A la juventud costarricense… Una conversación de Walter Antillón con Rodrigo Madrigal Montealegre

Walter Antillón

¿Podrías, Rodrigo, resumir en unos pocos trazos, la historia que le tocó vivir a nuestra generación?

Walter Antillón

R.M: Bueno, vos y yo nacimos al concluir el primer tercio del Siglo XX, de modo que hemos vivido gran parte de dicho Siglo y las primeras décadas del presente con la cabeza y el corazón puestos en las cosas de Costa Rica; pero también pensábamos en Centroamérica y en el Mundo. Gracias a una prolongada y reflexiva experiencia, modestamente creo que poseemos una mediana comprensión de lo que ha venido ocurriendo en esos escenarios.

Nuestra infancia -década de los treintas- registró las secuelas de la Crisis Mundial que estalla precisamente en 1929: difusas imágenes de la Presidencia de León Cortés, de la última breve campaña política de don Ricardo Jiménez; de la Guerra Civil Española, así como la sensación de vago temor y algunas vivencias de la escasez durante el período de la Segunda Guerra Mundial.

Rodrigo Madrigal Montealegre

Aquí pocos se daban cuenta de que la situación del País reflejaba equívocamente y en pequeño lo que se estaba fraguando en dimensiones planetarias.

Los gobiernos de Calderón y Picado, con la constitucionalización de las Garantías Sociales y el Código de Trabajo, coinciden con nuestra adolescencia colegial, erótica y festiva, sacudida por la Huelga de Brazos Caídos, la Revolución del 48; luego una fragante Constitución y los cambios que trajo el gobierno de la Junta Fundadora de la 2ª República. Y coincide asimismo con (y es una respuesta a) el estallido de la Guerra Fría y el triunfo de la Revolución Comunista en China.

Así es; y agregaría que con aquellos avances (no circunscritos a Costa Rica, sino de dimensiones regionales), la clase obrera disponía de una ‘cabeza de playa’: un punto firme para iniciar un avance paulatino hacia una factible ecualización social que, sin embargo, fue sistemáticamente rechazada por las oligarquías; lo cual ocurría en paralelo con la etapa universitaria de nosotros, ya en la segunda mitad del Siglo XX (grados y postgrados: combinación de ilusiones, estudio y dolce vita). Son, en efecto, los años del predominio socialdemócrata del flamante Partido Liberación Nacional: sus logros de entonces, por todos conocidos y sus reprobables decisiones: la proscripción del Partido Comunista, la represión ideológica y la violenta eliminación del sindicalismo de izquierda, que se cebó predominantemente en los trabajadores de la empresa privada; eliminación propiciada mediante la sucesiva, sistemática persecución sindical (prolongada hasta el presente Siglo) por parte de un sector mayoritario de los patrones. Todo lo cual coincide temporalmente (pero no temáticamente) con la descolonización de África y del Oriente, las Guerras nada frías de Corea y Vietnam; y el nacimiento de lo que después será la Unión Europea, en el plano internacional.

R.M: Y bueno: evocar los detalles de ese largo período sería la de nunca acabar. En suma, una centuria cruenta para los pueblos del Mundo. En lo personal, los decenios siguientes trajeron los afanes y las alegrías de nuestras vidas adultas (matrimonios, hijos); y pasaron como un soplo los días, los meses y los años. En el camino fueron desapareciendo sucesivamente abuelos, tíos, padres, hermanos, y muchos otros parientes y amigos, nuestros viejos profesores, tu hijo Federico. Y nosotros mismos, sin decirlo a nadie, nos fuimos haciendo a la idea de nuestra propia, inevitable muerte.

Entre tanto el mundo exterior seguía tan campante: en los noventas desaparecieron la Unión Soviética y los otros Estados europeos del Socialismo Real; y entonces un japonés angloparlante habló del fin de la Historia. Pero dichosamente la Historia no se enteró; y gracias a eso surgieron las nuevas potencias mundiales de la India abigarrada, la China Comunista, el Brasil y luego el BRICS, y luego, y luego … en fin, que la Historia aún tiene para rato.”

En fin, nosotros dos nos encontramos ahora al borde de los noventa años, como testigos privilegiados de la dramática transformación de aquel Mundo que nos vio nacer: transformación masiva y multiforme que algunas veces he llamado ‘gatopardesca’, porque ha servido para que, en lo importante, todo continuara igual: bajo la espectacularidad de los cambios tecnológicos que revolucionaron las telecomunicaciones y dispararon procesos multitudinarios, continuaban inexorables la desigualdad, la exclusión, el infortunio de miles de millones de seres humanos, al par de la degradación del ambiente, el cambio climático, la extinción de la vida animal y vegetal a gran escala, y un largo etcétera.

Así es, desgraciadamente; y todo ello a consecuencia del desatinado y codicioso frenesí y la criminal indiferencia del Capitalismo Transnacional, que ha hecho predominar en Occidente su visión y su política neoliberales; y ha suspendido su ominosa Espada de Damocles sobre el destino de los empobrecidos países del Sur.

