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Gobierno de Rodrigo Chaves de extrema derecha

Oscar Madrigal

Han pasado 6 meses del gobierno de Rodrigo Chaves. Transcurrido este plazo podemos atrevernos a hacer una caracterización acerca de la esencia de la orientación política, económica e ideológica del mismo.

Los hechos fundamentales de esta administración han sido: promover la privatización de instituciones del Estado, apertura de fronteras en especial para la agricultura, enfrentamiento con la Asamblea Legislativa y el Poder Judicial, ataque constante a la prensa, manejo de las redes sociales mediante bulos y fake news, endeudamiento del país, congelamiento de salarios, ataque a la seguridad social, debilitamiento del ICE…

A raíz de esos hechos, enumerados rápidamente, puede concluirse que estamos ante un gobierno que va más allá de una orientación de derecha en el campo ideológico.

Ideológicamente el gobierno de Chaves se ha ubicado a la par de los neopentecostales de Fabricio Alvarado en cuanto a la regresión de los derechos humanos del movimiento feminista y de la diversidad sexual. En este campo también tenemos un Gobierno retrógrado.

Los logros de Chaves y su gobierno son muy difíciles de ubicar. En el campo social, la pobreza, el desempleo o el costo de la vida no ceden ni se ven medidas o propuestas que tiendan a minimizar el agravamiento social. En infraestructura vial no hay nada nuevo, ni siquiera la continuidad de las obras de Carlos Alvarado. 

En materia de lucha contra la corrupción, lo evidente es el favorecimiento con contratos y liberación de medidas para los financiantes de su campaña electoral y la complicidad con actos fácilmente identificables de corruptos como los de la Caja, el Inder o la compra de votos de diputados a cambio de embajadas. La reacción contra la corrupción en todos los casos no llega ni siquiera a ser tibia. Se compra a los diputados del PUSC con un puesto en el BCIE para uno de sus dirigentes o a los evangélicos con una embajada a la hija del presidente de las iglesias neopentecostales. Es la política reducida a la vulgar mercantilización, del tome y deme.

Su metodología de gobierno es parecida a la forma de Trump y de otros dirigentes ultraderechistas del mundo: bronca con la prensa, bronca con los Tribunales, bronca con los legisladores, formas dictatoriales o como las llama “gerenciales” para con sus subalternos inmediatos. Sin embargo, estas formas no han resuelto un solo problema, sino que han agudizado las relaciones y su solución.

La mentira se ha convertido en una forma de gobierno. Nunca se ha visto, por lo menos en el último siglo, tantas mentiras de gobernantes como en este gobierno. Un día afirman algo y al día siguiente lo contrario, sin inmutarse siquiera. Pareciera que esto le gusta a la ciudadanía, la bronca o el pleito de cantina, aunque no signifique solución a los problemas que los aqueja.

Al cabo de 6 meses tenemos un gobierno bochinchero, que no resuelve los graves problemas nacionales y que con toda esta fanfarria oculta sus verdaderas intenciones: vender el país, acabar definitivamente con nuestro Estado de Bienestar y de Derecho, imponer el más descarnado neoliberalismo.

Con estas características tenemos que llegar a la conclusión que el Gobierno de Rodrigo Chaves es un gobierno que va más allá de la derecha, que es de ultraderecha.

La extrema derecha en el mundo no pretende un golpe de estado para acabar con la democracia, lo hace desde la institucionalidad. Quitarle legitimidad al Poder Judicial, al Poder Legislativo, destrozar la crítica, eliminar el Estado de Bienestar, privatizar instituciones, concentrar el poder, gobernar a base de noticias falsas, mediatizar o comprar a la oposición, reducir los derechos de las organizaciones sociales y los derechos humanos de las mujeres y otros grupos.

Todo indica, en fin, que estamos en presencia de un gobernante de extrema derecha.

De zoológicos y jardines (III – IV)

Gilberto Lopes
Noviembre 2022

El nacimiento de un nuevo mundo

Nosotros tratamos de construir relaciones con los países más importantes de Occidente y con la OTAN. Lo hemos hecho de manera absolutamente sincera. ¿Qué obtuvimos como respuesta?, se preguntó Putin. Para ser breve, recibimos un “no” en todas las áreas posibles de cooperación.

Putin ha insistido en la idea de que no se puede unir a la humanidad dándole órdenes, diciéndole “haga como yo hago”, “sea como yo soy”. Es necesario oír la opinión de todos, respetar la identidad de cada sociedad, de cada nación. Citó como ejemplo diversos organismos de cooperación, como la Unión Económica de Eurasia –integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia–, la Organización de Cooperación de Shangai –conformada por ocho Estados miembros y cuatro observadores– o el ambicioso proyecto chino de la franja y la ruta.

En un esquema de cooperación de este tipo, Europa sería el extremo occidental de Eurasia. Pero no se ha ido conformado así esa integración. Por el contrario, confrontada con Rusia, transformada en su enemiga, la Europa actual ha consolidado su papel como extremo oriental de la OTAN.

Vijay Prashad, historiador hindú, director del Tricontinental: Institute for Social Research, publicó, en octubre pasado, un artículo en el que pasaba revista al escenario que culminó con la invasión rusa de Ucrania.

Mucho antes de la invasión de Ucrania, desde 2014, gracias a la Ukraine Security Assistance Initiative del Departamento de Defensa, Estados Unidos ofreció entrenamiento y equipos al ejército ucraniano. El monto de esa ayuda ha llegado a superar los 19 mil millones de dólares, la mayor parte de los cuales –17,6 mil millones–, otorgados después de la invasión rusa. Hoy se habla de 60 mil millones. Para dar una dimensión a esas cifras, Prashad la compara con los 3,12 mil millones de dólares del presupuesto de Naciones Unidas para 2022.

Prashad insiste en que Occidente debe dejar de bloquear las negociaciones entre Ucrania y Rusia. Nos recuerda que, en 2019, el presidente francés, Emmanuel Macron, había propuesto revisar las relaciones de Europa con Rusia, afirmando que alejar a Rusia de Europa “sería un profundo error estratégico”.

En 2020 estaba claro para Macron que las negociaciones ya no eran solo sobre los Acuerdos de Minsk, firmados en 2015 por Rusia, Ucrania, Alemania y Francia, para establecer zonas de seguridad en la frontera ucraniana-rusa. Era más que eso. Se trataba de la creación de una “nueva arquitectura de seguridad”, que no aislara a Rusia de Europa, iniciativas todas rechazadas por Washington.

En febrero de 2021 Macron desarrolla esa idea en una larga intervención en una conferencia en el Atlantic Council. La expansión de la OTAN hacia el este no va a incrementar la seguridad de Europa, aseguró.

El 7 de diciembre de 2021 Biden y Putin mantuvieron una entrevista telefónica. El presidente ruso volvió a exigir garantías de que la OTAN no seguiría expandiéndose hacia el este, ni desplegando sistemas de armas ofensivas en países vecinos a Rusia. “Washington no otorgó ninguna de esas garantías”, asegura Prashad.

