Skip to main content

Etiqueta: salud emocional

1 de octubre: Día Nacional e Internacional de las Personas Adultas Mayores

Dr. Fernando Morales Martínez
Médico Geriatra y Gerontólogo, Miembro Honorario de ACANAMED

El primero de octubre de cada año se celebra el Día Nacional y Mundial de la Persona Adulta Mayor. La Organización de Las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud han declarado el período comprendido entre el 2021 y el 2030, como la década del envejecimiento saludable para las personas adultas mayores.

La Organización Mundial de la Salud define entonces envejecimiento saludable como un proceso continuo para optimizar las oportunidades de mantener y mejorar la salud física y mental, la independencia y la calidad de vida a través de la movilidad, capacidad de aprender y de tomar decisiones, de mantener relaciones sociales y realizar actividades que les agraden.

El envejecimiento está muy relacionado con la interacción de factores físicos, sociales e individuales. Como seres humanos tenemos en nuestras manos algunas estrategias que podemos aplicar para cambiar el rumbo hacia un envejecimiento saludable. Dentro de las estrategias individuales se deben implementar desde las primeras etapas de la vida, algunas medidas preventivas que permitan un envejecimiento satisfactorio.

Siempre se ha dicho que la expectativa de vida está relacionada con la genética; sin embargo, ésta representa únicamente un 30% de influencia total en la salud, mientras que el otro 70% depende del impacto de factores positivos y negativos en la trayectoria de vida de las personas, es decir, la posibilidad de alcanzar la vejez con buena calidad de vida depende, en gran medida, de factores medioambientales e individuales (estilos de vida).

Al vivir en sociedad, nos comunicamos y relacionamos con otras personas; familiares, amistades o vecinos, formando una convivencia en la que nos apoyamos y ayudamos mutuamente.

En nuestro país tenemos el privilegio de contar con una de las cinco zonas azules del mundo, ubicada en la península de Nicoya, donde se ha identificado un grupo de personas mayores que han llegado a cumplir más de cien años (centenarios) y que además de su longevidad han logrado vivir de manera saludable. Dentro de los factores más importantes que se evidenciaron en el estudio de centenarios, para conseguir un envejecimiento exitoso, están: vivir con una dieta modesta que consiste en verduras, legumbres, carnes con poca grasa, (cerdo, pollo, res o pescado), tortillas de maíz, abundante agua; evitar el licor, tabaco, drogas ilícitas y polifarmacia; realizar actividad física; fomentar la espiritualidad en unión de sus familias; entre otros factores positivos de vida.

Es nuestra propia determinación la que nos va a conducir a tener un autocuidado, practicar una adecuada higiene de la salud, tener una nutrición suficiente y balanceada, evitar todo tipo de abusos y mantenernos activos funcional y cognitivamente.

Finalmente, como dice un viejo refrán español y que lo deberíamos practicar: poca cama, poco plato y mucha suela de zapato.

Familias emocionalmente saludables en épocas de pandemia

La Coordinación de Acción Social Sede del Pacífico de la UCR le invita a la “Crianza respetuosa: Familias emocionalmente saludables en épocas de pandemia” el cual es un curso de 5 sesiones de 1 hora.

Será trasmitido por Facebook Live de Acción Social UCR Pacífico

Dará inicio el miércoles 7 de julio y finalizará el miércoles 4 de agosto. Las clases serán a las 6:00 p.m.

Desescalar la investigación social: enunciación y cuido

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Sobrepasamos ya algo más de un año desde que la Organización Mundial de Salud declarara el estado de pandemia. Entre olas, confinamientos, cierres de fronteras, hallazgos de la ciencia, vacunaciones, sistemas de salud exhaustos y combativos, se han develado certezas e incertidumbres sobre las dimensiones humanas que fueron falseadas, las preguntas sobre la construcción social de los afectos las solidaridades, las cercanías.

A la ciencia en su sentido más amplio se le ha demandado consecuencia: respuesta, exactitud, prontitud, pertinencia. Ha respondido desde todas las posibilidades y recursos disponibles.

