Orlando Sibaja Valverde. Mi sobrino el carasucia
José Luis Valverde Morales
El periodista Gaetano Pandolfo Rimolo (Tano), tomó el nombre de una generación brillante de noveles jugadores argentinos, se la encajó a la representación mundialista sub 20 de Costa Rica, en Arabia Saudita.
Orlando Sibaja Valverde, mi sobrino mayor, participó de esa justa, poco a poco se apropió del puesto titular, sin ruido ni aspavientos, así es su personalidad hasta el día de hoy.
De chiquito jugó de portero como el padre, a quien apodaban “Niño”, su progenitor estaba para más, pero preferiría el calor pueblerino de las canchas abiertas a los entrenamientos en las promesas del Deportivo Saprissa.
Orlando, hasta el día de hoy es un dechado de disciplina y valores, esposo, padre, hijo, nieto, sobrino abnegado y noble, nunca una gota de licor en sus labios.
La academia de fútbol lleva su nombre, labora con sus hijos Esteban y Valería, en la comunidad de Escazú, es un hervidero de niños, a quienes forma en fundamentos estratégicos, tácticos, pero fundamentalmente en principios éticos, antes de deportistas, deben ser estrellas como personas.
Hace 36 años los Carasucia, extraordinaria camada de jugadores presagiaban el paso del fútbol artesanal, al semillero de exportación de talentos a varios sitios del orbe.
Orlandito como le decíamos entonces (aún hoy cincuentón lo llamamos así) vendió su amada bicicleta para reunir algunas monedas para el viaje.
De regreso un recuerdito para cada uno de sus parientes, en la pared de mi casa, inamovible, intocable de su sitio, la ya envejecida alfombra, recuerda el día, cuando el chiquillo de entonces, nos encaramó en su magia, ahí nos quedamos para siempre.