El objetivo de los Estados Unidos era imponer sanciones económicas severas y sostenibles para hacer inviable la economía rusa e intensificar su apoyo militar a Ucrania, de modo que pueda ganar la guerra.

El pasado 15 de octubre Washington anunció un nuevo paquete de 725 millones de dólares en armas y asistencia militar para Ucrania, incluyendo más municiones para sus HIMARS (High Mobility Artillery Rocket Systems).

Robert A. Pape, profesor de la Universidad de Chicago y autor de un libro sobre las características de la guerra aérea, estima que el bombardeo de áreas civiles en Ucrania no va a debilitar el gobierno de Volodymyr Zelensky. Que el poder aéreo solo se ha mostrado efectivo cuando es capaz de destruir objetivos militares. Pape piensa que no es el caso en esta guerra y que a Putin solo le quedan dos opciones: aceptar una nueva cortina de hierro que separe a Rusia de Europa “o continuar peleando hasta el final, a riesgo de perder parte de Rusia”. ¿Se pretende incrementar así la seguridad de Europa (y del mundo)?

En estos días se multiplican los análisis de académicos norteamericanos sobre el escenario internacional. Entre ellos el de G. John Ikenberry, Albert G. Milbank Professor de Política y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y Global Eminence Scholar en la Kyung Hee University, de Seúl.

En su largo artículo–“Power Endures”–, publicado en la edición de noviembre/diciembre de Foreign Affairs, asegura que el orden internacional encabezado por Estados Unidos “no está en declive”. Sus más de seis mil palabras no son más que argumentos para sostener su conclusión, sin que ni una sola vez aparezca la palabra América Latina. Da por un hecho que son los pies sobre los que se yergue el poderío norteamericano. Es la única, entre las grandes potencias, que nació en el Nuevo Mundo. Las otras, como China o Rusia, están rodeados de vecinos alborotadores, que luchan por espacios hegemónicos. Los Estados Unidos no. Desde el inicio, alejado de sus principales rivales, disfrutaba de su patio trasero, de un hemisferio sin rivales.

Para Ikenberry, la narrativa de que Estados Unidos está perdiendo su papel de potencia dominante ignora las profundas circunstancias que continúan haciendo del país una presencia dominante en la organización del mundo político en el siglo XXI. Su papel descansaría no solo en la fuerza bruta, o en su pasado comportamiento imperial, sino en sus ideas, instituciones y valores.

Independientemente del acierto o no de sus evaluaciones (yo pienso que hay mucho de wishfull thinking), autores como Ikenberry dejan de lado un importante factor en su análisis: el económico.

Colochos mentales en Zapote

Luis Paulino Vargas Solís
Economista / Investigador CICDE-UNED

Al presidente Chaves no le gustó lo que Douglas Soto, gerente general del BCR, dijo ante la comisión legislativa que estudia el proyecto de ley que propone privatizar ese banco. Y como no le gustó, su primerísima y más ruidosa reacción, fue atacarlo personalmente. Es la característico de este gobierno: arrinconar a patadas a quien se atreva a disentir.

Aparte esa chabacanería, el único argumento del presidente consistió en afirmar que el BCR, podría pagar más impuestos, puesto que los bancos privados son “más rentables” que los públicos.

Evidentemente, el presidente tiene un colocho mental, y está gravemente confundido.

Es obvio que el presidente habla de rentabilidad privada, en cuyo caso habría que aclararle un detalle muy básico: no se supone que los bancos públicos deban ser rentables, como son los privados. Claramente el presidente no entiende lo que es propio de una entidad pública. Igual uno podría decir que los servicios privados de salud y educación son más “rentables” que sus contrapartes públicas. Pero es que, sin duda, los servicios públicos de salud y educación no deben ser rentables desde el punto de vista de la rentabilidad privada.

En tales casos, mejor fuera hablar de “rentabilidad social”. Pero parece que ni en Ohio ni en el Banco Mundial le enseñaron al Dr. Chaves lo que eso podría significar.

Además, en algún momento, el presidente habló de “números contundentes”, aunque, a decir verdad, no aportó muchos números que digamos. Ni contundentes ni de los otros.

Pero ¿qué tal si repasamos algunos numeritos para ayudarnos a entender por qué los bancos privados son más “rentables” que los públicos? Los datos que doy a continuación, incluyen al Banco Popular dentro de la categoría de bancos públicos, y en lo que a los bancos privados se refiere, incluye los 8 grupos financieros principales:

1) Número total de agencias y sucursales: bancos públicos 513; bancos privados 123.

2) Porcentaje de sucursales en el área metropolitana de San José: 32,2% los públicos; 47,2%, los privados.

3) Porcentaje de sucursales fuera del área central de Costa Rica: 43,5% los públicos, 22,8% los privados.

4) Un detalle llamativo: los bancos privados tienen 14 agencias en Escazú, o sea, ese opulento cantón, sede de corporaciones transnacionales y residencia de la gente más rica de Costa Rica, acapara el 11,4% de las sucursales de esos bancos. En el caso de los bancos públicos, en Escazú se ubican 9 sucursales, un 1,8% del total respectivo.

Al presidente la fascina la “rentabilidad” de los bancos privados. He aquí una de las razones por las que son más “rentables”: no solo tienen mucho menos sucursales, sino que el 77% de éstas, están en el área central del país, estratégicamente posicionadas en lugares donde mayor riqueza se concentra, como el cantón de Escazú.

¿Quiénes tienen sucursales en Upala, Guatuso, la Cruz, Río Frío, la Virgen de Sarapiquí, Batán, Guácimo, Palmar Norte o Puerto Jiménez? Ningún banco privado. Solo bancos públicos. Por eso los privados son más “rentables”.

Las personas no son el problema, sino la solución

José Luis Pacheco Murillo

Hace 11 años el mundo alcanzó los 7.000 millones de personas y el próximo 15 noviembre superará los 8.000 millones, anunció el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas (ONU).

Según las últimas proyecciones de ONU habría unos 658.048.000 (658 millones) de personas en América Latina y el Caribe, lo que representa apenas la mitad de la población que poseen China y la India que cada uno supera los 1300 millones de personas.

Para algunos esta cantidad de personas representan un problema, sin embargo, lo que se debe tener claro es que nunca y bajo ninguna condición las personas somos problemas. Por su parte, Natalia Kanem, directora ejecutiva del UNFPA indicó que las personas deben ser el centro, las personas no son el problema, sino la solución, pues la experiencia ha enseñado que invertir en la gente y en sus derechos propicia sociedades más pacíficas, prósperas y sostenibles. Por esto resulta indispensable «situar la protección de los derechos y la promoción del bienestar de las personas, las familias y las comunidades en el centro de los esfuerzos”.

Es necesario que las acciones de los gobiernos se encaminen más a la protección y menos al abandono de las personas.