Sin embargo, no debemos dejar de cuesitonarnos justamente por las condiciones de quiénes hacen ciencia en medio de la pandemia. ¿Que ha pasado con sus vidas? ¿Su subjetividad?

¿Sus redes de apoyo y acompañamiento? ¿Han tenido pérdidas cercanas? ¿Cómo enfrentan el dolor, el miedo? ¿Qué estrategias han diseñado para seguir adelante?

Junto a esas interrogantes sobre las personas y sus entornos, discusiones muy pertinentes y oportunas empiezan a referenciar lo que metafóricamente llamaríamos “desescalar” los acercamientos que se habían venido formulando para profundizar los distintos campos de conocimiento vinculados con el quehacer disciplinario, interdisciplinario y transdisciplinario en las ciencias sociales.

En este sentido: ¿es posible seguir con las mismas preguntas y las mismas metodologías de la denominada “normalidad” como si los procesos sociales y las subjetividades no hubieran experimentado ellos mismos cambios e impactos evidentes producto de la contingencia?

En el recién pasado congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) denominado “Crisis global, desigualdades y centralidad de la vida”, se discutieron y analizaron varios temas sobre la implicación de la investigación social en el periodo actual.

Entre las reflexiones compartidas destaca el dossier «Desafíos éticos de la investigación social en tiempos de pandemia (parte 2)», en el que las investigadoras de FLACSO Ecuador Tatiana Jiménez Arrobo y Vanessa Beltrán Conejo invitan a considerar los desafíos metodológicos del estudio de los procesos sociales en tiempos de excepcionalidad.

Hablan, desde su rol como investigadoras feministas, sobre la necesidad de “politizar la investigación” en el sentido de implicarse en el ejercicio de la mirada más allá del campo objetivo de los temas y objetos de investigación.

En sus palabras, lo anterior significa politizar las dimensiones subjetivas de quienes se colocan, en los procesos de investigación, como investigadores e investigadoras, porque ellos mismos, ellas mismas, están atravesados por miedos, preguntas, condiciones materiales y de salud tanto física como emocional, que intervienen en sus dinámicas como personas y como investigadoras.

He venido insistiendo en este y otros espacios, en la necesidad de hacer consciente el ejercicio de detenerse y respirar. Es decir, replantearse las formas de trabajo, las prácticas y hasta las propias discursividades, atravesadas como están por las lógicas de poder.

Esta actitud de “restablecernos” es la que proponen Jiménez y Beltrán acerca de considerar el lugar de la enunciación de quien investiga:

“Antes de la pandemia, ninguna de nosotras creía que el cuidado de sí era un elemento central en el diseño de nuestras investigaciones. Lo entendíamos como un privilegio de clase, asociado a procesos de reflexión poco comprometidos con la transformación social. Frente al riesgo de enfermedad, el aumento de las muertes por coronavirus, y el dolor generalizado que conlleva enfrentar la pérdida de seres queridos por pandemia, comprendimos que las preguntas en torno a los cuidados, la responsabilidad y el apego a principios éticos en nuestro proceso de reflexión eran, más que un privilegio, una necesidad. Fue en función de esas preocupaciones y lineamientos que ajustamos nuestras estrategias metodológicas y buscamos nuevas rutas para enfrentar las preguntas que nos habíamos planteado” (2021, 19).

Desescalar la investigación social no solo implica desprogramar lo andado y volcar la mirada a la nuevas realidades y necesidades producidas por la contingencia y la disrupción. Obliga afinar el sentido para situar las desigualdades de clase, género, nacionalidad y espacialidad como rasgos esenciales de una investigación al servicio de los sectores más vulnerables y excluidos.

Pero también señala el camino para considerar la propia subjetividad de quien investiga, acompañarle en el cuido y la escucha. Es esencial dar este paso para afrontar lo que sigue. Desde otras formas y posibilidades. Más cercanas a una ética del cuido y una política del afecto. Es esencial y necesario.

 

Imagen principal: Ilustración de la portada del libro «Emociones, afectos y sociología. Diálogos desde la investigación social y la interdisciplina». (2016). UNAM.

