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Etiqueta: Segunda República

En tiempos de reacción y retroceso político y social (I)

COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS (20)
Tercera época

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

Los tiempos históricos en los que predominan las fuerzas de la reacción, y dan a lugar a un marcado estancamiento social, suelen ser más prolongados que las situaciones o coyunturas revolucionarias, en las que el tiempo para la acción y la irrupción de los más insospechados e innumerables actores sociales, resulta ser más propicio para quienes toman esa vía, dándose una aceleración e intensidad en el transcurrir del tiempo, tal y como lo perciben los colectivos sociales enfrentados a semejantes desafíos.

Para el caso de Costa Rica, al cabo de setenta años del pacto social con el que saldó el último conflicto bélico de nuestra historia republicana, nos encontramos con que una ofensiva de las fuerzas conservadoras y del capital financiero, en detrimento del sector productivo y de las clases trabajadoras en general, está a punto de acabar con los restos del estado social de derecho que sirvió de fundamento a la llamada Segunda República.

Una vez concluidos los enfrentamientos armados de marzo-abril de 1948, entre los “glostoras” (que dieron lugar después al “socialdemócrata” PLN) y los vanguardistas (los así llamados “comunistas”, conste que estoy empleando el término como un sustantivo), los que a pesar de sus marcadas diferencias y las duras e incluso encarnizadas persecuciones “anticomunistas” instigadas desde Washington, propias del primer período de la guerra fría, infligidas por los primeros hacia los segundos, a lo largo de las dos primeras décadas posteriores, lo cierto es que ambos representaban a sectores reformistas que aspiraban a ocupar el mismo espacio político, y a ser los actores decisivos de la transformación social que vino a superar al país del viejo olimpo liberal, ya agotado al llegar la década de los cuarenta. Tanto la gente del Centro de Estudios de los Problemas Nacionales (Rodrigo Facio, Carlos Monge y otros) como la de los militantes del emergente Bloque Obrero Campesino, después Vanguardia Popular (Carmen Lyra, Manuel Mora entre otros líderes sociales) fueron rupturistas en relación con el orden social y político imperante en la Costa Rica anterior a la Reforma Social, cosa que no puede afirmarse en todo el sentido de la expresión para el caso del “calderonismo” del doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, a pesar de las dotes de estadista y el espíritu de avanzada social que lo caracterizaron, al darle un decisivo impulso inicial a la reforma social, a través de una alianza político electoral con los de Vanguardia Popular, la que se extinguió después del desenlace del conflicto armado.

Después de derrotar en el campo de batalla y sacar del juego político a sus adversarios “comunistas” y calderonistas, los “glostoras” llamaron a una Asamblea Constituyente, dando lugar a constitución reformista que sirvió de base al estado social de derecho, hoy a punto de ser aniquilado por la ultraderecha conservadora del nuevo siglo, la que a pesar de sus disfraces de presuntamente liberal, cristiana o progre profesa en su totalidad, y a pie juntillas todos los extremos y consecuencias del credo neoliberal.

En 1949 se produjo, al interior de la Asamblea Constituyente, una tácita alianza entre glostoras y vanguardistas, en la que los segundos intervinieron a través de los constitucionalistas electos por el Partido Constitucional Demócrata de Celso Gamboa, y los primeros bajo la denominación de Partido Social Demócrata (después de PLN), con su pequeño grupo parlamentario, encabezado por Rodrigo Facio Brenes. Estos sectores antagónicos pero afines, que a lo sumo representaban una cuarta parte de los constituyentes le imprimieron un tono reformista al nuevo texto constitucional, para lo que contaron con el apoyo de la gran mayoría de los constitucionalistas que estaban imbuidos de ese ethos renovador, tan propio de esa convulsa década que vino a cerrar el ciclo histórico del viejo liberalismo.

