede adueñarse de ella para justificar sus desatinos y disfrazarlos de valentía, por eso, ojo, compatriotas, el camino fácil nunca conduce a buenos lugares. Es hora de ponerse serios para que la comodidad de nuestros sitios de trabajo y de nuestros hogares no se convierta en los asientos de platea desde los cuales observamos cómo nuestra institucionalidad y nuestros derechos son lanzados a los leones por una simple señal del dedo pulgar desde la silla presidencial.
Piden los ministros en las negociaciones de los fondos para la educación superior que las universidades no engañen a sus estudiantes y que no es su propósito provocar un enfrentamiento dentro de la educación pública. Pero, basados en información falsa, eso es lo que hacen ellos y el gobierno. Pretender un recorte en la educación superior poniendo como justificación los problemas de la educación primaria y secundaria y las necesidades del “apagón” educativo, además de la poquedad del argumento, es absurdo.
Si hay conceptos burdos, uno de esos ha sido el de apagón educativo, pues se presta para que en términos semióticos se le reduzca a las simplificaciones entre lo blanco y lo negro y, con ello, se vuelve fácil término para las manipulaciones. Pintar a toda la educación como un desastre es un desastre. En todo caso, el empobrecimiento de la calidad de la educación no está determinado y no se resuelve con infraestructura o no depende de esta a secas. Con ese enfoque se reduce el problema de la calidad a un fenómeno estético. La gente no va a salir de la pobreza y de la ignorancia llevándola a vivir a casas bonitas. Se puede y debe dotarles de viviendas con buena infraestructura, pero hay que ayudarles a transformar sus condiciones de vida. Lo mismo debe hacerse con la educación, hay que cambiar las condiciones que afectan la calidad de la enseñanza y de la educación.
No es cierto que el financiamiento de las universidades afecte el presupuesto para infraestructura de escuelas y colegios. Está demostrado que los recursos para infraestructura del Ministerio de Educación Pública no llegan a la fase de ejecución, son objeto de múltiples entrabamientos, se invierten mal y no están sujetos a una adecuada fiscalización porque el área de infraestructura del Ministerio, desde hace muchos gobiernos, está controlada por un segmento de la burocracia a la cual muchos ministros le han temido. Por eso, ese es un pésimo argumento para decir que hay que recortar el financiamiento de las universidades.
Por otra parte, la mala calidad de la enseñanza se viene arrastrando como consecuencia de la mala formación de maestros y profesores, también desde hace muchas décadas. En eso tienen responsabilidad las escuelas y facultades de educación de las universidades públicas, pero solo en parte; porque el origen principal de la mala preparación de los docentes no es ni más ni menos que la pésima calidad de los programas de educación de las universidades privadas que se convirtieron en un mercado fácil para el “tituladero” de profesionales que llegan a las aulas sin conocimientos y sin vocación docente. Casualmente las universidades privadas son el negocio de la familia de la ministra de educación. Son un negocio por los elevados cánones que cobran a los estudiantes y los pésimos salarios que pagan a sus profesores.
En efecto, tienen razón los ministros cuando aseguran que la educación pública enfrenta actualmente grandes dilemas; pero han escogido mal porque optaron, contrario a lo que proponen, por provocar artificiales enfrentamientos entre sectores de la educación y en especial de la educación pública. La transformación de la educación requiere de políticas educativas que no las tiene este gobierno, no de burdas decisiones fiscales. Justificar con el engaño es todo lo contrario al sentido de la educación. Las instituciones educativas y la cultura han transformado a este país desde que se hicieron las reformas educativas en el siglo XIX y puedo demostrar que, como muchos otros millones de costarricenses, yo he sido uno de sus herederos (P. Bourdieu y J.C. Passeron, Los herederos. Los estudiantes y la cultura). En fin, vamos a tener que defender a la institución de la educación y de la cultura, como bienes públicos, con todas las armas que una sociedad civilizada y educada nos permita.