La guerra del Coronavirus y sus daños colaterales

Vladimir de la Cruz

El impacto de la Pandemia del Coronavirus COVID-19 es de tal magnitud, por su alcance y trascendencia internacional, que ha roto, ha quebrado, todo el orden de las relaciones internacionales en todos los sentidos. Ha afectado obviamente las relaciones comerciales, productivas, de los procesos de encadenamiento económico a nivel internacional y a nivel local de cada uno de los países afectados.

Ha afectado áreas productivas, mercados internacionales de producción y abastecimientos de partes para la industria en general, ha afectado mercados de mano de obra barata en todos los continentes, ha afectado los mercados de colocación de mercaderías, estimulando, en cierta forma, todavía a escala reducida, los mercados internos de producción y de abastecimientos. Su impacto social, aún no evaluable, es el de llegar a causar mayor pobreza general y de mayor pobreza extrema en todos los países, junto el hambre, “hambrunas”, para grandes masas de personas, quizá sin que hayamos superado el impacto de la presencia del COVID-19.

El mundo del transporte aéreo, terrestre y marítimo se desplomó, por los controles de la expansión del Coronavirus que se han impuesto. La industria y la actividad turística, en todas partes del mundo, ha caído, con expectativa negativa para los próximos 18 meses por lo menos, y la economía de encadenamientos sujeta a ella ha sufrido igual impacto.

Las pequeñas empresas productivas, la MIPYMES y PYMES en general, son las más golpeadas, las empresas de venta y consumo de comidas, de servicios han cerrado estrepitosamente, creando un mayor impacto en las economías nacionales cuando estas pequeñas empresas son mayoritarias, y mayoritariamente empleadoras, en las actividades económicas de cada país, que con poca o baja contratación de personal, son también las que mantienen la mayor cantidad de empleo nacional, y en la situación actual conducen, por sus cierres, a que los índices de desempleo real aumenten de modo preocupante, agravando la situación social, de vida, de trabajo, de hambre real y de tensiones sociales y políticas que ello pueda producir.

El COVID-19 ha afectado el mundo del trabajo provocando cierres de empresas, despido de empleados, rebajo de jornadas de trabajo, nuevas formas laborales intensivas como el tele trabajo, el trabajo parcial con reducción de jornadas, y rebajo consecuente de salarios y beneficios sociales, desempleo total y desempleo parcial, con pérdida y reducción de salarios y sus beneficios sociales, ha afectado la capacidad de pago de obligaciones de trabajadores, de pequeños, medianos y algunos grandes empresarios. Los sindicatos mismos van a sufrir este impacto en su afiliación real, en sus cuotas de pago sindicales, así como en su actividad organizativa, y hasta en sus luchas.

Ha afectado los vínculos diplomáticos alterando las relaciones de países fronterizos por los cierres de fronteras, impuestos de cada lado, para mitigar, con el control de los procesos migratorios y de desplazamiento de nacionales y extranjeros, la posibilidad de expansión y contagio del Coronavirus. Ha cuestionado internacionalmente a aquellos gobernantes que no se han sometido a los parámetros de la Organización Mundial de la Salud para atender la pandemia, e irresponsablemente, en sus países, han sido laxos frente al avance del Coronavirus, con las repercusiones internacionales que eso tiene.

El Coronavirus ha surgido como una fuerza de combate en guerra en todos los países, contra todas las personas, sin que estuvieran preparados para ella.

El Coronavirus se ha desarrollado como un movimiento guerrillero, apareciendo por aquí y por allá, y simultáneamente en todos los países, como si fueran diferentes frentes de combate, donde no se le puede enfrentar en el campo militar. De allí, por ahora su fuerza, por su capacidad sorpresiva de aparición provocando daños directos y daños colaterales en cada país y sociedad, por el temor que desata su existencia. En unos países impacta más que en otros, pero nadie está exento de sufrir su presencia ni daños colaterales. Y dentro de los países hay regiones más afectadas que otras.

Por ahora es una guerra que está comenzando, con un enemigo que se le conoce, que se la ha logrado identificar, el COVID-19, pero que no se tiene capacidad de controlarlo, y no se sabe aún con certeza cuando podrá acabársele y de qué modo se hará, porque su manera de combatir es silenciosa, sorpresiva, universal, y en muchos casos precisa y fulminante.

