En nuestro 43 aniversario: rostros del DEI. Es momento de sembrar

Hace unos ocho años atrás la huerta del DEI empezó a dar los primeros frutos. Hoy, en este contexto de alerta y declaración de emergencia internacional, la huerta del DEI sigue viva gracias al trabajo de Francisco “Pacho” Mejía, agricultor y orientador de vida desde la propuesta de la BioSalud. Un movimiento popular de la salud con enfoque preventivo, dirigido a recuperar nuestro ánimo, nuestra alegría y salud con autogestión, hoy presente en 50 países.

Con Pacho hemos aprendido sobre siembra, paciencia, constancia y hemos visto los frutos que devuelve la tierra cuando se le cuida con afecto y dedicación. Dice un viejo proverbio que “lo que se cuida, crece”.

Pacho narra los inicios de la huerta en el DEI: «Todo empezó hace ya algunos años con Jorge Batres (Guatemala, docente universitario, en 2013 integró el equipo de trabajo del DEI). Cortó un estañón a la mitad, le hizo un huequito para el drenaje en uno de sus extremos e hizo un techo y una base de madera. Su finalidad era criar lombrices californianas para alimentarlas con los residuos orgánicos de la cocina del DEI y producir así lombricompost y lixiviado de lombriz. Conseguí un kilo de lombriz y con el grupo de talleristas hicimos un mandala y sembramos plantas medicinales”

Nos cuenta que, al principio, antes de empezar la huerta, fue necesario limpiar la tierra. Estaba llena de los escombros que la actividad humana descuidada va dejando sobre el terreno: trozos de vidrio, plástico, prensas rotas de ropa, alambre y todo tipo de objetos pequeños desechados. Cuenta que aún hoy, cuando cosecha, encuentra escombros. Además de la primera huerta en el DEI, ha construido otra huerta en la Universidad Bíblica Latinoamericana (UBL).

La huerta es parte de los espacios de formación del DEI

Esos fueron los primeros pasos de siembra agroecológica en el DEI. Una experiencia que incluso hoy permite producir alimentos y otros productos (como el bio-carbón y abonos orgánicos) en armonía con el entorno natural, para el consumo a pequeña escala. La huerta se ha convertido en una escuela perfecta para talleristas, visitantes, y equipo de trabajo. Permite apreciar la biodiversidad en la multiplicidad de flores, plantas, pájaros, insectos. La misma diversidad de la que somos parte responsable como seres humanos.

“Cuando se fueron los talleristas (de un taller realizado unos 8 años atrás) hablé con Gladys y Silvia Regina (del equipo de trabajo del DEI), para poder ampliar el lugar y pedir a la persona que chapea el DEI que no se llevara las hojas caídas, ni las ramas cortadas. Empecé a hacer compost”. De Pacho hemos aprendido que, incluso lo que resulta de la poda puede ser aprovechado completamente para volver a nutrir la tierra. No hay desperdicio.

“También con las ramas -una vez secas- saqué biocarbón, en la estufa-finca que traje de Talamanca, con ella también traje semillas de ñame, tiquisque, sagú, cúrcuma…Tracé e hice camas de cultivo y sembré las plántulas. Ahora hacemos trueque, consulta por plántulas y biocarbón. Sembré cebollinos, rábanos, lechugas, albahaca; culantro, apio, tomate, maíz pujagua (semilla de la provincia de Guanacaste), que comparto con indígenas en Talamanca y Buenos Aires (cantón de la provincia de Puntarenas), también tabaco y frijol negro”.

En el DEI observamos cada tanto cómo crecen en cajoneras -a modo de almácigos-, cientos de nuevas plantas diminutas que luego crecerán robustas, pues la tierra en que se siembran es sana, nutrida, cuidada. Pacho siembra en cultivos multiestrato: un aprendizaje de las comunidades campesinas e indígenas en Colombia.

Aprendizajes de las comunidades campesinas

“La academia me había enseñado a sembrar solo una variedad en cada cajonera: ¡un monocultivo absurdo! Nosotros somos, al igual que las plantas, seres de relación con otros seres de la naturaleza, somos fractales, celebramos la vida en comunión, en “común”-“unión”. Plantea que cuando se agrede ese equilibrio y se rompe la armonía vienen las consecuencias perjudiciales. Esto incluye la aparición de virus agresivos, superbacterias, contaminación química, enfermedades. Es importante observar cómo las granjas industriales y los monocultivos extensivos traen numerosos problemas de salud a las comunidades cercanas.

Pacho recuerda cómo sembraba en la selva colombiana años atrás, cuando era instructor de huertas escolares. Olga -su compañera, se lo recordó alguna vez observando la huerta y motivándolo a sembrar como antes lo hacía en la selva.

Los cultivos cambian cada ciertos ciclos. A diferencia de las mercancías en el neoliberalismo, lo producido por la tierra con nuestras manos puede ser compartido y multiplicado: las semillas son guardadas y mejoradas por las comunidades. En las huertas se expresa la experiencia ancestral de las comunidades campesinas y los beneficios del trabajo compartido. A diferencia de los enfoques mercantilistas, las semillas al ser compartidas no se degradan, no se pierden; se mejoran y engrandecen la pluralidad de la vida. Las lombrices, las semillas del DEI se multiplican en beneficio de la Red de la Vida y son compartidas con personas campesinas y participantes de talleres. Y con quien las necesite.

Nuevo panorama social y Casa Común ¿Qué hacemos?

En tiempos de colapso económico, de profundización de las desigualdades sociales -que tienen sobre todo rostros de mujeres, migrantes y personas refugiadas-, el acto de sembrar y compartir alimentos es un regalo de la vida que nos abre a posibilidades de soberanía alimentaria y sobrevivencia en medio de las peores condiciones.

Trabajar en mantener nuestra salud y nuestro propio alimento es un acto de resistencia comunitaria frente a los grandes capitales que ven a la tierra como un repositorio de recursos para el extractivismo y la depredación.

La situación mundial actual nos reafirma nuestro compromiso, pues la injusticia social que se acrecienta en condiciones así es efecto del modelo económico dominante y sus industrias depredadoras en su afán de enriquecerse por encima de la justicia social, obviando los perjuicios para las comunidades. El desequilibrio que sobreviene tras la destrucción de los bosques, la pérdida y fragmentación de hábitats naturales incrementa las posibilidades de enfermar. Si hacemos daño a la Tierra nos hacemos daño a nosotros mismos.

Enviado por DEI.

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