En un video difundido el día de ayer, y dirigido a las universidades públicas, Katharina Müller, ministra de educación, incurre en múltiples falacias, tergiversaciones, contradicciones…y también mentiras.
La señora manipula, para tratar de crear un conflicto artificial: sistema educativo de niveles primario y secundario contra las universidades; estudiantes de primaria y secundaria contra estudiantes de la educación superior; docentes de primaria y secundaria contra docentes del nivel superior.
Por ignorancia, arbitrariedad, o ambas cosas, pero es obvio que Müller no comprende lo que es distintivo de las universidades, no solo en Costa Rica sino en cualquier país del mundo. Pero, en fin, si ni siquiera comprende por qué es importante la enseñanza de las matemáticas, difícilmente podría entender el papel que les toca desempeñar a las universidades. De ahí, las disparatadas comparaciones a las que apela.
Primero, la formación profesional de nivel terciario es mucho más cara que la formación que se brinda en niveles inferiores, por lo que comparar lo uno con lo otro es absurdo. Piénsese los costos que conlleva la formación de una médica, un ingeniero, una informática, un farmacéutico, una geóloga, un químico. Piénsese en el alto costo asociado a los estudios de posgrado (especialidades, maestrías, doctorados), que necesariamente deben aspirar a niveles muy altos de rigor académico y científico.
Segundo, a lo largo de la historia, las universidades son, por excelencia, centros generadores de pensamiento crítico, como, asimismo, fuerzas impulsoras importantes para el cultivo de una sensibilidad superior, en todo lo cual juegan un papel fundamental, las ciencias sociales, la filosofía, el arte y, en general, las humanidades.
Tercero, de las universidades depende, en grado muy significativo, el desarrollo de la investigación científica y tecnológica, la cual es necesariamente cara.
Cuarto, restringir la investigación científica a lo que sea “útil”, o sea, rentable, es, no solo una visión muy estrecha y mezquina, sino, y a decir verdad, una palmaria muestra de ignorancia. Acontece que sin investigación básica no hay desarrollo tecnológico posible. No comprender esto, es lo propio de una mentalidad encadenada al subdesarrollo.
Las universidades públicas, tienen muchos logros como también múltiples defectos. Lo reconozco: han sido remolonas cuando de corregir esos defectos se trata. Y, sin embargo, sigue siendo cierto que cumplen un papel fundamental, que absolutamente nadie más cumplirá en Costa Rica. Destruirlas, como busca hacerlo este gobierno, no es el camino correcto.
Compartido con SURCOS por Juan Carlos Cruz Barrientos.
Siento la obligación de expresar mi opinión en relación con el movimiento convocado para este lunes 23 de mayo.
No hay duda de que cualquier esfuerzo que se haga para evitar que, el costo de cualquiera de las aventuras de las mafias vaya a salir del bolsillo y el estómago de nuestro pueblo merece oponerle resistencia, con toda la inteligencia y la fuerza que podamos, pero aprovechar una lucha tan justa como la de oponerse al alza desproporcionada del costo de la vida para sembrarnos la vieja idea de apropiarse de lo poco que ya nos van dejando de los bienes del Estado, a través de la consigna NO MAS RECOPE, es una auténtica trampa. Cumplo con advertirlo.
No dudo que ahí se moverá gente bien inspirada pero, mediante esa consigna veo claramente la mano de la mafia, que por lo demás, es donde ponen el mayor acento.
He escuchado los distintos debates, como el de Monumental, con seis candidatos de los 25, justificando la presencia y selección por el resultado de las encuestas y la ubicación de los seleccionados.
El candidato oficial, que no aparece entre los primeros puestos de las encuestadoras, fue invitado disque por tener representación del oficialismo. Flaco servicio a la democracia, al dejar el 76% de los partidos fuera, porcentaje que no se considera. Tampoco se considera que hay un 30% que es el porcentaje histórico de abstenciones y, además, el sector de persona indecisas que cuestionan realizar un debate basado en encuestas.
