Administración Alvarado: La economía como acto circense de magia

Luis Paulino Vargas Solís (*)

La economia como acto circense de magia

Actores de la película de terror fiscal.

La política económica en el gobierno de Carlos Alvarado, responde, con disciplinada fidelidad, al recetario ortodoxo de la economía neoclásica. Ésta ha sido sometida a una crítica teórica devastadora y naufraga estrepitosamente en su escrutinio frente a los datos de la realidad. Es, sin embargo, el zombi que, como en acto de prestidigitación, conduce hoy la economía de Costa Rica.

Repasaré enseguida algunas de esas ideas peligrosamente desatinadas.

Los olvidos de El Financiero

En su editorial de la edición de la semana 30 de junio al 6 de julio –“Crecimiento y empleo”– este semanario discute acerca del desfalleciente crecimiento de la economía costarricense, y los problemas del empleo. De entrada formula dos preguntas retóricas: “¿De dónde proviene la pérdida de impulso en la actividad económica del Costa Rica? ¿De la economía externa o de la demanda interna?”. La respuesta era fácil de anticipar: el problema surge desde lo interno, porque en lo externo todo camina fabulosamente bien. Afirman entonces que si no hemos caído en recesión es “…gracias al impulso del motor externo de la economía”.

En rigor esto último es falso, porque el sector externo no solo está conformado por las exportaciones sino también por las importaciones, y el efecto neto depende del balance entre unas y otras, el cual sigue siendo negativo. Es decir, las importaciones superan a las exportaciones, lo que reduce el crecimiento de la economía.

Ahora, que si lo que se desea es resaltar la expansión exportadora que, en conjunto, casi triplica el crecimiento del resto de la economía, llama la atención que omitan preguntarse ¿por qué ello no se refleja en mejoría alguna del empleo? ¿Cómo es que en medio de tanto dinamismo exportador, la situación del empleo, de por sí calamitosa, lejos de mejorar, se sigue deteriorando? La respuesta tendría que reconocer lo que la realidad dice a gritos: que, como tendencia dominante, el sector más dinámico de las exportaciones, es el que goza de las condiciones especiales que conceden las zonas francas, cuya capacidad de generación de empleos es insignificante. Insignificantes los empleos que aporta directamente, como también los que propicia en forma indirecta, puesto que sus ligámenes con el resto de la economía son sumamente limitados.

Y, por favor, guárdense el manoseado argumento de que esas exportaciones de zona franca demandan calificaciones que la mayor parte de trabajadoras y trabajadores no poseen, lo que les impide emplearse ahí. Porque si eso fuera cierto, quedarían atrapadas en un cuello de botella que asfixiaría ese crecimiento que exhiben, ya que no encontrarían a quien contratar. Pero eso evidentemente no ocurre, ¿o acaso no es imagen familiar ver filas kilométricas de personas buscando colocación cada vez que se anuncia una “feria de trabajo”?

Pero igual vale preguntarse ¿Y cómo es que tan formidable dinamismo exportador no contribuye a aliviar, ni siquiera poquito, el problema del déficit fiscal? Lo cual ratifica que, contrario a la mentira que se ha querido vender, el aporte de las transnacionales de zona franca al fisco es menos que irrelevante.

Pero si uno observa que la inversión empresarial de tipo productivo, está prácticamente en depresión, todavía cabe otra pregunta ¿cómo es que el sector exportador anda tan boyante sin que ello dé impulso a la inversión? Seguramente estas empresas exportadoras tenían una considerable capacidad ociosa que les ha permitido incrementar la producción sin invertir gran cosa, pero es notable que tanto dinamismo, no se refleje tampoco en la inversión de otros sectores y empresas fuera de zona franca. Lo cual reafirma lo que ya dijimos: que entre estas últimas y el resto de la economía, no hay nexos significativos.

El villano de la película

Omitir todas estas incómodas consideraciones, es conveniente para los ideólogos de El Financiero. Primero, para evitar interpelaciones “inapropiadas” acerca de las graves falencias de “su” modelo neoliberal. Pero también para dirigir los misiles hacia donde les interesa: afirmar que el financiamiento del déficit fiscal hace subir las tasas de interés, lo que presuntamente explica que el consumo de la gente se frene y la inversión de las empresas se retraiga.