Lo paradojal vino después, en esos tiempos de reacción, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, cuando desde la Casa Blanca y la United Fruit Company se impulsó la destrucción de la primavera democrática de Guatemala (1944-1954), representada por los presidentes Juan José Arévalo, quien había apoyado con armas la revuelta de José Figueres en Costa Rica y Jacobo Árbenz, contando con el apoyo de la dictadura somocista en Nicaragua y la de Tiburcio Carías en Honduras. Eran los tiempos en que los EEUU buscaban reafirmar, una vez más, el control de su patio trasero: Por eso, su agenda para 1954, era la de acabar con la Argentina de Juan Domingo Perón, la Guatemala de Jacobo Árbenz y la Costa Rica de José Figueres Ferrer habiendo llamado con ese propósito, durante el mes de mayo de 1954, a la X conferencia interamericana, convocada por la Organización de Estados Americanos (OEA), en la ciudad de Caracas, Venezuela. Argentina y Costa Rica se negaron a asistir, mientras la Guatemala de Árbenz intentó heroicamente enfrentarse a los designios imperiales, a pesar del aislamiento a que fue sometida, a partir de esa conferencia y hasta su derrocamiento en julio de ese mismo año.

Mientras tanto, una vez concluida la guerra civil en Costa Rica, Calderón Guardia se refugió en la Nicaragua somocista, la que le dio apoyo en su primer intento armado de recuperar el poder, en diciembre de 1948, y posteriormente bajo el paraguas republicano de la administración estadounidense Eisenhower-Nixon intentó de nuevo, en enero de 1955, tomar el poder por la vía armada para acabar, tanto con los “comunistas” de Vanguardia Popular como con los de José Figueres Ferrer y su Partido Liberación Nacional, los dos sectores reformistas que habían luchado entre sí con las armas en la mano en 1948, pero habían terminado, no de manera conjunta ni deliberada, por darle un rumbo reformista, y rooseveltiano-keynesiano un tanto tecnocrático a las políticas económicas y sociales de estado, razón por la que Figueres Ferrer, que le había dado solución de continuidad a las reformas sociales de la década del cuarenta, era considerado como “comunista” ante los ojos de la ultraderecha conservadora de la región y por los gobernantes “republicanos” de la Casa Blanca.

Como puede apreciarse, a pesar de la relativa estabilización política y social con la que transcurrieron las primeras décadas del creciente estado de bienestar, unido al crecimiento económico planetario sostenido de los llamados treinta gloriosos(1945-1975), a partir de la conformación de un estado social de derecho, como un evento insólito en el istmo centroamericano, este estuvo siempre amenazado desde los poderes fácticos que se valieron de los grandes medios como el diario La Nación, los noticieros radiofónicos y la naciente televisión.

Por su parte, las fuerzas conservadoras retomaron la iniciativa, durante la segunda mitad de la década de los sesenta, con el triunfo electoral del conservador José Joaquín Trejos, a quien una coalición de sectores de derecha y del “calderonismo”, como un sector político que abandonó sus ya debilitados arrebatos reformistas que venían de la década de los cuarenta, una vez transcurrido un breve paréntesis, después del regreso del exilio de sus líderes, durante el año de 1958 y de su reincorporación a la vida política electoral, para diluirse dentro de un espectro de fuerzas cada vez más inclinadas hacia la regresión social, esa que hoy conocemos como neoliberalismo. Fue entonces cuando el Partido Liberación Nacional se sintió amenazado por estas fuerzas de la derecha conservadora, motivo por el que su interior surgió el Movimiento Democrático para una Revolución Social que, en el transcurso de 1968, lanzó su Documento o Carta de Patio de Agua, con la firma de numerosos líderes y militantes de aquella socialdemocracia reformista que buscaba así darle una solución de continuidad al proceso que había iniciado dos décadas atrás.

La República Federal, ¿qué? ¿Acaso no cuenta?

Vladimir de la Cruz

A propósito de algunas preguntas que me han hecho. La historia de Costa Rica, en términos generales, la podemos dividir en etapas. Así por ejemplo, la Historia Antigua, o antes de la llegada de los españoles, que también podemos denominar precolombina, la Historia de la Conquista y de la Colonia, que es el gran período de presencia de los españoles, dominando el territorio nacional y sometiendo a las culturas indígenas, la Historia de la Independencia, que es un capítulo especial, que se ha abierto de modo particular y con profundidad, sin que se agote, con motivo de la celebración del Bicentenario de la Declaración de Independencia de España, hecha en 1821 para el caso de Centroamérica y Costa Rica.