A la fecha el 31% indecisos, es decir, el segmento de población que puede elegir o por lo menos emitir opinión es de un 39%.
Visto de esta forma, una minoría estaría decidiendo estos debates y por tanto genera un sesgo antidemocrático.
En el marco de los debates de Monumental y Repretel se invitó a 5 candidatos que encabezan las encuestas y al oficialista, solo por serlo…
La pregunta: ¿Es esto democrático?
Una democracia gana mucho con la verdadera aplicación de la Libertad de expresión.
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense
Una parte considerable de lo que nosotros asumimos y aceptamos como un conjunto de verdades, al parecer incontrastables, no pasa de ser algo más que una colección de “verdades-mentiras” a medias, de equívocas percepciones nuestras interiorizadas o de terceros que persisten en el error, sin dejar por fuera las mentiras strictu sensu no necesariamente intencionales que terminamos aceptando, hace ya mucho tiempo sin razón aparente alguna. Lo peor de todo, es que muy poca gente se detiene siquiera por un instante a reflexionar sobre tan delicado asunto: una actitud que puede poner en riesgo nuestras vidas e integridad.
La invasión masiva de las tecnologías digitales ha empobrecido el ámbito cognitivo de los habitantes de la “aldea global” en que nos hemos convertido, esa entidad que anticipó el filósofo canadiense Marshall McLuhan, quien le dio ese calificativo durante la primera mitad del siglo anterior, aunque no es sino ahora cuando se la encuentra instalada y desplegada en todos sus alcances, dentro del escenario histórico del siglo XXI que avanza aceleradamente, y en cuya tercera década nos internamos, casi sin darnos cuenta. El desplazamiento de la lectura a profundidad (propia de los libros y publicaciones periódicas impresas) por las lecturas apresuradas y superficiales, tanto como de la asunción, casi como un artículo de fe, de todo o casi todo lo dicho, a partir o al lado de las imágenes filmadas transmitidas por los incontables medios electrónicos, algo que ha terminado por traernos problemas adicionales a los ya planteados líneas atrás, pues se ha venido intensificando, de muchas maneras, el tema de la confiabilidad de la información que recibimos y los serios problemas que nos plantea la elaboración de conocimiento, a partir de esos materiales informativos que literalmente nos asedian y que se introducen en nuestros hogares. Nuestra proclividad al error, o a la falsa percepción de determinados acontecimientos o hechos históricos u otros, se encargan de hacer lo suyo, lo que puede llevarnos a sumirnos en el error durante décadas o a lo largo de una existencia entera.
Los temas históricos y muchos otros, son tratados con suma ligereza e imprecisión en los medios masivos de (in)comunicación social, un hecho social que da lugar a que se conviertan en un componente esencial de ese universo o conjunto de verdades que no lo son tanto, sobre todo en la medida en que podamos investigar y tener acceso a una batería más amplia de fuentes de información.
El culto a la destructividad, como una especie de deidad sanguinaria a la que somos tan proclives los seres humanos, nos lleva a situar a las guerras y a los eventos bélicos de toda clase como un elemento central de nuestra vida social, como algo digno de admiración que recibe el más alto número de menciones en los medios masivos, pero a pesar de toda esta exaltación de la muerte violenta y de la destrucción en gran escala, también tendemos a confundir y a tergiversar las motivaciones de los protagonistas de un conflicto armado, asumiendo los relatos y narraciones folletinescas de primera mano, como si en realidad fueran la expresión de la verdad histórica, o siquiera un intento de aproximarse a ella. Podemos pasar una vida entera creyendo y repitiendo un relato falso de un hecho determinado, para encontrarnos con la sorpresa de que no ocurrió de la manera que habíamos pensado, ni tampoco las motivaciones de los protagonistas eran las que se repitieron hasta la saciedad durante décadas e incluso centurias.