La idea subyacente a esa aseveración ha sido ampliamente debatida a nivel teórico. La economía crítica –en especial la corriente poskeynesiana– ha demostrado que es errónea y falaz. Tendría algún mínimo sentido, si viniéramos atravesando una situación de vibrante bonanza económica, con encendida demanda de crédito tanto por parte de las empresas (para invertir) como de las personas consumidoras. Un pálido remedo de tal cosa se vivió hacia 2015, favorecido claramente por la baja de los precios de los combustibles, pero rápidamente empezó a dar signos de agotamiento, que han hecho que el crecimiento de la economía venga cuesta abajo prácticamente desde inicios de 2016. Entender esto en serio, más allá de tanta basura ideológica, obligaría a reconocer que, ante los graves problemas del empleo y el perdurable estancamiento de los salarios, la gente ha optado por fugarse hacia el crédito para consumo. Con ello crece la deuda privada que, a estas alturas, ha llegado a ser lo suficientemente agobiante como para obligar a las personas y familias a “socarse la faja”, lo cual se refleja en el declinante dinamismo del consumo.

Por su parte, el sostenido movimiento declinante de la inversión empresarial –que inicia un decenio atrás– está seguramente vinculado a problemas de competitividad y rentabilidad, lo cual está vinculado a factores diversos: infraestructura, limitada capacidad de innovación empresarial, bajos niveles de productividad, crédito caro (producto, desde hace mucho, del rentismo e ineficiencia del sistema financiero costarricense y no del déficit fiscal). Y, desde luego, el peliagudo tema del tipo de cambio.

En todo caso, es fácilmente demostrable que el aumento de las tasas de interés durante el segundo semestre de 2017, en particular la tasa básica pasiva a la que muchos créditos están vinculados, ha sido fruto de las decisiones directas del Banco Central. Las necesidades de financiamiento del déficit fiscal estaban presentes en ese momento, como también ahora, pero en este 2018 las tasas han dejado de subir en el tanto el Banco Central ha dejado de empujarlas hacia arriba. Es que, por ahora, logró lo que quería: terminar de ahogar la economía y el empleo para tirar abajo la inflación.

Contrario a la cantinela de estos ideólogos, el déficit fiscal no ejerce presión sobre las tasas de interés, porque las condiciones generales de la economía frenan el gasto privado. En otra nota de La Nación (Gobierno sobrepasó en 67% captaciones anunciadas para el primer semestre) no les quedó de otra sino reconocerlo: “(l)o llamativo de la situación del primer semestre es que, a pesar de que Hacienda captó mucho más de los que anunció, no ejerció una presión importante al alza sobre las tasas de interés”. Claro, ello resulta “llamativo” para quien razona desde el desnudo prejuicio ideológico.

La economia como acto circense de magia2

El ojo de Sauron

En medio de tanta superchería e ignorancia, ya no extraña que el discurso derive hacia el amarillismo más recalcitrante. Así en otra nota de La Nación: OCDE: Viviremos ‘terribles consecuencias’ por la crisis fiscal, jóvenes serán los más perjudicados. Ponen aquí a hablar –el percudido argumento de autoridad– al jefe de la División Económica de la OCDE. Como parte de la diatriba alarmista, este sujeto, portugués y de apellido Pereira, miente descaradamente acerca de los orígenes de la crisis en su país. Además se habla de una política de austeridad que deberá lograr un ajuste fiscal (reducción gasto público + reducción gasto privado) del 4% del PIB. Con una economía que crece menos del 3%, ello podría llevarla al estancamiento, quizá la recesión. Hablando de crisis, he ahí el probable detonante de la esa crisis.

Al final de esa nota, la ministra Rocío Aguilar alucina que con “la reforma” fiscal, se logrará generar “confianza…de inmediato”. No sé si ella tendrá idea de la teoría detrás de tal disparate. En cualquier caso, es una teoría fantasiosa y perfectamente desprestigiada.

Resumo: todo esto no pasa de ser un sonrojante acto circense de magia.

 

(*) Director Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo, CICDE-UNED)

 

Enviado por el autor.

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