Venezuela 2024 (1)

Manuel Delgado

(resumen de una intervención en la revista “En voz propia”)

Puede ver la segunda parte de esta serie en este enlace.

¿Qué está pasando en Venezuela? Un dejà-vu. El chavismo gana las elecciones y la oposición declara fraudulento el resultado. Es lo mismo que ha pasado 29 veces en el último cuarto de siglo. En este periodo ha habido en Venezuela 31 procesos electorales, y de ellos las fuerzas bolivarianas han perdido solo dos, uno era una reforma de la constitución impulsada por el entonces presidente Chávez y la otra la de la Asamblea Nacional, esa de donde salió Juan Guaidó, de ingrata memoria. Por cierto, en esas dos victorias la oposición sí reconoció los organismos institucionales, la constitución y todo lo demás.

Venezuela es un país aficionado al béisbol y en este deporte cuando un bateador pega dos tiros buenos por cada 10 oportunidades se dice que batea 200 (se entiende que son 200 de mil). Batear 300 (es decir, 3 de cada 10) es toda una proeza que muy pocos jugadores pueden lograr. Hay que ser muy bueno para eso. Pues bien, en una ocasión, refiriéndose a las elecciones en su país, Nicolás Maduro decía: “Estoy bateando 800”. Y así es. Solo que se quedó corto. La revolución bolivariana ha bateado mucho más, repito, 29 de 31. Pero la derecha opositora no reconoce nada. Así que el cuento de hoy no es nada nuevo. Es otro grito sacado del cuento de Pedro y el lobo.

Desde hace tiempo los enemigos de Venezuela e incluso algunos amigos y gente neutral insistían en exigirle a Maduro el respeto a los resultados electorales. Yo dije en un artículo que a quien había que hacerle esa petición era a la oposición venezolana, que nunca había reconocido ningún resultado. Por cierto, todos los partidos se comprometieron con anterioridad a respetar la voz de las urnas, todos, excepto González Urrutia y los suyos.

El voto en Venezuela es muy similar al ensayado en algunos centros de votación en las pasadas elecciones municipales en nuestro país. Yo voté en un centro que tenía la papeleta tradicional, pero como era fiscal del Frente Amplio pude asistir al centro que tuvo voto electrónico y pude asistir, además, al cierre y conteo final. Allí pude constatar las bondades de este sistema.

La votación se hace frente a una pantalla similar a una computadora. En ella aparecen los candidatos (en nuestro caso aparecían los partidos); el votante pulsaba una casilla y la máquina le respondía: “Usted ha escogido a Fulanito de Tal o al Partido Tal. ¿Está seguro de su voto?” Si el votante responde afirmativamente, el voto se registra como emitido en la base de datos.

En nuestro país eran varias papeletas (alcaldes, regidores, síndicos y concejales). Entonces ese procedimiento se iba repitiendo. Al final, la máquina le mostraba al votante cómo iba a quedar su voto y le decía: “Usted ha votado de esta manera. ¿Desea hacer algún cambio o quiere continuar?”. Si el votante decidía continuar, se consignaba el voto.

Entonces la máquina imprime ese voto, que es el testimonio escrito. En nuestro caso era el talón de la papeleta, que se separaba y se depositaba en la urna.

Es un método infalible, con el que prácticamente es imposible el fraude.

La información de ese sistema fue el remitido al Consejo Electoral y que lo dio a conocer el domingo 28 de julio, día de las elecciones. Ese día estábamos muy inquietos esperando los resultados que se hicieron públicos muy tarde, mucho después de las 11 de la noche. Oyendo y viendo la CNN, a eso de las 9 y 30 yo me convencí de que había ganado Maduro. ¿Por qué? Porque empezaron a hablar de fraude y de las alternativas frente al fraude. Sin esperar los resultados, ellos ya tenían el guion listo. Solo era cuestión de minutos para que se abriera el telón y comenzara la comedia.

Allí estaban los datos globales. Ahora venía el otro capítulo, el de las actas. Sobre él voy a hablarles mañana, para no cansarlos hoy con mis palabras.