Este es un esfuerzo académico de la Comunidad Epistémica de Estudios Socioreligiosos integrada por personas académicas de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión y el Instituto de Estudios de Población (IDESPO) de la UNA; la Escuela de Sociología, la Escuela de Psicología y la Escuela de Estudios Generales de la UCR y del CIDE. Fue producida y financiada por la Escuela Ecuménica y organizada y ejecutada por el IDESPO.
Resumen
Percepción de la población costarricense sobre valores y prácticas religiosas, 2024
La encuesta “Percepción de la población costarricense sobre valores y prácticas religiosas, 2024”. Este estudio, realizado entre el 18 y el 31 de octubre de 2024 realizó por vía telefónica a una muestra de 1,302 personas mayores de 18 años en todo el territorio nacional, cuenta con un margen de error de ±2.8% y un nivel de confianza del 95%. El propósito del estudio es ofrecer una mirada actualizada sobre las creencias, prácticas y valores religiosos en Costa Rica.
Entre sus principales resultados se destaca que la mayoría de las personas encuestadas (96%) cree en Dios, una deidad o una fuerza superior. De ellas, el 50% se identifica como católica, el 31% como evangélica y el 16% como creyente sin afiliación a una religión específica. Aunque el 73% de la población fue criada en la religión católica, solo el 67% mantiene esta afiliación en la actualidad, mientras que un 16% se ha convertido al cristianismo evangélico y un 14% se considera creyente sin religión.
En cuanto a la participación en actividades religiosas, el 34% de las personas católicas asiste a misa semanalmente, mientras que el 48% de las personas evangélicas participa en cultos cada semana. Las prácticas religiosas más comunes incluyen la oración personal (75%) y la lectura de la Biblia (31%). Por otro lado, actividades como visitar curanderos o leer el tarot son poco frecuentes, con un 97% y 95% de las personas encuestadas indicando que nunca las realizan.
En el ámbito de los valores, el 85% de las personas encuestadas está de acuerdo con que las vacunas hacen la vida más saludable, mientras que el 71% considera que las redes sociales provocan pérdida de valores. Además, el 73% opina que hoy en día se depende demasiado de la ciencia y poco de la fe.
En el ámbito político, el 56% de las personas encuestadas cree que el Estado debe ser laico y no guiarse por creencias religiosas. Además, el 90% rechaza votar por un político corrupto, incluso si comparte su religión, y el 76% prefiere votar por políticos honestos, aunque no tengan afiliación religiosa.
Finalmente, el 80% de las personas encuestadas apoya la enseñanza de religión en escuelas y colegios públicos, y el 63% considera que esta educación debe incluir diversas creencias, tanto cristianas como no cristianas.
El Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras del Poder Judicial (SITRAJUD) ha emitido una manifestación, representada por Jorge Eduardo Cartín Elizondo, en la que expresan su profunda preocupación y rechazo a diversas medidas adoptadas en el marco de la pandemia del COVID-19, así como a tratados internacionales y decisiones gubernamentales.
En el comunicado dirigido a la Corte Plena del Consejo Superior del Poder Judicial, Cartín Elizondo, en calidad de representante del SITRAJUD, destaca los siguientes puntos:
Primacía del ser humano sobre el Estado: Se enfatiza que el ser humano antecede al Estado, y el Derecho Natural es superior al Derecho Positivo, según la jurisprudencia de la Sala Constitucional.
Derechos humanos inalienables: Se hace hincapié en que los seres humanos tienen derechos inalienables protegidos por tratados internacionales, como la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, entre otros.
Rango supraconstitucional de tratados internacionales: Se argumenta que los tratados y acuerdos internacionales tienen rango supraconstitucional, debiendo interpretarse extensivamente en favor de la libertad y restrictivamente en lo que la limite.
Cuestionamientos a las medidas ante la pandemia: Se critica la imposición «ilegal» de medidas durante la pandemia, especialmente las relacionadas con la obligatoriedad de la vacunación contra el COVID-19. Se señala que estas medidas han infringido diversos artículos de la Constitución Política y tratados internacionales, atentando contra derechos fundamentales como la vida y la salud.
Denuncia de ilegalidades en las decisiones del Gobierno: Se denuncia la emisión de decretos ejecutivos modificando leyes, como el Decreto N° 42889-S y N° 43249-S, que se consideran ilegales al imponer la obligatoriedad de la vacunación sin garantía legal y al vulnerar múltiples normativas y derechos.
Acusación de falta de prudencia en la pandemia: Se acusa al Ministerio de Salud, la Comisión Nacional de Vacunación y Epidemiología, la Comisión Nacional de Emergencias y el Colegio de Médicos de imponer restricciones sin un adecuado debate médico-científico, generando un atropello de derechos humanos y libertades individuales.