El tener como centro de atención las técnicas económicas y financieras para que haya mayor riqueza para unos pocos en lugar de buscar la mayor equidad posible, es lo que nos tiene como estamos, con situaciones de pobreza extrema y con tasas de desempleo nunca vistas.

No debemos de asustarnos porque hayan más personas, lo que debemos de buscar son acciones para que haya más equidad y más solidaridad.

En el mundo hay muchísimo desperdicio y es una injusticia que se tengan personas con hambre y necesidad por un lado y por el otro dejando que comida se desperdicie y se bote.

Dios quiera que los líderes mundiales tomen acción para que el ser humano, las personas, volvamos a ser el centro de atención y que los temas económicos y financieros se dirijan a brindar mejor calidad de vida para las personas. Que sean el medio y no el fin.

UCR, Voz experta: Las elecciones en Brasil y la presencia electoral de los grupos evangélicos

M. Sc. Alberto Rojas Rojas, Académico de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional

El triunfo de Luis Inácio Lula da Silva en el gigante sudamericano contó con la ayuda de amplios sectores empobrecidos, tradicionalmente asociados al conservadurismo del presidente en ejercicio, Jair Bolsonaro.

El pasado 30 de octubre, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, Luis Inácio Lula da Silvasuperó su propia marca de votos recibidos anteriormente y se convirtió en el presidente más votado en la historia del país. El petista fue electo por tercera vez presidente de Brasil con 60 345 999 votos (50,99 % de los sufragios válidos), contra Jair Bolsonaro, quien obtuvo 58 205 354 votos (49,1 % de los votos válidos), según datos del Tribunal Superior Electoral de Brasil (TSE).

Estas elecciones del 2022 no tienen precedentes en la historia brasileña, no solo por la mínima diferencia de votos entre los dos candidatos, sino porque fue considerada por los analistas políticos como una disputa entre dos formas antagónicas de concebir la sociedad, la democracia y el Estado brasileño. Los resultados satisfactorios para Lula no esconden una división política y social en el país sudamericano, ni tampoco que el nuevo presidente heredará un país dividido y con una parte significativa de su población armada, ya que hubo un aumento del porte de armas durante el gobierno de Bolsonaro.

Algunas preguntas que surgen ante este peculiar escenario político tienen un matiz religioso. ¿Por qué Bolsonaro tiene la simpatía y la mayoría de los votos entre los evangélicos, aunque sea un promotor del armamento de la población y asuma discursos discriminatorios y actitudes violentas? ¿Cómo se explica la victoria de Lula, definida por los votos recibidos en la región Nordeste, la más pobre del país?

El voto y la moral

En Brasil los grupos evangélicos son diversos y heterogéneos, y sus inclinaciones políticas también lo son. Existen personas evangélicas en casi todo el espectro político de Brasil. Sus preferencias electorales pueden variar de una elección a otra y no se comportan “en masa” a partir de su identidad religiosa. Dicho esto, es importante hacer algunas acotaciones.

Más que un voto evangélico existe un voto moral conservador, que aglutina a un número significativo de personas votantes evangélicas, pero también católicas y de otras confesiones.

Ahora, cuando las lealtades cambian de una elección a otra, las simpatías, las antipatías, las creencias asentadas por la religión o la cultura, las emociones y lo que la persona juzgue como bueno o malo de una candidatura o una agrupación, juegan más que los programas y las propuestas. La moral y los valores se convirtieron en un área de lucha para ganar y asegurar votos. Quienes tienen el poder simbólico para influir en la moral, se convierten en piezas que se deben ganar como asociados. Así, los liderazgos religiosos son aliados fundamentales que hay que acercar y en esta perspectiva, sobre todo, los pastores evangélicos son los socios por excelencia, ya que representan y lideran a los grupos religiosos que más crecen y se expanden en Brasil. Además, los pastores tienen mayor influencia en las decisiones de su feligresía.

Esta tendencia coincide con el creciente interés de líderes evangélicos de participar en política electoral y llegar a influir en los gobiernos del Estado, en la legislación de los países y en la política pública, a partir de una doctrina neopentecostal de amplia difusión entre agrupaciones evangélicas que plantea que los líderes y los valores cristianos (con acuerdo a la interpretación neopentecostal) deben orientar a las naciones.

En este contexto, Bolsonaro logró acaparar el favor de un amplio e influyente sector de liderazgo evangélico. Lo mismo había logrado Lula en las dos elecciones anteriores en que ganó la presidencia. Este hecho contribuyó para que Bolsonaro recibiera a su favor un voto moral conservador de muchas personas electoras que provenían del mundo evangélico. Al respecto, es ilustrativo indicar que cuando se cruzan datos del censo del 2010 en Brasil con los votos obtenidos por municipio en la primera vuelta electoral en las recientes elecciones de octubre, Bolsonaro obtuvo más votos en los municipios de más presencia evangélica; mientras que en los municipios de mayor número de personas católicas, Lula fue el ganador.

Ahora bien, muchas personas evangélicas votaron por Lula, aunque no hayan todavía datos fuertes para cuantificarlo en su debida proporción.

Lo que sí es cierto, es que lo moral y lo religioso son aspectos que han tomado una significativa relevancia en las elecciones actuales en países de América Latina, en contextos donde se establecen alianzas entre sectores políticos conservadores de derecha y sectores conservadores religiosos, sobre todo, de extracción evangélica. Estas alianzas funcionan mientras haya en la agenda y la política pública temas y acciones que se asocian a la forma en que personas conciben el alcance de la moral y la religión.

Códigos religiosos al servicio de objetivos políticos

Existe una nueva derecha que ha aprendido a reproducir el “performance” adecuado para atraer las preferencias electorales de quienes, de por sí, son personas conservadoras en temas de frontera simbólica y que, además, tienen mucho que cobrar a los políticos y partidos que les han sumido en la pobreza, o bien, han puesto en peligro su estatus social. Así, se estructura y desarrolla una trama en donde líderes políticos son ungidos y abrazados por pastores y apóstoles que aseguran que esos nuevos liderazgos asumen en sus programas y acciones lo que Dios quiere para la nación.

A su vez, los líderes políticos, a voz en cuello en plazas públicas, medios y redes, pronuncian discursos transversalizados por mensajes religiosos y asumen las posiciones corporales, los tonos de voz y la gestualidad necesaria para traspasar y ser aceptados por los códigos religiosos de su audiencia evangélica. En Brasil el lema de campaña de Bolsonaro fue “Dios sobre todo, Brasil sobre toda la gente” y el lema fue acompañado de abundantes oraciones, participación en rituales y plegarías difundidas a través de sus redes sociales y las de sus hijos.

Sin embargo, no todos los conservadores morales son de derecha, no todos los evangélicos son conservadores, no todos los evangélicos son pobres ni todos los pobres son evangélicos ni en todo tipo de elección y región se juegan temas con un marcado carácter moral. Lo religioso conservador tiene sus límites y sus alianzas políticas con la derecha también. Cuando en una campaña los temas de agenda pública y política no tienen un marcado énfasis moral, los religiosos políticos y sus alianzas pierden la plataforma que los sostiene.