Este es un período coyuntural, que se puede retrotraer a 1808, o un poco más atrás, hasta 1821, y prolongar un poco más, según se vea, hasta la constitución de la República Federal de Centroamérica. Aun así, podrían considerarse otras fechas según se tomen en cuenta, por parte de los investigadores o historiadores, para precisar situaciones respecto al momento que se quiera definir como el de inicio de la Independencia.

Por proclamada la Independencia se abre el Gran Período de la vida independiente, que a su vez puede dividirse en subperíodos.

En el caso costarricense fue muy frecuente ver el siglo XIX y el siglo XX casi de modo separados, como dos grandes unidades, o de un modo continuo, según abordaran los historiadores o narradores históricos el hilo histórico que se iba tejiendo, o por la forma cómo fue desenvolviéndose la estructuración del Estado y la institucionalidad administrativa. Capítulos especiales y destacados han ocupado, la Anexión del Partido de Nicoya, y hoy más lo tiene todo lo relacionado con la Campaña Nacional contra los filibusteros norteamericanos en Costa Rica y en Centroamérica, por los estudios que se ha venido estimulando y por la Asociaciones Académicas y sociales surgidas a su alrededor.

Aún así, se distinguían dos períodos importantes, el de los Jefes de Estado y el de los Presidentes, habida cuenta que no se distinguía en ese análisis el período del Estado y el período de la República, con sus especificidades. Esto correspondió más a un enfoque que hacía descansar el desenvolvimiento histórico desde la perspectiva de las Administraciones de Gobiernos, lo que puede seguir siendo válido, para algunos, desde un enfoque eminentemente político institucional.

Los estudios históricos que se han desarrollado, especialmente, desde 1970 producen otros enfoques y abordajes de la Historia Nacional, historias agrarias, historias de los movimientos y luchas sociales, historia constitucional, historias de la vida cotidiana, historias religiosas, historias de la cultura en general, de la numismática, historia de la economía nacional, en sus diversas facetas, historias del sufragio, de partidos políticos, de las luchas femeninas, historias de los grupos sociales nacionales, negros e indígenas, y otras nacionalidades o sus presencias migratorias, de los grupos juveniles y sus luchas, de los campesinos, de instituciones públicas y privadas, estudios de carácter biográfico, de corporaciones, gremios y sindicatos, historia de la literatura nacional etc. El abanico aquí es amplio y puede ensancharse cada vez más como se irá haciendo. Los estudios históricos abordan grandes y cortos períodos de análisis, generalidades y particularidades.

En el campo político institucional tenemos para la cotidianidad actual que vivimos el período de la Segunda República, así declarada el 8 de mayo de 1948, cuando se instaló, como Gobierno de Facto, el grupo militar victorioso en la Guerra Civil, de marzo y abril de ese año, impidiendo el acceso inmediato al Gobierno a Otilio Ulate Blanco, presidente electo en las elecciones de 1948, que las anularon y dieron por resultado el levantamiento, que en su nombre se hiciera y en la defensa de ese resultado electoral.

La declaratoria de la Segunda República estaba en función de dos eventos, uno histórico y otro de la situación inmediata.

Desde la perspectiva histórica por cuanto el 31 de agosto de 1948 se celebraría el centenario de la Declaración de la República, por el último Jefe de Estado y Presidente, Dr. José María Castro Madriz, cuando en 1848, en esa fecha así lo hizo. Y por los sucesos de la inmediatez política, por cuanto José Figueres Ferrer y su grupo, entre los que se contaba la gente del Centro de Estudios Para los Problemas Nacionales, consideraba que los gobiernos de Rafael Ángel Calderón Guardia y de Teodoro Picado, habían traicionado el espíritu y los principios que se habían forjado en la República, que se vivía desde 1848, forjada al calor de los grandes liberales, o del movimiento liberal que había sido dominante, desde 1870 prácticamente hasta 1940, aun cuando desde la Primera Guerra Mundial empezaba a cuestionarse este modelo político y surgían otras fuerzas políticas, reformistas, socialistas, comunistas, y las mismas socialcristianas y socialdemócratas de inicios de la década de 1940.