Rechazo a organizaciones supranacionales: Se rechaza la influencia de organizaciones como la ONU, OMS y WEF, considerándolas con conflictos de interés y sin representatividad democrática en Costa Rica.
Pedido de debate público y democrático: Solicitan la apertura de un proceso de debate público, libre y democrático sobre las medidas y tratados que afectan a la población costarricense.
El SITRAJUD adjunta pruebas documentales que, según ellos, demuestran el mal manejo de la pandemia y la falta de prudencia de las autoridades. Entre las pruebas se incluyen informes médicos sobre efectos adversos de la vacunación y comunicados sobre la falta de evidencia científica en decisiones clave.
El sindicato manifiesta su compromiso con la defensa de los derechos humanos y la soberanía del país, llamando a la reflexión y al debate público en torno a las medidas adoptadas en respuesta a la pandemia y a tratados internacionales.
La información completa se encuentra en el PDF adjunto.
Dr. Oscar Porras Madrigal (PhD) Servicio de Inmunología y Reumatología Pediátrica Hospital Nacional de Niños “Dr. Carlos Sáenz Herrera” Miembro de número, Academia Nacional de Medicina
Vacunación es el término que identifica la aplicación de una vacuna. Vacuna y vacunación derivan de las definiciones que uso Edward Jenner (1798) en “Una investigación sobre las vacunas y los efectos de variolae vaccinae”, en la cual refirió el efecto protector de la viruela bovina contra la viruela humana. Pasteur en 1881 en “Address on the germ theory”, amplió el uso de los términos a otras inoculaciones de protección. A partir de entonces, vacuna se identifica con cualquier preparación que tenga como objetivo generar inmunidad adquirida contra una enfermedad infecciosa y vacunación con la gestión de aplicar vacunas. La palabra vacunación acompaña las actitudes responsables primero de padres y madres en la edad pediátrica, luego de nosotros como adultos y finalmente de quienes nos gobiernan generando acciones de salud pública. La vacunación moderna se inició en el siglo 18 con Jenner. Sin embargo, la práctica de la inoculación contra viruela, la precedió en Asia, donde la aprendió Lady Montague y la introdujo como “variolización” en Europa. El aporte de Jenner estuvo en el uso de un virus vivo de “Viruela Vacuna” (“Cowpox virus”) para inducir una respuesta protectora contra la “Viruela Humana” (“Smallpox virus”). Sus resultados indujeron a la aplicación del concepto a otras enfermedades y a provocar que se convirtiera en una acción de salud pública.
El primer uso con objetivos de salud pública se atribuye a la expedición de Balmis (1803-1806), al vacunar contra la viruela en los territorios coloniales en América. En Costa Rica se inició en el siglo 18 (1805 Cartago, Expedición Balmis) con el uso de vacuna contra Viruela (cuadro 1). Como resultado de un esquema nacional de vacunación efectivo desaparecieron Viruela, Fiebre Amarilla, Polio, Tétanos, Difteria, Sarampión, Rubéola congénita, Tétanos neonatal y meningitis bacteriana. Además, se previno el cáncer de cérvix, la diarrea por rotavirus, la transmisión de Hepatitis B, la varicela, la mortalidad por Influenza y la pandemia por SARS-CoV-2.
Cuando la vacunación se transforma en política de salud pública, se convierte en factor de nivelación social. Al aplicarla a toda la población, dentro de un esquema nacional, financiado por el estado con acceso universal, es un nivelador social, ya que padecer la enfermedad no estará asociado a un privilegio económico o social. La protección basada en vacunación se mide como cobertura, que debe ser >95% para producir ausencia de casos y disminución de hospitalizaciones, muertes, días no trabajados, morbimortalidad infantil, desarrollo de epidemias y productividad.
En Costa Rica el Esquema Nacional de Vacunación (ENV) incluye la infancia, la adolescencia y la edad adulta. La compra de vacunas está bajo la responsabilidad de la CCSS, con un aporte del Ministerio de Salud (MS). La CCSS es la responsable de cadena de frío, almacenaje, gestión de distribución, estrategia nacional de aplicación y formación del recurso humano. El MS realiza los procesos de gestión de la información y seguimiento de la cobertura nacional. Las vacunas que se utilizan para gestionar el ENV se adquieren en el Fondo Rotatorio de la OPS.
En Costa Rica, la vacunación pediátrica 0-17 años, es obligatoria y tutelada por el estado. A partir de los 15 años los adolescentes pueden acudir al vacunatorio sin ser acompañados por su padre o madre. El objetivo fundamental de la tutela del estado es cumplir con el Derecho a la Salud del Niño y la Niña. Varias leyes apoyan la vacunación en nuestro país: la Constitución Política, la Ley General de Salud, la Ley Nacional de Vacunación (LNV), la Convención sobre los Derechos del Niño y el Código sobre la Niñez y la Adolescencia. La LNV crea la Comisión Nacional de Vacunación y Epidemiología, como órgano técnico para el análisis y toma de decisiones en relación con vacunación.