Esta situación fue clara en el Noreste brasileño. Los programas sociales de los gobiernos anteriores de Lula todavía siguen en la memoria y en las conquistas alcanzadas por la gente del Nordeste. Sobre todo, en esta región, la grave crisis económica que vive Brasil, el alto desempleo, el hambre y las muertes durante pandemia agrandadas por la ineficiencia del gobierno bolsonarista, fueron decisivas para que Luis Inácio Lula da Silva venciera las elecciones en esta región y por medio de esta, en Brasil. También hay que decirlo, en el nordeste, los evangélicos conservadores no son tan significativos como en otras regiones.

 

M. Sc. Alberto Rojas Rojas
Académico de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional

Dra. Cecilia Leme Garcez
Académica de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional

De zoológicos y jardines (II – IV)

Gilberto Lopes
Noviembre 2022

El alba de un nuevo día

Durante muchos años ideólogos y políticos occidentales han estado diciendo que no hay alternativas a la democracia. Ellos se refieren, naturalmente, al llamado “modelo liberal de democracia”, dijo el presidente ruso, Vladimir Putin, en su discurso del pasado 27 de octubre, en el Foro Internacional de Valdai. De forma arrogante –afirmó– descartan otras formas de gobierno. Una manera de plantear las cosas forjada desde los tiempos coloniales, “como si todos fueran de segunda clase, mientras ellos eran excepcionales”.

“Es el poder global lo que está en discusión con el así llamado Occidente”. Pero ese juego es ciertamente peligroso, sangriento y –digámoslo así– sucio”, advirtió Putin, pues deniega la soberanía a otros países y pueblos.

Occidente proclama el valor universal de su cultura y de su visión del mundo y la política que aplican está orientada a imponer esos valores de forma incondicional a todos los demás miembros de la comunidad internacional. Los nazis quemaban libros –recuerda Putin–, pero los “guardianes del liberalismo” pretenden prohibir ahora a Tchaikovski y Dostoyevsky.

Promueven guerras comerciales, sanciones, revoluciones de colores… Una de esas fue la de Ucrania, en 2014, que apoyaron con recursos cuyo monto hicieron público. O asesinan al general iraní, Qasen Soleimani. Lo mataron en un tercer país y asumieron públicamente, con orgullo, la responsabilidad de ese crimen. ¿En qué clase de mundo estamos viviendo?, se pregunta Putin.

No habló de la guerra de Vietnam, o de la más reciente invasión de Irak, dos de cuyos responsable siguen muy activos en política. Uno, militante de la socialdemocracia inglesa; el otro, el español, pasa haciendo recomendaciones democráticas en América Latina, acompañado de políticos regionales cómodos con la compañía de ese colega.

Uno puede opinar lo que quiera sobre Putin, sobre sus política o sobre su forma de gobernar. En mi opinión, se trata, sin embargo, de uno de los lideres políticos con la mayor capacidad de argumentar sobre su visión del mundo, con antecedentes históricos y perspectiva de futuro.

El discurso de Valdai abunda en referencias a esos mundos. Se trata de una crisis del modelo neoliberal, de un orden internacional al estilo norteamericano. “Ellos no tienen nada que ofrecer al mundo, excepto la perpetuación de su dominio”. Y eso –agregó Putin– ya no es posible.

El colapso de la Unión Soviética alteró el equilibro de las fuerzas geopolíticas. Vencedor, Occidente estableció las reglas. Pero hoy, ese predominio absoluto está desapareciendo. Estamos en una encrucijada decisiva, probablemente en la “más peligrosa, impredecible y, al mismo tiempo, la década más importante desde el final de la II Guerra Mundial”, en opinión de Putin.

Prensa patética

Es fácil condenar la guerra y la invasión de Ucrania; pero es también fácil vislumbrar –si se mira con cuidado– la creación de las condiciones que fueron haciendo esa guerra cada día más posible y más probable.

La guerra es una tragedia, pero me parece indispensable leer con atención el discurso de Putin en Valdai. Tratar de entender. Oír al adversario. O al enemigo. Putin es cuidadoso en el manejo de los detalles y quienes dicen que miente no tienen más alternativa que dar su propia versión de la historia.

Desde mi punto de vista, no es lo que hace, por ejemplo, Anton Troianovski, jefe del bureau del NYT en Moscú, en su artículo sobre el discurso de Putin. Para Troianovski es un discurso que intenta dividir Occidente, de ganar espacio político mientras trata –con frecuencia, sin éxito– de conservar el terreno conquistado en Ucrania desde la invasión de febrero pasado. Pero el discurso –y el debate posterior–, de más de cuatro horas, es, en mi opinión, mucho más que eso y la visión empobrecedora de Troianovski priva a sus lectores de una comprensión más acabada de un complejo escenario internacional.

La gran prensa occidental es patética. No solo en la cobertura de la guerra en Ucrania. Hay que leer el artículo de Chris Buckley, corresponsal jefe del NYT en Beijing, que ha estado cubriendo el país y los eventos del Partido Comunista por 25 años: “Uncle Xi’ to Exalted Ruler: China’s Leader Embodies His Authoritarian Era”, publicado el pasado 14 de octubre. ¿Cómo pedir a la élite norteamericana, que lee el Times, entender algo de un mundo complejo explicado por tales “expertos”.

O los comentarios de Steve Rosenberg, editor de la BBC en Rusia, para quien la clave de la larga reflexión de Putin fue la falta de “remordimientos en el mundo de Putin”. ¡Y la BBC lo presenta como “análisis”! Me parece improbable que Rosenberg haya leído toda la intervención de Putin en Valdai.

La militancia se repite en la televisión española, en la DW en español…  Ver el Guardian británico dejando en segundo plano el periodismo para transformarse en parte de la guerra en Ucrania me hizo suspender una modesta contribución mensual, que hice durante algunos años, al periódico.

Me fui entonces a leer la extensa intervención de Putin en el foro de Valdai, que se puede encontrar en la página del Kremlin, en inglés: http://www.en.kremlin.ru/events/president/news/69695

Electricidad en la COP27: energía in-sostenible y más pobreza

Osvaldo Durán-Castro/ Sociólogo ITCR
FECON Costa Rica/Rivers for Climate Coalition

En un artículo anterior relacionado con el agua en la COP27 señalamos que dentro de los modelos sociales que rigen la economía mundial, es imposible cumplir objetivos de la Agenda 2030 como “6. Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos” y “7. Asegurar el acceso a energías asequibles, fiables, sostenibles y modernas para todos”.  En este artículo revisamos algunos datos de pobreza y acceso o exclusión del servicio básico de electricidad.  Concluimos que no será posible garantizar ese servicio, mientras no se asuma que sin justicia social es imposible la justicia climática, y que las “energías limpias” nunca serán una solución efectiva si sólo resultan “sostenibles” en el norte y para las élites del mundo, gracias a la destrucción de los ecosistemas, principalmente en el sur.