Así tenemos, entonces, el período de la República, a partir de 1848 hasta 1948, y el de la Segunda República, desde 1948 hasta nuestros días. Pero, ¿se podría considerar a la República proclamada por José María Castro Madriz como la Primer República? En los textos históricos no se le da ese nombre, ni se adjetiva como Primera República, lo que podría ser irrelevante si se quiere.

Sin embargo, si nos devolvemos a los días de la Independencia, desde 1821 hasta 1823, que quedamos “sueltos” de la Capitanía General de Guatemala, que se había desintegrado con la proclamación de Independencia de Guatemala el 15 de setiembre de 1821, y que al calor de esa Proclama se convocó, a un Congreso, a los pueblos que antes de 1821 estaban unidos para considerar de manera unitaria qué hacer, en el caso costarricense integramos Juntas de Legados y Juntas Superiores Gubernativas, que por sí mismas no declararon la constitución de una “República”, hasta que aceptamos integrarnos, bajo la forma de Provincia y de Estado, a las Provincias Unidas del Centro de América y luego a la República Federal de Centroamérica, desde 1824, formalmente hasta 1848, aunque en la práctica esta República Federal desde finales de la década de 1830 venía desapareciendo o debilitándose notablemente. Ni con el esfuerzo de Francisco Morazán, desde Costa Rica en 1842, adquirió vida.

Dentro de esta República Federal nos integramos como un Estado independiente, con Constitución Política propia, que tuvimos varias en ese período, con gobierno local propio, nombrado internamente, con institucionalidad estatal propia, como al igual lo hacían los otros Estados centroamericanos que habían sido parte del andamiaje colonial español en Centroamérica.

A partir de aquí tenemos, entonces, la historia del Estado de Costa Rica, desde 1824 hasta 1848, aspecto que no se le da gran relevancia dentro de los estudios históricos desde esta categoría. Pero, tampoco se le da la relevancia correspondiente, al período de la República Federal, que aunque se menciona como parte de nuestra Historia, no se le estudia como se debe, ni se estudian sus Presidentes y estructuras políticas, ni la Historia centroamericana de esos años con sus crisis y contradicciones, como la nuestra. Sus Presidentes ni siquiera se consideran autoridades superiores de Costa Rica. Pocos estudios precisos hay sobre esta situación.

Si consideráramos la República Federal de Centroamérica como parte institucional de la Historia de Costa Rica, ¿esta sería la Primer República de nuestro desarrollo institucional? ¿La Segunda República sería la proclamada por Castro Madriz? Y, consecuentemente con esto, la proclamada por la Junta de Gobierno en 1948, ¿sería la Tercera?

Dentro de la República Federal existimos como Estado, no bajo la forma de una República. La condición de Estado nos daba una independencia interior, pero no para asuntos exteriores. El carácter Federal hacía que las funciones propias de la representación formal, internacional y diplomática de la región, incluidos todos los Estados que constituían la República Federal, la tuviera la República Federal, y no cada Estado que formaba parte de ella, como sucede hoy con las Repúblicas federales existentes como son la República Federal de los Estados Unidos de América, la República Federal de México o la República Federal de Brasil, donde los Estados que forman parte de esas Repúblicas federales por sí no existen. Son los Gobiernos federales de esos países los que representan a todos sus Estados.

Hasta 1850 internacionalmente las referencias a Centroamérica se referían a la República Federal, no a cada uno de sus países miembros. Por eso, también, es que a partir de ese final del Gobierno de José María Castro Madriz y del inicio de los Gobiernos de Juan Rafael Mora Porras, es cuando empezamos a tener reconocimientos diplomáticos propios y a ser valorados como país Independiente plenamente.

La Independencia de los países centroamericanos hasta la desintegración de la República Federal la tuvo en su representación formal internacional la República Federal de Centroamérica.

A los efectos institucionales y actuales vivimos la Segunda República, en Costa Rica, pero no deja de ser un tema más para la discusión y reflexión sobre el Bicentenario de la Independencia.

Se prenden los fuegos electorales

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

Nuevamente, se prenden los fuegos de una próxima campaña electoral. Los candidatos de los partidos se aprestan a levantar las banderas, hoy a media asta. Y el pueblo mayoritario a la expectativa sin comprometer su voto. Sabe que es un tiempo donde “no hay santo ni santa en quien persignarse” y menos capilla partidaria confiable.