El tema de las materias primas fue el que precipitó al Japón en la Segunda Guerra Mundial, al cerrarle los estadounidenses el acceso a las fuentes de hidrocarburos, verdadero talón de Aquiles del Imperio del Sol Naciente. La crisis noruega que desencadenó la invasión alemana de ese país, durante el mes de abril de 1940, tuvo como detonante una expedición francoinglesa para ocupar el puerto de Trondheim, en el norte de Noruega, esencial para el abastecimiento de hierro destinado a la industria alemana y supuso una fuerte confrontación entre ambos bandos, la que se saldó con la ocupación de ese país por la fuerzas de la Wehrmacht. Como un ejemplo de las percepciones erróneas que solemos asumir, recuerdo que en mi caso siempre pensé que el bombardeo germano del puerto holandés de Rotterdam, ejecutado en mayo de 1940, había supuesto un empleo a fondo de la aviación alemana (la Luftwaffe), cuando en realidad lo sucedido fue que “Cinco días después del inicio de la ofensiva, el 15 (de mayo de 1940), el ejército holandés capituló. La Luftwaffe recibió la noticia con veinte minutos de retraso y, aunque intentó detener el bombardeo sobre Rotterdam del kampfgeschwader 54-56° Grupo de Bombardeo- una de las formaciones no recibió la orden y descargó sus bombas sobre la ciudad, destruyéndola casi por completo. La táctica aérea de aniquilamiento de objetivos civiles, que los alemanes habían practicado por primera vez en la localidad de Gernika, durante la Guerra Civil Española, daba sus frutos” (Canales y Del Rey LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL página 95). Nos preguntamos entonces ¿qué habría pasado si ese bombardeo no hubiese sido el resultado de un error, de una orden no recibida a tiempo?
Para justificar sus crímenes el colonialismo europeo asentó en las conciencias de nuestros ancestros, para el caso de nuestra área continental, y en el de las sucesivas generaciones que nos antecedieron una serie de ideas-fuerza, las que resultaron ser a lo sumo unas versiones interesadas de una serie de acontecimientos históricos, mal conocidos e incluso ignorados. Fue así como muchos terminaron haciendo suya la idea de una presunta superioridad cultural de los invasores europeos en relación con las civilizaciones autóctonas de esta parte del mundo, cosa que ha sido desmentida con abundantes datos y nuevos enfoques acerca del tema. Los trabajos recientes de historiadores contemporáneos, como es el caso del mexicano Pedro Salmerón Sanginés, quien en su obra más reciente LA BATALLA POR TENOCHTITLÁN (Fondo de Cultura Económica México 2021), destaca el hecho de que “La “conquista de México” se nos presenta como una de las más grandes hazañas militares de la historia, puesto que 400 individuos y su esforzado capitán sojuzgaron a un poderoso y floreciente imperio. Se nos presenta como el triunfo de la modernidad sobre el atraso, pues fueron las armas, la ciencia y la cultura política modernas las que permitieron esta asombrosa victoria. Se nos presenta como un momento clave en la primera modernización del capitalismo. También se nos presenta como un brutal genocidio. Como la destrucción de una alta cultura por el mero afán de lucro y dominio, En fin, se nos presenta como el traumático origen de la nación mexicana y de nuestro ser mestizo, pletórico de insuficiencias, accidental… ¿Es cierto todo eso? En realidad, casi ninguna de esas afirmaciones se sustenta en los hechos políticos, militares, sociales y epidemiológicos ocurridos en una parte de lo que hoy es México de 1519 a 1521. De hecho, hasta el término “conquista de México” es discutible. Este libro tratará de explicarlo” (Contraportada opus cit). Este autor nos demuestra que hubo batallas que nunca ocurrieron o resultaron ser inverosímiles, Hernán Cortés jamás quemó las naves y la “noche triste” sólo lo fue para este aventurero español y para sus aliados. Es hora de descolonizar nuestro pensamiento.