El principio biológico está en los mecanismos de inmunidad activa: generación de linfocitos T y producción de anticuerpos por células plasmáticas diferenciadas a partir de linfocitos B. La respuesta específica se dirige a un componente del agente infeccioso, que es protector contra infección. Los linfocitos T específicos inducen memoria inmunológica y permiten el estímulo con dosis de refuerzo. En el caso de las embarazadas la vacunación lleva a transferencia pasiva de anticuerpos (TPA) al recién nacido. En Costa Rica la TPA ha contribuido a eliminar la rubéola congénita, el tétanos neonatal, la tosferina en recién nacidos. Las estrategias capullo y de rebaño explican la protección a susceptibles. Todas las vacunas contienen un antígeno (inductor de la respuesta inmune) que depende de la estructura del microrganismo que se quiere controlar. Pueden ser organismos vivos atenuados o inactivados, polisacáridos capsulares conjugados con proteínas, estructuras de superficie y toxoides. Existen diferentes plataformas tecnológicas para producirlos como: generar atenuación, producir un toxoide o el ARNm o ADN recombinante de una estructura de superficie.
La vacuna antes de ser aplicada a una población pasa por una secuencia de investigación, que asegura seguridad, inmunogenicidad y eficacia. Cuando el proceso se ha completado, los resultados son revisados por la OMS y agencias reguladoras como FDA o EMA, aprueban el uso dentro de una gestión de vacunación indicando: eficacia, inmunogenicidad, seguridad, dosis, esquema, vía de administración y contraindicaciones, y continúan monitoreando efectividad y seguridad. Además, en Costa Rica se debe contar con el permiso del MS.
Al aplicar las vacunas se pueden dar efectos adversos, en la mayoría de los casos se clasifican como leves y de corta duración (reactogenicidad). Los efectos adversos graves son poco frecuentes y se pueden asociar con la idiosincrasia de cada ser humano. Siempre la decisión de uso está basada en principios bioéticos y la valoración del riesgo-beneficio. La historia y la experiencia con la vacunación han identificado que el proceso y la gestión de aplicar vacunas es una estrategia costo efectiva.
Cuando pensamos en vacunas siempre asociamos el concepto con la erradicación de la viruela, el control de la polio, la fiebre amarilla, el sarampión, la difteria, la tosferina, el tétanos y el de otras infecciones que, gracias a ellas, producen menos mortalidad y morbilidad en los seres humanos.
Cuadro 1. Esquema de vacunación disponible en Costa Rica.
En el mercado privado de vacunas en Costa Rica están además disponibles: Hepatitis A, Fiebre Amarilla, Meningococo-conjugada y Dengue.
Respuesta a las vacunas, ejemplo de tosferina en Costa Rica Ávila-Agüero ML et al. Vaccine 2022. 40:223.
Los anticuerpos que se estimulan con la variante original pueden incluso no funcionar contra la variante Ómicron porque es muy distinta y predomina en los contagios.
La interacción antígeno-anticuerpo es específica, por lo cual los anticuerpos inducidos con las vacunas de las variantes iniciales no son tan eficaces con las variantes nuevas pues son muy diferentes.
Lo que hace esta nueva vacuna bivalente es ir incorporando los cambios característicos de Ómicron, por ejemplo, que se ha mantenido por mucho tiempo. Hoy día prácticamente no está circulando el virus original, muy diferente a los dominantes que nos están contagiando.
Porque en la más reciente conferencia de prensa en Zapote, el presidente sorprendió a dos líderes antivacunas, diciéndoles públicamente por primera vez, que «el debate sobre las vacunas ya lo había tenido la ministra de Salud, ante los diputados», donde quedó claro (pese a que en campaña afirmó, junto a Pilar Cisneros, que las vacunas eran EXPERIMENTALES) que «¡este gobierno es PRO VACUNAS y sus posiciones NO SON ACIENTÍFICAS!».
Y no les dio más la palabra… Ahí sorprendió a los antivacunas y evangélicos en general, apagándoles el entusiasmo por marchar.
Quizá más importante, porque los troles son «personas virtuales», inexistentes, cuyos miles de «perfiles y comentarios» son generados desde una batería de computadoras. Por tanto, como son algo menos que imaginarios, ¡JAMÁS! se les podría reunir «personalmente en persona», como dicen por allí.