Si es tal la crisis de credibilidad en los partidos que no alcanzan a elevar al mínimo los decibeles de las pasiones político-electorales, no hay duda que el terreno es fértil para los vendedores de “pomada canaria” en este marasmo sindémico (combinación de crisis sanitaria y social). Ya un candidato se frotó su rostro con dióxido de cloro. Y que conste, de mi parte, no tengo nada contra esa medicina popular hasta que la ciencia pruebe su ineficacia. A lo que me refiero, en este caso, es a su propuesta de salvar al país con la explotación minera a cielo abierto aunque ya no “llueva café en el campo”. Y es muy probable que el candidato que lo adversa esta vez nos meta “gato por liebre” o “caballo por res” al ritmo del regatón.

Si por la víspera se saca el día, con las candidaturas de mayor arrastre en el Partido Liberación Nacional, preparémonos para un espectáculo circense de candidatos haciendo malabares como los mejores magos, especialmente para mostrarse como amigos de los pobres y de la maltrecha clase media, eso sí sin tocar a la élite que estafa al Estado, un día sí y otro también, con sus triquiñuelas jurídicas, como lo ha develado el excelente artículo de Natalia Díaz en el Semanario Universidad (https://semanariouniversidad.com/pais/fifco-britt-h-solis-farmaceutica-y-pineras-fueron-grandes-contribuyentes-que-quedaron-fuera-del-foco-de-hacienda-en-algunos-anos/). Estos candidatos en campaña se presentan como defensores de los pobres para travestirse gobernando contra los pobres.

El gobierno actual, que se vendió como gobierno de unidad nacional y se convirtió en cogobierno a favor de los ricos, le ha servido en bandeja de plata la cabeza del pueblo a los partidos tradicionales para que asesten el golpe mortal. Y lo han venido haciendo con esa “prolífica” –más bien “necrofílica”– gestión legislativa que ha socavado las bases del Estado Social de Derecho, es decir, la democracia al estilo costarricense. Por eso, cada vez somos menos Costa Rica y más Centroamérica, con perdón de los pueblos centroamericanos que son valerosos y trabajadores, pero víctimas de nefastos regímenes dictatoriales que los han mantenido postergados en la miseria, y hoy son expulsados al “infierno” de la franja fronteriza con Estados Unidos.

Se ha dicho hasta la saciedad, pero vale la pena repetirlo: el ser humano es el animal más irracional de la especie. Mientras a los otros animales su racionalidad les evita volver a caer en el mismo hueco, el ser humano en su torpeza irracional cae varias veces ¿Cómo se explica tal insensatez, en tiempos donde las fidelidades partidarias y hasta de cualquier signo ya no cuentan?

Aunque algunos apuntan a la manipulación de la conciencia colectiva por parte de los nuevos programadores del comportamiento humano y otros a la fe y la esperanza de que aquellos partidos recuperen y actualicen sus glorias pasadas, al primer amor que los catapultó como los artífices de la “Segunda República”, lo cierto es que seguimos siendo muy susceptibles, como simples animalitos irracionales, a ser presa fácil de cualquier malabarista de circo, especialmente cuando la peor crisis que padecemos es la de la “palabra”, que hoy nos induce, como lo expresara Pablo de Tarso, a decirle bueno a lo malo y a lo malo bueno, a lo dulce amargo y a lo amargo dulce.

A sí las cosas, está a la orden de día la seducción del discurso mesiánico, con sus palabras volátiles que venden soluciones fáciles y agitan las voluntades ciudadanas, con una especie de catarsis al estilo del culto mediático, donde “las masas no buscan significado sino espectáculo” (Jean Baudrillard).

En medio de la algarabía que anuncian los primeros fuegos de la campaña, todavía esperamos que emerja la sensatez y la “lucidez” (Saramago) para no convertirnos una vez más en víctimas de los vendedores de “pomadas canarias” y de “indulgencias” para alcanzar el “reino de este mundo”. Es decir, para frenar la fiesta de los mercaderes de la política, hoy también invadida por los mercaderes de la religión.

Foto: UCR.