Freddy Pacheco León
Se reconoce internacionalmente a Costa Rica como parte del grupo selecto de naciones con más del 85% de su población total, vacunada contra el virus del Covid-19 con al menos una dosis, permitiéndonos tener uno de los menores índices de muertes por millón de habitantes. Pese a las duras consecuencias económicas y sociales inherentes a la pandemia, el sector público respondió eficientemente y el país entero se unió en esa batalla, por lo que renombrados países ricos ¡y Costa Rica!, comparten similares logros. Como pocas veces antes, se puso a prueba el talento humano, la fortaleza de la seguridad social y una población que se mostró, primero ansiosa y luego solidaria, para que las medidas sanitarias funcionaran como un bien cultural adquirido, especialmente ANTES de que se crearan las primeras vacunas, con las cuales los jerarcas del Ministerio de Salud y la CCSS, lograron colocarnos a la vanguardia de muchas naciones en el proceso de vacunación.
Durante los dos primeros años en que la pandemia del Covid-19 tuvo un inmenso impacto en Costa Rica y el mundo, fueron grandes los sacrificios pero igualmente grande fue la confianza depositada en los doctores Daniel Salas y Román Macaya, que indudablemente contribuyó en evitar el que lamentáramos miles de muertes gracias a la intensa vacunación que se dio en todo el territorio nacional, con la “complicidad” de la actitud solidaria y comprensible que mostró la inmensa mayoría de los habitantes, hacia los ruegos de las autoridades porque nos protegiéramos.
Fue el 6 de marzo del 2020 cuando se confirmó el primer caso positivo, y desde ese momento las sirenas y luces rojas virtuales se extendieron por las siete provincias. Se pusieron en acción los mecanismos que ya eran parte de una oportuna planificación, tomándose las decisiones sustentadas en el mejor conocimiento científico, técnico, económico y sanitario. ¡Nunca se hizo un trato “político” pues en todo momento se evitó esa contaminación de matiz populista, como la que, por ejemplo, padeció los EUA con Donald Trump! Populismo que, dolorosamente, costó muchas vidas en la gran potencia del norte.
En Costa Rica, al haberse colocado la ciencia por encima de la política, el virus del Covid-19 tuvo y tiene ante sí, a un pueblo excepcional, informado, que pese a grupitos de antivacunas, se unió, resistió y se mostró cual singular ejército en una batalla por la salud de todos. El uso de la mascarilla, el lavado de manos, el distanciamiento físico, la restricción vehicular sanitaria, los protocolos en actividades y locales comerciales, los aforos reducidos…, fueron sacrificios acogidos con voluntad y comprensión, conscientes de que la salud, y hasta la vida de nuestros semejantes, y muy especialmente de nuestras familias, dependía (y depende… pues la pandemia continúa) del cumplimiento de la vacunación y las medidas sanitarias, que nuestras muy calificadas autoridades de salud nos pedían cumplir. Un virus pandémico, desconocido hasta entonces, con una fuerza solo vivida cien años antes, avanzaba por todos los continentes. Países ricos y pobres, desarrollados, camino al desarrollo y subdesarrollados, acudieron a los científicos para determinar qué hacer y esperar de ellos la formulación de vacunas que fueren los instrumentos para su combate. En los Estados Unidos, Alemania, Cuba, Inglaterra, China y Rusia, principalmente, de los laboratorios especializados fueron saliendo las respuestas a esas casi desesperadas peticiones, a partir de innovadores procedimientos como fue el uso exitoso del ARN mensajero, vislumbrado por la bioquímica húngara Kati Kariko años antes, y por otros medios convencionales. En Costa Rica, imposibilitados todavía de poder participar en la formulación de vacunas, nuestras autoridades sanitarias, como el bioquímico Dr. Román Macaya, presidente ejecutivo de la Caja Costarricense del Seguro Social, y el médico especialista en epidemiología Dr. Daniel Salas, ministro de Salud, se dedicaron con especial atención a estudiar y compartir información con especialistas de la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, premiado organismo de la ONU que cuenta con más de 7.000 funcionarios dedicados a su trabajo en pro de la salud mundial en 195 naciones, donde se coordina y se actúa a partir del flujo de información que se genera en el planeta. Fue, sin duda alguna, una muy feliz coincidencia, que ambos jerarcas de las instituciones más importantes en velar por la salud pública tuvieran las especialidades anotadas y, la inmensa disposición a trabajar sin descanso en pro de los habitantes del país.
Papel trascendental, muy ampliamente reconocido, juega también la Comisión Nacional de Vacunación y Epidemiología y la Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias (CNE), como ejecutores de las orientaciones del Poder Ejecutivo, quienes, además, siempre contaron con la comprensión y disposición de los otros Poderes de la República, el Judicial y el Legislativo. Así, en conjunto, se logró en diciembre del 2020, ser el séptimo país del mundo en recibir las vacunas recientemente autorizadas internacionalmente, ante la gran expectativa y esperanza, de un pueblo temeroso que para entonces ya sufría por el ataque del Sars-Cov-2, y que veía indefenso, cómo se enfermaban gravemente hasta morir, las personas contagiadas por ese minúsculo asesino. Eran diarias las noticias del fallecimiento de queridísimos compatriotas, y muy grande el dolor que, imposible ocultar, siguen experimentando hoy casi diariamente, principalmente porque una minoría cercana al 14% de los costarricenses, algunos por prejuicios, no han querido vacunarse, pese a la disposición de los funcionarios de clínicas y hospitales por atenderlos.
En fin, gracias a esa actitud sólida, patriótica, plena de bondad y solidaridad, mostrada por los trabajadores de la salud, se ha evitado la muerte de varios miles de compatriotas que sí respondieron masiva y responsablemente, al llamado de las autoridades sanitarias. Y lo hicieron y hacen, no solo porque la vacunación en Costa Rica es obligatoria desde 1887, sino porque comprenden que es esencial no solo para su protección personal, sino también para proteger a sus más cercanos seres queridos y al resto de los habitantes, expuestos a contagiarse por una persona que interactúa con ellos sin haberse vacunado y sin protegerse, porque alega que está ejerciendo una “libertad” mal entendida por ser poco solidaria.
Nos propusimos hacer este comentario motivados por la ingrata noticia de que un señor XXX, ha prestado su oculto nombre, para presentar una, claramente injustificada e indigna demanda penal con tinte politiquero, contra los doctores Salas y Macaya por el “delito” insólito de habernos protegido contra la acción del virus Sars-Cov-2; contra ese criminal que muta constantemente y que, como antes, requiere ser enfrentado con similar dedicación a la mostrada por esos dos ejemplares costarricenses. Sabemos que una multitud de costarricenses de bien, se unen a este desagravio público, y por eso lo escribimos.