Chapucerismo ilustrado

Luis Fernando Astorga Gatjens

Tengo la certeza de que la Administración Alvarado Quesada pasará a los anales de la historia patria, como la más chapucera, improvisada y errática. Para merecer tal distinción, sin duda, contará con sobrados méritos, los que se reflejan en el copioso número de errores a su haber. Errores y gazapos que se han manifestado a través de distinto tipo de productos y procesos; los que han tenido a jerarcas y funcionarios de diversas instituciones gubernamentales como protagonistas.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, el vocablo chapucero significa (para quien se hace acreedor de tal calificativo) que “trabaja o hace las cosas con poco cuidado, sin técnica o con un acabado deficiente.”

Los errores de diversa naturaleza y alcance, que han salpicado a este gobierno, se han convertido en noticias tercamente perennes como si formarán parte de promesas de campaña que se cumplen con esmerado rigor. Una vez que saltan a la luz pública aparecen las excusas, explicaciones y solicitudes de perdón (muchas con poca convicción, por cierto), pero ya el mal está hecho; los males han sido consumados. Podemos definir entonces a este gobierno como tristemente ilustre o tristemente chapucero.

Debo aclarar que lo de “ilustre” no está, en modo alguno, relacionado con el movimiento cultural del siglo XVIII, que surgió en Francia y se extendió por Europa y que ha sido conocido como Ilustración. La razón y la lógica fueron motores propulsores de ese proceso histórico. Cosa que no siempre ha estado presente en los avatares de la presente administración.

La posibilidad de cometer errores es una condición humana inevitable. Eso nos sucede en la cotidianidad de nuestras vidas por distintas causas, con nuestros familiares, amigos y también con personas que no conocemos. La humilde solicitud de perdón cuando erramos nos enaltece y nos puede y debe proyectar como mejores personas. Sin embargo, cuando estos errores se cometen, de manera sistemática, dentro del ejercicio de cargos públicos, su impacto se magnifica por el daño social y económico que pueden generar.

En el largo rosario de pifias y chapucerías institucionales acumuladas desde mayo de 2018 hasta el presente, se pueden identificar las chapuzas en escenarios públicos tan diversos como el Ministerio de Educación Pública (MEP), el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Salud, el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT), el Consejo Nacional de Vialidad (CONAVI), el Ministerio de la Presidencia, el Instituto Nacional de Ferrocarriles (INCOFER), el Instituto Nacional de Turismo (ICT) y podríamos seguir citando entidades.

Pongamos como ejemplos algunas perlas ilustrativas, sin orden ni concierto cronológico:

  • Errores en las pruebas educativas FARO.
  • Graves fallas en el control del CONAVI/ MOPT que posibilitó que una cochinilla bicéfala (MECO y HSolís) engordara sus astronómicas finanzas, construyendo vías deficientes con obsolescencia programada.
  • Regla fiscal que pone en dudas el funcionamiento del 911.
  • El ruidoso caso UPAD.
  • Errores en las guías turísticas del ICT.
  • Cambios en el discurso sobre el cultivo del cáñamo y la mariguana medicinal.
  • No ratificación del Acuerdo de Escazú aun cuando el país fue su impulsor original.
  • Fiasco en el sitio Web del MOPT para las pruebas de licencia.
  • Dudas hamletianas entre la obligatoriedad o no de la vacunación contra la Covid-19.
  • Vicepresidencias erráticas y opacas, con escasa incidencia en el quehacer gubernamental.
  • Errores garrafales del MEP en la búsqueda de imponer a la Fundación Omar Dengo para la creación y desarrollo de la Red Educativa del Bicentenario.
  • Falta de vigilancia del movimiento vehicular en los peajes de la ruta 32 (Globalvía) por errores en la contratación de la entidad supervisora.
  • Etcétera.

Pero la «chapuza» mayor de este gobierno ha sido renunciar a la tradición progresista del país y de defensa de su singular Estado Social de Derecho, que construimos el siglo anterior.

En vez de buscar recorrer caminos distintos antes que entregarse a los designios de los grupos plutocráticos y a las órdenes del Fondo Monetario Internacional (FMI), desde los inicios de este periodo gubernamental, Carlos Alvarado, un tecnócrata imberbe y con un pálido liderazgo, abrazó las doctrinas y las prácticas neoliberales como un mono tití, indefenso y frágil, agarrado a una palmera azotada por un huracán inclemente. Desde luego, no lo hizo solo. Contó con la aquiescencia complaciente y cómplice de una alianza legislativa neoliberal hasta la médula, de la que han formado parte el partido oficialista (PAC), el PLN, el PUSC, Restauración, Nueva República y otras fracciones denominadas independientes.

Con ello, ha hecho retroceder al país en múltiples campos. Para recobrar esta Patria mustia y su democracia, real y efectiva, quienes luchamos y lucharemos por un país justo, inclusivo y solidario, tendremos que dar lo mejor de nosotros y nosotras para revertir esta impronta que debe marcarse con el olvido. Claro está, en mi caso, daré esta hermosa pelea con mucho gusto y convicción porque este hermoso país, su pueblo y su futuro, lo merecen con creces.

(26 de enero, 2022)