En la Asamblea Legislativa, los que no creen en los beneficios de las vacunas anti-Covid, pero por alguna razón se han vacunado (por ejemplo para subir a un avión) «juegan» de no ser antivacunas pero repitieron información tendenciosa propia del grupito antivacunas nacional, como lo hizo Fabricio Alvarado.
Pilar no se atrevió pero no olvidamos aquél «son experimentales». Lo hicieron así ante la ministra de Salud, quien al sentirse acuerpada por los diputados evangélicos y oficialistas, se olvidó de su investidura y del lugar donde estaba, para acusar al señor diputado Óscar Izquierdo de ser machista y contrario a ella por ser joven y estar haciendo las cosas bien.
Lo cierto es que esperábamos ver y oir a la jerarca del sector Salud, resaltando información científica necesaria y, más importante, mostrando una clara disposición a proteger por todos los medios a los niños, a esos seres vulnerables que tenemos el deber de defender frente a ese fatal virus. Pero no fue así; la señora ministra Chacón Madrigal obvió hablar con la vehemencia necesaria a favor de las urgentes campañas de vacunación que extrañamos, y que no dependen de unos colones más o menos, sino de aprovechar los formidables medios de propaganda que tiene la Casa Presidencial, para algo tan fundamental como lo es la guerra contra el Sars-Cov-2.
Su actitud hizo recordar aquel adagio de que «el brujo que no cree en su brujería es mal brujo».
Y es que si antes estábamos preocupados por ver cómo se había bajado la guardia frente a la pandemia, que se puede medir en las 140 personas que lamentablemente fallecen mensualmente, ahora nos dejó profundamente frustrados, pues se percibe que los criterios políticos han desbancado a los criterios científicos.
Se reconoce internacionalmente a Costa Rica como parte del grupo selecto de naciones con más del 85% de su población total, vacunada contra el virus del Covid-19 con al menos una dosis, permitiéndonos tener uno de los menores índices de muertes por millón de habitantes. Pese a las duras consecuencias económicas y sociales inherentes a la pandemia, el sector público respondió eficientemente y el país entero se unió en esa batalla, por lo que renombrados países ricos ¡y Costa Rica!, comparten similares logros. Como pocas veces antes, se puso a prueba el talento humano, la fortaleza de la seguridad social y una población que se mostró, primero ansiosa y luego solidaria, para que las medidas sanitarias funcionaran como un bien cultural adquirido, especialmente ANTES de que se crearan las primeras vacunas, con las cuales los jerarcas del Ministerio de Salud y la CCSS, lograron colocarnos a la vanguardia de muchas naciones en el proceso de vacunación.
Durante los dos primeros años en que la pandemia del Covid-19 tuvo un inmenso impacto en Costa Rica y el mundo, fueron grandes los sacrificios pero igualmente grande fue la confianza depositada en los doctores Daniel Salas y Román Macaya, que indudablemente contribuyó en evitar el que lamentáramos miles de muertes gracias a la intensa vacunación que se dio en todo el territorio nacional, con la “complicidad” de la actitud solidaria y comprensible que mostró la inmensa mayoría de los habitantes, hacia los ruegos de las autoridades porque nos protegiéramos.
Fue el 6 de marzo del 2020 cuando se confirmó el primer caso positivo, y desde ese momento las sirenas y luces rojas virtuales se extendieron por las siete provincias. Se pusieron en acción los mecanismos que ya eran parte de una oportuna planificación, tomándose las decisiones sustentadas en el mejor conocimiento científico, técnico, económico y sanitario. ¡Nunca se hizo un trato “político” pues en todo momento se evitó esa contaminación de matiz populista, como la que, por ejemplo, padeció los EUA con Donald Trump! Populismo que, dolorosamente, costó muchas vidas en la gran potencia del norte.
