Testamentum Ab Eo Tempore

Introducción Al Testamentum Ab Eo Tempore

Desde hace algún tiempo vengo pensando que -según cómo pasan los días- mi muerte es inminente, será porque quizás me hago viejo o porque tal vez ya lo sea o simplemente porque la realidad así lo amerita. No lo sé. Pero, luego de sufrir una profunda depresión social y de ver caer mis ganas de percibir una sociedad más digna, una sociedad que vive desde la conciencia o razón humana, puedo decir que ahora solo quiero vivir mi vida lo más conscientemente posible, para ver si logro mi existencia como persona y ya no solo como animal doméstico o racional. Por esa razón, considero de vital importancia no caer en la supervivencia con la finalidad de escaparme del sobrevivir diario que es la vida sistemática en el que nos encontramos inmersos queramos o no, y donde yo he tratado de vivir con lo necesario e indispensable para evitar caer en la domesticación, con la firme intención de no ser parte de los actos que marcan la miseria humana, actos como la mentira, corrupción, engaño, violación, entre tantas cosas más que atentan contra la libertad y la dignidad de la persona.

Quizás por eso siento que finalmente he vivido tanto como para perder las esperanzas en la humanidad, simplemente porque está podrida, y por eso “apesta”, tal cual me lo decía un niño de aproximadamente diez años, entre el año pasado o el anterior, cuando conversaba con él en algún colegio del país, y que hoy viene a mi cabeza con su voz que me hace ver cuan miserable es la gente al ver la vida con un lente de caballo en plena carrera del sobrevivir, esa carrera que hemos iniciado este año con el Covid-19: el virus que ha sacado a flote que nosotros somo la peor pandemia que ha podido experimentar la vida a lo largo de la historia de la tierra, porque todas las demás vidas son armoniosas, están en equilibrio con la naturaleza, mientras que nosotros no somos nada más que los indudables destructores de la naturaleza y, por ende, los innegables autodestructores de la humanidad, es decir, somos enemigos y también nuestros propios enemigos.

Comprendo profundamente lo necesario de una cosa para evitar otras, pero no comprendo ni comprenderé jamás cómo el hombre puede llamarse persona y ser tan miserable: “pensar en sí mismo”, si eso podríamos llamar en sí mismo, porque dicho acto es solo un acto de pensar en la sobrevivencia de su cuerpo, no en sí mismo, porque, aunque indudablemente cada ser humano es un ser individual, único e irrepetible, también es innegable que -como diría Miguel de Unamuno- “no hay nada más universal que lo individual”, porque todos somos de todos, debido a que -como decía Aristóteles- “el hombre [(varón y mujer)] es un ser social por natural”, porque viene del varón y la mujer, razón por la cual pensar en sí mismo es pensar en la humanidad, en todos por igual, sin importar raza, color, estatus social, ni nada parecido. Por ende, casi todo lo que puedo contemplar en este tiempo de coronavirus me es mera hipocresía humana, algo que se da en una mayoría que conduce al mundo a la desgracia de la humanidad, algo que me hace celebrar, porque es la tierra la que se purifica de tanta inmundicia, porque es el hombre tan miserable que pasado el tiempo de crisis volverá a su tan miserable vida moderna sin lograr comprender que por nuestra incapacidad de comprendernos como seres humanos hemos sido solo un giro vicioso en la historia, porque siempre hemos girado en un círculo vicioso, uno donde los reyes y emperadores del supervivir siguen sometiendo al pueblo que sobrevive, con la finalidad de vivir del sudor de los pobres hombros que cargan su cruz a cuesta, sin siquiera tener conciencia de que se hacen mártires de la historia y de la vida, simplemente porque todavía existe muchísima gente incapacitada para comprender lo que significa tener dignidad, debido a que muchas de esos seres humanos que superviven y sobreviven están incapacitados para ver la realidad, porque todavía duermen el sueño profundo de los animales domésticos, donde la realidad no existe porque no se la contempla ni se hace nada como sociedad para cambiarla, y cuando digo sociedad me refiero a todos, no a uno solo, por esa razón vuelvo a dar la razón a Unamuno que decía que de nada sirve que todos los hombre maten a un solo hombre, por más que ese solo hombre valga más que toda la humanidad junta, salvo que todos se sacrifiquen a sí mismos.

Definitivamente hoy puedo decir que no hay peor muerte que la incapacidad de pensar razonando, porque al pensar sin razonar se puede comprender a los animales irracionales, porque dicho acto representa a la proyección de imágenes de hechos vividos o sufridos, es decir, por mera reacción, cosa que no es más que una simple utilización de la información adquirida, sin llegar a comprender nada, debido a que se va en piloto automático, porque pensar razonando implica constante análisis, contemplación, observación, resolución y comprensión de la realidad y de las cosas en sí mismas, por tal razón, no solo lo aceptamos las cosas porque sí, sino porque es así o al menos creemos que es así según lo que vemos en el sí mismo de las cosas, y del mismo modo las despreciamos o evitamos por lo que son en sí. Por ende, pensar razonando nos permite embellecer el alma y perseguir el bien común por encima del bien individual, por lo tanto, eres incapaz de aprovecharte de nadie ni de ninguna situación, como lo puede hacer cualquier humano el día de hoy, porque hay que tener la mentalidad de miserable para pensar en el bolsillo en tiempos donde el hombre debe mostrar ese amor propio en sí mismo como en el otro, porque es tiempo donde todos son iguales ante la vida y la muerte, por más que el hambre y la capacidad adquisitiva nos quiere decir -a gritos- lo contrario.