Uno de los efectos más dramáticos que ha provocado es que no se ha logrado una acción internacional contra el Coronavirus.

El único campo internacional que opera es el de la ciencia médica y epidemiológica, donde se hacen esfuerzos de coordinación día a día, para ir analizando los movimientos y comportamientos del Coronavirus, como sus posibilidades de mutación, para buscar, en el campo de la ciencia, los mecanismos y armas para detenerlo y controlarlo. Si es por una vacuna, se ha dicho, es un proceso que puede durar por lo menos hasta dos años, de allí que lo más claro es que el Coronavirus ha llegado para quedarse y tengamos que aprender a vivir con él, como vivimos con un montón de bacterias, virus y microorganismos, que siguen causando muertes, y por miles, muchos de los cuales hoy los controlamos y disminuimos sus muertos con vacunas.

El Coronavirus ha declarado, en cierta forma, una guerra contra toda la Humanidad. La guerra en que nos ha metido el Coronavirus no ha terminado. Los efectos devastadores de esta guerra todavía no los conocemos en toda su dimensión.

En el campo científico es una Guerra Total, que ha obligado a que todos los países muevan sus recursos y fuerzas, hasta donde se pueda, para destruir su capacidad contagiosa y de expansión. Como Guerra Total supone la subordinación de la política, no a la guerra como es la idea clásica militar, sino a la Ciencia, lo que no ha hecho el gobierno de Trump, y algunos otros, y que sí se hace en la mayoría de los países. Aquí, en Costa Rica, el Gobierno ha hecho muy bien de poner al frente, día a día, de esta batalla, incluso por el manejo de las Conferencias de Prensa diarias, al Ministro de Salud y al Presidente de la Caja Costarricense del Seguro Social. Hasta hoy el discurso oficial, en Costa Rica, descansa sobre todas las cosas en la ciencia para combatir el Coronavirus.

Importante papel puede llegar a jugar el Instituto Clodomiro Picado, de la Universidad de Costa Rica.

Por ahora el COVID-19 asusta por las muertes y contagios en todos los países, y atemoriza por el daño causado a la economía mundial, que es el daño colateral impuesto por este Coronavirus.

En las guerras modernas, y recientes, especialmente después de 1990, desde la Guerra del Golfo Pérsico, se habla de los daños colaterales, aquellos causados que están fuera de los objetivos militares a destruir, que son las víctimas civiles, particularmente, y así se justifican por quienes provocan estos daños colaterales, en estas guerras, generalmente por resultado de los bombardeos.

Se habla de daño colateral de aquel causado sin intención, de manera accidental, o por repercusión sin haberlo deseado, pero como resultado de una operación militar. En la sucia guerra de Vietnam los Estados Unidos usó este término para referirse al asesinato de civiles y la destrucción de sus propiedades.

Los daños colaterales militarmente se han extendido a las construcciones, hasta hospitalarias y diplomáticas, como ha sucedido, así como a los equipos y el personal, que puede ser afectado, en una operación militar, de fuerzas amigas de los atacantes. El daño colateral no quiere decir sin intención, aunque los ejércitos tratan de darle ese contenido conceptual. Es el daño adicional, subordinado, secundario, que resulta de una acción militar. Es el acto que puede resultar consciente, si es una ventaja táctica militar, en donde al destruir un objetivo deben eliminarse civiles e inocentes, o destruir instalaciones que no son objetivos militares.

El Coronavirus como agente militar, como arma de guerra, directamente ataca personas. El Coronavirus, en sus daños colaterales, afecta toda la economía, las fábricas, el transporte en todas sus manifestaciones, ciudades y pueblos completos, las refinerías lo que ha hecho caer el precio y la producción diaria de petróleo mundial. Afecta la salud emocional de las personas, sobre todo por los encierros obligados, las “cuarentenas” y restricciones de usos sociales, de comportamientos y de relaciones sociales que ha impuesto.