En Costa Rica, al haberse colocado la ciencia por encima de la política, el virus del Covid-19 tuvo y tiene ante sí, a un pueblo excepcional, informado, que pese a grupitos de antivacunas, se unió, resistió y se mostró cual singular ejército en una batalla por la salud de todos. El uso de la mascarilla, el lavado de manos, el distanciamiento físico, la restricción vehicular sanitaria, los protocolos en actividades y locales comerciales, los aforos reducidos…, fueron sacrificios acogidos con voluntad y comprensión, conscientes de que la salud, y hasta la vida de nuestros semejantes, y muy especialmente de nuestras familias, dependía (y depende… pues la pandemia continúa) del cumplimiento de la vacunación y las medidas sanitarias, que nuestras muy calificadas autoridades de salud nos pedían cumplir. Un virus pandémico, desconocido hasta entonces, con una fuerza solo vivida cien años antes, avanzaba por todos los continentes. Países ricos y pobres, desarrollados, camino al desarrollo y subdesarrollados, acudieron a los científicos para determinar qué hacer y esperar de ellos la formulación de vacunas que fueren los instrumentos para su combate. En los Estados Unidos, Alemania, Cuba, Inglaterra, China y Rusia, principalmente, de los laboratorios especializados fueron saliendo las respuestas a esas casi desesperadas peticiones, a partir de innovadores procedimientos como fue el uso exitoso del ARN mensajero, vislumbrado por la bioquímica húngara Kati Kariko años antes, y por otros medios convencionales. En Costa Rica, imposibilitados todavía de poder participar en la formulación de vacunas, nuestras autoridades sanitarias, como el bioquímico Dr. Román Macaya, presidente ejecutivo de la Caja Costarricense del Seguro Social, y el médico especialista en epidemiología Dr. Daniel Salas, ministro de Salud, se dedicaron con especial atención a estudiar y compartir información con especialistas de la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, premiado organismo de la ONU que cuenta con más de 7.000 funcionarios dedicados a su trabajo en pro de la salud mundial en 195 naciones, donde se coordina y se actúa a partir del flujo de información que se genera en el planeta. Fue, sin duda alguna, una muy feliz coincidencia, que ambos jerarcas de las instituciones más importantes en velar por la salud pública tuvieran las especialidades anotadas y, la inmensa disposición a trabajar sin descanso en pro de los habitantes del país.
Papel trascendental, muy ampliamente reconocido, juega también la Comisión Nacional de Vacunación y Epidemiología y la Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias (CNE), como ejecutores de las orientaciones del Poder Ejecutivo, quienes, además, siempre contaron con la comprensión y disposición de los otros Poderes de la República, el Judicial y el Legislativo. Así, en conjunto, se logró en diciembre del 2020, ser el séptimo país del mundo en recibir las vacunas recientemente autorizadas internacionalmente, ante la gran expectativa y esperanza, de un pueblo temeroso que para entonces ya sufría por el ataque del Sars-Cov-2, y que veía indefenso, cómo se enfermaban gravemente hasta morir, las personas contagiadas por ese minúsculo asesino. Eran diarias las noticias del fallecimiento de queridísimos compatriotas, y muy grande el dolor que, imposible ocultar, siguen experimentando hoy casi diariamente, principalmente porque una minoría cercana al 14% de los costarricenses, algunos por prejuicios, no han querido vacunarse, pese a la disposición de los funcionarios de clínicas y hospitales por atenderlos.
En fin, gracias a esa actitud sólida, patriótica, plena de bondad y solidaridad, mostrada por los trabajadores de la salud, se ha evitado la muerte de varios miles de compatriotas que sí respondieron masiva y responsablemente, al llamado de las autoridades sanitarias. Y lo hicieron y hacen, no solo porque la vacunación en Costa Rica es obligatoria desde 1887, sino porque comprenden que es esencial no solo para su protección personal, sino también para proteger a sus más cercanos seres queridos y al resto de los habitantes, expuestos a contagiarse por una persona que interactúa con ellos sin haberse vacunado y sin protegerse, porque alega que está ejerciendo una “libertad” mal entendida por ser poco solidaria.
Nos propusimos hacer este comentario motivados por la ingrata noticia de que un señor XXX, ha prestado su oculto nombre, para presentar una, claramente injustificada e indigna demanda penal con tinte politiquero, contra los doctores Salas y Macaya por el “delito” insólito de habernos protegido contra la acción del virus Sars-Cov-2; contra ese criminal que muta constantemente y que, como antes, requiere ser enfrentado con similar dedicación a la mostrada por esos dos ejemplares costarricenses. Sabemos que una multitud de costarricenses de bien, se unen a este desagravio público, y por eso lo escribimos.
En la semana anterior, se reportó que desde que se inició la pandemia de la Covid-19 hasta el presente, seis grandes compañías farmacéuticas de Estados Unidos y Europa, que desarrollaron vacunas contra la enfermedad, ganaron 227 mil millones de dólares en valor de mercado.
De esta manera, las farmaceúticas Pfizer, Moderna, Biontech, AstraZeneca, Novavax y Johnson & Johnson aumentaron ya sus abultadas fortunas, de manera astronómica. Un reducido grupo de accionistas y ejecutivos se tornaron más ricos al emerger esta enfermedad que ha marcado la vida del planeta en los últimos dos años y medio.
Se trató entonces de un pingüe negocio mediante el cual se transfirió un torrente de recursos públicos a estas empresas ya que las compras del inmunizante, lo hicieron los Estados.