Aunque debo confesar que esta realidad de la gente que piensa sin razonar, como los animales domésticos que son, no es aplicable para todos, solo para la mayoría, esa mayoría que no solo está compuesta por los que son de bajo nivel económico o educativo, sino también por aquellos que logran pasar esa valla que los mantenía en los pies de la gente que lucha por sobrevivir y para alcanzar un estado “digno”, con el sueño anhelado de pertenecer a la clase altamente opresora, esa que en su mayoría suele oprimir a los del medio para finalmente aplastar a los que se encuentran en los pies, logrando una estabilidad histórica de opresores y oprimidos a lo largo y ancho de la historia, donde la gente ha usado de consuelo el “amor” y la “caridad”, hasta incluso a la “humildad” para consolarse tonta y absurdamente, para sentirse “buenos” y no tan miserables, logrando maquillar la supervivencia y la sobrevivencia con el aroma de la mediocridad, esa que nos ciega y deshumaniza, al punto de que nos cegamos ante la realidad para solo ver nuestro propio beneficio; por eso cuando hablamos o vemos con caridad a otros lo que hacemos es jactarnos de nuestros logros, esos logros que si profundizamos en su ser están ligados a ciertas circunstancias favorables a la sobrevivencia, porque están envueltas con un brillo de doble moral, esa acción que no es otra cosa que más de lo mismo, porque el mundo todavía sigue siendo mediocre, simplemente porque el hombre no ha aprendido a vivir como persona, con esa conciencia que te da libertad de ser y hacer sin transgredir la libertad de los demás.

Por eso, antes de empezar con estas reflexiones que intento plasmar en estas memorias tengo la obligación de confesar que el desánimo que me produce la estupidez humana es extremadamente grande, porque vivimos en tiempos de vacíos existenciales y de gente tan pobre de ser, tan pobre que es incapaz de estar consigo mismo, necesitando siempre de los otros para sentirse bien consigo y por eso contemplamos que son incapaces de razonar a pesar de que los medios de comunicación bombardean que no deben salir de sus casas, porque si alguien está contagiado con su solo estornudo o un disparo de saliva puede contagiar a varios a su alrededor, logrando de este modo gritar a viva voz un patriotismo político tan arraigado en la realidad nacional que no se puede desprender ni con espátula, esa que ya no solo pertenece a la gente que sale de sus casas por orejona sino también a los políticos, empresarios y medios de comunicación que son incapaces de pensar en la realidad sociocultural del país para buscar las mejores acciones para combatir la pandemia, es decir, para no solo combatir al Covid-19, sino también al hambre, la ignorancia y mediocridad que nos golpearán con todas sus fuerzas para brindarnos más muertes de las que se podrían tener con buenas estrategias y acciones humanas. Y por eso digo que ese patriotismo no es otra cosa que hipocresía pura, mediocridad en su más profunda expresión, esa misma que en mayoría es formada por los mismos medios de comunicación que celebran semejante estupidez humana porque se les llenan los bolsillos. Y esto me produce una profunda depresión sociocultural, porque con esa gente la humanidad jamás podrá vivir dignamente, porque siempre seguirá girando en el mismo círculo vicioso que hemos girado a lo largo y ancho de la historia, ese tiempo que se resume en opresor y oprimido, solo que con distintos matices y bajo determinadas circunstancias que no son esclavizantes como el ayer, sino como el hoy, porque el fondo es el mismo de siempre: todavía somos sociedades de supervivencia y sobrevivencia.

Por ello, por si la vida se me va entre estas letras que serán el desangre de mi alma, quiero dejar en claro que todos los derechos de autor dejo a cargo de mi hermano menor, Edú, debido a que confío en el honor que contemplo en él, porque es responsable y honrado honorable, además de que es a quien más admiro de todos mis hermanos, y en caso faltara él, tendría que sucederle a mi hermano Karl, seguido de David y finalmente de César, pero siempre uno de ellos con mi madre, Teresa, sin dejar de ayudar a mi padre, Agustín, si es que lo necesitara, y en caso no estuviera mi madre, entre mis tres hermanos, para que así puedan repartirlo entre todos mis sobrinos todo lo que mis escritos puedan generarles positivamente, porque son ellos mis beneficiarios finales, debido a que fueron la razón por la que yo he ido abordando diversos temas desde un punto de vista más humano, simplemente para que pudieran mejorar sus vidas como personas, es decir, para que sean mejores que uno y mejor que sus padres y familia, porque nosotros ya hemos heredado una formación humana bastante paupérrima; y no porque nuestros padres no tuvieran lo suyo como seres humanos, sino porque nuestra sociedad tenía ciertas deficiencias humanas con respecto a la libertad y dignidad humana, cosa que a ellos les ha tocado vivir cargado de la moda de la estupidez humana a flote, algo que me lleva a pensar que las próximas generaciones podrían heredar una extremada pobreza del ser, porque dicha pauperrimidad podría llevarnos a la absoluta deshumanización del hombre, donde el ser humano terminará siendo completamente una máquina o herramienta de trabajo, un ser indolente, algo que hemos ido aprendiendo a ser en los últimos tiempos, porque simplemente nos han deshumanizado con tanta desigualdad social, debido a que nos han vendido que tener más es alcanzar la dignidad, al punto de que el hombre se ha vuelto incapaz de estar con nada más que consigo mismo, porque eso es para ellos la pobreza absoluta, cosa que me lleva a pensar en mi hermano; Alexander, quien se vino sin nada y se fue sin nada, salvo que solo con su ser, ese ser que me inspira a escribir mis memorias buscando dar a conocer mi búsqueda trascendental como persona, no como escritor ni pensador, ni nada parecido, solo como persona, solo que desde lo que más amo hacer y ser: escribir.

Lima, 20 de marzo de 2020 a las 21:36 horas

 

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