La rapidez con la que pueblos originarios de este continente aprendieron las formas europeas de hacer la guerra, llegando a derrotar a los llamados conquistadores en numerosas batallas, es aplicable también para los actuales territorios de Perú, Argentina y Chile. La rebelión de Manco Inca, a partir de 1536, es una demostración de ese rápido aprendizaje que se puso de manifiesto durante el largo asedio impuesto por este inca a la vieja capital imperial, que estaba entonces en manos de los hermanos Pizarro, cuando sus soldados pusieron trampas a los caballos y aprendieron a usar las espadas y armaduras, esa lucha fue continuada por los otros incas de Vilcabamba hasta la década de 1570, por lo que al igual que en México, esa fue una “conquista” jamás concluida. Por su parte, los mapuches -esas maravillosas gentes de la tierra- derrotaron sucesivamente a los españoles en 1553 y en 1598, haciendo ya uso del caballo y de otras tácticas europeas de guerra, llegando a obligar a las autoridades españolas a reconocer la soberanía de su estado o Wallmapu, en el actual sur argentino y chileno, durante más de 250 años. Los que desconocieron esa soberanía fueron los estados nacionales de Chile y Argentina, surgidos después de la separación de España, quienes en la década de 1880 los despojaron de sus tierras ancestrales, esas extensiones por las que siguen luchando en este tiempo histórico. Ni vieron a los europeos como “dioses”, o rápidamente descubrieron el engaño descartando algunas falsas percepciones iniciales a propósito de Viracocha o Quetzalcóatl, ni se hicieron fantasías sobre la naturaleza del caballo, ni tampoco con el arcabuz y las armas de hierro, hicieron un aprendizaje en un tiempo récord y emprendieron el largo camino en defensa de su libertad y de la naturaleza de este continente, al que llamaron Abyaya.
COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS (15). Tercera época.
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.
Entre los rasgos, o manifestaciones de la vida social y cultural que se han venido poniendo cada vez más en evidencia, en medio de este cambio de siglo, un tiempo histórico en el que todos los significados y significantes parecen haber sido trastrocados, se destaca una marcada tendencia a limitar los recursos, posibilidades y significaciones del lenguaje, esa poderosa herramienta de que disponemos los seres humanos desde tiempos ya muy lejanos. A la manera de aquel universo totalitario, y cada vez más encerrado en su sí mismo en el que transcurre la existencia de los personajes del Londres de la novela “1984”, una sombría y alarmante distopía de George Orwell (1903-1950), donde la newspeak o neolengua que tiende a prevalecer, no viene a ser otra cosa que una reducción de la capacidad de las palabras para producir significados y sobre todo, lo más peligroso, pensamiento que podría resultar subversivo para la omnipresente maquinaria del poder, cuyos engranajes están diseñados para obtener un control total de los seres humanos, para convertirlos en meras piezas de esa maquinaria, de ello se encarga la policía del pensamiento encargada de castigar las desviaciones del pensamiento, especialmente el llamado crimental. Todo ello, en medio una sociedad donde la historia, incluso la reciente, está siendo reescrita todo el tiempo, de acuerdo con los intereses del poder del Gran Hermano, ese que siempre te vigila (Big Brother is watching you, don´t forget), para ello el lenguaje tendrá que ser reducido cada vez en los posibilidades, tal y como dice uno de los personajes del relato: “La undécima edición (del diccionario de la nueva lengua) será la definitiva –dijo-. Estamos dándole a la lengua su forma final, la forma que tendrá cuando nadie hable otra cosa. Cuando terminemos, la gente como tú tendrá que aprenderlo todo de nuevo. Seguro que crees que nuestro trabajo consiste en inventar palabras nuevas ¡Pues no! Lo que hacemos es destruirlas, decenas, cientos de palabras al día. Estamos podando el idioma. Ni una sola de las palabras en la undécima edición quedará anticuada antes de 2050” (George Orwell, 1984 DEBOLSILLO Barcelona 2014, p.p. 59-60).
