Cambio climático: una reflexión obligada

Dennis Cabezas Badilla

Recurso hídrico

Imagen con fines ilustrativos.

 

El cambio climático, con su efecto principal: el calentamiento global, conforman el problema ambiental más grave y por lo tanto de urgente resolución al que nos enfrentamos los seres humanos en esta época de nuestra historia.

La capacidad de destrucción de esta situación es de una magnitud inimaginable en razón de sus devastadores efectos contra la sobrevivencia del ser humano. Algunos ubican su peligrosidad en sus afectaciones al medio ambiente, pero lo cierto es que a través de la historia de la humanidad han existido “cambios climáticos” cuyos efectos variaron radicalmente el medio ambiente, aun así el ser humano continuó su desarrollo.

Esa pasada situación, dado el grado máximo de desestabilización de los factores climáticos y la agresividad de sus resultados, parece lejana de repetirse; por eso es que afirmamos que el mayor peligro al que nos estamos enfrentando es la desaparición de la raza humana y de todo ser vivo, elementos que se pensaban como suposiciones sin sentido alguno, hoy las podemos ver en la realidad: hambrunas; desintegraciones poblacionales; cambios radicales en la conformación del clima, los recursos hídricos, etc. Ya dan evidencia cierta de que el ser humano se enfrenta a su extinción.

Pero, por otra parte, el calentamiento climático es efecto y no causa: síntoma de males y trastornos que tienen raíces más profundas. La acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera resulta de los impactos humanos sobre el territorio (“cambios de usos del suelo”) y la quema de combustibles fósiles. Es nada menos la base energética de la sociedad industrial, y sus formas de ocupación del territorio, lo que está en cuestión. Se hace urgente modificar el sistema de producción, transporte y consumo que hoy es ya insostenible y cambiarlo por un modelo productivo industrial y agrícola y unos modos de movilidad sostenibles, a la vez que avanzamos en el ahorro de energía y recursos. Debemos apostar por el desarrollo ambientalmente sostenible y socialmente justo.

Por lo antes expuesto es que se hace absolutamente imprescindible una acción rápida, concertada planetariamente y cuyo resultado sea el logro y ejecución de acuerdos en la forma más rápida posible.

Asumir un cambio de conducta, desde la práctica personal hasta la conformación de una nueva ética empresarial, política y comercial, provista de principios y valores que sobrepongan, ante cualquier otro interés, el interés superior de la vida humana, de las personas en toda la inmensa dimensión de su integralidad.

Debemos reconocer, todos los actores, que el actual modelo de explotación, consumo y acaparamiento de riqueza es el gran culpable de la crisis que nos confronta. Es este perverso modelo, propio de la sociedad industrial de los países desarrollados el que ha provocado este catastrófico choque; tenemos que poner freno en raya a tales desmanes, reiterando que, a partir de nuestra propia individualidad, debemos combatir el consumismo superfluo y el dejarnos arrastrar por la magia publicitaria que nos dibuja como seres exitosos, cuando lo que estamos haciendo es sostener y dar vida a ese modelo anti-natural y destructivo, orientado a la excesiva producción y al consumo sin razón.

Hagamos un alto…pero ya, una actuación conteste con nuestras responsabilidades hacia el futuro de la raza humana es de obligada ejecución, dejemos el lamento improductivo y pasemos a la acción vital, frente a quien sea, incluso frente a nuestras propias ambiciones; de lo contrario en un futuro, por cierto muy cercano, estaremos lamentando, echándole la culpa a otros, nuestra propia extinción.

 

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