María Amoretti Hurtado
De todos los símbolos nacionales, el Himno es el más eficiente porque es un rito de jura que además marca el cuerpo con los gestos del poseso: de pie, firmes, recogidos y dignos.
El Himno Nacional de Costa Rica, expone virtudes con las que es difícil no coincidir.
El hombre-poeta que lo escribió tenía una noción de patriotismo muy particular y por eso elude cuidadosamente los lugares comunes del pensamiento republicano, pensamiento medular en el Himno del 15 de Setiembre, que antecedió a nuestro canto nacional, tales como el de la majestad de la ley como si de ella derivaran por generación espontánea la libertad y la justicia. Billo era un ácrata. Creía, más que en la majestad de la ley, en el cultivo del sí mismo, en el autogobierno personal y desconfiaba de cualquier concepto colectivo que manipulara la libertad personal. Eso mismo hubiera suscrito la gran poeta costarricense, cuyo centenario conmemoramos este año: la luminosa Eunice Odio y su liberadora escritura.
Así, por ejemplo, es necesario saber que la palabra patria que aparece en el primer verso del Himno Nacional es una modificación hecha por el jurado. La versión original decía: «Costa Rica tu noble bandera…».
Zeledón no busca sus motivos literarios en el pensamiento republicano, sino en el filón concreto de la realidad cotidiana. Por eso escribió «bajo el manto azul de tu cielo» y no » bajo el límpido azul», -otra corrección del jurado-, porque buscaba expresiones que remitieran a lo concreto cotidiano.
El filón que inspira a Billo no genera vínculos cívicos. Para encontrar el vínculo cívico de la ciudadanía republicana en el Himno, es necesaria una operación metonímica y silogística bastante forzada. Su verdadero vínculo es más profundo, está enraizado en el arquetipo ancestral y primigenio de la diosa madre-tierra y sus principios derivados, como el del crecimiento y las germinaciones, aspectos que se proyectan ahora también en las esculturas de Jorge Jiménez Deredia, prueba de que pervive en nuestro imaginario. Se trata de un vínculo fuertemente interpelativo para el inconsciente colectivo: si la tierra es madre, los costarricenses, siendo hijos de ésta, sólo pueden relacionarse como hermanos. Como fácilmente se colige, este razonamiento se conecta con el patriotismo sólo porque alguien, que no fue Billo, sino don Antonio Zambrana, introdujo la palabra patria en el Himno. Se conecta más bien, con una forma de relación humana que sigue siendo no solo hermosa, sino también eficiente para la paz social: LA SOLIDARIDAD.
Sobre el forzado valor cívico que se le quiso dar y se le sigue dando, el Himno de Costa Rica pondera más bien valores próximos al tiempo de la cotidianidad, al tiempo de la vida, y no al tiempo de la reducida ficción patriótica.
Las virtudes que expone el Himno son: honradez e integridad.
De todas las actividades sociales, el Himno selecciona la del trabajo por ser la actividad dominante en la vida diaria de las personas. De él pondera dos rasgos; el primero es su capacidad formativa, ya que sólo en esa lucha tenaz las personas adquieren conciencia de su fuerza y de su potencial; el segundo se refiere a la honra que otorga como recompensa, por eso en Costa Rica llamamos honrado únicamente al hombre que vive de su trabajo.
Lo anterior pone en evidencia que el Himno se inclina por la mayor fuerza del consenso nacional: los trabajadores, quienes por ironía histórica han sido los sistemáticamente excluidos de ese consenso.
Además de la honradez, el Himno propone el valor de la integridad. Esta virtud se manifiesta en el Himno cuando destaca la coherencia del trabajador con su ideal hasta el punto en que, a pesar de su amor por la concordia, es capaz de ir a la guerra para defender sus valores porque es leal a ellos, no sólo de palabra, sino de acción; es decir, que somos también honrados, en la relación que tenemos con nuestros ideales. En este aspecto, Martí coincidiría con Billo, pues para este gran pensador latinoamericano, un hombre que tolera un mal gobierno no es un hombre honrado.
Billo consideraba la política como el más innoble de los ejercicios humanos y por eso, este trabajador del ideal no fue precisamente el patriota que los políticos hubiesen querido, sino el rebelde que – como dice Vínyela Devandas- dedicó su vida a formar conciencia colectiva, a desenmascarar el timo del discurso oficial y a denunciar la corrupción de los gobernantes.
Vale la pena dedicar, dentro del contexto que estamos viviendo, nueve segundos de atención y preguntarnos: ¿Será tiempo de cambiar la letra de nuestro Himno Nacional?