Miguel Sobrado
Nuestro país realiza una de las mayores inversiones per
cápita, en política social en el continente, pero está estancado desde hace 20
años en su esfuerzo por reducir la pobreza, mientras que Uruguay en ese mismo
período de tiempo eliminó la pobreza extrema y redujo la pobreza a un 7%.
Conviene rastrear nuestra política social, especialmente la
promocional para hacerla más efectiva. En días recientes se realizó un video
foro en el Museo de Jade sobre algunos de los productos del proyecto
Germinadora realizado durante la última década en 5 cantones de la región sur,
mostrando los resultados que puede dar la inversión social cuando, por una
parte se incorpora a la comunidad organizada a las soluciones, y por otra se ajusta
el quehacer del órgano regional, en este caso JUDESUR, a las necesidades de la
gente organizada.
Las visiones
contrapuestas y la participación
Existen dos enfoques predominantes en la aplicación en las
diversas modalidades de la política social, de los cuales dependen los
resultados obtenidos.
Estos enfoques van más allá de las declaraciones de la
política y de sus de principios formales. Se definen por su aplicación en la
práctica, esto es en el diseño institucional y con la consecuente forma de
elaborar y aplicar los programas y proyectos en las comunidades y grupos.
Los perdedores
Se trata de un enfoque ideológico, a menudo subyacente que
se sustenta en las relaciones sociales y políticas prevalecientes, que ve a la
población pobre como perdedores, en contraposición con los “ganadores” que
tienen buen ingreso. Esto se le atribuye a que carecen de capacidades
adaptativas, interés y voluntad de tensar el arco creativo para superarse. En
otras palabras la pobreza, aunque tenga diversas causas, es un problema de las
personas que solo puede resolverse a través de una intervención realizada por
profesionales capacitados desde las instituciones. Esta intervención puede
adquirir forma de asistencia con las personas que no pueden valerse por sí
mismas, donde los profesionales definen criterios para asignar recursos. O puede
adquirir forma “promoción” donde los especialistas intervienen para que los pobres
salgan adelante, elaborando desde los escritorios proyectos o designando a los
ejecutivos su tutelaje directo. En este proceso, rara vez los beneficiarios
participan en la definición y ejecución del proyecto. De tal forma que éstos lo
ven como un proyecto institucional, no como algo propio, y así asumen su éxito
o fracaso. Los funcionarios institucionales, por su parte, ven los fracasos
como una confirmación de la incapacidad de los perdedores.
Este tipo de enfoque es simbiótico con los sistemas de clientelismo
político, donde se buscan grupos de apoyo y lealtades, más que resultados. No
es casual que desde el diseño institucional se impulse el paternalismo y la intervención
de los funcionarios “para ayudar a la gente”, castrando simultáneamente la iniciativa
y creatividad de los supuestos beneficiarios.
La construcción de
capacidades y apoderamiento a través de la actividad objetivada impulsada por
la capacitación masiva.
Aquí hay también visión ideológica, que habla del potencial
humano, incluso en los casos donde se requiere de asistencia por razones de
edad y salud, ya que no se limita a facilitar recursos básicos, sino que
estimula la calidad de vida con actividades y ocupaciones.
Para efectos de promoción social, esta concepción parte que
los seres humanos estamos configurados por el papel y la experiencia organizativa
que hemos desempeñado hasta el momento pero, y esto es fundamental, no estamos
determinados. Podemos reconfigurarnos, eso sí, a través de una nueva
práctica. Un proceso de capacitación donde percibamos lo límites de las
inercias históricas y sus techos sociales, al mismo tiempo que descubrimos y
aprehendemos los nuevos modelos organizacionales y sociales, ajustando
simultáneamente las expectativas a las nuevas realidades y posibilidades.
Dentro de esta visión los excluidos son considerados
protagonistas activos de su propio desarrollo que requieren, de capacitación
organizacional y alfabetización en el montaje de sus propios proyectos. Al apoderarse
organizacionalmente en el montaje de sus propios proyectos se inician también
el sendero de gestión ciudadana.
Con este tipo de participación se formaron las primeras
cooperativas de autogestión con campesinos y obreros bananeros en Costa Rica;
se desarrolló el programa Hospital sin Paredes en cinco cantones con más de 161
puestos de salud con resultados que fueron premiados por la Organización
Mundial de la Salud. Se construyeron 1063 empresas asociativas también con
campesinos y obreros en el proceso de reforma agraria hondureña en los años 70
y centenares de experiencias en Brasil, México, y Sur África donde actualmente
aplica en 49 cantones de seis provincias para el desarrollo municipal.
Evidencias de la efectividad del método están registradas en
artículos, informes e incluso libros donde se detallan experiencias en tres
continentes como “Un futuro para los excluidos” de la editorial de UNA. La
resistencia a su aplicación, producto de su choque con las relaciones de poder y
el paternalismo y comodidad institucional, que prefiere servirse que servir a
las comunidades, también está documentada en artículos e informes. Un caso
reciente ha sido el informe sobre una década de obstáculos en la aplicación del
proyecto Germinadora en la zona sur del país, que a pesar de todos los
obstáculos que se le interpusieron, pudo presentar logros destacados.
El problema del
archipiélago institucional y ajuste institucional
En el caso costarricense vale la pena destacar que la evaluación intermedia del proyecto Germinadora en 2103, señaló por una parte, la eficacia de la metodología de capacitación masiva aplicada e incluso la recomienda como método para un proyecto país, pero por otra parte la incapacidad institucional de darle seguimiento. Por tal razón pide suspender la capacitación porque el aparato institucional, no ofrece seguimiento ni atiende al decreto presidencial que declara al proyecto de interés público, y propone concentrarse en el seguimiento. El aparato institucional nacional es un archipiélago, donde cada isla desciende hasta lo local, que no tiene instancias regionales de coordinación y ejecución. En el caso de Germinadora, aunque está pendientes el ajuste de la estructura institucional nacional, se dio un fenómeno regional a través de la asignación de recursos financieros y acompañamiento por parte de los Grupos de Acción Territorial. Esta fue una pieza complementaria que ajusto la acción institucional a las necesidades de los emprendedores generando éxitos en el proyecto. Pero este es un tema que amerita estudio y aprendizaje para quienes trabajan en la reforma del Estado. Más claro no canta un gallo, incorporar a las comunidades como actores de un quehacer institucional articulado a sus necesidades es fundamental para incorporar el haz de voluntades local y obtener resultados y productos. Sin este ajuste, por más funcionarios que se contraten no se pueden realizar las transformaciones necesarias ya que va contra naturaleza de la capacitación y el aprendizaje de adultos.
Foto: Semanario Universidad