MÁS REPRESAS, PERO MÁS POBRES SIN ELECTRICIDAD

Lejos de avanzar para cumplir los objetivos 6 y 7 de la Agenda 2030, los resultados del modelo social actual dan cuenta de la creciente inequidad que se refleja en el aumento de las fortunas de pocas personas y de empresas corporativas, frente a la pobreza de más de mil millones de personas que entre otras privaciones, no disponen del servicio básico de electricidad. Otro resultado catastrófico del modelo energético actual, aunque no divulgado ni aceptado, es el aumento de ecosistemas destruidos, mientas se sigue hablando de energías “verdes y sostenibles”. A pesar de esos desequilibrios insalvables del modelo, la Asociación Internacional de Energía Hidroeléctrica (IHA siglas en inglés), que realizó en 2021 su congreso mundial en Costa Rica, lleva un mensaje a la COP27, pidiendo “desbloquear las barreras para el desarrollo hidroeléctrico ahora”, y lanzan, entre otras demandas, “que las inversiones en hidroelectricidad sean incentivadas en mecanismos financieros y simplificación de licencias”.  Todo eso en contradicción directa de organizaciones y pueblos en todo mundo que ven la electricidad como parte de una matriz energética destructiva, violatoria de derechos humanos y aceleradora del cambio climático.

Darle acceso a electricidad a toda la gente y sobre todo a la más pobre, según sugiere el texto del objetivo 7, requiere un cambio social que implica sustituir las reglas del mercado por unas que garanticen equidad social, protección efectiva de los ecosistemas en la producción energética y la superación de la falacia de la hidroelectricidad como energía limpia y sostenible. Requiere también aumentar la investigación para el desarrollo de tecnologías limpias, o al menos de mínimo impacto destructivo.  Pero la equidad y la protección de los ecosistemas no son componentes del modelo actual.  A partir de estudios de organizaciones como las Naciones Unidas, ONU, y la Comisión económica para América Latina, CEPAL, podemos confirmar que desde hace décadas se aceleró la tendencia de los gobiernos, las corporaciones multinacionales y las empresas nacionales, hacia la inversión energética que da prioridad a la acumulación de riqueza.  La ONU ha reconocido que cerca de 1200 millones de personas en el mundo viven sin electricidad. Esto es más que notable y contradictorio pues el ritmo de producción de esta energía no se ha detenido en ningún momento y a ningún consumidor final se le regala, lo cual indica un flujo permanente de ganancias para las empresas estatales y privadas. La pregunta es para qué y para quiénes se genera energía, y particularmente electricidad.

Para cumplir el objetivo 7 de la Agenda 2030 lo mínimo esperable es que las personas tengan acceso a energía estable y con precios razonables de acuerdo con su condición socio económica.  Pero los datos indican que a pesar de que se siguen eliminando y deteriorando ecosistemas fundamentales para la vida en el planeta, como los ríos, el suelo, el subsuelo y el aire, la gente más pobre no tiene electricidad.  De acuerdo con el estudio “La energía en América Latina y el Caribe”, de mayo de 2022 de la CEPAL, en América Latina el acceso desigual a la electricidad está completamente marcado entre zonas urbanas y rurales y entre gente rica y pobre.  De la gente que integra el 20% más pobre de la población, un 12%, más de la mitad, no tiene acceso a la electricidad y si agregamos otro 20% de la población, resulta que 18 de cada 40 de las personas pobres viven sin electricidad.

Las evidencias son tristemente contundentes. Como es sabido durante la pandemia de la Covid 19 desmejoraron muchos indicadores de bienestar social.  En setiembre de 2022 la CEPAL indicó que en América Latina“…75 millones no tienen acceso a combustibles y tecnologías limpias para cocinar, lo que exacerbó la pobreza y vulnerabilidad durante y después de la pandemia.  Esta situación se puede ver agravada por el aumento de los precios de los combustibles fósiles en el contexto de la guerra en Ucrania”, como de hecho ha ocurrido.

No es de necios insistir en que será imposible vincular positivamente el servicio de electricidad con la calidad de vida de la gente, cuando la inequidad sigue creciendo y todas las crisis impactan negativamente, más rápido y más fuerte, a quienes viven en pobreza.  La Organización Panamericana de la Salud y la CEPAL (2020) en su “Informe Covid-19. Salud y economía: una convergencia necesaria para enfrentar el Covid-19 y retomar la senda hacia el desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe”,  advirtieron sobre las repercusiones diferenciadas de la crisis entre pobres y no pobres, e incluso sobre los peores impactos para las mujeres pobres: “la crisis afectará más gravemente a las mujeres, ya que estas representan más del 60% de la mano de obra en los sectores de alojamiento y servicios de alimentación y el 72,8% de la fuerza de trabajo en el sector de la atención de la salud…”

Pero incluso, entre toda la gente pobre y las mujeres pobres, hay grupos sociales más vulnerados y excluidos como las poblaciones indígenas y afrodescendientes, quienes, además de la pobreza material, enfrentan muchas otras expresiones de discriminación, racismos y exclusión por su origen étnico, neocolonialismo cultural moderno, escaso y desigual acceso a la justicia, o a veces nulo.  En América Latina, según la CEPAL, “la proporción de la población indígena y afrodescendiente sin acceso a la electricidad, en promedio, duplica y, en algunos casos, triplica a la proporción respectiva de la población no indígena ni afrodescendiente”. 

La gente pobre no sólo es la que tiene menos acceso a la electricidad, si no que es también la que paga proporcionalmente una factura mucho mayor por la electricidad con respecto de sus ingresos y la que tiene menos acceso a tecnologías modernas.  Con mucho optimismo la CEPAL sigue llamando a los gobiernos a “invertir anualmente 2,6% del PIB regional durante los próximos 10 años -para- universalizar el acceso a los servicios básicos de agua potable, saneamiento y electricidad, sin dejar a nadie atrás”.  Particularmente “en el sector eléctrico, incluyendo la utilización de tecnología renovable (i.e. solar y eólica) en línea con las metas del ODS 7, se debe invertir un 1,3% anual del PIB regional durante 10 años”.  Pero estas inversiones, en el remoto caso que se implementaran, no servirán si no están orientadas asegurar que se logre el acceso de la gente más pobre a esos servicios.  De lo contrario, la brecha entre los que pueden derrochar energía, que son las élites de los países, y el resto de la población, se irá ensanchando cada vez más.

Otro factor que generalmente es presentado como un gran beneficio, es la generación de empleo en la construcción de proyectos energéticos en general y de las hidroeléctricas en particular.  Pero ese empleo puede fácilmente ser una trampa: es apenas temporal,  no necesariamente cumple con las normas de seguridad laboral de cada país, en muchos casos se hace por medio de subcontrataciones de empresas locales para evadir responsabilidades directas por parte de las empresas dueñas de los proyectos.  En fin, ninguno de estos empleos es “verde” ni “sostenible” ya que vulnera y destruye ecosistemas, y no resuelve la pobreza permanentemente.