La autonomía de desplazamiento del Coronavirus en su ataque es demasiado amplia, llega donde tenga oportunidad de llegar, atacar y ocasionar el daño directo y el colateral respectivo. El Coronavirus por blanco estratégico tiene a los seres humanos. Eso está claro, de allí la necesidad de su protección.

En curso de la II Guerra Mundial, al mediar la década de 1940, las potencias aliadas impulsaron tres organismos de carácter mundial, en perspectiva del mundo que surgiría después de esa horrorosa guerra, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ambos en 1944, como resultado del Tratado de Breton Woods, y las Naciones Unidas, en octubre de 1945.

Al terminar la II Guerra Mundial el mundo había cambiado. Derrotado el nazifascismo surgió de manera poderosa un Sistema Mundial de países socialistas, que hizo cambiar el escenario de las relaciones internacionales. El mundo se enfrascó en una división internacional de Socialismo versus Capitalismo y de un escenario militar, la Guerra Fría.

El resultado práctico inmediato por parte de los Estados Unidos fue impulsar en la Europa capitalista existente el Plan Marshall, con el propósito de meter 12.000 millones de dólares, de esa época, para la reconstrucción europea, y presentar la Europa capitalista como una vitrina frente a la Europa socialista que también estaba surgiendo. Ello produjo en el campo militar, luego, el desarrollo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, por un lado y del Pacto de Varsovia por otro, para mantener los equilibrios militares en ese continente.

En América Latina el Plan Clayton, entre 1946 y 1947, se propuso igual propósito para contribuir a desarrollar la economía de la región, especialmente en el sector agrario o campesino, y frenar o neutralizar en el continente los movimientos insurgentes que estaban dándose. Para la parte militar en América Latina se impuso el Plan Truman. En 1948 se impulsó militarmente el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, con la OEA de fondo y de soporte.

Después del Coronavirus el mundo va a ser otro. Frente al Coronavirus no se impulsan organizaciones de este tipo ni políticas de esta naturaleza, de carácter colectivo. Lo más cercano a ello es el apoyo a la Organización Mundial de la Salud, la abanderada internacional en la lucha contra el Coronavirus, y sus organismos regionales, como la Organización Panamericana de la Salud, hoy sin el apoyo económico del gobierno norteamericano, y del Presidente Trump, que ha anunciado quitarle los fondos económicos que le daban, acusándola de estar plegada, en esta situación pandémica, a los intereses de la República Popular China.

Igualmente, esos organismos, son hoy objeto de atención, y de llegada, para apoyar gobiernos y países con préstamos y políticas económico-financieras para enfrentar el Coronavirus en sus impactos financieros internos.

En el momento actual debe operar la política realista, de la diplomacia y de las acciones concretas y prácticas para atender la pandemia, cuando no hay un Gobierno mundial, ni hay un “ejército mundial” en capacidad de combatir el Coronavirus, que debe enfrentarse en cada país con las fuerzas médico-científicas que se tienen, y con las estructuras de salud pública y de seguridad social que cada país tiene y ha desarrollado históricamente.

El Coronavirus ha alterado en la práctica el equilibrio de poderes existentes en el mundo actual, ha debilitado a las grandes potencias, las ha alejado de sus propias relaciones, les ha debilitado sus carreras armamentistas para enfrentar al enemigo no tan invisible del Coronavirus. La “paz” internacional, exceptuando las guerras locales o regionales aún existentes, que han pasado a guerras de baja intensidad momentáneamente, también se ha alterado.

Para Trump la situación internacional es grave por el impacto que ella tiene al interior de los Estados Unidos en su elección de noviembre de este año. La torpeza con que ha actuado lo ha alejado del liderazgo internacional que los Estados Unidos ha significado, pero le ha debilitado su liderazgo interno, a nivel nacional y regional con sus propios Estados y sus autoridades locales, los gobernadores.