Algunos líderes políticos (particularmente de países del sur planetario) clamaron para que se suspendieran las patentes y que se permitiera la libre producción de los antígenos, durante el periódo más grave de la pandemia. Pero tanto estas farmacúticas y líderes políticos alineados con sus intereses, negaron esta posibilidad de manera tristemente rotunda. De esta manera, pusieron en grave riesgo la salud de millones de personas que habitan los países más pobres. Es seguro que muchas muertes y complicaciones derivadas de la Covid-19 se hubieran evitado si las ganancias económicas se hubiesen pausado, en un corto lapso de tiempo, para dar prioridad al más elevado interés humanitario.
Sin embargo, no solo la farmacéuticas se han visto beneficiadas con la pandemia. Como ha venido denunciado Oxfam la riqueza de los diez hombres más ricos del mundo se ha duplicado mientras que los ingresos del 99 % de la humanidad se ha visto reducido. De esta manera, la pobreza y la desigualdad se ha incrementado en forma significativa.
Gabriela Bucher, Directora Ejecutiva de la mencionada ONG lo dice con medidiana claridad: “Los milmillonarios han tenido una pandemia de lujo. Los bancos centrales han inyectado billones de dólares en los mercados financieros para salvar la economía, pero gran parte ha acabado en los bolsillos de los milmillonarios, que se han aprovechado del auge de los mercados bursátiles. Con las vacunas se pretendía poner fin a esta pandemia, pero los Gobiernos de los países ricos han permitido que los milmillonarios y los monopolios farmacéuticos corten el suministro a miles de millones de personas. Esto podría traducirse en un incremento de todas las formas imaginables de desigualdad. La previsibilidad de esta situación es indignante, y sus consecuencias son letales”.
La pandemia abrió una enorme oportunidad para la solidaridad. Pero la avaricia de un reducido grupo de seres humanos le ganó la partida. Con ello, la brecha de desigualdad entre países ricos y pobres se ha ampliado y dentro de los países, la brecha social y económica entre sectores y grupos sociales también se ha hecho más honda.
Con datos del año anterior, en América Latina se amplió el enorme abismo que ha existido históricamente entre los pobres y los propietarios de grandes fortunas. El número de multimillonarios en la región latinoamericana se incrementó de 76 a 107 y la fortuna acumulada por este selecto grupo casi se duplicó: Pasó de US$ 284.000 millones a US$ 480.000 millones, según el análisis realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La avaricia (“afán de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie”) siempre ha existido. Empero con la pandemia escaló de manera exponencial. ¿Qué hay de nuevo para que se haya dado este repudiable fenómeno.
Lo nuevo nos viene de finales del siglo anterior. Se trata de la pandemia neoliberal que como un terrible matapalo se ha apoderado de la política y, con ello, de la economía, de la sociedad y de la cultura de la mayoría de los países del orbe.
Diversas expresiones de un neoliberalismo extremo han bloqueado que se fijaran impuestos a las enormes fortunas concentradas en pocas manos, para enfrentar el incremento de la pobreza y la desigualdad.
En Costa Rica, ni siquiera se insinuó tal posibilidad ya que hubiese sido aplastada por la mayoría legislativa neoliberal que imperó desde el 2018 al 2022. Tampoco un impuesto solidario que pudieran pagar los dueños de grandes fortunas, hubiese contado con el apoyo de las cámaras patronales.
La avaricia neoliberal es como un agujero negro, que no deja ni rastros de solidaridad y de preocupación por el bien común.
El Papa Francisco al caracterizar lo que hoy prevalece en el mundo y que nos plantea el enorme desafío de su erradicación, lo expresa claramente: “Veo un modelo de vida económica y social caracterizado por tantas desigualdades y egoísmos, en el que una exigua minoría de la población mundial posee la mayoría de los bienes, y que a menudo no duda en explotar a las personas y los recursos”.
Los sucesos y problemas de la naturaleza que afectan a grupos de seres humanos en un lugar no suelen ser hechos aislados; todos somos interdependientes y, a la larga, lo que les pasa a unos afecta a otros, aunque no lo percibamos. El llamado «efecto mariposa» de la teoría del caos, tiene varios parámetros semejantes a la actual pandemia viral de la llamada COVID-19.
La teoría del efecto mariposa dice que pequeños cambios en las condiciones iniciales (como uno de los cientos de mutaciones que sufrió un insignificante y microscópico virus) son las que crean enormes diferencias respecto al resultado final y no son predecibles. En un principio se aplica a lo que en matemáticas se llama «sistemas dinámicos», un conjunto de sucesos que cambian o evolucionan con el tiempo.
La teoría del caos plantea la tesis de que los sucesos en el mundo no siguen un patrón fijo y predecible, sino que dependen en mucho de circunstancias inciertas que se califican como caóticas. Señala que un ínfimo acontecimiento como el aleteo de una mariposa acaecido en un momento o en una situación determinada en un lugar o país, se puede sentir al otro lado del mundo.