EL MODELO SOCIAL ACTUAL NO ADMITE CAMBIOS POSITIVOS

Para asociar, en la práctica, la economía, la equidad y el cuidado de naturaleza, se requiere un cambio radical de visión; un cambio de paradigma, que permita re-inventar la matriz energética, y particularmente la hidroelectricidad.  No se trata prometer que la gente más pobre tendrá acceso al servicio de electricidad, pues el mercado no resuelve la desigualdad social ni cuida los ecosistemas.  Se requiere convertir la producción, distribución, almacenamiento y consumo final de la energía y de la electricidad, en servicios orientados a satisfacer las necesidades de la gente y no de los negocios.  Por esto es que las demandas fundamentales de organizaciones que integran Rivers for Climate Coalition, cuestionan estructuralmente los modelos de economía y de energías actuales y piden la “Prohibición de fondos comprometidos bajo el Acuerdo de París para la construcción de nuevas represas hidroeléctricas” y exigen a todos los países “eliminar nuevas represas hidroeléctricas de sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC)”. En todo el mundo se está desarrollando una campaña con el lema “Los acuerdos climáticos no deberían apoyar las represas”, para pedirle a la ONU no incluir las hidroeléctricas bajo el “Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL)”, mediante el cual éstas “pueden vender créditos de carbono, también conocidos como Créditos Certificados de Reducción de Emisiones o CER”. Ya la ONU reconoció 1.965 represas en los MDL, y ésa es una línea que se debe revertir.

La electricidad siempre ha sido un detonador de destrucción de ecosistemas y a la vez de acumulación de riqueza, problemas que no se discuten en los foros oficiales ni empresariales. En países como Costa Rica donde casi el 100% de la población tiene acceso a la electricidad, uno de los problemas fundamentales es que una parte de la electricidad, la que producen las empresas privadas locales y extranjeras, no se genera en función de las necesidades de la sociedad, si no que es un negocio extremadamente lucrativo para un reducido segmento empresarial que sobrevive gracias a que desde hace más de 3 décadas, el Estado ha sido obligado a comprar su energía aunque la demanda esté satisfecha con la electricidad pública.  Pero además de los pagos elevados por esa electricidad privada, innecesaria, la riqueza de esos generadores se ha elevado con “sobre-pagos” que alcanzaron 23,8 millones de dólares en apenas 18 meses, entre diciembre de 2017 y mayo del 2019”.  Entre 2010 y 2018 el pago por electricidad privada fue de 2.049,00 millones de dólares, un monto en extremo elevado en la escala de la economía de Costa Rica.

Esas “estafas legales” ocurren también en cualquier otro país donde los negocios estén por encima del bienestar colectivo, del cuidado de las finanzas públicas y de la economía de las familias.  En agosto del 2021 se dio a conocer en Inglaterra, Francia y España que la empresa Iberdrola había vaciado el embalse de Ricobayo (en España) en medio de una de las peores sequías de la historia, con el fin de vender electricidad a precios exorbitantes, mientras la gente sucumbía de calor y tenía que pagar facturas de electricidad también exorbitantes.  Pero, además, “Iberdrola, el segundo mayor productor del país, drenó las presas en las provincias de Zamora y Cáceres en el oeste de España durante un período de unas pocas semanas para producir energía hidroeléctrica barata mientras el precio para los consumidores está en un nivel récord”.   Tanto en Costa Rica como España, y en todo el mundo, se sigue hablando de hidroelectricidad “sostenible y limpia”, mientras mueren los ríos y los ecosistemas, y se privilegian las fortunas de los generadores de electricidad sobre los intereses colectivos.

Tanto a nivel de países, como entre zonas urbanas y rurales y dentro de éstas, la electricidad es un indicador de inequidad social consolidado.  El acceso a la electricidad es un resultado que se construye en periodos largos, y así como en las últimas décadas, o desde siempre, ha sido imposible que las personas más pobres tengan acceso justo a la electricidad y a la energía en general, es improbable, cuando no imposible, que en los próximos años se cumpla el objetivo 7 de la agenda 2030.  La justicia climática global obliga a revisar y cambiar los patrones de producción industrializada de la energía y también implica que cada uno de los costos por destrucción ecológica y pérdidas sociales como los desplazamientos forzados, el acoso, la intimidación y hasta los asesinatos, sean reconocidos, juzgados, castigados y resarcidos.  También es indispensable resolver con justicia, y no desde el mercado, las preguntas para qué y para quiénes se genera y consume energía y electricidad.

Si en la COP27 se mantiene la dinámica de diálogos para reiterar la catástrofe climática real que vivimos, pero no se logran compromisos vinculantes y obligatorios para los países y corporaciones más contaminantes, “nada cambiará en Inglaterra, excepto el clima”, como dijo el escritor Oscar Wilde. Absolutamente nada cambiará en el mundo, excepto el clima para empeorar, y seguiremos avanzando hacia la debacle, pero con responsabilidades bien diferentes entre las élites que acumulan la riqueza de manera indecente y se ahogan en la opulencia, y la gente pobre sin energía, sin electricidad, sin salud y sin comida.  Revertir el curso de la crisis climática actual jamás será posible sin justicia social.  A pesar de las buenas intenciones de miles de personas, los discursos y hasta las protestas no detendrán el cambio climático. Eso será inviable sin un cambio de las actuales reglas de mercado y sin reconocer las responsabilidades diferenciadas en la destrucción del planeta.  No es tolerable un modelo global de supuestas “energías limpias” en el norte, que sólo resulta “sostenible” por la destrucción  de los ecosistemas, el desplazamiento de pueblos enteros, e incluso los asesinatos y la esclavitud moderna en el sur.

SURCOS 15 años hoy 7 de noviembre

Héctor Ferlini-Salazar

El 7 de noviembre de 2007 nació SURCOS. Fue, simbólicamente, un mes después del referendo sobre el TLC con Estados Unidos de América.

Esa lucha acumuló de forma coyuntural fuerza social transformadora, pero esta no se sostuvo en el tiempo como era lo deseable. Se trató de una movilización que concurrió desde distintos lugares sociales e históricos; no se trató propiamente de un movimiento, entendido este concepto como la expresión de una visión estratégica articulada y con alguna permanencia.

Por esa lectura de lo que ocurría con los movimientos sociales diversos y con otras fuerzas concurrentes en el referendo en oposición al TLC, fue que propuse el surgimiento de SURCOS con el fin de aportar en la construcción de fuerza social transformadora para avanzar en el acercamiento a la democracia participativa. Por ello, desde su nacimiento, este medio utiliza en su logotipo la unidad conceptual siguiente: SURCOS… para la democracia participativa.