En un período histórico como el nuestro, en el que algunas gentes se sienten ofendidas por el solo uso de determinadas palabras a las que atribuyen un significado unívoco, cerrándose a la posibilidad de cualquier diálogo al respecto, llegando incluso a exigir que determinados documentos históricos-no importa si son recientes- sean modificados o incluso, dado el caso, tal vez para mejor, ser eliminados so pena para el emisor de un texto de recibir toda clase de calificativos. Todo en el mejor estilo de los usos propios de aquel Londres que el novelista inglés imaginó para la octava década del siglo pasado.
Dadas las circunstancias convendría seguir examinando lo que en la novela mencionada se exterioriza como la loable tarea de eliminar gran cantidad de palabras: “-La destrucción de palabras es muy hermosa. Por supuesto, lo que más sobra son verbos y adjetivos, pero hay cientos de sustantivos de los que se puede prescindir. Y no sólo por los sinónimos, sino también por los antónimos. Al fin y al cabo. ¿qué justificación tiene una palabra que no es más que lo contrario de otra? Cualquier palabra incluye a su contraria. Fíjate, por ejemplo, en la palabra “bueno”. Si tenemos esa palabra, ¿de qué nos sirve “malo”? ”Nobueno” es igual…incluso mejor porque es exactamente lo contrario mientras que la otra no lo es. O, si lo quieres es reforzar la palabra bueno, ¿para qué queremos toda una serie de palabras vagas e inútiles como “excelente”, “espléndido” y otras parecidas? “Masbueno ya significa eso, o “doblemasbueno”, si quieres aún algo más claro. Por supuesto que ya usamos todas esas formas, pero en la versión final de la la nuevalengua serán las únicas. Al final todo el concepto de la bondad se limitará a seis palabras-en realidad una sola-. ¿No ves lo hermoso que es, Winston? (el principal personaje de la novela) La idea original fue del H.M (El Hermano mayor y por supuesto infalible líder), claro-añadió pensativo.” (opus cit pág 60).
La importancia de la neolengua en el manejo de la población, de las gentes del común podríamos decir, es tal que el interlocutor le habla del futuro a Winston en los términos de que: “Alguna vez te has parado a pensar que, en el año 2050, como muy tarde, no quedará con vida una sola persona capaz de entender una conversación como la que estamos teniendo ahora?” (opus cit pág. 61).
No hemos llegado al 2050 aún, pero estamos mucho más cerca de esa fecha imaginaria que proyectó el autor setenta años hacia atrás, sumergidos en medio de un universo cultural que no sólo acentúa, en medio de la más feliz inconsciencia, estas tendencias totalitarias y otras que nos conducen a la mayor de las estulticias, ahora la ignorancia y hasta la grosería se han convertido en sendas virtudes, aunque no nos hayamos percatado de ello.
El antiguo combatiente en las filas revolucionarias del POUM, en el Frente de Aragón, durante algunos meses, poco después del inicio de la Guerra Civil Española, sobreviviendo a las asechanzas del fascismo y del estalinismo, un episodio del que nos dejó su testimonial HOMENAJE A CATALUÑA, esboza en su 1984, ese mítico año de 2050, en términos de los alcances que tendría para entonces la neolengua para el conjunto social, veamos “En 2050, probablemente antes, la viejalengua habrá desaparecido. Toda la literatura del pasado habrá sido destruida. Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron…existirán únicamente en versiones en nuevalengua, no solo convertidas en algo diferente sino transformadas en algo opuesto a lo que eran antes. Incluso la literatura del Partido cambiará. Y los eslóganes. ¿cómo vas a decir “La libertad es la esclavitud” si el concepto de libertad ha dejado de existir? El pensamiento será totalmente distinto, De hecho, no existirá pensamiento tal como lo entendemos hoy. La ortodoxia equivale a no pensar, a no tener necesidad de pensar. La ortodoxia es la inconsciencia. “(opus cit. p.p. 61 62).