En realidad, es un «paradigma científico» cuyo fin es entender que la vida es muy compleja, es decir, que hay una serie de elementos que se llegan a relacionar entre sí y cuyo comportamiento final no habíamos previsto, y es así como también funciona el universo. Hay una serie de hechos que se suman para ocasionar el suceso final.
La inició el meteorólogo Edward Lorenz con un modelo matemático para tratar de pronosticar el tiempo. Señaló que el viento que produce el aleteo de una mariposa en Brasil puede ocasionar un tornado en Texas, EE. UU. Esta teoría predice que pequeñísimas variaciones iniciales, con el tiempo, harán imposible las predicciones, o sea, no hay predicciones exactas, precisas o absolutas sobre el tiempo. Nos habla del azar y de la imposibilidad de predecir el futuro. Se acaba de ver con las nevadas en EE. UU., pronosticadas en sus inicios como leves y que fueron terriblemente fuertes. Lo mismo sucede con las tormentas, los tornados y las inundaciones.
Es una hipótesis altamente compleja y se basa en que un sistema produce una pequeña perturbación inicial y, mediante un proceso de amplificación, puede generar un resultado mediano o grande a largo plazo. Algunos consideran que el cuerpo humano es un sistema caótico, flexible e impredecible. La medicina no puede predecir la evolución del cuerpo de una persona determinada. El problema mundial que afrontamos cuando se trata de una «pandemia» viral, bacteriana o por otras causas graves y universales es que la ciencia médica debe salvar al mundo del daño que nosotros en muchos aspectos le hemos causado, y esta no está preparada inicialmente para hacerlo, como sucedió con la actual COVID-19. Además, con este tipo de virus, nosotros no podemos hacer pronósticos ya que sus variantes no siguen un patrón fijo y predecible, por lo que se requiere, más bien, seguir la evolución y sus cambios, para crear estrategias y defendernos. La reciente variante ómicron resultó extraordinariamente contagiosa, aunque felizmente menos agresiva en cuanto a gravedad (menos casos para las UCI), cuyos servidores humanos ya están a punto de explotar agotados física y psicológicamente. Tienen ya dos años sin parar de estar atendiendo enfermos y vamos para el tercero.
La pandemia viral de la COVID-19 nos ha hecho ver que todo el mundo está correlacionado, no hay personas, pueblos o naciones islas, al igual que predice la teoría del caos.
Al parecer, una mutación le permitió al virus abandonar al murciélago (su hábitat natural), e irse a infectar a un animal silvestre, una especie de armadillo, que ahora vive cerca de los pueblos por la deforestación de las selvas y la creación de pueblos en zonas selváticas. Ese animal, vivo o muerto, fue vendido en un mercado de la ciudad de Wuhan en China, una persona se infectó, esta infectó a otras, y ahí comenzó todo. En suma, un hecho simple y aislado, China terminó afectando la salud y la vida de la población mundial en forma sumamente grave e impredecible.
Es importante señalar que el medio de contagio no es el virus, sino las personas infectadas, las que, con sus gotitas de saliva, al hablar, gritar, toser, trasmiten por el aire a los virus y estos llegan a las células de la nariz, boca o pulmones de otra persona y ahí se multiplican.
Hay diversos aspectos a considerar que determinan si una epidemia o pandemia puede ser o no controlada, comenzando con la buena información para combatirla o, por el contrario, con «desinformación» como ha pasado con esta pandemia de la COVID-19. Eso retrasa contenerla ya que grupos de personas, por temor o desconocimiento, se resisten a vacunarse.
Lo que ayuda a frenar el contagio, son las acciones higiénicas que señalan las autoridades de salud a la población: a) usar mascarilla en la calle y en la oficina y escuela o colegio; b) evitar «si es posible» aglomeraciones de personas; c) ventilación adecuada en lugares cerrados; d) lavado de manos y, finalmente, e) vacunación repetida.
La multiplicación del virus en una persona infectada, depende de sus defensas naturales, o sea, de la capacidad que tiene ese ser humano para que, en la sangre, médula ósea, linfáticos, en los epitelios, se produzcan células T (linfocitos T, anticuerpos y células T matadoras, células dendríticas, etc.), para destruirlo y frenar su proliferación.
Ahora bien, una vez que la persona es infectada por el virus, la gravedad del contagio depende de ella: a) puede tener una buena defensa, gracias a su sistema autoinmune. El cuadro clínico puede pasar desapercibido por ligero (asintomático) o tener pocos síntomas. Suelen recuperarse rápidamente; b) mala respuesta defensiva y la persona presenta un cuadro clínico serio con internamiento en hospital o UCI. O hasta incluso fallecer. Su recuperación es muy lenta.