Ahora bien, en lo que atañe a la Costa Rica de hoy ¿qué tendrías que decir?

R.M: Diría que estoy convencido de que nuestro País está hoy pagando las consecuencias de haber sido gobernado alegremente “a la derecha” durante los últimos cuarenta años: primero, bajo el Bipartidismo; ahora, bajo el Tripartidismo, que es prácticamente la misma cosa: lo nuevo que distinguía inicialmente al PAC de los partidos tradicionales (el discurso moralista y promisorio de Otón Solís) no se materializó en ninguna de las dos administraciones de dicho Agrupación, que terminaron cayendo en las prácticas neoliberales y las rutinas del Bipartido del Pacto Figueres-Calderón.”

Yo, de mi parte, señalaría además que la persecución sindical desatada a partir del 48, y la consiguiente indefensión y subalternidad de los trabajadores costarricenses, sobre todo del sector privado, prolongadas por varias décadas y respaldadas por una campaña sistemática en los medios de comunicación, alcanzaron las dimensiones de un fenómeno masivo, creando una atmósfera generalizada y silenciosa de temor e inseguridad en aquel importante segmento de la población; lo cual determinó la aparición de la cultura de mimetismo político y conformismo laboral predominante en dicho segmento, en la que, por ejemplo, la palabra ‘sindicalista’ equivalía a ‘comunista’; y comunista se había convertido en una condición infamante que acarreaba menosprecio, desempleo y ruina (jueces costarricenses de entonces estimaron que ‘comunista’ era una injuria igual o peor que ladrón o criminal). Esta perversa y prolongada maquinación, que cercenó y satanizó por largo tiempo una opción que era legítima en cualquier país civilizado, terminó por sumir a la clase trabajadora costarricense en un estado de miedo crónico a ser visualizado como sindicalista, socialista, comunista, y produjo en ella una reacción defensiva de negación de sí misma, de mimetismo (invisibilización) cuyo resultado fue todo un extenso sector social ideológicamente ‘neutralizado’, desunido y paralítico: ‘domesticado’, como cínicamente (pero certeramente) lo calificó don Pepe Figueres.

¿Cómo podrán nuestra clase gobernante y el País entero reparar el inmenso daño económico, social, moral y político infligido a tantas generaciones de trabajadores costarricenses a partir del 48, por haberlos privado ilícitamente de su derecho a formar sindicatos, y a los legítimos y esenciales servicios de dichos sindicatos que el Código de Trabajo, la Constitución y las Convenciones Internacionales habían creado en su beneficio? ¡Les pintaron como crímenes los que eran sus legítimos derechos!

Estoy convencido de que el vacío político producido por la ausencia de una populosa clase trabajadora organizada y beligerante, que hubiera sido un fuerte interlocutor en la palestra política, poniendo en la balanza del poder el peso de sus legítimos intereses para sacar lo mejor de cada partido y de cada gobierno; repito: la ausencia de esa clase trabajadora unida y consciente que Costa Rica bien se merecía por sus tradiciones de civismo, hizo posible el deslizamiento y la degradación de un socialcristianismo y una socialdemocracia ideológicamente anémicas y sin contrapesos, hacia aquel neoliberalismo oportunista y chapucero que ha sido la tónica de quienes nos han venido gobernando:

a) con las consecuencias político-jurídicas disolventes que hoy se reflejan por doquier: se reflejan en el control politiquero consumado sobre las cúpulas judiciales y otros órganos de garantía; se reflejan en los contubernios entre los Poderes para asegurarse la impunidad de los excesos y de los compadrazgos en las altas esferas de la política y la economía que nos condujeron al Cementazo; en el desmantelamiento del MOPT y la concesión de las obras a un oligopolio que nos condujo a Cochinilla y al Diamante; en el abandono de toda política asistencial constructiva, junto a la carta blanca de los empresarios en la aplicación de la infame “flexibilización de las relaciones laborales”; en el ataque a los últimos bastiones institucionales del servicio público (la CCSS, el ICE). Todo lo cual se tradujo en la violación reiterada y flagrante de los derechos humanos económicos, sociales y culturales consagrados en beneficio de nuestro Pueblo por la Constitución y las Convenciones Internacionales.

R.M: Como lo he dicho tantas veces, partiendo de la premisa falsa y absurda de los anarco-capitalistas de que el Estado es nefasto, han condenado a muerte al ICE, esa institución benemérita y venerada que ha impulsado con patriotismo la industrialización, la democratización y la modernización del Pais; han condenado a muerte a la Caja, que por más de medio siglo ha protegido la vida, la salud y la seguridad social de los costarricenses; han condenado a muerte a las Universidades Públicas, sembradoras del saber y de la conciencia crítica en millares de jóvenes, sin distingo de clase social ni condición económica.)

b) con las nefastas secuelas económico-financieras que se transparentaron en el sempiterno e inducido desequlibrio fiscal, en el creciente desempleo, en la profunda y acusadora brecha entre ricos y pobres que se ha ensanchado bajo los pliegues del modelo del derrame.

