Marlín Oscar Ávila
16 de marzo de 2020
Hasta donde hemos logrado conocer de las reacciones en nuestra sociedad al Covid-19, hay diversas formas y motivos de hacerlo. Desde las clases políticas en el poder, son pocas las que reaccionan con la responsabilidad que debieran. Desde las diferentes sociedades civiles y empresariales la diversidad también existe con respecto a la responsabilidad que moralmente se debiera. Pero habría que incluir a las religiones con sus líderes, como otra categoría.
En la primera categoría hay desde muy responsables hasta absurdamente irresponsables. El de Inglaterra, sin ambages declara darle prioridad a la economía y dejar que el virus elimine a la población muy vulnerable en su estado físico y los que lo superen, queden inmunes (lo cual ya se comprobó que los pulmones quedan dañados en un 20%). Luego, se exhibe Nicaragua con un desfile oficial contra el Covid-19, pero su histórica responsabilidad con la salud de su pueblo, le salva del exabrupto.
Esto pasa por Honduras, quien en la década de gobernar con el mismo partido, no construyó una sola clínica pública, pero sí se lanzó a la privatización de todo el sistema de salud, pero ahora logra más de $500 millones «para el Covid-19» , y dice que construirá 95 hospitales en menos de dos años.
Al otro lado, con mayor responsabilidad, vemos a los gobiernos de Argentina, Panamá, Costa Rica, El Salvador y Venezuela, y allá lejos a Japón, India, Irán, Irak, los nórdicos de Europa, además de los asustados de la Unión Europea, con actitudes responsables hacia el bienestar social, siguiendo los protocolos definidos por OMS.
Ahora, en la ciudadanía en general, lo que más se ha notado es pánico. Más creado por intereses particulares de empresarios y religiosos inescrupulosos, involucrando a los medios de desinformación. Ese pánico caló más en las clases medias occidentales, quienes «asaltaron» los centros comerciales para abastecerse hasta de lo innecesario. Desde luego, dejando ver su elevado egoísmo consumista, sin pensar en la demás población. Los dueños de las cadenas comerciales felices por su éxito mediático.
No obstante, más temprano que tarde, esa clase media, se han venido enterando de su ignorancia con respecto a las reales medidas de prevención para evitar el contagio. La primera semana que se suspendieron algunas labores salieron de paseo, a vacacionar. Lo que provocó la mayor dispersión de contaminación. La mejor muestra ha sido el caso Italiano, pero muchos más hicieron, y hacen, algo parecido.
Hay otros actores sociales involucrados en política y señalados como delincuentes históricos, que han aprovechado para «lavarse la cara», pero no gastaremos tinta en ellos.
Algunas religiones, sus líderes, han estado aprovechándose del pánico para «llevar agua a su molino», lo que ya se sabe con cuál propósito. Los peores son los que hacen alianza con los políticos inescrupulosamente, para sus mesquindades, especialmente su dios dinero.
Después de décadas de privatizar los servicios públicos, algunos protagonistas se han enterado de lo esencial que son los servicios públicos. Esto aún no les penetra en el cerebro deformado dentro de los centros de estudios superiores, particularmente los privados, a algunos actores, como diputados, que insisten en la privatización.
Sin duda, nuestra ciudadanía está llamada a acatar los protocolos establecidos por las Naciones Unidas, ante el ataque global de un virus y posiblemente más de uno, el cual, se escucha cada vez con mayor volumen, su sepa ha sido sembrada por la inteligencia militar en medio de una guerra comercial y política entre líderes de gran poder. Es decir, aún ésta crisis en nuestra salud está a medio camino.
Aprovechemos lo positivo que siempre aparece de una crisis y aprendamos las lecciones que nos muestre por errores cometidos. Unámonos cómo ciudadanía con el sentido solidario que habíamos olvidado.
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