Se trata de eso: abrir surcos en los cuales germine ese sistema político superior, el cual, -como propongo en uno de mis textos-, no es un momento culminante o punto de llegada sino un proceso de acumulación con referencia comunitaria, es decir, no todos los colectivos o regiones avanzarán de la misma forma ni en el mismo momento, sino con base en la acción política de sus fuerzas actoras y las circunstancias históricas de cada espacio territorial.

Para ello, la tarea de SURCOS es dar a conocer lo que realizan las distintas organizaciones, movimientos y personas de la ciudadanía, a fin de colaborar en esa construcción de fuerza social transformadora que abra rutas hacia la vida digna, mediante el desarrollo de espacios de confluencia solidaria.

Al celebrar los 15 años de este esfuerzo solicitamos respetuosamente su apoyo al compartir las notas que estime oportuno, así como con el aporte económico que esté a su alcance para cubrir los costos operativos básicos.

Gracias por ser parte.

En su primera etapa SURCOS fue un medio impreso que llegó a tener 51 puntos de distribución en todo el país.

De zoológicos y jardines (I – IV)

Gilberto Lopes
Noviembre 2022

Tiempo del olvido

¿Habrá llegado el tiempo del olvido, con la anestesia de nuestra memoria colectiva? En los setenta oíamos la frase que decía: –¿Hitler? No he oído hablar de eso. Tendremos que oír ahora aquello de –¿Guerra? No sé lo que es eso. –Nunca más entre nosotros. Nunca más guerras entre países europeos que se habían desangrado durante 70 años, decía el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, en 1993, hace 30 años, en su libro “El nuevo concierto europeo”.

Ya entonces veía que esas tragedias no se explicaban solo por el ascenso del fascismo, sino por el juego maniqueo de las grandes potencias, por el rechazo a un verdadero diálogo.

No dejaba de percibir que la construcción europea entraba en una zona de turbulencias. “Las dos crisis petroleras deberían habernos alertados sobre el carácter precario de nuestra prosperidad”, decía.

“Agotados por unas guerra fratricidas, privados de sus imperios coloniales, dependientes –en cuestiones de seguridad– de Estados Unidos, sofocados por lo competencia de nuevas potencias industriales, nuestros países se estaban deslizando peligrosamente hacia el declive….”

¿Cómo conservar, extender, esta paz tan querida para nosotros?, se preguntaba Delors.

“La era de la confrontación y de la división de Europa ha terminado. Declaramos que de ahora en adelante nuestras relaciones se basarán en el respeto y la cooperación”, decían los Jefes de Estado o de Gobierno de los 35 Estados participantes en la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE), reunidos en París, en noviembre de 1990.

Eran momento de profundos cambios y de históricas esperanzas… El 16 de julio de 1990 se derrumbaba la Unión Soviética y, reunidos en Stávropol, Mijail Gorbachov hilaba, con Helmut Kohl, el tejido de este nuevo mundo, aceptando la incorporación de la Alemania unificada a la OTAN.

La vocación de la Comunidad Europea es la de aplicar a otros países del continente el método que a ella le ha ido tan bien. ¿Estamos dispuestos a afrontar estos retos? ¿Tenemos medios suficientes para lograr el éxito? Han pasado casi 30 años desde que Delors se hizo esas preguntas.

La Carta de París, firmada en la reunión de la CSCE, dibujaba el mundo que, en sus sueños, imaginaban forjar: “un resuelto compromiso con la democracia basada en los derechos humanos y las libertades fundamentales; prosperidad mediante la libertad económica y la justicia social; e igual seguridad para todos nuestros países”.

De jardines…

El Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell causó polémica cuando habló, el pasado 13 de octubre, ante los estudiantes de la Academia Diplomática Europea, en la ciudad belga de Brujas.

“¡Sí, Europa es un jardín! Hemos construido un jardín. Todo funciona. Es la mejor combinación de libertad política, prosperidad económica y cohesión social que la humanidad ha logrado construir. Las tres cosas juntas…” “La mayor parte del resto del mundo es una jungla y la jungla podría invadir el jardín. Los jardineros deben cuidarlo…” 

Borrell lo sabe: “la jungla tiene una gran capacidad de expandirse y el muro nunca será lo suficientemente alto para proteger el jardín”.

Luiza Bialasiewicz, profesora de gobernanza europea en la Universidad de Ámsterdam, citada por el diario español El País, calificó el discurso como una “copia directa de la peor geopolítica neoconservadora de comienzos de los años 2000″. Bob Rae, embajador canadiense ante Naciones Unidas, comentó: “Qué analogía tan terrible”.

“Borrell no podía haberlo dicho mejor: el sistema más próspero creado en Europa se nutrió de sus raíces en las colonias, a las que oprimía sin piedad. Fue esta lógica de segregación y la filosofía de la superioridad la que formó la base del fascismo y el nazismo”, dijo la portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Maria Zájarova.

“Es muy raro que un diplomático de ese nivel ofenda a tanta gente y a tantos países en un solo discurso”, opinó Alex Lo, columnista del diario de Hong Kong, South China Morning Post.

Para Borrell la diferencia entre países desarrollados y no desarrollados no es la economía, sino las instituciones. Lo dijo en su discurso de Brujas, en la Bélgica de Leopoldo II. “Aquí tenemos un judiciario neutral e independiente. Aquí tenemos sistema de redistribución de los ingresos. Aquí tenemos elecciones que brindan libertad a los ciudadanos. Aquí tenemos luces rojas controlando el tráfico, gente recogiendo la basura. Tenemos esta clase de cosas que hacen la vida fácil y segura”.

Es difícil entender que Borrell pueda permanecer en su cargo después de ese discurso, aunque se defendió de las críticas alegando que fue mal entendido y la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, le haya reiterado su confianza.

Europa es el centro y el fin de la historia universal, había dicho G. W. F. Hegel, en 1807, en su “Fenomenología del Espíritu”. Para el sociólogo alemán Max Weber, el capitalismo era la realización de la modernidad. Para Weber –diría su colega Herbert Marcuse– existía una forma de racionalidad surgida en Occidente que ha contribuido a formar el capitalismo y que decidirá nuestro futuro previsible.

Como vemos, la herencia es antigua. Cuando Hitler ascendía al poder, hace ya casi un siglo, el también filósofo alemán Max Horkheimer –figura principal de la Escuela de Frankfurt, que integró con Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Friedrich Pollok, Franz Neumann y otros destacados intelectuales judíos alemanes de su época– decía, en un libro de aforismos que tituló “Ocaso”: 

El imperialismo de los grandes estados europeos no tiene nada que envidiar al medievo con sus hogueras. Sus símbolos son protegidos con aparatos más sofisticados y con guardias mejor dotados que los santos de la Iglesia medieval…

El ocaso del capitalismo –agregó– no anuncia necesariamente la noche de la humanidad. Los enemigos de la Inquisición convirtieron aquel ocaso en el alba de un nuevo día.

Es obvio que algo salió mal. Quizás la clave está en lo que entonces Delors soñaba como vocación de la Comunidad Europea: aplicar a otros países del continente el método que a ella le ha servido tanto.