R.M: Cierto: mientras la pobreza de un millón de seres humanos permanece inalterada, los más afortunados duplicaron el monto de sus riquezas;

Es una realidad chocante: avergüenza que cien mil compatriotas sobrevivan con un dólar al día y que los enemigos del modelo de solidaridad social y del Estado Benefactor hayan procedido a su demolición sistemática desde hace años, agravando una peligrosa polarización.

En cuanto a la pandemia del Corona Virus, la misma resultó ser, en manos del Gobierno y las clases dirigentes, una providencial excusa para hacernos apurar aquella pócima deletérea de la privatización, buscando con ello destruir lo que nos queda del incompleto y perfectible Estado de Bienestar que en su día osaron levantar Figueres, Oduber y Carazo sobre la base plantada por el Presidente Calderón Guardia, la Iglesia de Monseñor Sanabria y los comunistas de don Manuel Mora; fecundo legado que, a la vista de todos, vienen intentando destruir otro Calderón, otro Figueres, Oscar Arias Sánchez y su nefasta secuela, hasta llegar al presente, sin solución de continuidad.

Pero la pandemia del Corona Virus es un mal que, como dice el refrán, trajo al Planeta un bien: la claridad de algunas verdades palmarias, a la vista de quien quiera comprobarlas:

a) La palmaria verdad de un Mundo insolidario y autodestructivo regido por el afán insaciable de lucro de un grupo de poderosas transnacionales que han subordinado a los Estados-Nación al logro de sus designios, dando al traste con la Naturaleza y los más altos valores de la Cultura;

b) la evidencia pública de la necesidad de reducir la enorme brecha económica existente entre ricos y pobres con medidas como sistemas tributarios fuertemente progresivos, vigorosas políticas de inversión y otras, para garantizar juntamente la reactivación y un acceso equitativo y seguro de todas las personas a los servicios de salud y, en general, a los servicios públicos esenciales;

c) una verdad inocultable acerca de la misantropía y la ceguera de los gobiernos neoliberales, grandes y pequeños, que venían desmantelando minuciosamente las estructuras de la salud pública, reduciendo la plantilla de los médicos y enfermeros, cerrando hospitales y clínicas, y han tascado amargamente su impotencia frente a la magnitud de una peste que ha puesto en evidencia la mezquindad de sus miras;

d) una verdad transparente acerca de la desembozada codicia de las transnacionales farmacéuticas, que frente a la tragedia y las penurias de la Humanidad causadas por la Pandemia, hacen prevalecer su avidez de ganancias a través de los precios de las vacunas y las maniobras oligopólicas;

e) una verdad inocultable acerca de la carencia vergonzosa de un robusto mecanismo coordinador de la Salud Mundial que centralizara todos los recursos científicos, financieros y logísticos para brindar rápida, gratuita y equilibradamente al Planeta, lo que los países aislados, pequeños y grandes, han terminado haciendo tarde y mal, de manera inequitativa y con altísimos costos.

R.M: Me alegra comprobar que el impacto de algunas de esas verdades ha sacudido al Mundo, movilizando importantes grupos de opinión, e inspirando iniciativas promisorias. Coincido en que, con sus duros y crueles estragos, el azote de la Pandemia nos está llamando a recobrar la sensatez ¿Escucharán el mensaje los detentadores del poder? ¿Conseguirán las personas de buena voluntad, que en el Mundo suman miles de millones, doblegar la obcecación y la insensibilidad de tantas transnacionales y de los poderosos Estados que continúan precipitando el cambio climático y el acoso a la Naturaleza? En medio de tantos males ¿cabe abrigar algunas buenas expectativas a corto y mediano plazo?

Yo creo que sí: por encima del pandemonium y la anarquía de las redes sociales, van emergiendo aquellas verdades que el látigo de la Pandemia y del Cambio Climático han contribuido a revelar; y terminarán por imponerse aún a los más ciegos, porque los problemas que acarrean la desigualdad, el hambre, la exclusión y toda otra negación de la vida son reales, aprietan sin tregua y claman por ser resueltos.

Aquí concluye ésta que es, quizás, la última de tantas conversaciones que mantuvimos desde siempre. Declaramos estas cosas sine spe, sine metu: sin la expectativa de un beneficio, sin miedo a una represalia, sólo movidos por el amor y el respeto debidos a nuestro Pueblo, a la juventud costarricense cuyo futuro peligra, y en particular a los estudiantes de la gloriosa Universidad de Costa Rica, nuestra Alma Mater, firme bastión de la esperanza en que otro Mundo es posible.

San José, en diciembre de 2021.

Rodrigo Madrigal Montealegre, Céd. 1.234.164*

Walter Antillon Montealegre, Céd. 1.221.295*

* Profesores eméritos, Co-fundadores de la Escuela de Ciencias Políticas, Universidad de Costa Rica