El problema es que si no hay síntomas y están infectados contagian a muchas personas, pues pasan por sanas. En el caso de las infestaciones por ómicron, la mitad de las personas son asintomáticas. El problema con la variante ómicron del virus es la enorme ola de contagios; se están batiendo todas las marcas y eso hace que las hospitalizaciones y empleo de las UCI, puedan colapsar a corto plazo (de acuerdo con la fecha de esta publicación).
La respuesta del sistema inmune de una persona, que ya tuvo la infección puede: a) recuperarse sin molestias; b) presentar secuelas diversas residuales; c) el efecto defensivo puede durar 6 meses máximo y por eso se requieren más dosis; d) si la respuesta del sistema defensivo postvacuna es débil, puede volver a infectarse.
Repetimos: esta pandemia producida por un simple virus ha repercutido terriblemente sanitaria, económica y socialmente en todo el mundo. Por ello, hay que prepararse para la próxima.
Lo positivo de la pandemia es que fueron creadas y desarrolladas vacunas de tipo ARNm (mensajero) a un plazo récord de solo meses, mientras que se tardaba años en crear las antiguas con virus muertos o atenuados, aunque eso sí, el efecto de estas últimas era de por vida o por muchos años, como las de: la viruela, polio, DPT, etc.
Otro problema es el costo elevado de las mismas. Se hará necesario bajar sus precios y, si es posible, obsequiárselas a los países pobres, con el agravante de que en esos países no existe la infraestructura sanitaria adecuada para aplicarla a la población, y por ello, tomará años inmunizar a la población, por ejemplo, en África.
Una nueva dificultad ha surgido con este nuevo tipo de vacuna: al inicio, hace un año, las empresas farmacéuticas que produjeron la vacuna no hablaron de más dosis. Pero, rápidamente se dieron cuenta que la inmunización que provocaban en las personas duraba pocos meses. Pidieron poner otra dosis para tener un esquema completo, pero, nuevamente señalaron la necesidad de una tercera dosis, y ya vamos hacia la cuarta; de seguir así, con este tipo de vacuna habría que aplicarla cada seis meses y su costo será muy elevado para los países.
Finalmente, hemos visto cómo, desde el punto de vista social, la necesidad de continuar trabajando o estudiando hizo que apareciera una «nueva normalidad» para lograrlo. Esta consistió en la comunicación virtual o digital para interactuar. Empleada antes masivamente para la comunicación y trasmisión de ideas, publicidad y el entretenimiento, ahora se ha convertido en una forma de trabajo o estudio, no solo para evitar el contacto personal, sino también por sus ventajas económicas. Por ejemplo, la famosa asistencia a seminarios, charlas, congresos en un país o en el exterior, con elevado costo económico para las empresas y personas involucradas, ya no será necesaria. Ahora esas han dejado paso a las virtuales. Esto ha constituido un cambio de cultura en el trabajo y la enseñanza. Y ni que decir de la economía en el transporte y respecto a la pérdida de tiempo en el proceso.
Publicado originalmente en Wall Street International Magazine, compartido con SURCOS por el autor, quien es colaborador de SURCOS Digital.
(*) El Dr. Juan Jaramillo Antillón es un médico de Costa Rica. Ha sido cirujano general y jefe de Cirugía del Seguro Social de su país por 40 años. Ministro de Salud y expresidente de la Academia Nacional de Medicina y Cirugía. Escritor fecundo, ha publicado 35 libros sobre Medicina, Salud, Seguridad Social, Ciencias en General, Biografías, Historia, Filosofía, Antropología, Sociología y Cultura en General. Ha ganado 42 premios, entre ellos el más importante que el Gobierno y el Ministerio de Cultura de su país concede a una persona: el Premio Nacional de Cultura Magón.
Desde el siglo XIX el Estado costarricense, en su afán de proteger a su población, y muy especialmente a sus niños, estableció que la vacunación era obligatoria, logrando erradicar o mitigar muchas enfermedades contagiosas. Jamás los padres de familia hemos cuestionado el calendario de vacunación que inicia a pocas semanas del nacimiento de nuestros infantes, y que la Caja nos garantiza. La actual pandemia no es la excepción y por eso ya se han puesto unas 8 millones de dosis a millones de personas, evitando así que, además de los 7.500 pacientes que han muerto, haya sido mayor.
De haber tenido a disposición las vacunas antes del año que llevamos vacunando, algunos de esos miles de lamentables fallecimientos se habrían evitado. Los políticos que hacen escándalo saben que cualquier acción legal presentada en estos días se rechazará pasadas las elecciones por no tener sustento jurídico. Después del 6 de febrero, los antivacunas se olvidarán de su «gran cruzada» en defensa de una patria potestad vista fuera del contexto que conforma la legislación costarricense.