Pareciera que Trump siguiendo a Maquiavelo quisiera usar el mal para tratar de lograr el bien. Por ello engaña, hace trampa, mal informa, se enfrenta a la ciencia de su propio país, intriga contra quien se le oponga, enfrenta y limita la acción de los medios de información y de prensa, obliga a su Partido Republicano y a sus dirigentes a seguirle ciegamente, amenaza desarrollar los super poderes que se le permiten al Poder Ejecutivo en Estados Unidos, expulsa migrantes detenidos enfermos de coronavirus a sus países de origen, con el propósito de que enfermen en sus países de origen, como está haciendo con guatemaltecos repatriados.

Para Trump, como yo lo veo, el Coronavirus se le ha presentado como un elemento de limpieza étnica mundial, y en los propios Estados Unidos, por las personas que son afectadas mayoritariamente.

En la línea de enfrentamiento al Coronavirus el realismo político descansa en las decisiones racionales, científicas y médicas, que puedan tomarse e impulsarse para frenarlo, detenerlo y saberlo combatir y para superar, en el mayor corto plazo posible, los efectos colaterales que está provocando, especialmente en el plano de las economías nacionales, y en la reconstrucción de las redes de la economía mundial.

El interés nacional es lo que resalta en los países frente al Coronavirus. En Estados Unidos Trump ha sido muy claro “América Primero”. No son casuales sus políticas públicas internas y sus planteamientos internacionales en torno a cómo enfrentar y combatir el Coronavirus. Se trata de su supervivencia y su propia seguridad, no la del planeta. Por eso niega las políticas internaciones de ataque y confrontación al Coronavirus.

Con el Coronavirus no tenemos en el escenario internacional un país agresivo, una potencia amenazante de otros países, o de todos, por su carácter pandémico. Trump está tratando de pintar a la República Popular China, como esta amenaza, por el origen del Coronavirus, en la ciudad de Wuham, y para ver a este país como el agente agresivo internacional. Es parte de su estrategia geopolítica mundial frente al impacto que tiene la República Popular China en la economía mundial, y la disputa que tiene Estados Unidos en ese escenario para no ser desplazado.

El problema fundamental para Trump es que en la lucha contra el Coronavirus todos los Estados del mundo tienen igualdad de enfrentamiento, y no quieren ser derrotados por el Coronavirus.

El Coronavirus no nos ha metido en el mundo de Tomas Hobbes, el de la lucha, o de guerra, de todos contra todos. Al contrario, nos ha impuesto la tarea de enfrentarlo como una sola fuerza. La diversidad de países, y de posiciones políticas de cada uno de ellos, tiene que conducir a políticas unitarias de acción internacional. Este es el reto que nos impone la pandemia.

La estructura internacional de las Naciones Unidas, y sus organismos internacionales, nos da la posibilidad de actuar cooperativamente en nombre de toda la Humanidad.

Estamos ante un interés público, hoy un interés común, de toda la sociedad, de todas las sociedades existentes, por la defensa del bienestar, la felicidad y la satisfacción de las necesidades básicas de todos los seres humanos.

Enviado a SURCOS por el autor.

Imagen: https://news.un.org/es/story/2020/04/1472832

Vida familiar y solidaridad en el COVID-19

La Asociación Nacional de Educadores (ANDE) compartió con SURCOS material educativo que está promoviendo en alianza con otras organizaciones, para apoyar la formación de conciencia en torno a valores como la solidaridad y la erradicación del machismo.

Una de las infografías, que invitamos a circular en todas las redes a su alcance, hace referencia a la acción de humanidad que implica cuidar a otras personas, como a la población adulta mayor, que es parte de nuestra familia o de la vecindad.

Otra ofrece el mensaje de que la emergencia no es excusa ni oportunidad para actuar con violencia en el espacio familiar o de pareja. La construcción de espacios seguros y sin violencia son factores claves para mantener la tranquilidad, fomentar la salud, y activar el respeto a todas las personas.

La campaña formativa la desarrolla ANDE en colaboración con la Fundación Justicia y Género, la campaña Metele un Gol al Machismo, la Asociación Cartaginesa de Atención a Ciudadanos de la Tercera Edad, y el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor.

Puede reenviar la nota con los enlaces al pie o copiando y pegando este vínculo: https://bit.ly/2RfywIn ;o bien, también puede copiar las imágenes para compartirlas en sus redes.