Y zoológicos…

Este relato lo escribió al periodista de la BBC de Londres, Dalia Ventura: “La infame historia de los zoológicos humanos que se mantuvieron abiertos en Europa hasta 1958”.

–Esta es una historia vil, asegura Ventura.

Hay que leerla. Ayuda a entender muchas cosas. El artículo puede ser visto aquí: https://www.bbc.com/mundo/noticias-63206214

Ventura no omite una referencia al zoológico de Monteczuma, del que hablaban los cronistas españoles, “donde habitaban los bufones, y otras sabandijas de palacio”.

Luego la historia da un salto de 400 años. En medio del Renacimiento italiano, el cardenal Hipólito de Médici “se ufanaba de tener, además de toda clase de bestias exóticas, varios ‘salvajes’ que hablaban más de 20 lenguas, incluidos moros, tártaros, indios, turcos y africanos”.

Lo que comenzó como una curiosidad por parte de los observadores se convirtió en una pseudociencia macabra a mediados del siglo XIX, con los investigadores buscando evidencia física para su teoría de las razas. Especímenes humanos exóticos eran enviados a París, Nueva York, Londres o Berlín para deleite de la multitud.

La corte inglesa cae rendida a los pies del “encantador y astuto” polinesio Mai u Omai, presentado por el naturalista Joseph Banks en la corte del rey Jorge III. Más conocida es la historia de la sudafricana Saartjie Baartman, la «Venus Hotentote», mostrada en ferias en Europa, para delicia de los espectadores. Su gran atractivo eran sus enormes nalgas, que algún naturalista describió como “nalgas de mandril”. Falleció en 1815, pero su cerebro, esqueleto y órganos sexuales siguieron exhibidos en el Museo de la Humanidad de París hasta 1974. En 2002, sus restos fueron repatriados y enterrados en Sudáfrica.

“El clímax de la historia llega con el apogeo imperialista de finales del siglo XIX y principios del XX”, dice Ventura. La idea era mostrar a los salvajes en su estado natural. Entre 1877 y 1912, se presentaron aproximadamente 30 «exposiciones etnológicas» en el Jardin zoologique d’aclimatation de París.

400 indígenas javaneses fueron expuestos en la Feria Mundial de 1889 visitada por 28 millones de personas. “Interpretaban una música tan sofisticada que dejó al joven compositor Claude Debussy boquiabierto”.

“Ese mismo año, con el permiso del gobierno chileno, 11 nativos del pueblo Selknam u Oma, incluido un niño de 8 años, fueron embarcados a Europa para ser exhibidos en zoológicos humanos”. Si sobrevivían el viaje, afirma Ventura, la mayoría de estos «especímenes» sudamericanos perecían poco después de llegar a sus destinos.

En 1906 el antropólogo aficionado Madison Grant, un destacado eugenista, director de la Sociedad Zoológica de Nueva York, hizo exhibir al pigmeo congoleño Ota Benga en el zoológico del Bronx junto con simios y otros animales. A instancias de Grant, el director del zoológico puso a Ota Benga en una jaula con un orangután y lo etiquetó como «El eslabón perdido».

“Entretanto, las Exposiciones Coloniales de Marsella (1906 y 1922) y de París (1907 y 1931) continuaban mostrando a seres humanos en jaulas, a menudo desnudos o semidesnudos. A la de 1931 asistieron 34 millones de personas en seis meses”.

En el verano de 1897, el rey Leopoldo II había importado 267 congoleños a Bruselas para exhibirlos en su palacio colonial en Tervuren, al este de Bruselas.

Propietario del Estado Libre del Congo entre 1885 y 1908, la explotación de los recursos naturales del territorio hicieron inmensamente rico a Leopoldo a costa de la mitad de la población del Congo. La explotación le costó la vida de ocho a diez millones de personas, según diversos estudiosos.

Para la Exposición Internacional y Universal de Bruselas de 1958, una celebración de 200 días de los avances sociales, culturales y tecnológicos de la posguerra, se instaló un pueblo «típico», donde los espectadores observaban a congoleños, a menudo entre burlas. «Si no reaccionaban, les tiraban monedas o plátanos por la reja de bambú, escribió un periodista de la época”, cuenta Ventura.

Las motivaciones para seguir exhibiendo por décadas a seres humanos en Hamburgo, Copenhague, Barcelona, ​​Milán, Varsovia y demás, enfatizando las “diferencias» entre los «primitivos» y los «civilizados», estaban vinculadas, según los académicos, a tres fenómenos: la construcción de un otro imaginario, la teorización de una jerarquía de razas y la construcción de imperios coloniales.

“Se estima que los zoológicos humanos fueron vistos por unas 1.400 millones de personas. Y se sabe que jugaron un papel importante en el desarrollo del racismo moderno”, concluye la periodista.

Ventura nos recuerda que las exhibiciones etnográficas “dejaron de existir no por una revaluación ética, sino porque aparecieron nuevas formas de entretenimiento y la gente sencillamente dejó de interesarse. La última en cerrar fue la de Bélgica”.

Después fueron los jardines.

Necesitamos transparencia y acuerdos

José Luis Pacheco Murillo

Lo peor que nos puede pasar como país es que no haya diálogo entre quienes tienen que tomar las decisiones trascendentales para el avance y el desarrollo del país. Lo peor que nos puede pasar es que se impongan intereses mezquinos sobre los intereses que a todos nos puedan favorecer.

El hecho de que haya habido diálogo entre el presidente de la República con sus ministros y los diputados del Congreso Nacional, al menos con los jefes de fracción, independientemente de los asuntos que trataron, es un buen indicio y una esperanza sobre lo que debe prevalecer sobre los asuntos nacionales.

El país lo que requiere son acuerdos. El país lo que necesita es transparencia. El país lo que exige es menos corrupción y mayor esfuerzo por la equidad. Eso implica e implicará sacrificios de los diferentes sectores, pero es necesario que lo logremos.

Hoy estamos atentos a ver de qué manera el Ministerio de Hacienda se ponga de acuerdo en relación con el marchamo para que tengamos reglas claras.

Es necesario también el diálogo con el Poder Judicial y que se logren acuerdos que, sin faltar a la independencia de poderes, se puedan llegar a alcanzar para que la cosas funcionen de la mejor forma para bien del país.

No es tiempo de entrar en polémica o en desavenencias en razón de las diferencias que podamos tener. No importa que hayamos pasado años con lo mismo, no nos resistamos al cambio. Por lo general es bueno cambiar y eso implica ser tolerantes y aceptación de lo nuevo. Aunque quizá no nos guste al principio, al final resultará más positivo que negativo.

Dios quiera que logremos entender que solamente a través del diálogo, de los acercamientos y de las formas de comunicación serias y verdaderas es que lograremos romper amarras y permitir que las cosas fluyan.

Eso es lo que debemos promulgar y sobre eso debemos servir y trabajar. Dios quiera que lo lograremos.